501a Camino a Tabernas...

Moderador: Sebastian_Leroux

Sebastian_Leroux
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#1

Mensaje por Sebastian_Leroux » 13 May 2018, 22:29

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El primer tercio del viaje se le hizo cortisimo a Miriam. Estuviste muy entretenida programando el GPS con la nueva ruta, que abandonada en seguida la autopista de la costa para remontar tierra adentro hacia la ciudad de Granada, pero evitándo entrar en ella; a la vez vigilabas ocasionalmente tanto a la sombra negra que, ahora estabas segura, seguía a tu vehículo a muchos metros de altura, mientras no perdías de vista la aguja que indicaba los niveles de gasoil; no habíais pasado por una gasolinera en la noche anterior, y el enorme vehículo negro consumía a un ritmo alarmante el poco combustible restante. No obstante decidiste priorizar alejarte de Hispavegas, ya habría oportunidad de llenar el depósito más adelante.
Unos kilometros más adelante tu precaución se mostró acertada. Había controles de acceso a la ciudad de Granada, y aunque en principio no tenías nada que esconder, la mera molestia de ser detenida y registrada bien valía el pequeño rodeo. Aunque por otro lado, pensante consultado el mapa de carreteras, la ruta que habías escogido y que te dirigía al norte del desierto de Tabernas ya constituía un gran rodeo per sé. Las casi dos horas que llevabas de coche te habrían llevado casi hasta la zona árida por la ruta más breve, mientras que esta hacía que aun tuvieras por delante más de la mitad del trayecto.
La autopista dirección norte se tornaba en una nacional mal mantenida que giraba hacia el este una vez sobrepasada Granada y sus alrededores. Eras ligeramente consciente de que el teléfono móvil que habías abandonado en el asiento del acompañante había vibrado en un par de ocasiones durante el trayecto. Después de leer el último mensaje de Tristán lo habías abandonado allí, y no lo habías vuelto a atender. La sombra aleteante que te perseguía en ocasiones se dejaba de ver, lo que alimentaba durante unos minutos tus esperanzas de que se hubiera aburrido y hubieras dejado de perseguirte, pero en todas las ocasiones reaparecía tras una nube alta, de forma insistente y un tanto desesperante.
A medida que te adentrabas en la península te aproximabas también a Sierra Nevada. Ya de camino a Hispavegas el enorme macizo montañoso era una presencia muda pero poderosa, una especie de fuerza salvaje que de alguna manera parecía apelar a tu naturaleza salvaje, como si quisiera llamarte a su presencia. Por lo poco que sabías de la zona Sierra Nevada era uno de pocos parajes vírgenes protegidos de esta parte del sur de España. Hoy lo observabas por su cara opuesta, la interior, y te parecía incluso más imponente. En algún momento, hurtando la atención que te exigía la conducción, y pese al riesgo que eso suponía, te quedaste con la mirada clavada en el perfíl aserrado de los picos, iluminando tus ojos como dos ascuas rojas para poder apreciar algo más que sombras, y admirar, aunque fuera brevemente, ese gigante, que hoy te parecía incluso más espectacular después de salir del agujero infecto de Hispavegas.
Cuando el color de alarma de gasolina cambió de amarillo y rojo supiste que no podías retrasar mucho más el repostaje. Delante de ti no tenías muchas opciones dada la hora y tu posición. Había un par de gasolineras disponibles en próxima localidad de tamaño medio (decenas de miles de habitantes) que ibas casi a rozar en tu ruta. O bien podías parar en alguno de los pueblos pequeños que contaban con uno de estos establecimientos. O, por último, optar por una de las gasolineras que descansaban solitarias bordeando la moribunda nacional.

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#2

Mensaje por IvyReaper » 14 May 2018, 14:50

A pesar de que la gangrel se encontraba feliz de abandonar aquel lugar, se sentía algo fatigada y tremendamente aburrida de conducir, del paisaje, de la gente que no pone intermitentes al cambiar de carril... "¿Que demonios os pasa?¿Os cuesta dinero ponerlo?". De vez en cuando se miraba la punta de los dedos y le parecía ver sus uñas desgarrando el torso de Jordi. "Maldito imbécil..." No sentía ningún tipo de arrepentimiento, ni lástima por el Brujah. De hecho estaba convencida de que se lo tenía bien merecido y que la próxima vez se lo pensará antes de volver a incordiarla. "¿Molestarías a una leona mientras devora a su presa? Pues lo mismo... tarugo..." Miriam estaba muy preocupada por lo que estaba ocurriendo en Barcelona. No porque el Sabbat tenga éxito o no en sus planes, si no por Ariadne, por Jean-Luc... "¿Que tiene en la cabeza Paula? ¿Así es como quiere ganarse el respeto de sus "subordinados"? Con tortura. La camarilla empieza a parecerse peligrosamente a un cartel de droga. Solo que sin vender nada, o almenos que yo sepa. ¿Qué más da?".

Miriam seguía pensando en su destino y pensaba, pensaba muchas cosas... En la visión vió a sus progenitores. Mobiliario tapizado con piel, digamos que de origen no animal y una especie de secta rara. Miriam no sabía mucho del tema, por no decir nada. Pero eso apestaba a Sabbat a Kilómetros. El sentimiento que despertaba esa experiencia en la gangrel no era preocupación, lo que le hacia a Miriam era gracia. "Quien sea que me haya mandado esa visión, debe pensar que mis padres eran algo importante para mi o algo, les volvería a abrir un canal en la garganta si me topara con ellos de nuevo. Si lo que pretenden es intentar reclutarme, se van a llevar un chasco enorme. No soy fiel a la Camarilla, pero el Sabbat no pinta mejor. Aunque... Si pueden ofrecerme algo a cambio, todo es hablarlo."

Cuando la segunda reserva del coche saltó, Miriam buscó una gasolinera cercana, la próxima localidad serviría, puesto que lo único que tenía que hacer era llenar el deposito del coche, y porque no, su propio depósito. Por lo que no vió con malos ojos parar en una gasolinera ligeramente transitada, para llenar el depósito del coche hasta arriba, escribir un mensaje a Jean-Luc e intentar alimentarse de algún incauto.

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#3

Mensaje por Sebastian_Leroux » 15 May 2018, 22:38

El enorme vehículo desaceleró con suavidad y se frenó con elegancia y sin una sola protesta al lado de uno de los surtidores de la gasolinera, situada a la entrada de la localidad, cuyo nombre olvidaste nada más atravesar el letrero que la anunciaba. Sólo al girar la llave en el contacto fuiste consciente de hasta que punto el motor del vehículo había ocluido tu audición durante las más de tres horas de viaje. Con un lamento metálico la puerta cedió y la bestia metálica te permitió apearte. El calor del agosto almeriense, mucho más seco aquí que en Hispavegas o Los Mares te rodeó de inmediato. El centro de servicio olía a gasolina y a orín. Procedente de una discoteca cercana, al otro lado de la nacional, llegaban pequeños grupos, especialmente de chicas, que cruzaban a cuentagotas la vía para llegar a los servicios de la estación de servicio, no en el mejor estado, probablemente para evitar las colas de los servicios del propio local de ocio. Un par de coches descansaban en el aparcamiento cercano, que se perdía detrás de edificio de la gasolinera en sí, una versión bastante vieja. Un montón de luces anodinas que permitían distinguir edificios blancos de 3 y 4 pisos eran todo lo que podías distinguir de la localidad en cuestión.
La carrocería del vehículo te transmitió un calor pegajoso al abrir el depósito y empezar a bombear un líquido oleoso que el coche tragaba con fruicción. A tu lado pasó uno de esos grupos de cuatro jovenes, de poco más de veinteaños, que mirándote, con desconfianza se dividieron en dos parejas, dirigiendose a los servicios una y entrando en la gasolinera la otra. En al menos uno de los coches aparcados distinguiste otra pareja, tal vez comiendo algo para reponer fuerzas. Arriba un millón de estrellas te observaban; en Barcelona, incluso en Collserola, la contaminación lumínica borraba la mayoría de puntitos blancos del cielo; aquí era diferente. Incluso sin recurrir a los poderes de tu sangre eras capaz de distinguir constelaciones enteras. La alarma del surtidor señalandote que el depósito estaba lleno te sacó de tu ensimismamiento, y prácticamente coincidió con un chillido agudo que hizo que tu cabeza se girara: las dos chicas que había ido hacia el servicio habían descubierto una rata o un ratón y tras fallar por varios metros una patada al animal se refugiaron en el interior del servicio entre gritos algo histéricos.
En el interior del local, un dependiente de una edad similar a la tuya te echaba miradas curiosas, tal vez desconfiando de si ibas a pagarle. Decidiste alcanzar antes el teléfono móvil para comunicarte con Jean Luc.
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#4

Mensaje por IvyReaper » 16 May 2018, 14:40

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#5

Mensaje por Sebastian_Leroux » 16 May 2018, 22:14

Al coger el móvil descubriste un par de llamadas perdidas de un prefijo de Barcelona. Estabas bastante segura que era uno de los que usaba la Administración. Además, Tristán te había seguido escribiendo.
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Y luego estaba el mail de Jean Luc, claro.
Cuando terminaste de escribir el mensaje de respuesta a Jean Luc el pequeño roedor aun te estaba mirando, al igual que el dependiente de la gasolinera. La segunda mirada tenía justificación, al fin y al cabo aún no había abonado la gasolina (si pagabas te quedarían aun unos 250 euros). La del animal, en cambio era menos entendible; en la penumbra en la que se refugiaba, podías intuir sus dos ojos negros clavados en ti mientras olfateaba en tu dirección. Casi como un acto reflejo, olisqueaste tu en su dirección. Además de la peste amoniacal de la orina, un fino pero fragante olor rojo llegó a tu nariz. El animal debía de tener alguna pequeña herida, y su sangre quedaba expuesta a tus finos sentidos. Y no parecía la de una animal normal. Había algo más...
La puerta de cristal de la gasolinera sonó inadecuadamente festiva, con una de esas melodías electrónicas automáticas, dejando pasar a las dos chicas que habían entrado antes. Miraste el reloj: quedaban poco menos de tres horas para el amanecer, aún te quedaba más de una hora de ruta hasta Tabernas y seguías sin tener un destino preciso.
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#6

Mensaje por IvyReaper » 16 May 2018, 23:17

Miriam contestó a Tristán con un mensaje escueto. "El hombre-piedra apenas saber hacer la "o" con un canuto, no esperaba más de él. Cuando descubra algo nuevo, sabréis de mi." Guardó el teléfono y sacó unos billetes doblados del interior del bolsillo trasero de su falda tejana. Hace un tiempo ya que Miriam supo priorizar en equipaje de mano, puesto que llevar bolso había dejado de ser práctico en su relativamente reciente estilo de vida. Con los billetes en la mano se dirigió hacia la garita para pagar el combustible, mirando a los ojos de la rata al mismo tiempo que caminaba. La mirada de la gangrel intentaba transmitirle curiosidad y preocupación.

[escena de la gasolinera]

A - Voy a ver a la rata e intentar interactuar con ella, dándole sangre si es preciso para sanar sus heridas.

B - Si la rata no está, miró en el servicio si hay posibilidad de llenar el combustible.

C - Si va a caer un meteorito, me meto en el bunker antiaereo más cercano.

D - Si Miriam muere, dile a JeanLuc que lo quiero, y que me debe un parachoques.

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#7

Mensaje por Sebastian_Leroux » 17 May 2018, 22:52

La misma tonada desafinada que habías oído antes te saludó cuando abriste la puerta de cristal para entrar en el establecimiento. Tres hileras de mostradores metálicos acumulaban diversa comida envasada de fácil consumo, así como prensa variada. Un hombre de casi cincuenta años parecía muy interesado en la etiqueta de una bolsa de aperitivos, mientas una chica mucho más joven, probablemente usuaria de la discoteca, revisaba con cierta desgana revistas de adolescentes y se giró en seguida para verte entrar. El dependiente, vestido con un uniforme marrón que incluía una ridícula gorra con el logo de la empresa (Gampsa) parecía bastante aliviado al verte entrar al fin en su espacio, y te saludó con una mueca algo tímida. Ultimamente, tal vez para tu deleite, tu mera presencia parecía intimidar a los mortales, sin que tuvieras siquiera que abrir la boca.
- Son ciento cuatro con veintisiete euros, señorita - el ángulo no te lo había permito ver antes, pero el dependiente acariciaba a un cachorillo de carlino que saltaba por el mostrador intentando atrapar la mano izquierda del chico, que se quitó la gorra para "atrapar" con un gesto cariñoso en su interior al pequeño animal el tiempo suficiente para poder cobrarte usando ambas manos. La feísima gorra, casi de color vómito producto del color original, ya desgastado, y del efecto de la criminal luz que proporcionaban los fluorescentes sucios, se movía torpemente por el mostrador, bajo la mirada atenta del chaval. Y como un resorte, esa visión conectó brutamente con un recuerdo de la gangrel, hacía muchos años, cuando Miriam ni siquiera conocía esa palabra, ni muchas otras...
Hace algunos años... :
- Jajaja, mira que eres manta, macho. No le darías ni a tu abuela la gorda en silla de ruedas.

El descampado había sido un pequeño jardín arbolado en el proyecto urbanístico original del barrio. La falta de fondos, o la mano poco tímida de algún político había provocado que los trescientos metros cuadrados se hubieran quedado en un mero parche de tierra desnuda primero, que con los años había evolucionado en un descampado con una vegetación descontrolada, más propia de una selva vietmamita que de una parcelona no edificada. Los crios del barrio jugaban a ocultarse en ella, o a subirse a una pequeña palmera que había aparecido allí nadie sabía muy bien cómo. O a tirar piedras a los animales callejeros.

- ¡Me toca! ¡Y la voy a tirar desde más lejos que tú! Pásame el otro pedrolo.

El animal temblaba dentro del carro de supermercado. Volcado sobre el terreno, era demasiado pesado como para que el su prisionero pudiera moverlo más que medio metro con terribles esfuerzos. Las piedras volaban hacia su objetivo. La mayoría pasaban lejos de la estructura metálica, pero algunas golpeban contra el enrejado metálico con sonoro CLANC a cual seguía las risotadas de los chavales (una niña y dos niños, un par de años mayores que Miriam) y el intento desesperado del animal para salir del mismo.

Tú acababas de salir de tu piso. Tus padres había vuelto a discutir, y no lo soportabas un minuto más. Afortunadamente ser ignorada tenía sus ventajas, y poder salir sóla a la calle, incluso a tu edad, era una de ellas. El sonoro CLANC te hizo girar la cabeza, y en seguida tu mirada se cruzó con la dos ojos aterrorizados, capturados bajo un carro de supermercado oxidado y volcado.
Ya fuera del establecimiento, volviste a divisar a la rata, que seguía olisqueando curiosa en tu dirección, pero una primera aproximación produjo que se retirara a la carrera tras un contendor de basura. Claramente el animal quería mantener la distancia. Varios metros más arriba pudiste apreciar una sombra que atravesaba la luna de agosto con rapidez... parecía que tu compañero de viaje observaba la escena con atención.
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#8

Mensaje por IvyReaper » 18 May 2018, 16:40

Miriam al ver al cachorro jugar con el dependiente, no pudo evitar sentir como su malestar interior se diluia un instante. Llevaba semanas queriendo acabar con todo y ese instante le hizo ¿sonreir?. Le dio el dinero al chico con una sonrisa muy sincera. - Gracias... Hasta otra. - Se apartó el pelo poniendolo detrás de su oreja y se marchó, pensativa en algunos momentos. "¿Está todo perdido?" Esa es una pregunta que la gangrel se hacia cada vez con más frecuencia y para la que intentaba responder negativamente. Aunque había veces que le era muy complicado argumentar algo para justificar dicha respuesta. "¿Soy feliz?" Para esa pregunta había tenido respuesta durante toda su vida "No..."

Flashback:
Al oir el "CLANC" en seguida vio a 3 imbéciles diviertiendose a costa de una gatita indefensa. Muy mal lo debía haber pasado la gata si habían conseguido capturarla de manera tan rudimentaria esos lumbreras de ahí. Antes de pensarlo, Miriam ya llevaba unos segundos caminando en dirección a ellos. Vio un saco de runa del que cogió un ladrillo medio roto y cuando estuvo lo suficientemente cerca de los niñatos lanzó el ladrillo con todas sus fuerzas en dirección a la nuca del más alto de ellos, el imbécil con peinado "cenicero" y sudadera de Pont Aeri. Aprovechando la confusión, sigue corriendo hacia el carro para desvolcarlo y liberar así a la pobre gatita.
Al salir del establecimiento, y ver de nuevo a la rata esta vez escondiendose. Un sentimiento de curiosidad felina hizo que Miriam quisiera indagar un poco, aunque ese sentimiento fue interrumpido por la lechuza que la había seguido durante todo el camino. Miriam carraspeó molesta y volvió al coche, arrancó y lo movió para apartarlo. Era tarde, pero tampoco era plan de bloquear el surtidor, sólo le faltaba que se le llevara el coche la grúa, o que le rajaran las ruedas. Quitó el contacto y salió del coche. se apoyó sobre el capó del coche mirando a la lechuza fijamente, para que justo cuando ésta pudiera verla ella, viera a Miriam cruzada de brazos transmitiendo un "¿Que coño quieres?".

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#9

Mensaje por Sebastian_Leroux » 30 Jun 2018, 01:35

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La lechuza seguía dibujando círculos en el cielo sobre tu posición, tal vez a un poco menor altura ahora. Cómo unica respuesta a tu pregunta aleteó un par de veces, manteniendo su comportamiento después con un planeo indiferente. Si pretendías provocar alguna respuesta en su comprotamiento, desde luego no habías tenido éxito. Sin embargo, la espera estimulaba tus recuerdos...

Cita:
El carro se volcó con facilidad y el animal salió corriendo como un resorte, casi rebotando de piedra a piedra hasta perderse entre la maleza con un suspiro. La satisfacción te duró el tiempo que la patada tardó en impactarte en la zona lumbar. Habías oído que los golpes en los riñones eran dolorosos, y aparentemente la información no era incorrecta. Al menos el aire que salió de tus pulmones impidió que llegases a articular sonido de queja alguna, para probable frustración de tu atacante.

- ¡¿QUIÉN COJONES TE CREES QUE ERES, MARICÓN DE MIERDA?! - encojida en el suelo del dolor, sólo pudiste distinguir la cara desencajada del gilipollas del peinado "cenicero" que chillaba entre espumarajos, agarrándose la cabeza con una mano. Las alas del logotipo de su camiseta estaban satisfactoriamente salpicadas de un color rojo profundo que goteaba desde su cráneo.

- Es una niña, Goyo. Es la cría del Francesc, del de la Seat - una de las chicas se dirigió casi con miedo al tal Goyo, que la miró como si fuera a ser la próxima en recibir una patada - es una rara de cojones, mi hermana dice que mordió a una de su clase por no se que movidas. Y no tiene amigas.

- ME DA IGUAL QUE SEA UNA NIÑA O UN POKEMÓN. TE VOY A DAR DE HOSTIAS HASTA QUE NO TE RECONOZCAN EN TU CASA, ¿¡ME ENTIENDES, SUBNORMAL!? - el carro voló de una nueva patada y pasó casi rozándote la cabeza

- Joder, que sólo es una cría, Goyo. No te pases que nos la cargamos - terció el tercero, con un tinte de miedo en su voz.

- SI VIVE DESPUÉS DE LA QUE LE VOY A DAR VA A DESEAR ESTAR MUERTA - gritó de nuevo, dándole un empujón al chico, que se cayó de culo con un quejido bastante lamentable.

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#10

Mensaje por IvyReaper » 03 Jul 2018, 16:09

Miriam suspiró al ver que la lechuza no le hacía ni caso y centró su atención en la rata. Por lo que lentamente y mirandola fijamente caminó hacia ella. La gangrel pensó que o bien la estaba siguiendo para vigilarla o bien pretendía conducirla a algún lugar.

Cita:
A penas se respuso Miriam del golpe cuando vió peligrar su integridad más aun al pasar el carro volando cerca de su cabeza. Miriam sabía que no tenía nada que hacer con ese energúmeno. Eso la frustraba y la llenaba de ira, pero no se arrepentía de lo que había hecho, es más, lo volvería a hacer mil veces más. Agarró un puñado de tierra del suelo y se la lanzó a la cara al garrulo que tenía en frente con la intención de salir corriendo hacia la ciudad.
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