503a Le Gens que J'aime

Moderador: Sebastian_Leroux

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Jebediah_Gogorah
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#61

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 01 Ago 2018, 23:13

{ https://www.youtube.com/watch?v=QXWPdivFaTg - Me dejó marchar by Coque Malla }
Francesc se despidió, tras quedar conforme con las instrucciones de Daren, de sus compañeros de Coterie dentro del mismo bar. Decidieron salir espaciados, en una especie de juego de espías al que empezaban a aprender a jugar. Como niños de una pandilla, intentando encontrar un tesoro. Pero aquí no había casa en los árboles, ni bicicletas tuneadas, ni peleas contra otros niños. Aquí había presión y dececpión, muerte y destrucción.
Un corto abrazo con ambos, fue su modo de decir adiós, con una sonrisa de aparente control, de una tranquilidad con máscara, rompible para cualquier que conociera medianamente al ventrue. Salió del bar, no si antes subirse las solapas de la americana. En madrugada, aún en verano, el sereno caía sobre los hombros, calándote los huesos. Cartera cruzada, y bastón abriendo paso, como un machete en la jungla. La jungla urbana en la que se había convertido Barcelona. Se maldijo por haber mandado a casa por segunda vez en la noche a Arnau*1... pero Barcelona estaba solitaria, y callada. Cómo si una hecatombe nuclear hubiera pasado. Tal vez una horda de tórtolas ya había pasado por allí aniquilando a todas las palomas, y con ello, cualquier resquicio de paz.
Le dolía tanto la pierna, que decidió seguir caminando. La goma del bastón era seguido por los dos zapatos caros, cuyo pisar cercano interactuaba con el ruido lejano de los coches en calles más transitadas. Le dolía tanto la maldita pierna, que se la arrancaría allí mismo. El dolor físico le ayudaba a olvidar el cacao mental en el que se hallaba inmerso. Una punzada constante que alborotaba su muerto sistema nervioso. El hambre empezaba a pegarle fuerte en el pecho, recordándole quien mandaba allí. Diciéndole una vez, lo que era, y lo que necesitaba.
Unos cuarenta minutos después, el rostro hastiado, cansado y canino de Cesc se reflejaba frente al cristal rugoso del portal de su edificio, mientras giraba la llave en el bombín. Aún mantuvo su cara de ventrue seguro de sí mismo. Su rostro de abogado de éxito. Y no fue menos en el ascensor. Su perfil se cortaba en los diferentes reflejos de las cuatro paredes del ascensor. Todos mostraban aquella silueta de business man sin sentimientos, cuya frialdad le había hecho subir como la espuma. Un letrado de renombre que se había hecho asi mismo desde un abrupto acontecimiento que cortó las raíces de su juventud. Que supo salir de la autocompasión para forjarse un destino glorioso... aquel era Francesc Fornals. Hasta que la maldición llegó arrasandolo todo.
Cómo le arrasó un vendaval de sentimientos al desmoronarse tras la puerta de su piso. Se dejó deslizar con la espalda contra la madera, - sí, sí, como en las peliculas - llorando como un crío, pensando en el destino maldito. Hundiéndose en el pesar de la soledad, ahogándose en el silencio de la ausencia. Podía sentirla de nuevo allí, mientras dos lágrimas de amapola abrían surcos en sus frías mejillas.
No pudo desear tantas cosas en tan poco tiempo. Ojalá aquellos sentimientos que sentía por Soldevilla, tambien fueran implantados. Aquello si sería algo que ni siquiera podría calcular su precio. Algo por lo que estaría dispuesto a dar todo su patrimonio, quien sabe si su propio ser... empezar de nuevo. Un reinicio forzoso de alma, espíritu y mente, incluso aunque fuera con la maldición eterna; pero con su ausencia sobrellevada... para siempre.
Así permaneció durante bastante tiempo, hasta que comprendió una vez más que nada iba a pasar por regocijarse en aquellos sentimientos. Había llegado, sorprendiendose de nuevo, al mismo punto de no retorno al que llegaba casi cada noche. Se secó las lágrimas con el dorso de los puños de la americana, sin importarle un carajo que se tratara de un traje de dos mil euros. El autoinflingimiento trajo consigo el hambre. Otra carrera de obstáculos para el patricio.
Cómo un autómata sacó su herramienta más preciada para aquellas necesidades. Su móvil. Cómo él que pedía comida a domicilio, repasó cada uno de los contactos de su rebaño. Por segunda vez en la noche desde que pudo escapar del Glen Little con sobrepeso, la suerte le sonrío. En línea aparecía su vecina, Judith Heredia, con sus 18 años recién cumplidos. Un par de mensajes de ida y vuelta fueron suficientes, para sentir la puerta de los vecinos abrir y cerrar como si fuera la Zeta Jones en "La Trampa". Y un par de copas de vino solo de ida, fueron suficientes, para que el cuello de Judith se mostrará jugoso, como un filete a un vagabundo.
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Apenas la chiquilla se enteró. El envelesamiento que le producía el buenorro de su vecino con el que tanto había fantaseado en sus noches más juguetonas y autocomplacientes, se le estaba tirando al cuello*2. Y las dos bestias de Cesc salieron a flote. La de la maldición, ansioso de la vitae que calmara su llamada. Y la bestia humana, que buscaba en otros placeres el pecado necesario para olvidar... lo inolvidable. Judith, durante un segundo se revolvió indefensa, ante lo que estaba a punto de pasar, pero sólo fue una llamada contra el pudor, que de nada sirvió. Un sentimiento de vértigo ante su primera vez.
Los botones y los besos volaron al unísono. Las prendas iban despegándose del cuerpo en una perfecta sincronía, en un baile de pasión de dos invitados muy distintos. Uno salvaje que llevaba la voz cantante, y una comedida, que se dejaba llevar. Y así el sofá fue testigo de los avatares más salvajes de Francesc, que penetraba a la muchacha sin tener el cuidado necesario, sin conservar la fragilidad de la muchacha y cuya cara era una mezcla de dolor y placer. Fornals probablemente estaba pasando la línea de lo que él era... ¿era algo nuevo en su condición?... ¿Tenía algo que ver el hecho de que fuera uno de ellos?... ¿Se comportaría así un miembro de la Espada?... Sea como fuere, Cesc seguramente habría estropeado un momento inolvidable para ella, e insignificante para él. Sobre todo cuando la echó como un perro, mientras ella le besaba la espalda, mimosa y envelesada.
Por primera vez en mucho tiempo, la sangría que allí se había producido no necesitaba explicación. Al igual que no la tenía su propio comportamiento para la cara atónita de la muchacha, mientras le cerraba la puerta en las narices. Y de nuevo volvío a caer contra la puerta, de nuevo como en las películas, sintiéndose, inevitablemente, la mayor mierda sobre la faz de la tierra... una tierra que a la noche siguiente, le devolvería una nueva oportunidad.
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"- ¡¡¡Fenomenales poderes cósmicos!!!... y un espacio chiquitín para vivir" (Genio - Aladdin)

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Sebastian_Leroux
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#62

Mensaje por Sebastian_Leroux » 01 Ago 2018, 23:23

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Kharthian
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#63

Mensaje por Kharthian » 02 Ago 2018, 14:45

El camarero abrió la persiana para que Daren y Cesc salieran, Jean-Luc miró su reloj:- las 4 pasadas...- pensó y siguió en aquella mesa pensando en sus tareas pendientes. Media ciudad buscándole, su refugio destruido y sin el apoyo de su mentor era un blanco demasiado fácil en las oscuras noches de esa ciudad demente.- Vas a tener que tragarte los escrúpulos por una noche si deseas sobrevivir, cretino.- Se dijo a sí mismo mientras miraba su reflejo en la pantalla de su iphone. Camino con normalidad hacia los baños, una zona privada de cierta intimidad en la que apenas había luz, y una vez allí se introdujo en el almacén del local. Multitud de cajas de botellines de cerveza vacíos hacían evidente que esa había sido una muy buena noche para el local: un grupo celebraba la noticia del embarazo de la mujer de uno de ellos, otro el ansiado ascenso de una de sus compañeras y un tercero la subida a preferente de su equipo de fútbol sala, no más de 20 personas, todos jóvenes y alborozados. Para ellos, como para Jean-Luc, la hora de cierre se les había hecho demasiado corta. El caitiff sonrió un momento, contagiándose de esa alegría concentrada tan inusual en un bar, se camufló entre las sombras de ese almacén y salió por el acceso hacia la barra. Una botella de José Cuervo especial estaba abierta junto a unas rodajas de limón partidas y unos tarros de sal, -qué oportuno- pensó y mordió su muñeca para dejar caer en ella parte de su vitae, no debía ser difícil y, sin embargo, nunca se había atrevido a llevarlo a cabo. A decir verdad, había estado rechazando su nueva naturaleza demasiado tiempo, ya haría caso a su conciencia otro día.

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Salió del almacén desofuscándose, y concentró todo su auspex en la vista, también usó sus habilidades para leer el aura.

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Se acercó a la barra y concentró su carisma sobrenatural en el camarero, comenzando una conversación con él, tratando de no disimular su acento francés:

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- Una noche intensa, ¿verdad?- dijo el caitiff sonriendo.- Estarás deseando que termine.

- Sí, un poco, la verdad.- respondió educadamente, Axel trabajaba algunas noches para sacar algo de dinero mientras estudiaba Periodismo y Comunicación en la Universidad de Barcelona, algo bastante agotador.

- ¿Un poco a lo primero o a lo segundo?- y rió.

- A ambas, la verdad.- Dijo sonriendo, extrañado de sí mismo por la respuesta.

- Bueno, el bar está casi vacío, la puerta está echada y el ambiente no podría ser más jovial, tal vez podrías intentar relajarte un poco.- Miró a aquel salón y continuó- ¿Sabes? Soy escritor, o al menos eso intento, a veces me gusta pasear solo por estos rincones y atiborrarme de emociones, sobre todo en esos largos períodos de sequía creativa. Pero hoy, hoy es diferente, hoy la inspiración no llega sólo a mis mundos, hoy llega a tocar mi alma haciéndome entender que cualquier sueño, por difícil que parezca, puede ser alcanzado.- Volvió a mirar al camarero- Uy, perdona, a veces me ocurre, no quería soltarte, ¿cómo lo decís en España? ¿La tabarra? Sí, la tabarra.- Sacó un billete de 50€ y lo dejó sobre la barra- ¿Crees que dará para que la casa nos invite a todos a un chupito de tequila?

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Sebastian_Leroux
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#64

Mensaje por Sebastian_Leroux » 03 Ago 2018, 07:55

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El ambiente se animó a medida que el licor corrió por las mesas, que en general recibieron el gesto del caitiff con vítores y guiños animados. Axel demostró ser una compañía entretenida y culta, si bien su trabajo no le dejó compartir mucho tiempo con Jean Luc. Una media hora después de que sus compañeros (¿lo eran? ¿cuando apenas hace una semana ni los conocía? al menos lo parecían...) de coterie se habían ido, se dió cuenta de que finalmente no les había contado lo que Ana Franco le había dicho sobre la Urbanización Patgés. Bueno, sería ya la siguiente noche, hoy había asuntos más urgentes que atender.
- Perdone, caballero - una elegante mujer bien entrada en la cincuentena se había acercado al caitiff,que esperaba a que Axel volviera de atender una mesa - a mi pareja y a mi nos encantaría devolverle la cortesía de su invitación - la mujer, que no dejaba lugar a la imaginación sobre en qué moneda pensaban realizar el pago, indicó con la mirada a un caballero algo más mayor, que levantó su copa hacia Jean Luc - si quiere puede juntarse también su amigo cuando sus obligaciones laborales se lo permitan...
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Kharthian
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#65

Mensaje por Kharthian » 03 Ago 2018, 18:55

- No deben devolverme nada, lo hice simplemente porque quise- dijo mientras sonreía-, aunque estaría encantado de acompañarles en lo que queda de velada, dejemos trabajar a... a... esto..., perdona, creo que no nos hemos llegado a presentar, mi nombre es Jean-Luc.- dijo mientras miraba a Axel esperando una respuesta por su parte. Después siguió a la pareja dispuesto a aceptar su particular "invitación".

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Sebastian_Leroux
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#66

Mensaje por Sebastian_Leroux » 04 Ago 2018, 11:34

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María José era una periodista de corazón de la ciudad que se destacó como una conversadora muy divertida y frívola, mientras que Alberto era un rentista vividor que sospechabas que no había dado un palo en agua en su vida, lo que explicaba su excelente estado de forma a su edad; dudabas, sin embargo, a quien miraba con ojos más golosos, si a María José, a Axel o a ti.


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#67

Mensaje por Kharthian » 05 Ago 2018, 18:51

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- Yo me llamo Axel, en cuanto termine me tomo algo con vosotros.- Dijo aquel muchacho, aunque no parecía muy encantado con la idea.

- Encantada Axel, llevas varios meses trabajando aquí y nunca te había preguntado tu nombre. Yo soy María José y él es Alberto.- El hombre se apresuró a darle la mano al camarero y luego hizo lo mismo con Jean-Luc, apretaba de manera tibia, rozando suavemente y casi inintencionadamente las llemas de sus dedos contra las del caitiff, tacto cálido y delicado detrás de una mirada que manifestaba la actitud de un depredador, quizá uno no muy evidente, de apariencia inofensiva, sinuoso, como una bella bromelia esperando a que un insecto despistado se acerque demasiado a sus traicioneras hojas.

- Un verdadero placer, amigos míos, siempre es un placer conocer gente nueva.- Añadió mientras terminaba de saludar.

Jean-Luc se alejó con la pareja a un rincón de la barra, pese a que en su vida de vástago ya le había tocado hacer el paripé en más de una ocasión no acababa de acostumbrarse a ese juego cruel en el que los humanos no eran más que recipientes de sangre a los que seducir para poder exprimirlos. Además, esa conducta le recordaba a una parte de su vida tremendamente censurada, al fin y al cabo no era muy diferente de lo que hacía en París para poder acceder a un pico. La sangre se había convertido ahora en su nueva heroina, y como cualquier heroinómano era difícil rechazar una dosis cuando se presentaba tan amablemente.- "No estoy haciendo nada malo, ellos están buscando experiencias y yo puedo satisfacerles, nadie pierde entonces, ¿por qué entonces me siento tan sucio?"- se preguntaba el caitiff mientras desechaba la idea de 'rajarse', ahora más que nunca necesitaba esa sangre: por Sahil, para poder hacer justicia. La situación llegaba a darle escalofríos, ¿qué se supone debía hacer con ellos? ¿qué debía sentir mientras lo hacía? Incluso el más pardillo del lugar ya conocía las reglas del juego, hasta sus compañeros de coteríe parecían entenderlas bien e incluso el recuerdo de ese elemento x al que la gente llama amor les servía de faro moral, iluminando su camino hasta en la más absoluta oscuridad de la no-vida. Pero como dijo un célebre cantautor, para Jean-Luc: "No hubo asiento de atrás, Ni caricias, ni cartas perfumadas, No hubo cita en el parque, No hubo chicas de Plan", en su lugar un vacío abismal que había marcado su existencia y que tan sólo había podido romper con ese otro amor, menos espectacular y apasionado, que que hallaba en su recien desaparecido mentor o en el ya más lejano recuerdo de su compañero Joseph.

- ¿Así que sois pareja, no? Algo me dice a que al menos no sois la típica pareja...- Dijo Jean-Luc esperando algún tipo de reacción en ellos. Sin embargo, habían asumido hace mucho que ciertamente no eran la típica pareja.

- No lo somos, no, hemos llegado a un nivel de entendimiento y auto-aceptación mucho mayor al de las parejas 'típicas'- Expuso Alberto airadamente.- Hemos trascendido a un nivel de sexualidad y afectividad superior, buscamos experiencias que nos hagan crecer todavía más como pareja, aunque lo de hoy no lo teníamos previsto.

- ¿Qué se supone que es lo de hoy?- Preguntó el caitiff casi riendo, no podía creer que aquella pareja de esnobs tuvieran tan poca vergüenza y tanta pedantería.

- [...]

Después de 15 bochornosos minutos Jean-Luc y alguna que otra copa, Jean-Luc creía haber dado con la estrategia de Alberto. María José, "Jose" en aquel momento de la noche, era un satélite de aquel madurito sin escrúpulos al que Jean-Luc creía sólo le atraían los chicos, o muy convenientemente para él sólo los chicos y María José. Ella hablaba poco, y sin mucha gracia, él sin embargo demostraba tener un dominio de la lengua asombroso y con ella también de la situación. Jose era toda una belleza, parecía cuidar mucho su físico, ciertamente todos se sorprendían cuando comentaba su verdadera edad, y además su estilo vistiendo o maquillándose la hacían una mujer particularmente atractiva, a veces ese atractivo se perdía cuando habría la boca, no es que fuera alguien tonta o iletrada, pero sí que era bastante simple, hecho que se hacía más evidente con Alberto a su lado. Él se conservaba muy bien para la edad que tenía, algo mayor que, gozaba de un moreno natural bastante envidiable y sus ojos eran de un intenso azul oscuro. También era bastante atractivo: elegante vistiendo, buenos modales, atento..., sabía venderse bien y también sabía cómo vender su relación de pareja. Pero esa noche no estaban frente a otro niñato despistado.

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- Y, como curiosidad: ¿tenéis relaciones con chicos y con chicas? ¿sólo con chicos?- Preguntó Jean-Luc mirando a Jose, sin entender muy bien por qué se sentía indignado.

- Bueno, a decir verdad..., no hemos...- intentó explicar Jose mientras era interrumpida por Alberto.

- No, no hemos llegado a tener ninguna relación con una mujer, pero es que es tan difícil encontrar a una mujer que no se vea eclipsada por ella, yo ya he desistido...- expresó casi riendo- ¿Y tú, mulatillo, has estado antes con algún chico?- añadió tratando de desviar la atención.

- Pues a decir verdad no. Cuando tenía 14 años me besé con un compañero de instituto, no sentí nada especial, cosas de críos, supongo.- Contestó Jean-Luc.

- ¿No te gustaría volver a probar?- Dijo mientras ponía su mano en el muslo de su pareja.

En ese momento Axel se les acercó. A la distancia que estaba probablemente hubiera escuchado gran parte de la conversación y podía ver claramente las insinuaciones de Alberto.

- No tardaremos mucho en cerrar. -Comentó, tenía una cerveza en la mano, un merecido trago después de una larga noche de trabajo.

- ¿Te unes, Axel?- Preguntó Alberto lisonjero, mientras acariciaba el muslo de Jose.

El chico se empezó a poner nervioso, algo colorado, Jose era una de las clientas más deseadas del local y no eran pocos los que soñaban con poder compartir cama con ella.

- Esto..., sí, me tomo la última con vosotros.- Contestó.

Jean-Luc se levantó entonces, dijo que iba al baño mirando de manera cómplice a Jose, aprovechando que Alberto estaba distraido ante Axel. Ella se levantó, también tenía que ir al baño de manera oportuna. En cuanto estuvieron a solas Jean-Luc se acercó a besarla, aunque no como ella esperaba, el éxtasis del mordisco la elevó a un estado en el que nunca había estado.

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Sebastian_Leroux
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#68

Mensaje por Sebastian_Leroux » 06 Ago 2018, 17:21

La sangre te calienta de inmediato y devuelve algo de color a tu tez, que esta noche estaba antinaturalmente pálida. Hasta que no empiezas a notar esa sensación embriagadora, a cabalgar ese dragón cien veces más potente que tu mejor chute parisino, no te das cuenta hasta que punto necesitabas beber. No te sumerges del todo en la sensación, pues temes que la corriente del placer te arrastre hasta un punto en el que no puedas volver a la orilla. Te consuela pensar que al menos tu víctima de esta noche ha obtenido un placer similar al que estaba buscando, y el engaño ha sido sólo parcial. Ambos habeis sido, en algún sentido, cazadores y cazados. No todas las noches se puede decir lo mismo.
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Volvisteis a la mesa tambaleandos ambos, ella por el efecto de tu Beso, tú por a causa de las sustancias que la mujer había consumido previamente. No era sólo el alcohol, había algún tipo de droga adicional que empezaba a espesar tu mente. Jose se derrumbó en los asientos acolchados, con los ojos cerrados y la cabeza sobre el hombro de Alberto, que tras dirigirte una mirada satisfecha y complice, empezó a acariciar el hombro de su esposa.
- Esta mujer va a matarme a celos algún día - os dijo a ambos, con una gran sonrisa de oreja a oreja.
- Bueno, voy a ver si echo a los que quedan y ya después apuramos la copa - dijo Axel, que aun lo estaba flipando con las dinámicas de la pareja. En efecto, el bar se había ido vaciando poco a poco y sólo eran dos mesas más las que estaban ocupadas.
- No tardes. Nos gustaría enseñaros nuestra casa en Pedralbes después de la última.
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Kharthian
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#69

Mensaje por Kharthian » 07 Ago 2018, 00:00

- ¿Qué mierda habría tomado esta tía?- pensó Jean-Luc, aunque una parte de él se regocijaba por ello, los efectos del alcohol y de lo que fuera que consumiera Jose, lo volvían vulnerable, y no es que ese sentimiento fuese ajeno a su vida de vástago, vulnerable de otra forma, muy humana por otra parte, y como todo lo que era humano, de alguna manera deseable.
- Espera, Axel, sería muy descortés por nuestra parte no tomarnos la última con ellos, al fin y la cabo han sido el motor de esta velada.- Terminó de hablar al camarero para dirigirse a todos, en evidente estado de exaltación y en un tono bastante alto- Veréis, esta noche me habéis hecho muy feliz, no os conozco, al menos no nos han presentado, porque mirando vuestras caras, empatizando con vuestras alegrías, embriagándome con vuestros sueños y deseos, siento como si así fuera.- En la mesa del fondo, tres chicos comentaban entre risas la cogorza del mulato, mientras que las dos chicas que quedaban en la otra mesa escucharon con bastante interés.- Veréis, esta ciudad me acogió finalmente después de una continua vida de reveses. Huí de Senegal con 16 años y no fue eso lo que encontré en Lyon, ni en Berna, ni en Marsella, tampoco en París. Hubo entonces alguien aquí que apostó por mí, me ofreció techo y comida, me dio una oportunidad para encajar, y he tratado de aprovecharla estos últimos años. Se llamaba Sahil, tenía una especie 'centro social' en el norte de Barcelona, ayer apareció en llamas, a él lo habían asesinado en la terraza.- Jean-Luc apretó los puños mientras se contenía para no llorar- No sé que tipo de monstruos pueden haber perpetrado algo tan atroz contra alguien tan sumamente respetable, hace falta mucha ira y mucho odio para cometer una salvajada como esa. Así que aquí estoy, sin nada más que lo poco que conservo: mi vida, mis historias, mi amor; procurando no caer ante la misma ira y odio destructor, tratando de luchar con una sonrisa contra la injusticia, así lo habría querido él.- En esa parte del discurso nadie reía, esa sinceridad desorbitada producto de alguna intoxicación habían hecho que confesara a unos desconocidos algo tan importante como eso, despertando la simpatía de su público incluso más que con su sangre.
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En el salón el silencio se adueñó de la escena, interrumpido sólo por las lágrimas de una de las chicas, de ascendencia asiática, que entre balbuceos decía algo así como: "putos racistas". Axel y Jose también se contenían para no caer en el mismo estado. Entonces Jean-Luc volvió a intervenir.
- Siento lo que ha ocurrido, hoy estaba realmente contento por vosotros y no quiero que un hecho así enturbie la noche, si Axel nos deja acabemos nuestras copas con tranquilidad. Es más, puedo intentar improvisar algo. Hace años que no lo hago, antes me acercaba a algunos locales a improvisar sesiones de poesía en petit comité, reuniones como la de hoy, espero no estar demasiado oxidado.- Jean-Luc se sentó sobre la barra mirando a ese grupo de personas y comenzó a recitar:
Intensidad:
Adicción desaforada de fuerte sabor,
al ojo manifiesta, buena fragancia y regusto amargo.
Potestad indiscutible sobre el espíritu ambicioso;
verdad ineludible para el alma sincera.
¿Por qué, Señor, nos condenas a buscar lo que nos quema
en lugar de fluir con el reposo
de unas aguas más claras y serenas
en el río del consuelo?
¿Cuántos hermanos caerán bajo tu embrujo?
¿Cuántas almas consumirás en tu camino,
artilugio del desconcierto, motriz del infortunio,
veneno de la sangre, ambrosía de lo impuro?
Pues un instante te basta para destruir mundos,
y un instante te sobra para hacer que ello no importe.
Luego desapareces llevándotelo todo:
La dicha, la pasión y hasta mi propia vida.
Te odio.
Te odio casi tanto como te necesito.

Su propia oda al exceso, y en español, algo a lo que no estaba acostumbrado. El público aplaudió y se formó un curioso círculo frente al poeta, ¿cuánto tiempo habría pasado desde la última vez?, y después de las típicas preguntas y respuestas de manual la escena se volvió bastante curiosa, pues todo el bar formaba un único grupo, hablaba, reía, compartía... y el caitiff se llenó de gozo.
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Sebastian_Leroux
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#70

Mensaje por Sebastian_Leroux » 12 Ago 2018, 17:52

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El tiempo pasó con rapidez, tal vez producto del éxtasis literario, quizás ayudado por aquella sustancia que corría por las venas de Jose, (y que, maldita sea, parecía afectarle mucho más al caitiff que a la mujer, que parcialmente restablecida de tu Beso se había levantado de su asiento a aplaudirle, con los ojos brillantes y las mejillas encendidas), quien sabe si a causa de las emociones que llevaba reprimiendo toda la noche. El caso es que cuando Jean Luc quiso darse cuenta, en menos de lo que se tardaba en parpadear, se encontraba acompañado de Axel y de la muchacha de rasgos asiáticos en el callejón trasero del local, los tres sentados sobre un gran contenedor de basura metálico. El camarero les dió un beso casto en los labios a ambos, y los tres se rieron, risas infantiles, casi angelicales, arrullados por los primeros pájaros que empezaban a cantar en un parque cercano.
Axel le pasó el porro a la chica (¿cómo se llamaba? ¿Alicia? ¿Alma? ¿Andrea?) después de que Jean Luc recharazara una calada por cuarta vez y se quedó con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados, moviendo los labios en silencio, dormitando. Tal vez ahora era el momento, pensó el vástago, girando su cabeza hacia su acompañante. Esta le sonrió dulcemente cuando Jean Luc le pasó el brazo por encima del hombro, y luego volvió a sonreir con una boca algo retorcida que al caitiff le pareció extrañamente llena de dientes. "Demasiados dientes... ¿Por qué había tantos dientes?" De repente la cabeza le bailaba al poeta sobre los hombros y percibió el entorno (ese callejón frió y sucio, con la esencia acumulada de los desechos humanos de varios días cocinados al fuego lento de agosto) casi como una amenaza: las paredes se le venían encima y desde las esquinas pequeños ojos rojos con intenciones inconfesables le aseteaban el alma. En ese momento se dió cuenta de la chica se acababa de quitar la camiseta mientras le decía algo que no acababa de comprender ("Eres rápido con las palabras pero lento con las manos, pensé que nunca te ibas a decidir...") y le empujó para que se tendiera sobre el contenedor, y ella pudiera echarse sobre él. Pero Jean Luc ya no sentía ni los besos ni el calor de la piel. Solo veía su rostro deforme, el de un monstruo, que se cernía sobre ti para devorarte mordisco a mordisco las entrañas, como ese rey griego, condenado a ser picoteado durante toda la eternidad por un par de cuervos.
Y sin embargo, hasta ese punto Jean Luc aún controlaba mínimamente la situación, por muy deformada por el efecto psicoáctivo de la vitae de Jose que estuviera. Fue al abrir los ojos, tendido boca arriba como estaba, cuando un cielo azul teñido por una claridad incipiente desde el horizonte hizo que perdiera el control, definitivamente y sin remedio.
Las paredes grises y cenicientas del callejón se avalanzaron sobre el caitiff. Alguien gritó. Jean Luc sintió la chapa metálica vibrar en su espalda. Tal vez no por ese orden. Al fin y al cabo el tiempo había dejado de ser una variable que tuviese mucho sentido. Así que tal vez no por ese orden volviera a ver los labios de la gente pasándoselo bien, mientras se movían sin pronunciar palabra. Salvo lo de uno de ellos.
- Estúpido insensato...
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