Epílogo: Secretitos, secretitos....

Moderador: Sebastian_Leroux

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Victoria_Rain
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#1

Mensaje por Victoria_Rain » 27 Mar 2017, 20:14

Volvieron a verse. Misma mesa, misma cafetería...misma universidad. Fue como si todo hubiese transcurrido en apenas un pestañeo y sin embargo, a Esteban le pareció que de repente tenía encima la sensación de haber pasado mucho. Y sólo fue una mierda de fiesta en la que él no importaba en realidad un pimiento.

Frente a él estaba Val. De nuevo con su ropa negra punkarra estrambótica pseudonazi y su mirada penetrante mientras se encendía un cigarrillo. Tenía ganas de preguntarle muchas cosas pero algo en él le decía que de saberlas, ya no podría volver atrás. Ella había sido muy excplícita en estos términos y....con el asesinato del anfitrión le había quedado claro que no le había mentido. Se le helaba la sangre al pensar que mientras él pillaba una cogorza del quince a aquel ilustre invitado de Barcelona le rebanaban el cuello, o como fuese tal muerte. El caso es que sus pensamientos debían mostrarse muy vehementemente en su cara, porque Val no le quitaba ojo de encima y parecía mirarlo como a una de sus pantallas de ordenadores.

- No te ralles, tío - dijo Val mientras dejaba el mechero encima de la mesa y se repantingaba en el asiento soltando un chorro de humo con los ojos entrecerrados - siento haberte metido en esta mierda tan peligrosa, pero cumpliré mi palabra....vaya que si la cumpliré. Te has portado como un campeón. De verdad siento haberte dejado solo todo el tiempo.

- No te preocupes. Lo dejaste bien claro, tenías cosas que hacer.

- Tío, a mí no me vengas con esa condescendencia de mierda. No hagas como que aquí no ha pasado nada porque te noto bastante cabreado conmigo y me gustaría que me dijeras las cosas claras. ¡Dilo!, "¡me dejaste abandonado, tarada de mierda!"

Esteban la miró callado unos segundos. No quería discutir con ella. No al menos porque...él tampoco había hecho las cosas bien.

- ¿Sabes Val? Nunca me gustaron las escenitas. Y tampoco tuve tiempo de echarte de menos...

- Vaya, ¿lo dices por el acompañante de Jean Luc?- intentó indagar ella.

<¿Me ha pillado? ¿sabrá algo ella de mi escapada a las bodegas con aquella rubia?> los pensamientos cruzaban la mente del informático a toda velocidad.

- Pues sí. Un tío bastante divertido. Pero que me fuera a divertirme no es asunto tuyo, no hicimos nada malo. Y además...yo no pregunto por lo que hiciste en el jardín con él.

- ¿De qué coño me estás hablando, tío?- gritó Val.

....CONTINUE, señor Narrador.....

Por el camino áspero, a las estrellas.

Sebastian_Leroux
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#2

Mensaje por Sebastian_Leroux » 29 Mar 2017, 07:47

- Pues sí. Un tío bastante divertido. Pero que me fuera a divertirme no es asunto tuyo, no hicimos nada malo. Y además... yo no pregunto por lo que hiciste en el jardín con él.
- ¿De qué coño me estás hablando, tío?- gritó Val.
- ¡Pues de que si a ti te apetece darte el lote con tu mulato en el jardín - le gritó de vuelta Esteban - pues yo tenía el mío en el sótano!. "Y a mi propia rubia". Pero eso último no lo dijo en voz alta, no supo porqué. Volvió a sentarse en la silla del bar, mirando con cierta aprensión al camarero, que sin embargo no había levantado si quiera la vista de la barra. Y esperó con miedo, sin mirarle a los ojos, la respuesta de Val. Y lo hizo recordando el sueño. Como no había podido dejar de hacer desde que se había despertado esa misma mañana.
---
- Estaba de nuevo en ese sótano, Álex. El de esa mansión. Desde el primer momento sabía que era un sueño. Lo que es rarísimo porque yo nunca sueño, ya lo sabes. Pues estaba en esa bodega, pero sólo. Y había algo que me llamaba. Alguien que me llamaba. Subía las escaleras, y arriba estaba Tristán. Bueno, ya no estaba, pero yo sabía que acababa de estar, y me había dejado una llave. Era negra, y la tocaba y estaba fría, y dolía, pero la tenía que coger. Sabía que la necesitaba; cosas de sueños, supongo, sólo supongo... ya sabes, como yo no sueño... Subía a la segunda planta, y después a la tercera, y luego a la cuarta. Y allí había un pasillo lleno de puertas... Álex. Pero yo sabía exactamente cual abría la llave. Una de las manos se me había congelado por la llave, pero yo tenía que aguntar, porque la puerta ya estaba cerca. Y se me empezaba a congelar la otra, pero ya me daba igual, porque allí estaba la puerta. Y podía oler sus cabellos rubios, Álex. No se como, pero sabía que al otro lado estaba ella, esperando, y se había soltado el pelo para mí. Me llamaba. Y olía a lilas y a tarta de arándanos. Pero la puerta no quería abrirse, ni con la llave. Y yo tenía que hacer fuerza, y las manos se me agrietaban, y al final acaban estallando en pequeños cristales de hielo. Y yo me miraba los muñones con resignación, pero sin que realmente me dieran pena. Porque la necesitaba toda para lamentarme por no poder volver a verla, Álex... por haber estado tan cerca, y no haber hecho algo más...
- ... ... ... El término es demasiado grande para una búsqueda convencional en internet, Esteban, ¿quieres que busque pastelerías para comprar tarta de arándanos cerca de tu localización actual? - le contestó una voz ligeramente artificial, proveniente de un dispositivo electrónico cercano del tamaño de un despertador.
Esteban simplemente, se levantó de la cama y fue camino de la ducha.

---
Val le miraba, entrecerrando los ojos, como cuando exhalaba esa apestosa nube de humo de esos cigarillos suyos. Tras unos segundos, empujó una pequeña unidad de almacenamiento electrónico que el informático no había visto que sacara de ningún lugar.
- Dentro tienes todos tus programas anotados y corregidos de lo que llevas de doctorado. Hazte un favor y no me preguntes como los he conseguido, sería muy ofensivo, la seguridad del sistema informático aquí no merece ese nombre - tal vez fuera la falta de exabruptos, pero la voz de Val sonaba extrañamente desapasionada - Los datos están cifrados, vete acostumbrando a que te pase así la info, es como trabajo. Si no rompes el cifrado en menos de una semana, los datos se corromperán. ¿No los vas a coger? ¿No es lo que querías? ¿Alguna duda?

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Victoria_Rain
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#3

Mensaje por Victoria_Rain » 29 Mar 2017, 21:26

Esteban cogió la unidad de almacenamiento. Seguía sin mirar a Val a la cara.

Entre los dos se hizo un silencio incómodo. Val lo miraba fijamente desde su sitio, a ver si de esa forma conseguía que le mirase a la cara. Pero él seguía en lo suyo, enfurruñado.

Entonces ella se levantó, cogió la silla que estaba vacía justo al lado de él y se sentó pegando su cara a la de él bien cerca. El chico reaccionó abriendo mucho los ojos, pero apenas tuvo tiempo de reacción...porque en segundos ella lo besó. Y su beso sabía a hierro porque aquel labio inferior que invadía el espacio abierto de la boca soltaba un breve hilillo de sangre. Aquella sangre sabía extraña...a él le sabía dulce. Fue entonces cuando ella frenó aquella inusitada expresión pasional y rozándole los labios le dijo estas palabras.

- No tengo que darte explicaciones sobre lo que hago con mi colega, es más, no debo y es por tu bien. Eres como el Linux, prácticamente imposible de enmierdar con los putos virus de la corrupción de la que estoy hasta el coño de ver y te prefiero así. Pero si te molesta que me pueda dar el lote con Souflé, no, la cosa no va por ahí, chico. Ya viste la que se montó con el asesinato, así que joder, confía en mí.- los ojos de Val estaban fijos en los oscuros ojos de Esteban mientras seguía hablando rozando con sus labios los de él - pero demuestrame que puedo confiar yo en ti.

Esteban permanecía frente a ella inmóvil como una piedra e incapaz de articular palabra.

- ¿Que pasó en esa bodega con Tristán?

Por el camino áspero, a las estrellas.

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#4

Mensaje por Sebastian_Leroux » 22 Abr 2017, 21:41

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Val no era muy buena leyendo los sentimientos ajenos. Esa habilidad era algo natural para muchos miembros de su clan, pero no para ella. Negarlo habría sido engañarse. Y sin embargo, por una vez pudo ver con cristalina nitidez la lucha interna a la que su pregunta (y los prolegómenos de la misma) habían desencadenado en el interior de la mente del mortal que tenía delante. Era casi fascinante ver como la vergüenza, el deseo, la ambición, la fidelidad todos esos sentimientos se cargaban como líneas de código en un ensamblador. Estaban abrió la boca por dos veces, y por dos veces volvió a cerrarla, saboreando inconscientemente el sabor metálico que había inundado su boca, incapaz de procesar en su totalidad lo que acababa de ocurrir. Estuvo a punto de responder, en el mismísimo borde de lanzarse al abismo. Pero en ambas ocasiones finalmente volvió a cerrar la boca, que cuando abrió por tercera vez no contestó la pregunta de Val.
- Yo... nuestra relación... Val, esto no es apropiado... - Esteban tartamudeaba, casi temblaba - no entre un profesor y su alumno... es decir, no todavía... yo - miró al fin a los ojos a la vástago, y después volvió a desviar la mirada hasta el dispositivo de almacenamiento de datos – yo te agradezco las correcciones, intentaré acceder, si aún quieres... pero más allá de eso, yo no... no puedo... mi vida privada no es de
Por un pelo, pero la moneda había caído de cruz. El muchacho que tenía delante no era el Esteban al que había abordado apenas una semana antes. Algo había cambiado, o estaba cambiando en él, sutilmente. No era la voluntad de Esteban la que se le oponía, eso Val lo tenía claro, si no la de una tercera persona. Algo había sucedido en ese sótano. Algo no, alguien.
El chico se levantó de la mesa, aún vacilante, con clara intención de irse, la mirada aún oscilante entre sus propios zapatos, los ojos de la toreador y la tarjeta de memoria que estaba en su mano y que miraba inseguro.
---
Apenas a 15 metros de la escena, Álvaro Gutiérrez, enjuto camarero de tarde de la cafetería de la facultad de informática, observaba a últimos dos clientes de la jornada con cierta aprensión. El reloj promocional que colgaba torcido de uno de los azulejos grises de la pared estaba a punto de anunciar el fin de su turno, y lo único que Álvaro quería hacer era llegar a casa, quedarse en calzoncillos y agarrar un pack de latas de cerveza delante del televisor, a poder ser cerrando el local sin problemas. Por eso, cuando la chica, una de esas antisistema pulgosas que últimamente parecían salir de todos los agujeros de la ciudad, entró en la cafetería, había estado a punto de decirle que ya estaba cerrado; pero algo peligroso en la forma en la que la guarra esa le había mirado le evitó pronunciar palabra.
Alvaro observó toda la situación entre ambos con cierto resentimiento, murmurando en voz baja la desvergüenza de la gente que se morrea en bares, perroflautas y pardillos, vaya mezcla, impidiendo a trabajadores decentes volver a su hora a casa para disfrutar de su merecido descanso. Pasó por décima vez la barra del bar con un trapo de dudosa condición higiénica con su mano derecha, mientras que la izquierda, de manera automática, alcanzó el móvil y empezó, de manera totalmente automática e inconsciente, a enviar un mensaje de texto a un número de teléfono que el propio no habría podido recordar después aunque su propia vida le hubiera ido en ello: “Una chica, veintipocos, de apariencia radical, entró en el bar y habló durante unos minutos con el sujeto, tendiéndole un objeto pequeño; después ella le beso, tras lo que él se levantó y ”.

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