Durante las ediciones el tono de Vampiro La Mascarada ha ido mutando de forma muy desagradable a mi parecer. Al menos hasta llegar a V5 que se vuelve a recuperar. No se si es por culpa del "Maldito" Lore, de que los jugadores suelen saber demasiado de V Mascarada, de los diferentes tonos de diferentes ediciones, hemos pasado de ediciones mas intimistas, para otras mas centradas en batallas de pandilleros, hasta desastres globales internaciones o de ámbito mundial con vampiros que tienen jets privados y se mueven por el mundo como los protagonistas de las Máscaras Nyarlathotep. Vamos que yo no intento presentar cátedra y como debe jugar cada grupo, que cada uno juego lo que le divierta. Sea como sea, entiendo que hay diferentes tonos, diferentes tipos de partidas (cruzadas, partidas intimistas, totalmente políticas, misterio, o llevando alastores...).
Pero lo cierto que hecho mucho en falta el misterio de Vampiro que sentía allá a finales de los 90, cuando devoré literalmente el libro básico de primera edición, me sentía pequeño ante el juego que tenía, creativo lleno de posibilidades y misterios por descubrir. Vampiro 5 me esta devolviendo eso con un sistema que tendrás sus defectos, pero tiene mecánicas que ayudan a los que las primeras ediciones mostraban. Por eso ahora que he vuelto a la marcha con una crónica, me da mucha pena pasearme por los foros oficiales y ver haterismo donde hay posibilidades, veo que la gran mayoría de jugadores discuten por los poderes, que si los han nerfeado, que si el clan jamás se hubiera unido a la camarilla, si los lasombras no harían eso. Vamos todo decisiones super globalizadas, yo siempre he pensado en una ciudad cerrada, sus habitantes vampíricos, y si en mi ciudad había un Primogénito Tzimisce y su chiquillos, nunca me planteaba que un vampiro con tanto poder no tuviera un espacio en la mesa por que su clan no estuviera afiliado al partido. Con la nueva edicion se derriba un poco los bandos por clan, los blancos y los negros para que hagas las cosas a tu antojo.
La cosa que para mi partida actual voy leyendo cosas, pasando por todas las ediciones y he encontrado un pequeño relato en el libro "Las Leyes del Eliseo" del teatro de la mente que no recordaba y me hace recuperar ese tono que tanto me gusta vampiro la mascarada, ese misterio que puede levantar un solo vampiro, dejando de lado conspiraciones mundiales de clanes y sectas, tendrá sus defectos y sus cosillas pero tiene algo especial que me traía el vampiro antiguo. Os lo dejo a ver que os parece:
SOLO DE VISITA
Llevo en el Elíseo solamente dos horas y al menos cuatro maleducados Toreador ya se han acercado a mí para presentarse, sin ninguna formalidad. Todos ellos llegaron, mostraron su mejor sonrisa de marionetas y, seguidamente, me hicieron saber sus nombres... como si los conociera o me importaran. Después, todos y cada uno de ellos se ofendieron cuando me negué a corresponder su saludo o (aún peor) a pavonearme y contonearme para ser presentado a un artista de tan devastadora belleza e importancia.
No llegan a entender que no me interesa quiénes son, lo que hacen o qué favores esperan de mí a cambio de disfrutar del honor de su presencia. Cuando has mirado sobre el hombro de Rembrandt mientras pintaba "La ronda de noche", los garabatos infantiles que estos modernos intentan perpetrar como si fuera arte ante un confiado populacho... digamos simplemente que dejan algo que desear. Esa es la maldición de América, no hay ni una sola ciudad en este continente más vieja que yo, y estos Vástagos de cosecha propia no tienen sentido del estilo ni de la Historia. Han visto pasar un siglo y se piensan que eso les convierte en "antiguos". Cualquiera de ellos que haya sobrevivido a toda su familia mortal se cree con derecho a lamentarse de la agonía que supone su existencia eterna.
En mí día, yo enterré imperios. Estos niños son patéticos.
Me vuelvo y vago por el museo. La colección es bastante impresionante, la exposición pre-rafaelita está bien organizada, aunque le falta un poco de imaginación, y las piezas más modernas han sido desterradas a las galerías laterales. Debo concederles eso a los americanos. Quizá no tengan ninguna clase propia, pero saben lo bastante como para comprarla cuando pueden.
Unos cuantos giros y vueltas más y llego hasta la habitación donde el príncipe de esta ciudad tiene su corte. Es un hombre alto, con pómulos pronunciados y un severo corte de pelo, al que rodean sus chiquillos y consejeros; asiente seriamente al cuento de algún neonato granuja vestido con un traje que no le sienta bien. No está pasando nada importante, es sólo un teatro de sombras comparado con la forma en que la figura del príncipe fue formulada hace medio milenio.
Finalmente, el neonato acaba, el príncipe agita la mano y los parásitos aplauden educadamente esta demostración de justicia principesca. No tengo ni idea de lo que acaba de pasar, ni me importa. Estoy aquí por negocios. Doy un paso adelante. "Su Majestad", digo, sabiendo perfectamente bien que esta criatura ante la que debo presentarme es al menos tres siglos menor que yo. Levanta la vista hacia mí, un poco sorprendido por la "interrupción" Algunos de sus ghouls y criados se mueven para situarse entre el príncipe y yo, como si eso supusiese una diferencia en caso de que deseara hacerle daño a Su Majestad.
"Deseo presentarme ante vos y pedir permiso para morar en la ciudad, de acuerdo con nuestras Tradiciones", me oigo decir maquinalmente. Yo ayudé a redactar esas Tradiciones, tiempo atrás.
"Apreciamos su observancia a las Tradiciones", es su respuesta; me encojo interiormente. Otro americano que adopta y abusa del plural mayestático no, por favor... es otro caso de imitación de la forma, en vez de la función. "¿Su nombre y asuntos en nuestro dominio?" Los aduladores y arpías que le rodean se inclinan hacia delante, ansiosos por ser los primeros con cotilleos sobre mi llegada. Me doy cuenta de que una ha sido tan grosera como para mirar mi aura; sus ojos están muy abiertos por el shock y ha dado un par de pasos hacia atrás. Una pena, la verdad; es una cosita preciosa, aunque sufre esa plaga de moda que dice que todos los nuestros deben vestir con encaje negro de una u otra forma.
Le sonrío antes de presentarme; los pequeños actos de sadismo son uno de los pocos placeres que todavía me permito. "Por supuesto, Su Majestad. Me llamo Alaric Montfleury, al menos en estos días, y mis negocios en su ciudad son estrictamente personales".
El príncipe se inclina hacia delante y frunce la cara de forma que parece indicar a las jóvenes generaciones que está profundamente concentrado. "¿Montfleury? Nos parece recordar ese nombre".
"Por supuesto que lo hacéis, Majestad. Su sire debe haberle contado historias sobre cómo aprendió algo sobre el arte de gobernar de mi humilde persona y de su propio sire. Este último y yo pasarnos varios años juntos en Montségur, observando como se desenvolvía el experimento cátaro". No me está escuchando. Sonrío. Él y, uno a uno, toda su corte se acaban de dar cuenta de qué es exactamente lo que tienen delante de ellos.
"Por supuesto", balbuce finalmente tras unos segundos de silencio. La mujer que fue más veloz que los otros, se da la vuelta y sale apresuradamente de la habitación, sus pisadas resonando en el vacío. "Yo... nosotros le damos la bienvenida a nuestro dominio, confiamos en que se atenga a las Tradiciones y esperamos disfrutar de su compañía en futuros Elíseos. Hasta entonces...". El príncipe deja la frase en suspenso. Asiento, sonrío y hago una reverencia con la cabeza mientras me vuelvo y salgo de la habitación.
En realidad, es simple. Mis palabras eran inconsecuentes, una referencia a mi edad e historia y al lugar de Su Majestad (inconsecuente) con todo el respeto a todo ello. Lo que realmente le dije fue, puedo quitarle esta ciudad cuando yo quiera y ambos lo sabemos.
Te advierto que no tengo intención de hacerlo, si quisiera una ciudad no sería esta abarrotada colección de torres manchadas por la contaminación a orillas de un lago apestoso y congelado. Esto es sólo una visita, una breve parada en mi camino hacia el oeste una ciudad más merecedora de mis esfuerzos".
Mientras doy la vuelta a la esquina en dirección a la entrada principal del museo, escucho pasos. Es la bonita joven, por supuesto. Es lo menos que podía esperar.
"¿Cuál es su verdadero propósito aquí?" pregunta. Es muy joven, muy nueva a la sangre y terriblemente seria. "Aquí no puede haber nada que le interese".
Me encojo de hombros y la miro de arriba abajo, y después digo "Quizá". Se sonroja un poco y me siento vagamente decepcionado por su evidente falta de autocontrol. "Pero, de Verdad sólo estoy de paso y quería asegurarme de seguir las Tradiciones al pie de la letra para no causar al Príncipe Michael ningún estrés innecesario". Está lo bastante cerca de la verdad absoluta Como para que dé igual, lo cual no quiere decir que ella vaya a Creerme.
Se ríe sin humor. "Estoy segura de que su presencia aquí le supone un gran alivio. Mientras tanto, ¿hay algo que pueda hacer para que su estancia sea más agradable?" O más breve, la oigo pensar.
"No, nada en absoluto", respondo. "De todas formas, te agradezco las molestias. Ahora, si me disculpas". Ella hace una reverencia y se aparta de mi camino; yo continúo hacia la puerta. Detrás de mí ya empiezan a surgir los cuchicheos, tal y como sabía que ocurriría.
Está aquí para arrebatarle el trono al príncipe... Va a apoyar a Michael y barrer toda oposición... En realidad, es un arconte que ha venido para limpiar la ciudad... Hay otros antiguos en camino... Es un diabolista... Mencionó a los cátaros, así que debe ser del Sabbat... En realidad, es el sire del sire de Michael... No vi su reflejo en el cristal, así que debe ser Lasombra antitribu... Nos va a matar a todos...
Mientras las puertas se cierran tras de mí (no hay porteros ghouls, una mala señal) me río en silencio. Todos los pequeños vampiros están ahora revueltos recalculando sus frívolas tramas, intentando imaginar cómo encajo yo en sus ecuaciones. Todas las conspiraciones se desmantelarán y recombinarán, se cometerán asesinatos, desaparecerán cuerpos y, en general, todo se irá al diablo en un segundo porque la agradable y ordenada imagen que los Cainitas locales habían creado para ellos mismos acababa de ser destruida. La estrechez de miras nunca es rentable, no entre los nuestros, y estos niños están a punto de aprender la lección por las malas.
La tormenta de fuego no debería tardar mucho en encenderse y extinguirse. Los supervivientes serán más listos, más rápidos y más astutos que ahora y el exceso de grasa del que se rodeaba Michael será extirpado. No sería sorprendente que el propio Michael desapareciera. El sire de su sire quedará decepcionado, sin duda, pero se ha ido acostumbrando a este tipo de pérdidas a lo largo de los siglos.
Podría equivocarme, por supuesto. Quizá los conspiradores muestren algo de sentido común y se relajen. Quizá mantengan mi presencia en perspectiva o quieran andar de puntillas mientras estoy delante para no despertar la temible ira del vampiro anciano.
Quizá, por una vez, se comporten.
Oigo un grito detrás de mí y el sonido de cristales rotos. Quizá no, después de todo.