[Libro] Khan: los hombres tigre
Publicado: 16 Jul 2019, 15:39
LIBRO DE TRIBU KHAN: LOS HOMBRES TIGRE
Recopilado del Libro de Raza Cambiante: Bastet, de Hengeyokai y la Guía de las Razas Cambiantes y ampliado por Magus
CALIAH
LA TORRE DE LA LUNA
La luna, Ojo Brillante de la Noche, se alzó para mirar por encima del mundo. Su mirada se detuvo sobre los hombres de las ciudades y los tigres de la selva, cuyas glorias contempló. Pues los hombres levantaron torres tan enormes que si subían a lo más alto y estiraban la mano, podían pellizcarle la mejilla a la luna y los tigres reinaron en la jungla de forma tal que todo al alcance de su vista descansaba en la armonía.
Entonces apareció Asura, que surgió del hervor de las profundidades de la tierra y tomó la forma de una Gran Serpiente que se enroscaba entre las estrellas y las devoraba. Se agazapó bajo el cielo de la noche y observó la luna, más luminosa que cualquier estrella. Se fijó en su belleza, que le causó un inmenso dolor. Deseó devorarla, para que ya no pudiera castigarle más.
Así la serpiente se alzó en los cielos cada noche. Al anochecer se acercaba a la luna, que miró detrás de sí y vio las fauces de la oscuridad. Cuando Asura, que era la serpiente, se aproximó más a la luna, su oscuridad invadió la Tierra. Los hombres de las ciudades miraron desde las torres para ver la gloria de la luna, pero en vez de eso comenzaron a adorar al nuevo señor de los cielos nocturnos. Algunos humanos se aferraron a la rectitud, pero Asura escupió veneno sobre ellos y murieron tras contraer la peste. De este modo los hombres de las ciudades abandonaron a la luna y comenzaron a alabar las penumbras.
Los tigres, cuando supieron esto, no trataron de castigar a las personas malditas de las ciudades, ni ofrecieron ayuda a los bienhechores a los que Asura había condenado. En vez de eso le dieron la espalda a la sociedad humana y se dirigieron indignados hacia las profundidades de la jungla. Los hombres caminaron por las afueras de de las junglas que colindaban con sus ciudades y como no vieron tigres por allí dijeron:
-Asura ha hecho esto; Asura nos ha librado del miedo y de aquéllos que nos acechaban.
Así comenzaron a construir la más alta de las torres, con la que demostrarían su devoción por Asura y a la que se subirían para atrapar la luna en una red con el fin de que Asura la devorase.
Entonces Durga, con su aspecto de Seline que era la luna, vio las traiciones de quienes había cuidado. Vio cómo los hombres se abandonaban a la maldad y los tigres eludían sus deberes y, durante todo el tiempo sintió el aliento glacial de la serpiente Asura. Y como ni hombres ni tigres le habían guardado lealtad, extendió su mano para coger a uno de cada y arrebatarles aquellas partes que aún podía poner a su servicio. En sus manos mezcló al tigre y al humano, una mezcla a la que añadió arena, agua y luz de luna, para que la naturaleza de tigre y la naturaleza de hombre de Khan pudieran ser puestas en la tierra, derretidas con tanta facilidad como el agua y brillar con la luz de la luna. Así fue creado el primero de los Khan.
Colocó al Khan en la gran ciudad del hombre, al pie de la torre que estaban construyendo para Asura. Khan (pues no conocía otro nombre) escaló la torre, pues la luz de luna de su interior así se lo decía. Ya en lo más alto se levantó y contempló las fauces de la serpiente que estaba a punto de devorar a su madre. Entonces agarró la red con la que los hombres pensaban atrapar a la luna y la arrojó sobre el reptil. Cuando Asura quedó inmovilizada, Khan se estiró, y de un zarpazo partió a la bestia en dos.
Lo que ocurrió es que Asura, como serpiente que era, se dividió en dos demonios, los cuales acorralaron a Khan. Pero éste no se preocupó en absoluto; los golpeó de nuevo y se convirtieron en cuatro. Los atacó otra vez y se transformaron en ocho, que huyeron de él y buscaron refugio en el mundo.
Seline, la que era Durga, habló a Khan. Le agradeció que la salvara pero le reprendió por liberar los demonios en el mundo. Por eso le encargó que montase guardia contra las maldades que la prole de Asura pudiera originar y le aconsejó que controlase su propia fuerza a fin de que no crease más enemigos. Lo que es más importante, le recomendó que tuviera cuidado de su propia naturaleza por miedo a que su tigre y su hombre perdieran el equilibrio e intentaran asesinarse el uno al otro.
Entonces la torre se desmoronó y Khan se apresuró a marcharse a la jungla para buscar a su raza de tigres. Les transmitió las enseñanzas de Seline y tomó una compañera. Así fue cómo nacieron los Khan, así fue cómo se les encomendó su misión y así fue cómo salvaron a la luna de su destrucción.
EL REY QUE OLVIDÓ
Una vez existió un gran rey, un rajá entre los hombres, que tenía la corte más espléndida que se haya visto jamás. Era muy querido y su pueblo le aclamaba como si fuera un poderoso héroe, pues circulaban rumores de que había matado a muchos rakshasa antes de subir al trono. Por las noches celebraba banquetes con manjares que hubieran complacido a los dioses y cazaba a las bestias de la jungla con el mismo vigor que los tigres.
Un día los soldados del rey consiguieron capturar una tigresa grande y salvaje, que llevaba años devorando a los súbditos del rey. Con orgullo llevaron a la bestia atada con cadenas ante el rey. En un principio, el rey se sintió complacido al ver este tributo, pero después vio que las lágrimas asomaban en los ojos de la tigresa.
-¿Qué es esto? –dijo frunciendo el ceño- ¿Una bestia tan terriblemente salvaje que ha matado a más de cien hombres muestra cobardía? ¿Lloras por temor a tu vida? Esperaba otra cosa de la poderosa tigresa.
La tigresa le miró compungida con sus ojos de jade, y ante la sorpresa de toda la corte, habló:
-Lloro por ti, oh, mi rey, porque una vez gobernaste a todos los tigres de la jungla y ahora te has olvidado de ti mismo; eso provocará la muerte de tu propia especie.
Los visires se quedaron boquiabiertos. La reina se desmayó y el hijo del rey se adelantó sin levantar la lanza. La tigresa continuó hablando:
-¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas haber matado a los rakshasa de dientes de jade con tus garras? ¿No recuerdas cómo observabas a los humanos y la curiosidad que sentías? ¿No recuerdas haber caminado como los hombres por la jungla, llevando pieles de ciervo blanco, una calavera de los rakshasa y collares de jade, y haber sido proclamado héroe? ¿Has olvidado el amor de tus compañeros y de tus cachorros? –le cayó una lágrima y continuó hablando-. Tus cachorros están muertos, mi rey…fueron asesinados para convertirse en los manjares que llenan tu mesa. Y mucho me temo que tus compañeros seremos los siguientes.
En ese momento el hijo del rey se adelantó, profiriendo un grito, y clavó su lanza en el corazón de la tigresa. Ella se tendió y murió sin emitir un solo sonido de dolor. El rey se puso en pie, y de repente, su cabeza era como la de un tigre, y su cuerpo estaba lleno del poder de los Reyes Brillantes. Con un gemido de rabia, amargura y reminiscencia se abalanzó sobre su propio hijo y le abrió la cabeza con las garras.
Cogió la lanza de un guardia y empaló a tres hombres con ella. Después salió rugiendo de la sala y corrió a toda velocidad por el palacio, asesinando a todos los humanos que encontraba. Finalmente saltó la muralla y desapareció en la jungla, donde se tendió y lloró.
Los días y las noches pasaban y el rey tigre seguía llorando. Finalmente, oyó una voz que le decía:
-Poderoso entre todos los Khan, las lágrimas no sirven de nada. Aunque llenaras con ellas un segundo Río Amarillo, el Cielo no cambiaría su curso.”
El rey levantó la cabeza y vio ante él al General Tigre, el maestro de armas de los Ministros del Cielo. El General cruzó los brazos y movió la cabeza.
-Había esperado que no hicieras esto, pero supongo que no se puede evitar sentir curiosidad. Ahora que un tigre ha preferido a la humanidad en vez de a su propia especie, la humanidad matará a todos los tigres. Sólo es una cuestión de tiempo.
-¿No hay nada que pueda hacer para arreglarlo? –lloró el rey- ¿No puedo desmenuzar y quemar mi propia carne hasta que el Cielo se aplaque? ¿No puedo descender al Infierno y llevar el sufrimiento de mi pueblo en mi propia cabeza?
El General Tigre suspiró:
-La maldición ha comenzado y no puede retroceder. Pero como yo tampoco deseo ver perecer a los tigres, haremos lo siguiente: te sellaré en una piedra preciosa y te esconderé en algún lugar; si alguno de los tuyos te encuentra en los años venideros te podrá despertar para que los salves. Pero si empiezan a luchar entre ellos jamás te encontrarán.
-No me importa –dijo el rey-. Haré cualquier cosa para salvar a mi querido pueblo, y si no puedo utilizar ahora mis poderes para salvarlo, lo haré en el futuro.
Y por eso los Khan continúan buscando al mayor de sus guerreros, para que les pueda enseñar sus poderosos dones y les conduzca a la victoria. Pero aunque el General Tigre lo escondió a medias, los tigres han terminado luchando entre ellos, así que puede que jamás encuentren sus poderes.
DESCRIPCIÓN
“Soy luz y oscuridad, el rey del sol y el cazador de las sombras. Mis garras sostienen la tierra, mi lengua saborea el cielo. Soy fuerte y robusto, compasivo y bondadoso. Soy tigre y mi palabra es pura.” Con este juramento un Tekhmet se incorpora a las filas de los Reyes Brillantes, los Khan, una orgullosa raza cuyo pedigrí se remonta al principio de los tiempos.
Poder desatado. Eso es lo que define a los Khan. No son sutiles, ni diplomáticos, ni pacientes, y son famosos –o infames- por sus temperamentos explosivos. Pero su fuerza es la de las montañas, y su furia no conoce límites. Debido a esto, están acostumbrados a ser adorados como dioses. Los Khan son los más fuertes de los Bastet, y lo saben. Pero también saben algo más: que ellos son sus campeones. Los Khan pueden ser cabrones insufribles, llenos de arrogancia y Rabia, pero no hay nadie mejor para tener a tu lado cuando el mundo se desmorona a tu alrededor. Son firmes, de confianza, ingeniosos y resistentes y sus fallos se deben a que confían demasiado en ellos mismos. Siempre hablan claro y actúan pensando en combatir, sin ser grandes estrategas. Todo lo que un Khan hace, lo hace a toda velocidad (luchar, amar, cazar, estudiar o hasta observar). Ponen toda su ilusión y energía en aquello que emprenden y su cuerpo, adopte la forma que adopte, rebosa vitalidad.
Los Simba se pueden considerar la Nobleza de los Bastet, pero los hombres tigre son más merecedores del título, evocando el respeto que los leones exigen. Desde las nevadas montañas de Asia hasta las pobladas ciudades de la India, los hombres tigre han dado caza a los descendientes de Asura y defienden sus menguantes filas.
Los Khan no aspiran simplemente al papel de campeones de Gaia –también son Sus protectores. Mientras que los Garou se aventuran lejos para combatir al temible Asura, los Khan se aseguran de que siempre quedará algo que merezca la pena salvar. Independientemente de que sus enemigos sean creaciones del Wyrm o simplemente Perdiciones, y si sus protegidos son sus Parientes felinos o las masas de la humanidad, importa poco; los Khan sólo viven para proteger, custodiar y fortificar.
De todas las tribus felinas de los Bastet, sólo los Khan mantienen una presencia considerable en las Cortes de la Bestia del Lejano Oriente. Los hombres felino son demasiado gregarios o solitarios como para adaptarse bien a la vida compartida de las cortes, y hasta los Bagheera evitan a los hengeyokai para guardarse sus secretos. Sin embargo, los hombres tigre siempre han sabido que la Madre Esmeralda les dio un deber sagrado, y la mayoría preferirían cortarse una pata que eludir sus responsabilidades. Siempre leales con la Madre, los Khan matan despiadadamente a los humanos que traspasan sus límites y destruyen sin piedad a cualquier criatura del Ciempiés Destructor que se cruza en su camino.
Los Khan consideran que tienen un deber doble con la Madre Esmeralda: son los responsables de luchar en su nombre y de recopilar los secretos del Adversario. Los Khan se mueven con sumo cuidado, extraen los conocimientos ocultos entre los engaños y enredos del Ciempiés y después se aseguran, de la forma más expeditiva posible, que esos secretos permanezcan sólo en posesión de los Khan. Se dice que los Khan vinieron para combatir a los demonios, algo que muchos de ellos se toman al pie de la letra. Los vampiros, los Asura y los fomori conocen pocos enemigos más temibles que un tigre.
Los Khan aprendieron sabia magia e incluso artes marciales en las elevadas montañas del Tíbet, Siberia y China; muchos de los tigres de las montañas pueden conversar con profundidad sobre filosofía taoísta y budista. Para los cambiaformas que sean tan apasionados como los Khan, el concepto de alcanzar la armonía mediante la inactividad les resulta muy atractiva, aunque para ellos funciona mejor en la teoría que en la práctica.
La tecnología es un milagro que los Khan se esfuerzan por comprender y de hecho, algunos se convierten en muy buenos programadores o en operadores de electrónica avanzada. Sin embargo, actualmente la mayoría de los hombres tigre prefieren llevar una existencia mas bien arcaica y se decantan por vestimentas, armas y una actitud más tradicionales y de épocas más idealizadas.
Sin embargo, los hijos y las hijas de Tigre se encuentran en una época oscura: no hace mucho gobernaban entre la nobleza humana; ahora sólo quedan unos pocos dispersos por las junglas, devastados por sus guerras internas que casi los llevaron a la extinción, pero también se han ganado demasiados enemigos que no deberían serlo. Su poder divino y su profunda sabiduría son respetados, especialmente en las Cortes de la Bestia, su principal refugio, pero los Hengeyokai temen que con la llegada de la Sexta Edad también llegará la muerte del último de los hombres tigre.
Los Khan están orgullosos de quiénes son y qué son. Aunque sus nobles linajes se hayan reducido, siguen siendo criaturas majestuosas. Estudian las artes del combate cuerpo a cuerpo y aprenden la sabiduría de los más sabios. Un Khan sólo será realmente un Khan si dedica cada segundo de sus horas de vigilia a buscar la perfección; no existe nada más que sea apropiado para estos emperadores entre las bestias.
A los Khan les encanta la compañía; a pesar de que ninguno puede soportar la presencia de otro miembro de su especie durante un tiempo prolongado, a veces les agrada sentirse acompañados. Además, ¿quién rechazaría la amistad de un tigre?
HISTORIA
En el pasado la tribu del tigre deambulaba por las cortes de los emperadores y las cuevas de los eremitas. Recorrieron las sendas de las montañas con los monjes budistas y junto a jóvenes campesinas y persiguieron a los fantasmas de las ruinas de los templos. La mayoría decidió quedarse en la poderosa forma felina, aunque hablaban la lengua de los sabios. El poder de los elementos ardía en sus zarpas y lo utilizaron para luchar contra los Reyes Yama y sus esbirros, especialmente Ravana en la India. Las batallas de la Segunda Edad diezmaron sus filas, pero eso no les impidió imponer el Impergium con gran entrega.
Cuando estalló la Guerra de la Rabia, los Khan consiguieron mantener a raya a los hombres lobo. En la India asumieron el liderazgo de las demás tribus Bastet: Bagheera, Simba y Swara, y gracias a esta unión consiguieron sobrevivir, al mismo tiempo que alcanzaban acuerdos con los reyes de los Garou, los Colmillos Plateados. Aunque los Khan se convirtieron en los Reyes Brillantes, la lealtad de los demás Bastet era nominal en tiempos de paz, y sólo las guerras podían sacarlos de aislamiento para que apoyaran el gobierno de los hombres tigre. Por su parte, los Khan estaban satisfechos con gobernar sus territorios y en dejar en paz a los demás felinos, sin inmiscuirse en sus problemas.
Con el tiempo las ciudades crecieron y en todas ellas se escondían secretos demasiado jugosos como para ignorarlos. El tiempo les mostró las maravillas que la humanidad podía ofrecer y los Khan dejaron la selva, se adentraron en las ciudades y quedaron atrapados por su propia curiosidad. Las glorias de la India, China, el Tíbet y Corea sacaron a los tigres de sus escondrijos y les asombraron. Los Reyes Brillantes no tardaron en ponerse a estudiar filosofía, en aprender wu shu, en proteger a los magos y en arrodillarse ante los monjes.
No todos estaban de acuerdo. Una facción se opuso a la expansión de las ciudades y estalló la guerra fratricida y dos grandes líderes, Maru y Dikleh se enfrentaron. Aquella guerra diezmó todavía más las filas de los Khan, hasta que finalmente alcanzaron la paz. Los tigres del oeste abrazaron la civilización, mientras que los tigres del este se unieron a las Cortes de la Bestia y siguieron su propio camino, al margen de la jerarquía que estaban construyendo sus hermanos.
Con la llegada de nuevos hombres lobo a la India y de las civilizaciones de occidente, los Khan fortalecieron su jerarquía con el apoyo de otros Bastet, y a mediados del siglo X uno de ellos consiguió suficientes apoyos como para convertirse en Maharajá (“Gran Rey”). Aunque el poder de este poderoso Khan ascendió y decreció con el paso de los siglos, se convirtió en la principal autoridad entre los Bastet y otros cambiaformas de la India.
Por supuesto, no todos los Khan atendían la palabra del Maharajá, especialmente a medida que se inmiscuía demasiado en la política humana, pero los descontentos a menudo se limitaban a buscar la libertad uniéndose a las Cortes de la Bestia. Las guerras sucesorias por la posición de Maharajá con frecuencia diezmaban las filas de los hombres tigre.
En el siglo XIII el poder del Maharajá (o sultán, como era llamado por los cambiaformas occidentales) fue desafiado. Acompañando a las hordas de los invasores mongoles llegó una facción de Khan procedente de las estepas de Mongolia y Siberia. En lo que fue conocida como la guerra de Tág los tigres mongoles e indios solucionaron sus diferencias con garra y colmillo, y en sus batallas no sólo arrastraron a los Khan, sino también a otros Bastet y cambiaformas. Durante varias décadas los Khan fueron una tribu rota.
Sin embargo, de sus cenizas el dominio del Maharajá renació y se extendió, hasta reconstruir su pasada gloria, refrescando su estancamiento con la llegada de nuevos invasores que llevaron a la India a una nueva edad de oro. Los Maharajás tigres se rodearon de un riguroso protocolo para solucionar las disputas y acallar los descontentos que despertaba su autoridad. Durante un tiempo prosperaron, y los Reyes Brillantes elevaron su gloria en el Reino Medio.
Aunque los occidentales habían llegado como gotas de lluvia a lo largo de los siglos, desde el siglo XVI su presencia se incrementó hasta convertirse en un temporal. Cuando los británicos comenzaron a extender su poder en la India, los Khan los observaron con curiosidad e hicieron lo mismo que habían hecho en los siglos previos, mezclando su sangre con los más fuertes.
De la sangre de los Khan y los británicos nació en el siglo XIX Lord Clouster, un Khan inglés que no sólo había heredado la gloria de los hombres tigre, sino todo la arrogancia de los británicos, que se consideraban con la “misión sagrada” de llevar su civilización a todos los lugares del mundo. Compensaba su juventud e inexperiencia con una gran astucia y numerosos recursos y contactos entre las autoridades británicas.
Pero Lord Clouster era un hombre cruel, y utilizó sus contactos humanos para abrirse paso con sangre entre los Khan, ignorando cualquier concesión al protocolo o al honor. Para deshacerse de sus adversarios era capaz de organizar cacerías de tigres o arrojar a un siddhu por la boca de un cañón. Y con el tiempo demostró que no sólo la ambición guiaba sus objetivos, sino que su corazón era un nido de cobras; empujó a su propio kuasha bajo las ruedas de un tren, hizo que su esposa se arrojara a un fuego suttee fingiendo estar muerto y después acabó con sus hijos al descubrir que no tenían el Roce Cambiante.
Con el tiempo Lord Clouster consiguió crear una poderosa facción entre los Khan que apoyaban el dominio británico, pero también reclutó mercenarios entre otros cambiaformas. Cuando se sintió lo bastante fuerte declaró la guerra al Maharajá Jampal. En las batallas que siguieron murieron treinta hombres tigre e incontables miembros de la Parentela, pero finalmente Clouster fue derrotado y ejecutado mediante un doloroso suplicio con agujas de plata.
Cuando terminó la Purga de Clouster, las tensiones entre Khan indios y británicos se habían intensificado como para asustar a la tribu y durante las décadas siguientes la enemistad entre ambas facciones se intensificó. Ambas negaban la autoridad de sus rivales, prefiriendo jugar mediante la influencia en la sociedad humana, y durante un tiempo pareció que los británicos llevaban la ventaja. Sin embargo, a medida que aumentaba la presión de la sociedad india por alcanzar la independencia, los Khan ingleses comenzaron a preocuparse, temiendo que su poder se les escapara de las manos y quedaran a merced de los Khan indios.
Ajenos a estas rivalidades, los Khan de las Cortes de la Bestia continuaban dedicándose a luchar contra los esbirros del Ciempiés y a proteger a la Madre Esmeralda, aislándose en el proceso de sus compañeros occidentales. Aunque nominalmente se mostraban neutrales, la mayoría decantaban sus simpatías hacia el Maharajá de la India.
Cuando la India se independizó en 1947 estalló el último episodio de la larga enemistad entre Khan indios e ingleses: la guerra de Nagda-Rackbur. Aprovechando la escisión entre la India y Pakistán, Lord Rackbur, un Khan inglés, se proclamó Maharajá, declarando depuesto al Maharajá Amir Nagda, un Khan indio musulmán, que recién había llegado al poder. En los años siguientes el Maharajá Amir Nagda y Lord Rackbur lucharon en todos los frentes. Ambos utilizaron asesinos para acabar con su rival y sus partidarios. También contaban con oscuros aliados entre sus filas (vampiros, dakat y bhuta, mercenarios humanos e individuos aún peores) y no dudaron en emplear la magia negra y espíritus malignos para destruir a sus rivales. Impulsado por la inercia de la Rabia el Maharajá Nagda traicionó a su tribu y se aprovechó de un secreto de los hombres tigre: el Sueño del Sol. Durante un eclipse sus asesinos desenvainaron sus armas y se dispersaron por toda Asia, matando a un centenar de Khan y a muchos miembros de la Parentela. Sin embargo, semejante acto provocó la ira de los Bagheera, los hombres pantera, que unieron sus fuerzas contra él. Fue una sangrienta batalla en plena estación del monzón, pero Nagda y sus lacayos perecieron en ella.
Cuando terminó la guerra, a finales de la década de 1950, el reino de los Maharajás había sido disuelto tras más de mil años de historia, y en la India, que en el pasado había sido la principal fortaleza de la tribu, quedaban menos de veinte Khan, que se dispersaron por todo el mundo para sobrevivir, quedando sólo un puñado. De esta forma en Asia los Khan de las Cortes de la Bestia se convirtieron en mayoría, aunque ni siquiera ellos llegaban al centenar.
HISTORIA RECIENTE
Los Khan se encuentran en momentos difíciles en los últimos años. La guerra Nagda-Rackbur ha devastado a la tribu, y a pesar de los mejores esfuerzos de los tigres, no han sido capaces de recuperar su población desde entonces. Esto se debe en parte a las grandes pérdidas sufridas por sus Parientes felinos, debido tanto al furtivismo como a la creciente y severa destrucción de su hábitat, que los han erradicado de muchos lugares y en otros los han situado al borde de la extinción. Sin embargo, el verdadero problema es mucho más profundo que eso. Parece obvio para los observadores ajenos que los Khan son un pueblo agonizante, cuyo tiempo en el mundo ha pasado. Los hombres tigre no quieren admitirlo –de hecho ni siquiera lo mencionan- pero en sus corazones saben que es verdad. Algunos luchan contra el destino, pero otros han asumido una visión más filosófica del problema –si están destinados a desaparecer del mundo, que así sea. Pero no se irán tranquilamente, y no lo harán solos. Morirán con sus garras clavadas en la garganta de Asura y que Gaia ayude a cualquiera que se interponga en su camino.
No todos los Khan están dispuestos a dejar que su tribu desaparezca del mundo. Uno en particular, conocido como Rugido-del-Cielo, ha emprendido una peligrosa Búsqueda Umbral con la esperanza de encontrar una forma de salvar a su Parentela. Aunque Rugido-del-Cielo es un Khan, y por lo tanto propenso a trabajar solo siempre que es posible, lo que se juega es tan importante que estaría dispuesto a colaborar con otros si le demuestran que pueden ayudarle de alguna forma tangible.
LA MALDICIÓN DEL SUEÑO DEL SOL
Entre los secretos que ocultan los Khan se encuentra una antigua maldición que afecta a toda la tribu. No está muy claro cuál es su origen, aunque varios la remontan a la época del primer Maharajá, un poderoso hombre tigre cuyo nombre se ha olvidado, pero cuya trágica historia se cuenta en la caliah “El rey que olvidó.”
Hay quienes dicen que para poder convertirse en los Reyes Brillantes este primer Maharajá realizó un pacto con el Sol. Pero a cambio de poder ser coronado como rey entre las bestias, su tribu quedaría ligada al astro rey: cuando el sol duerma los tigres también deberán dormir. Esto no quiere decir que los tigres caigan irremediablemente dormidos cuando el sol se pone, pero cuando se producen eclipses de sol los Khan no pueden resistirse al sueño. Duermen durante un día entero desde que comienza el eclipse y después despiertan hambrientos, lo que puede llevarlos a un frenesí sanguinario, por lo que suelen tomar precauciones antes de entregarse al sueño. Como demostró la guerra Nagda-Rackbur, estas precauciones no fueron suficientes, y el Maharajá Nagda aprovechó el Sueño sin Sol para diezmar a sus enemigos entre la tribu.
Según cuenta “El rey que olvidó”, el Primer Maharajá terminó arrepintiéndose de lo que había hecho, pero también se dice que todavía se encuentra en algún lugar, custodiando el secreto que salvará a su pueblo en su momento más oscuro.
Por otra parte, la maldición del Sueño sin Sol no termina ahí. Hay quienes dicen que la Luna (o Durga, como es conocida por los Khan indios) no vio con buenos ojos el pacto del Primer Maharajá, y como había elegido reinar entre los hombres, lo maldijo con hambre por la carne de los niños. Cuando la sangre de un niño se derrama en su presencia, los Khan deben resistirse para evitar devorarlos. Algunos no obstante, ceden a sus oscuros instintos, lo que quizás haya contribuido a fomentar la reputación de los tigres como devoradores de carne humana.
ESTEREOTIPOS
Jason Caminante-de-la-Sombra de los Khan aprovecha la oportunidad para decir:
Bastet: En el fondo ningún rey es tan poderoso, ningún sacerdote tan sagrado y ninguna virgen tan pura como para que su sangre no se congele ante el rostro de los felinos. Somos los que luchan contra los dragones, los hijos del amanecer, el crepúsculo y la noche. Miradnos y temblad. Ante nosotros no valéis nada.
Bagheera:Nadie es tan sabio, inteligente y honrado como nuestros primos fingen ser. Debe haber algún truco y me gustaría saber cuál es.
Simba: Unas garras y una corona sangrientas son vuestro legado, falsos reyes. Si os afeitarais la melena podríais ver la verdad. Los felinos no aceptan reyes y mucho menos a vosotros.
Swara: Veloces como el viento y el doble de difíciles de matar.
Colmillos Plateados: Reclamáis el derecho a gobernar, pero demasiados de vosotros no conseguís cumplir las expectativas de vuestras grandilocuentes promesas.
Contemplaestrellas: Sabios a su manera, pero han sacrificado el Lobo y perdido de vista a la Madre Esmeralda para conseguir su sabiduría. Ahora el Adversario parece haberles hecho recapacitar; quizás no sea demasiado tarde para ellos.
Hakken: ¿Cómo puede ser que los cachorros del Lobo se hayan alejado tanto de la llama de la unidad? Su confianza en las tradiciones de los monos ha enrarecido su sangre; no queda nada del Lobo en ellos.
Kitsune: Fingen humildad delante de ti, después intentan realizar tus tareas cuando te das la vuelta. No es ningún secreto que tienen ambición; la cuestión es saber hasta dónde son capaces de llegar para saciarla.
Kumo: Su aliento es tan fétido que resulta difícil discutir con ellos.
Nagah: He oído que puede que no estén muertas, ¿pero sabes qué? Eso no es un secreto. Un secreto de verdad sería encontrar a una y salir vivo.
Nezumi: Estas ratas comunes se dispersan como sus parientes cuando nos acercamos. Sin embargo, la Rata siempre ha sido más sabia cuando ha intentado seguir con su camino; por eso deberíamos tener cuidado con la inteligencia de sus hijos.
Same-Bito: Su nobleza es brusca y no se adapta bien a su cuerpo. Sin embargo, con la Sexta Edad en los talones, los soldados tiburón no tendrán la necesidad de ser atractivos en las noches venideras.
Tengu: No conocéis el verdadero valor de un secreto, y no paráis de abrir el pico. Por eso escucho a los pájaros en lugar de hablar con ellos.
Zhong Lung: Hace tiempo aprendieron que la senda del guerrero no es la suya; sin embargo, valoramos que su fuerza esté de nuestro lado. ¡Hermano Dragón, ven y afila tus garras en los huesos de nuestros enemigos!
Pueblos del Crepúsculo: El sentido de la responsabilidad de los cambiaformas del oeste es disperso y sólo está a medio formar. Por desgracia nuestros primos los felinos del oeste no son la excepción. ¿Cómo puede alguien confiar en estos niños a los que les encanta reñir?
Cita:Dispárame. Acuchíllame. Acéchame. Caza a mi especie por su carne y ódiame por mis garras. Todavía sigo siendo un Khan, el señor de los tigres, y todavía puedo hundir mis garras en tu cráneo ensangrentado y estremecer a los cielos con mis rugidos.
ORGANIZACIÓN
En tiempos antiguos, los Khan gobernaban como los reyes de los hombres, y el Khan más anciano gobernaba a los más jóvenes, así como a su Parentela humana y tigre. Normalmente este monarca era un Bon Bhat de Rango Seis con un cuadro de consejeros (Khan y Parientes) y un pequeño ejército de espíritus, tigres y humanos para reforzar su voluntad. A lo largo de los siglos los monarcas Khan incorporaron a su Parentela a las sucesivas oleadas de invasores, con mejor o peor fortuna, pero este sistema de más de mil años, con sus períodos de esplendor y decadencia, comenzó a tambalearse de forma inevitable en el siglo XIX con la ocupación británica de la India. Los Khan nacidos entre los ingleses se enfrentaron a los indios y el reino terminó desmoronándose con la guerra Nagda-Rackbur, cuando el último Maharajá traicionó a su pueblo y casi aniquiló a los Khan.
Actualmente los Khan carecen de organización, recluyéndose en sus territorios y protegiendo a su Parentela lo mejor que pueden. Los Bagheera los ayudan en este objetivo, aunque nunca abiertamente; los Khan no querrían ni oír hablar de ello si los esfuerzos de los Bagheera fueran demasiado obvios. Pero los lazos entre ambas tribus son fuertes, y no es probable que esta situación cambie en un futuro próximo. En teoría el Maharajá Khan gobernaba a los Tigres del Crepúsculo y a los Tigres de las Cortes de la Bestia, que se reunían cordialmente para compartir conocimientos. Sin embargo, tras la traición y caída del último Maharajá, los Tigres del Reino Medio dieron la espalda al resto de la tribu y desde entonces viven aislados con sus tradiciones en la seguridad de sus Cortes. Estos Tigres del Amanecer se muestran ariscos con los Bastet de otras tribus y prefieren la compañía de otros cambiaformas Hengeyokai antes que aliarse con otros hombres felino.
Los Khan suelen ser solitarios y jamás viajan en compañía de otros de su raza. La única ocasión en la que dos hombres tigre pasan mucho tiempo juntos es cuando uno de ellos es un cachorro que recibe la instrucción de otro más veterano. Cuando sólo quedan unos cien de los tuyos en todo el mundo (incluyendo a los Tigres del Amanecer y del Crepúsculo) resulta estúpido agruparse, pues un grupo afortunado de enemigos podría destruir gran parte de la tribu de un solo golpe.
En las Cortes de la Bestia, los Khan suelen ocupar la posición de protectores o generales, utilizando toda su información para crear estrategias novedosas que podrían calentar el corazón de Sun Tzu. Son criaturas de Guerra Elevada, vigor intenso y gran virtud, pero no les importa atacar a sus enemigos aprovechando sus puntos débiles. Para ser honestos, quedan demasiado pocos para aferrarse tozudamente a la amabilidad con el adversario, y cada nuevo tigre que muere por las trampas o las balas de los cazadores furtivos provoca que su Rabia aumente…
RASGOS
La mayoría de los Khan suelen ser enormes, con unos hombros muy anchos y fornidos en cualquiera de sus formas, alcanzando hasta 150 kg en forma humana y 400 kg en forma felina. Aunque los machos de todas las razas son sensiblemente más grandes que las hembras, ambos sexos pueden resultar impresionantes. Cuando asumen la forma Chatro hacen que los tigres normales parezcan enanos, y sólo son comparables en tamaño con los mayores Gurahl o Mokolé. En todas sus formas los Khan exudan una sensación de gracia y majestad con la que los demás Bastet sólo pueden soñar; incluso los Simba no pueden compararse a ellos, y si las dos tribus interactuaran frecuentemente, el orgullo provocaría conflictos que terminarían aniquilándolas a ambas.
A pesar de que por lo general los Khan tienen un genio muy arisco y violento, algunos disfrutan con todo tipo de compañía (y son lo bastante poderosos como para que reciban el debido respeto). A lo largo de los siglos se han reproducido con pueblos a los que han respetado por su valentía y ferocidad, incorporando a los sucesivos invasores de la India, y especialmente a los británicos en el siglo XIX.
Actualmente, la mayoría de los Khan son británicos, chinos e indios. Por lo que se refiere a los tigres, históricamente se han apareado con todo tipo de subespecies, aunque los tigres indios o de Bengala son los más comunes.
RAZAS
En el pasado las rivalidades entre Khan de distintas etnias fueron en gran parte responsables de las guerras intestinas de la tribu, y las últimas generaciones se muestran más flexibles en su selección de compañeros.
Homínidos: Los Khan Homínidos son los más numerosos, pero suelen ser muy selectivos a la hora de reproducirse. Consideran que su sangre es sagrada y que no debe compartirse con cualquiera. Antiguamente sólo se apareaban con las castas superiores de la India, y los caballeros y nobles más selectos de China, Corea y otros países, pero esa actitud desapareció con la caída de la aristocracia en varios de los países asiáticos durante el siglo XX, y sobre todo con la corrupción y caída del sultanato Khan tras la independencia de la India.
Ahora los Khan muestran una actitud más flexible, y al mismo tiempo resulta muy difícil seleccionar lo mejor y más digno entre millones de almas humanas, especialmente si se tiene en cuenta que el deber es lo primero.
Gnosis inicial: 2
Dones iniciales: Garras como Cuchillas, la Dulce Sonrisa del Cazador (Como el Don de Homínido: Persuasión)
Metis: Debido a la dificultad de encontrar compañeros “dignos,” algunos Khan buscan consuelo y pareja entre ellos mismos, lo que en ocasiones provoca como resultado el nacimiento de Metis. Estos hombres tigre, deformados por la ardiente pureza de su linaje, permanecen apartados de la sociedad humana, creciendo bajo la protección de sus padres o bajo la tutela de las Cortes de la Bestia, donde aprenden rápidamente la responsabilidad de su tribu. Para un Metis de los Khan, no existe más vida que la de su deber, aunque algunos al crecer al margen de la sociedad, se vuelven especialmente crueles y huraños.
Gnosis inicial: 4
Dones iniciales: Crear Elemento, Sentir Naturaleza Primaria (Como el Don de Metis: Sentir al Wyrm pero detecta una fuerte afinidad hacia el Kaos, la Tejedora o el Wyrm)
Felinos: Las diversas subespecies de tigre han experimentado una profunda debacle hasta el punto de que algunas se han extinguido, y su disminución continúa rápidamente. La caída del sultanato Khan a mediados del siglo XX también acabó con la protección que recibían muchos tigres de la Parentela, pero desde entonces varios Khan han iniciado programas de reproducción para preservar su linaje felino. Actualmente la mayoría de los cachorros Felinos nacen y crecen en cautividad, y suelen estar preparados para sobrevivir durante su vida adulta…aunque no siempre para la rigurosa existencia de un Khan.
Gnosis inicial: 6
Dones iniciales: Brincar (Como el Don: Salto del Canguro), Sentidos incrementados
Rabia inicial: 5
Fuerza de Voluntad inicial: 2
Dones de Tribu: Favor del Rinoceronte, Garras como Cuchillas, Machacar al Ciempiés, Piel de Jade, Pies de Gato, Sentir la Verdad
Recopilado del Libro de Raza Cambiante: Bastet, de Hengeyokai y la Guía de las Razas Cambiantes y ampliado por Magus
CALIAH
LA TORRE DE LA LUNA
La luna, Ojo Brillante de la Noche, se alzó para mirar por encima del mundo. Su mirada se detuvo sobre los hombres de las ciudades y los tigres de la selva, cuyas glorias contempló. Pues los hombres levantaron torres tan enormes que si subían a lo más alto y estiraban la mano, podían pellizcarle la mejilla a la luna y los tigres reinaron en la jungla de forma tal que todo al alcance de su vista descansaba en la armonía.
Entonces apareció Asura, que surgió del hervor de las profundidades de la tierra y tomó la forma de una Gran Serpiente que se enroscaba entre las estrellas y las devoraba. Se agazapó bajo el cielo de la noche y observó la luna, más luminosa que cualquier estrella. Se fijó en su belleza, que le causó un inmenso dolor. Deseó devorarla, para que ya no pudiera castigarle más.
Así la serpiente se alzó en los cielos cada noche. Al anochecer se acercaba a la luna, que miró detrás de sí y vio las fauces de la oscuridad. Cuando Asura, que era la serpiente, se aproximó más a la luna, su oscuridad invadió la Tierra. Los hombres de las ciudades miraron desde las torres para ver la gloria de la luna, pero en vez de eso comenzaron a adorar al nuevo señor de los cielos nocturnos. Algunos humanos se aferraron a la rectitud, pero Asura escupió veneno sobre ellos y murieron tras contraer la peste. De este modo los hombres de las ciudades abandonaron a la luna y comenzaron a alabar las penumbras.
Los tigres, cuando supieron esto, no trataron de castigar a las personas malditas de las ciudades, ni ofrecieron ayuda a los bienhechores a los que Asura había condenado. En vez de eso le dieron la espalda a la sociedad humana y se dirigieron indignados hacia las profundidades de la jungla. Los hombres caminaron por las afueras de de las junglas que colindaban con sus ciudades y como no vieron tigres por allí dijeron:
-Asura ha hecho esto; Asura nos ha librado del miedo y de aquéllos que nos acechaban.
Así comenzaron a construir la más alta de las torres, con la que demostrarían su devoción por Asura y a la que se subirían para atrapar la luna en una red con el fin de que Asura la devorase.
Entonces Durga, con su aspecto de Seline que era la luna, vio las traiciones de quienes había cuidado. Vio cómo los hombres se abandonaban a la maldad y los tigres eludían sus deberes y, durante todo el tiempo sintió el aliento glacial de la serpiente Asura. Y como ni hombres ni tigres le habían guardado lealtad, extendió su mano para coger a uno de cada y arrebatarles aquellas partes que aún podía poner a su servicio. En sus manos mezcló al tigre y al humano, una mezcla a la que añadió arena, agua y luz de luna, para que la naturaleza de tigre y la naturaleza de hombre de Khan pudieran ser puestas en la tierra, derretidas con tanta facilidad como el agua y brillar con la luz de la luna. Así fue creado el primero de los Khan.
Colocó al Khan en la gran ciudad del hombre, al pie de la torre que estaban construyendo para Asura. Khan (pues no conocía otro nombre) escaló la torre, pues la luz de luna de su interior así se lo decía. Ya en lo más alto se levantó y contempló las fauces de la serpiente que estaba a punto de devorar a su madre. Entonces agarró la red con la que los hombres pensaban atrapar a la luna y la arrojó sobre el reptil. Cuando Asura quedó inmovilizada, Khan se estiró, y de un zarpazo partió a la bestia en dos.
Lo que ocurrió es que Asura, como serpiente que era, se dividió en dos demonios, los cuales acorralaron a Khan. Pero éste no se preocupó en absoluto; los golpeó de nuevo y se convirtieron en cuatro. Los atacó otra vez y se transformaron en ocho, que huyeron de él y buscaron refugio en el mundo.
Seline, la que era Durga, habló a Khan. Le agradeció que la salvara pero le reprendió por liberar los demonios en el mundo. Por eso le encargó que montase guardia contra las maldades que la prole de Asura pudiera originar y le aconsejó que controlase su propia fuerza a fin de que no crease más enemigos. Lo que es más importante, le recomendó que tuviera cuidado de su propia naturaleza por miedo a que su tigre y su hombre perdieran el equilibrio e intentaran asesinarse el uno al otro.
Entonces la torre se desmoronó y Khan se apresuró a marcharse a la jungla para buscar a su raza de tigres. Les transmitió las enseñanzas de Seline y tomó una compañera. Así fue cómo nacieron los Khan, así fue cómo se les encomendó su misión y así fue cómo salvaron a la luna de su destrucción.
EL REY QUE OLVIDÓ
Una vez existió un gran rey, un rajá entre los hombres, que tenía la corte más espléndida que se haya visto jamás. Era muy querido y su pueblo le aclamaba como si fuera un poderoso héroe, pues circulaban rumores de que había matado a muchos rakshasa antes de subir al trono. Por las noches celebraba banquetes con manjares que hubieran complacido a los dioses y cazaba a las bestias de la jungla con el mismo vigor que los tigres.
Un día los soldados del rey consiguieron capturar una tigresa grande y salvaje, que llevaba años devorando a los súbditos del rey. Con orgullo llevaron a la bestia atada con cadenas ante el rey. En un principio, el rey se sintió complacido al ver este tributo, pero después vio que las lágrimas asomaban en los ojos de la tigresa.
-¿Qué es esto? –dijo frunciendo el ceño- ¿Una bestia tan terriblemente salvaje que ha matado a más de cien hombres muestra cobardía? ¿Lloras por temor a tu vida? Esperaba otra cosa de la poderosa tigresa.
La tigresa le miró compungida con sus ojos de jade, y ante la sorpresa de toda la corte, habló:
-Lloro por ti, oh, mi rey, porque una vez gobernaste a todos los tigres de la jungla y ahora te has olvidado de ti mismo; eso provocará la muerte de tu propia especie.
Los visires se quedaron boquiabiertos. La reina se desmayó y el hijo del rey se adelantó sin levantar la lanza. La tigresa continuó hablando:
-¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas haber matado a los rakshasa de dientes de jade con tus garras? ¿No recuerdas cómo observabas a los humanos y la curiosidad que sentías? ¿No recuerdas haber caminado como los hombres por la jungla, llevando pieles de ciervo blanco, una calavera de los rakshasa y collares de jade, y haber sido proclamado héroe? ¿Has olvidado el amor de tus compañeros y de tus cachorros? –le cayó una lágrima y continuó hablando-. Tus cachorros están muertos, mi rey…fueron asesinados para convertirse en los manjares que llenan tu mesa. Y mucho me temo que tus compañeros seremos los siguientes.
En ese momento el hijo del rey se adelantó, profiriendo un grito, y clavó su lanza en el corazón de la tigresa. Ella se tendió y murió sin emitir un solo sonido de dolor. El rey se puso en pie, y de repente, su cabeza era como la de un tigre, y su cuerpo estaba lleno del poder de los Reyes Brillantes. Con un gemido de rabia, amargura y reminiscencia se abalanzó sobre su propio hijo y le abrió la cabeza con las garras.
Cogió la lanza de un guardia y empaló a tres hombres con ella. Después salió rugiendo de la sala y corrió a toda velocidad por el palacio, asesinando a todos los humanos que encontraba. Finalmente saltó la muralla y desapareció en la jungla, donde se tendió y lloró.
Los días y las noches pasaban y el rey tigre seguía llorando. Finalmente, oyó una voz que le decía:
-Poderoso entre todos los Khan, las lágrimas no sirven de nada. Aunque llenaras con ellas un segundo Río Amarillo, el Cielo no cambiaría su curso.”
El rey levantó la cabeza y vio ante él al General Tigre, el maestro de armas de los Ministros del Cielo. El General cruzó los brazos y movió la cabeza.
-Había esperado que no hicieras esto, pero supongo que no se puede evitar sentir curiosidad. Ahora que un tigre ha preferido a la humanidad en vez de a su propia especie, la humanidad matará a todos los tigres. Sólo es una cuestión de tiempo.
-¿No hay nada que pueda hacer para arreglarlo? –lloró el rey- ¿No puedo desmenuzar y quemar mi propia carne hasta que el Cielo se aplaque? ¿No puedo descender al Infierno y llevar el sufrimiento de mi pueblo en mi propia cabeza?
El General Tigre suspiró:
-La maldición ha comenzado y no puede retroceder. Pero como yo tampoco deseo ver perecer a los tigres, haremos lo siguiente: te sellaré en una piedra preciosa y te esconderé en algún lugar; si alguno de los tuyos te encuentra en los años venideros te podrá despertar para que los salves. Pero si empiezan a luchar entre ellos jamás te encontrarán.
-No me importa –dijo el rey-. Haré cualquier cosa para salvar a mi querido pueblo, y si no puedo utilizar ahora mis poderes para salvarlo, lo haré en el futuro.
Y por eso los Khan continúan buscando al mayor de sus guerreros, para que les pueda enseñar sus poderosos dones y les conduzca a la victoria. Pero aunque el General Tigre lo escondió a medias, los tigres han terminado luchando entre ellos, así que puede que jamás encuentren sus poderes.
DESCRIPCIÓN
“Soy luz y oscuridad, el rey del sol y el cazador de las sombras. Mis garras sostienen la tierra, mi lengua saborea el cielo. Soy fuerte y robusto, compasivo y bondadoso. Soy tigre y mi palabra es pura.” Con este juramento un Tekhmet se incorpora a las filas de los Reyes Brillantes, los Khan, una orgullosa raza cuyo pedigrí se remonta al principio de los tiempos.
Poder desatado. Eso es lo que define a los Khan. No son sutiles, ni diplomáticos, ni pacientes, y son famosos –o infames- por sus temperamentos explosivos. Pero su fuerza es la de las montañas, y su furia no conoce límites. Debido a esto, están acostumbrados a ser adorados como dioses. Los Khan son los más fuertes de los Bastet, y lo saben. Pero también saben algo más: que ellos son sus campeones. Los Khan pueden ser cabrones insufribles, llenos de arrogancia y Rabia, pero no hay nadie mejor para tener a tu lado cuando el mundo se desmorona a tu alrededor. Son firmes, de confianza, ingeniosos y resistentes y sus fallos se deben a que confían demasiado en ellos mismos. Siempre hablan claro y actúan pensando en combatir, sin ser grandes estrategas. Todo lo que un Khan hace, lo hace a toda velocidad (luchar, amar, cazar, estudiar o hasta observar). Ponen toda su ilusión y energía en aquello que emprenden y su cuerpo, adopte la forma que adopte, rebosa vitalidad.
Los Simba se pueden considerar la Nobleza de los Bastet, pero los hombres tigre son más merecedores del título, evocando el respeto que los leones exigen. Desde las nevadas montañas de Asia hasta las pobladas ciudades de la India, los hombres tigre han dado caza a los descendientes de Asura y defienden sus menguantes filas.
Los Khan no aspiran simplemente al papel de campeones de Gaia –también son Sus protectores. Mientras que los Garou se aventuran lejos para combatir al temible Asura, los Khan se aseguran de que siempre quedará algo que merezca la pena salvar. Independientemente de que sus enemigos sean creaciones del Wyrm o simplemente Perdiciones, y si sus protegidos son sus Parientes felinos o las masas de la humanidad, importa poco; los Khan sólo viven para proteger, custodiar y fortificar.
De todas las tribus felinas de los Bastet, sólo los Khan mantienen una presencia considerable en las Cortes de la Bestia del Lejano Oriente. Los hombres felino son demasiado gregarios o solitarios como para adaptarse bien a la vida compartida de las cortes, y hasta los Bagheera evitan a los hengeyokai para guardarse sus secretos. Sin embargo, los hombres tigre siempre han sabido que la Madre Esmeralda les dio un deber sagrado, y la mayoría preferirían cortarse una pata que eludir sus responsabilidades. Siempre leales con la Madre, los Khan matan despiadadamente a los humanos que traspasan sus límites y destruyen sin piedad a cualquier criatura del Ciempiés Destructor que se cruza en su camino.
Los Khan consideran que tienen un deber doble con la Madre Esmeralda: son los responsables de luchar en su nombre y de recopilar los secretos del Adversario. Los Khan se mueven con sumo cuidado, extraen los conocimientos ocultos entre los engaños y enredos del Ciempiés y después se aseguran, de la forma más expeditiva posible, que esos secretos permanezcan sólo en posesión de los Khan. Se dice que los Khan vinieron para combatir a los demonios, algo que muchos de ellos se toman al pie de la letra. Los vampiros, los Asura y los fomori conocen pocos enemigos más temibles que un tigre.
Los Khan aprendieron sabia magia e incluso artes marciales en las elevadas montañas del Tíbet, Siberia y China; muchos de los tigres de las montañas pueden conversar con profundidad sobre filosofía taoísta y budista. Para los cambiaformas que sean tan apasionados como los Khan, el concepto de alcanzar la armonía mediante la inactividad les resulta muy atractiva, aunque para ellos funciona mejor en la teoría que en la práctica.
La tecnología es un milagro que los Khan se esfuerzan por comprender y de hecho, algunos se convierten en muy buenos programadores o en operadores de electrónica avanzada. Sin embargo, actualmente la mayoría de los hombres tigre prefieren llevar una existencia mas bien arcaica y se decantan por vestimentas, armas y una actitud más tradicionales y de épocas más idealizadas.
Sin embargo, los hijos y las hijas de Tigre se encuentran en una época oscura: no hace mucho gobernaban entre la nobleza humana; ahora sólo quedan unos pocos dispersos por las junglas, devastados por sus guerras internas que casi los llevaron a la extinción, pero también se han ganado demasiados enemigos que no deberían serlo. Su poder divino y su profunda sabiduría son respetados, especialmente en las Cortes de la Bestia, su principal refugio, pero los Hengeyokai temen que con la llegada de la Sexta Edad también llegará la muerte del último de los hombres tigre.
Los Khan están orgullosos de quiénes son y qué son. Aunque sus nobles linajes se hayan reducido, siguen siendo criaturas majestuosas. Estudian las artes del combate cuerpo a cuerpo y aprenden la sabiduría de los más sabios. Un Khan sólo será realmente un Khan si dedica cada segundo de sus horas de vigilia a buscar la perfección; no existe nada más que sea apropiado para estos emperadores entre las bestias.
A los Khan les encanta la compañía; a pesar de que ninguno puede soportar la presencia de otro miembro de su especie durante un tiempo prolongado, a veces les agrada sentirse acompañados. Además, ¿quién rechazaría la amistad de un tigre?
HISTORIA
En el pasado la tribu del tigre deambulaba por las cortes de los emperadores y las cuevas de los eremitas. Recorrieron las sendas de las montañas con los monjes budistas y junto a jóvenes campesinas y persiguieron a los fantasmas de las ruinas de los templos. La mayoría decidió quedarse en la poderosa forma felina, aunque hablaban la lengua de los sabios. El poder de los elementos ardía en sus zarpas y lo utilizaron para luchar contra los Reyes Yama y sus esbirros, especialmente Ravana en la India. Las batallas de la Segunda Edad diezmaron sus filas, pero eso no les impidió imponer el Impergium con gran entrega.
Cuando estalló la Guerra de la Rabia, los Khan consiguieron mantener a raya a los hombres lobo. En la India asumieron el liderazgo de las demás tribus Bastet: Bagheera, Simba y Swara, y gracias a esta unión consiguieron sobrevivir, al mismo tiempo que alcanzaban acuerdos con los reyes de los Garou, los Colmillos Plateados. Aunque los Khan se convirtieron en los Reyes Brillantes, la lealtad de los demás Bastet era nominal en tiempos de paz, y sólo las guerras podían sacarlos de aislamiento para que apoyaran el gobierno de los hombres tigre. Por su parte, los Khan estaban satisfechos con gobernar sus territorios y en dejar en paz a los demás felinos, sin inmiscuirse en sus problemas.
Con el tiempo las ciudades crecieron y en todas ellas se escondían secretos demasiado jugosos como para ignorarlos. El tiempo les mostró las maravillas que la humanidad podía ofrecer y los Khan dejaron la selva, se adentraron en las ciudades y quedaron atrapados por su propia curiosidad. Las glorias de la India, China, el Tíbet y Corea sacaron a los tigres de sus escondrijos y les asombraron. Los Reyes Brillantes no tardaron en ponerse a estudiar filosofía, en aprender wu shu, en proteger a los magos y en arrodillarse ante los monjes.
No todos estaban de acuerdo. Una facción se opuso a la expansión de las ciudades y estalló la guerra fratricida y dos grandes líderes, Maru y Dikleh se enfrentaron. Aquella guerra diezmó todavía más las filas de los Khan, hasta que finalmente alcanzaron la paz. Los tigres del oeste abrazaron la civilización, mientras que los tigres del este se unieron a las Cortes de la Bestia y siguieron su propio camino, al margen de la jerarquía que estaban construyendo sus hermanos.
Con la llegada de nuevos hombres lobo a la India y de las civilizaciones de occidente, los Khan fortalecieron su jerarquía con el apoyo de otros Bastet, y a mediados del siglo X uno de ellos consiguió suficientes apoyos como para convertirse en Maharajá (“Gran Rey”). Aunque el poder de este poderoso Khan ascendió y decreció con el paso de los siglos, se convirtió en la principal autoridad entre los Bastet y otros cambiaformas de la India.
Por supuesto, no todos los Khan atendían la palabra del Maharajá, especialmente a medida que se inmiscuía demasiado en la política humana, pero los descontentos a menudo se limitaban a buscar la libertad uniéndose a las Cortes de la Bestia. Las guerras sucesorias por la posición de Maharajá con frecuencia diezmaban las filas de los hombres tigre.
En el siglo XIII el poder del Maharajá (o sultán, como era llamado por los cambiaformas occidentales) fue desafiado. Acompañando a las hordas de los invasores mongoles llegó una facción de Khan procedente de las estepas de Mongolia y Siberia. En lo que fue conocida como la guerra de Tág los tigres mongoles e indios solucionaron sus diferencias con garra y colmillo, y en sus batallas no sólo arrastraron a los Khan, sino también a otros Bastet y cambiaformas. Durante varias décadas los Khan fueron una tribu rota.
Sin embargo, de sus cenizas el dominio del Maharajá renació y se extendió, hasta reconstruir su pasada gloria, refrescando su estancamiento con la llegada de nuevos invasores que llevaron a la India a una nueva edad de oro. Los Maharajás tigres se rodearon de un riguroso protocolo para solucionar las disputas y acallar los descontentos que despertaba su autoridad. Durante un tiempo prosperaron, y los Reyes Brillantes elevaron su gloria en el Reino Medio.
Aunque los occidentales habían llegado como gotas de lluvia a lo largo de los siglos, desde el siglo XVI su presencia se incrementó hasta convertirse en un temporal. Cuando los británicos comenzaron a extender su poder en la India, los Khan los observaron con curiosidad e hicieron lo mismo que habían hecho en los siglos previos, mezclando su sangre con los más fuertes.
De la sangre de los Khan y los británicos nació en el siglo XIX Lord Clouster, un Khan inglés que no sólo había heredado la gloria de los hombres tigre, sino todo la arrogancia de los británicos, que se consideraban con la “misión sagrada” de llevar su civilización a todos los lugares del mundo. Compensaba su juventud e inexperiencia con una gran astucia y numerosos recursos y contactos entre las autoridades británicas.
Pero Lord Clouster era un hombre cruel, y utilizó sus contactos humanos para abrirse paso con sangre entre los Khan, ignorando cualquier concesión al protocolo o al honor. Para deshacerse de sus adversarios era capaz de organizar cacerías de tigres o arrojar a un siddhu por la boca de un cañón. Y con el tiempo demostró que no sólo la ambición guiaba sus objetivos, sino que su corazón era un nido de cobras; empujó a su propio kuasha bajo las ruedas de un tren, hizo que su esposa se arrojara a un fuego suttee fingiendo estar muerto y después acabó con sus hijos al descubrir que no tenían el Roce Cambiante.
Con el tiempo Lord Clouster consiguió crear una poderosa facción entre los Khan que apoyaban el dominio británico, pero también reclutó mercenarios entre otros cambiaformas. Cuando se sintió lo bastante fuerte declaró la guerra al Maharajá Jampal. En las batallas que siguieron murieron treinta hombres tigre e incontables miembros de la Parentela, pero finalmente Clouster fue derrotado y ejecutado mediante un doloroso suplicio con agujas de plata.
Cuando terminó la Purga de Clouster, las tensiones entre Khan indios y británicos se habían intensificado como para asustar a la tribu y durante las décadas siguientes la enemistad entre ambas facciones se intensificó. Ambas negaban la autoridad de sus rivales, prefiriendo jugar mediante la influencia en la sociedad humana, y durante un tiempo pareció que los británicos llevaban la ventaja. Sin embargo, a medida que aumentaba la presión de la sociedad india por alcanzar la independencia, los Khan ingleses comenzaron a preocuparse, temiendo que su poder se les escapara de las manos y quedaran a merced de los Khan indios.
Ajenos a estas rivalidades, los Khan de las Cortes de la Bestia continuaban dedicándose a luchar contra los esbirros del Ciempiés y a proteger a la Madre Esmeralda, aislándose en el proceso de sus compañeros occidentales. Aunque nominalmente se mostraban neutrales, la mayoría decantaban sus simpatías hacia el Maharajá de la India.
Cuando la India se independizó en 1947 estalló el último episodio de la larga enemistad entre Khan indios e ingleses: la guerra de Nagda-Rackbur. Aprovechando la escisión entre la India y Pakistán, Lord Rackbur, un Khan inglés, se proclamó Maharajá, declarando depuesto al Maharajá Amir Nagda, un Khan indio musulmán, que recién había llegado al poder. En los años siguientes el Maharajá Amir Nagda y Lord Rackbur lucharon en todos los frentes. Ambos utilizaron asesinos para acabar con su rival y sus partidarios. También contaban con oscuros aliados entre sus filas (vampiros, dakat y bhuta, mercenarios humanos e individuos aún peores) y no dudaron en emplear la magia negra y espíritus malignos para destruir a sus rivales. Impulsado por la inercia de la Rabia el Maharajá Nagda traicionó a su tribu y se aprovechó de un secreto de los hombres tigre: el Sueño del Sol. Durante un eclipse sus asesinos desenvainaron sus armas y se dispersaron por toda Asia, matando a un centenar de Khan y a muchos miembros de la Parentela. Sin embargo, semejante acto provocó la ira de los Bagheera, los hombres pantera, que unieron sus fuerzas contra él. Fue una sangrienta batalla en plena estación del monzón, pero Nagda y sus lacayos perecieron en ella.
Cuando terminó la guerra, a finales de la década de 1950, el reino de los Maharajás había sido disuelto tras más de mil años de historia, y en la India, que en el pasado había sido la principal fortaleza de la tribu, quedaban menos de veinte Khan, que se dispersaron por todo el mundo para sobrevivir, quedando sólo un puñado. De esta forma en Asia los Khan de las Cortes de la Bestia se convirtieron en mayoría, aunque ni siquiera ellos llegaban al centenar.
HISTORIA RECIENTE
Los Khan se encuentran en momentos difíciles en los últimos años. La guerra Nagda-Rackbur ha devastado a la tribu, y a pesar de los mejores esfuerzos de los tigres, no han sido capaces de recuperar su población desde entonces. Esto se debe en parte a las grandes pérdidas sufridas por sus Parientes felinos, debido tanto al furtivismo como a la creciente y severa destrucción de su hábitat, que los han erradicado de muchos lugares y en otros los han situado al borde de la extinción. Sin embargo, el verdadero problema es mucho más profundo que eso. Parece obvio para los observadores ajenos que los Khan son un pueblo agonizante, cuyo tiempo en el mundo ha pasado. Los hombres tigre no quieren admitirlo –de hecho ni siquiera lo mencionan- pero en sus corazones saben que es verdad. Algunos luchan contra el destino, pero otros han asumido una visión más filosófica del problema –si están destinados a desaparecer del mundo, que así sea. Pero no se irán tranquilamente, y no lo harán solos. Morirán con sus garras clavadas en la garganta de Asura y que Gaia ayude a cualquiera que se interponga en su camino.
No todos los Khan están dispuestos a dejar que su tribu desaparezca del mundo. Uno en particular, conocido como Rugido-del-Cielo, ha emprendido una peligrosa Búsqueda Umbral con la esperanza de encontrar una forma de salvar a su Parentela. Aunque Rugido-del-Cielo es un Khan, y por lo tanto propenso a trabajar solo siempre que es posible, lo que se juega es tan importante que estaría dispuesto a colaborar con otros si le demuestran que pueden ayudarle de alguna forma tangible.
LA MALDICIÓN DEL SUEÑO DEL SOL
Entre los secretos que ocultan los Khan se encuentra una antigua maldición que afecta a toda la tribu. No está muy claro cuál es su origen, aunque varios la remontan a la época del primer Maharajá, un poderoso hombre tigre cuyo nombre se ha olvidado, pero cuya trágica historia se cuenta en la caliah “El rey que olvidó.”
Hay quienes dicen que para poder convertirse en los Reyes Brillantes este primer Maharajá realizó un pacto con el Sol. Pero a cambio de poder ser coronado como rey entre las bestias, su tribu quedaría ligada al astro rey: cuando el sol duerma los tigres también deberán dormir. Esto no quiere decir que los tigres caigan irremediablemente dormidos cuando el sol se pone, pero cuando se producen eclipses de sol los Khan no pueden resistirse al sueño. Duermen durante un día entero desde que comienza el eclipse y después despiertan hambrientos, lo que puede llevarlos a un frenesí sanguinario, por lo que suelen tomar precauciones antes de entregarse al sueño. Como demostró la guerra Nagda-Rackbur, estas precauciones no fueron suficientes, y el Maharajá Nagda aprovechó el Sueño sin Sol para diezmar a sus enemigos entre la tribu.
Según cuenta “El rey que olvidó”, el Primer Maharajá terminó arrepintiéndose de lo que había hecho, pero también se dice que todavía se encuentra en algún lugar, custodiando el secreto que salvará a su pueblo en su momento más oscuro.
Por otra parte, la maldición del Sueño sin Sol no termina ahí. Hay quienes dicen que la Luna (o Durga, como es conocida por los Khan indios) no vio con buenos ojos el pacto del Primer Maharajá, y como había elegido reinar entre los hombres, lo maldijo con hambre por la carne de los niños. Cuando la sangre de un niño se derrama en su presencia, los Khan deben resistirse para evitar devorarlos. Algunos no obstante, ceden a sus oscuros instintos, lo que quizás haya contribuido a fomentar la reputación de los tigres como devoradores de carne humana.
ESTEREOTIPOS
Jason Caminante-de-la-Sombra de los Khan aprovecha la oportunidad para decir:
Bastet: En el fondo ningún rey es tan poderoso, ningún sacerdote tan sagrado y ninguna virgen tan pura como para que su sangre no se congele ante el rostro de los felinos. Somos los que luchan contra los dragones, los hijos del amanecer, el crepúsculo y la noche. Miradnos y temblad. Ante nosotros no valéis nada.
Bagheera:Nadie es tan sabio, inteligente y honrado como nuestros primos fingen ser. Debe haber algún truco y me gustaría saber cuál es.
Simba: Unas garras y una corona sangrientas son vuestro legado, falsos reyes. Si os afeitarais la melena podríais ver la verdad. Los felinos no aceptan reyes y mucho menos a vosotros.
Swara: Veloces como el viento y el doble de difíciles de matar.
Colmillos Plateados: Reclamáis el derecho a gobernar, pero demasiados de vosotros no conseguís cumplir las expectativas de vuestras grandilocuentes promesas.
Contemplaestrellas: Sabios a su manera, pero han sacrificado el Lobo y perdido de vista a la Madre Esmeralda para conseguir su sabiduría. Ahora el Adversario parece haberles hecho recapacitar; quizás no sea demasiado tarde para ellos.
Hakken: ¿Cómo puede ser que los cachorros del Lobo se hayan alejado tanto de la llama de la unidad? Su confianza en las tradiciones de los monos ha enrarecido su sangre; no queda nada del Lobo en ellos.
Kitsune: Fingen humildad delante de ti, después intentan realizar tus tareas cuando te das la vuelta. No es ningún secreto que tienen ambición; la cuestión es saber hasta dónde son capaces de llegar para saciarla.
Kumo: Su aliento es tan fétido que resulta difícil discutir con ellos.
Nagah: He oído que puede que no estén muertas, ¿pero sabes qué? Eso no es un secreto. Un secreto de verdad sería encontrar a una y salir vivo.
Nezumi: Estas ratas comunes se dispersan como sus parientes cuando nos acercamos. Sin embargo, la Rata siempre ha sido más sabia cuando ha intentado seguir con su camino; por eso deberíamos tener cuidado con la inteligencia de sus hijos.
Same-Bito: Su nobleza es brusca y no se adapta bien a su cuerpo. Sin embargo, con la Sexta Edad en los talones, los soldados tiburón no tendrán la necesidad de ser atractivos en las noches venideras.
Tengu: No conocéis el verdadero valor de un secreto, y no paráis de abrir el pico. Por eso escucho a los pájaros en lugar de hablar con ellos.
Zhong Lung: Hace tiempo aprendieron que la senda del guerrero no es la suya; sin embargo, valoramos que su fuerza esté de nuestro lado. ¡Hermano Dragón, ven y afila tus garras en los huesos de nuestros enemigos!
Pueblos del Crepúsculo: El sentido de la responsabilidad de los cambiaformas del oeste es disperso y sólo está a medio formar. Por desgracia nuestros primos los felinos del oeste no son la excepción. ¿Cómo puede alguien confiar en estos niños a los que les encanta reñir?
Cita:Dispárame. Acuchíllame. Acéchame. Caza a mi especie por su carne y ódiame por mis garras. Todavía sigo siendo un Khan, el señor de los tigres, y todavía puedo hundir mis garras en tu cráneo ensangrentado y estremecer a los cielos con mis rugidos.
ORGANIZACIÓN
En tiempos antiguos, los Khan gobernaban como los reyes de los hombres, y el Khan más anciano gobernaba a los más jóvenes, así como a su Parentela humana y tigre. Normalmente este monarca era un Bon Bhat de Rango Seis con un cuadro de consejeros (Khan y Parientes) y un pequeño ejército de espíritus, tigres y humanos para reforzar su voluntad. A lo largo de los siglos los monarcas Khan incorporaron a su Parentela a las sucesivas oleadas de invasores, con mejor o peor fortuna, pero este sistema de más de mil años, con sus períodos de esplendor y decadencia, comenzó a tambalearse de forma inevitable en el siglo XIX con la ocupación británica de la India. Los Khan nacidos entre los ingleses se enfrentaron a los indios y el reino terminó desmoronándose con la guerra Nagda-Rackbur, cuando el último Maharajá traicionó a su pueblo y casi aniquiló a los Khan.
Actualmente los Khan carecen de organización, recluyéndose en sus territorios y protegiendo a su Parentela lo mejor que pueden. Los Bagheera los ayudan en este objetivo, aunque nunca abiertamente; los Khan no querrían ni oír hablar de ello si los esfuerzos de los Bagheera fueran demasiado obvios. Pero los lazos entre ambas tribus son fuertes, y no es probable que esta situación cambie en un futuro próximo. En teoría el Maharajá Khan gobernaba a los Tigres del Crepúsculo y a los Tigres de las Cortes de la Bestia, que se reunían cordialmente para compartir conocimientos. Sin embargo, tras la traición y caída del último Maharajá, los Tigres del Reino Medio dieron la espalda al resto de la tribu y desde entonces viven aislados con sus tradiciones en la seguridad de sus Cortes. Estos Tigres del Amanecer se muestran ariscos con los Bastet de otras tribus y prefieren la compañía de otros cambiaformas Hengeyokai antes que aliarse con otros hombres felino.
Los Khan suelen ser solitarios y jamás viajan en compañía de otros de su raza. La única ocasión en la que dos hombres tigre pasan mucho tiempo juntos es cuando uno de ellos es un cachorro que recibe la instrucción de otro más veterano. Cuando sólo quedan unos cien de los tuyos en todo el mundo (incluyendo a los Tigres del Amanecer y del Crepúsculo) resulta estúpido agruparse, pues un grupo afortunado de enemigos podría destruir gran parte de la tribu de un solo golpe.
En las Cortes de la Bestia, los Khan suelen ocupar la posición de protectores o generales, utilizando toda su información para crear estrategias novedosas que podrían calentar el corazón de Sun Tzu. Son criaturas de Guerra Elevada, vigor intenso y gran virtud, pero no les importa atacar a sus enemigos aprovechando sus puntos débiles. Para ser honestos, quedan demasiado pocos para aferrarse tozudamente a la amabilidad con el adversario, y cada nuevo tigre que muere por las trampas o las balas de los cazadores furtivos provoca que su Rabia aumente…
RASGOS
La mayoría de los Khan suelen ser enormes, con unos hombros muy anchos y fornidos en cualquiera de sus formas, alcanzando hasta 150 kg en forma humana y 400 kg en forma felina. Aunque los machos de todas las razas son sensiblemente más grandes que las hembras, ambos sexos pueden resultar impresionantes. Cuando asumen la forma Chatro hacen que los tigres normales parezcan enanos, y sólo son comparables en tamaño con los mayores Gurahl o Mokolé. En todas sus formas los Khan exudan una sensación de gracia y majestad con la que los demás Bastet sólo pueden soñar; incluso los Simba no pueden compararse a ellos, y si las dos tribus interactuaran frecuentemente, el orgullo provocaría conflictos que terminarían aniquilándolas a ambas.
A pesar de que por lo general los Khan tienen un genio muy arisco y violento, algunos disfrutan con todo tipo de compañía (y son lo bastante poderosos como para que reciban el debido respeto). A lo largo de los siglos se han reproducido con pueblos a los que han respetado por su valentía y ferocidad, incorporando a los sucesivos invasores de la India, y especialmente a los británicos en el siglo XIX.
Actualmente, la mayoría de los Khan son británicos, chinos e indios. Por lo que se refiere a los tigres, históricamente se han apareado con todo tipo de subespecies, aunque los tigres indios o de Bengala son los más comunes.
RAZAS
En el pasado las rivalidades entre Khan de distintas etnias fueron en gran parte responsables de las guerras intestinas de la tribu, y las últimas generaciones se muestran más flexibles en su selección de compañeros.
Homínidos: Los Khan Homínidos son los más numerosos, pero suelen ser muy selectivos a la hora de reproducirse. Consideran que su sangre es sagrada y que no debe compartirse con cualquiera. Antiguamente sólo se apareaban con las castas superiores de la India, y los caballeros y nobles más selectos de China, Corea y otros países, pero esa actitud desapareció con la caída de la aristocracia en varios de los países asiáticos durante el siglo XX, y sobre todo con la corrupción y caída del sultanato Khan tras la independencia de la India.
Ahora los Khan muestran una actitud más flexible, y al mismo tiempo resulta muy difícil seleccionar lo mejor y más digno entre millones de almas humanas, especialmente si se tiene en cuenta que el deber es lo primero.
Gnosis inicial: 2
Dones iniciales: Garras como Cuchillas, la Dulce Sonrisa del Cazador (Como el Don de Homínido: Persuasión)
Metis: Debido a la dificultad de encontrar compañeros “dignos,” algunos Khan buscan consuelo y pareja entre ellos mismos, lo que en ocasiones provoca como resultado el nacimiento de Metis. Estos hombres tigre, deformados por la ardiente pureza de su linaje, permanecen apartados de la sociedad humana, creciendo bajo la protección de sus padres o bajo la tutela de las Cortes de la Bestia, donde aprenden rápidamente la responsabilidad de su tribu. Para un Metis de los Khan, no existe más vida que la de su deber, aunque algunos al crecer al margen de la sociedad, se vuelven especialmente crueles y huraños.
Gnosis inicial: 4
Dones iniciales: Crear Elemento, Sentir Naturaleza Primaria (Como el Don de Metis: Sentir al Wyrm pero detecta una fuerte afinidad hacia el Kaos, la Tejedora o el Wyrm)
Felinos: Las diversas subespecies de tigre han experimentado una profunda debacle hasta el punto de que algunas se han extinguido, y su disminución continúa rápidamente. La caída del sultanato Khan a mediados del siglo XX también acabó con la protección que recibían muchos tigres de la Parentela, pero desde entonces varios Khan han iniciado programas de reproducción para preservar su linaje felino. Actualmente la mayoría de los cachorros Felinos nacen y crecen en cautividad, y suelen estar preparados para sobrevivir durante su vida adulta…aunque no siempre para la rigurosa existencia de un Khan.
Gnosis inicial: 6
Dones iniciales: Brincar (Como el Don: Salto del Canguro), Sentidos incrementados
Rabia inicial: 5
Fuerza de Voluntad inicial: 2
Dones de Tribu: Favor del Rinoceronte, Garras como Cuchillas, Machacar al Ciempiés, Piel de Jade, Pies de Gato, Sentir la Verdad