En el principio crió Dios los cielos y la tierra.
Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas.
Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz.
- Génesis, La Biblia
Es un jueves cualquiera de una semana cualquiera de octubre, a apenas 3 meses del cambio de mitad de siglo. Es otoño, pero esa da igual. Hace tiempo que las estaciones son prácticamente indistinguibles. El deshielo total ha provocado la subida parcial del nivel del mar. La Antártida ha perdido un 15% de su masa, y el polo norte es un hielo flotante del tamaño de Groelandia. El equilibrio climático se ha perdido, dejando el calendario gregoriano en un simple conglomerado de fechas, y es plausible ver caer una helada en agosto, o padecer una ola de calor en febrero. Y sobre todo, llueve. Días enteros en los que no para de llover, cómo si el cielo fuera capaz de llorar por el daño que le hacen sus habitantes a la Tierra.
La gente que organiza manifestaciones, que protestan o que marchan en contra de las megacorporaciones, y de sus políticas suicidas, son radicalmente reprimida, sin temor a la opinión pública, entre otras cosas, porque la libertad de prensa se ha perdido, y el mass media, simplemente responde a las órdenes de sus caudillos, títeres de poderes fácticos.
Por ello, la gente vive, vidas monótonas y monocromas, donde nadie parece esperar un cambio. Donde la esperanza parece ser un simple atisbo de insolencia. Los conceptos universales de amor y familia, antagonizan claramente, con los de dinero y poder. Y en la cúspide, en medio de ambos, el cruel instinto animal de supervivencia. Y la cucharilla que agita esta coctelera, es la tecnología, presente en todas y cada una de las facetas de sus vidas. Es por ello que, vivir plenamente el milagro de la vida casi convierte a los durmientes en... dioses artificiales.
https://youtu.be/BgUPUrnKtwM

Es un jueves cualquiera de una semana cualquiera de octubre. Varias personas se aglomeran desesperados tras sus holográficas pantallas en busca del consuelo oratorio de su ciberpredicador favorito. El sermón de las 20:30 del jueves de Rick Probus, es el que más éxito tiene, para desgracia de los feligreses de Seraphin Moscovich. Así lo aseguran las estadísticas de visualización, la monetización posterior de los contenidos y el conjunto de donaciones ejercidas en vivo.
Tras la pantalla espera nerviosa, Susan. Esposa ejemplar, madre de cinco retoños. Ama de casa a tiempo total. La postura anti-tecnológica de su marido le hace tener que rechazar la ayuda de un androide que hiciera dichas tareas. Mujer cansada, experta actriz de orgasmos fingidos, espera tras las palabras de Probus, el consuelo para una vida plena.
También está Peter. Broker y economista. Un hijo de perra de campeonato. Espera el perdón en las palabras del Pater Probus, por los actos que él llama economía transversal, que básicamente significa engañar a los menos pudientes y a personas con pocos conocimientos para robarle sus ínfimos ahorros a cambio de promesas inalcanzables.
O Carl. Parado de larga duración y payaso a tiempo completo. Visita cada día, desde hace 8 años, la unidad de oncología infantil del Saint Mary's cuando él mismo lucha contra un cáncer terminal. Espera en el discurso de Rick, encontrar la fe necesaria para dejar de preguntarse el porqué, y disipar esa estúpida idea de hacer un atraco con el que pagarse un tratamiento.
El predicador, se recoloca el alzacuellos, algo torcido, clara analogía de su vida. Una tecla y estará dentro... ¿Que ven sus discípulos al otro lado de la pantalla?.