HOMOSEXUALIDAD EN LA LITERATURA VAMPÍRICA
Las primeras connotaciones homosexuales en la figura del vampiro aparecen en época temprana, inspiradas en la macabra y morbosa leyenda que rodeó a la condesa húngara Érzsebeth Báthory —quien, según las acusaciones, secuestraba doncellas para bañarse en su sangre y conservar su juventud y belleza y, según aportaciones posteriores, para obtener un sádico placer sexual.
Las primeras vampiras del siglo XIX, a menudo inspiradas en la figura de la condesa, adquirieron cierto comportamiento lésbico. En el poema Christabel (1797) de Samuel Taylor Coleridge, la protagonista es seducida por la vampira Geraldine, una bellísima hechicera que la convence de que la lleve a dormir a su alcoba. Este poema y otros relatos de vampiras femeninas alcanzan su culminación en Carmilla (1872) de Joseph Sheridan Le Fanu, donde la figura de la vampira adquiere una naturaleza completamente seductora y depredadora.
A veces, luego de un lapso de apatía, mi extraña y hermosa compañera solía tomar mi mano y retenerla con un cariñoso apretón reiterado una y otra vez; se ruborizaba suavemente, me miraba a la cara con ojos lánguidos y ardientes y respiraba tan rápido que su vestido ascendía y descendía al compás de la agitación. Se parecía a la pasión de un enamorado; me perturbaba sobremanera; era odioso y, sin embargo, arrollador; y con ojos empañados me estrechaba contra ella y sus cálidos labios cubrían mis mejillas de besos. En tales circunstancias susurraba casi sollozando:-Tú eres mía y serás mía, y tú y yo hemos de ser una sola para siempre. (Carmilla, Capítulo 4)
En esencia, era una forma de insinuar la idea prohibida del lesbianismo en un contexto fantástico al margen de la censura de la sociedad real.
La homosexualidad masculina aparece reflejada directamente por primera vez en el relato Manor (1884) de Karl Heinrich Ulrichs, donde el vampirismo está estrechamente ligado a la relación prohibida entre dos jóvenes, cuyo amor sobrevive a la muerte de uno de ellos. A pesar de la oposición de la comunidad al vampirismo, finalmente ambos encuentran la paz en la muerte. En La verdadera historia de un vampiro (1894) de Erick Stenbock, el autor utiliza la homosexualidad masculina como un reflejo trágico del vampirismo, aunque prima su intención de realizar una parodia de Carmilla.
Durante el siglo XX, la utilización de la figura del vampiro como símbolo de homosexualidad se ve limitada por la censura oficial, aunque existen algunos relatos donde esa connotación aparece más o menos insinuada, como en La casa del vampiro (1907) de George Sylvester Viereck, donde un joven artista es seducido por su mentor, que pretende arrebatarle su creatividad. A medida que durante el siglo XX se desarrolló un tipo de literatura dirigido hacia un público homosexual, el vampiro perdió su sexualidad transgresora como parte de su naturaleza depredadora, y la homosexualidad se convirtió en un rasgo más del mismo, sin una diferencia clara de la homosexualidad. En la saga de las Crónicas Vampíricas (1976-2018) de Anne Rice se alternan diversos personajes con un intenso contenido homoerótico, como Lestat y Louis o Marius y Armand. En El alma del vampiro (1992) de Poppy Z. Brite, muchos de los personajes mantienen una gran carga de ambigüedad sexual, o directamente una orientación homosexual, con descripciones vívidas que constituyen uno de los elementos del estilo de la autora.
Con la revolución sexual de fines del siglo XX, la homosexualidad vampírica ocupó su lugar entre la literatura del género, mostrando vampiras lesbianas que a menudo reflejan los rasgos de su predecesora Carmilla o vampiros andróginos de aspecto romántico, bien como elementos de trasfondo secundario, publicaciones eróticas o directamente pornográficas. En la saga de True Blood (2001-2013), los vampiros a menudo poseen una orientación sexual ambigua y vinculada a su naturaleza depredadora. Según Charlaine Harris, la autora de la saga, su intención era crear un escenario impulsado por los conflictos de integración de una minoría marginada, utilizando a los vampiros como modelo. En el comienzo de la saga, se hace alusión a la revelación de los vampiros al mundo como «el día que los vampiros salieron del ataúd». La reciente novela Déjame entrar (2004) de Jon Ahjvide Lindqvist continúa con la sexualidad transgresora de la figura del vampiro, en esta ocasión situada en el amor entre dos niños.
https://es.wikipedia.org/wiki/Homosexualidad_y_vampiros