[Miscelánea] Magia y juegos de rol
Publicado: 22 Nov 2019, 11:52
HÁGASE MI VOLUNTAD: LA MAGIA Y LOS JUEGOS DE ROL
La gente cree que soy humilde, pero están equivocados. Lo que pasa es que no me importa que ignoren lo poderoso, sabio y guapo que soy.
-El mago Merlín en “La Búsqueda del Grial”
Magia: f. Arte, técnica o ciencia oculta con que se pretende producir fenómenos extraordinarios, contrarios a las leyes naturales, valiéndose de ciertos actos o palabras o con la intervención de espíritus o genios.
Hoy daremos un repaso a un elemento que ha tenido gran importancia en muchos juegos de rol, tanto en un papel protagonista como secundario, y que ha dado lugar en la cultura popular a nombres y figuras tan conocidas como Circe, Merlín, Urganda la Desconocida, Fausto o el Gran Tamariz.
La magia, hechicería, brujería, o como quiera llamarse consiste en una capacidad para controlar el mundo y las leyes naturales en sus diversos ámbitos mediante medios paranormales o sobrenaturales. Esta capacidad se manifiesta culturalmente de formas muy diversas y a menudo relacionadas con conceptos religiosos, científicos o pseudocientíficos. Debido a su propia definición, la magia a menudo entra en conflicto con los sistemas de creencias y la ciencia ortodoxas, pero en algunos casos y períodos esos mismos sistemas aceptan fórmulas, rituales y ceremonias que pueden considerarse como “mágicos”.
El término magia tiene un significado incierto, aunque parece proceder del término griego “mágos”, con el que se hacía referencia o bien a uno de los pueblos del Imperio persa o a los astrólogos y sacerdotes caldeos de Zoroastro que realizaban “ritos impíos” según la visión de los autores griegos.
Por su parte, el sinónimo “hechicería” parece proceder del latín vulgar “sortiarius”, relacionado con “sors” (destino, suerte), y que se refiere a alguien capaz de influir en el destino. La palabra “hechicero” no aparece hasta bien avanzada la Edad Media.
Desde sus orígenes la magia aparece estrechamente vinculada a la religión, de tal forma que a menudo es difícil distinguirlas, incluso el mismo origen de la palabra está asociado a los sacerdotes del zoroastrismo, pero no se trata de un caso único. Las religiones del mundo antiguo tenían componentes mágicos para invocar la voluntad de los dioses o de espíritus menores, mediante el uso de palabras, bastones, varitas y elementos animales, vegetales y minerales, rituales, símbolos y círculos, que serán transmitidos a los practicantes posteriores. Esta situación se encuentra especialmente en el chamanismo primitivo, antecesor de la religión organizada. La magia tenía representación en la vida cotidiana y las plegarias y oraciones se mezclaban con fórmulas y ritos con los usos más diversos: proteger a los niños, hacer crecer las cosechas, invocar la lluvia, lanzar maldiciones sobre los enemigos, conocer el futuro, comunicarse con los muertos y los espíritus etc.
Pero frente a las fórmulas cotidianas surgieron individuos especializados en la manipulación de las fuerzas materiales, bien aceptados en la casta sacerdotal o religiosa de las diferentes sociedades o al margen, y que a menudo se convirtieron en objeto de persecución. Lo que separa al sacerdote del mago a menudo es que el primero suplica la intervención de las deidades con la cooperación de la comunidad en la que habita mientras que el mago manipula las fuerzas cósmicas según su propio deseo o el de sus clientes.
Los antiguos egipcios eran un pueblo muy supersticioso y elaboraron numerosas fórmulas asociadas a las deidades para manipular su entorno, pero también para afectar a los eventos del mundo de los muertos. Incluso crearon hechizos para engañar a la Balanza de la Justicia en el más allá y asegurarse una posición dichosa.
Ya en la antigua Grecia, dentro del relato de “La Odisea” aparece la figura de la maga Circe “hermana del mago Aetes, ambos hijos del Sol y de Perse, hija del océano”, que convierte en cerdos a los compañeros del héroe Ulises con su varita, y que le aconseja cómo regresar a casa consultando a las sombras de los muertos. Medea es otra figura femenina similar que practica la magia, y ambas magas parecen utilizar las plantas como base de su poder. El dios griego Hermes se convierte en la deidad que revela el secreto de las artes mágicas. Algunos filósofos griegos como Pitágoras y Empédocles también eran considerados usuarios de la magia. En sus obras filosóficas Platón reconocía la existencia de los magos y hechiceros, aunque los consideraba una clase inferior en su sociedad perfecta.
El interés de los griegos por la magia se incrementó durante el período helenístico, multiplicándose los textos, teorías y tradiciones mágicos, e iniciándose una progresiva sistematización. Las fórmulas y recetas místicas adquieren progresivamente una complejidad similar a fórmulas médicas y científicas para obtener determinados efectos. Por lo general el uso de la magia era tolerado, salvo cuando es utilizado para fines criminales (maldiciones).
Los romanos tomaron de los griegos gran parte de sus conocimientos y tradiciones mágicas, y como ellos la consideraban un arte peligrosa y poco fiable, y fueron menos tolerantes con quienes la practicaban, por lo que su tratamiento literario suele ser negativo, incluso un desafío a los dioses. Sin embargo, parece que resultaba bastante corriente en la sociedad romana la consulta de magos y hechiceras. El interés por la magia no escapa a las élites, y algunos emperadores y sus familias llegan a consultar a diversos practicantes de la magia, bien seguidores de la religión oficial, o procedentes de otras culturas. Plinio el Viejo incluso afirma que el emperador Nerón llegó a estudiar magia, aunque nunca llegó a hacer ningún acto destacable, pero en resumen la considera un arte peligroso que contiene “sombras de verdad”. Según Plinio, que describe distintos tipos de hechiceros en Roma y de otras culturas, como los druidas de la Galia, la magia se divide en tres ámbitos: curación, ritualismo y astrología. En general puede decirse que los romanos consideraban “magia” las prácticas sobrenaturales que no eran aceptadas, y las prácticas mágicas que sí lo eran se consideraban tradiciones o ritos de las religiones del estado.
En el período romano destaca la figura de Apolonio de Tiana (40 – 120 d.C.) un viajero asceta considerado por muchos como un nuevo Pitágoras. De acuerdo con las fuentes de la época, Apolonio viajó por el mundo conocido, llegando hasta la India. Se le atribuyen numerosos hechos milagrosos, como acabar con las plagas y expulsar a espíritus malignos. Muchos amuletos de la época eran atribuidos a su autoría.
La tradición judía a menudo atribuye a varios personajes bíblicos diversos poderes, aunque siempre concedidos por el intermedio de Yahvé. Moisés se enfrenta a los magos de Egipto en un duelo de poderes y el rey Salomón se convierte en toda una referencia para místicos de época posterior. Los diversos autores judíos no se ponen de acuerdo sobre la actitud frente la magia, considerándola benéfica o maligna en función de los elementos utilizados para activarla.
El auge de la magia grecorromana se encuentra con la oposición del cristianismo. Y sin embargo, la figura de Jesús de Nazareth está rodeada de numerosos símbolos y significados mágicos: el nacimiento de una virgen, el enfrentamiento y expulsión de demonios, y en las primeras épocas del cristianismo, los romanos consideraban a Jesús y a los cristianos practicantes de magia. Sin embargo, pronto la Iglesia cristiana comienza a fijar un límite claro entre sus prácticas y la magia, como muestra el rechazo de San Pedro a Simón Mago.
Desde que en el siglo IV el cristianismo se convierte en religión del estado la magia en general es rechazada por la Iglesia, que pasa a considerarla parte de las prácticas paganas que permanecen extendidas entre la religión popular a lo largo del período medieval. Al mismo tiempo las tradiciones mágicas creadas durante el período grecorromano comienzan a mezclarse con el dogma y las tradiciones cristianas. En ocasiones la Iglesia incluso llega a asumirlas en la ortodoxia de forma deliberada, como los “juicios divinos” y la veneración de reliquias sagradas. Las reliquias adoptan la función de amuletos y las diversas iglesias compiten por adquirirlas, al mismo tiempo que los santos “adoptan” milagros atribuidos anteriormente a magos y sacerdotes paganos.
Desde el siglo XIII la Cábala judía, un sistema ocultista que utiliza diversas fórmulas y símbolos para invocar la intervención divina y de los ángeles ejerce influencia sobre los sistemas esotéricos del cristianismo, dando lugar a la aparición de los primeros grimorios y al ocultismo académico que se desarrollan en la magia del Renacimiento. La demonología y la angeleología asumen que la vida puede ser influenciada mediante rituales sagrados, animando al mago (o teúrgo) a fortalecer su poder mediante el ayuno, la oración y los sacramentos y a utilizar los nombres sagrados de Dios para utilizar su poder para obligar a los demonios y ángeles a aparecer y cumplir su voluntad. Entre los practicantes de la magia de la época destacan Johannes de Sacrobosco, Guido Bocatti, Miguel Scoto y otros.
Ya durante el Renacimiento, período que ve un resurgimiento del interés por la cultura clásica grecorromana, inevitablemente surge un interés por la magia de la época, que provoca la aparición de tratados herméticos y neoplatónicos de magia ceremonial, bien traducciones genuinas de las obras clásicas o falsificaciones. La alquimia, introducida por los árabes, es progresivamente despojada de sus elementos esotéricos y místicos, y se convierte en la predecesora de la química, la astrología es sustituida por la astronomía, y el desarrollo de las primeras teorías médicas, van desterrando progresivamente la influencia de la magia sobre la cultura. En 1456 Johannes Hartlieb publica el listado de las siete “artes magicae” o “artes prohibitae”: nigromancia, geomancia, hidromancia, aeromancia, piromancia, quiromancia y escapulomancia. Al mismo tiempo entre los practicantes de la magia hubo debates e incertidumbre para distinguir las prácticas “correctas” de la vana superstición y del ocultismo blasfemo. Las tensiones intelectuales y espirituales terminarían provocando una auténtica “caza de brujas” reforzada por los tumultos de las guerras de religión, especialmente en el Sacro Imperio Germánico, Inglaterra y Escocia.
Pero a pesar del ascenso del pensamiento científico, que todo hay que decirlo, tenía un alcance muy limitado en la sociedad, el estudio mágico y ocultista continuó siendo una práctica intelectual y respetada hasta bien entrado el siglo XVII. Aunque Isaac Newton es recordado por sus teorías científicas, es menos conocido por sus tratados sobre alquimia y magia. Algunos autores lo consideran “el último de los grandes magos”. Sólo con el auge de la Ilustración el conocimiento fue dividido en la categoría moderna de “ciencias naturales” frente al ocultismo y las supersticiones, aunque la creencia en la magia y la brujería sigue estando extendida hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso permanecerá en determinadas capas sociales y lugares apartados hasta hoy en día. En 1701 Christian Thomasius afirmó que no tenía sentido considerar un crimen el pacto con el diablo, ya que era imposible cometerlo, pero todavía se encontró con una firme oposición.
El auge de la ciencia y la razón inevitablemente provocó una crisis espiritualista que finalmente se manifestaría en un renovado interés y búsqueda de espiritualidades exóticas, sobre todo durante el Romanticismo. El colonialismo europeo puso a los occidentales en contacto con la India y Egipto, y antiguas culturas que habían elaborado importantes textos mágicos. A finales del siglo XIX surgieron gran número de sociedades mágicas en Europa, incluyendo la “Orden Hermética del Amanecer Dorado” o Golden Dawn, la Sociedad Teosófica y las diversas variantes esotéricas de la Masonería. La Golden Dawn representó quizás el símbolo más conocido de esta moda de la magia, atrayendo a celebridades culturales de la época como William Butler Yeats, Algernon Blackwood. De la Golden Dawn también surgiría la figura de Aleister Crowley, considerado por muchos el mago más importante del siglo XX y que consideraba la magia como “la ciencia y arte que provoca el cambio en función de la voluntad”.
El interés por la espiritualidad alternativa, con altibajos, se mantiene a lo largo de todo el siglo XX, con una auténtica diversificación de las prácticas mágicas, bien mediante la recuperación o influencia de prácticas y tradiciones mágicas antiquísimas o mediante amalgamas o sistemas creados por individuos concretos. El neopaganismo y la combinación de magia y religión en diversas sectas esotéricas también atrajeron a curiosos interesados en las artes mágicas.
Actualmente la creencia en la magia a menudo es considerada superstición y fraude, aunque es necesario decir que estas prácticas en ocasiones utilizan principios psicológicos que provocan cambios personales en el propio practicante. De la misma forma que la magia ha tomado elementos de las religiones establecidas y viceversa, en los últimos tiempos también ha tomado elementos de ciencias aceptadas como la psicología, la psiquiatría y la medicina, aunque el pensamiento científico ortodoxo rechaza las prácticas mágicas y esotéricas.
Este breve repaso a la historia de la magia es eminentemente eurocéntrico, por lo que merece la pena repasar que se trata de un elemento cultural extendido por todo el mundo, con muy diversas interpretaciones y visiones. Diversas corrientes y escuelas místicas del taoísmo, confucianismo o budismo aconsejan determinadas prácticas y fórmulas para alcanzar la iluminación espiritual, la inmortalidad física o diversos efectos sobre el mundo cotidiano. En Asia, África, América y Oceanía, se han desarrollado muchas tradiciones chamánicas, religiosas y esotéricas que se han desarrollado en el aislamiento o se han mezclado sincréticamente con otras: fakires, yoghis, hechiceros vuduistas y otros también han dado lugar a una serie de figuras arquetípicas capaces de realizar actos sobrenaturales.
La gente cree que soy humilde, pero están equivocados. Lo que pasa es que no me importa que ignoren lo poderoso, sabio y guapo que soy.
-El mago Merlín en “La Búsqueda del Grial”
Magia: f. Arte, técnica o ciencia oculta con que se pretende producir fenómenos extraordinarios, contrarios a las leyes naturales, valiéndose de ciertos actos o palabras o con la intervención de espíritus o genios.
Hoy daremos un repaso a un elemento que ha tenido gran importancia en muchos juegos de rol, tanto en un papel protagonista como secundario, y que ha dado lugar en la cultura popular a nombres y figuras tan conocidas como Circe, Merlín, Urganda la Desconocida, Fausto o el Gran Tamariz.
La magia, hechicería, brujería, o como quiera llamarse consiste en una capacidad para controlar el mundo y las leyes naturales en sus diversos ámbitos mediante medios paranormales o sobrenaturales. Esta capacidad se manifiesta culturalmente de formas muy diversas y a menudo relacionadas con conceptos religiosos, científicos o pseudocientíficos. Debido a su propia definición, la magia a menudo entra en conflicto con los sistemas de creencias y la ciencia ortodoxas, pero en algunos casos y períodos esos mismos sistemas aceptan fórmulas, rituales y ceremonias que pueden considerarse como “mágicos”.
El término magia tiene un significado incierto, aunque parece proceder del término griego “mágos”, con el que se hacía referencia o bien a uno de los pueblos del Imperio persa o a los astrólogos y sacerdotes caldeos de Zoroastro que realizaban “ritos impíos” según la visión de los autores griegos.
Por su parte, el sinónimo “hechicería” parece proceder del latín vulgar “sortiarius”, relacionado con “sors” (destino, suerte), y que se refiere a alguien capaz de influir en el destino. La palabra “hechicero” no aparece hasta bien avanzada la Edad Media.
Desde sus orígenes la magia aparece estrechamente vinculada a la religión, de tal forma que a menudo es difícil distinguirlas, incluso el mismo origen de la palabra está asociado a los sacerdotes del zoroastrismo, pero no se trata de un caso único. Las religiones del mundo antiguo tenían componentes mágicos para invocar la voluntad de los dioses o de espíritus menores, mediante el uso de palabras, bastones, varitas y elementos animales, vegetales y minerales, rituales, símbolos y círculos, que serán transmitidos a los practicantes posteriores. Esta situación se encuentra especialmente en el chamanismo primitivo, antecesor de la religión organizada. La magia tenía representación en la vida cotidiana y las plegarias y oraciones se mezclaban con fórmulas y ritos con los usos más diversos: proteger a los niños, hacer crecer las cosechas, invocar la lluvia, lanzar maldiciones sobre los enemigos, conocer el futuro, comunicarse con los muertos y los espíritus etc.
Pero frente a las fórmulas cotidianas surgieron individuos especializados en la manipulación de las fuerzas materiales, bien aceptados en la casta sacerdotal o religiosa de las diferentes sociedades o al margen, y que a menudo se convirtieron en objeto de persecución. Lo que separa al sacerdote del mago a menudo es que el primero suplica la intervención de las deidades con la cooperación de la comunidad en la que habita mientras que el mago manipula las fuerzas cósmicas según su propio deseo o el de sus clientes.
Los antiguos egipcios eran un pueblo muy supersticioso y elaboraron numerosas fórmulas asociadas a las deidades para manipular su entorno, pero también para afectar a los eventos del mundo de los muertos. Incluso crearon hechizos para engañar a la Balanza de la Justicia en el más allá y asegurarse una posición dichosa.
Ya en la antigua Grecia, dentro del relato de “La Odisea” aparece la figura de la maga Circe “hermana del mago Aetes, ambos hijos del Sol y de Perse, hija del océano”, que convierte en cerdos a los compañeros del héroe Ulises con su varita, y que le aconseja cómo regresar a casa consultando a las sombras de los muertos. Medea es otra figura femenina similar que practica la magia, y ambas magas parecen utilizar las plantas como base de su poder. El dios griego Hermes se convierte en la deidad que revela el secreto de las artes mágicas. Algunos filósofos griegos como Pitágoras y Empédocles también eran considerados usuarios de la magia. En sus obras filosóficas Platón reconocía la existencia de los magos y hechiceros, aunque los consideraba una clase inferior en su sociedad perfecta.
El interés de los griegos por la magia se incrementó durante el período helenístico, multiplicándose los textos, teorías y tradiciones mágicos, e iniciándose una progresiva sistematización. Las fórmulas y recetas místicas adquieren progresivamente una complejidad similar a fórmulas médicas y científicas para obtener determinados efectos. Por lo general el uso de la magia era tolerado, salvo cuando es utilizado para fines criminales (maldiciones).
Los romanos tomaron de los griegos gran parte de sus conocimientos y tradiciones mágicas, y como ellos la consideraban un arte peligrosa y poco fiable, y fueron menos tolerantes con quienes la practicaban, por lo que su tratamiento literario suele ser negativo, incluso un desafío a los dioses. Sin embargo, parece que resultaba bastante corriente en la sociedad romana la consulta de magos y hechiceras. El interés por la magia no escapa a las élites, y algunos emperadores y sus familias llegan a consultar a diversos practicantes de la magia, bien seguidores de la religión oficial, o procedentes de otras culturas. Plinio el Viejo incluso afirma que el emperador Nerón llegó a estudiar magia, aunque nunca llegó a hacer ningún acto destacable, pero en resumen la considera un arte peligroso que contiene “sombras de verdad”. Según Plinio, que describe distintos tipos de hechiceros en Roma y de otras culturas, como los druidas de la Galia, la magia se divide en tres ámbitos: curación, ritualismo y astrología. En general puede decirse que los romanos consideraban “magia” las prácticas sobrenaturales que no eran aceptadas, y las prácticas mágicas que sí lo eran se consideraban tradiciones o ritos de las religiones del estado.
En el período romano destaca la figura de Apolonio de Tiana (40 – 120 d.C.) un viajero asceta considerado por muchos como un nuevo Pitágoras. De acuerdo con las fuentes de la época, Apolonio viajó por el mundo conocido, llegando hasta la India. Se le atribuyen numerosos hechos milagrosos, como acabar con las plagas y expulsar a espíritus malignos. Muchos amuletos de la época eran atribuidos a su autoría.
La tradición judía a menudo atribuye a varios personajes bíblicos diversos poderes, aunque siempre concedidos por el intermedio de Yahvé. Moisés se enfrenta a los magos de Egipto en un duelo de poderes y el rey Salomón se convierte en toda una referencia para místicos de época posterior. Los diversos autores judíos no se ponen de acuerdo sobre la actitud frente la magia, considerándola benéfica o maligna en función de los elementos utilizados para activarla.
El auge de la magia grecorromana se encuentra con la oposición del cristianismo. Y sin embargo, la figura de Jesús de Nazareth está rodeada de numerosos símbolos y significados mágicos: el nacimiento de una virgen, el enfrentamiento y expulsión de demonios, y en las primeras épocas del cristianismo, los romanos consideraban a Jesús y a los cristianos practicantes de magia. Sin embargo, pronto la Iglesia cristiana comienza a fijar un límite claro entre sus prácticas y la magia, como muestra el rechazo de San Pedro a Simón Mago.
Desde que en el siglo IV el cristianismo se convierte en religión del estado la magia en general es rechazada por la Iglesia, que pasa a considerarla parte de las prácticas paganas que permanecen extendidas entre la religión popular a lo largo del período medieval. Al mismo tiempo las tradiciones mágicas creadas durante el período grecorromano comienzan a mezclarse con el dogma y las tradiciones cristianas. En ocasiones la Iglesia incluso llega a asumirlas en la ortodoxia de forma deliberada, como los “juicios divinos” y la veneración de reliquias sagradas. Las reliquias adoptan la función de amuletos y las diversas iglesias compiten por adquirirlas, al mismo tiempo que los santos “adoptan” milagros atribuidos anteriormente a magos y sacerdotes paganos.
Desde el siglo XIII la Cábala judía, un sistema ocultista que utiliza diversas fórmulas y símbolos para invocar la intervención divina y de los ángeles ejerce influencia sobre los sistemas esotéricos del cristianismo, dando lugar a la aparición de los primeros grimorios y al ocultismo académico que se desarrollan en la magia del Renacimiento. La demonología y la angeleología asumen que la vida puede ser influenciada mediante rituales sagrados, animando al mago (o teúrgo) a fortalecer su poder mediante el ayuno, la oración y los sacramentos y a utilizar los nombres sagrados de Dios para utilizar su poder para obligar a los demonios y ángeles a aparecer y cumplir su voluntad. Entre los practicantes de la magia de la época destacan Johannes de Sacrobosco, Guido Bocatti, Miguel Scoto y otros.
Ya durante el Renacimiento, período que ve un resurgimiento del interés por la cultura clásica grecorromana, inevitablemente surge un interés por la magia de la época, que provoca la aparición de tratados herméticos y neoplatónicos de magia ceremonial, bien traducciones genuinas de las obras clásicas o falsificaciones. La alquimia, introducida por los árabes, es progresivamente despojada de sus elementos esotéricos y místicos, y se convierte en la predecesora de la química, la astrología es sustituida por la astronomía, y el desarrollo de las primeras teorías médicas, van desterrando progresivamente la influencia de la magia sobre la cultura. En 1456 Johannes Hartlieb publica el listado de las siete “artes magicae” o “artes prohibitae”: nigromancia, geomancia, hidromancia, aeromancia, piromancia, quiromancia y escapulomancia. Al mismo tiempo entre los practicantes de la magia hubo debates e incertidumbre para distinguir las prácticas “correctas” de la vana superstición y del ocultismo blasfemo. Las tensiones intelectuales y espirituales terminarían provocando una auténtica “caza de brujas” reforzada por los tumultos de las guerras de religión, especialmente en el Sacro Imperio Germánico, Inglaterra y Escocia.
Pero a pesar del ascenso del pensamiento científico, que todo hay que decirlo, tenía un alcance muy limitado en la sociedad, el estudio mágico y ocultista continuó siendo una práctica intelectual y respetada hasta bien entrado el siglo XVII. Aunque Isaac Newton es recordado por sus teorías científicas, es menos conocido por sus tratados sobre alquimia y magia. Algunos autores lo consideran “el último de los grandes magos”. Sólo con el auge de la Ilustración el conocimiento fue dividido en la categoría moderna de “ciencias naturales” frente al ocultismo y las supersticiones, aunque la creencia en la magia y la brujería sigue estando extendida hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso permanecerá en determinadas capas sociales y lugares apartados hasta hoy en día. En 1701 Christian Thomasius afirmó que no tenía sentido considerar un crimen el pacto con el diablo, ya que era imposible cometerlo, pero todavía se encontró con una firme oposición.
El auge de la ciencia y la razón inevitablemente provocó una crisis espiritualista que finalmente se manifestaría en un renovado interés y búsqueda de espiritualidades exóticas, sobre todo durante el Romanticismo. El colonialismo europeo puso a los occidentales en contacto con la India y Egipto, y antiguas culturas que habían elaborado importantes textos mágicos. A finales del siglo XIX surgieron gran número de sociedades mágicas en Europa, incluyendo la “Orden Hermética del Amanecer Dorado” o Golden Dawn, la Sociedad Teosófica y las diversas variantes esotéricas de la Masonería. La Golden Dawn representó quizás el símbolo más conocido de esta moda de la magia, atrayendo a celebridades culturales de la época como William Butler Yeats, Algernon Blackwood. De la Golden Dawn también surgiría la figura de Aleister Crowley, considerado por muchos el mago más importante del siglo XX y que consideraba la magia como “la ciencia y arte que provoca el cambio en función de la voluntad”.
El interés por la espiritualidad alternativa, con altibajos, se mantiene a lo largo de todo el siglo XX, con una auténtica diversificación de las prácticas mágicas, bien mediante la recuperación o influencia de prácticas y tradiciones mágicas antiquísimas o mediante amalgamas o sistemas creados por individuos concretos. El neopaganismo y la combinación de magia y religión en diversas sectas esotéricas también atrajeron a curiosos interesados en las artes mágicas.
Actualmente la creencia en la magia a menudo es considerada superstición y fraude, aunque es necesario decir que estas prácticas en ocasiones utilizan principios psicológicos que provocan cambios personales en el propio practicante. De la misma forma que la magia ha tomado elementos de las religiones establecidas y viceversa, en los últimos tiempos también ha tomado elementos de ciencias aceptadas como la psicología, la psiquiatría y la medicina, aunque el pensamiento científico ortodoxo rechaza las prácticas mágicas y esotéricas.
Este breve repaso a la historia de la magia es eminentemente eurocéntrico, por lo que merece la pena repasar que se trata de un elemento cultural extendido por todo el mundo, con muy diversas interpretaciones y visiones. Diversas corrientes y escuelas místicas del taoísmo, confucianismo o budismo aconsejan determinadas prácticas y fórmulas para alcanzar la iluminación espiritual, la inmortalidad física o diversos efectos sobre el mundo cotidiano. En Asia, África, América y Oceanía, se han desarrollado muchas tradiciones chamánicas, religiosas y esotéricas que se han desarrollado en el aislamiento o se han mezclado sincréticamente con otras: fakires, yoghis, hechiceros vuduistas y otros también han dado lugar a una serie de figuras arquetípicas capaces de realizar actos sobrenaturales.