Episodio 6. Alone in the dark

[Voivoda]

El frío es intenso y sacude tu cuerpo cuando despiertas. Notas enseguida el dolor en el cuello y la clavícula. Tu monstruo interior parece regocijarse en ese dolor, que no es agónico pero sí molesto, susurrando tentaciones violentas en tus pensamientos, en los que se entrecruzan las imágenes de personas sangrando de diversos modos.

El frío es más intenso de lo habitual. También la sensación de humedad, el sonido del viento meciendo centenares de ramas en algún lugar cercano, el ulular de un búho a lo lejos. Es como si de repente todos los sonidos y olores fueran más intensos y salvajes que aquellos a los que estás acostumbrada. Recuerdas los últimos momentos de la noche anterior, caminando junto al tal Sam por el interior de un bosque apenas iluminado por la luna, alejándoos de la orgía de fuego del poblado. El muchacho pelirrojo parecía conocer bien los senderos casi escondidos del bosque y le seguiste sin mediar más palabra hasta llegar a un pequeño lago medio helado y a una zona de cuevas.

En una de ellas es en la que te despiertas a una nueva noche. A cierta distancia, cerca de la entrada de la cueva, distingues la silueta de Sam, quien está terminando de colocarse el pañuelo que llevaba a modo similar a un turbante la noche pasada. En la zona en la que habéis dormido ha desplegado enormes pieles de animales a modo de mantas. Es indudable que pertenece como tú a la Estirpe y que ha respetado tu descanso diurno.

Todo tiene un aspecto irreal, casi onírico. Recuerdas el aciago destino de Bent. No llegaste a tener mucha relación con él, pero sentías que podías acabar teniendo una cierta camaradería. Piensas por un momento dónde estará Gudrun, aunque no auguras nada bueno a su futuro. Tampoco lo lamentas. Sea como sea, estás de nuevo sola.

Sobrevive.

De nuevo esa huida hacia delante que te ha acompañado desde hace meses, desde que comenzó esta insana historia que incluye muerte, persecuciones y lo que, por jodidamente raro que parezca, tiene pinta de viajes en el tiempo. Recuerdas la charla con Job, que te parece que tuvo lugar hace siglos. Y la hipótesis loca de Lars, cuya veracidad estás sufriendo en tus carnes.

Piensas si estás encerrada en medio de una era de asaltos de bárbaros a base de sangre y fuego.

Y te aterroriza la idea.



OFF: -4 puntos de Sangre. -Llena de nuevo de FV. 2 Niveles de Salud letales.

[DarkOsca]

Dolor cómo símbolo de vida, de no vida, de esta existencia que ahora se ha vuelto incomprensible. Estoy a salvo, eso es lo importante, a partir de esta premisa puedo continuar. Una cueva, un lugar seguro, nunca me gustó la naturaleza pero, dadas las circunstancias se agradece la tranquilidad. Nunca he sido de explorar lugares cómo este por mí misma, prefiero preguntar y delante mío tengo a alguien con quien entablar una conversación.

-Sam, ¿te llamabas así, no?

-Lo primero de todo, gracias, por ponerme a salvo, por... ya sabes, respetar mi descanso.

-Cómo puedes imaginarte vengo de muy lejos, tan lejos que no tengo claro ni dónde me encuentro, quizá puedes ayudarme también con eso.

-¿Dónde estamos? ¿Quiénes eran esos que han atacado el poblado?

Espero pacientemente la respuesta, sabedora de que, quizá, no logre entenderla del todo, pero tengo que agarrarme a lo que pueda, a lo que tenga.

[Voivoda]

Sam sonríe con amabilidad al notarte cerca. Algo en él te inspira una inusual sensación de calma. Observas una fina capa de nieve que cae en el exterior y empieza a teñir de blanco la oscuridad al mismo tiempo que la brisa mece con suavidad constante, pero gélida, las copas de los árboles del frondoso bosque en el que está la red de cuevas. Todo tiene un aire onírico totalmente antinatural que te hace sentir extraña.

El muchacho de pelo rojizo se emboza en sus ropas, se ajusta el pañuelo y se coloca unos toscos guantes de lana. Seguramente no necesita nada de eso por su naturaleza nocturna, pero aún así muestra un comportamiento tan humano que te resulta llamativo. Utiliza palabras y un acento un tanto extraños; habláis el mismo idioma de una peculiar forma distinta.

- Estamos cerca de Købmandshavn.

La palabra que utiliza es un arcaismo que en realidad suena, y se refiere, al nombre que tiene la capital de Dinamarca: Kobenhavn. Copenhague.

Una sombra de pesar se cierne de modo evidente sobre el muchacho, que habla con voz quebrada.

- Bárbaros. Víkingr. Quedan pocos, pero siguen siendo las mismas bestias sedientas de sangre, sobre todo desde que nuestro buen obispo Absalón ha decidido dejar de pagarles tributo alguno. -Sam te mira extrañado- ¿De dónde vienes para no conocer estos hechos?

[DarkOsca]

Es una buena pregunta, ¿de dónde vengo?, ¿de cuando vengo? Ni yo misma se responderla.

-De muy lejos de aquí, demasiado lejos.

Agacho la cabeza, apesadumbrada, pensando en la apurada situación en la que estoy.

-Realmente no sé volver a allí, ¿conoces a alguien que pudiera ayudarnos?

[Voivoda]

Sam calla durante unos segundos en los que sólo el viento y la ligera cortina de nieve os acompañan. Te sientes desamparada, atrapada en un sueño irreal. Si el tumulto de voces, sangre y fuego de la noche anterior te parecía sacado de una pesadilla, el gélido vacío del bosque en esta noche perdida en el tiempo te produce una sensación semejante a un hondo terror. Finalmente, el muchacho de cabello rojizo te mira.

- Depende de la ayuda que necesites... ¿un barco, un caballo, un explorador que conozca otras tierras?

Le miras con cierta compasión. Quizá necesites una de esas cosas. Probablemente necesites muchas más.

[DarkOsca]

No sé lo que necesito. Quizá deba hacerme a la idea de que esto no tiene vuelta atrás, pero debo jugar mis últimas cartas.

-Necesito a alguien sabio, el más anciano del lugar, el que más conocimientos tenga.

Intento que la frase suene con convencimiento aunque estoy muerta de miedo.

[Voivoda]

Durante aproximadamente una hora camináis casi en una oscuridad total por la enorme zona boscosa que rodea el poblado atacado la noche anterior. Te cuesta contener tus propios temores. Es como si todos los árboles fueran más altos, los sonidos más intensos, los olores más fuertes. Todo tiene un aire auténticamente salvaje que te asusta y que conecta directamente con tu Bestia. El joven pelirrojo se mueve con seguridad, conoce muy bien el terreno, y va siguiendo un curso de agua, un río tranquilo que queda a vuestra izquierda y sobre el que la luna se refleja en hilos plateados. Sam apenas dice una palabra, por lo que el sonido de vuestros pasos acompaña al del agua y a los búhos que ululan desde lo alto de los enormes árboles que os rodean. Cada cierto tiempo el aire trae olor a ceniza, restos del poblado arrasado por los bárbaros.

Un tiempo después

- Gracias, Ingrid.

Sam sonríe con calidez a la gruesa mujer de cabellos rubios. Habéis hecho una parada en un minúsculo poblado que para ti resulta absolutamente irreal, como el escenario de una película. Una docena de personas viven en un claro del bosque con un montón de perros. Sam parece confiar en ellos, sobre todo en esta tal Ingrid a la que ha despertado para pedirle que te diera algunas ropas con las que no llames tanto la atención. Minutos después te ves vestida con una especie de saco de arpillera sujeta por una cuerda. Salvas tu móvil, ahora inservible, en uno de los huecos que hace las veces de bolsillo... y te encomiendas a tu suerte para lo que tenga que venir.

A mitad de la noche

Después de lo que te parece una eternidad caminando, alcanzáis un poblado de más tamaño situado en el punto en el que el río que seguíais desemboca en una gran laguna. Hay decenas de antorchas iluminando el perímetro y algunos hombres jóvenes hacen guardia pertrechados con hachas o espadas cortas. Sam los conoce, aunque tiene que pagar una especie de impuesto para que podáis entrar en el asentamiento. La mayor parte de sus vecinos duermen, aunque puedes llegar a vislumbrar algunas miradas curiosas desde detrás de las ventanas de madera que siguen vuestros pasos. Sam se dirige directamente hacia una pequeña casa de madera situada cerca de lo que parece una modestísima iglesia construida con el mismo material. Una vez en la puerta, llama y te invita a acercarte para pasar.

- Quizá aquí encuentres respuestas.

Minutos después

El calor de la rudimentaria chimenea llega a todos los rincones del pequeño hogar, apenas iluminado por algunas velas. El ambiente está cargado y el fuego te genera una incomodidad creciente, pero te sientas donde te indican, en un pequeño taburete junto al que se sitúa Sam. El círculo de taburetes se cierra con dos más, en uno hay una mujer de unos veintimuchos años y pelo también rojizo y rizado que mira con vergüenza hacia el suelo y en el otro una anciana que lleva su pelo totalmente blanco recogido y os mira con los ojos entrecerrados.

Sam se dirige a ella en todo momento con mucho respeto. La llama Brunhilda, y le explica los acontecimientos de la última noche, tanto el ataque pagano al poblado como vuestro encuentro y tu necesidad de ayuda. La anciana te observa con esos ojillos apenas abiertos y sus dos manos, que compruebas que a pesar de estar arrugadas son fuertes, apoyadas con firmeza en sus rodillas.

- Soy la más anciana del lugar, como bien dice Sam -dice con una voz firme aunque ya apagada por la edad- ¿en qué puedo ayudarte, querida?

[DarkOsca]

Cada paso que doy junto a Sam me hace situarme en este mundo, en esta realidad, cómo mi futuro hogar. No sé si quiero que sea así, pero no sé si tengo alternativa. Esta ropa es tremendamente incómoda, tendrá que servir, qué remedio. ¿Cuál es la situación? ¿Los míos conviven con los humanos pacíficamente? Pensaba que, en esta época, había una sociedad feudal en la que los Vampiros eran los señores y sometían sin piedad al resto de seres a los que consideraban inferiores, al menos eso es lo que recuerdo que decían en la Capilla.

En fin, aquí estoy, rodeada de desconocidos, intentando encontrar respuestas pero, ¿sabré formular las preguntas?

-Me llamo Birgitte Horm. Vengo de un lugar muy alejado de aquí. Querría volver allí, pero no sé cómo.

¿Y si no es posible?¿Cómo sería iniciar una nueva vida aquí?

[Voivoda]

- ¿Y dónde está tu hog...?

No acabas de escuchar la frase de Brunhilda cuando todo el escenario se difumina ante tus ojos. Es apenas una décima de segundo, como un peculiar cortocircuito que genera un efecto parecido al de las televisiones antiguas cuando se apagaban. La voz de la anciana se distorsiona, la imagen se alarga en ángulos imposibles, Sam te observa con un último gesto de estupor en su rostro.

Parpadeas.

Primero notas el frío. Una lluvia ligera que golpea tu cuerpo y moja el saco de arpillera que llevas puesto. Poco a poco cala tus brazos, tus pies, tu pelo, tus ojos. La lluvia golpea constantemente la calzada. Tardas unos segundos en asimilar tu nueva realidad, en comprobar que la cabeza y tu visión dejan de dar vueltas.

Miras a tu alrededor. Estás en medio de una calle solitaria en la que reconoces algunos carteles en danés. Las luces de un cajero, un supermercado de una conocida marca del país, una tienda de Nike. La lluvia rebotando en las farolas. Los coches aparcados son de marcas conocidas, matrículas recientes. Edificios residenciales a los lados de la calle.

Llegas a escuchar discusiones y gritos en algunas casas. Tensión en el ambiente que se suma al frío de tus huesos. Una ventana de un sexto piso se abre. De una forma hipnótica observas el perfil de una mujer, apenas una muchacha, que se asoma a la ventana.

Y se lanza al vacío.

Ahogas un gemido.

El golpe seco contra el suelo.

La lluvia no entiende de suicidios y sigue cayendo con parsimonia. Has vuelto a tu tiempo de golpe, aún con las ropas de una era olvidada.

Sola en la oscuridad.

[DarkOsca]

Mente embotada, estado de ensoñación, no sé si esta persona que ha caído es real o forma parte de mi intelecto perturbado, echo a correr, a correr y a llorar, llorar sangre, por supuesto, no quiero que nadie me vea, quiero estar tranquila, quiero estar segura. Me dirijo hacia mi refugio, tengo tantas cosas que hacer. Tantas y ninguna.

Una vez allí me ducho, con el agua más caliente que pueda aguantar, me ducho y me deslizo hasta quedarme sentada, desnuda, en el plato de la ducha, tiñendo ese líquido elemento de rojo, mirando fijamente el desagüe, que se lleva mis lágrimas pero no mi pena. Me rehago, en apariencia, vistiéndome y maquillándome. Envolviendo mi ser interior, roto, con guirnaldas que lo oculten. Voy a ver a Lars.