[Trasfondo] La Russalka, a 76 años de la liberación de Auschwitz

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HeyderLópez13
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[Trasfondo] La Russalka, a 76 años de la liberación de Auschwitz

#1

Mensaje por HeyderLópez13 » 27 Ene 2021, 19:57

A 76 años de la liberación de Auschwitz quería compartirles el que es mi relato favorito de toda la línea de Wraith.

De Robert Hacht para Wraith the Oblivion: Charnel Houses.
Traducción: Heyder López (Alastor).

La Rusalka:
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Banda Sonora: https://youtu.be/057A1RdssoU


Creo que fue Blackwood, un escritor inglés, quien mejor describió la región (aunque, por supuesto, él estaba refiriéndose al área al sur de aquí, junto a los bancos del Danubio). Recuerdo yacer bajo las cobijas en la noche, desatenta de la desaprobación de Papá, para luego sentir los fríos dedos bajo mi vestido de algodón cuando trabajaba laboriosamente traduciendo la edición de 1913 de “Los Sauces”.

Entonces crecí, por supuesto, aunque no demasiado. Y entonces Papá y yo descubrimos lo que era el verdadero horror.

El lugar donde yazco ahora parece casi conjurado de las páginas del libro- arroyos serpentinos y aguas estancadas, racimos de carrizo y raíces enmarañadas. El aire es pesado, carga la esencia de plantas putrefactas. Pequeños peces y caracoles de pantano son la única forma de vida animal visible. El Vístula yace abierto bajo los cielos del atardecer como las fauces de un esturión. Miro a las grises nubes que corren a lo largo del cielo enrojecido, recordando días que aún no se han perdido. El cielo siempre era rojo en aquellos días, y había nubes grises también, aunque eran de composiciones completamente distintas.

Si uno mira de cerca, entre los carrizos, el pantano y el cieno del Vístula, uno podría darse cuenta de la presencia de un tono bastante parejo de gris, uno podría ver las partículas, partículas pequeñas de sedimento grisáceo que se arremolinan en la adusta corriente, coagulándose en la flora. No es fango, no es cieno. ¿Qué pasó aquí? podría preguntarse uno… ¿Qué pudo ser?
Ya es casi hora.

Ella viene, apurándose en el camino a alguna de las muchas villas al norte de Cracovia. Desea alcanzar un hostal antes de que caiga la noche. El scooter es japonés, nuevo, un regalo del Dulce Abuelo a su nieta favorita. Que desafortunado sería si el motor fallase, si ella se varase en el pantano. Pero a veces, así es la naturaleza de las máquinas.

No hay mucho que ver, ¿Es ella? cabello desgreñado y rubio, un cuerpo delgado en una chaqueta de jean, una billetera repleta de eslotis que fueron intercambiados por marcos alemanes, unas botas Doc Martens, una mochila al estilo de los Lakers de los Ángeles. Toda una ciudadana modelo de la Europa Unida (ojalá y permanezca mil años). Me siento casi tentada a silbar Wagner.
Es su rostro, sin embargo, inscrito tras mis ojos tan indeleblemente como el número en mi brazo, el que me revela su origen. El género, el tiempo y las generaciones han hecho lo mejor que han podido para borrar los rastros, pero los Nazis tenían razón, a su manera. La sangre siempre gana, la sangre cuenta la historia.

Vi cuando llegó al campo. Los alemanes suelen venir, ya saben, Adenauer, Kohl, Ratzinger y el resto han cultivado una especie de culpa social que raya en el voyerismo. La vi cuando silenciosamente pronunciaba las palabras “ARBOIT MACHT FREI” (el trabajo los hará libres). La vi cuando se dio un paseo por las cercas de alambre oxidado, las mismas en las cuales el Dulce Abuelo condujo la marcha de los esqueletos, hace no mucho. Y cuando ella se detuvo a ver una fotografía particular-cuando ella apartó esos velados ojos, tan perceptiblemente, de la mirada helada de una marioneta- recibí un orgásmico crescendo de dolor.

Toma esos ojos, quítales las gafas de sol y dos generaciones, añade una película tan palpable y miasmática como la porquería gris en mis pies, y al Dulce Abuelo con una mirada impúdica como un escalpelo, tal como la que tenía durante las examinaciones, durante el appellplatz, la vacunación, la selección.

Bueno, yo la he seleccionado a ella. Es su hora.

La noche se desprende de la bóveda celeste, uniéndose con la repentina emanación de humo apestoso. Me retuerzo entre los engranajes del motor de su scooter, moviéndome en la manera que los Doppelganger me enseñaron, y el vehículo arroja su último aliento tal como un prisionero asfixiado. Nubes de humo de escape oscurecen el aire, como cenizas crematorias.

Ella se hace a un lado, casi en el mismo pantano y una letanía de insultos se mezcla con el chapoteo de las ranas y los graznidos de los patos. Ella es recursiva, enciende una antorcha. La luz roja contrasta contra el cielo negro, como la llama de un horno crematorio. Ella tiembla, y gradualmente sus maldiciones amainan convirtiéndose en gritos de auxilio.

Nadie la escucha ahora, tal como nadie nos escuchó entonces. Eligió el camino menos transitado, el crudamente pintoresco camino que encontró tan excitante-la consecuencia es que nadie vendrá. Mis hermanos del Enjambre se han encargado de reforzar este tabú en particular. Ellos también son voyeristas, ellos quieren ver.

Floto en el centro de un estanque muy especial, y la película (el Manto) gris se coagula, entrelazándose en una hebra viscosa que se desliza fuera del agua, un tentáculo grumoso envolviendo mi nada como el lino a una momia. Nuevamente me zambullo en las Tierras de la Piel, y mis huesudos dedos se flexionan buscando una garganta repleta de gritos por asfixiar.

Yo avanzo, manando de los carrizos.

“¿Quién anda ahí?” dice en polaco con voz quebrada.
He venido por ella. Estoy húmeda, carbonizada y alfombrada con hierbas. La bengala ilumina mi sonrisa de bienvenida.
Existe una leyenda en el Este, el cuento de la rusalka, la doncella ahogada del río. El Vístula no me reclamó hasta que fui ceniza, pero el Zyklon B parece un sustituto aceptable para el río.

Las leyendas dicen que la rusalka es hermosa. Los tejedores de cuentos nunca han visto una víctima de ahogamiento. Nunca han visto las consecuencias del Zyklon B, los cuerpos azules, las caras hinchadas de sangre, los labios púrpuras que vomitan lenguas ennegrecidas. No, yo no soy hermosa.

¡Oh, la pobre niña! Ella no puede entender que su corazón palpitante, los gritos que desgarran su garganta, solo me hacen más fuerte. Tomo un puñado de cenizas y aprieto mi puño alrededor de mi odio, como un caracol de pantano que se acoraza en su escudo.
Puedo ver la Marca de la Muerte en su rostro, ella se torna fría, quieta, azul.

A medida que me acerco a ella y rasguño su espalda mientras huye, mi Psyche (ese pequeño reducto de bondad de mi alma, que se niega a desaparecer) débilmente me susurra este pensamiento: “¿Acaso no tiene la misma edad de cuando fuiste al horno?” pero ya estoy sobre ella, y no hay más dudas; solo están mis garras, su garganta y la tempestad de odio y cenizas que nos hunde dentro del pantano del Vístula.
Y allí se encuentra un invitado especial. Su Dulce Abuelo, cuyos ojos como escalpelos cubiertos de ceniza, observan la escena confundidos. La niña no entiende nada de esto, no es consciente de por qué está muriendo.

¿Pero quién de nosotros entendía por qué estábamos muriendo?
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Última edición por HeyderLópez13 el 07 Jun 2022, 17:48, editado 3 veces en total.

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Re: [Lore] La Russalka, a 76 años de la liberación de Auschwitz

#2

Mensaje por Voivoda » 27 Ene 2021, 20:03

La historia parece una canción de Rammstein, me gusta mucho. Gracias por el aporte.
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