EN LA CUMBRE DEL MUNDO: MAGIA EN EL CÍRCULO ÁRTICO
Por Dana Habecker, Jess Heinig, James Stewart y Chris Tang. Transcrito por Magus aka [mention]Alexander Weiss[/mention]
EL AÑO INVERNAL:
He visitado Grecia y África en busca de conocimiento esotérico. He excavado culturas que el tiempo ha arrasado de forma sistemática. A veces resulta duro, sabiendo que a mis predecesores e incluso a algunos de mis contemporáneos les encantaría destruir todo el conocimiento que intento recuperar.
En el caso del Ártico, han hecho bien el trabajo.
Supongo que se debe a que el colonialismo nunca llegó a alcanzar de verdad los confines árticos. La exploración de los polos se produjo sólo como un complemento a la búsqueda del fabuloso Paso del Noroeste o por el impulso de la carrera por llegar los primeros al Polo Norte. Las ideas europeas habían conquistado América mucho antes de que se extendieran hacia el hielo. Así que cuando la civilización occidental llegó al Ártico, procuró destruir cualquier cosa que no encajara en su punto de vista. Los exploradores occidentales ya se habían enfrentado anteriormente con los chamanes de los nativos americanos. La iglesia y el estado ya sabían como acabar con ellos.
Lo que hace más difícil mi búsqueda es que, como ocurre en África, gran parte de la historia cultural del Ártico procede de fuentes orales. Sin embargo, al contrario que en África, no se trata de la historia de diez mil años transmitida a través de fuentes variadas. Es una historia que estaba fresca hace sólo unas décadas, pero que ha sido tan modernizada y destruida que podría haber ocurrido hace milenios.
Los propios Innu dicen que han estado en los territorios de Canadá y Newfoundland durante siete mil años, y algunas evidencias arqueológicas parecen indicar mucho más. Cuando los exploradores estadounidenses, franceses e ingleses se encontraron por primera vez con ellos, vivían en el hielo, cazando, construyendo trampas y utilizando hachas de piedra y arcos. Los gobiernos llegaron, levantaron fronteras y explotaron a los Innu para comerciar. Las primeras compañías que se asentaron intercambiaban alimentos por pieles e hicieron enormes beneficios a costa del trabajo de los Innu. Igual que ocurrió con los demás pueblos nativos de América, los siglos de cultura de los Innu no significaban nada para los recién llegados que acudían en busca de riqueza.
Puede que suene victimista, como uno de esos discursos de “mira lo mal que lo pasaron los pobres nativos,” pero el hecho es que los estilos de vida de los Innu y los Innuit fueron destruidos con la colonización. Los pueblos del Ártico fueron encaminados hacia los sistemas modernos de educación, que requerían ciudades y escuelas, lo que a su vez imponía estilos de vida sedentarios. Para un pueblo que centraba su existencia e incluso su espiritualidad en la caza, resultó devastador. En apenas un par de generaciones muchas de sus prácticas simplemente desaparecieron.
Una charla con el anciano:
Encontrarse con los Innu no es tan fácil cómo adentrarse en el hielo y esperar tropezarse con ellos. Algunos siguen vagando nómadas, pero es algo cada vez más raro en cada generación. Además, existe muuucho territorio en la tundra; aunque podría haber pedido algún tipo de guía y entonces ir en la dirección correcta, resultó mucho más sencillo dirigirse a uno de los asentamientos construidos por el gobierno como los viejos territorios de caza en Davis Inlet.
Me he encontrado y hablado con algunos ancianos. En estos días hasta los más viejos sólo pueden recordar las historias que escucharon a sus padres y abuelos. Pero un anciano en particular tenía mucho que decir.
Con amargura el anciano me contó muchas cosas. Me dijo que su pueblo ya no podía cazar, porque muchos lugares habían sido expropiados por los sucesivos gobiernos. Los aviones vuelan por el cielo haciendo prácticas militares, las fábricas contaminan el paisaje y los geólogos perforan las montañas en busca de uranio, petróleo y piedras preciosas. Muchos de los animales han desaparecido. Aunque su pueblo quisiera recuperar su estilo de vida como cazadores nómadas, no podría. Las viejas costumbres son imposibles de recuperar.
El anciano me ha dicho que los chamanes ya no ejercen en la actualidad. Cuando llegaron los misioneros jesuitas, instruyeron al pueblo para que se concentrara. Hicieron que los cazadores rompieran con las viejas costumbres y los enviaron a los asentamientos del gobierno para “salvar a los salvajes.” Las organizaciones eclesiásticas acabaron con prácticas como la “tienda temblorosa,” la forma en la que los Innu entraban en comunión con los espíritus. Relegaron a los monstruos a las supersticiones para que el pueblo no volviera a ser acechado por espíritus caníbales o del hielo, pero ahora no pueden hablar con los espíritus de los animales o los beneficiosos. Los arcos fueron sustituidos con rifles, canoas y biplanos y de esta forma los cazadores pudieron despoblar territorios enteros sin razón alguna, sin respeto alguno, y los espíritus animales sufrieron.
Los Innu relacionan gran parte de su magia con la caza; un cazador que trata a los animales con respeto es favorecido por ellos y tiene buenas cacerías. Ahora no pueden cazar. Los nativos compran su comida en los supermercados. Donde el pueblo sigue cazando los animales son mucho más escasos, habiendo sido aniquilados o expulsados a otros lugares. Las habilidades de los cazadores Innu se han convertido en una leyenda.
Los espíritus también vagan por el hielo, y muchos no son amistosos. Los Innu dicen que existen espíritus amistosos, mish tapeu, que interceden ante los humanos y traducen la voluntad de espíritus incomprensibles para los mortales. Los Inuit hablan de los torngak, espíritus incorpóreos que a veces se manifiestan y aceptan los deseos de los chamanes. Los científicos le dicen a la gente que no son reales, que no existen espíritus y que los mitos de la creación no son más que cuentos. El cristianismo les dice que sus espíritus animales son demonios y que la tienda temblorosa es magia negra. Sólo quienes vagan por el hielo y se aferran a las viejas costumbres pueden comunicarse con seguridad con los espíritus, pero cada vez menos gente recuerda esas costumbres, y los espíritus abandonan a la humanidad.
No he podido encontrar respuestas entre las cálidas paredes prefabricadas de las comunidades del gobierno. Tengo que ir a los yermos helados donde el frío lo es todo.
En el hielo:
Es difícil escribir –la tinta se congela como el agua y los dedos entumecidos no son muy hábiles. Canalizar un poco de calor en el lugar es complicado y quizás la mejor magia simplemente consista en encender un fuego. Las cosas vivas son cálidas y esta tierra es hostil al calor.
He traído algunas provisiones pero tengo el sentimiento pesimista de que no van a ser suficientes, así que necesito pensar de forma correcta, contemplar este lugar con la misma sensación de maravilla con la que contemplé Grecia antes de que viajar a la tierra de los espíritus del hielo. Eso significa que tengo que dejar que la tierra entre en mí, tengo que aprender a sobrevivir con lo que me ofrece.
Mi parka está hecha con piel de caribú; supongo que podré conservarla. Los zapatos para la nieve también están hechos a mano. Tengo un cuchillo y varias páginas de cómo hacer trampas, y supongo que podré construirme una lanza…no me atrevo a intentarlo con un arco. ¿Pero qué ocurre si me muero de hambre mientras espero a ver algo que puede haber desaparecido hace mucho tiempo?
Empiezo a pensar que la supervivencia es magia.
Tshishtashkamuku:
Los Innu dicen que existe un pequeño puente de tierra a Tshishtashkamuku, el mundo de los espíritus. Lo sitúan aproximadamente al sudoeste, pero es obvio que la dirección es un concepto subjetivo en este lugar. Mi brújula se ha congelado y roto; no pensé en que tenía que haber conseguido una para esta clase de clima. Creo que puedo encontrar el camino de vuelta, pero me siento perdido en esta inmensidad helada…
Se dice que un gran remolino engulle a quienes intentan cruzar el mar para llegar a Tshishtashkamuku. No tengo una canoa, y estoy encantado de no tenerla o me sentiría tentado de intentarlo. La escasa agua que hay aquí es engañosamente tranquila, pero me han dicho que el agua puede ocultar témpanos de hielo y rocas afiladas incluso cuando parece tranquila. Después de todo, así se hundió el Titanic.
Tengo la sensación de que este mundo es infinito, pero sólo es un pequeño trozo de algo más grande. Es la misma clase de sensación que se tiene cuando se mira el mundo espiritual, pero aquí todo lo que te rodea es hielo; no encuentras lugares resguardados, o ni siquiera un pequeño refugio del viento, lo único que es ves es llanuras de color blanco y pardo en todas direcciones.
Estoy seguro de que existen caminos para llegar a Tshishtashkamuku. Pero no estoy seguro de querer encontrar una tierra todavía más hostil que ésta.
Sangre:
Mi comida se ha agotado, así que recurro a mis notas para aprender a cazar y cocinar. No soy muy hábil, pero un poco de empeño y de guía ayuda. Unas pocas hojas y trozos de madera pueden secarse y convertirse en una pequeña hoguera. A veces los pájaros acuden a la costa y hay peces en los lagos más profundos. No estoy acostumbrado –siento rechazo, pero el hambre me hace continuar. Intento entenderme con este lugar. Estoy comiendo a los animales que viven en él, estoy invitando a la tierra a entrar en mí. Creo que los espíritus pueden terminar respetando mi esfuerzo, pero por ahora se mantienen apartados. Puede que decidan que soy insignificante y se marchen, dejando que me muera, aunque asientan y digan: “Era un hombre respetable.”
Peligro:
Se dice que los misioneros los expulsaron, pero hoy he tenido que luchar para salvar mi vida contra algo que el anciano juró que había desaparecido. Hoy pensé que había visto a otra persona y mientras me acercaba me fijé en que llevaba una parka de piel como la mía y que avanzaba inclinado como si luchara contra el frío. Cuando lo vi mejor me di cuenta de que era grande, más de dos metros de alto, caminaba dando pasos cortos y su postura inclinada confundía su verdadero tamaño. Me sentía un poco intranquilo después de haber estado sin compañía humana durante tanto tiempo, pero quizás se trataba de un mero instinto. Cuando finalmente me miró, pensé que estaba sonriendo o riéndose –pero no tenía labios. No soy un chamán, ni tenía una tienda temblorosa en la que refugiarme. Lo ataqué con mi lanza, y sangró como un humano aunque no olía como uno.
Dejé mi lanza en el cuerpo. Será más difícil cazar hasta que me haga una nueva, pero sé que comer de su carne es invitar al shen a entrar.
Frío, frío, frío, frío, frío:
La nieve lo ha cubierto todo. El paisaje es tan blanco que apenas puedo ver. Hasta el papel parece brillar en mis manos. El sol se refleja en cada copo de nieve. El sol es frío, no cálido.
Mis símbolos tienen poco sentido. Debo darme la vuelta, escribir requiere tiempo, no es sólo la supervivencia. Este lugar es peligroso. Existen seres que me observan garabatear y saben que mis símbolos son cadenas para clasificarlos y atraparlos en las descripciones. Tengo mis fórmulas a las que me puedo aferrar pero pierdo el calor de mi cuerpo con sólo pronunciarlas. Este lugar es demasiado peligroso para el hombre, así que debo volver.
Escucho castañetear mis dientes. No quedan tiendas temblorosas, pero a veces el Señor Caribú y los espíritus animales hablan entre ellos. A veces hablan de este hombre de piel blanca que se ha acercado tanto a su mundo. No puedo comprender sus palabras pero sé que no tengo la protección de un chamán. La tienda temblorosa no está a mi alrededor, protegiéndome, aislándome de su mundo y a ellos del nuestro.
Si pierdo el conocimiento moriré, debo volver.