Por Phil Brucato (Porthos), material adicional de James A. Moore, Nancy Kilpatrick, Tina Jens, Beth Fischi y Búho-que-retrocede.
Un ensayo de Porthos Fizt-Empress
Muchos entre nosotros nunca han aprendido la historia básica de las Nueve Tradiciones. Estas breves biografías tienen la intención de “llenar las lagunas”, como suele decirse y dar un rostro humano a estas voces. Como cualquier sabio sabe, debes comprender a una persona para comprender sus palabras y acciones. He creado estos retratos a partir de la recolección, erudición y el registro del cristal que preserva las sesiones del Concilio en el Gran Salón de Horizonte. Indudablemente, los fantasmas de los Nueve añadirían más si pudieran hacerlo.
He intentado ser tan objetivo como me ha sido posible; debo admitir que mantenerme completamente al margen es imposible, y quizás no sea aconsejable. Como he mencionado, conocí a estos Nueve; todavía puedo escuchar sus voces, sentir su abrazo, recordar las sensaciones de maravilla y, sí, deseo, que experimenté en su presencia. Quizás sea la maldición de la longevidad –recordar a quienes han muerto tiempo atrás como si todavía estuvieran en la puerta de al lado. Creo que la senilidad mortal es un velo protector contra esos recuerdos y el dolor que llevan consigo. Sin embargo, un mago no puede tolerar ni soportar un velo semejante durante mucho tiempo. Debe permanecer siempre consciente o caer en el largo Crepúsculo, a menos que desee herir a la realidad con su locura cultivada durante años.
Estos son los rostros de los Nueve; no interrumpiré las palabras de los supervivientes. Quizás, recogiendo sus rostros y transmitiendo el legado de la Primera Cábala, añada mi propio testamento a esta colección. Sólo el tiempo decidirá el valor de estos fragmentos reunidos. El tiempo y tú, el lector.
LOS QUE MURIERON EN BATALLA
EL BATINI – DAUD-ALÁ ABU HISHAM, IBN-MUQLA AL-BAGHDADI
El papel de Daud-Alá en la historia comenzó mucho antes de la reunión de la Gran Convocatoria y la creación de la Primera Cábala. Aunque nunca mencionó su verdadera edad, los Batini afirmaban que había vivido más de cuatro siglos antes de su participación en la Primera Cábala, lo que lo convertía en su miembro más anciano. Afirmaba haber matado a cientos de cruzados en su intrépida historia –un honor que no le granjeó el cariño de muchos de sus compañeros europeos- y haber luchado junto a Saladino en la Segunda Cruzada. La cimitarra que llevaba –un arma, que según afirmaba, no era tradicional entre su pueblo- la había conseguido tras arrebatársela a un capitán del ejército de Gengis Khan. Además de la cimitarra, Daud-Alá siempre llevaba consigo una espada corta, un tachi japonés, un arco largo, y varias jabalinas y lanzas de tamaño diverso. Practicaba noche y día con sus armas cuando la Primera Cábala se detenía, perfeccionando su maestría de las armas, así como la disciplina mental que lo hacía invencible en la batalla.
Sin embargo, su naturaleza contrastaba con su actitud guerrera, porque Daud-Alá, un nombre que significa “El amado de Alá” era un hombre de maneras gentiles y un temperamento amable. Al contrario que muchos magos Ahl-i-Batin, nunca trataba de imponer sus opiniones a los demás, y se enfadaba sólo cuando lo llevaban al límite. Sus compañeros a menudo se maravillaban de la ironía de un que hombre con tan poco odio y furia en su alma resultara ser uno de los guerreros más feroces, porque la proeza de Daud-Alá en batalla era insuperable. Derrotaba a sus enemigos con la fuerza pura desatada y la velocidad del rayo, y sus muchas armas tejían una danza musical que servía para transformar a un solo hombre en una compañía de soldados.
Este conocimiento también se extendía al reino de la magia, porque era gran conocedor de las Artes de Correspondencia, y también poseía un gran conocimiento de las Artes de las Fuerzas y el Espíritu. Utilizaba sus habilidades como explorador, a menudo desapareciendo durante varios días a la vez para descubrir posibles peligros u obstáculos que aguardaran al resto de la Primera Cábala. En una ocasión invocó a un djinn para que llevase un informe crucial al Concilio de las Nueve Tradiciones. Aparte de estas manifestaciones de poder, raramente utilizaba sus habilidades mágicas, prefiriendo confiar en su habilidad con las armas.
Daud-Alá también poseía conocimientos sobre muchos temas; a lo largo de su larga vida había estudiado muchos de los diversos lenguajes y culturas de Europa. Esto resultó un motivo de discordia para los otros magos de la Primera Cábala, porque su conocimiento a menudo superaba el de los representantes elegidos por las demás Tradiciones. Además de su persa nativo, el mago Batini hablaba con fluidez francés, se encontraba versado en inglés e italiano, egipcio, cantonés, árabe, mongol, griego y japonés, y también tenía un conocimiento limitado de latín. Conocía fórmulas cabalísticas, alquímicas y filosofía griega, y también era un gran erudito de la Escritura cristiana. Aunque había dedicado siglos a la labor de luchar contra los condenados cruzados, Daud-Alá mantenía un profundo aprecio por las doctrinas cristianas y le entristecía que los cristianos hubieran ignorado sus enseñanzas para iniciar una Guerra Santa. La Hermana Bernadette compartía su pasión por las enseñanzas de la cristiandad y descubrió que podía aprender muchas cosas de él. Los dos hablaban a menudo, y un tenue vínculo se estableció entre ellos.
Otros magos, como Louis DuMonte y Halcón Caminante, eran cautelosos en sus conversaciones con él, temiendo parecer ignorantes frente al ámbito de su vasta experiencia. Sólo Heylel Teomim, quizás debido a sus propios logros considerables, no parecía intimidado por el alcance de la inteligencia de Daud-Alá, y los dos compartieron muchas horas de conversación, ofreciéndose el uno al otro los tesoros de sus propias experiencias únicas.
Akrites compartía una relación única con el antiguo mago guerrero, porque el Batini representaba el epítome de lo que el Vidente de Cronos consideraba la Ascensión, la verdadera libertad de la perfección interior. El tiempo, según Akrites, era la clave para alcanzar la Ascensión. En el noble corazón y la tranquila sabiduría de Daud-Alá, Akrites veía la perfección y trataba al Batini con reverencia y respeto. Daud-Alá también respetaba enormemente al mago Extático, y compartían una amistad basada en sus orígenes compartidos en Oriente Medio.
Debido a que su gran edad lo separaba de sus compañeros, Daud-Alá era más inclinado a hablar que a escuchar. Sin embargo, el mago Batini solía mantenerse en términos amistosos con los demás miembros de la Primera Cábala, a pesar de sus obvias diferencias culturales y filosóficas. Sus compañeros reconocían, como él mismo, que se encontraba más iluminado que otros miembros de su Tradición. Se rumoreaba que mantenía un romance secreto con Brisa de Otoño, porque pasaban mucho tiempo solos y juntos. La verdad es que posiblemente intercambiaban sus conocimientos, ella en las artes marciales y él en el combate con armas. El único miembro de los Nueve con el que Daud-Alá tenía razones para discutir era Eloine; no podía aceptar sus celebraciones nocturnas, que realizaba a plena vista de sus compañeros totalmente desnuda. A menudo solía hablar a Eloine sobre las consecuencias de ese comportamiento para las mujeres en Persia. Eloine interpretaba sus expresiones de aturdida curiosidad como insultos personales a sus creencias y a su Tradición. Daud-Alá pronto aprendió a guardarse sus opiniones para sí mismo.
Sin embargo, a medida que pasaban tiempo juntos, las tensiones en la Primera Cábala se incrementaron. La insistencia de Daud-Alá en llevar el traje tradicional persa cuando el tiempo lo permitía provocó conflictos entre el mago Batini y sus compañeros; esta actitud ofendía especialmente al pragmatismo de Louis DuMonte, que nunca pudo comprender el gusto del guerrero por el lujo oriental. Algunos incluso cuestionaron la necesidad de sus periódicas pausas diarias para rezar en dirección a La Meca, que los demás consideraban un obstáculo para la velocidad de su urgente viaje.
Daud-Alá era una figura imponente, con grandes ojos oscuros y profundos como el cielo de medianoche. Eran el único reflejo de su verdadera edad, insinuando el paso de los siglos en las emociones que inspiraban, y la amargura de sus muchos años en sus arrugas cansadas. Su cabello negro, un poco más oscuro que su piel morena, le llegaba hasta los hombros. A pesar de su edad, su piel lisa y brillante la ocultaba, sólo interrumpida por las patas de gallo de sus ojos, que el sol hacía mucho tiempo que había bronceado. Una espesa barba y un mostacho afilaban los rasgos de los poderosos huesos de su rostro, y el turbante tradicional de su pueblo se añadía a la figura del guerrero. Nunca se lo quitaba, salvó en dos ocasiones que se le desenredó durante el combate. Un hombre valiente, fuerte y poderoso, Daud-Alá fue el brazo fuerte de la Primera Cábala hasta la batalla final y él cayó más que ningún otro en la mañana de la Traición de Heylel. Sin embargo, sólo un número aplastante de enemigos fue lo único que pudo derrotar a este extraño y único guerrero. Sus hazañas heroicas resonarán a lo largo de la historia y para siempre será honrado como uno de los más grandes de su Tradición.
EL EUTÁNATOS – CYGNUS MORO

Un hombre de ascendencia medio griega y medio libia, Cygnus nació en 1399, el hijo de la esclava de un mercader indio, durante el caos provocado por la conquista de Timur el Cojo, Tamerlán, en la India. Aunque educado como musulmán, Cygnus (que entonces se llamaba simplemente Harún) terminó encontrándose con la secta prohibida de los adoradores de Kali que se oponían a la invasión turca. Su dramático Despertar, en la que tuvo una visión en la que copulaba con la propia Madre Negra, se produjo tras una victoria sobre los opresores turcos para liberar a un grupo de hindúes. De Cygnus, que tomó su nombre del portador griego del equilibrio, a menudo se dice que aprendió cuánto merecían algunos hombres la muerte de los amos de su madre y de los invasores de su hogar.
Cygnus siempre se mostró parcial hacia las mujeres; afirmaba que nunca había llevado la Buena Muerte a una mujer, pues las considera elegidas de la Madre Negra y la Gran Diosa. Aunque su educación era en gran parte oriental, mantenía un gran aprecio por la filosofía y la literatura de la Antigua Grecia y a menudo comparaba a Kali con Artemisa, una extraña muestra de ecumenismo para la época. Aunque nunca tomó esposa, tuvo muchos hijos con gran diversidad de amantes. A pesar de su comportamiento aparentemente caballeroso, se decía que Cygnus trataba a cada mujer como si fuera una diosa encarnada, lo que puede explicar su popularidad entre el bello sexo.
Desde la perspectiva de la doctrina cristiana y musulmana, este mago inusual era un sirviente del maligno; sus hábitos personales entre los que se encontraba una promiscuidad bastante moderna, no lo hacían muy querido entre los magos del Coro Celestial. Sin embargo, fue un hombre profundamente sabio, ferozmente leal a sus amigos y conocedor del saber de una docena de culturas. Como Brisa de Otoño, Cygnus era hábil y rápido aprendiendo, especialmente lenguajes. Su conocimiento de lógica, matemáticas y diversas doctrinas religiosas era impresionante. Antes de matar a alguien, Cygnus investigaba a sus objetivos, y a menudo los seguía durante días o incluso semanas antes de determinar que había llegado el momento de su muerte. Este hábito le llevó a perfeccionar sus habilidades en el sigilo, la observación y la intriga. Cuando llegaba el final, el Mago de la Muerte se aseguraba de que fuera tan rápido e indoloro como fuera posible.
Por extraño que pueda parecer a quienes temen a los Eutánatos, Cygnus Moro era conocido por su amabilidad y generosidad; con frecuencia daba comida y limosna a los mendigos y campesinos y sirvió como confidente a varios miembros de la Primera Cábala. Puede que sus principios humildes y su dura juventud le enseñaran a simpatizar con los desposeídos. Sus “candidatos” para la Buena Muerte tendían a ser enfermos crónicos, ladrones avariciosos y las personas crueles de forma deliberada. Si alguien lo ofendía intentaba convencerle de su error; quien terminaba razonando era perdonado. Quienes rechazaban las advertencias de Cygnus normalmente terminaban muertos.
Este Eutánatos puede que haya sido el mago que convenció a sus compañeros de que aceptaran un nombre griego para una Tradición mayoritariamente oriental. Su magia no era impresionante ni poderosa; se dedicaba a influenciar las probabilidades y acelerar la decadencia de las estructuras o de la mente. Posiblemente fue elegido por su elocuencia y su sutileza, características ausentes entre algunos de sus compañeros de la Primera Cábala. Aunque él y Brisa de Otoño no se llevaban bien, se ofendieron mucho menos que la mayoría de los miembros de sus Tradiciones. Podía ser sorprendentemente agradable cuando quería, algo que algunos magos consideran que puede estar relacionado con su dominio del Arte de la Mente. Era un hombre alto y musculoso, con cabello negro rizado y piel lustrosa y oscura, lo que convertía a Cygnus Moro en una figura imponente que otorgaba fuerza a sus argumentos y belleza a su seducción. Sus ojos negros parecían brillar con un fuego gélido cuando sus pasiones se agitaban, y su voz tenía el tono de un viento fuerte atravesando una caverna. Mágico o no, su carisma era innegable.
Su habilidad con las armas también era impresionante; sólo Daud-Alá y Brisa de Otoño podían igualarle en un combate sin magia. También era un excelente estratega, aunque el Maestro DuMonte podía superarlo fácilmente en ajedrez y certamen. Cygnus se ejercitaba con frecuencia, casi como una forma de meditación; su resistencia fue puesta a prueba cuando sus odiosos torturadores lo interrogaron. Puede que temieran su fuerza o su habilidad para destruir la madera, la piedra y el acero (que utilizó en una ocasión en un intento frustrado para liberar a Eloine), o puede que simplemente intentaran someterlo a él primero para que sirviera de ejemplo a los demás prisioneros. En cualquier caso, murió tras una larga agonía. Los testigos afirman que sus gritos sacudieron los muros de su mazmorra y que sus maldiciones mataron a un grupo de inquisidores.
Dentro de la Primera Cábala, el Heraldo del Equilibrio era tratado con un respeto aprensivo. Al principio Daud-Alá sentía desagrado por él, pero pronto comenzó a tratarlo como un hijo adoptivo, tomándolo bajo su tutela como un padrino. De no haber sido por las objeciones de la Hermandad Akáshica, Cygnus Moro podría haber liderado la Primera Cábala. El líder, Heylel Teomim, lo trataba con respeto y buen humor. El Maestro DuMonte escribió que Cygnus Moro era: “…un hombre cuya generosa compasión sólo es comparable a su habilidad para eliminar a los indeseables de su vista. Suyo es el poder del hombre que no necesita ninguna prueba de su virilidad.” De hecho, tras su muerte, Cygnus Moro fue llorado por un gran contingente de hijos y amantes cuando su cuerpo destrozado fue recuperado de su prisión. Diez mujeres se inmolaron en su funeral, para horror de sus compañeros del Concilio. Tanto en la muerte como en la vida, Cygnus Moro dejó una impresión inolvidable.
LA HERMANA AKÁSHICA - BRISA DE OTOÑO

Aunque joven e inexperta, Brisa de Otoño fue elegida por los emisarios Akáshicos del Concilio por su entusiasmo sin igual, su naturaleza generosa, su habilidad marcial y su fluido conocimiento de inglés, francés, mandarín, japonés, árabe, griego, latín, gaélico y varios dialectos africanos e iroqueses, además de su cantonés nativo. Antes de su trágica muerte a los 30 años, Brisa de Otoño también dominó la habilidad para leer y escribir hebreo, sánscrito y runas del alto y el bajo germánico. Sólo su capacidad para dominar lenguajes la convertían en una figura impresionante entre los magos del Concilio.
Como maga, Brisa de Otoño disponía de un formidable arsenal de maniobras de Do y un talento natural para la empatía y la telepatía. Como mujer era una persona de corazón abierto, curiosa y extrovertida, con una lengua agradable e ingeniosa. No solía andarse con indirectas, pero podía mostrarse encantadora cuando necesitaba serlo. Algunos magos se sorprendían por su conducta “incorrecta”, pero otros la admiraban por su mente rápida, su atractivo y sus reflejos.
Los malos hábitos de Brisa de Otoño eran casi tan destacados como sus virtudes. Su temperamento era legendario; con frecuencia rompía objetos durante sus repentinos estallidos de ira y ofendió a muchos con sus discursos directos. De un grupo de Cultistas del Éxtasis adquirió el vicio por los alucinógenos y la magia estimulante –vicio que pasó de ser un experimento marginal a una casi adicción al final de su vida. Aunque no tan sensual como los Verbena, a Brisa de Otoño le gustaban las relaciones rápidas –y no siempre con hombres. Aunque raramente consumaba sus deseos, las pasiones de Brisa de Otoño a menudo se manifestaban en arranques de celos o un aislamiento frío. Podría parecer que la maga Akáshica se sentía atraída por la filosofía de los Verbena, pero sintió rechazo por la mayoría de las brujas célticas con las que se encontró. Este rechazo no le impidió aprender su lenguaje; ¡de hecho podía intercambiar insultos con las más deslenguadas! Podría decirse que Brisa de Otoño se sentía a la vez fascinada y repelida por las cosas que suponía que interferían en su Arte. A la luz de esta opinión, con frecuencia hablaba de las muchas encarnaciones que tendría que soportar antes de alcanzar la perfección.
Los detalles sobre sus primeros años son fragmentarios; no solía hablar de su vida antes de unirse a la Hermandad Akáshica. Se sabe que nació con el nombre de Jiu Ling, cerca de la costa del Pacífico, y a veces hablaba de su infancia a bordo del barco pesquero de su tío. Un Maestro de la Hermandad Akáshica se acercó a Jiu Ling cuando acababa de iniciar la adolescencia. Sus padres, asumiendo que ingresaría en un monasterio budista, la dejaron que siguiera al Maestro, y así lo hizo. Brisa de Otoño, como fue llamada, rápidamente se ganó el respeto de los ancianos por su intelecto y las reprimendas de su mentor por sus pasiones desatadas. Acompañó a una delegación Akáshica al Concilio de las Nueve Tradiciones e hizo muchos amigos (y unos pocos enemigos) entre las incipientesfacciones de magos. Cuando comenzaron las votaciones para formar la Primera Cábala, Brisa de Otoño era la primera de la lista.
Quienes conocieron a la chica (tenía sólo 17 años cuando asistió a la Gran Convocatoria) quedaron impresionados de una manera u otra. Se dice que era grácil como un sauce y fuerte como un trueno. Era una mujer baja –alrededor de 1,65 m- y esbelta, con rasgos inusualmente afilados para una mujer china. Sus oscuros ojos castaños eran vivaces y curiosos. La longitud de su cabello negro variaba; se afeitaba la cabeza varias veces (normalmente después de cometer un acto que consideraba indigno para la Hermandad Akáshica), pero en ocasiones lo hacía crecer mediante la magia hasta el final de su espalda y a veces más, cuando se sentía especialmente orgullosa de sí misma. Tendía a vestir con ropas amplias y ligeras para disponer de libertad de movimiento, pero en ocasiones adoptaba la forma de vestir de las muchas tierras que visitó la Primera Cábala. Aunque curiosa, raramente hablaba por el placer de hablar; normalmente sus conversaciones tenían el propósito de aprender o descubrir algo nuevo.
El Hermano Brisa de Otoño (Nunca se refería a sí misma como “Hermana”) evitaba a Cygnus Moro; se dice que había luchado contra él años antes, durante una disputa entre los Hermanos Akáshicos y los Magos de la Muerte. Daud-Alá la fascinaba por su gran conocimiento y habilidad con los lenguajes. Él le enseñó muchas de las lenguas que aprendió a lo largo de la Gran Convocatoria y los dos se hicieron amigos rápidamente. Aunque algunos de los miembros de la Cábala especularon que su relación iba más allá de la amistad, si en realidad fue así siempre se comportaron de forma muy discreta. Mantuvo un debate constante con el Maestro Louis, pero lo respetaba como un hombre erudito y honorable. Su muerte aparente debido a la Paradoja la hizo entrar un estado de furia asesina, y consiguió acabar con doce hombres mundanos y dos magos antes de que las heridas y la magia de sus enemigos la derrotaran definitivamente.
Se dice que una encarnación moderna de esta gran maga vive en algún Reino Akáshico. Desconozco la verdad sobre este rumor, pero me pregunto cuánto de su personalidad ha pasado a su descendiente, si es que existe.
EL MAGO HERMÉTICO – MAESTRO LOUIS DUMONTE, MAESTRO DE FUERZAS, HERMES BANI CASA QUAESITOR

De la misma manera que la poderosa marea sube y baja en silencio, de igual manera toda energía tiene la fuerza que constituye su templanza. Para la Primera Cábala esta fuerza era Louis DuMonte, un hombre de juicio sólido con un ojo agudo para la justicia. El Concilio sabía que la Primera Cábala era una mezcla caótica de poderes dispares unidos para alcanzar un objetivo común, y determinó que era sabio incluir a alguien que ejemplificara estabilidad y equilibrio. El mago Hermético asumió la posición de solucionar las disputas, porque siempre permanecía firme en sus principios pero su mente permanecía abierta a los puntos de vista y las filosofías que eran los fundamentos de sus compañeros de las Tradiciones. Pocos dudaban de su reputación como un juez justo e imparcial y todavía menos fueron quienes afirmarían que fracasó en mantener el noble objetivo y propósito de las Nueve Tradiciones.
Creo que debo hacer un gesto de disculpa a este mago Hermético, porque al principio no confié en él ni consideré que fuera el mejor candidato para acompañar a la Primera Cábala. Era un hombre oscuro, retraído y problemático, atormentado por los problemas de su turbulenta juventud –porque había sido víctima de de la desafortunada violencia de la Orden de la Razón. Aunque era un amigo de confianza y aliado del Maestro Baldric LaSalle, que fue el primero que nos animó a participar en la Gran Convocatoria en el inminente Tribunal, desde el principió pensé que Louis redujo las divisiones entre Tradiciones. Paralelamente, las dispares Casas de Hermes se consolidaron, unidas en una misma Tradición.
Louis DuMonte nació en la Casa Guernicus o Casa Quaesitor (“La Casa de los Jueces”), como era llamada y fue educado bajo su tutela. Fue firmemente leal a su Casa, comprendiendo mejor que yo que cada Casa era una Tradición en sí misma, con su propia historia y su propia belleza. No deseaba que su Casa ni ninguna otra se viera forzada a someterse a los límites trazados por la Gran Convocatoria. En aquel momento me encontraba tan fascinado por la noción de un orden mágico unificado que estaba ciego a sus peligros potenciales. Sus argumentos me enfurecieron y lo consideré desleal a la causa Hermética. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que realmente su postura era una señal de fortaleza, porque Louis siempre examinaba las perspectivas diversas, y nunca permitía que sus pasiones lo desviaran. En algunos aspectos, esta carencia de emotividad fue un defecto incapacitador –pero lo convirtió en una fuerza de equilibrio dentro de la Primera Cábala, el ojo de la tormenta, por así decirlo.
Atribuyo la objetividad de Louis a las tragedias tempranas que sufrió; cuando era muy joven, la Orden de la Razón descubrió su Alianza y dirigió a las fuerzas de la Inquisición en un asalto contra los magos de su Casa. Louis perdió a sus padres, y también a muchos de sus amigos y familia, en aquella trágica batalla. Esta tragedia le llevó a aislarse y enterrarse en el estudio de las Artes Herméticas. Se rodeó de un caparazón psicológico, manteniéndose distante del mundo exterior.
Esta tragedia también lo impulsó a comenzar lo que se convertiría en la verdadera obra de su vida: el diseño de una fuerza que abarcara todas las tradiciones mágicas, que resistiera a los crecientes poderes de la Iglesia y la Razón. Antes de ser elegido para formar parte de la Primera Cábala, Louis sirvió como mensajero e intermediario para el Maestro Baldric de la Casa Tytalus, trabajando para establecer los lazos necesarios a través de los que se forjaría la Gran Convocatoria. Sus actividades atraerían la atención del Concilio.
Como he mencionado, al principio no apoyé el nombramiento de Louis DuMonte como miembro de la Primera Cábala, pero mostraba tal maestría en su Arte, así como un conocimiento admirable de la magia y la religión –sin duda adquirido a lo largo de sus primeros años de confinamiento- que había pocas alternativas lógicas.
Al principio, Louis resultó difícil de comprender para el resto de los miembros de la Primera Cábala. Un hombre tranquilo, de pocas palabras y comportamiento reservado, los suaves ojos grises del mago Hermético reflejaban pocas emociones, pero lo observaban todo impasibles. A menudo se mantenía apartado, prestándose voluntario para avanzar por delante de los demás, instalando su tienda aparte y quizás, subconscientemente, preparando el campamento. El resto de sus compañeros, más inclinados a establecer rápidas amistades –y rivalidades amistosas- interpretaban su conducta como una especie de rechazo hostil, y la mayor parte del tiempo preferían dejarlo en paz con sus asuntos.
Su comportamiento tranquilo pronto demostró ser una ventaja. Como hablaba con tan poca frecuencia, sus palabras recibían mayor atención; de esta forma sus opiniones tenían más peso y eran mejor consideradas, por encima de todos los demás, excepto quizás, Heylel. El propio Solificato a menudo requería el consejo de Louis, especialmente cuando, como ocurría frecuentemente, el grupo se dividía por una diferencia de opiniones. Como resultado, una amistad implícita, basada más en la confianza y en el respeto mutuo que en un intercambio de palabras, se estableció entre los dos. Tras el liderazgo de Heylel Teomim, la Primera Cábala a menudo acudía a Louis para resolver sus disputas, para tratar de encontrar soluciones que agradaran a todos, incluso salvando las distancias que separaban a las diferentes Tradiciones.
Buscando siempre la sencillez y el pragmatismo, Louis se vestía con sencillas túnicas marrones de fibras bastas y ásperas, muy adecuadas para las condiciones de un viaje duro. El mago Hermético daba poco valor a las comodidades materiales. Llevaba un amuleto de plata grabado con lo que parecía un infinito diseño de runas, un anillo con un sello dorado de una balanza perfectamente equilibrada, y un ábaco para utilizar en los rituales de su magia: estos tres objetos constituían sus posesiones más valiosas. Rechazaba el amor de Daud-Alá por los elementos de su vida como guerrero –las múltiples armas que abrillantaba y afilaba cada día- y su insistencia en vestirse siempre siguiendo las costumbres de su pueblo sin importar el lugar por el que viajaran. Quizás era a Eloine a quien más admiraba, porque ella no necesitaba pertrechos de ningún tipoy su Tradición le permitía ser libre de llevar incluso la más pequeña pieza de ropa. A menudo la observaba mientras cantaba y bailaba, percibiendo con envidia la facilidad y la elocuencia con la que expresaba sus emociones con su voz y su cuerpo. Sin embargo, también la encontraba extraña e intimidante, por lo que siempre procuraba mantenerse apartado. De hecho, su rechazo era tan completo que rara vez hablaban. Pocos serían capaces de adivinar la pasión que latía bajo su fachada firme y fría.
El viaje con la Primera Cábala endureció a Louis; aunque era ligeramente obeso cuando comenzó el viaje, pronto se volvió esbelto y musculoso, aunque incluso así era bastante robusto. Midiendo sólo 1,60 m, era el más bajo de la Primera Cábala. Aunque su edad parecía de mediada la cuarentena, la barba y el mostacho que enmarcaban su pequeña nariz y sus labios estaban salpicados de gris y su cabello había comenzado a caerse. Las tragedias que habían marcado los comienzos de su vida lo habían llenado con amargura, más inclinado a fruncir el ceño que a sonreír. Sin embargo, tenía una mirada joven en él que parecía inconsistente con su papel como juez y árbitro.
Durante mucho tiempo me he preguntado qué ocurrió a lo largo del viaje que llevó a Louis a cambiar de opinión. Aunque siempre de mente abierta, la desconfianza férrea de Louis hacia las demás Tradiciones se incrementó y se hizo cada vez más aparente a medida que la Primera Cábala viajaba por Europa, así como su insistencia dogmática por la veracidad de sus propias creencias. Su odio por la Iglesia provocó conflictos con la Hermana Bernadette; sus sentimientos xenófobos provocaron la ira de Halcón Caminante, Daud-Alá y Brisa de Otoño, aunque nadie ha podido explicar del todo el vínculo que se estableció entre él y Cygnus Moro; disfrutaba con la compañía del mago Eutánatos más que cualquier otro miembro de la Primera Cábala. Quizás el encanto natural y la generosidad de Cygnus de alguna forma eran la llave para llegar a los pensamientos más celosamente guardados de Louis. Sin embargo, nunca fue capaz de superar del todo la amargura que llevaba consigo, tanto por la pérdida de sus seres queridos como por lo que percibía como el maltrato de la Orden Hermética a la que había dedicado toda su vida.
Poco a poco Louis comenzó a suavizar sus convicciones contra la Orden de la Razón. Nunca cesó en sus críticas hacia la Iglesia, y defendía que algún día Iglesia y Razón terminarían separándose. El tiempo daría veracidad a sus argumentos.
¿Quién puede decir cuáles fueron las sutiles fuerzas que llevaron a la Primera Cábala a su destrucción final? Quizás fueron las convicciones del mago Hermético, su creciente disgusto hacia algunos de sus compañeros, lo que finalmente inclinó la balanza hacia la fatídica decisión de Heylel. Quizás culpemos a uno solo de sus miembros cuando los nueve miembros de la Primera Cábala contribuyeron a su manera a su destrucción.
Al final, Louis DuMonte luchó con valentía, hasta que finalmente fue consumido por el fuego de su magia, invocado para defender las vidas de sus compañeros y la misión por la que se habían unido. Confío hasta hoy en que la esencia de la convicción ardió con más brillo que nunca entre las llamas del Mago Hermético. Nadie puede dudar que incluso en esa batalla final, la lealtad de Louis a la Primera Cábala fue completa.