En este juego, cuando el mundo fue creado el padre Lobo y la madre Luna eran los espíritus más poderosos de la tierra. El padre lobo mantenía el equilibrio, evitando que los espíritus esclavizaran a los humanos, era un depredador espiritual y terriblemente temido. Pero sus hijos (uratha) asesinaron al Padre-lobo, cuando se volvió anciano y débil, lo hicieron con lágrimas en los ojos, para usurpar su lugar en la creación y poder seguir manteniendo el equilibrio, la cacería de espíritus. Aun así, el paraíso se rompió y la Luna les maldijo.
Tres de las ocho tribus culparon a los uratha, se llamaron a sí mismos los puros y declararon una cruzada con los exiliados. Desde entonces, los exiliados deben combatir la constante entrada de demonios y espiritus en la realidad humana, al tiempo que son perseguidos y cazados por sus hermanos en una guerra eterna.
No hay Gaia, no hay Nación Garou y no hay tribus raciales. Me resulta asombroso, cuando leo este libro, no pensar en los licántropos como una sociedad unida contra el mal, sino como facciones enfrentadas y aisladas de una ciudad a otra. El animismo espiritual está ahí, pero en este juego los exiliados son los malos de la historia. O quizás no, quizás hicieron lo que tenían que hacer, pero son los exiliados y son la última defensa contra los espiritus demoníacos del otro lado del velo.
El reglamento incluye dos apéndices muy buenos, además: Un capítulo entero dedicado al mundo sombrío (la umbra) y un capítulo de ambientación con personajes, Las Rocosas. Creo que es un libro muy completo y estéticamente muy bonito, realmente lucen los dibujos en tinta color marrón cuero. Creo que es bastante jugable y, para mí, lo situaría a la altura de Hombre lobo: El salvaje oeste, que hasta ahora era mi libro favorito de hombre lobo.
