LA FORMACIÓN DE LOS REINOS
La caída del Imperio Hitita coincidió con una gran guerra entre los vampiros de Grecia y la península de Anatolia. No se trataba tanto de las intrigas habituales entre los no muertos como de la aparición de una amenaza común para todos.
En la isla de Creta los Baali se habían apoderado de la civilización minoica y la estaban utilizando para liberar a un antiguo mal, uno de los Titanes, y si conseguían su propósito, arrasaría con el mundo en una oleada de epidemias y destrucción si no era detenido. Ya los primeros signos de su liberación se veían en las proximidades de Creta, con el cielo oscurecido incluso durante el día, las aguas rojas como la sangre y periódicos terremotos provocados por el monstruo al sacudir sus cadenas.
En una rara muestra de solidaridad, dejando de lado la distancia de sus linajes y sus continuas intrigas personales, varios ancianos de Grecia y Anatolia acudieron para combatir a los Baali, aunque no todos. Sin embargo, la alianza duró el tiempo suficiente para destruir el poder de sus enemigos y de su terrible señor. La erupción de la isla de Thera, que conllevó un gran sacrificio de poder, consiguió el propósito de arrojar de nuevo al Titán a las profundidades del Tártaro, de donde nunca debía salir.
Pero una vez expulsada la amenaza los clanes se dispersaron de nuevo, estableciéndose en los nuevos reinos que estaban surgiendo tras la caída de Creta y el Imperio Hitita. Los Lasombra, aunque fueron especialmente perjudicados por la caída del Imperio, se desperdigaron en una nueva generación de ambiciosos jóvenes desde el centro de la península de Anatolia hacia el este y el oeste. Los Brujah, que se habían extendido por toda Grecia, también se extendieron por las costas de la Jonia.
Los Toreador influyeron especialmente en la formación del reino de Lidia. Anfión, que en vida había sido yerno del rey Tántalo, se instaló en el dominio de Hyde y reclamó el reino lidio como su dominio, rodeándose con una prole de poetas, aedos y músicos. Otros clanes, especialmente los Brujah, fueron aceptados en su corte, y él se mostró especialmente despiadado con cualquiera que amenazara su poder. Los Toreador lidios fomentaron el cultivo de las artes especialmente en Lidia y Jonia, pero su influencia se extendía más allá a través de las rutas comerciales del Mediterráneo Oriental.
Sin embargo, medida que pasaba el tiempo, Anfión se fue despreocupando más de los asuntos del gobierno del reino de Lidia. Aunque era respetado entre los Toreador griegos y jonios, su influencia era cada vez más reducida. Cuando la dinastía Heráclida fue derrocada por el rey Giges y la capital del reino fue trasladada a Sardes en el 687 a.C., no hizo nada por oponerse. De hecho, al poco tiempo dejó el trono y se marchó. El dominio del reino de Lidia fue disputado entre varios candidatos, pero finalmente Toreador y Brujah alcanzaron un acuerdo, situando a Bormos, del clan Toreador, como señor de Sardes. Sin embargo, la autoridad de Bormos estaba lejos de ser como la de Anfión, y simplemente representaba a los gobernantes de varios dominios lidios que actuaban con gran autonomía. Su confidente Melampo, del clan Brujah, era el verdadero poder tras el trono.
El reino de Frigia fue tomado por un culto de no muertos de diversos clanes. Aunque Annac, del clan Lasombra, gobernaba como rey, lo cierto es que representaba a un grupo de vampiros diversos y unidos en torno a la adoración de la Madre Oscura Cibeles, representada por una anciana sacerdotisa de gran poder. Vampiros Capadocios y Malkavian acudieron para servir a la diosa y recibir sus bendiciones, participando en los ritos sangrientos que extendieron entre los adoradores.
Desde el este llegaron varios guerreros del clan Gangrel, descendientes del anciano Genger, acompañando las incursiones de los cimmerios. Estos vampiros nómadas se convirtieron en la principal amenaza, tanto de los mortales que habitaban la península de Anatolia como de sus gobernantes no muertos. Togar, un antiguo Gangrel, derrocó a Annac y destruyó Gordion en el 675 a.C., proclamándose “rey de los vampiros de Frigia”. Sin embargo, una noche simplemente desapareció, algunos dicen que enloquecido y atormentado por pesadillas con forma de aves nocturnas. Sus chiquillos se enfrentaron entre ellos y su poder se dividió. El lugar de Annac fue ocupado por Celena, una sacerdotisa de Cibeles del clan Capadocio, que dejó bien claro que cumplía la voluntad de la diosa.