[Recurso] Edad Victoriana: Wraith
Publicado: 10 Nov 2019, 11:57
EDAD VICTORIANA: WRAITH
Por Kate Fix, J. Edward Tremlett y C.J. Tremlett
Existe algo más allá de este mundo espiritual
-un sistema cuyo funcionamiento
por lo general y por suerte se encuentra oculto de nosotros,
un sistema que puede y en ocasiones es,
parcialmente y terriblemente revelado.
Estoy seguro –lo sé-…de que existe un Dios
-un Dios terrible- y de que al castigo sigue la culpa,
en formas misteriosas y fantásticas
-mediante agentes inexplicables y terribles.
“El vigilante” –J. S. Le Fanu
INTRODUCCIÓN
Bienvenido a la época de la Reina Victoria. La época del Imperio Británico. Una época en la que el sol nunca se ponía bajo la bandera de Inglaterra y las gloriosas virtudes victorianas se extendían por todo el mundo. Fue una época de modernización, progreso y descubrimiento. Una maravillosa época en la que vivir. Bienvenido a la Era del Hierro. La Era de la Máquina. Una época en la que vida humana valía sólo lo que era capaz de producir y los pobres eran aplastados por las ruedas del progreso para engrasar sus engranajes con su sangre. Fue una época de industrialización, regresión y miseria. Una época terrible para vivir. Y bienvenido al Reino Oscuro de Hierro. La era Post-Tertium. Una época en la que la Mortaja estaba adquiriendo la consistencia del acero, y los Señores de la Muerte habían abandonado las Tierras de las Sombras para residir para siempre en la Isla de los Lamentos. Fue una época grande y fascinante para estar muerto. Aquí no existe nobleza terrateniente. No existen rangos ni títulos hereditarios. Existen Jerarcas y Renegados, amos y esclavos, Infantes, Lémures y Pálidos
No existe progreso. No existe una ciencia innovadora para hacer avanzar tu mundo. Aquí sólo existe la forja, el martillo y las antiguas artes de los muertos. Queda poca esperanza. No existen iglesias ni instituciones de caridad para ayudarte o guiarte. Existe una espera infinita para conseguir la paz en una tierra en la que tú eres tu peor enemigo y ninguna maravilla sale gratis. Bienvenido al Mundo Subterráneo de la Edad Victoriana. Bienvenido al Infierno. Bienvenido al resto de la eternidad o tanto como quieras soportarla. Bienvenido a tu muerte. Y que disfrutes de ella…
~ 1 ~
Su nombre era Annabelle P-----. Era joven, de linaje bueno y longevo a la vez, de una casa con dinero viejo, y era una mujer exquisitamente hermosa. Su risa era como el canto de los pájaros al amanecer, antes de que el sol saliera del todo, y sus ojos estaban llenos de la inteligencia que su padre había cultivado en ella.
Pero no penséis que su inteligencia le había conferido aires de grandeza por encima de su sexo: comprendía las leyes del hombre, de la naturaleza y de Dios, que sólo él es soberano sobre todo, y reconocía que su lugar debía situarse en la sabiduría del Topoderoso. Sólo quería ser feliz cumpliendo su voluntad, y estaba contenta de que sus padres hubieran bendecido su relación de amor con su Adam, que parecía una excelente pareja para ella en todos los sentidos.
Y hablemos de Adam, porque era –como el primer hombre- un ser hermoso. Había sido bendecido con un aspecto agradable, y su mente e ingenio eran similares a los de Annabelle en todo. De hecho, ella consideraba que era toda una bendición tenerlo, y el sí de su padre a su matrimonio había sido el día más feliz de su vida.
Así que ella no esperaba otra cosa excepto alegría y gozo eternos entre sus brazos, y me gustaría poder contarle al lector los detalles de su vida juntos, Annabelle y Adam. Me gustaría poder hablar del día brillante y feliz de su boda, de su luna de miel en el mar, de sus adorables hijos, y su rápido y honesto ascenso a la posición que ambos se merecían. ¡Oh, hubiera sido maravilloso haberlos visto en lo que sería una casa bendecida por Dios, cuidando de su hogar y de sus adorables hijos e hijas!
Por desgracia, hablar de todo eso hubiera sido mentira, porque no hubo boda, ni luna de miel, ni hijos. Y el único ascenso que realizó Annabelle fue el último paso que todo hijo nacido de mujer debe tomar: el lento y doloroso descenso a la tumba, para encontrarse finalmente con el Todopoderoso.
¿Qué fue lo que ocurrió, os preguntaréis? Ciertamente fue una terrible tragedia. Y terminó con uno de ellos muertos, y el otro…peor que muerto, porque parece que aunque Adam parecía la contrapartida perfecta de Annabelle en todo, carecía de la virtud más importante de todas.
Parece que un tiempo antes de que los arreglos del matrimonio hubieran finalizado, Adam cayó bajo la influencia de un extraño misterioso –un doctor, de hecho- que le introdujo en placeres decadentes e ideas siniestras. Y Adam, aunque debería haber sido capaz de apartarse de esa trampa satánica, cayó en ella fácilmente. En poco tiempo quedó atado a los encantos malignos del doctor, y gozosamente lo siguió a través de los oscuros y horrorosos rincones de la noche de Londres.
Cuando el doctor se hubo apoderado de Adam, había dejado de ser el hombre que fue. Mientras que antes había sido un hombre educado y decente, ahora era un catamita consumido por el opio y la absenta, y donde antes latía un corazón bueno y amable, ahora sólo quedaba el latido de una horrible lujuria. Su mente también se había roto bajo el peso de los repugnantes vicios y placeres prohibidos. ¡Y este cambio de Dios a Satán se produjo en tan sólo tres días!
Annabelle no supo nada de esta transformación, por lo menos no hasta que fue demasiado tarde. Una fatídica noche ella y su hermano acudieron junto a su amor, para exigirle respuestas por su reciente comportamiento, y él rompió la promesa del compromiso del matrimonio, pero fue incapaz de decir exactamente por qué. Y esa fue la noche en la que Annabelle vio por primera vez al doctor satánico, y escuchó su lengua de plata dentro de su oído, animando a su amor –ahora el amor del doctor- a rechazarlos a todos.
¡Pobre, desgraciado Adam! Si hubiera tenido una fe del tamaño de un simple grano de mostaza en nuestro Señor y Salvador, entonces habría conseguido evitar el destino que recayó sobre él. Pero era débil de corazón y de mente, y el Diablo se abrió camino en ambos con despreciable facilidad. Y de este modo hizo lo que se le ordenó, y rechazó a Annabelle, y la echó a ella y a su hermano de su casa, y ellos se fueron sin esperar volver a verle nunca más.
Pero estaban equivocados, porque el doctor acudió a Annabelle esa noche y se la llevó de su casa. Entonces trajo a Adam y juntos realizaron en ella actos que fueron tan viles y sin compasión que serviría de poco repetirlos aquí, salvo para decir que al final la mataron, y murió en manos del hombre con el que había planeado casarse sólo unos pocos meses después. Y esa mano fue guiada en este crimen por el doctor, que malignamente facilitó el cambio de visión de Adam, para que viera a su antiguo amor nada más que como la distracción de un momento y para que la rompiera como un niño podría romper un juguete después de que hubiera tomado todo lo que quería de ella.
Tras burlarse del acto marital, Annabelle fue despachada como un perro herido y fue abandonada muerta, vestida como una prostituta en un callejón frecuentado por prostitutas, para que fuera enterrada en una tumba de miserables. Y Adam y su oscuro mentor la abandonaron, tras haber utilizado su muerte como un adiós a la vida digna, pero pasada de Adam.
Pero Annabelle P------ no se encontró al Todopoderoso en esa tumba o en ninguna otra. Annabelle permaneció atrás por la fuerza de este mundo, y el mal que había sido cometido en ella. Esa misma noche –antes de que la policía encontrara su cuerpo y lo colocara en un carro con los otros muertos de las calles escuálidas de Londres- se había alzado de nuevo, envuelta en la carne de un fantasma y pronunciando el nombre de su amor.
Y así fue cómo me encontré con ella, y cómo conocí la historia de su desdicha, y lo que le había ocurrido. Como dije al principio, el final de la historia no fue el esperado, y aunque no lo fue –a pesar del resultado y del coste, la ayudé a salvar su alma.
Y aunque el esfuerzo puede no haber sido santo, la piedad nunca ha sido barata.
~ 2 ~
No mucho después de su muerte, Annabelle acudió para unirse a las filas de la Legión del Misterio. Podría haber terminado en algún otro grupo, quizás alguno más adecuado a las circunstancias exactas de su defunción, pero como tenía tantas incógnitas en su mente sobre lo ocurrido en aquella fatídica noche, y su Corpus contaba una historia diferente, quienes la segaron de su Crisálida, sollozando y aturdida, actuaron como era debido.
Ahora bien, como he mencionado anteriormente, Annabelle era una joven dama inteligente y obediente. No quería ofender ni desobedecer, y estaba bien educada en las maneras, gentileza y humildad que la condición de la mujer –con sus muchas imperfecciones- permite. Tras ser asesinada por su amado, ahora un monstruo con forma humana, se le había negado el descanso y la paz que debería haber recibido una hija de Dios y que no tenía ninguna falta notable por su parte.
Así que cuando se presentó a la Jerarquía y se le reveló la naturaleza de su condición, escuchó lo que le dijeron y lo consideró verdadero y correcto. Cuando se le dijo lo que debía hacer, tanto por ella como por la raza de los fantasmas –a la que ella pertenecía ahora de forma inexorable- aceptó que era su derecho y deber obedecer. Y cuando le hablaron sobre la Ley de Hierro y le mostraron el destino de quienes la rompían, sintió miedo, y no pensó en romperla.
Así terminó su instrucción, por lo menos en lo que se refiere a la Jerarquía. Pero la verdad es que había recibido las lecciones más importantes. Había otras cosas ahí fuera, en el mundo de los muertos, que tendría que solucionar. Y la principal de esas cosas era su completa carencia de recuerdos sobre los detalles de su muerte. Acogida en los brazos de hierro de la Jerarquía y trabajando por su bien, la Legionaria Annabelle P----- aprendió mucho. Hizo lo que se le decía, obedientemente y pronto aprendió mucho sobre este mundo oscuro, o tanto como la oscuridad del Adversario le permitía aprender. No ascendió, porque la Legión del Misterio es una Legión pequeña, y tendría que trabajar mucho para probar su valía, pero se mostró digna en su rango y recibió pequeñas muestras de gratitud de la Jerarquía.
Pero a pesar de su obediencia y disposición, existían algunos momentos de furia interna que la intranquilizaban, aunque no conocía las razones. Por ejemplo, cuando veía a las prostitutas muertas arrojadas en las calles, en las aceras y las alcantarillas, con sus pieles tan blancas como la leche y sus cuerpos drenados de sangre, se enfurecía. Y cuando vislumbraba a las asquerosas criaturas que cazan en la ciudad de noche, buscando sangre e inocencia, se enfurecía más.
Y se enfureció todavía más cuando descubrió, mediante su observación, que esos demonios tenían todo un mundo a sus pies. Merodeaban en un mundo oscuro y de pesadilla, donde la sangre era el dinero, la bondad una fachada, el deber un ritual pagano y la inocencia una broma o un recurso que explotar. Vio blasfemias cometidas contra nuestros Señor y Salvador por aquellas blasfemias andantes, y se enfureció más allá de cualquier comprensión, proporcionando un banquete de odio al Adversario de su alma.
Pero la furia no aclaraba sus ideas, por lo menos en lo que se refería a su desaparición. Tenía fragmentos de recuerdos sobre lo que le había robado el aliento y lo que la había llevado al callejón donde murió, pero no podía unir todas las piezas para rellenar las lagunas de su memoria o coser todos los fragmentos. De esta forma las imágenes que conservaba de su muerte la distraían, su mente vagaba, llena de dudas e incertidumbre.
Este estado mental sólo proporcionaba fuerza al Adversario y un aire medio distraído e inquieto en sus tareas. Finalmente sus superiores consideraron que estaba descuidando sus deberes y le ordenaron que lo hiciera mejor. Fue sincera en sus disculpas ante ellos, pero también les pidió ayuda, porque estaba tratando de resolver su propio misterio personal, un misterio que no la dejaba descansar en paz.
Y los Legionarios del Misterio aceptaron, porque sabían bien lo que era desconocer algo tan importante, y le dieron un plazo extendido para que pusiera sus asuntos en orden o en perspectiva, como es habitual en la Legión. Y así le encargaron que descubriera la naturaleza de su misterio, y pronto, o tendrían que tomar medidas drásticas para asegurar su lealtad y utilidad.
Annabelle no necesitó que le explicaran la amenaza, porque sabía demasiado bien lo que podía ocurrirle si regresaba sin algo que mostrar.
Así que volvió a las calles de noche, y espió a los repugnantes demonios mientras se dedicaban a los turbios negocios que había descubierto. Pronto se convirtió en una experta vigilando sus movimientos y observó atentamente a la búsqueda de un rostro familiar: el rostro que había traído tanta ruina y dolor a ella, a su familia, y que había acabado con su vida. El rostro del doctor diabólico que había tentado miserablemente a su Adam, y había convertido a su amor en su asesino.
Y así, mi querido lector, fue como ella encontró a tu humilde narrador, y cómo llegué a oír la historia de su miseria. Me encontraba en un fumadero de opio cuando Annabelle P----- descubrió lo que buscaba, y yo, a la vez, la encontré a ella.
~ 3 ~
Puede que te preguntes, mi querido lector, “¿Qué estaba haciendo en un fumadero de opio?”. Nuestra parte del Gremio se encuentra siempre estacionada en el interior de lugares degradados y repugnantes, para que así podamos iluminarlos con la luz de nuestro Señor. Y por eso mi presencia allí, en aquella noche, era a la vez un testamento físico y espiritual del trabajo del Gremio. Me encontraba rezando por las almas descarriadas que habían entrado en semejante pozo de degeneración y hacía lo que podía para alejarlos de allí de forma sutil.
Con esfuerzo había podido salvar a algunos de esta forma, y también a algunos a los que no, y lloré por sus almas en su miserable descenso a la condenación. Pero el camino es a menudo duro, y no es por nada que nos referimos a nosotros como los Dantes, porque existen muchos que entran aquí y abandonan toda esperanza.
Y también están quienes se encuentran en esos lugares sólo para aniquilar la esperanza o para conseguir un burlesco reflejo de la misma. Estas criaturas son conocidas por hozar como cerdos en pozos de pecado e iniquidad, lo mejor para encontrar presas fáciles y algunas víctimas. Los placeres decadentes y prohibidos del opio, el alcohol y la carne les están prohibidos en su horrible estado, pero los que todavía viven se sienten atraídos a ellos por su proximidad a esas ansias repugnantes.
Como he dicho, me encontraba rezando por el alma de un pobre miserable, que hacía tiempo que se había perdido en los sueños de su pipa, cuando escuché un horrible grito al otro lado de la habitación. Al principio no le presté atención, porque los gritos y llantos son algo bastante habitual en un lugar al que los hombres acuden para deshacerse de sus mentes, una bocanada de cada vez, y vuelta a repetir. Y extrañamente nadie pareció reaccionar a los gritos, que cada vez se hacían más intensos.
Entonces me di la vuelta y vi a mi querida Annabelle P-----, que se encontraba de pie junto a un sofá acortinado en el rincón más oscuro de la habitación, pronunciando el nombre de su amor perdido y asesino, Adam. Podía ver en su rostro el cansancio de quien ha viajado lejos para resolver un gran enigma, sólo para descubrir que al resolverlo surgen todavía más enigmas. Y también podía ver que si no intervenía, podía hacer algo bastante desagradable y peligroso.
De modo que me dirigí hacia ella y le dije que mantuviera su compostura cristiana, y que me dijera qué es lo que le ocurría. Pero ella sólo podía señalar al fondo del rincón, donde se sentaban dos hombres bien vestidos, mano con mano en las sombras creadas por la cortina. Uno de ellos era un joven exquisitamente atractivo, pero parecía haber perdido algo del brillo divino de su juventud y entereza. Y el otro era claramente la causa de esa pérdida, porque de hecho era la misma encarnación de la mala compañía que la Biblia nos ordena evitar.
El joven atractivo, su Adam, disfrutaba del encanto engañoso de la pipa de opio, y se encontraba perdido en las diabólicas visiones que crea la droga. Mientras tanto, su oscuro compañero estaba mordiendo amorosamente la muñeca de Adam, para saborear ese mismo placer a su manera. Al lado de ese compañero de la condenación se encontraba una pobre niña de las calles, con sus pechos inflados por el éxtasis de la pipa y toda la sangre de su cuerpo consumida. No podía hacer nada excepto rezar por su alma, ahora sin duda en camino hacia su juicio final, e hice lo que pude para tranquilizar a la pobre Annabelle y apartarla del rincón donde su amante y su oscuro amor se encontraban, revolcándose en la blasfemia, el pecado y el asesinato.
Cuando nos alejamos un poco de aquel escenario que hería el alma, y ella recuperó la compostura como para hablar sin caer en la histeria femenina, Annabelle me confió la naturaleza de su propio misterio personal. Había entrado en el fumadero de opio buscando alguna especie de indicio sobre lo que le había ocurrido, los recuerdos perdidos, y cuando descubrió a su amor perdido allí, todo había regresado a ella. Lo recordó todo a la vez, la horrible noche en que Adam había cancelado su matrimonio, la forma en la que el doctor lo había animado a hacerlo, cómo el doctor había acudido a ella en la noche y las cosas que le había hecho.
¡Oh, lector no puedes ni imaginarte el horrible hedor de repulsión que sentí en mi interior al escuchar semejante degradación del espíritu, de la carne y del alma! Recé con ella para obtener fuerza y decisión, y le dije que podía ayudarla a liberar a su amor de las cadenas de pecado que le habían sido impuestas. Pero la forma de hacerlo sería traicionera y difícil, y no existían garantías de éxito, porque todo debe existir bajo la sabiduría y mirada de Dios Todopoderoso.
Ella aceptó mi propuesta de buena gana y de este modo la instruí en lo que debía hacer. Y es necesario reconocer su mérito cuando le dije los engaños que serían necesarios que cometiera contra su Legión y las actividades proscritas que debía cometer, que no parpadeó ni trató de dar marcha atrás en nuestro acuerdo. Creo que en aquel momento hubiera saltado de buena gana en el más oscuro de los Nihils, armada sólo con su fe y su amor, para rescatar a su querido amor de las garras antinaturales de su pecado.
Y así, envalentonado por nuestro acuerdo, acudí a la Sociedad esa misma noche, y presenté su caso ante los miembros augustos que se sientan en su tribunal. Ellos me aconsejaron como es debido sobre lo que debía hacerse y me dieron permiso para seguir adelante, mientras la Legión de Annabelle no pudiera seguir ningún rastro sobre lo hecho hasta la Sociedad, y mientras no le revelara nada de nuestro verdadero rostro o de las Artes secretas.
Con el permiso concedido y con la entrega de la Llave como señal y símbolo, regresé a las calles de Londres para planear la venganza de Annabelle y jugar mi propio papel en ella.
~ 4 ~
De esta forma fui autorizado por la Sociedad para ejecutar una violación de la Mortaja –protegida, hasta cierto punto, por la imposición férrea del Dictum Mortuum- y la querida Annabelle P----- y yo nos compartimos en compañeros clandestinos. La tutelé en los conocimientos de nuestro Gremio y cómo podía utilizar las Artes fantasmales que la Jerarquía nos prohíbe usar, y a cambio ella proporcionó a la Sociedad mucha ayuda y socorro que necesitaba. Nos proporcionó esas cosas a costa de la Legión del Misterio, algo a lo que se mostró reticente, pero en última instancia dispuesta, para que nuestro proyecto común siguiera adelante.
Pero no me gustaría que mi querido lector nos considerara unos groseros mercenarios, prefiero considerar que hasta las iglesias de Dios deben pedir un diezmo a su rebaño, para que así la buena obra de Dios pueda realizarse tanto en la tierra como en el cielo. ¡Y sin duda la empresa que emprendimos podía considerarse como una obra divina, porque no sólo nos aseguraríamos de que se hiciera la justicia de Dios, sino que además libraríamos al mundo de un agente del mismísimo Diablo! Un hombre pecador puede vivir y caminar sobre la Tierra para el sufrimiento de un Señor noble y justo, pero no esas asquerosas criaturas que son una pervertida burla de la vida y cuya mera existencia es un pecado contra la naturaleza y la razón. Sólo por eso hasta la última de ellas deberían ser destruidas ¡y no podemos permitir que la Jerarquía se interponga en el camino de un acto tan justo como el que yo y Annabelle íbamos a ejecutar!
Así que no hubo dudas ni vergüenza en nuestros actos y a medida que pasaba el tiempo me agradó descubrir que mi querida Annabelle era una digna estudiante. Aprendió bien las Artes brutales pero efectivas de nuestros parientes descarriados, tal y como se las enseñé y no pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en casi mi igual en el manejo de ese Arcanos. Sospecho que siempre atesoró un talento oculto por él, la verdad sea dicha, porque en los momentos en que su furia se apoderaba de ella sentía como si me encontrara ante un alma hermana.
(Y si mi sin duda inteligente lector siente curiosidad con respecto a cómo realizamos este aprendizaje en ocasiones brutal, le ofrezco esta anécdota: pasaron cinco años y entre los extraños demonios de esta ciudad se decía que uno de los suyos les estaba gastando una broma, porque de vez en cuando uno de ellos resultaba repentinamente golpeado por una presencia invisible, y terminaba con una nariz rota, un golpe en el cráneo, o un reloj pulverizado, cortesía de este asaltante invisible. Unos pocos de ellos incluso fueron atacados con fuego, gracias a la combinación de una noche especialmente seca y calurosa y una vestimenta mal elegida. Al final de estos años que abarca mi anécdota, me siento impulsado a creer que uno de sus miembros estimados fue finalmente culpado de estos extraños asaltos y que finalmente fue castigado con dureza por ellos. Sólo puedo agradecer que un alma maligna esté ardiendo para siempre en los fuegos del Infierno y que no vuelva a atormentar a los hijos de Dios sobre la Tierra).
Y durante este período, de la misma forma que fuimos maestro y pupila en cuestión de Artes, también fuimos compañeros exploradores en el reino del vicio, la degradación y las costumbres paganas de las criaturas malignas que habitan entre los hombres. Porque ahora que había jurado ante Dios eliminar de este mundo al Doctor Diabólico y salvar el alma de Adam, necesitábamos descubrir todo lo que pudiéramos sobre el mundo nocturno que los dos habitaban. Y eso significaba seguirlos, de la misma forma que un cazador debe acechar a su presa en la sabana de África.
Parece que el doctor se sentía singularmente inclinado hacia el placer. A veces ese placer era intelectual o filosófico y parecía especialmente hábil debatiendo formal o informalmente. Pero a menudo los debates eran sobre sus placeres favoritos, y en especial los placeres de la carne y cómo podía obtenerlos alguien que –en sus propias palabras- “había ascendido más allá de esas cosas en cuerpo y mente.”
Nuestra vigilancia también significó que mi querida Annabelle y yo presenciamos algunas de las escenas más viles y pervertidas que jamás se presenciaron desde la época de Sodoma y Gomorra, antes del juicio de un Dios airado pero justo. Al doctor le gustaban los experimentos extremos, a menudo involucrando a varios participantes a la vez, y era bastante metódico en el uso de drogas peligrosas, juguetes degenerados y artefactos de dolor y placer. Estos escenarios horribles y repugnantes también eran presenciados por otras criaturas, compañeros del doctor, hombres corruptos de su compañía, y pobres idiotas que no tenían ni idea de en qué se habían metido, o de cuál era el verdadero propósito de su presencia. Muchos de ellos entraban en esos pozos clandestinos de placer, dolor y castigo y demasiados de ellos no llegaban a salir.
Y en medio de todo esto se encontraba el pobre Adam, convertido en el actor central de estos juegos y fiestas satánicos. A menudo el doctor lo hacía actuar bajo sus órdenes y estaba contento de observarlo y tomar notas mentales de lo que realizaba. En ocasiones se dignaba tomar placer de su hombre, pero más a menudo obtenía placer de él simplemente mirando, y se conformaba con presenciar la degradación de Adam.
¡Oh, qué horrores nos encontramos! ¡Qué monstruosidades tuvimos que presenciar! Querido lector, te ahorraré la repugnante lectura de un catálogo detallado de las cosas que Annabelle y yo vimos, salvo para decir que sólo en la senda de nuestro Señor Jesucristo podemos caminar con seguridad y con la certeza de la salvación. Todas las demás formas de placer, iluminación y diversión son sólo fachadas para la decadencia y la depravación, y no llevan a ningún otro lado salvo a la ruina, la enfermedad, las garras de los demonios malignos que acechan entre los hombres y finalmente al ardiente pozo del infierno. Aférrate a tu fe como el superviviente de un naufragio se aferra a los restos flotantes de su barco y aférrate a ella con toda tu fuerza y voluntad, hasta que llegue el Día del Juicio para librarnos a todos de los horrores de la tumba.
Y más allá de todo este horror, más tristes pero más sabios, observamos e hicimos nuestros planes para la noche en la que el agente de Satán sería enviado de regreso al Infierno para no volver al mundo nunca más. No sabíamos entonces que estos planes tendrían que cambiar y nuestras acciones tendrían que acelerarse en alas de la necesidad.
El plan consistía en perfeccionar las habilidades de Annabelle y nuestro conocimiento de nuestra presa antes de actuar para destruirlo. Pero a veces el destino conspira para oponerse a nosotros y los planes mejor trazados por los hombres deben ponerse en marcha antes de que todos estén listos. Y aunque esto puede servir como explicación para lo que ocurrió aquella noche, una parte de mi alma me dice que lo que ocurrió no podría haber ocurrido de otra manera.
Los problemas inesperados, que provocaron la aceleración fatídica del plan fueron dos: el primero fue que el aprendizaje de mi querida Annabelle comenzó a pasarle factura, y en segundo lugar que la Legión del Misterio a la que ella pertenecía comenzó a sospechar que algo iba mal. Parecía que Annabelle poseía el conocimiento de Artes prohibidas que compensaban su carencia de comprensión de la intriga, y con el tiempo, las ausencias, el cambio de aspecto y conducta de Annabelle y la desaparición de equipo de la Legión ya no pudieron ser explicadas. Tuvo que escurrirse de sus superiores usando las Artes que no sospechaban que tenía, o de otra forma mi querida estudiante –y ahora amiga- habría sido sorprendida.
Vino a mí el día señalado con la mirada de alguien que ha visto la mano de Dios escribiendo en un muro y ha leído su destino.
-Debe ser esta noche –me dijo-. Ya no puedo esperar más. Esa cosa ha deshecho lo que fui y lo que conocí. Ayúdame a dar el último paso, amigo mío y te querré siempre por ello.
Rezamos juntos y entonces –Llave en mano- nos dirigimos a matar al Doctor Diabólico.
~ 5 ~
El acto era bastante sencillo, o por lo menos debería haber sido sencillo, si no hubieran intervenido otros factores. Porque el propio refugio maligno del doctor nos resultaba bien conocido y sabíamos con certeza que en el momento en que él y su amante esclavizado estarían en casa, preparándose para el amanecer, sería el momento en que los Legionarios de patrulla estarían lejos del escenario de nuestro crimen. Tendríamos la oportunidad de hacer lo que era necesario hacerse, y podíamos estar lejos de allí mucho antes de que se produjera cualquier intervención oficial de la Jerarquía. Y las piezas que pudieran quedar podrían recogerse en otra ocasión, cuando el tiempo no fuese un lujo tan caro.
(Para los lectores que puede que no formen parte de la Sociedad, basta con explicar que, aunque poseer la Llave puede salvarnos de ciertas formalidades de la ley y el orden, no es algo seguro. El símbolo de la Sociedad no es reconocido como lo que es en todas las Legiones, y mucho menos todos los miembros de cualquier Legión en particular, y algunos individuos dentro de las Legiones pueden decidir ignorar su presencia y cumplir la Ley de Hierro con todo el peso que les permite su posición. La Llave es una señal de la voluntad de la Sociedad y sólo puede utilizarse como último recurso si ocurriera lo impensable –y nada más. Cualquiera que abuse de la confianza de la Sociedad utilizando la Llave como un vulgar cuchillo probablemente termine convertido en más Llaves. ¡Cuidado con los Trasgos!)
Entramos sigilosamente en el refugio del Doctor Diabólico mucho antes de que él y su infortunado amante llegaran, y preparamos nuestro plan en función de lo que descubrimos allí. Las cortinas de las habitaciones eran largas y gruesas, de fino terciopelo y seda, mientras que la única lámpara de petróleo era muy fina y delicada, y estaba llena, para nuestro agrado. No costaría mucho derramar la lámpara sobre las cortinas, y una vez prendidas arrojarlas sobre el doctor antes de que tuviera la oportunidad de descubrir lo que ocurría.
Adam sería un problema, porque sería necesario permitirle salir de la casa de los horrores en llamas y refugiarse en algún lugar. Sin embargo, Annabelle me dijo que tenía un plan para ello. Y era un plan bueno y sensible, pero no lo repetiré aquí, ya que no tuvo la oportunidad de llevarlo a cabo. Las cosas se torcieron desde el principio de nuestro lado, posiblemente debido al carácter cambiante del Doctor Diabólico y otra presencia.
No fueron dos quienes entraron en la casa del doctor aquella noche, sino tres: el doctor, Adam y un pilluelo desaliñado de las calles que no era lo bastante mayor para comprender por qué lo habían traído. Pero me temo que aunque fuera mayor posiblemente tampoco lo hubiera comprendido, porque el niño sucio tenía la mirada de uno de los esclavos embrujados por los demonios; caminaba con la mirada perdida, tambaleándose, como si acabara de nacer y todavía estuviera tratando de despertar su cerebro. Mientras tanto, el Doctor Diabólico mostraba una sonrisa más cruel de lo normal en su rostro, y Adam parecía extrañamente resignado a cometer algún nuevo acto desagradable.
-Déjame, trabajar, mi dulce Adam –croó el doctor, besando a su amante y señalándole el dormitorio-. No te haré esperar mucho, pero quiero investigar.
Ante estas palabras nuestros planes se derrumbaron, porque no podíamos golpear al doctor y quemarlo en presencia de un niño, y tampoco podíamos destruir a este engendro del Diablo ante Adam mientras yacía en la cama en la habitación adjunta. Así que le dije a Annabelle que se marchara de la habitación y que acudiera en compañía de su amor, Adam, para prepararlo para el momento en que tendría que enfrentarse al terror de la justicia de Dios. Y me tocó a mí ser el agente de esa justicia, una tarea para la que estaba más que preparado.
El monstruoso doctor ordenó al niño que se desnudara y que encendiera la lámpara de petróleo mientras lo hacía. Bajo la luz se reveló la belleza del niño que el doctor podría haber mancillado carnalmente si hubiera dejado atrás esas cosas hace mucho tiempo. Pero ahora sólo podía salivar con sus ojos y dedos, que temblaban horriblemente en anticipada degeneración. Pretendía tomar al niño, en todos los sentidos del uso, y el niño sin duda recibiría una herida incurable en su alma, si es que vivía para ver otro día.
Pero eso no ocurriría mientras estuviera allí, armado con mi fe. Hice una señal a Annabelle y ella siguió adelante con la nueva parte del plan, tumbando a su antiguo amante en la cama y reteniéndolo allí con fuerza, para impedirle interferir para ayudar a su diabólico amo. Y entonces esperé, observando con aliento contenido –o mejor dicho, como si tuviera aliento- cómo el monstruo se acercaba a su víctima inconsciente, hasta que Adam dio un grito de alarma, sin saber qué era la fuerza invisible que lo había derribado (¿Algún duende nocturno quizás? ¡Si supiera!).
El Doctor Diabólico apartó su mirada malintencionada del niño durante un segundo para mirar hacia la puerta de su dormitorio y ese segundo fue todo lo que necesitaba. Entoné una plegaria por el niño y por mi alma y golpeé con todo mi poder en la base del cuello, exactamente en el hueso más frágil donde la columna se une con el cráneo. Se derrumbó en el suelo de inmediato, espíritu y alma intactos en la muerte y sin tocar por la mano pecaminosa del Diablo.
(y mi querido, y sin duda nervioso lector no debería dudar en animar o aplaudir una acción semejante, por brutal que parezca, y humildemente lo dirijo a los muchos versículos de la Biblia que revelan que es mucho mejor morir en estado de inocencia que corrompido por la mano del Diablo. Podría haber salvado al niño o matado al Doctor, pero no ambas cosas, así que tomé la decisión más justa, y recé a Dios para que tuviera compasión del alma del niño y de la mía.)
Este golpe certero pero seguro se llevó parte del poder que había planeado utilizar contra el Doctor, que ahora se dio la vuelta alarmado e inseguro de lo que acababa de ocurrir. Pero no importaba, porque cuando vi la rabia que lo consumía al verse privado de su entretenimiento de forma tan ruda, el poder regresó de nuevo a mí y continué adelante con el plan. Las cortinas cayeron de sus enganches sobre el Doctor y entonces envolvieron su cuerpo mientras se retorcía e intentaba liberarse. Y entonces la lámpara de petróleo cayó sobre él, rompiéndose y derramando su contenido.
Le di un momento para que comprendiera que lo estaban castigando –sólo uno, querido lector, y ninguno más- y entonces prendí fuego al petróleo, que se encendió de inmediato sobre el suntuoso tejido manchado que envolvía la carne maldita y muerta. Y entonces ardió, chillando mientras las llamas lo consumían, como debían consumir a las brujas, demonios, poseídos y a todas las criaturas malditas del mundo: la carne corrupta fue destruida y el espíritu maligno fue enviado de regreso a los fuegos de la condenación de los que había surgido, lanzando maldiciones y obscenidades en su camino a la oscuridad, para no volver a ser visto nunca más por la gracia de Dios.
Y así terminó el Doctor Diabólico, allí, en aquella habitación en llamas. Le dije a Annabelle que lo había conseguido y debía decirle a su amante que era libre, y el precio que había costado su libertad, y que lo animara a regresar al cuerpo de Cristo ahora que la influencia de Satán ya no se encontraba sobre él. Ella lo intentó, pero se encontró disipada corporalmente de la habitación cuando su amante la apartó de sí con una fuerza diabólica propia, gritando y maldiciendo el día de su nacimiento. Annabelle intentó tranquilizarle. Le habló de su amor por él y cómo le había perdonado sus crímenes contra ella, pues comprendía que había sido esclavizado por el embrujo del monstruo. Ella le dijo que había rezado por su alma durante muchas noches y estaba segura de que podría salvar las heridas de su alma, suponiendo que dedicara su vida a Dios y tratara de honrar sus obras en la Tierra en adelante. La puerta de oro de la vida había vuelto abrirse para él, gracias a la misericordia de Cristo y a nuestra intervención en su nombre: ¿Por qué no se arrepentía de su miserable pecado y renunciaba valientemente a las obras del Diablo?
Pero Adam no escuchó una palabra de lo que Annabelle le había dicho. Gritó y aulló, destrozándolo todo de una forma que no podía considerarse humana y sin embargo, seguía siendo un hombre. Arrojó muebles por la habitación y entonces los hizo astillas con sus manos desnudas. Arañó las paredes hasta que sus dedos sangraron y comenzó a pedir a gritos la condenación eterna, tan grandes eran su rabia, su dolor y su desesperación: la pérdida de su amor, su amor verdadero, el único ser al que había amado de verdad –¡El Doctor Diabólico cuyo cuerpo se deshacía en cenizas en la habitación de al lado!
¡Pobre Annabelle! La había advertido de que algo como esto podía ocurrir como consecuencia de la muerte de la criatura diabólica, pero o no me había escuchado o no lo recordaba, porque en la otra habitación de repente escuché el grito más aterrador que había oído nunca. Y al momento me dirigí hacia allí, para ver lo que había ocurrido.
Se dice que ni siquiera el infierno tiene tanta furia como una mujer despechada, y en este caso era bastante correcto, porque mirar el rostro de Annabelle P----- en aquel momento era contemplar el propio infierno, reflejado en sus ojos, encendidos en llamas como su boca abierta en un grito prolongado. Si el Doctor Diabólico al que acababa de enviar de regreso al infierno era la personificación de la corrupción y el mal, Annabelle era en aquel momento la personificación de la rabia.
Y contemplé cómo ella se desahogaba sobre el cuerpo de su querido Adam, al que le había dicho que lo había amado, pero que después la había usado y asesinado y que ahora afirmaba que nunca había amado a nadie salvo al hombre que lo había arrastrado hasta su estado diabólico. Contemplé cómo levantaba su puño para golpearle, de la misma forma que había golpeado muchas cosas durante su aprendizaje, y golpeó con todo su poder desatado. La vi golpear la mandíbula de Adam, su pecho, su estómago y su cabeza con una furia tan feroz y desatada que no me atreví a intervenir, porque hubiera sido como intentar impedir que nuestro Señor y Salvador expulsara a los mercaderes del Templo. La contemplé romperlo, querido lector, no existe otra palabra para ello. La contemplé azotarlo, como un hombre podría azotar a un perro o a un ladrón o a cualquier desecho de la humanidad que sólo busca hacer daño para recibir más daño a cambio. La vi golpearlo en el suelo y aplastarlo bajo sus manos, hasta que la sangre enferma de sus venas manchó el suelo de la habitación arruinada y destruida.
Y entonces Adam murió, y con un último grito de venganza y horror que congelaba la sangre, Annabelle desapareció también. Porque en su danza furiosa y frenética había destruido su propio Grillete y no se había dado cuenta de ello hasta el final. Y en ese último instante de consciencia de lo que había hecho, mientras comenzaba a desvanecerse, sentí el sorprendente roce de la gracia de Dios dentro de mí, y me sentí lleno por lo que había presenciado y de hecho ayudado a realizar, traer la voluntad de la ira divina a alguien tan desesperada como Annabelle.
Recé por ella y entonces me arrodillé en el suelo ensangrentado ante el cuerpo muerto de su amante y asesino, y rogué a Dios que la protegiera de los peligros del Adversario y de las tentaciones y horrores que aguardan en el infierno, donde todos somos puestos a prueba cuando tropezamos y caemos presa de los peligros de este Purgatorio.
Recé durante largo tiempo en aquella habitación, pero no recibí ninguna señal del consejo o la sabiduría de Dios, salvo que debería marcharme antes de que llegaran los Legionarios. Y así lo hice, llevándome la Llave por si era detenido o preguntaban por mi paradero. Mientras me iba observé que el Doctor se había convertido en un montón de polvo y cenizas con forma humana, cerca del cuerpo inocente –aunque sucio- del niño que había pretendido mancillar y destruir. Recé fervientemente por el alma que había tenido que matar para salvar, y que el mal que había obligado a manchar mi mano permaneciera muerto para siempre y no volviera del infierno para atormentarnos más.
Y tras eso, regresé a la noche de Londres, y volví a convertirme en sólo uno de sus muchos, muchos fantasmas.
Así termina mi historia de instrucción, mi querido lector. Y así ocurrió: un amor fue vengado, un asesino recibió justicia y un alma perdida la paz que deseaba. Porque no había quedado señal alguna de Annabelle y creo que es justo decir que no regresará entre nosotros. Y tengo fe en el Todopoderoso y creo que él en su misericordia, la ha permitido liberarse de su carga mientras se encontraba en manos de los servidores del Adversario. De hecho, rezo porque la haya perdonado por los pocos pecados que le quedasen por redimir y que la acoja en su seno de nuevo. Y sí, creo con todo mi corazón que ahora Annabelle se encuentra en el Reino de los Cielos, gozando del amor perfecto de nuestro Señor y Salvador para siempre, disfrutando de la paz que merece…
…una paz que yo, a pesar de todas mis buenas obras, todavía tengo que alcanzar. Porque parece que el Buen Señor todavía tiene mucho reservado para mí, antes de que pueda soltar mi carga y unirme a él –y de hecho a todos los que he ayudado- en el Reino de Dios.
Y ahora sigo aquí sentado, de pie y de rodillas dentro de estos pozos de vicio y pecado, rezando por los pobres mortales que se pierden en estos lugares, y esperando a las almas perdidas como Annabelle P-----, que necesiten mi guía y compañía en sus horas de mayor necesidad.
Por Kate Fix, J. Edward Tremlett y C.J. Tremlett
Existe algo más allá de este mundo espiritual
-un sistema cuyo funcionamiento
por lo general y por suerte se encuentra oculto de nosotros,
un sistema que puede y en ocasiones es,
parcialmente y terriblemente revelado.
Estoy seguro –lo sé-…de que existe un Dios
-un Dios terrible- y de que al castigo sigue la culpa,
en formas misteriosas y fantásticas
-mediante agentes inexplicables y terribles.
“El vigilante” –J. S. Le Fanu
INTRODUCCIÓN
Bienvenido a la época de la Reina Victoria. La época del Imperio Británico. Una época en la que el sol nunca se ponía bajo la bandera de Inglaterra y las gloriosas virtudes victorianas se extendían por todo el mundo. Fue una época de modernización, progreso y descubrimiento. Una maravillosa época en la que vivir. Bienvenido a la Era del Hierro. La Era de la Máquina. Una época en la que vida humana valía sólo lo que era capaz de producir y los pobres eran aplastados por las ruedas del progreso para engrasar sus engranajes con su sangre. Fue una época de industrialización, regresión y miseria. Una época terrible para vivir. Y bienvenido al Reino Oscuro de Hierro. La era Post-Tertium. Una época en la que la Mortaja estaba adquiriendo la consistencia del acero, y los Señores de la Muerte habían abandonado las Tierras de las Sombras para residir para siempre en la Isla de los Lamentos. Fue una época grande y fascinante para estar muerto. Aquí no existe nobleza terrateniente. No existen rangos ni títulos hereditarios. Existen Jerarcas y Renegados, amos y esclavos, Infantes, Lémures y Pálidos
No existe progreso. No existe una ciencia innovadora para hacer avanzar tu mundo. Aquí sólo existe la forja, el martillo y las antiguas artes de los muertos. Queda poca esperanza. No existen iglesias ni instituciones de caridad para ayudarte o guiarte. Existe una espera infinita para conseguir la paz en una tierra en la que tú eres tu peor enemigo y ninguna maravilla sale gratis. Bienvenido al Mundo Subterráneo de la Edad Victoriana. Bienvenido al Infierno. Bienvenido al resto de la eternidad o tanto como quieras soportarla. Bienvenido a tu muerte. Y que disfrutes de ella…
~ 1 ~
Su nombre era Annabelle P-----. Era joven, de linaje bueno y longevo a la vez, de una casa con dinero viejo, y era una mujer exquisitamente hermosa. Su risa era como el canto de los pájaros al amanecer, antes de que el sol saliera del todo, y sus ojos estaban llenos de la inteligencia que su padre había cultivado en ella.
Pero no penséis que su inteligencia le había conferido aires de grandeza por encima de su sexo: comprendía las leyes del hombre, de la naturaleza y de Dios, que sólo él es soberano sobre todo, y reconocía que su lugar debía situarse en la sabiduría del Topoderoso. Sólo quería ser feliz cumpliendo su voluntad, y estaba contenta de que sus padres hubieran bendecido su relación de amor con su Adam, que parecía una excelente pareja para ella en todos los sentidos.
Y hablemos de Adam, porque era –como el primer hombre- un ser hermoso. Había sido bendecido con un aspecto agradable, y su mente e ingenio eran similares a los de Annabelle en todo. De hecho, ella consideraba que era toda una bendición tenerlo, y el sí de su padre a su matrimonio había sido el día más feliz de su vida.
Así que ella no esperaba otra cosa excepto alegría y gozo eternos entre sus brazos, y me gustaría poder contarle al lector los detalles de su vida juntos, Annabelle y Adam. Me gustaría poder hablar del día brillante y feliz de su boda, de su luna de miel en el mar, de sus adorables hijos, y su rápido y honesto ascenso a la posición que ambos se merecían. ¡Oh, hubiera sido maravilloso haberlos visto en lo que sería una casa bendecida por Dios, cuidando de su hogar y de sus adorables hijos e hijas!
Por desgracia, hablar de todo eso hubiera sido mentira, porque no hubo boda, ni luna de miel, ni hijos. Y el único ascenso que realizó Annabelle fue el último paso que todo hijo nacido de mujer debe tomar: el lento y doloroso descenso a la tumba, para encontrarse finalmente con el Todopoderoso.
¿Qué fue lo que ocurrió, os preguntaréis? Ciertamente fue una terrible tragedia. Y terminó con uno de ellos muertos, y el otro…peor que muerto, porque parece que aunque Adam parecía la contrapartida perfecta de Annabelle en todo, carecía de la virtud más importante de todas.
Parece que un tiempo antes de que los arreglos del matrimonio hubieran finalizado, Adam cayó bajo la influencia de un extraño misterioso –un doctor, de hecho- que le introdujo en placeres decadentes e ideas siniestras. Y Adam, aunque debería haber sido capaz de apartarse de esa trampa satánica, cayó en ella fácilmente. En poco tiempo quedó atado a los encantos malignos del doctor, y gozosamente lo siguió a través de los oscuros y horrorosos rincones de la noche de Londres.
Cuando el doctor se hubo apoderado de Adam, había dejado de ser el hombre que fue. Mientras que antes había sido un hombre educado y decente, ahora era un catamita consumido por el opio y la absenta, y donde antes latía un corazón bueno y amable, ahora sólo quedaba el latido de una horrible lujuria. Su mente también se había roto bajo el peso de los repugnantes vicios y placeres prohibidos. ¡Y este cambio de Dios a Satán se produjo en tan sólo tres días!
Annabelle no supo nada de esta transformación, por lo menos no hasta que fue demasiado tarde. Una fatídica noche ella y su hermano acudieron junto a su amor, para exigirle respuestas por su reciente comportamiento, y él rompió la promesa del compromiso del matrimonio, pero fue incapaz de decir exactamente por qué. Y esa fue la noche en la que Annabelle vio por primera vez al doctor satánico, y escuchó su lengua de plata dentro de su oído, animando a su amor –ahora el amor del doctor- a rechazarlos a todos.
¡Pobre, desgraciado Adam! Si hubiera tenido una fe del tamaño de un simple grano de mostaza en nuestro Señor y Salvador, entonces habría conseguido evitar el destino que recayó sobre él. Pero era débil de corazón y de mente, y el Diablo se abrió camino en ambos con despreciable facilidad. Y de este modo hizo lo que se le ordenó, y rechazó a Annabelle, y la echó a ella y a su hermano de su casa, y ellos se fueron sin esperar volver a verle nunca más.
Pero estaban equivocados, porque el doctor acudió a Annabelle esa noche y se la llevó de su casa. Entonces trajo a Adam y juntos realizaron en ella actos que fueron tan viles y sin compasión que serviría de poco repetirlos aquí, salvo para decir que al final la mataron, y murió en manos del hombre con el que había planeado casarse sólo unos pocos meses después. Y esa mano fue guiada en este crimen por el doctor, que malignamente facilitó el cambio de visión de Adam, para que viera a su antiguo amor nada más que como la distracción de un momento y para que la rompiera como un niño podría romper un juguete después de que hubiera tomado todo lo que quería de ella.
Tras burlarse del acto marital, Annabelle fue despachada como un perro herido y fue abandonada muerta, vestida como una prostituta en un callejón frecuentado por prostitutas, para que fuera enterrada en una tumba de miserables. Y Adam y su oscuro mentor la abandonaron, tras haber utilizado su muerte como un adiós a la vida digna, pero pasada de Adam.
Pero Annabelle P------ no se encontró al Todopoderoso en esa tumba o en ninguna otra. Annabelle permaneció atrás por la fuerza de este mundo, y el mal que había sido cometido en ella. Esa misma noche –antes de que la policía encontrara su cuerpo y lo colocara en un carro con los otros muertos de las calles escuálidas de Londres- se había alzado de nuevo, envuelta en la carne de un fantasma y pronunciando el nombre de su amor.
Y así fue cómo me encontré con ella, y cómo conocí la historia de su desdicha, y lo que le había ocurrido. Como dije al principio, el final de la historia no fue el esperado, y aunque no lo fue –a pesar del resultado y del coste, la ayudé a salvar su alma.
Y aunque el esfuerzo puede no haber sido santo, la piedad nunca ha sido barata.
~ 2 ~
No mucho después de su muerte, Annabelle acudió para unirse a las filas de la Legión del Misterio. Podría haber terminado en algún otro grupo, quizás alguno más adecuado a las circunstancias exactas de su defunción, pero como tenía tantas incógnitas en su mente sobre lo ocurrido en aquella fatídica noche, y su Corpus contaba una historia diferente, quienes la segaron de su Crisálida, sollozando y aturdida, actuaron como era debido.
Ahora bien, como he mencionado anteriormente, Annabelle era una joven dama inteligente y obediente. No quería ofender ni desobedecer, y estaba bien educada en las maneras, gentileza y humildad que la condición de la mujer –con sus muchas imperfecciones- permite. Tras ser asesinada por su amado, ahora un monstruo con forma humana, se le había negado el descanso y la paz que debería haber recibido una hija de Dios y que no tenía ninguna falta notable por su parte.
Así que cuando se presentó a la Jerarquía y se le reveló la naturaleza de su condición, escuchó lo que le dijeron y lo consideró verdadero y correcto. Cuando se le dijo lo que debía hacer, tanto por ella como por la raza de los fantasmas –a la que ella pertenecía ahora de forma inexorable- aceptó que era su derecho y deber obedecer. Y cuando le hablaron sobre la Ley de Hierro y le mostraron el destino de quienes la rompían, sintió miedo, y no pensó en romperla.
Así terminó su instrucción, por lo menos en lo que se refiere a la Jerarquía. Pero la verdad es que había recibido las lecciones más importantes. Había otras cosas ahí fuera, en el mundo de los muertos, que tendría que solucionar. Y la principal de esas cosas era su completa carencia de recuerdos sobre los detalles de su muerte. Acogida en los brazos de hierro de la Jerarquía y trabajando por su bien, la Legionaria Annabelle P----- aprendió mucho. Hizo lo que se le decía, obedientemente y pronto aprendió mucho sobre este mundo oscuro, o tanto como la oscuridad del Adversario le permitía aprender. No ascendió, porque la Legión del Misterio es una Legión pequeña, y tendría que trabajar mucho para probar su valía, pero se mostró digna en su rango y recibió pequeñas muestras de gratitud de la Jerarquía.
Pero a pesar de su obediencia y disposición, existían algunos momentos de furia interna que la intranquilizaban, aunque no conocía las razones. Por ejemplo, cuando veía a las prostitutas muertas arrojadas en las calles, en las aceras y las alcantarillas, con sus pieles tan blancas como la leche y sus cuerpos drenados de sangre, se enfurecía. Y cuando vislumbraba a las asquerosas criaturas que cazan en la ciudad de noche, buscando sangre e inocencia, se enfurecía más.
Y se enfureció todavía más cuando descubrió, mediante su observación, que esos demonios tenían todo un mundo a sus pies. Merodeaban en un mundo oscuro y de pesadilla, donde la sangre era el dinero, la bondad una fachada, el deber un ritual pagano y la inocencia una broma o un recurso que explotar. Vio blasfemias cometidas contra nuestros Señor y Salvador por aquellas blasfemias andantes, y se enfureció más allá de cualquier comprensión, proporcionando un banquete de odio al Adversario de su alma.
Pero la furia no aclaraba sus ideas, por lo menos en lo que se refería a su desaparición. Tenía fragmentos de recuerdos sobre lo que le había robado el aliento y lo que la había llevado al callejón donde murió, pero no podía unir todas las piezas para rellenar las lagunas de su memoria o coser todos los fragmentos. De esta forma las imágenes que conservaba de su muerte la distraían, su mente vagaba, llena de dudas e incertidumbre.
Este estado mental sólo proporcionaba fuerza al Adversario y un aire medio distraído e inquieto en sus tareas. Finalmente sus superiores consideraron que estaba descuidando sus deberes y le ordenaron que lo hiciera mejor. Fue sincera en sus disculpas ante ellos, pero también les pidió ayuda, porque estaba tratando de resolver su propio misterio personal, un misterio que no la dejaba descansar en paz.
Y los Legionarios del Misterio aceptaron, porque sabían bien lo que era desconocer algo tan importante, y le dieron un plazo extendido para que pusiera sus asuntos en orden o en perspectiva, como es habitual en la Legión. Y así le encargaron que descubriera la naturaleza de su misterio, y pronto, o tendrían que tomar medidas drásticas para asegurar su lealtad y utilidad.
Annabelle no necesitó que le explicaran la amenaza, porque sabía demasiado bien lo que podía ocurrirle si regresaba sin algo que mostrar.
Así que volvió a las calles de noche, y espió a los repugnantes demonios mientras se dedicaban a los turbios negocios que había descubierto. Pronto se convirtió en una experta vigilando sus movimientos y observó atentamente a la búsqueda de un rostro familiar: el rostro que había traído tanta ruina y dolor a ella, a su familia, y que había acabado con su vida. El rostro del doctor diabólico que había tentado miserablemente a su Adam, y había convertido a su amor en su asesino.
Y así, mi querido lector, fue como ella encontró a tu humilde narrador, y cómo llegué a oír la historia de su miseria. Me encontraba en un fumadero de opio cuando Annabelle P----- descubrió lo que buscaba, y yo, a la vez, la encontré a ella.
~ 3 ~
Puede que te preguntes, mi querido lector, “¿Qué estaba haciendo en un fumadero de opio?”. Nuestra parte del Gremio se encuentra siempre estacionada en el interior de lugares degradados y repugnantes, para que así podamos iluminarlos con la luz de nuestro Señor. Y por eso mi presencia allí, en aquella noche, era a la vez un testamento físico y espiritual del trabajo del Gremio. Me encontraba rezando por las almas descarriadas que habían entrado en semejante pozo de degeneración y hacía lo que podía para alejarlos de allí de forma sutil.
Con esfuerzo había podido salvar a algunos de esta forma, y también a algunos a los que no, y lloré por sus almas en su miserable descenso a la condenación. Pero el camino es a menudo duro, y no es por nada que nos referimos a nosotros como los Dantes, porque existen muchos que entran aquí y abandonan toda esperanza.
Y también están quienes se encuentran en esos lugares sólo para aniquilar la esperanza o para conseguir un burlesco reflejo de la misma. Estas criaturas son conocidas por hozar como cerdos en pozos de pecado e iniquidad, lo mejor para encontrar presas fáciles y algunas víctimas. Los placeres decadentes y prohibidos del opio, el alcohol y la carne les están prohibidos en su horrible estado, pero los que todavía viven se sienten atraídos a ellos por su proximidad a esas ansias repugnantes.
Como he dicho, me encontraba rezando por el alma de un pobre miserable, que hacía tiempo que se había perdido en los sueños de su pipa, cuando escuché un horrible grito al otro lado de la habitación. Al principio no le presté atención, porque los gritos y llantos son algo bastante habitual en un lugar al que los hombres acuden para deshacerse de sus mentes, una bocanada de cada vez, y vuelta a repetir. Y extrañamente nadie pareció reaccionar a los gritos, que cada vez se hacían más intensos.
Entonces me di la vuelta y vi a mi querida Annabelle P-----, que se encontraba de pie junto a un sofá acortinado en el rincón más oscuro de la habitación, pronunciando el nombre de su amor perdido y asesino, Adam. Podía ver en su rostro el cansancio de quien ha viajado lejos para resolver un gran enigma, sólo para descubrir que al resolverlo surgen todavía más enigmas. Y también podía ver que si no intervenía, podía hacer algo bastante desagradable y peligroso.
De modo que me dirigí hacia ella y le dije que mantuviera su compostura cristiana, y que me dijera qué es lo que le ocurría. Pero ella sólo podía señalar al fondo del rincón, donde se sentaban dos hombres bien vestidos, mano con mano en las sombras creadas por la cortina. Uno de ellos era un joven exquisitamente atractivo, pero parecía haber perdido algo del brillo divino de su juventud y entereza. Y el otro era claramente la causa de esa pérdida, porque de hecho era la misma encarnación de la mala compañía que la Biblia nos ordena evitar.
El joven atractivo, su Adam, disfrutaba del encanto engañoso de la pipa de opio, y se encontraba perdido en las diabólicas visiones que crea la droga. Mientras tanto, su oscuro compañero estaba mordiendo amorosamente la muñeca de Adam, para saborear ese mismo placer a su manera. Al lado de ese compañero de la condenación se encontraba una pobre niña de las calles, con sus pechos inflados por el éxtasis de la pipa y toda la sangre de su cuerpo consumida. No podía hacer nada excepto rezar por su alma, ahora sin duda en camino hacia su juicio final, e hice lo que pude para tranquilizar a la pobre Annabelle y apartarla del rincón donde su amante y su oscuro amor se encontraban, revolcándose en la blasfemia, el pecado y el asesinato.
Cuando nos alejamos un poco de aquel escenario que hería el alma, y ella recuperó la compostura como para hablar sin caer en la histeria femenina, Annabelle me confió la naturaleza de su propio misterio personal. Había entrado en el fumadero de opio buscando alguna especie de indicio sobre lo que le había ocurrido, los recuerdos perdidos, y cuando descubrió a su amor perdido allí, todo había regresado a ella. Lo recordó todo a la vez, la horrible noche en que Adam había cancelado su matrimonio, la forma en la que el doctor lo había animado a hacerlo, cómo el doctor había acudido a ella en la noche y las cosas que le había hecho.
¡Oh, lector no puedes ni imaginarte el horrible hedor de repulsión que sentí en mi interior al escuchar semejante degradación del espíritu, de la carne y del alma! Recé con ella para obtener fuerza y decisión, y le dije que podía ayudarla a liberar a su amor de las cadenas de pecado que le habían sido impuestas. Pero la forma de hacerlo sería traicionera y difícil, y no existían garantías de éxito, porque todo debe existir bajo la sabiduría y mirada de Dios Todopoderoso.
Ella aceptó mi propuesta de buena gana y de este modo la instruí en lo que debía hacer. Y es necesario reconocer su mérito cuando le dije los engaños que serían necesarios que cometiera contra su Legión y las actividades proscritas que debía cometer, que no parpadeó ni trató de dar marcha atrás en nuestro acuerdo. Creo que en aquel momento hubiera saltado de buena gana en el más oscuro de los Nihils, armada sólo con su fe y su amor, para rescatar a su querido amor de las garras antinaturales de su pecado.
Y así, envalentonado por nuestro acuerdo, acudí a la Sociedad esa misma noche, y presenté su caso ante los miembros augustos que se sientan en su tribunal. Ellos me aconsejaron como es debido sobre lo que debía hacerse y me dieron permiso para seguir adelante, mientras la Legión de Annabelle no pudiera seguir ningún rastro sobre lo hecho hasta la Sociedad, y mientras no le revelara nada de nuestro verdadero rostro o de las Artes secretas.
Con el permiso concedido y con la entrega de la Llave como señal y símbolo, regresé a las calles de Londres para planear la venganza de Annabelle y jugar mi propio papel en ella.
~ 4 ~
De esta forma fui autorizado por la Sociedad para ejecutar una violación de la Mortaja –protegida, hasta cierto punto, por la imposición férrea del Dictum Mortuum- y la querida Annabelle P----- y yo nos compartimos en compañeros clandestinos. La tutelé en los conocimientos de nuestro Gremio y cómo podía utilizar las Artes fantasmales que la Jerarquía nos prohíbe usar, y a cambio ella proporcionó a la Sociedad mucha ayuda y socorro que necesitaba. Nos proporcionó esas cosas a costa de la Legión del Misterio, algo a lo que se mostró reticente, pero en última instancia dispuesta, para que nuestro proyecto común siguiera adelante.
Pero no me gustaría que mi querido lector nos considerara unos groseros mercenarios, prefiero considerar que hasta las iglesias de Dios deben pedir un diezmo a su rebaño, para que así la buena obra de Dios pueda realizarse tanto en la tierra como en el cielo. ¡Y sin duda la empresa que emprendimos podía considerarse como una obra divina, porque no sólo nos aseguraríamos de que se hiciera la justicia de Dios, sino que además libraríamos al mundo de un agente del mismísimo Diablo! Un hombre pecador puede vivir y caminar sobre la Tierra para el sufrimiento de un Señor noble y justo, pero no esas asquerosas criaturas que son una pervertida burla de la vida y cuya mera existencia es un pecado contra la naturaleza y la razón. Sólo por eso hasta la última de ellas deberían ser destruidas ¡y no podemos permitir que la Jerarquía se interponga en el camino de un acto tan justo como el que yo y Annabelle íbamos a ejecutar!
Así que no hubo dudas ni vergüenza en nuestros actos y a medida que pasaba el tiempo me agradó descubrir que mi querida Annabelle era una digna estudiante. Aprendió bien las Artes brutales pero efectivas de nuestros parientes descarriados, tal y como se las enseñé y no pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en casi mi igual en el manejo de ese Arcanos. Sospecho que siempre atesoró un talento oculto por él, la verdad sea dicha, porque en los momentos en que su furia se apoderaba de ella sentía como si me encontrara ante un alma hermana.
(Y si mi sin duda inteligente lector siente curiosidad con respecto a cómo realizamos este aprendizaje en ocasiones brutal, le ofrezco esta anécdota: pasaron cinco años y entre los extraños demonios de esta ciudad se decía que uno de los suyos les estaba gastando una broma, porque de vez en cuando uno de ellos resultaba repentinamente golpeado por una presencia invisible, y terminaba con una nariz rota, un golpe en el cráneo, o un reloj pulverizado, cortesía de este asaltante invisible. Unos pocos de ellos incluso fueron atacados con fuego, gracias a la combinación de una noche especialmente seca y calurosa y una vestimenta mal elegida. Al final de estos años que abarca mi anécdota, me siento impulsado a creer que uno de sus miembros estimados fue finalmente culpado de estos extraños asaltos y que finalmente fue castigado con dureza por ellos. Sólo puedo agradecer que un alma maligna esté ardiendo para siempre en los fuegos del Infierno y que no vuelva a atormentar a los hijos de Dios sobre la Tierra).
Y durante este período, de la misma forma que fuimos maestro y pupila en cuestión de Artes, también fuimos compañeros exploradores en el reino del vicio, la degradación y las costumbres paganas de las criaturas malignas que habitan entre los hombres. Porque ahora que había jurado ante Dios eliminar de este mundo al Doctor Diabólico y salvar el alma de Adam, necesitábamos descubrir todo lo que pudiéramos sobre el mundo nocturno que los dos habitaban. Y eso significaba seguirlos, de la misma forma que un cazador debe acechar a su presa en la sabana de África.
Parece que el doctor se sentía singularmente inclinado hacia el placer. A veces ese placer era intelectual o filosófico y parecía especialmente hábil debatiendo formal o informalmente. Pero a menudo los debates eran sobre sus placeres favoritos, y en especial los placeres de la carne y cómo podía obtenerlos alguien que –en sus propias palabras- “había ascendido más allá de esas cosas en cuerpo y mente.”
Nuestra vigilancia también significó que mi querida Annabelle y yo presenciamos algunas de las escenas más viles y pervertidas que jamás se presenciaron desde la época de Sodoma y Gomorra, antes del juicio de un Dios airado pero justo. Al doctor le gustaban los experimentos extremos, a menudo involucrando a varios participantes a la vez, y era bastante metódico en el uso de drogas peligrosas, juguetes degenerados y artefactos de dolor y placer. Estos escenarios horribles y repugnantes también eran presenciados por otras criaturas, compañeros del doctor, hombres corruptos de su compañía, y pobres idiotas que no tenían ni idea de en qué se habían metido, o de cuál era el verdadero propósito de su presencia. Muchos de ellos entraban en esos pozos clandestinos de placer, dolor y castigo y demasiados de ellos no llegaban a salir.
Y en medio de todo esto se encontraba el pobre Adam, convertido en el actor central de estos juegos y fiestas satánicos. A menudo el doctor lo hacía actuar bajo sus órdenes y estaba contento de observarlo y tomar notas mentales de lo que realizaba. En ocasiones se dignaba tomar placer de su hombre, pero más a menudo obtenía placer de él simplemente mirando, y se conformaba con presenciar la degradación de Adam.
¡Oh, qué horrores nos encontramos! ¡Qué monstruosidades tuvimos que presenciar! Querido lector, te ahorraré la repugnante lectura de un catálogo detallado de las cosas que Annabelle y yo vimos, salvo para decir que sólo en la senda de nuestro Señor Jesucristo podemos caminar con seguridad y con la certeza de la salvación. Todas las demás formas de placer, iluminación y diversión son sólo fachadas para la decadencia y la depravación, y no llevan a ningún otro lado salvo a la ruina, la enfermedad, las garras de los demonios malignos que acechan entre los hombres y finalmente al ardiente pozo del infierno. Aférrate a tu fe como el superviviente de un naufragio se aferra a los restos flotantes de su barco y aférrate a ella con toda tu fuerza y voluntad, hasta que llegue el Día del Juicio para librarnos a todos de los horrores de la tumba.
Y más allá de todo este horror, más tristes pero más sabios, observamos e hicimos nuestros planes para la noche en la que el agente de Satán sería enviado de regreso al Infierno para no volver al mundo nunca más. No sabíamos entonces que estos planes tendrían que cambiar y nuestras acciones tendrían que acelerarse en alas de la necesidad.
El plan consistía en perfeccionar las habilidades de Annabelle y nuestro conocimiento de nuestra presa antes de actuar para destruirlo. Pero a veces el destino conspira para oponerse a nosotros y los planes mejor trazados por los hombres deben ponerse en marcha antes de que todos estén listos. Y aunque esto puede servir como explicación para lo que ocurrió aquella noche, una parte de mi alma me dice que lo que ocurrió no podría haber ocurrido de otra manera.
Los problemas inesperados, que provocaron la aceleración fatídica del plan fueron dos: el primero fue que el aprendizaje de mi querida Annabelle comenzó a pasarle factura, y en segundo lugar que la Legión del Misterio a la que ella pertenecía comenzó a sospechar que algo iba mal. Parecía que Annabelle poseía el conocimiento de Artes prohibidas que compensaban su carencia de comprensión de la intriga, y con el tiempo, las ausencias, el cambio de aspecto y conducta de Annabelle y la desaparición de equipo de la Legión ya no pudieron ser explicadas. Tuvo que escurrirse de sus superiores usando las Artes que no sospechaban que tenía, o de otra forma mi querida estudiante –y ahora amiga- habría sido sorprendida.
Vino a mí el día señalado con la mirada de alguien que ha visto la mano de Dios escribiendo en un muro y ha leído su destino.
-Debe ser esta noche –me dijo-. Ya no puedo esperar más. Esa cosa ha deshecho lo que fui y lo que conocí. Ayúdame a dar el último paso, amigo mío y te querré siempre por ello.
Rezamos juntos y entonces –Llave en mano- nos dirigimos a matar al Doctor Diabólico.
~ 5 ~
El acto era bastante sencillo, o por lo menos debería haber sido sencillo, si no hubieran intervenido otros factores. Porque el propio refugio maligno del doctor nos resultaba bien conocido y sabíamos con certeza que en el momento en que él y su amante esclavizado estarían en casa, preparándose para el amanecer, sería el momento en que los Legionarios de patrulla estarían lejos del escenario de nuestro crimen. Tendríamos la oportunidad de hacer lo que era necesario hacerse, y podíamos estar lejos de allí mucho antes de que se produjera cualquier intervención oficial de la Jerarquía. Y las piezas que pudieran quedar podrían recogerse en otra ocasión, cuando el tiempo no fuese un lujo tan caro.
(Para los lectores que puede que no formen parte de la Sociedad, basta con explicar que, aunque poseer la Llave puede salvarnos de ciertas formalidades de la ley y el orden, no es algo seguro. El símbolo de la Sociedad no es reconocido como lo que es en todas las Legiones, y mucho menos todos los miembros de cualquier Legión en particular, y algunos individuos dentro de las Legiones pueden decidir ignorar su presencia y cumplir la Ley de Hierro con todo el peso que les permite su posición. La Llave es una señal de la voluntad de la Sociedad y sólo puede utilizarse como último recurso si ocurriera lo impensable –y nada más. Cualquiera que abuse de la confianza de la Sociedad utilizando la Llave como un vulgar cuchillo probablemente termine convertido en más Llaves. ¡Cuidado con los Trasgos!)
Entramos sigilosamente en el refugio del Doctor Diabólico mucho antes de que él y su infortunado amante llegaran, y preparamos nuestro plan en función de lo que descubrimos allí. Las cortinas de las habitaciones eran largas y gruesas, de fino terciopelo y seda, mientras que la única lámpara de petróleo era muy fina y delicada, y estaba llena, para nuestro agrado. No costaría mucho derramar la lámpara sobre las cortinas, y una vez prendidas arrojarlas sobre el doctor antes de que tuviera la oportunidad de descubrir lo que ocurría.
Adam sería un problema, porque sería necesario permitirle salir de la casa de los horrores en llamas y refugiarse en algún lugar. Sin embargo, Annabelle me dijo que tenía un plan para ello. Y era un plan bueno y sensible, pero no lo repetiré aquí, ya que no tuvo la oportunidad de llevarlo a cabo. Las cosas se torcieron desde el principio de nuestro lado, posiblemente debido al carácter cambiante del Doctor Diabólico y otra presencia.
No fueron dos quienes entraron en la casa del doctor aquella noche, sino tres: el doctor, Adam y un pilluelo desaliñado de las calles que no era lo bastante mayor para comprender por qué lo habían traído. Pero me temo que aunque fuera mayor posiblemente tampoco lo hubiera comprendido, porque el niño sucio tenía la mirada de uno de los esclavos embrujados por los demonios; caminaba con la mirada perdida, tambaleándose, como si acabara de nacer y todavía estuviera tratando de despertar su cerebro. Mientras tanto, el Doctor Diabólico mostraba una sonrisa más cruel de lo normal en su rostro, y Adam parecía extrañamente resignado a cometer algún nuevo acto desagradable.
-Déjame, trabajar, mi dulce Adam –croó el doctor, besando a su amante y señalándole el dormitorio-. No te haré esperar mucho, pero quiero investigar.
Ante estas palabras nuestros planes se derrumbaron, porque no podíamos golpear al doctor y quemarlo en presencia de un niño, y tampoco podíamos destruir a este engendro del Diablo ante Adam mientras yacía en la cama en la habitación adjunta. Así que le dije a Annabelle que se marchara de la habitación y que acudiera en compañía de su amor, Adam, para prepararlo para el momento en que tendría que enfrentarse al terror de la justicia de Dios. Y me tocó a mí ser el agente de esa justicia, una tarea para la que estaba más que preparado.
El monstruoso doctor ordenó al niño que se desnudara y que encendiera la lámpara de petróleo mientras lo hacía. Bajo la luz se reveló la belleza del niño que el doctor podría haber mancillado carnalmente si hubiera dejado atrás esas cosas hace mucho tiempo. Pero ahora sólo podía salivar con sus ojos y dedos, que temblaban horriblemente en anticipada degeneración. Pretendía tomar al niño, en todos los sentidos del uso, y el niño sin duda recibiría una herida incurable en su alma, si es que vivía para ver otro día.
Pero eso no ocurriría mientras estuviera allí, armado con mi fe. Hice una señal a Annabelle y ella siguió adelante con la nueva parte del plan, tumbando a su antiguo amante en la cama y reteniéndolo allí con fuerza, para impedirle interferir para ayudar a su diabólico amo. Y entonces esperé, observando con aliento contenido –o mejor dicho, como si tuviera aliento- cómo el monstruo se acercaba a su víctima inconsciente, hasta que Adam dio un grito de alarma, sin saber qué era la fuerza invisible que lo había derribado (¿Algún duende nocturno quizás? ¡Si supiera!).
El Doctor Diabólico apartó su mirada malintencionada del niño durante un segundo para mirar hacia la puerta de su dormitorio y ese segundo fue todo lo que necesitaba. Entoné una plegaria por el niño y por mi alma y golpeé con todo mi poder en la base del cuello, exactamente en el hueso más frágil donde la columna se une con el cráneo. Se derrumbó en el suelo de inmediato, espíritu y alma intactos en la muerte y sin tocar por la mano pecaminosa del Diablo.
(y mi querido, y sin duda nervioso lector no debería dudar en animar o aplaudir una acción semejante, por brutal que parezca, y humildemente lo dirijo a los muchos versículos de la Biblia que revelan que es mucho mejor morir en estado de inocencia que corrompido por la mano del Diablo. Podría haber salvado al niño o matado al Doctor, pero no ambas cosas, así que tomé la decisión más justa, y recé a Dios para que tuviera compasión del alma del niño y de la mía.)
Este golpe certero pero seguro se llevó parte del poder que había planeado utilizar contra el Doctor, que ahora se dio la vuelta alarmado e inseguro de lo que acababa de ocurrir. Pero no importaba, porque cuando vi la rabia que lo consumía al verse privado de su entretenimiento de forma tan ruda, el poder regresó de nuevo a mí y continué adelante con el plan. Las cortinas cayeron de sus enganches sobre el Doctor y entonces envolvieron su cuerpo mientras se retorcía e intentaba liberarse. Y entonces la lámpara de petróleo cayó sobre él, rompiéndose y derramando su contenido.
Le di un momento para que comprendiera que lo estaban castigando –sólo uno, querido lector, y ninguno más- y entonces prendí fuego al petróleo, que se encendió de inmediato sobre el suntuoso tejido manchado que envolvía la carne maldita y muerta. Y entonces ardió, chillando mientras las llamas lo consumían, como debían consumir a las brujas, demonios, poseídos y a todas las criaturas malditas del mundo: la carne corrupta fue destruida y el espíritu maligno fue enviado de regreso a los fuegos de la condenación de los que había surgido, lanzando maldiciones y obscenidades en su camino a la oscuridad, para no volver a ser visto nunca más por la gracia de Dios.
Y así terminó el Doctor Diabólico, allí, en aquella habitación en llamas. Le dije a Annabelle que lo había conseguido y debía decirle a su amante que era libre, y el precio que había costado su libertad, y que lo animara a regresar al cuerpo de Cristo ahora que la influencia de Satán ya no se encontraba sobre él. Ella lo intentó, pero se encontró disipada corporalmente de la habitación cuando su amante la apartó de sí con una fuerza diabólica propia, gritando y maldiciendo el día de su nacimiento. Annabelle intentó tranquilizarle. Le habló de su amor por él y cómo le había perdonado sus crímenes contra ella, pues comprendía que había sido esclavizado por el embrujo del monstruo. Ella le dijo que había rezado por su alma durante muchas noches y estaba segura de que podría salvar las heridas de su alma, suponiendo que dedicara su vida a Dios y tratara de honrar sus obras en la Tierra en adelante. La puerta de oro de la vida había vuelto abrirse para él, gracias a la misericordia de Cristo y a nuestra intervención en su nombre: ¿Por qué no se arrepentía de su miserable pecado y renunciaba valientemente a las obras del Diablo?
Pero Adam no escuchó una palabra de lo que Annabelle le había dicho. Gritó y aulló, destrozándolo todo de una forma que no podía considerarse humana y sin embargo, seguía siendo un hombre. Arrojó muebles por la habitación y entonces los hizo astillas con sus manos desnudas. Arañó las paredes hasta que sus dedos sangraron y comenzó a pedir a gritos la condenación eterna, tan grandes eran su rabia, su dolor y su desesperación: la pérdida de su amor, su amor verdadero, el único ser al que había amado de verdad –¡El Doctor Diabólico cuyo cuerpo se deshacía en cenizas en la habitación de al lado!
¡Pobre Annabelle! La había advertido de que algo como esto podía ocurrir como consecuencia de la muerte de la criatura diabólica, pero o no me había escuchado o no lo recordaba, porque en la otra habitación de repente escuché el grito más aterrador que había oído nunca. Y al momento me dirigí hacia allí, para ver lo que había ocurrido.
Se dice que ni siquiera el infierno tiene tanta furia como una mujer despechada, y en este caso era bastante correcto, porque mirar el rostro de Annabelle P----- en aquel momento era contemplar el propio infierno, reflejado en sus ojos, encendidos en llamas como su boca abierta en un grito prolongado. Si el Doctor Diabólico al que acababa de enviar de regreso al infierno era la personificación de la corrupción y el mal, Annabelle era en aquel momento la personificación de la rabia.
Y contemplé cómo ella se desahogaba sobre el cuerpo de su querido Adam, al que le había dicho que lo había amado, pero que después la había usado y asesinado y que ahora afirmaba que nunca había amado a nadie salvo al hombre que lo había arrastrado hasta su estado diabólico. Contemplé cómo levantaba su puño para golpearle, de la misma forma que había golpeado muchas cosas durante su aprendizaje, y golpeó con todo su poder desatado. La vi golpear la mandíbula de Adam, su pecho, su estómago y su cabeza con una furia tan feroz y desatada que no me atreví a intervenir, porque hubiera sido como intentar impedir que nuestro Señor y Salvador expulsara a los mercaderes del Templo. La contemplé romperlo, querido lector, no existe otra palabra para ello. La contemplé azotarlo, como un hombre podría azotar a un perro o a un ladrón o a cualquier desecho de la humanidad que sólo busca hacer daño para recibir más daño a cambio. La vi golpearlo en el suelo y aplastarlo bajo sus manos, hasta que la sangre enferma de sus venas manchó el suelo de la habitación arruinada y destruida.
Y entonces Adam murió, y con un último grito de venganza y horror que congelaba la sangre, Annabelle desapareció también. Porque en su danza furiosa y frenética había destruido su propio Grillete y no se había dado cuenta de ello hasta el final. Y en ese último instante de consciencia de lo que había hecho, mientras comenzaba a desvanecerse, sentí el sorprendente roce de la gracia de Dios dentro de mí, y me sentí lleno por lo que había presenciado y de hecho ayudado a realizar, traer la voluntad de la ira divina a alguien tan desesperada como Annabelle.
Recé por ella y entonces me arrodillé en el suelo ensangrentado ante el cuerpo muerto de su amante y asesino, y rogué a Dios que la protegiera de los peligros del Adversario y de las tentaciones y horrores que aguardan en el infierno, donde todos somos puestos a prueba cuando tropezamos y caemos presa de los peligros de este Purgatorio.
Recé durante largo tiempo en aquella habitación, pero no recibí ninguna señal del consejo o la sabiduría de Dios, salvo que debería marcharme antes de que llegaran los Legionarios. Y así lo hice, llevándome la Llave por si era detenido o preguntaban por mi paradero. Mientras me iba observé que el Doctor se había convertido en un montón de polvo y cenizas con forma humana, cerca del cuerpo inocente –aunque sucio- del niño que había pretendido mancillar y destruir. Recé fervientemente por el alma que había tenido que matar para salvar, y que el mal que había obligado a manchar mi mano permaneciera muerto para siempre y no volviera del infierno para atormentarnos más.
Y tras eso, regresé a la noche de Londres, y volví a convertirme en sólo uno de sus muchos, muchos fantasmas.
Así termina mi historia de instrucción, mi querido lector. Y así ocurrió: un amor fue vengado, un asesino recibió justicia y un alma perdida la paz que deseaba. Porque no había quedado señal alguna de Annabelle y creo que es justo decir que no regresará entre nosotros. Y tengo fe en el Todopoderoso y creo que él en su misericordia, la ha permitido liberarse de su carga mientras se encontraba en manos de los servidores del Adversario. De hecho, rezo porque la haya perdonado por los pocos pecados que le quedasen por redimir y que la acoja en su seno de nuevo. Y sí, creo con todo mi corazón que ahora Annabelle se encuentra en el Reino de los Cielos, gozando del amor perfecto de nuestro Señor y Salvador para siempre, disfrutando de la paz que merece…
…una paz que yo, a pesar de todas mis buenas obras, todavía tengo que alcanzar. Porque parece que el Buen Señor todavía tiene mucho reservado para mí, antes de que pueda soltar mi carga y unirme a él –y de hecho a todos los que he ayudado- en el Reino de Dios.
Y ahora sigo aquí sentado, de pie y de rodillas dentro de estos pozos de vicio y pecado, rezando por los pobres mortales que se pierden en estos lugares, y esperando a las almas perdidas como Annabelle P-----, que necesiten mi guía y compañía en sus horas de mayor necesidad.