[Libro] Bagheera: Los hombres pantera
Publicado: 17 Jul 2019, 13:00
[align]LIBRO DE TRIBU BAGHEERA: LOS HOMBRES PANTERA[/align]
[align]Recopilado del Libro de Raza Cambiante: Bastet, y la Guía de las Razas Cambiantes y ampliado por Magus[/align]
CALIAH
¿Os sorprende que nuestras naturalezas sean dobles, triples y al mismo tiempo una sola? ¿Os preguntáis por qué los dioses, que han decretado un lugar para cada cosa, nos han ofrecido tantos lugares en uno? Siéntate, Tekhmet, mientras te cuento una verdad. Sólo es una entre muchas, pero servirá.
Nuestra especie nació hace mucho tiempo en las afueras de una aldea cerca de de las montañas. Algunas historias sitúan estas montañas cerca del valle del Indo y otras las emplazan en las tierras altas de Etiopía. El lugar no es relevante; lo que importa es que aquellas tierras eran fértiles y se encontraban habitadas. Durante muchos años, quizás siglos, la gente de aquellos lugares convivió en armonía con los auténticos gatos. Aún no existían los Bastet. No eran necesarios. Los habitantes de aquel lugar vivían independientes y respetaban la tierra. Los gatos permanecían en las selvas y todos estaban a gusto.
Pero en los tiempos de Saraam, unos hombres feroces descendieron de las montañas con armas en las manos y serpientes en el corazón. Estas culebras eran la esencia de Asura, la serpiente de diez mil cabezas que anida en el núcleo del mundo. Los reptiles, con sus hombres, no tardaron en invadir las tierras. Las serpientes contaminaron el aire, reptaron por el suelo y asfixiaron a los bebés y a los adultos con su veneno febril. Los espíritus culebra se colaron por las orejas y descendieron por las gargantas para poseer los cuerpos y empujarlos hacia el mal. Los dakat de cien cabezas acecharon a los gatos salvajes, les arrancaron los miembros y les escupieron veneno en los ojos. Las mujeres gemían por las noches mientras las serpientes devoraban poco a poco a la gente de nuestra tierra y los gatos maullaron de dolor cuando les aplastaron las costillas y les arrancaron la piel.
Los reptiles hicieron que los habitantes de la tierra perdieran la cabeza y los gatos fueron después. Los cazadores se deslizaron en los bosques para arrancarles su preciosa piel a los gatos, que huyeron de las ciudades llevando consigo niños para comer durante la noche. La violencia dio paso a la guerra y los hombres y los gatos se enfrentaron en encarnizadas batallas. Los días y las noches transcurrían entre alaridos. Cuando llegaron los monzones arrastraron ríos de sangre hacia los mares.
Pues bien, Saraam se había convertido en la chica más lista y guapa de la aldea. Era vigorosa y fuerte, aunque desobediente. Más adelante acabarían diciendo que había recibido el roce de Uma pero que tenía el temple de Kali. Aún no había contraído matrimonio, aunque había docenas de jóvenes que esperaban poder pedir su mano.
Una noche Saraam se despertó y vio cómo una serpiente reptaba entre sus hermanos y sus padres. Hundió sus colmillos en todos ellos y parió a sus crías en una de las orejas de su madre. Horrorizada, Saraam salió corriendo hacia la noche. Huyó muy lejos del pueblo hasta que cayó extenuada en un claro iluminado por la Madre Luna; después sólo pudo llorar y gritarle al cielo.
-¿Qué puedo hacer –gimió- para salvar a mi familia y a mi pueblo? Las serpientes los envenenan y los vuelven perversos. Los gatos se escabullen entre las calles porque los hombres víbora los despellejan vivos. ¡Nuestras tierras están condenadas! Madre, ¿qué puedo hacer?
Para sorpresa de Saraam, la Madre Luna respondió con una voz fría aunque misericordiosa.
-El nombre de las serpientes es juicio y responden a la oscura llamada del interior del secreto de cada mortal. En conjunto, rastrean la corrupción y se reproducen allá donde la encuentran. Todo mortal lleva dentro las semillas de las serpientes. Ellas y sus hombres víbora se limitan a sacar a la luz lo que permanece oculto. Ésta la Era del Crepúsculo. No se puede hacer nada.
-No puedo abandonar así a mi familia –le respondió Saraam.
-No te corresponde a ti cambiar el mundo ni limpiar sus pecados.
-¡No me importa lo que me corresponda! –La joven se sorprendió a sí misma con su propia obstinación. ¿Quién era ella para oponerse al Camino Sagrado? Aún así continuó maldiciendo a los cielos y el orden de las cosas.
-¿Qué puedo hacer? ¡Esto no puede seguir así!
La Madre Luna suspiró.
-Los reyes gato te visitarán la próxima noche. Si hacéis las paces, acuéstate con ellos.
Saraam se quedó perpleja. ¿Tomar a los gatos salvajes como amantes? Durante todo el día siguiente tembló bajo la lluvia, luchando contra el impulso de regresar a su seco pero envenenado hogar. Aquella noche las lluvias amainaron. La Madre Luna bañó el claro de Saraam con una luz despiadada. Unos ojos comenzaron a brillar en las sombras de los bordes del claro. Saraam tiritaba, pero no huyó.
-¿Te has decidido ya? –preguntó una voz desde las alturas.
Saraam se puso en pie.
-Sí.
Los reyes gato se acercaron a la chica, uno con el pelaje del negro más intenso y el otro de color dorado y moteado. Ambos la contemplaron con un gélido interés.
-Yo soy la sabiduría –comenzó el gato oscuro-. El guardián de los secretos que ruge durante la noche. Llámame Gyani, el que vigila desde la selva.
-Yo soy la ira –dijo el felino con manchas-. La garra colérica de los mil ojos. Llámame Agun, el que vigila desde la pradera.
-Yo soy vosotros dos y más –dijo Saraam-. Poseo la sabiduría para invocar a los dioses, la ira para luchar y el amor para entregarme a los míos. Llamadme Saraam, la que da la bienvenida a los reyes gato.
Dicho esto, la joven se abrió a ambos, que la amaron con intensa ternura. El monzón retumbaba y la lluvia caía con fuerza. Amó a los reyes gato tres veces. La primera a la luz del día, después al llegar el crepúsculo y por último durante la noche. Cuando salió el sol, todos yacían exhaustos en el suelo, purificados por el sol, la luna y los elementos.
Los reyes gato permanecieron junto a Saraam mientras sus hijos crecían dentro de ella. Era un trabajo duro pero Gyani y Agun se quedaron a su lado. Cuando nacía uno de los vástagos, los gatos lo lamían para limpiarlo y después lo acercaban a los pechos de la joven. Saraam dio a luz diez hijos: cinco bebés y otros tantos cachorros. Cuando la Madre Luna apareció y miró hacia abajo para ver a la chica y su familia, sonrió.
-Bendita seas, Saraam, y benditos sean los padres de tus hijos. Bendito sea, sobre todo, el fruto de vuestra unión. Serán los ángeles de la salvación.
Dicho esto, tocó a todos los hijos uno por uno. Sus heladas y luminosas manos cambiaron a cada uno a su opuesto, de gato a humano y de niño a gato. Con su aliento los transformó en seres maduros y besó el vientre de Saraam, de donde procedían aquellos hijos. Saraam durmió muy bien aquella noche.
Los hijos de los tres viajaron por aquellas tierras. Gyani les enseñó la magia. Agun les instruyó en la guerra. Saraam les transmitió su sabiduría y les habló de la Madre. Con el tiempo expulsaron a las serpientes del lugar, y así comenzó nuestra misión, que todavía continúa hoy. Nuestro dharma consiste en mantener la paz entre los gatos y la gente. Damos caza a la serpiente de la corrupción y le aplastamos la cabeza con nuestros dientes. Somos gatos y humanos, sapiencia, amor y furia. Rastreamos a las serpientes y juzgamos a los mortales, y a veces morimos por el bien de todo.
Es lo menos que podemos hacer por el sacrificio de nuestra madre.
DESCRIPCIÓN
Los hombres leopardo y los hombres pantera son hermanos y hermanas de una misma tribu extendida por la India y África. Su existencia continúa con el pacto que comenzaron durante el Impergium y que continúa hasta nuestros días; es un acuerdo por el que los humanos y los grandes gatos conviven en paz y eliminan lo peor de cada uno.
Nadie que haya conocido a un Bagheera desea enfrentarse a su ira. Las panteras son famosas por su naturaleza triple. Cuando está tranquilo un hombre pantera puede ser sabio, curioso y hasta compasivo; cuando sus sentimientos afloran se vuelve agresivo, inconsciente y temperamental. Si se enfada, cuidado: un Bagheera enloquecido por la furia destruye todo lo que encuentra a su paso. Como la diosa Kali, se transforma en un destructivo ciclón. Hasta los Simba evitan la cólera de las panteras.
Los Bagheera son quizás la tribu más viajera de los Bastet. Curiosos y meticulosos, disfrutan con las experiencias nuevas y sacan provecho de las comodidades modernas para desplazarse tanto como pueden por el mundo. Los hombres pantera atraviesan tres fases a lo largo de la vida: la akari o “búsqueda”, la pourra o “fundación” y la doyala o “pasaje”. Durante la primera fase el hombre pantera disfruta con su nueva identidad. Todo lo que decida hacer lo llevará a cabo con total entrega. La segunda fase se basa en la tranquilidad y la observación. El hombre pantera encuentra una pareja estable, inicia una familia y se encarga de su bienestar. Muchos Bagheera construyen un hogar semipermanente durante la fase pourra y crean bibliotecas y grupos de amigos. Por último, el hombre pantera llega al período de la doyala, cuando comienza a compartir la sabiduría y el conocimiento que ha adquirido durante la juventud. En realidad, un Bagheera nunca deja de moverse, pero suele permanecer más cerca de su comunidad que los demás Bastet.
Según se cree en un principio se pensaba que los Bagheera estaban destinados a ser los árbitros de la sociedad Bastet. Aunque no ocuparon ese puesto (para alivio de los hombres pantera), todavía representan la autoridad colectiva de los hombres felino con sus costumbres y su trascendencia. Quizás se trate del temperamento de los Bagheera (tranquilo y relajado para ser Bastet) o de las culturas orientales de las que muchos proceden. En cualquier caso y según se dice un hombre pantera siempre será justo, honrado y sabio en sus decisiones.
Siempre que se esté de su parte.
El Arthashastra dice “El gobierno es la ciencia del castigo”. Sin duda, los Bagheera se rigen por esta regla. Los hombres pantera toleran el comportamiento inconsciente en gran medida pero los crímenes serios (violación, canibalismo, ruptura de juramentos, etc.) exigen un justo castigo. Quienes se sitúan fuera de la ley, sean humanos, felinos o Bastet son cazados por las partidas de guerra de los Bagheera. Al igual que los pelotones de linchamiento del Salvaje Oeste, estas taklah se congregan con rapidez, capturan al objetivo, lo despachan y se dispersan. La presa es juzgada mediante una combinación de Dones e intimidación. Si resulta inocente, el líder del grupo se lleva a la taklah en busca del verdadero culpable. Si el veredicto se inclina por la culpabilidad, los hombres pantera suelen aniquilar al condenado en ese mismo momento. Como mínimo, el ofensor es marcado (a menudo con un Rito de Exilio) y se le deja libre. Algunos Bagheera practican la justicia por vocación y recorren el mundo cazando a los criminales. Los crímenes más violentos han terminado en masacres alentadas por los hombres leopardo.
Por regla general un Bagheera es generoso, leal, juguetón y justo. No cede con facilidad a la Rabia, pero cuando lo hace, nada podrá desahogarlo excepto la destrucción total. Los hombres pantera más veteranos pueden invocar Dones que los transforman en enormes máquinas de matar armadas de la cabeza a los pies, y hasta los más jóvenes pueden derribar a un búfalo con un golpe certero. Un dicho hindú reza: “Vishnu alumbró al gato, Uma lo golpeó, y Kali lo puso en movimiento. Aunque los Khan afirman que están adaptados a esas palabras, no hay duda de que los Bagheera cumplen los requisitos.
Conocidos por algunos como los ejecutores de Kali, los Bagheera son conocidos por su sabiduría mística y su feroz temperamento. Son un pueblo fuerte y sagaz, constantemente buscando la sabiduría en las profundidades de Gaia al mismo tiempo que luchan salvajemente para arrancar las garras de Asura de la Tierra. Hasta hace poco tendían a realizar sus tareas en solitario, acechando pacientemente a los enemigos de Gaia y reuniéndose sólo en raras ocasiones para intercambiar información y compartir sabiduría. Sin embargo, ahora han comenzado a trabajar estrechamente con las demás Razas Cambiantes, esperando traer a la tumultuosa multitud de la humanidad bajo control y salvar a sus compañeros y Parientes de la completa aniquilación.
HISTORIA
Según la leyenda, los Bagheera surgieron de un amor prohibido entre gatos y humanos y siguen aferrados a ambos, quizás por ello se han mostrado más comprensivos y justos que otras tribus Bastet. En el principio de los tiempos, los Bagheera se extendieron por el mundo, siguiendo a sus parientes felinos y humanos.
Cuando llegó el Impergium, los hombres pantera participaron en él a regañadientes, pero a medida que pasaba el tiempo cada vez más de ellos llegaban a la conclusión de que se trataba de una mala idea. Pronto encontraron voces en común con otros descontentos entre otras tribus, y para su sorpresa, también entre otros Fera. Entre los hombres lobo las tribus de los Caminantes Silenciosos, los Contemplaestrellas, las Furias Negras y los Hijos de Gaia también comenzaban a presentar una oposición unificada ante el control sobre los humanos. Los Bagheera actuaron de intermediarios entre estos hombres lobo y otras Razas Cambiantes, y colaboraron con ellos para poner fin al opresivo dominio sobre los humanos, que ya había provocado en ellos el miedo del Delirio.
Entre las tribus Bastet, los Bagheera no tuvieron tanta suerte. Las tribus más jerárquicas, los Simba y los Khan, estaban orgullosos de actuar en la jerarquía humana, y no estaban dispuestos a terminar con el Impergium, eliminando a los humanos que se oponían a su Parentela. Los Bagheera, que durante esta época ya merodeaban por las tierras del Ganges y del Congo no tenían suficiente poder para oponerse a la voluntad de leones y tigres, pero la respuesta llegaría desde fuera.
La Guerra de la Rabia devastó las filas de las Razas Cambiantes. Los Bastet resultaron especialmente afectados en Europa y Asia. Los Bagheera también sufrieron, luchando al lado de los demás hombres felino, pero sufrieron en menor medida. Habían ganado aliados entre los Garou durante el Impergium y además, habían reclamado el dominio sobre pocas tierras, por lo que no eran objetivos prioritarios en las matanzas. Aunque los leopardos fueron barridos de gran parte de Europa, sobrevivieron en África y Asia.
Cuando terminó la guerra, los Bagheera reemprendieron su estilo de vida nómada, aunque con mayor cautela. Acudieron a las cortes tribales de los Reyes Simba de África y a los reinos de los rajás Khan de la India. Rara vez gobernaban, pero a menudo actuaban como intermediarios y consejeros entre los monarcas Bastet. Cuando surgían disputas entre varias facciones, a menudo actuaban como jueces y árbitros, y su palabra era respetada.
La reticencia de los Bagheera hacia el gobierno no sólo tiene que ver con la función de árbitros que en teoría les asignó Gaia. Algunos creen que en el lejano pasado hubo reyes pantera, pero terminaron corrompiéndose y luchando entre ellos. Aunque consiguieron salvarse del exterminio, aprendieron una valiosa lección. Fuera cual fuese su papel en el orden de Gaia, no estaban hechos para gobernar. La caída de otras tribus, e incluso de los monarcas de otras Razas Cambiantes, no hizo sino alimentar sus suspicacias hacia el manto del gobierno, sobre todo cuando veían a los reyes de la humanidad dominando la tierra en nombre de sus dioses y de sus intereses egoístas.
Pero aunque los Bagheera no buscaban problemas, los problemas inevitablemente terminaban acudiendo a ellos. Al desentenderse de la vigilancia de la humanidad, los mil rostros de Asura se habían convertido en un millón, prosperando en las llamas febriles de la peste y emergiendo como un parásito devastador.
Y aunque los hombres pantera ganaron algo de tiempo retirándose a sus tierras la corrupción de Asura los siguió en forma de exploradores, conquistadores y cazadores, que irrumpieron en la naturaleza y cazaron a sus parientes felinos o les pusieron cadenas. En África la Parentela felina de los Bagheera fue diezmada por las enfermedades y cazada por diversión, mientras sus Parientes humanos eran esclavizados y llevados más allá de los mares. Desde el siglo XVI en adelante, sus tierras africanas fueron amenazadas con espada y fusil.
En la India la situación de los Bagheera era algo mejor. Aliados con los Khan sin embargo no escaparon a los conflictos de los hombres tigre. Aunque los hombres pantera a menudo trataban de impedir los conflictos sucesorios que terminaban estallando, no pudieron evitar varias guerras intestinas que diezmaron las filas de los Khan en varias ocasiones. Fue sólo mediante la ayuda de los hombres pantera que los maharajás tigres mantuvieron su reino, pero la situación era cada vez más convulsa debido a la llegada de sucesivas oleadas de invasores, que agitaban las tierras de los tigres. En contraste, los Bagheera hindúes y musulmanes conseguían cooperar más allá de las fronteras religiosas y étnicas, pues muchas veces carecían de territorios por los que luchar.
Mientras los europeos cercaban el continente africano sobre los mapas y los colonos acechaban en sus fronteras, varias facciones sobrenaturales de magos, vampiros y cambiaformas se unieron para detener a los invasores. Las cálidas noches de África se convirtieron en pesadillas y fue un milagro que alguien consiguiera sobrevivir a las matanzas, pues los europeos llegaban acompañados de sus propios magos, armados con máquinas y fuego, y ayudados por los vampiros blancos. En el caos los hombres pantera titubearon mientras los colonos tomaban el continente. A comienzos del siglo XX los restos de las tribus africanas de los Bastet se retiraron a la selva, iniciando una resistencia contra la civilización europea que en algunos casos continúa hoy en día.
En la India el reino de los maharajás Khan se hundió en medio de la traición. La última guerra entre los hombres tigre a mediados del siglo XX se luchó con mercenarios corruptos y magia negra y el último maharajá traicionó a los suyos y asesinó a sus oponentes mediante un secreto de la tribu. Los Bagheera indios, dominados por la ira, se reunieron para unir sus fuerzas contra él. Fue una sangrienta batalla en plena estación del monzón, pero el último maharajá y sus lacayos perecieron en ella. Sin embargo, tras su caída los hombres pantera se encontraban en la incómoda posición del poder que durante mucho tiempo habían rechazado. Pero si querían mantener la paz entre las Razas Cambiantes de la India era necesario que asumieran el liderazgo, y eso hicieron.
Durante las guerras por la descolonización de África, los hombres leopardo se encontraron cara a cara con un nuevo enemigo que en gran parte había permanecido oculto, y que se había alimentado de la miseria de la colonización: la multinacional Pentex. Los Bagheera se alzaron contra ella, denunciando sus abusos en medio de los múltiples conflictos provocados por la independencia de los nuevos países. En algunas ocasiones alzaron sus garras y llegaron a golpear en el mundo occidental, pero su guerra contra la Corrupción S.A. resultó muy cara y sus filas resultaron diezmadas.
En medio de la confusión africana se alzó la figura de Diente Negro, un feroz guerrero de la tribu Simba que ascendió en el poder. Al principio los Bagheera lo apoyaron, pero con el tiempo se arrepintieron. Aunque luchó contra la corrupción, Diente Negro terminó convirtiéndose en un tirano. Sometió a vampiros y hechiceros corruptos, pero después los utilizó para someter a las demás Razas Cambiantes. En principio los hombres leopardo fueron pacientes, ya que Diente Negro no era peor que otros tiranos Simba que lo habían precedido, pero cuando comenzaron las matanzas de cambiaformas y su Parentela comenzaron a preocuparse.
La gota que colmó el vaso fue la matanza de las Ajaba, en la que participaron algunos oportunistas hombres leopardo y que terminó con la muerte del rey hiena y cientos de sus vasallos, cambiaformas y Parentela por igual. Y Diente Negro no se detuvo ahí. Algunos Bagheera se atrevieron a desafiar al tirano y fueron asesinados. Otros se ocultaron en las selvas, aguardando el momento para golpear, y las partidas de guerra comenzaron a afilar sus armas.
La aparición de Kisasi, una mujer hiena, y la vieja Kiva, una veterana Bagheera, supuso el fin del dominio de Diente Negro. Estas dos improbables amigas consiguieron crear una alianza entre las facciones que habían sido oprimidas por el Diente Negro. Muy pronto las Razas Cambiantes de África consiguieron unirse contra el tirano y poco a poco comenzaron a minar su base de poder: los Mokolé aplastaron a la manada de Diente Negro; los Caminantes Silenciosos destruyeron a sus aliados vampiros, los Bagheera y los Bubasti lo despojaron de su poder mágico, y finalmente otros lo derrotaron de una vez por todas. Tras la caída del tirano, se pusieron los cimientos de una alianza permanente que terminara con la división de los cambiaformas de África: el Ahadi.
HISTORIA RECIENTE
En los últimos años, la principal preocupación de los Bagheera de la India ha sido la creciente popularidad del Campamento de Shiva, un campamento multitribal de Garou que defiende la creencia de que los hijos de Gaia no tienen ningún tipo de obligación hacia la humanidad. Hasta donde a ellos les concierne, el único deber que tienen las Razas Cambiantes es hacia la tierra; mientras sea protegida, el destino de la humanidad carece de importancia.
A los Bagheera no les gusta.
Los Bagheera no son idiotas. Comprenden que la humanidad está lejos de ser perfecta, y que hay muchas, demasiadas personas habitando en el subcontinente indio. Pero también creen que a pesar del preocupante incremento de la población, el pueblo de la India tiene todavía suficiente respeto por la vida para proteger su herencia natural. Todavía reverencian y respetan el mundo que los rodea, aunque lo teman. Y todavía reconocen la necesidad de un equilibrio, a pesar de que sus vidas sean descontroladas. Los Bagheera no están dispuestos a abandonar a la humanidad sólo porque se haya vuelto inconveniente –ésa no es la voluntad de Gaia. El Campamento de Shiva debe recordar que Brahma y Vishnu son tan importantes en el gran ciclo como Shiva, y si los Bagheera tienen que aplastar a una manada de tozudos Garou para que eso ocurra, que así sea. La India es un territorio Bagheera –los hombres pantera son los amos aquí, no los lobos, y los visitantes harían bien en recordar eso.
Mientras tanto, los Bagheera africanos han tomado un papel central en la formación del Ahadi, la alianza entre la mayoría de las Razas Cambiantes de África, que las une en cooperación por sus intereses comunes. Aunque al principio el pueblo leopardo no formaba parte de esa asociación, el hecho de que fueran el único grupo respetado universalmente por todas las Razas Cambiantes de África les dejaba poca elección en el asunto. Han demostrado ser árbitros capaces, atrayendo a los Caminantes Silenciosos al pacto y permitiendo que los Simba Mayi’o asumieran funciones ceremoniales de liderazgo. En muchos sentidos son el pegamento que une al Ahadi; sin sus esfuerzos, especialmente los de la vieja Kiva, el pacto se derrumbaría en cuestión de semanas.
Pero no todo va bien en África. A pesar el éxito del movimiento Ahadi, África en conjunto se está desmoronando. La enfermedad recorre descontrolada la tierra, los gobiernos se derrumban en todas partes, y la sequía y el hambre torturan la tierra. De hecho el Ahadi es la única noticia buena que los cambiantes de África han visto en las últimas dos décadas, y la situación no parece mejorar. Los Bagheera africanos han estado investigando varias formas de solucionar esos problemas, incluso buscando la ayuda de sus compañeros de la India, más estables. Sólo el tiempo dirá si sus esfuerzos tienen éxito, pero es completamente posible que los problemas a los que África se enfrenta estén más allá del control de un único grupo, sin importar su dedicación.
ESTEREOTIPOS
Jureem Pakura rememora los encuentros con clientes de todo el mundo:
Bastet: Somos un pueblo orgulloso y desunido y no trabajamos bien juntos. Se supone que debemos ser quienes traigan la unidad, pero hace tiempo que nos desentendimos de nuestros hermanos y hermanas. No debimos hacerlo.
Balam: Son más sabios de lo que su furia puede hacer pensar. Escúchalos con atención y contempla las visiones que traen.
Bubasti: Criaturas de Cahlash. Hace mucho que vendieron sus almas y no se puede confiar en ellos.
Ceilican: Se los cree muertos. Pero no estoy seguro. De vez en cuando la brisa nos trae su olor. Me he encontrado con impostores que dicen pertenecer a nuestra tribu. ¿Serán Ceilican? Todo es posible.
Khan: Nuestros hermanos tigres son parientes muy honorables, pero necesitan detener su rabia. Casi los ha destruido.
Pumonca: No puedo confiar en nadie que no tenga tierra. Creen que están solos en la vida y se equivocan.
Qualmi: Ingeniosos embusteros y grandes tramposos.
Simba: Por lo que he oído, hubo un tiempo en que eran nobles. Pero ahora ya no lo son. Perdimos a muchos buenos hermanos y parientes con Diente Negro y su manada y toda su tribu debe soportar la vergüenza que ahora llevan.
Swara: Nunca he hablado con uno el suficiente tiempo como para aprender algo, pero he oído que mantienen los lugares sagrados a salvo. Eso es suficiente para que se hayan ganado mi respeto.
Garou europeos: Ya he visto esa rabia asesina en nuestros hermanos Simba y Khan. No quedan leopardos en sus tierras, y sólo escucharé a los que nos traten con respeto.
Caminantes Silenciosos: Los lobos de Egipto fueron sabios. Es cierto que no intentaron matarnos, aunque sólo fuera porque no tenían fuerza para hacerlo. Fueron expulsados de su tierra y ahora han vuelto para ayudarnos a liberar la nuestra. Espero que no traigan el corazón de los conquistadores.
Contemplaestrellas: Estos lobos se han beneficiado de la sabiduría. Han aprendido a utilizar la palabra y la garra y son bienvenidos en nuestras tierras.
Furias Negras: No te equivoques, estas guerreras están poseídas por la misma rabia que los demás lobos, así que ten cuidado con ellas. Sin embargo, entre ellas hay quienes tratan a las panteras con respeto, así que podemos aceptarlas.
Hijos de Gaia: Estos lobos han luchado por la paz, y han sufrido una derrota tras otra. Escucha sus palabras, pero cree en ellas sólo cuando las acompañen los hechos.
Kucha Ekundu: De todos los Garou, estos son los que mejor han comprendido las tierras de África. No han venido como conquistadores, sino como vecinos.
Corax: Nos guían a nuevas presas y secretos y son amigos divertidos. Sin embargo, procurad que no os quiten vuestros propios secretos.
Mokolé: Los Reyes Sabios. Si algo hemos aprendido de estos pozos de conocimiento es que el mejor gobernante es el que no se sienta en el trono, sino el que camina entre sus súbditos.
Nagah: Un recuerdo de la Guerra de la Rabia. Nos enseñaron a escondernos y a golpear desde las sombras y si nosotros hemos conseguido sobrevivir…
Ratkin: Criaturas llenas de plagas y destrucción. Se han embriagado con Cahlash hasta la médula.
Cita:Nuestra sabiduría es anterior a los brahmanes y más antigua que los sutras. Hemos visto pasar a los arios, a los griegos, a los mogoles y a los ingleses, mientras que nosotros no nos hemos movido de aquí. Durante los Primeros Días, supimos cuál sería nuestra misión en el mundo: observar, destruir y preparar el alma para la siguiente vida.
ORGANIZACIÓN
En las últimas décadas, tras la descolonización de África y Asia, la tribu Bagheera se encuentra de nuevo en un estado saludable, de hecho más saludable que en siglos. Muchos pueblos han vuelto a adoptar las antiguas costumbres, los medios de transporte hacen que los viajes resulten más sencillos y los medios de comunicación permiten a los hombres pantera acceder a conocimientos y secretos con los que nunca habían soñado. Aunque el mundo vive “tiempos interesantes” la tribu encara el futuro con optimismo, vislumbrando el próximo amanecer más allá del crepúsculo.
Aunque no son criaturas especialmente sociables, la organización social de los Bagheera está de todas formas más desarrollada que la de las demás tribus Bastet. Los Bagheera de rango bajo tienden a mantener lazos estrechos con sus ancianos, y suelen respetar su consejo y acatar sus ocasionales órdenes. No es raro que estos felinos formen redes regionales o incluso globales dedicadas a mantener el contacto y compartir información. Estas redes han sido muy útiles para el movimiento Ahadi, permitiendo a los Bagheera coordinar las actividades de la organización por toda África sin utilizar nada más que a los hombres pantera y a sus extensas redes de Parientes.
Los Bagheera son los legisladores de los Bastet, y se toman sus deberes muy seriamente. Los Bastet (o de hecho, cualquiera de los hijos de Gaia, pues los Bagheera no son selectivos cuando se trata de castigar a los culpables) que se vuelven contra Gaia, o que amenazan con romper el Velo con sus actividades, pueden convertirse en el objetivo de cualquier Bagheera que se encuentre en las cercanías. Si el enemigo es especialmente poderoso, varios hombres leopardo se reunirán para disponer de él, y sólo se dispersarán en cuanto hayan cumplido su misión, continuando con sus vidas.
El llamamiento a la batalla se realiza mediante el Rugido de Guerra, a menudo comunicado a través de los espíritus o de las redes de la Parentela, que reúne a la partida de guerra. El Bagheera de rango más alto lidera el grupo, juzga a los objetivos y decide el castigo. En el pasado los Rugidos de Guerra solían tardar varias semanas en reunir a una partida de guerra, pero las comunicaciones actuales permiten que los ancianos puedan organizar la caza en más o menos un día.
El Bagheera que responde al Rugido de Guerra acepta actuar según se le ordena; en ocasiones puede cuestionar un juicio, pero lo normal es que apoye la voluntad del anciano líder. Tras las desastrosas batallas contra Diente Negro, Pentex y en la última guerra Khan, la tribu ha establecido límites sobre los Rugidos de Guerra a gran escala a menos que se produzca algún desastre. La tribu ha perdido a demasiados miembros en las últimas décadas para participar en más conflictos desiguales.
Las partidas de guerra Bagheera son conocidas como taklah, y son grupos realmente temibles. Aunque no son tan coordinadas como una manada Garou, y no son tan efectivas en guerras de castigo (como se ha visto en las batallas contra Pentex y la Tormenta Eterna), de todas formas constituyen una concentración devastadora de poder a corto plazo. Las taklah se forman estrictamente para objetivos a corto plazo; los Bagheera utilizan una combinación de Dones y Ritos para derribar a una víctima y entonces acaban con ella tan rápidamente como sea posible.
Los Bagheera en una partida de guerra no pierden el tiempo. En primer lugar es necesaria una amenaza seria para que se unan, y por lo general los Bagheera que participan en ella tienen otros asuntos de los que ocuparse (especialmente porque entre sus filas tienden a encontrarse individuos de rango elevado). Por lo tanto, no hay tiempo para socializar, ni se toleran disputas internas, ni hay paciencia ante obstáculos o demoras. La partida de guerra Bagheera es un arma peligrosa que debe utilizarse con cuidado. Que aparezca una en una Crónica debería ser un acontecimiento momentáneo, y debería aterrorizar a los personajes aunque los Bagheera envueltos sean nominalmente sus aliados. Es importante.
Los hombres pantera siempre han sido los árbitros de los felinos cambiantes y se han visto obligados a convertirse en la columna del Ahadi, la presencia unificadora entre las ramas norte y sur del pacto y los que negocian los acuerdos de paz siempre que una facción u otra deciden que ha tenido suficiente y quiere expresar su descontento. Las Ajaba dependen de los Bagheera, los Simba los respetan, e incluso los Mokolé los consideran amigos. Incluso los Garou consideran que es fácil cooperar con ellos, ya que tienden a ser mucho menos arrogantes de lo que suele ser habitual entre los felinos. Sin embargo, los Bagheera no están a gusto en esta posición. Se encuentran más atraídos por las tareas de erudición y exploración que sus compañeros, y no les gusta verse obligados a hacer de diplomáticos en cuestiones que no les afectan directamente. Pero como están tan ferozmente dedicados a los ideales del Ahadi, y como nadie más parece ser capaz de hacer el trabajo, hacen lo que pueden y mantienen la boca cerrada durante el resto del tiempo. Al menos durante la mayor parte.
Por otra parte, muchos Bagheera del Congo se encuentran mucho más próximos a los Mokolé que a los demás Bastet o a las Ajaba, y no tienen paciencia para soportar a ningún Garou salvo a los Kucha Ekundu. En algunos aspectos los leopardos del Congo son una secta completamente diferente de los Bagheera, y aunque ostensiblemente son miembros del Ahadi –y se toman la organización bastante en serio- son mucho más aislados e introvertidos que sus compañeros, e incluso menos amistosos.
RASGOS
Al margen de su procedencia cultural y étnica en su forma humana los Bagheera tienden a mostrar pómulos pronunciados y nariz prominente. Se dice que los ojos de un hombre pantera son los más sabios entre los Bastet…y lo cierto es que hasta los más jóvenes parecen estar sumidos en una profunda meditación.
A la hora de buscar pareja los Bagheera suelen inclinarse por artistas y científicos y disfrutan tanto con la alta tecnología como con las artes interpretativas. Como viajeros que son, visten como gustan; unos se decantan por las sencillas vestimentas de los campesinos de la India mientras que otros exhiben ostentosos diseños orientales o la cómoda moda de occidente. Sus preferencias de estilo de vida son también muy eclécticas; si hacer generalizaciones sobre los Bastet ya es complicado, hacerlas sobre las inclinaciones estéticas de los hombres pantera es casi imposible.
En sus formas felinas el pelaje de los Bagheera es negro o amarillo y moteado. Por alguna razón, la tonalidad negra es más frecuente en las mujeres y hembras de la tribu, mientras la tonalidad amarilla y moteada es más frecuente entre los hombres y machos. Un linaje minoritario exhibe las marcas tricolores de la pantera nebulosa del sudeste asiático (sin estar especialmente extendidas en ningún sexo en particular). Se rumorea que existe una rama de la tribu en el Himalaya que se ha reproducido con éxito con los leopardos de las nieves, pero muchos Bastet creen que simplemente se trata de un deseo optimista.
[align]Recopilado del Libro de Raza Cambiante: Bastet, y la Guía de las Razas Cambiantes y ampliado por Magus[/align]
CALIAH
¿Os sorprende que nuestras naturalezas sean dobles, triples y al mismo tiempo una sola? ¿Os preguntáis por qué los dioses, que han decretado un lugar para cada cosa, nos han ofrecido tantos lugares en uno? Siéntate, Tekhmet, mientras te cuento una verdad. Sólo es una entre muchas, pero servirá.
Nuestra especie nació hace mucho tiempo en las afueras de una aldea cerca de de las montañas. Algunas historias sitúan estas montañas cerca del valle del Indo y otras las emplazan en las tierras altas de Etiopía. El lugar no es relevante; lo que importa es que aquellas tierras eran fértiles y se encontraban habitadas. Durante muchos años, quizás siglos, la gente de aquellos lugares convivió en armonía con los auténticos gatos. Aún no existían los Bastet. No eran necesarios. Los habitantes de aquel lugar vivían independientes y respetaban la tierra. Los gatos permanecían en las selvas y todos estaban a gusto.
Pero en los tiempos de Saraam, unos hombres feroces descendieron de las montañas con armas en las manos y serpientes en el corazón. Estas culebras eran la esencia de Asura, la serpiente de diez mil cabezas que anida en el núcleo del mundo. Los reptiles, con sus hombres, no tardaron en invadir las tierras. Las serpientes contaminaron el aire, reptaron por el suelo y asfixiaron a los bebés y a los adultos con su veneno febril. Los espíritus culebra se colaron por las orejas y descendieron por las gargantas para poseer los cuerpos y empujarlos hacia el mal. Los dakat de cien cabezas acecharon a los gatos salvajes, les arrancaron los miembros y les escupieron veneno en los ojos. Las mujeres gemían por las noches mientras las serpientes devoraban poco a poco a la gente de nuestra tierra y los gatos maullaron de dolor cuando les aplastaron las costillas y les arrancaron la piel.
Los reptiles hicieron que los habitantes de la tierra perdieran la cabeza y los gatos fueron después. Los cazadores se deslizaron en los bosques para arrancarles su preciosa piel a los gatos, que huyeron de las ciudades llevando consigo niños para comer durante la noche. La violencia dio paso a la guerra y los hombres y los gatos se enfrentaron en encarnizadas batallas. Los días y las noches transcurrían entre alaridos. Cuando llegaron los monzones arrastraron ríos de sangre hacia los mares.
Pues bien, Saraam se había convertido en la chica más lista y guapa de la aldea. Era vigorosa y fuerte, aunque desobediente. Más adelante acabarían diciendo que había recibido el roce de Uma pero que tenía el temple de Kali. Aún no había contraído matrimonio, aunque había docenas de jóvenes que esperaban poder pedir su mano.
Una noche Saraam se despertó y vio cómo una serpiente reptaba entre sus hermanos y sus padres. Hundió sus colmillos en todos ellos y parió a sus crías en una de las orejas de su madre. Horrorizada, Saraam salió corriendo hacia la noche. Huyó muy lejos del pueblo hasta que cayó extenuada en un claro iluminado por la Madre Luna; después sólo pudo llorar y gritarle al cielo.
-¿Qué puedo hacer –gimió- para salvar a mi familia y a mi pueblo? Las serpientes los envenenan y los vuelven perversos. Los gatos se escabullen entre las calles porque los hombres víbora los despellejan vivos. ¡Nuestras tierras están condenadas! Madre, ¿qué puedo hacer?
Para sorpresa de Saraam, la Madre Luna respondió con una voz fría aunque misericordiosa.
-El nombre de las serpientes es juicio y responden a la oscura llamada del interior del secreto de cada mortal. En conjunto, rastrean la corrupción y se reproducen allá donde la encuentran. Todo mortal lleva dentro las semillas de las serpientes. Ellas y sus hombres víbora se limitan a sacar a la luz lo que permanece oculto. Ésta la Era del Crepúsculo. No se puede hacer nada.
-No puedo abandonar así a mi familia –le respondió Saraam.
-No te corresponde a ti cambiar el mundo ni limpiar sus pecados.
-¡No me importa lo que me corresponda! –La joven se sorprendió a sí misma con su propia obstinación. ¿Quién era ella para oponerse al Camino Sagrado? Aún así continuó maldiciendo a los cielos y el orden de las cosas.
-¿Qué puedo hacer? ¡Esto no puede seguir así!
La Madre Luna suspiró.
-Los reyes gato te visitarán la próxima noche. Si hacéis las paces, acuéstate con ellos.
Saraam se quedó perpleja. ¿Tomar a los gatos salvajes como amantes? Durante todo el día siguiente tembló bajo la lluvia, luchando contra el impulso de regresar a su seco pero envenenado hogar. Aquella noche las lluvias amainaron. La Madre Luna bañó el claro de Saraam con una luz despiadada. Unos ojos comenzaron a brillar en las sombras de los bordes del claro. Saraam tiritaba, pero no huyó.
-¿Te has decidido ya? –preguntó una voz desde las alturas.
Saraam se puso en pie.
-Sí.
Los reyes gato se acercaron a la chica, uno con el pelaje del negro más intenso y el otro de color dorado y moteado. Ambos la contemplaron con un gélido interés.
-Yo soy la sabiduría –comenzó el gato oscuro-. El guardián de los secretos que ruge durante la noche. Llámame Gyani, el que vigila desde la selva.
-Yo soy la ira –dijo el felino con manchas-. La garra colérica de los mil ojos. Llámame Agun, el que vigila desde la pradera.
-Yo soy vosotros dos y más –dijo Saraam-. Poseo la sabiduría para invocar a los dioses, la ira para luchar y el amor para entregarme a los míos. Llamadme Saraam, la que da la bienvenida a los reyes gato.
Dicho esto, la joven se abrió a ambos, que la amaron con intensa ternura. El monzón retumbaba y la lluvia caía con fuerza. Amó a los reyes gato tres veces. La primera a la luz del día, después al llegar el crepúsculo y por último durante la noche. Cuando salió el sol, todos yacían exhaustos en el suelo, purificados por el sol, la luna y los elementos.
Los reyes gato permanecieron junto a Saraam mientras sus hijos crecían dentro de ella. Era un trabajo duro pero Gyani y Agun se quedaron a su lado. Cuando nacía uno de los vástagos, los gatos lo lamían para limpiarlo y después lo acercaban a los pechos de la joven. Saraam dio a luz diez hijos: cinco bebés y otros tantos cachorros. Cuando la Madre Luna apareció y miró hacia abajo para ver a la chica y su familia, sonrió.
-Bendita seas, Saraam, y benditos sean los padres de tus hijos. Bendito sea, sobre todo, el fruto de vuestra unión. Serán los ángeles de la salvación.
Dicho esto, tocó a todos los hijos uno por uno. Sus heladas y luminosas manos cambiaron a cada uno a su opuesto, de gato a humano y de niño a gato. Con su aliento los transformó en seres maduros y besó el vientre de Saraam, de donde procedían aquellos hijos. Saraam durmió muy bien aquella noche.
Los hijos de los tres viajaron por aquellas tierras. Gyani les enseñó la magia. Agun les instruyó en la guerra. Saraam les transmitió su sabiduría y les habló de la Madre. Con el tiempo expulsaron a las serpientes del lugar, y así comenzó nuestra misión, que todavía continúa hoy. Nuestro dharma consiste en mantener la paz entre los gatos y la gente. Damos caza a la serpiente de la corrupción y le aplastamos la cabeza con nuestros dientes. Somos gatos y humanos, sapiencia, amor y furia. Rastreamos a las serpientes y juzgamos a los mortales, y a veces morimos por el bien de todo.
Es lo menos que podemos hacer por el sacrificio de nuestra madre.
DESCRIPCIÓN
Los hombres leopardo y los hombres pantera son hermanos y hermanas de una misma tribu extendida por la India y África. Su existencia continúa con el pacto que comenzaron durante el Impergium y que continúa hasta nuestros días; es un acuerdo por el que los humanos y los grandes gatos conviven en paz y eliminan lo peor de cada uno.
Nadie que haya conocido a un Bagheera desea enfrentarse a su ira. Las panteras son famosas por su naturaleza triple. Cuando está tranquilo un hombre pantera puede ser sabio, curioso y hasta compasivo; cuando sus sentimientos afloran se vuelve agresivo, inconsciente y temperamental. Si se enfada, cuidado: un Bagheera enloquecido por la furia destruye todo lo que encuentra a su paso. Como la diosa Kali, se transforma en un destructivo ciclón. Hasta los Simba evitan la cólera de las panteras.
Los Bagheera son quizás la tribu más viajera de los Bastet. Curiosos y meticulosos, disfrutan con las experiencias nuevas y sacan provecho de las comodidades modernas para desplazarse tanto como pueden por el mundo. Los hombres pantera atraviesan tres fases a lo largo de la vida: la akari o “búsqueda”, la pourra o “fundación” y la doyala o “pasaje”. Durante la primera fase el hombre pantera disfruta con su nueva identidad. Todo lo que decida hacer lo llevará a cabo con total entrega. La segunda fase se basa en la tranquilidad y la observación. El hombre pantera encuentra una pareja estable, inicia una familia y se encarga de su bienestar. Muchos Bagheera construyen un hogar semipermanente durante la fase pourra y crean bibliotecas y grupos de amigos. Por último, el hombre pantera llega al período de la doyala, cuando comienza a compartir la sabiduría y el conocimiento que ha adquirido durante la juventud. En realidad, un Bagheera nunca deja de moverse, pero suele permanecer más cerca de su comunidad que los demás Bastet.
Según se cree en un principio se pensaba que los Bagheera estaban destinados a ser los árbitros de la sociedad Bastet. Aunque no ocuparon ese puesto (para alivio de los hombres pantera), todavía representan la autoridad colectiva de los hombres felino con sus costumbres y su trascendencia. Quizás se trate del temperamento de los Bagheera (tranquilo y relajado para ser Bastet) o de las culturas orientales de las que muchos proceden. En cualquier caso y según se dice un hombre pantera siempre será justo, honrado y sabio en sus decisiones.
Siempre que se esté de su parte.
El Arthashastra dice “El gobierno es la ciencia del castigo”. Sin duda, los Bagheera se rigen por esta regla. Los hombres pantera toleran el comportamiento inconsciente en gran medida pero los crímenes serios (violación, canibalismo, ruptura de juramentos, etc.) exigen un justo castigo. Quienes se sitúan fuera de la ley, sean humanos, felinos o Bastet son cazados por las partidas de guerra de los Bagheera. Al igual que los pelotones de linchamiento del Salvaje Oeste, estas taklah se congregan con rapidez, capturan al objetivo, lo despachan y se dispersan. La presa es juzgada mediante una combinación de Dones e intimidación. Si resulta inocente, el líder del grupo se lleva a la taklah en busca del verdadero culpable. Si el veredicto se inclina por la culpabilidad, los hombres pantera suelen aniquilar al condenado en ese mismo momento. Como mínimo, el ofensor es marcado (a menudo con un Rito de Exilio) y se le deja libre. Algunos Bagheera practican la justicia por vocación y recorren el mundo cazando a los criminales. Los crímenes más violentos han terminado en masacres alentadas por los hombres leopardo.
Por regla general un Bagheera es generoso, leal, juguetón y justo. No cede con facilidad a la Rabia, pero cuando lo hace, nada podrá desahogarlo excepto la destrucción total. Los hombres pantera más veteranos pueden invocar Dones que los transforman en enormes máquinas de matar armadas de la cabeza a los pies, y hasta los más jóvenes pueden derribar a un búfalo con un golpe certero. Un dicho hindú reza: “Vishnu alumbró al gato, Uma lo golpeó, y Kali lo puso en movimiento. Aunque los Khan afirman que están adaptados a esas palabras, no hay duda de que los Bagheera cumplen los requisitos.
Conocidos por algunos como los ejecutores de Kali, los Bagheera son conocidos por su sabiduría mística y su feroz temperamento. Son un pueblo fuerte y sagaz, constantemente buscando la sabiduría en las profundidades de Gaia al mismo tiempo que luchan salvajemente para arrancar las garras de Asura de la Tierra. Hasta hace poco tendían a realizar sus tareas en solitario, acechando pacientemente a los enemigos de Gaia y reuniéndose sólo en raras ocasiones para intercambiar información y compartir sabiduría. Sin embargo, ahora han comenzado a trabajar estrechamente con las demás Razas Cambiantes, esperando traer a la tumultuosa multitud de la humanidad bajo control y salvar a sus compañeros y Parientes de la completa aniquilación.
HISTORIA
Según la leyenda, los Bagheera surgieron de un amor prohibido entre gatos y humanos y siguen aferrados a ambos, quizás por ello se han mostrado más comprensivos y justos que otras tribus Bastet. En el principio de los tiempos, los Bagheera se extendieron por el mundo, siguiendo a sus parientes felinos y humanos.
Cuando llegó el Impergium, los hombres pantera participaron en él a regañadientes, pero a medida que pasaba el tiempo cada vez más de ellos llegaban a la conclusión de que se trataba de una mala idea. Pronto encontraron voces en común con otros descontentos entre otras tribus, y para su sorpresa, también entre otros Fera. Entre los hombres lobo las tribus de los Caminantes Silenciosos, los Contemplaestrellas, las Furias Negras y los Hijos de Gaia también comenzaban a presentar una oposición unificada ante el control sobre los humanos. Los Bagheera actuaron de intermediarios entre estos hombres lobo y otras Razas Cambiantes, y colaboraron con ellos para poner fin al opresivo dominio sobre los humanos, que ya había provocado en ellos el miedo del Delirio.
Entre las tribus Bastet, los Bagheera no tuvieron tanta suerte. Las tribus más jerárquicas, los Simba y los Khan, estaban orgullosos de actuar en la jerarquía humana, y no estaban dispuestos a terminar con el Impergium, eliminando a los humanos que se oponían a su Parentela. Los Bagheera, que durante esta época ya merodeaban por las tierras del Ganges y del Congo no tenían suficiente poder para oponerse a la voluntad de leones y tigres, pero la respuesta llegaría desde fuera.
La Guerra de la Rabia devastó las filas de las Razas Cambiantes. Los Bastet resultaron especialmente afectados en Europa y Asia. Los Bagheera también sufrieron, luchando al lado de los demás hombres felino, pero sufrieron en menor medida. Habían ganado aliados entre los Garou durante el Impergium y además, habían reclamado el dominio sobre pocas tierras, por lo que no eran objetivos prioritarios en las matanzas. Aunque los leopardos fueron barridos de gran parte de Europa, sobrevivieron en África y Asia.
Cuando terminó la guerra, los Bagheera reemprendieron su estilo de vida nómada, aunque con mayor cautela. Acudieron a las cortes tribales de los Reyes Simba de África y a los reinos de los rajás Khan de la India. Rara vez gobernaban, pero a menudo actuaban como intermediarios y consejeros entre los monarcas Bastet. Cuando surgían disputas entre varias facciones, a menudo actuaban como jueces y árbitros, y su palabra era respetada.
La reticencia de los Bagheera hacia el gobierno no sólo tiene que ver con la función de árbitros que en teoría les asignó Gaia. Algunos creen que en el lejano pasado hubo reyes pantera, pero terminaron corrompiéndose y luchando entre ellos. Aunque consiguieron salvarse del exterminio, aprendieron una valiosa lección. Fuera cual fuese su papel en el orden de Gaia, no estaban hechos para gobernar. La caída de otras tribus, e incluso de los monarcas de otras Razas Cambiantes, no hizo sino alimentar sus suspicacias hacia el manto del gobierno, sobre todo cuando veían a los reyes de la humanidad dominando la tierra en nombre de sus dioses y de sus intereses egoístas.
Pero aunque los Bagheera no buscaban problemas, los problemas inevitablemente terminaban acudiendo a ellos. Al desentenderse de la vigilancia de la humanidad, los mil rostros de Asura se habían convertido en un millón, prosperando en las llamas febriles de la peste y emergiendo como un parásito devastador.
Y aunque los hombres pantera ganaron algo de tiempo retirándose a sus tierras la corrupción de Asura los siguió en forma de exploradores, conquistadores y cazadores, que irrumpieron en la naturaleza y cazaron a sus parientes felinos o les pusieron cadenas. En África la Parentela felina de los Bagheera fue diezmada por las enfermedades y cazada por diversión, mientras sus Parientes humanos eran esclavizados y llevados más allá de los mares. Desde el siglo XVI en adelante, sus tierras africanas fueron amenazadas con espada y fusil.
En la India la situación de los Bagheera era algo mejor. Aliados con los Khan sin embargo no escaparon a los conflictos de los hombres tigre. Aunque los hombres pantera a menudo trataban de impedir los conflictos sucesorios que terminaban estallando, no pudieron evitar varias guerras intestinas que diezmaron las filas de los Khan en varias ocasiones. Fue sólo mediante la ayuda de los hombres pantera que los maharajás tigres mantuvieron su reino, pero la situación era cada vez más convulsa debido a la llegada de sucesivas oleadas de invasores, que agitaban las tierras de los tigres. En contraste, los Bagheera hindúes y musulmanes conseguían cooperar más allá de las fronteras religiosas y étnicas, pues muchas veces carecían de territorios por los que luchar.
Mientras los europeos cercaban el continente africano sobre los mapas y los colonos acechaban en sus fronteras, varias facciones sobrenaturales de magos, vampiros y cambiaformas se unieron para detener a los invasores. Las cálidas noches de África se convirtieron en pesadillas y fue un milagro que alguien consiguiera sobrevivir a las matanzas, pues los europeos llegaban acompañados de sus propios magos, armados con máquinas y fuego, y ayudados por los vampiros blancos. En el caos los hombres pantera titubearon mientras los colonos tomaban el continente. A comienzos del siglo XX los restos de las tribus africanas de los Bastet se retiraron a la selva, iniciando una resistencia contra la civilización europea que en algunos casos continúa hoy en día.
En la India el reino de los maharajás Khan se hundió en medio de la traición. La última guerra entre los hombres tigre a mediados del siglo XX se luchó con mercenarios corruptos y magia negra y el último maharajá traicionó a los suyos y asesinó a sus oponentes mediante un secreto de la tribu. Los Bagheera indios, dominados por la ira, se reunieron para unir sus fuerzas contra él. Fue una sangrienta batalla en plena estación del monzón, pero el último maharajá y sus lacayos perecieron en ella. Sin embargo, tras su caída los hombres pantera se encontraban en la incómoda posición del poder que durante mucho tiempo habían rechazado. Pero si querían mantener la paz entre las Razas Cambiantes de la India era necesario que asumieran el liderazgo, y eso hicieron.
Durante las guerras por la descolonización de África, los hombres leopardo se encontraron cara a cara con un nuevo enemigo que en gran parte había permanecido oculto, y que se había alimentado de la miseria de la colonización: la multinacional Pentex. Los Bagheera se alzaron contra ella, denunciando sus abusos en medio de los múltiples conflictos provocados por la independencia de los nuevos países. En algunas ocasiones alzaron sus garras y llegaron a golpear en el mundo occidental, pero su guerra contra la Corrupción S.A. resultó muy cara y sus filas resultaron diezmadas.
En medio de la confusión africana se alzó la figura de Diente Negro, un feroz guerrero de la tribu Simba que ascendió en el poder. Al principio los Bagheera lo apoyaron, pero con el tiempo se arrepintieron. Aunque luchó contra la corrupción, Diente Negro terminó convirtiéndose en un tirano. Sometió a vampiros y hechiceros corruptos, pero después los utilizó para someter a las demás Razas Cambiantes. En principio los hombres leopardo fueron pacientes, ya que Diente Negro no era peor que otros tiranos Simba que lo habían precedido, pero cuando comenzaron las matanzas de cambiaformas y su Parentela comenzaron a preocuparse.
La gota que colmó el vaso fue la matanza de las Ajaba, en la que participaron algunos oportunistas hombres leopardo y que terminó con la muerte del rey hiena y cientos de sus vasallos, cambiaformas y Parentela por igual. Y Diente Negro no se detuvo ahí. Algunos Bagheera se atrevieron a desafiar al tirano y fueron asesinados. Otros se ocultaron en las selvas, aguardando el momento para golpear, y las partidas de guerra comenzaron a afilar sus armas.
La aparición de Kisasi, una mujer hiena, y la vieja Kiva, una veterana Bagheera, supuso el fin del dominio de Diente Negro. Estas dos improbables amigas consiguieron crear una alianza entre las facciones que habían sido oprimidas por el Diente Negro. Muy pronto las Razas Cambiantes de África consiguieron unirse contra el tirano y poco a poco comenzaron a minar su base de poder: los Mokolé aplastaron a la manada de Diente Negro; los Caminantes Silenciosos destruyeron a sus aliados vampiros, los Bagheera y los Bubasti lo despojaron de su poder mágico, y finalmente otros lo derrotaron de una vez por todas. Tras la caída del tirano, se pusieron los cimientos de una alianza permanente que terminara con la división de los cambiaformas de África: el Ahadi.
HISTORIA RECIENTE
En los últimos años, la principal preocupación de los Bagheera de la India ha sido la creciente popularidad del Campamento de Shiva, un campamento multitribal de Garou que defiende la creencia de que los hijos de Gaia no tienen ningún tipo de obligación hacia la humanidad. Hasta donde a ellos les concierne, el único deber que tienen las Razas Cambiantes es hacia la tierra; mientras sea protegida, el destino de la humanidad carece de importancia.
A los Bagheera no les gusta.
Los Bagheera no son idiotas. Comprenden que la humanidad está lejos de ser perfecta, y que hay muchas, demasiadas personas habitando en el subcontinente indio. Pero también creen que a pesar del preocupante incremento de la población, el pueblo de la India tiene todavía suficiente respeto por la vida para proteger su herencia natural. Todavía reverencian y respetan el mundo que los rodea, aunque lo teman. Y todavía reconocen la necesidad de un equilibrio, a pesar de que sus vidas sean descontroladas. Los Bagheera no están dispuestos a abandonar a la humanidad sólo porque se haya vuelto inconveniente –ésa no es la voluntad de Gaia. El Campamento de Shiva debe recordar que Brahma y Vishnu son tan importantes en el gran ciclo como Shiva, y si los Bagheera tienen que aplastar a una manada de tozudos Garou para que eso ocurra, que así sea. La India es un territorio Bagheera –los hombres pantera son los amos aquí, no los lobos, y los visitantes harían bien en recordar eso.
Mientras tanto, los Bagheera africanos han tomado un papel central en la formación del Ahadi, la alianza entre la mayoría de las Razas Cambiantes de África, que las une en cooperación por sus intereses comunes. Aunque al principio el pueblo leopardo no formaba parte de esa asociación, el hecho de que fueran el único grupo respetado universalmente por todas las Razas Cambiantes de África les dejaba poca elección en el asunto. Han demostrado ser árbitros capaces, atrayendo a los Caminantes Silenciosos al pacto y permitiendo que los Simba Mayi’o asumieran funciones ceremoniales de liderazgo. En muchos sentidos son el pegamento que une al Ahadi; sin sus esfuerzos, especialmente los de la vieja Kiva, el pacto se derrumbaría en cuestión de semanas.
Pero no todo va bien en África. A pesar el éxito del movimiento Ahadi, África en conjunto se está desmoronando. La enfermedad recorre descontrolada la tierra, los gobiernos se derrumban en todas partes, y la sequía y el hambre torturan la tierra. De hecho el Ahadi es la única noticia buena que los cambiantes de África han visto en las últimas dos décadas, y la situación no parece mejorar. Los Bagheera africanos han estado investigando varias formas de solucionar esos problemas, incluso buscando la ayuda de sus compañeros de la India, más estables. Sólo el tiempo dirá si sus esfuerzos tienen éxito, pero es completamente posible que los problemas a los que África se enfrenta estén más allá del control de un único grupo, sin importar su dedicación.
ESTEREOTIPOS
Jureem Pakura rememora los encuentros con clientes de todo el mundo:
Bastet: Somos un pueblo orgulloso y desunido y no trabajamos bien juntos. Se supone que debemos ser quienes traigan la unidad, pero hace tiempo que nos desentendimos de nuestros hermanos y hermanas. No debimos hacerlo.
Balam: Son más sabios de lo que su furia puede hacer pensar. Escúchalos con atención y contempla las visiones que traen.
Bubasti: Criaturas de Cahlash. Hace mucho que vendieron sus almas y no se puede confiar en ellos.
Ceilican: Se los cree muertos. Pero no estoy seguro. De vez en cuando la brisa nos trae su olor. Me he encontrado con impostores que dicen pertenecer a nuestra tribu. ¿Serán Ceilican? Todo es posible.
Khan: Nuestros hermanos tigres son parientes muy honorables, pero necesitan detener su rabia. Casi los ha destruido.
Pumonca: No puedo confiar en nadie que no tenga tierra. Creen que están solos en la vida y se equivocan.
Qualmi: Ingeniosos embusteros y grandes tramposos.
Simba: Por lo que he oído, hubo un tiempo en que eran nobles. Pero ahora ya no lo son. Perdimos a muchos buenos hermanos y parientes con Diente Negro y su manada y toda su tribu debe soportar la vergüenza que ahora llevan.
Swara: Nunca he hablado con uno el suficiente tiempo como para aprender algo, pero he oído que mantienen los lugares sagrados a salvo. Eso es suficiente para que se hayan ganado mi respeto.
Garou europeos: Ya he visto esa rabia asesina en nuestros hermanos Simba y Khan. No quedan leopardos en sus tierras, y sólo escucharé a los que nos traten con respeto.
Caminantes Silenciosos: Los lobos de Egipto fueron sabios. Es cierto que no intentaron matarnos, aunque sólo fuera porque no tenían fuerza para hacerlo. Fueron expulsados de su tierra y ahora han vuelto para ayudarnos a liberar la nuestra. Espero que no traigan el corazón de los conquistadores.
Contemplaestrellas: Estos lobos se han beneficiado de la sabiduría. Han aprendido a utilizar la palabra y la garra y son bienvenidos en nuestras tierras.
Furias Negras: No te equivoques, estas guerreras están poseídas por la misma rabia que los demás lobos, así que ten cuidado con ellas. Sin embargo, entre ellas hay quienes tratan a las panteras con respeto, así que podemos aceptarlas.
Hijos de Gaia: Estos lobos han luchado por la paz, y han sufrido una derrota tras otra. Escucha sus palabras, pero cree en ellas sólo cuando las acompañen los hechos.
Kucha Ekundu: De todos los Garou, estos son los que mejor han comprendido las tierras de África. No han venido como conquistadores, sino como vecinos.
Corax: Nos guían a nuevas presas y secretos y son amigos divertidos. Sin embargo, procurad que no os quiten vuestros propios secretos.
Mokolé: Los Reyes Sabios. Si algo hemos aprendido de estos pozos de conocimiento es que el mejor gobernante es el que no se sienta en el trono, sino el que camina entre sus súbditos.
Nagah: Un recuerdo de la Guerra de la Rabia. Nos enseñaron a escondernos y a golpear desde las sombras y si nosotros hemos conseguido sobrevivir…
Ratkin: Criaturas llenas de plagas y destrucción. Se han embriagado con Cahlash hasta la médula.
Cita:Nuestra sabiduría es anterior a los brahmanes y más antigua que los sutras. Hemos visto pasar a los arios, a los griegos, a los mogoles y a los ingleses, mientras que nosotros no nos hemos movido de aquí. Durante los Primeros Días, supimos cuál sería nuestra misión en el mundo: observar, destruir y preparar el alma para la siguiente vida.
ORGANIZACIÓN
En las últimas décadas, tras la descolonización de África y Asia, la tribu Bagheera se encuentra de nuevo en un estado saludable, de hecho más saludable que en siglos. Muchos pueblos han vuelto a adoptar las antiguas costumbres, los medios de transporte hacen que los viajes resulten más sencillos y los medios de comunicación permiten a los hombres pantera acceder a conocimientos y secretos con los que nunca habían soñado. Aunque el mundo vive “tiempos interesantes” la tribu encara el futuro con optimismo, vislumbrando el próximo amanecer más allá del crepúsculo.
Aunque no son criaturas especialmente sociables, la organización social de los Bagheera está de todas formas más desarrollada que la de las demás tribus Bastet. Los Bagheera de rango bajo tienden a mantener lazos estrechos con sus ancianos, y suelen respetar su consejo y acatar sus ocasionales órdenes. No es raro que estos felinos formen redes regionales o incluso globales dedicadas a mantener el contacto y compartir información. Estas redes han sido muy útiles para el movimiento Ahadi, permitiendo a los Bagheera coordinar las actividades de la organización por toda África sin utilizar nada más que a los hombres pantera y a sus extensas redes de Parientes.
Los Bagheera son los legisladores de los Bastet, y se toman sus deberes muy seriamente. Los Bastet (o de hecho, cualquiera de los hijos de Gaia, pues los Bagheera no son selectivos cuando se trata de castigar a los culpables) que se vuelven contra Gaia, o que amenazan con romper el Velo con sus actividades, pueden convertirse en el objetivo de cualquier Bagheera que se encuentre en las cercanías. Si el enemigo es especialmente poderoso, varios hombres leopardo se reunirán para disponer de él, y sólo se dispersarán en cuanto hayan cumplido su misión, continuando con sus vidas.
El llamamiento a la batalla se realiza mediante el Rugido de Guerra, a menudo comunicado a través de los espíritus o de las redes de la Parentela, que reúne a la partida de guerra. El Bagheera de rango más alto lidera el grupo, juzga a los objetivos y decide el castigo. En el pasado los Rugidos de Guerra solían tardar varias semanas en reunir a una partida de guerra, pero las comunicaciones actuales permiten que los ancianos puedan organizar la caza en más o menos un día.
El Bagheera que responde al Rugido de Guerra acepta actuar según se le ordena; en ocasiones puede cuestionar un juicio, pero lo normal es que apoye la voluntad del anciano líder. Tras las desastrosas batallas contra Diente Negro, Pentex y en la última guerra Khan, la tribu ha establecido límites sobre los Rugidos de Guerra a gran escala a menos que se produzca algún desastre. La tribu ha perdido a demasiados miembros en las últimas décadas para participar en más conflictos desiguales.
Las partidas de guerra Bagheera son conocidas como taklah, y son grupos realmente temibles. Aunque no son tan coordinadas como una manada Garou, y no son tan efectivas en guerras de castigo (como se ha visto en las batallas contra Pentex y la Tormenta Eterna), de todas formas constituyen una concentración devastadora de poder a corto plazo. Las taklah se forman estrictamente para objetivos a corto plazo; los Bagheera utilizan una combinación de Dones y Ritos para derribar a una víctima y entonces acaban con ella tan rápidamente como sea posible.
Los Bagheera en una partida de guerra no pierden el tiempo. En primer lugar es necesaria una amenaza seria para que se unan, y por lo general los Bagheera que participan en ella tienen otros asuntos de los que ocuparse (especialmente porque entre sus filas tienden a encontrarse individuos de rango elevado). Por lo tanto, no hay tiempo para socializar, ni se toleran disputas internas, ni hay paciencia ante obstáculos o demoras. La partida de guerra Bagheera es un arma peligrosa que debe utilizarse con cuidado. Que aparezca una en una Crónica debería ser un acontecimiento momentáneo, y debería aterrorizar a los personajes aunque los Bagheera envueltos sean nominalmente sus aliados. Es importante.
Los hombres pantera siempre han sido los árbitros de los felinos cambiantes y se han visto obligados a convertirse en la columna del Ahadi, la presencia unificadora entre las ramas norte y sur del pacto y los que negocian los acuerdos de paz siempre que una facción u otra deciden que ha tenido suficiente y quiere expresar su descontento. Las Ajaba dependen de los Bagheera, los Simba los respetan, e incluso los Mokolé los consideran amigos. Incluso los Garou consideran que es fácil cooperar con ellos, ya que tienden a ser mucho menos arrogantes de lo que suele ser habitual entre los felinos. Sin embargo, los Bagheera no están a gusto en esta posición. Se encuentran más atraídos por las tareas de erudición y exploración que sus compañeros, y no les gusta verse obligados a hacer de diplomáticos en cuestiones que no les afectan directamente. Pero como están tan ferozmente dedicados a los ideales del Ahadi, y como nadie más parece ser capaz de hacer el trabajo, hacen lo que pueden y mantienen la boca cerrada durante el resto del tiempo. Al menos durante la mayor parte.
Por otra parte, muchos Bagheera del Congo se encuentran mucho más próximos a los Mokolé que a los demás Bastet o a las Ajaba, y no tienen paciencia para soportar a ningún Garou salvo a los Kucha Ekundu. En algunos aspectos los leopardos del Congo son una secta completamente diferente de los Bagheera, y aunque ostensiblemente son miembros del Ahadi –y se toman la organización bastante en serio- son mucho más aislados e introvertidos que sus compañeros, e incluso menos amistosos.
RASGOS
Al margen de su procedencia cultural y étnica en su forma humana los Bagheera tienden a mostrar pómulos pronunciados y nariz prominente. Se dice que los ojos de un hombre pantera son los más sabios entre los Bastet…y lo cierto es que hasta los más jóvenes parecen estar sumidos en una profunda meditación.
A la hora de buscar pareja los Bagheera suelen inclinarse por artistas y científicos y disfrutan tanto con la alta tecnología como con las artes interpretativas. Como viajeros que son, visten como gustan; unos se decantan por las sencillas vestimentas de los campesinos de la India mientras que otros exhiben ostentosos diseños orientales o la cómoda moda de occidente. Sus preferencias de estilo de vida son también muy eclécticas; si hacer generalizaciones sobre los Bastet ya es complicado, hacerlas sobre las inclinaciones estéticas de los hombres pantera es casi imposible.
En sus formas felinas el pelaje de los Bagheera es negro o amarillo y moteado. Por alguna razón, la tonalidad negra es más frecuente en las mujeres y hembras de la tribu, mientras la tonalidad amarilla y moteada es más frecuente entre los hombres y machos. Un linaje minoritario exhibe las marcas tricolores de la pantera nebulosa del sudeste asiático (sin estar especialmente extendidas en ningún sexo en particular). Se rumorea que existe una rama de la tribu en el Himalaya que se ha reproducido con éxito con los leopardos de las nieves, pero muchos Bastet creen que simplemente se trata de un deseo optimista.