[Narrativa] La noche de las ratas.

Moderador: Darkhuwin

William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas

[Narrativa] La noche de las ratas.

#1

Mensaje por Corso » 10 Oct 2020, 18:37

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“Sólo cuando una casa arde se ve toda la miseria que había dentro. Entonces, hasta el rey se entera de que ha convivido con las ratas.”

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Dos noches después del Acto de Concordia...
Bill sabía que el encuentro de esa noche le iba a costar algo. No sabía qué, pero las cosas en Montreal no le solían salir gratis a nadie. Mucho menos a quienes no se dejaban arrastrar por el vertiginoso juego de poder por el control de la ciudad, que era lo mismo que decir: "¡que os jodan a todos y cada uno de vosotros!"

Por eso, quizá, esa noche le pesaban las botas y le apretaba el sombrero. Y quizá, también, era por lo que reencontrarse con el Bibliotecario, al que conocía bien, o mejor, en todo caso, que al resto de sabbats que habitaban la podrida Ciudad de los Milagros Negros, le suponía toda una incógnita.

Hacía dos noches del teatro del "Zarpas y Cuchillos". Dos largas noches y apenas tenía que esforzarse para volver a ver vívidamente, como entonces, la cara de la «enjuta y preciosa» Carolina Vález, Arzobispo de Montreal, constreñirse de rabia e ira contenida. Casi había merecido la pena aquella pérdida de tiempo solo por estar allí sentado y, prácticamente, poder escuchar el rechinar de sus colmillos en mitad del silencio sepulcral provocado por la muerte definitiva de su último -y breve- capricho. De ese, del nuevo y exiguo chiquillo de la lasombra, si que no recordaba nada; como era normal. Bueno, para ser justos sí que recordaba algo de él, o al menos una «parte» de él: su redonda cabeza rodando por la arena como la de un «crash test dummie». Su animó se ensombreció al recordar todo ello y pensar en las consecuencias que había traído su decapitación a manos de Sagan, Ductus de Los Relojeros y, en última instancia, responsable de haber convertido la ciudad en un polvorín desde entonces.

La noticia sobrevoló cada rincón de Montreal como un negro rumor huracanado de traición, venganza y muerte a la noche siguiente; despeinando y dejando alborotados los ánimos de la comunidad chupasangre. Sagan había muerto a manos de Bellemare, como cabía esperar tras ser retado a Monomacia y, para colmo de males -o precisamente por ellos- el Zarpas y Cuchillos había sido detonado veinticuatro horas después de que Bill y el resto de sus cofrades decidiesen abandonar el local. Lo fácil sería pensar ¿carmesí y en botella?... Vález era el primer nombre que le venía a uno a la mente, pero Duffy no lo tenía tan claro. No, conociendo hasta dónde podían llegar las inquinas del nido de serpientes que se arrastraban y lanzaban dentelladas unas a otras luchando por conseguir -o mantener- el poder como máximo dirigente del Sabbat en la ciudad. En cualquier caso, que aquel maldito estirado se jodiese. Si había sido tan estúpido como para retar a la Arzobispo delante de todas las cofradías de Montreal, ¿Qué coño pensaba que iba a pasar? ¿Que nadie iba a aprovechar la oportunidad de lanzársele al cuello? Tsk, tsk, tsk...

Todas las pesquisas que iba haciendo al respecto de los últimos sucesos tenían cabida mientras caminaba. ¿Quién de entre Los Relojeros había sobrevivido? ¿Cotonbouché, la Sacerdotisa? ¿Olivia, la anomalía? Esperaba que ambas. ¿O, tal vez, el cofrade al que aún no conocía en persona, el inglés? Y lo más importante ¿Qué iban a hacer ahora, se quedarían quietecitos después del tremendo azote en el culo que les habían dado o se posicionarían, como se rumoreaba, del lado de la 25:17 y de Ezequiel retirando su apoyo a la puta de la lasombra?

Arena manchada de sangre y genocidio fraticida. Enemistad y lucha entre cofradías. Un cóctel tan explosivo como el propio «bombazo» del Zarpas y Cuchillos.

El recuerdo de la arena de combate se solapó con el sonido de la gravilla que crujía bajo las suelas de sus botas; devolviéndole al presente. El lasombra supo de inmediato que, por inercia, estaba recorriendo uno de los senderos peatonales que cruzaba el parque La Fontaine, conectando la Rue Sherbrooke E con la Rachel. Hacía casi siete meses que no pasaba por allí; y apenas recordaba qué habían tratado el bibliotecario y él la última vez que se vieron. Lo que sí recordaba era que no era de esos vampiros a los que les gusta esperar y, también, que era uno de las cainitas más inteligentes de entre todos los cadáveres sonantes y danzantes que pululaban a ambos lados de las negras aguas del río San Lorenzo. Apenas pudo intercambiar con él un mero cruce de miradas como saludo en el refugio de los Relojeros, pero la noche siguiente la imperiosa necesidad de encontrarse con el antitribu hizo que Duffy se pusiese en contacto con él, sugiriéndole pasar unas horas juntos al amparo que las sombras de La Fontaine siempre les habían brindado durante el transcurso de las décadas. Por mucho que la ciudad se hubiese convertido en un vientre muy distinto al que les dio a luz a los dos, uno que parecía fagocitar a la misma Espada de Caín, la seguridad e intimidad que seguían encontrando allí seguía haciendo que el parque fuese el mismo útero materno que había sido siempre para ellos: fraternal, cálido y oculto.

Fuera de Las Cinco Puntas, el «bicho», era para el lasombra lo más cercano que tenía a la palabra «amigo» -si eso era posible-; y si dejaba de contar, por supuesto, las inefables simpatías de las sugerentes, lascivas, oscuras y pecaminosamente bellas "novias" de Montreal: Las Viudas.

Y es que si La Rosa, Jade y Loto Negro eran capaces de hacer hervir la sangre de uno, su cita de esa noche contaba con la fama de ser un herrero que, a golpe de intelecto, fundía las mentes menos preparadas; eso, siempre y cuando te considerase digno y capaz de seguirle en una conversación; pues su contertulio era historia y conocimiento en estado puro.

Joder, a poco que se parase a pensarlo, después de más de cien años paseando su sombrero por allí puede que Bill no se relacionase con los cainitas más preeminentes del Sabbat de Montreal, pero qué demonios, al menos se veía de vez en cuando con los que a su juicio eran los más «interesantes». Además, ¿quién diablos no necesitaba tener alguien en quien confiar en las noches modernas?

Y, luego, estaba Benezri; pero bueno, ese era otro tema...Uno en el que esa noche no quería pensar. El Pastor tendría su maletín, sí, pero no todavía...


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Cuando llegó al punto intermedio del parque, las pequeñas ondas formadas por el soplido del viento sobre el lago refulgían como un bruñido espejo de plata, reflejando las pocas estrellas que en espacio abierto se veían coronar la ciudad. Casi era una broma de mal gusto que estando a años luz de allí pudiesen hacerlo y que el lasombra, a solo unos pocos metros, estuviese privado de ver a ese otro Bill, distorsionado por fuera tanto como por dentro, aunque se metiese hasta las rodillas en el agua. Cosa, que tampoco es que estuviese tentado a hacer. Sus demonios eran suyos y, a veces, incluso a él le asustaba el imaginar encontrarse "cara a cara" con ellos; aunque solo fuese en forma de su propio reflejo.

El lasombra trazó con la punta del bastón un nombre sobre la tierra mojada, cerca de la orilla, y se quedó observando cómo la espuma del agua se acercaba a él y lo inundaba lentamente, arrastrándolo consigo en su regreso al lago; borrándolo de la noche como si nunca hubiese existido.

- William Duffy, eso no servirá de nada. ¿Acaso crees que no se puede leer en las borrosas huellas que dejan las agua del olvido? Después de tantas décadas vividas no te tenía por un necio, Martillo de Montreal - la voz, correosa como el ladrido de un viejo perro de presa, surgió de un punto indeterminado a su espalda. Sin embargo, la inflexión en el tono al pronunciar el viejo apodo de Duffy dotaba a aquella pregunta de una extraña «familiaridad» para con él. Pocos eran los que delante de Bill referenciaban abiertamente ese eco de su historia hoy en día; quizá, solamente, quienes no temían las posibles consecuencias de hacerlo.

El Ductus de las Cinco Puntas no se sobresaltó, pues sabía que, en un momento u otro, él aparecería. Se hubiese ofuscado o no, Bill no se dio la vuelta inmediatamente, sino que levantó la vista y observó el horizonte que se abría ante él, fundiendo su visión con la espesa bruma que surgía del agua mientras hacía acopio de esa voz; intentando discernir si bajo aquella capa de hiriente sarcasmo aún subyacía la camaradería y afinidad de quien le hablaba.

- Para ser un rata de biblioteca, reconozco que tienes un humor muy afilado. Casi tanto como tu lengua, hermano. No te vi tan ocurrente hace dos noches, cuando Bellemare declaró una Monomacia en esa Noche de Concordia de la que Vález se escabulló, presuntamente ¿Es que eso no te pareció divertido también?- contestó con seriedad e ironía, como respuesta a la estocada lanzada. Era evidente que no lo fue para ninguno de los presentes.

Pese a todo, el comentario evidenciaba la confianza que había entre los dos y tras unos segundos de tenso silencio, fue el lasombra quien rompió el hielo poniendo el tono de esa divertida malicia con la que dos viejos conocidos intentan picarse el uno al otro. Una mueca que aunque no podía ver, el nosferatu sí pudo sentir como lo que era: la complacencia de Duffy porque hubiese acudido al encuentro pese a las terribles circunstancias que lo envolvían.

- Me alegra volver a verte, Christanius, mucho ha pasado desde la última vez ¿No es así?

La pregunta no era baladí, pues llevaba implícita la certeza de que no solo había acontecido el transcurrir del tiempo en Montreal desde entonces. Bill se dio la vuelta y se quedó mirando a Christanius Lionel, cofrade de Los Bibliotecarios, con una cordial sonrisa expresada en las arrugas que rodeaban sus ojos.

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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#2

Mensaje por Darkhuwin » 17 Oct 2020, 10:37

-Para mí ha sido como un suspiro. Hum. Sabes que no suelo inmiscuirme en los asuntos políticos. Ya no. ¡Ah! Todos esos jóvenes exaltados que creen que lo saben todo y en realidad no entienden nada… No se puede dialogar con ellos. Sólo saben dar discursos bonitos y lucir palmito. Pero ni si quiera conocen la historia de su ciudad. De sus mayores…

-No se han molestado en aprender, en investigar. Y su no vida no es tan larga como para haber vivido lo que tú y yo hemos vivido, joven Duffy. Ni siquiera lo que tú has visto. Para ellos somos como esas estatuas de Mármol que decoran el Mausoleo. Viejas reliquias de un pasado remoto que sólo sirven para recordarles que seguimos donde empezamos. Que no hemos conseguido nada. No hemos avanzado ni un palmo, en esta guerra fratricida que dura ya siglos.

-La capital cultural del Sabbat. ¡Ja! ¿Y para qué? ¿Quién está interesado hoy día en lo que nuestra historia tiene que contarles? ¿Sabes cuántas manadas han acudido en los últimos cinco años a la Conferencia de Caín? Podría contarlas con los dedos de mis maltrechas manos.

-La secta se debilita noche tras noche, Bill. Y si las luchas intestinas, la Camarilla o la lacra del infernalismo, no fueran suficiente azote para la ciudad de los Milagros Oscuros, seguimos sufriendo el castigo de ‘lo desconocido’. Nuestra propia y particular enfermedad…

El bibliotecario siguió hablando sin parar de sus preocupaciones, como hacía desde que Duffy lo recordaba. Pero aquella vez, el monólogo incansable de su viejo amigo, le transportó a otro tiempo en su memoria:

· Puertas de la Eternidad, Biblioteca del Alexandrium · Imagen Allá por el 1975

Una de las primeras veces en las que acudió a él en busca de ayuda, fue poco después de que su sire, Kenneth Stone, hubiera desaparecido sin dejar rastro, tras la celebración de la victoria contra el culto de las serpientes.

En aquella ocasión, el Martillo había llegado al Alexandrium necesitado de información. Aún no se sabía nada de la jugada de Sangris, el cuál, de hecho, estaba a punto de ser nombrado arzobispo, debido a que también Veronique La Cruelle, se había volatilizado junto con algunos otros miembros de la secta.

Los Pastores de Caín, habían estado de acuerdo entonces con el nombramiento, así como las otras cofradías importantes de Montreal, por lo que, aunque a Bill no le hiciese mucha gracia que aquel haitiano recién llegado, que a él le parecía un embaucador y un presuntuoso, se hiciese con el trono de huesos, había tomado la determinación de no inmiscuirse políticamente, hasta haber averiguado, qué había sucedido realmente con Stone.

No podía evitar preguntarse, si el Serpiente de la Luz, que tan prestamente se había ofrecido a ocupar el cargo de la archidiócesis, que en otras circunstancias habría podido ocupar su sire, por antigüedad y derecho propio, no habría sido el propio causante de la tan conveniente desaparición del resto de candidatos, mejor posicionados. Y su última conversación con su amiga y recién nombrada ductus de las Viudas, La Rosa, no había hecho sino avivar la llama de sus sospechas.

Él mismo se había enfrentado a los cultistas de Moise, chiquillo de Jerar, y sabía que las sierpes, contaban con la ayuda de poderes que estaban más allá de los dones de la sangre. Aquellos extranjeros se valían de las artes voudoon traídas de sus tierras del sur y de complejas redes de tráfico de drogas, de blancas y de influencia, para aferrarse como un cáncer a las venas mortales de la ciudad de la fe. Extirparlos estaba siendo una batalla ardua y desesperante, de la que él y su cofradía estaban tomando parte. Pero con la llegada de Sangris, todo había cambiado. Había formado su propia manada de cazadores de Serpientes, con personajes de dudosa reputación y marginales en aquellos días, como Pierre Bellemare o Elías la Ballena y contra todo pronóstico, empezó a tener éxito. Todo cuanto decía se cumplía. Conocía sus costumbres, sus formas de actuar, sus emplazamientos y sus puntos débiles. Demasiado bien, en su opinión. ¿Por qué nadie se daba cuenta? Pero claro, la guerra había dado un vuelco, estaban ganándola definitivamente. ¿Quién iba a planteárselo?

Así que ni Kenneth, ni Predicador, ni Yitzhak, ni Veronique, les hicieron ascos a las victorias de la cobra. Más al contrario, lo cubrieron de agasajos y felicitaron por sus triunfos. Otorgándole además su confianza y las llaves del Mausoleo y el Alexandrium para que pudiera estudiar mejor al enemigo y expulsarlo para siempre del corazón de Montreal. Y justo después, ocurrió el desgraciado incidente.

Todos daban por sentado que había sido una jugada del culto de Set, que Jerar se estaba vengando por el golpe que había sufrido y los había logrado envenenar a todos con oscuras artimañas de Houngan. Pero qué casualidad, que ni Sangris ni sus más allegados se vieron del todo afectados…y justamente ellos, aprovecharon la ocasión para dar el golpe definitivo esa noche y acabar con la cabeza de las serpientes para presentarla como trofeo en aquel momento de pérdida.

Cuando Bill y La Rosa despertaron, en aquel mar de confusión e incógnitas, pensaron que tanto Kenneth como la Arzobispo y los demás, habrían salido a dar caza a sus enemigos y estarían en algún lugar del subsuelo de la ciudad persiguiéndolos. Pero cuando el tiempo pasó y Sangris expresó sus sospechas y temores por algunas palabras que había oído pronunciar a Jerar antes de ser definitivamente destruido, la rabia y la frustración comenzaron a hacerse eco en el oscuro interior del Lasombra. Sus fantasmas del pasado volvían a asomar, y sus sospechas con respecto al nuevo Líder, no hacían sino agravar su estado.

Por eso había acudido aquella noche a la ancestral biblioteca. Para tratar de disipar algunas dudas que pensaba que su viejo amigo nosferatu sería capaz de aclararle, o por lo menos dirigirle en el buen camino de su investigación.

-Fría es la noche en que me visitas, joven amigo. – Lo recibió en aquella ocasión Christanius - Y no solo por el frío acostumbrado de nuestra querida urbe. – apostilló con semblante cansado - Reconozco en tus ojos el dolor y la rabia por la pérdida. Pero también una chispa de intención. Buscas respuestas…¿No es así?.
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.

William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#3

Mensaje por Corso » 18 Oct 2020, 13:50

El Mont Royal estaba en calma y sumido en una oscuridad insondable, casi antinatural, cirniendo sobre una tumba solitaria todo el peso de su historia. Una tumba sin nombre de la que muy pocos siquiera habían escuchado hablar; y mucho menos conocer su posición. Lúgubre, tan antigua como la misma montaña, olvidada y carcelera de las decenas de «huéspedes» que allí habían yacido. Unos en cuerpo, otros...en sueños.

***
El soñador, prisionero por el peso de la tierra, sentía en la piel la humedad y el frío de la soledad calándole hasta el tuétano. No sabía cómo o por qué, pero había despertado allí: dentro de las entrañas más ancestrales de Montreal. El correteo de los animalillos nocturnos, allá en la superficie, y el golpeteo incesante de la fina lluvia que regaba la tierra le llegaban como una tortuosa letanía. Con los ojos cerrados y sin aliento, el impacto de las lejanas gotas empezaron a fundirse en su mente con el recuerdo del tañer de los viejos tambores nativos. Ecos de aquellos que habían hollado el lugar hacía un tiempo inmemorial.

***
Los cánticos llegaron de pronto a sus oídos, trayendo la plegaria del pueblo indio para con sus Dioses de nombres paganos. El soñador se vio caminando entre ellos y celebrando la época de las lluvias; que habría de dar fertilidad a la tierra y alimento a la tribu. El Gran Hechicero se acercó hasta él dispuesto a pintar su rostro con una paleta multicolor y él se arrodilló, presto a ser el lienzo de piel de sus místicos dibujos bajo las centelleantes estrellas y el rumor del lejano trueno.

- Esta es la sangre del bosque...que te acepte como uno de sus hijos y te procure cobijo. - exclamó el brujo, en un dialecto que no conocía, pero que sin embargo comprendía, mientras con un dedo manchaba de savia nueva sus mejillas; trazando un par de gruesas líneas, una a cada lado del rostro.

-Esta es la sangre de las bestias...que te transmita su fuerza para cazar y honrar a tu presa como a ti mismo - dos nuevas lineas oscuras, sangre de un oso negro, quedaron bajo las primeras; desprendiendo olor a animal y muerte.

-Esta es la sangre del último recién nacido de nuestro pueblo...ofrenda a nuestros Dioses, que te han de reconocer y proteger de todo mal allá donde vayas - dos trazos carmesíes acabaron de pintar la cara del soñador/cazador.

El brujo comenzó a cantar y bailar a su alrededor, poseído en una especie de comunión con los espíritus de los muertos ancestrales de la tribu. Después fumó de su pipa y exhaló el humo alrededor del cazador a la vez que los tambores subían el ritmo de su cadencia.

El soñador fue entrando poco a poco en un convulso frenesí al son de los tambores, sus ojos quedaron en blanco y se dejó llevar por el rito hasta que su consciencia le abandonó.

***
Cuando el cazador volvió en sí, el hedor a carne quemada y muerte penetró por su nariz hasta llenar sus pulmones de humo; y su visión se llenó de los cuerpos mutilados de sus hermanos, que esparcidos por doquier, se amontonaban hasta perderse en el horizonte. El brujo le observaba sentado junto al fuego, pero ya no era el brujo, sino alguien desconocido con el aspecto del brujo.

- ¿Quién eres tú? ¿Por qué has traído la muerte a mi pueblo? Contesta y te ahorraré sufrimiento - amenazó el cazador, escupiendo cada palabra.

- ¿Traer yo? Niño estúpido e ignorante, solo he respondido a tu llamada. No son mis manos las que chorrean de sangre ¿verdad?

El soñador miró entonces hacia abajo y descubrió que estaba sujetando con fuerza su puñal... tenía las manos manchadas de sangre hasta los codos. De su pechera colgaban decenas de cabelleras recién cortadas. Sus dedos temblaron de miedo y su cuerpo de nauseas por lo que parecía -¿o más bien sabía? - que había hecho. Sintió asco de sí mismo y no fue capaz de articular palabra. En ese momento tan solo era una polilla, una inmunda polilla temblorosa y aterrorizada.

El brujo que no era el brujo se echó a reír con un gorgojeo salido del averno.

- Vamos, Martillo de Montreal, míralos bien. ¿Es que no les estabas buscando?

El cazador, el soñador, Bill miró de nuevo el rostro de los muertos y reconoció al instante las facciones petrificadas de Wayaska, Melissa Sherwood y, colgando de su cinturón, la cabeza de su sire, Kenneth Stone, cuyos ojos desprovisto de vida y no-vida parecían suplicarle clemencia. Un grito de horror reventó la garganta de Duffy hasta que perdió la voz.


Aquella noche del invierno de 1975 habían empezado sus pesadillas.



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Bill abrió los ojos lentamente en un estado casi febril. Podía sentir el entumecimiento en sus piernas, en el arco que formaba su espalda contra los cojines que había sobre el lecho en el que había dormido y, también, en su abotargada consciencia. El brío con el que solía despertar a una nueva noche se había convertido en pesadumbre y rabia y de poco servía el abandonarse a placeres prohibidos. Quizá eso le valiese por unas cuantas horas, pero el síndrome de abstinencia siempre volvía, cada vez más fuerte, en forma de preguntas a las que aún no era capaz de dar respuesta.

Esa noche a las heridas abiertas en su carne le acompañaba el sudor sangriento provocado por las imágenes que habían violado su psique. Agarró un pedazo de satén con los puños cerrados y, con parsimonia, secó de vitae su rostro, dejando la impronta de sus facciones en forma de mancha sangrienta sobre la sábana. Después se incorporó, quedando sentado en el lecho, y miró alrededor tomando conciencia de dónde estaba.

- Tu cuerpo arde, querido, y no te atrevas a decir que es por mi. Si fuese así, yo lo «sabría».

La Rosa, apoyada de medio lado contra una de las paredes de su dormitorio privado en el Corazón y totalmente desnuda, le observaba como una leona vigila a su presa; con hambre e interés - ¿Debo sentirme ofendida o acaso has dejado de aguantar mis «atenciones y cuidados»? - preguntó, con sorna, zalamera y juguetona, aunque con una pequeña carga de molestia en el tono - ¡Por Lilith, mírate, pareces el cadáver de tu propio cadáver!

No le faltaba razón.

- Si tú lo dices...- contestó Bill - Por suerte para mi, los espejos suelen darme la espalda últimamente, ¿sabes?

La Rosa no supo si sonreír o cruzarle la cara. Bill solía obrar ese efecto contradictorio, podía ser el cainita más «irrespetuoso, a veces deslenguado» y, al mismo tiempo, un cabrón y delicioso embaucador. Al lasombra, o le destetabas, o no tenías más remedio que rendirte a su forma de ser; cuanto menos tolerarla. La Viuda empezó a caminar hacia él, contoneando su cuerpo con maestría, en un movimiento fluido, lascivo, casi líquido, hasta llegar a su lado. Se sentó a escasos centímetros, desnuda como estaba, con una perversa sonrisa cargada de intenciones.

- Lo que quiero, es que encuentres de una vez las respuestas que buscas. Y que después vuelvas a nosotras para terminar lo que has empezado...

De súbito, la tzmisce lanzó su mano contra el cuello de Duffy, agarrándolo con firmeza y apretando, modulando la fuerza poco a poco mientras continuaba hablando. Si hubiese sido humano, la presa ejercida sobre su garganta, le estaría privando de oxígeno en ese momento. Dolor espiritual al despertar y ahora dolor físico, de nuevo. Dolor, siempre dolor, desde que «lo desconocido» había vuelto a golpear.

- Eres uno de mis mejores alumnos, William Duffy, diría que uno con muchas posibilidades de recorrer el sendero de la Catarsis, y respeto tu duelo por aquel a quien yo misma me «entregué» tantas veces, por el que yo misma sufro su desaparición; pero incluso el maestro más paciente puede llegar a exasperar. Que esto te valga como castigo y aliciente hasta que decidas, de una vez, si caminarás a nuestro lado. Hasta entonces, no habrá más lecciones para ti.

Como cuchillas, las afiladas y largas uñas de la mano libre de la Viuda rasgaron su pecho hasta sacarle un jirón de piel, levantando una herida que tardaría varias noches en cicatrizar. Bill apretó los dientes, soportando el dolor con la dignidad que fue capaz de reunir, y escondiendo a ojos de su «torturadora» el placer que eso le procuraba.

- Es hora de que te vayas, mi atribulado y queridísimo aprendiz.Y será mejor que evites a Loto al salir, está enfadada contigo por no visitarla anoche y no es tan benevolente como yo. Ve, ahora, y cuídate de Sangris y los suyos. Sacia tus dudas respecto a lo que ha pasado - la tzmisce le liberó y se levantó, dispuesta a abandonar la habitación - Espero que me tengas al corriente de todo...pronto.

Aquel último inciso estremeció al lasombra al tiempo que la puerta se cerraba, dejándole a solas, con el pecho ardiendo y, de haber sido posible, con una erección entre las piernas.

«Asi lo haré, mi pérfida maestra» - pensó, justo antes de empezar a vestirse, ponerse el sombrero e ir al Alexandrium.


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- ¿Respuestas? No soy un cachorro que se conforma con respuestas, viejo amigo. Busco la verdad - respondió Bill, con un estado de ánimo que rozaba en la desesperación y la ira - O, al menos, algo que me acerque a ella.

La palidez extrema de su piel no le pasó por alto al nosferatu, como tampoco la debilidad que envolvía a un cainita que normalmente rezumaba fuerza y confianza. Y es que las últimas noches el lasombra se había abandonado a una espiral de placeres y abandono absoluto, cediendo y dando carta blanca al desenfrenado chico; quien, más que gustoso, se había erigido sobre el «resto de él».

- No soy un necio, Christanius, y no escucharás salir por mi boca en este sagrado lugar una acusación directa contra nuestro flamante nuevo Arzobispo - una referencia a Sangris que le llenó de ácido el paladar - Pero eres el único cainita de Montreal en quien puedo confiar, por tu infinito conocimiento, tu amistad y discreción...y tu incomparable labor y lealtad para con la Secta. Por favor, no pienses que te estoy adulando buscando beneficio propio, nunca insultaría así a tu inteligencia. Es solo que mi juicio me dice que, si alguien puede llegar a ver lo que yo mismo veo, eres tú.

Antes de que llegase a pronunciar sus nombres, Bill se adelantó poniéndole al corriente de la situación de su malograda manada.

- Por supuesto, mis cofrades comparten mis mismas dudas y pesquisas, pero desde el nombramiento del haitiano, Razvan se ha volcado en sus estudios taumatúrgicos, saliendo apenas a cazar, y O´Doherty está preparando su partida a Europa como aspirante a novicio de la Inquisición - el pesar en su voz era notorio, una exposición de preocupación que, quizá, remarcaba debilidad, pero también la confianza depositada por su parte en el Bibliotecario.

- Mi Cofradía se tambalea, hermano, y mis últimos sueños, lejos de procurarme el descanso necesario para reconstruirla, me atormentan. Carecen de significado para mí, o quizá sea que temo encontrárselo.

Duffy perdió la mirada recorriendo con la vista las impresionantes Puertas de La Eternidad mientras hablaba. Su silueta parecía más pequeña, como si las sombras de su linaje se lo estuviesen comiendo desde dentro. Sin embargo, había algo que prevalecía sobre el conjunto, ese brillo intenso que atrajo a Lionel la primera vez que se vieron.

- Dime, viejo amigo, ¿Acaso debo rendirme y aceptar sin más cómo dicen que han sucedido las cosas?

Le miró directamente a los ojos, con ese brillo oscuro, metiendo de lleno de forma indirecta y sutil al nosferatu en sus propias dudas y elucubraciones. Ambos sabían que la respuesta sería reveladora y que, en el fondo, según lo que dijese Christanius, quizá compartiesen sospechas e intereses.

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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#4

Mensaje por Darkhuwin » 24 Oct 2020, 12:10

Lionel, lo miró pensativo. Como calibrando la situación un instante. Se le veía al Nosferatu a todas luces intranquilo.

-Será mejor que no hablemos de según qué cosas en este lugar. – Le dijo bajando la voz – Pese a que aún no se ha formalizado el nombramiento, el nuevo poder ya estará tejiendo sus redes como hacen todos y Los Pastores son ahora mismo sus principales valedores. – Christanius le hizo ver con un ademán de su mano, que se encontraban en pleno hall de la Capilla de Caín, donde además de la entrada al Alexandrium, tenían su principal lugar de culto y celebración eucarística los mártires (como también se les llamaba). – Entra a mi estudio, allí podremos charlar más tranquilos.

Tras las puertas, dos figuras con túnicas y capuchas aguardaban en actitud servil para acompañarles. El lasombra los reconoció como ghouls aparecidos, de la familia Obertus, una rama también afiliada al Sabbat y que solía encargarse, precisamente, del custodio de información y secretos asociados a la secta. Los sirvientes les flanquearon por el corredor principal de lo que más parecía una cueva que una biblioteca. Había poca luz y, aunque podían entreverse pasillos laterales que se perdían en las sombras y cuyas paredes contenían estantes llenos de extraños volúmenes, éstos eran angostos y agobiantes, con el techo bajo y apenas espacio para que cupiera una persona de pie.

En el mismo corredor, sí que había algo más de luz, proveniente de lámparas, posadas sobre unas cuántas mesas, que se hallaban colocadas cada varios metros. Algunas de aquellas mesas estaban ocupadas por cainitas inmersos en el estudio y la lectura de aquellos singulares libros. Al final del corredor había una escalera de caracol que subía, indicando que el complejo poseía varios pisos, aparte de aquel en el que se encontraban. Lo cierto es que a Bill le resultó un sitio un poco agobiante, era distinto a lo que había imaginado, pero no le disgustaba.

Subiendo las escaleras de caracol, el nosferatu le condujo hasta su espacio particular de estudio y recogimiento, donde, una vez se hubieron asentado y recibido su servil refrigerio, despachó a los sirvientes, que se marcharon sin haber pronunciado una sola palabra y sin hacer prácticamente el menor ruido.

-Hablemos de esos sueños. – Comenzó su anfitrión, mientras recogía una pluma y un trozo de pergamino. – Aunque no lo creas, he hecho mis pinitos en psicología con Freud y Jung. Estos aspectos mentales, funcionan muy parecido en los cainitas y en el rebaño, por mucho que les moleste a los más extremos defensores de la supremacía.


· Parque La Fontaine · Imagen En el presente

-… Ya veo que te estoy aburriendo con mis quejas y tribulaciones, sombrerero. ¿En qué lugar de tus memorias te encuentras ahora? -

Bill, recordó cómo, tras relatar sus sueños e inquietudes a su, ya por entonces viejo camarada, éste le recomendó prudencia y calma en sus investigaciones. Y no sólo porque cualquier movimiento en falso podría dar con su cuerpo estacado al sol de la mañana acusado de traición, sino también porque su psique se encontraba en un momento delicado, que requería mantenerla alejada de los acostumbrados trasiegos del trato con su bestia y la oscuridad interior que poco a poco, lo envenenaba.

Incluso le recomendó mantenerse alejado de sus devaneos espirituales con el Catarismo y Las viudas. Le explicó, que un proceso de cambio como aquel, requería de mucha fuerza de voluntad y resiliencia mental, cosas con las que, durante el duelo para con su sire, Duffy no contaba en aquellos momentos. Así que, su aprendizaje con la Rosa debería esperar, si al menos, quería poder centrarse en descubrir la verdad que tanto ansiaba. Aquello fue uno de los motivos por los cuales, la evolución de su alma aún hoy estaba en proceso de cambio. Un cambio que cada vez se le resistía más, debido al anquilosamiento producido por el estancamiento de tantos años de insatisfacción.

Pero con respecto a sus cuitas, por su parte, el nosferatu antitribu le ofreció poner en movimiento algunos de sus recursos ‘animales’ para que tuviesen los ojos bien abiertos, y por supuesto, tenerle al tanto si se enteraba de cualquier asunto turbio relacionado con la noche de las desapariciones o el pasado del haitiano.

Aquel, sólo fue el primero de una serie larga de encuentros que además de poner a Bill tras la pista de sus sospechas y en el camino del conocimiento de su oscuridad interior, fomentó y forjó las bases de una eterna amistad.
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.

William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas

Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#5

Mensaje por Corso » 25 Oct 2020, 11:37

1975
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El primer efecto que le procuró aquel sagrado lugar de recogimiento y estudio fue, curiosamente, el de la intranquilidad. Su alma y su mente habían estado "enterradas" en una tumba hacía unas horas y verse metido en aquella «gruta del saber» no es que fuese un solaz, precisamente.

Sin embargo, unos minutos después, su ánimo se atemperó mientras se dirigían a la estancia privada del nosferatu. Puede que fuese por el efecto de las palabras de su anfitrión, quizá por la escasa iluminación -algo que siempre le reconfortaba-, por la tranquilidad que los Obertus transmitían o por las figuras que, entregadas al conocimiento, permanecían en silencio; dedicadas religiosamente al estudio de las decenas de volúmenes y escrituras que conformaban la mayor biblioteca cainita conocida por el Sabbat.

El caso era que una vez en el despacho de Lionel, Bill aceptó de buen grado el pequeño ágape ofrecido, bebiendo pausadamente y agradeciendo el gesto con un asentimiento de beneplácito por la cortesía. Evidentemente, el trago no fue suficiente para saciar su hambre, ni la física ni la espiritual, pero cumplió con su función y el lasombra estaba -o eso parecía- menos enervado que cuando había llegado.

Una vez se marcharon los ghouls, se quitó el sombrero, lo dejó apoyado sobre el regazo y, dejando caer la espalda, se acomodó en el asiento antes de responder. Cuando comenzó a hablar, el nosferatu supo a todas luces que a Duffy aquello parecía incomodarle de alguna manera. No por ser él el receptor de sus palabras, pues al fin y al cabo, Christanius se convertiría a partir de esa noche en una especie de «confesor» para el lasombra y sus pesadillas; tampoco por miedo a ser juzgado, pues el propio nosferatu -por lo que Bill sabía- decía haber hablado en sueños con el mismo Caín; sino más bien por el desconocimiento sobre el significado de los mismos y, lo más importante, por lo vívido que aquel sueño había sido. Casi demasiado...real. Le miró a los ojos intensamente, con la confianza de saberse a solas y protegido allí con él, mientras intentaba poner en orden su memoria onírica más reciente. Las primeras palabras salieron entre sus labios como el peso de una lápida que cae al suelo, temblorosas por el temor de que, al hacerlo, pudiese liberar de alguna forma desconocida aquello que estaba enterrado bajo ella; quizá como metáfora de sí mismo.

- He visto el «mal», Christanius. El mal más allá de nuestra estirpe, el que lleva asolando esta tierra desde que los nativos eran sus dueños. Lo he visto a través de otros ojos y a través de los míos. Ese mal me ha visitado esta noche y temo que solo sea la primera de muchas. Ese mal... «me conocía». Sabía mi nombre. Nos conocía a todos... - sus ojos, centelleantes por el reflejo de la luz de las velas que les iluminaban, estaban perdidos en el recuerdo y un pequeño estremecimiento sacudió a su bestia interior al rememorar las palabras del Gran Hechicero que no lo era.

- Se presentó ante mi como un brujo, poniendo ante mis ojos aquello que me atormenta de la manera más cruel, pues yo era el cazador que les procuraba sustento, pero, a la vez, también el verdugo de mis hermanos. La oscuridad me había llevado de mano del brujo, quien sin yo saberlo había pintado el rostro del cazador -mi propio rostro- de sangre un un rito oscuro, preparándome de esa forma ladina para acometer un genocidio.

Se levantó y fue hasta una de las estanterías en silencio, observando el lomo de los diversos libros que se repartían en las baldas a la vez que le contaba la visión de los cuerpos inertes de la tribu convertidos en los de sus desaparecidos cofrades, la cabeza de su sire colgándole del cinturón, la estampa del hechicero junto al fuego, atemporal y perversa. Su voz salida de un pozo de maldad...

- Después, riéndose de mi, me llamó por mi nombre, pues yo para él solo era un niño. Yo grité de dolor por lo que había hecho y, finalmente, desperté; empapado de mi propia sangre...

Duffy volvió a callar entonces y un silencio denso y frío se levantó entre ambos. De espaldas, esperó a que el nosferatu acabase de trazar con tinta sus palabras sobre el papel. No era poco, ni común, lo que le había contado y, sin lugar a dudas, si alguien era capaz de encontrarle algún significado a aquello, ese era el Bibliotecario.

Cuando el rasgar de la pluma contra el lienzo hubo cesado, Bill, más en el presente tras liberarse contándole su pesadilla, esperó unos segundos antes de preguntar.

- ¿Acaso la maldición de la locura ha entrado en mi o, por el contario, el don de mi psique* intenta advertirme de algo? ¿Seré yo el cazador que acabe con sus hermanos? Como podrás entender, hermano, no puedo despreciar la posibilidad de que haya relación entre unas cosas y otras; aunque no pueda encontrarla. Acudo a ti, libremente, buscando tu conocimiento y guía en estos momentos de duda y zozobra espiritual.

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En el presente...


Bill se acercó hasta Christanius y con un gesto de mano le invitó a acompañarle a pasear mientras hablaban.

- El día que abandones tus tribulaciones y dejes de lado el pesar que te provoca la desidia de nuestros jóvenes cachorros por nuestra historia, toda nuestra lucha y causa se irá al infierno, viejo amigo. Tu Cofradía y tú mismo sois el faro al que todos acudimos, o deberíamos acudir, en momentos como estos. Esa es tu responsabilidad, bien lo sabes. Te guste más o menos, la lucha contra esas lacras erige sus primeros muros de contención sobre la guardasalva de la historia y el conocimiento que lleváis tú y tus cofrades sobre los hombros - apoyó una mano en su brazo como muestra de afecto, intentado reconfortar su castigado ánimo.

- Y la nuestra, la mía en este caso, es ayudarte a ti y al sabbat a luchar contra todas y cada una de ellas hasta extirparlas de esta ciudad como se extirpa un tumor. El que esté aquí esta noche espero que te valga para no sentirte solo en esa lucha interna y eterna.

Largo tiempo habían pasado los dos intentándolo sin un resultado que los satisficiera, eso era cierto, pero también lo era que aun quedaban cainitas en Montreal dispuestos a dejar de lado las inquinas políticas en favor de un bien común y mayor.

Extremada y peligrosísimante mayor.

- La Torre ha metido sus sucias manos en Montreal y fuera de mi Cofradía eres el único cainita en el que confío como para decirle esto - confesó, parándose de abrupto para cruzar su mirada con la del Bibliotecario.

Lo dijo sin dobleces, conciso y directo en toda la dureza que el golpe podía suponer.

- Vález, nos ha traicionado a todos.
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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#6

Mensaje por Darkhuwin » 28 Oct 2020, 15:49

1975 Imagen
Seis meses habían pasado desde la desaparición. Sangris, ya era Arzobispo y por mucho que le molestara a Duffy, la ciudad se había instalado en una paz y una tranquilidad que no se había vivido desde los tiempos en que el propio Strathcona gobernase.

Bill, por su parte, se había mantenido durante todo aquel tiempo alejado de todo. Su manada se descomponía, La Rosa le había retirado la palabra debido a que no se había dignado a aparecer por el Corazón desde aquella última vez y el resto de cainitas con los que solía mezclarse, murmuraban a sus espaldas cuando pasaba sin siquiera mirarlos. El único al que, por aquellas noches, seguía frecuentando religiosamente era a su viejo amigo bibliotecario.

Aunque lo hacía porque le estaba ayudando con su investigación, sus encuentros resultaban más productivos como terapia psicológica que ninguna otra cosa. Las desapariciones seguían siendo un completo misterio y por mucho que ellos dos se esforzaban en encontrar alguna pista que ofreciera luz sobre el misterio que los torturaba, parecía como si la propia ciudad se lo negase de forma voluntaria. Tal era el desconcierto que los abrumaba, que incluso Christanius había pedido ayuda a los Pastores:

-Ese oriental que dices que no te da buena espina, se llama Zhou y dentro de los Pastores, es lo más cercano a un amigo que tengo. Él es quién me ha conseguido este salvoconducto y quien ahora mismo más se preocupa por los extraños acontecimientos de los que nadie parece querer acordarse.- Le estaba diciendo. Acababan de llegar al edificio de la calle Boyer, en el Norte francés de la Isla, dónde se habían escondido no hace mucho los acólitos de Jerar. El llamado ‘Pozo de las Serpientes’. El sótano de aquella casa desvencijada y aparentemente normal, era sin embargo, un complejo laberinto de túneles y pequeñas grutas que formaban un intrincado templo impío, utilizado por las sierpes para llevar a cabo sus misas rituales y demás asuntos. Y eran muchos asuntos. Prostitución, drogas, armas, no había nada en lo que la congregación de Jerar y su acólito Moses, no se hubieran enfrascado para aferrarse al poder. Y aquel nido de víboras, nunca mejor dicho, nunca habría podido ser descubierto fácilmente.

Así que la hazaña entre comillas de Sangris, había sido fundamental… pero a la vez, sospechosamente sorprendente. El arzobispo había contado que habían capturado a varios acólitos mortales a los que les sacó la información, pero: ¿Cómo lo consiguió? Bill mismo con Kenneth y Vasilescu habían interrogado a cientos de yonquis, putas y pandilleros desde el Outremont hasta el barrio italiano. Joder, si hasta se habían metido en chinatown. Pero ni rastro de setitas ni sus tentáculos, después de meses de búsqueda. Y el haitiano, en una noche, va y descubre su nido principal.

-Zhou, aunque se dedica principalmente a la contemplación artística, - explicó Lionel mientras se adentraban en el lugar - me ha contado que lleva un tiempo notando extrañas frecuencias místicas cambiantes que reverberan en diversos puntos de Montreal. Algo que de alguna forma podría estar relacionado con nuestra búsqueda. Pero asegura que este emplazamiento ha sido revisado por él y sus hermanos a conciencia. Aun así, ha accedido a mi petición para que puedas echar un vistazo por ti mismo como me pediste. – Señaló. – Ahora solo falta que me digas qué es exactamente lo que esperas encontrar aquí.


En el presente… Imagen

El fruncimiento de cejas de su amigo no pasó desapercibido al ductus de las Cinco Puntas, y tampoco su silenciosa negativa con la cabeza. No parecía un gesto de desacuerdo, sino más bien una expresión de incredulidad ante los problemas infinitos que se abrían ante ellos.

-Lo que dices es muy grave… - Empezó a decir - Y si no fuera porque es de tu boca de la que salen esas afirmaciones, diría que no tienen sentido… - Christanius buscó una piedra en la que apoyarse, aparentemente cansado de sostener tanta historia a sus espaldas.

-Que la Torre se anda por nuestra ciudad, es algo normal. Sea con Ghouls, mortales, o simplemente moviendo los hilos desde Quebec, Toronto u Otawa, es algo que nunca han dejado de hacer y que nunca hemos podido impedir del todo. Incluso estoy seguro de que algunos de los cainitas de la Espada están tentados, de alguna forma de pasarse al enemigo o incluso vender a los suyos si la cosa se pusiese fea. ¿Pero Valez?...

El Nosferatu lo miró por encima de sus redondos anteojos. – Es fría y calculadora, eso no te lo niego. Mas no creo que hubiera nada en la Camarilla para ella que no fuese una estaca y el beso del astro rey por la mañana. Por mucho que entregase nuestra ciudad a esos bastardos. Y eso ella lo sabe de sobra. Por no hablar de que los lasombra y en especial su sire, Tobías Smith*, la perseguirían hasta el mismísimo corazón del circulo interior, si fuera necesario para vengarse. – Hizo una breve pausa - Pero por otro lado están tus visiones y tus pálpitos, no es la primera vez que aciertas con la traición de un Arzobispo. ¿De dónde has sacado esa información? Y dime por favor que no te lo ha dicho alguno de los partidarios de la Cobra…
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William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#7

Mensaje por Corso » 13 Nov 2020, 22:48

1975 Imagen
El Nido de las Serpientes

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Bill hizo un gesto de aprobación por el salvoconducto conseguido por Christanius. Era cierto que recelaba de Zhou, pero no más de lo que lo hacía de Sangris y cualquier otro cainita en aquellos tiempos; por mucha paz que se respirase desde el nombramiento como Arzobispo del haitiano. De ese recelo solo escapaban unos cuantos sabbats de la ciudad, entre ellos sus cofrades, La Rosa - y sus hermanas - y el propio Christanius. El lasombra era consciente de que sus relaciones sociales habían menguado levantando algunas ampollas y que tendría que preocuparse por restablecerlas en un futuro no muy lejano, pero ahora...ahora estaba en lo que para él se había convertido en un Santuario.

Aquella vieja casa, en ese momento, lo era todo. O, mejor dicho, podía encerrar parte de todo aquello que se les estaba escapando como arena entre los dedos desde hacía casi medio año. Casi era irónico pensar que se encontraban en un lugar que tiempo atras Duffy habría hecho arder hasta reducirlo a escombros. Por contra, esa noche, hubiera desollado vivo a cualquiera que se acercase a perturbarlo.

- Lo que busco, hermano, es encontrar algo de luz que ilumine nuestro camino. Pero para saber dónde puede estar... - continuó, barriendo con pristina mirada aquel sótano infernal - ...he de ver con otros ojos. Me consta que no voy a ser el primero, pero puede que hasta esta noche nadie haya sabido cómo mirar aquí abajo.

El nosferatu arqueó una ceja, sin llegar a entender del todo la palabra enfatizada. Su camarada había permanecido en un estadío de destierro autoimpuesto seis largos meses. Era cierto que para un cainita, seres inmortales cuya querencia es la soledad, ese intervalo de tiempo solo suponía la brevedad de un perezoso latido, pero los escasos encuentros entre ellos durante la solitaria - y extraña - travesía a la deriva de Bill, mantuvieron a Christanius en un estado de alerta para con el bienestar del lasombra. Las primeras veces que se vieron tras su primer encuentro, Duffy se seguía mostrando apesadumbrado, lleno de dudas y con una rabia apenas contenida. Sus pesadillas no iban a más, pero tampoco desaparecían.

Fue un par de meses después, en una de sus citas y mientras el Biblotecario inmortalizaba con tinta sus palabras, cuando se percató de que algo no iba bien. O iba a peor. Las sesiones se hicieron más pesadas para el Guardián y poco a poco, el vampiro hablador que tenía frente a él, se fue encerrando en sus propios pensamientos y pesares, apagándose a ojos de su «confesor» como el zimbreo de la llama de un cirio antes de extinguirse dejando humo donde antes había fuego. El nosferatu no sabía qué era lo que consumía las noches del «Fundador» - pues Bill se mostraba más reservado y vago en palabras de lo habitual con él cuando le preguntaba por ello - pero empezaban a preocuparle esos vacíos en sus anotaciones. Y, si era sincero consigo mismo, también a temer lo que se escondía tras ellos. Alguna vez estuvo tentado de preguntarle a Vasilescu, el cofrade tzimisce de Duffy, pero pensó que hacerlo quizá enrocase aún más al lasombra, por lo que descartó esa vía y se limitó a permanecer atento a su evolución.

Así fue, hasta aquella noche de Diciembre de 1975 en la que penetraron en el sótano de aquella casa de la calle Boyer.

El neófito «Sombreado», pues así eran conocidos los Guardianes que estudiaban las profundidades de la primordial e insondable oscuridad, hizo un gesto para que se apartase unos metros tras él. Lo que se disponía a hacer requería de cierto grado de concentración y, aunque no creía que el Bibliotecario interrumpiese el ritual, una vez invocase el mundo oscuro Duffy debía extremar toda precaución. Por el bien de ambos.

El erudito se desplazó a su espalda tras asentir levemente. Iba a ser la primera vez - pero no sería la última - que Christanius presenciase aquella extraña magia de sangre, una Taumaturgia apenas conocida incluso dentro del Sabbat. Era más, incluso dentro del propio clan del Martillo. Lo que allí iba a acontecer no respondía a su mundo, sino a un vasto paraje en el que la oscuridad era un reino con esencia propia: con su propias leyes, sus propias reglas, sus propios deseos y sus propios habitantes. Un mundo peligroso y exigente, al que solo el linaje de su compañero tenía acceso. O, para ser más precisos, aquellos de sus hermanos de sangre dispuestos a llegar al punto de origen de su poder; quizá, pagando las posibles consecuencias de caminar por ese sendero tenebroso.

Bill se deshizo del desvencijado saco de rafia que llevaba colgado al hombro y lo dejó caer a un lado, en el suelo, haciendo después lo propio con su abrigo de pana. Una vez quedó en tirantes y camisa comenzó a remangarse lentamente los puños de esta última hasta la altura de los codos. Tras ello, se concentró, obviando la presencia del nosferatu.

- Renuncio a la luz - susurró, dando varios firmes pasos adelante a la vez que desabrochaba los dos botones superiores de la camisa, dejando su cuello al descubierto - Renuncio a la luz. Renuncio a la luz. Renuncio a la luz...

A su espalda, el nosferatu, absorto en la letanía que tenía frente a él empezaba a dudar de que fuese lo que fuese aquello que se proponía hacer el lasombra, llegase a obtener un resultado diferente al que sus predecesores habían conseguido, pues no eran pocos lo que habían investigado a conciencia el nido de las víboras y habían regresado a sus refugios con las manos vacías. Casi temía que el lasombra estuviese perdiendo el juicio - como estaba perdiendo otras muchas cosas - en aras de la locura a través de una búsqueda que estaba siendo tan esquiva, como estéril. ¿Y si el destino se estaba mostrando burlón con él para arrebatarle sus fuerzas y su cordura?

Renuncio a la luz... Renuncio a la luz... Renuncio a la luz..

Yo, renuncio. Yo, abrazo mi oscuridad interior.


Y fue entonces, una milésima de segundo antes de que Lionel se acercase, justo cuando la punta de su pie hizo ademán de despegarse del suelo, cuando algo en el sótano empezó a moverse. En una primera impresión, tuvo la sensación de que alguien les estaba acechando sin que él lo hubiese advertido hasta ese momento. «No es posible», pensó. Los sentidos agudizados del nosferatu removieron a su bestia, pero allá a donde dirigía la mirada, su acechador se desvanecía; pareciendo escabullirse hacia otro lado. «¿Nuevas sierpes? ¿Es posible que nos haya seguido alguien?» Maldijo para si y barrió con su psique alrededor buscando del mismo modo en el que un perro busca a su presa. Hasta que comprendió que estaban solos. No era quién, sino qué, lo que se movía alrededor. ¡Las sombras!

Alargándose, descolgándose, reptando y, diría, despegándose de cada uno de los rincones del sótano. Las sombras, como entes vivos atraídos por un agujero negro, empezaron a acercarse hasta Bill. Al volver a mirar a Duffy se lo encontró con el brazo extendido y la palma de la mano abierta, aunque no desnuda. Sobre ella se estaba empezando a formar una bola de oscuridad que alimentándose de las sombras fue engordando hasta tener el diámetro de la cabeza de un niño. Bill, poseído por el rito, depositó toda su atención sobre el orbe, mirando dentro de él con todo el peso de su voluntad, y podía parecer extraño, pero Lionel tuvo la impresión de que el orbe - ese algo en su interior - le devolvía la mirada reflejándose el uno en el otro.

Un par de minutos después Bill se giró, y sus ojos estremecieron al nosferatu. Sus escleróticas habían desaparecido, quedando suplantadas por dos velos negros. Sus pupilas parecían haberse extendido como una mancha de tinta que cubría sus ojos de negro puro.

Pero la mirada del lasombra, esa nueva y aterradora mirada, no estaba muerta. Christanius lo supo de inmediato al observar como los pequeños halos de luz del sótano parecían rehuir de aquellos dos pozos abismales de oscuridad. Duffy le observó unos interminables segundos en silencio antes de dirigirse a él.

- Ahora son los ojos de Ahriman los que verán por nosotros. Si hay algo oculto que sepan las sombras de este lugar, lo encontraremos. Ellas me lo mostrarán: porque la oscuridad, fue primero.

Lionel no sabía qué esperar de aquello que había invocado Bill, pero volver a escuchar la ronca voz de Duffy atemperó los nervios del Bibliotecario. Al menos un poco.

- Vamos, ven y sígueme - le apremió, poniendo una mano en su hombro antes de emprender juntos el recorrido por el nido de las sierpes tras aquellos faros de oscuridad; atentos a los secretos que el reino de la sombra allí encerrado tuviese a bien mostrarle a su invocador.




En el presente
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No - negó con la cabeza poniendo doble intención a sus palabras - Ezequiel sabe que si he de dispensar mis simpatías y lealtades, estas quedan lejos de la 25:17. Ya sabes que ni yo ni mis hermanos nos inmiscuimos en asuntos políticos. Nuestros intereses son...otros.

Tras decir aquello tomó asiento junto al nosferatu, lo que acostumbrado como estaba a su deformado y horrible aspecto, no le suponía ninguna incomodidad. El lasombra guardó silencio unos segundos, poniendo en orden sus ideas y buscando el convencimiento necesario para contarle a su viejo camarada lo que su cofradía había descubierto. Y capturado.

- Lo que voy a contarte pondrá de nuevo mi integridad en tus manos, pero algo, alguien, huele a podrido en Montreal y convendrás conmigo en que esta ciudad no podría soportar de nuevo la traición de uno de sus líderes. La Secta entera se tambalearía si uno de nuestros baluartes, en este caso el corazón espiritual del Sabbat, llega a caer en manos de la Camarilla - Bill le miró directamente a los ojos, aquellos que hacía casi medio siglo le habían mirado llenos de oscuridad y que ahora, más que como uno de los Ductus de Montreal, le observaban de hermano a hermano; buscando el consejo de una alianza que se había forjado muchas décadas atrás.

Después le contó todo. Gran parte de ello, al menos. Le habló del infiltrado camarilla que tenían en letargo en el refugio de la cofradía, de cómo le había estacado por primera vez para llevarlo hasta la iglesia abandonada y en una segunda ocasión para mantenerle retenido; justo después de que se revelase como agente de la Torre y contacto de Carolina en Montreal.

Así que... - continuó - ...dentro de unos días volverán a reunirse en el parque.

No dejó pasar la referencia abierta hacia su clan, y tras pensar unos segundos, añadió - y fue totalmente sincero con él -.

- No voy a mentirte. Soy Lasombra. Y soy Sabbat - afirmó, en un orden deliberado - Tienes una de la mentes más prodigiosas y documentadas que conozco. Así que, debes saber que la única institución que afecta a todo el clan es el Tribunal de la Sangre. Y Los Amigos de la Noche, por detrás de éste. Todo lo demás no es oficial. Un grupo que consiga la organización y fuerza suficientes para desafiar a los Tribunales sería adoptado en los Amigos o destruido, dependiendo de cómo sus líderes defiendan el caso.

Se quitó el sombrero y lo sujeto con las manos frente a él, haciéndolo girar lentamente mientras continuaba.

- Si lo que parece es cierto, la posición de Smith se puede ver tan comprometida como la de su chiquilla. Si es que está actuando sola y a sus espaldas, algo que desconozco, de momento. Ahora, solo cabe preguntarse ¿Quién se atrevería a acusarla y, sea cierta o no, qué precio pagaría por esa información?

Desde luego, en el juego de poder de Montreal, candidatos no faltaban. La cobra quedaba descartada, así que, solo quedaba el Pastor de Caín como posible apoyo al que recurrir buscando ayuda.

- Dime, viejo sabio, tú que gozas de una mente preclara ¿Crees que Benezri es de fiar?

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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#8

Mensaje por Darkhuwin » 22 Nov 2020, 10:21

1975 Imagen Imagen
El Nido de las Serpientes


Las salas y túneles que dibujaban el complejo templo subterráneo que había albergado durante meses a las serpientes, rezumaban ahora muerte y dolor por cada poro de roca y madera que las conformaban. Quietud, silencio sepulcral y polvo, un frío polvo que lo cubría todo, cual ceniza tras un largo incendio. Duffy lo contemplaba todo a la contradictoria luz de la oscuridad, con colores imposibles que daban le mostraban un mundo diferente, más tenebroso y mórbido.

Vacío, todo vacío. Sala tras sala recorrida, pasillo, corredor o encrucijada, había sido escrutada al milímetro por anteriores ojos. Los Bibliotecarios, los Pastores, aparecidos Obertus e incluso Bratovitch con sus sabuesos olfateadores. Y sin embargo, Bill esperaba encontrar algo, algo que se les hubiera escapado, algo que no esperasen hallar o que no hubieran sabido descubrir por algún azar del destino. Su instinto le decía que algo faltaba por desvelarse en aquel lugar impío.

Durante su escrutinio, Christanius Lionel se había mantenido en silencio, con su mano apoyada todo el tiempo en el hombro de su amigo, tratando de no molestarlo o distraerlo. Pero tras más de una hora callado, sus cavilaciones surgieron con naturalidad espontánea hacia el exterior, una vez le fue imposible seguir reteniéndolas:

-Mis ratas recorrieron cada rincón de esta guarida, buscando algún resquicio de aire o luz ocultos. - dijo con voz algo ajada y tras carraspear para aclarársela, continuó: - Envié también murciélagos, por si notaban espacios tras las paredes que pudieran albergar pasillos o salas ocultas. Pero nada encontraron ni unos ni otros. Lo digo por si eso te ayuda en algo. La sala de los huesos fue vaciada y revisados todos los fragmentos, la sala de las serpientes, lo mismo y la sala ritual, inspeccionada al milímetro por todo tipo de ojos, disciplinas y rituales taumatúrgicos. Aunque quizás esos ojos tuyos logren ver algo que al resto se les haya escapado.

Tras la sala de los huesos y la de las serpientes, llegaron efectivamente a la sala ritual. Una gran gruta excavada en la fría piedra que albergaba un largo espacio inclinado hacia un altar, dando cabida a muchas almas de observadores fieles que podían disfrutar de las oscuras misas, sin perder de vista el púlpito ni al sacerdote que los oficiara en ningún momento.

-¿Sabías que los Seguidores de Set tienen sus propios ritae, verdad? ¡Ja!, reuniones de víboras, así los llamo yo. - Al bibliotecario le encantaba divagar sobre sus extensos conocimientos, poniéndole a todo un tono jocoso. - El misterio de las nueve puertas, ese es uno de los principales atractivos de su iglesia. Al menos para un erudito como yo… pero estoy divagando, claro.

Mientras el Nosferatu hablaba, Bill, que había estado escudriñando las paredes de la gran sala, dejó que su voz pronunciara una palabra que destacaba con fulgor blanquecino en toda la pared frontal del fondo:

-“Duat” – dijo.

-- corroboró el bibliotecario - es el nombre del reino de los muertos en su mitología. No sabía de tu interés por las religiones orientales.

-Lo acabo de leer en aquella pared del fondo. – Explicó el lasombra – Pero me resulta extraño el color de la pintura invertido por la visión oscura.

-Eso es porque es invisible a la vista natural. – Respondió Lionel, que se había acercado a comprobarlo. – No mires hacia aquí. Voy a encender una cerilla y temo que eso pueda dañar tus ojos en estas circunstancias.

Tras una minuciosa comprobación por parte del Nosferatu antitribu, ambos llegaron a la conclusión de que aquella pintura, era mágica o de algún modo, especial. Entonces comenzaron a buscar por la sala alguna otra inscripción de las mismas características. Y vaya si la encontraron, y con ella, una palabra que al pronunciarla en voz alta, abrió un pequeño resorte y mostró, en el púlpito, un cajón secreto que guardaba una gran joya. Una especie de vaso canopo del tamaño de un órgano humano y con forma de corazón. De color lapislázuli con adornos en oro.

Imagen Imagen

Para Christanius, no había ninguna duda de que habría alguna forma de abrirlo, y dentro, encontrarían el corazón de un seguidor de Set, quienes eran capaces de separarlo de sus cuerpos para protegerse de este modo de ser estacados. Aunque lo más probable es que sólo quedaran cenizas, ya que su portador, a estas alturas, habría hallado la muerte definitiva. Mas para averiguarlo, tenían que ser capaces de abrirlo.


En el presente
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A la pregunta directa del lasombra, Christanius respondió con un largo silencio, y mirada al vacío, finalmente acompañado de un profundo: – Hum.

La cara del bibliotecario era un poema, más allá de lo que ya lo era en sí, debido a su naturaleza. Los antiguos anteojos redondos, caían hasta la punta de su huesuda nariz, muy cerca de sus fruncidos labios descarnados que había colocado como si fuera a besar a alguien, ciñendo a la vez, mucho el entrecejo, en un claro gesto de profunda reflexión.

Tras al menos un largo minuto y sin apartar la mirada de un horizonte imaginario, Lionel dijo:

-Eres mi amigo Bill, te mentiría si te dijese que hay alguien de fiar en Montreal. – Y tras una breve pausa - ¿Quieres mi consejo? – No esperó a que le dijera si lo quería – Tienes dos opciones: Una, la más prudente, en mi opinión, apartarte o largarle a alguien el muerto. Seguro que cualquiera de los partidarios de Ezekiel, te caigan bien o no, estarían encantados de ir con el cuento a su obispo para que este lo lleve a su terreno y le saque partido. De ese modo, si es una trampa o un embuste, tú no sufrirás las consecuencias. – le dijo mirándole y señalándole el pecho con el índice. Luego, abriendo mucho los ojos tras las gafas, continuó:

-Pero si quieres llevarlo tú mismo, como me temo que al final harás, ten mucho cuidado Duffy. Efectivamente, te mueves en un terreno pantanoso. Las artimañas y planes dentro de los planes de Carolina, Ezekiel y Benezri por conseguir el poder, son enredadas madejas que se entrelazan por todas las relaciones de la urbe. Y cualquiera poco avezado en estas cuitas o con dejado interés político, como las Puntas, puede caer irremisiblemente en sus telarañas traicioneras, como yo mismo me veo… - esto último se le escapó. Y por eso trató de pararlo, diciendo: – No debería hablar tanto. No quiero meterte en más problemas de los que ya tienes. - Y volvió al tema poniendo una mano en alto para que le dejase terminar:

-Si vas a ir adelante con ello, amigo, investígalo primero a fondo antes de hablar con nadie más. Busca una manera de que ninguno de los tres 'candidatos' pueda jugar contigo en su tablero particular. No dejes que hagan de ti una de sus fichas.
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.

William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#9

Mensaje por Corso » 08 Dic 2020, 18:07

1975

Imagen El nido de las serpientes. Imagen
Bill se esforzó en recordar lo que sabía acerca de la mitología de las serpientes mientras avanzaban por los corredores. Si bien no era un erudito en la materia, sí que se había visto inducido a investigar ligeramente algunas referencias de la misma junto al resto de cazadores de setitas que acabaron con el culto de Jérar y Moise. Fue parte de una rápida «instrucción», sugerida por Sangris, que sirvió de alguna manera para saber a qué iban a enfrentarse. Por eso, las palabras a su espalda no le eran del todo desconocidas.

«El Libro de las Puertas» - el correoso susurro del nosferatu puso nombre a los pensamientos del neófito lasombra sobre el tema, y por un momento les dio la impresión de que aquella referencia al Reino de los Muertos de los egipcios se desplegaba por la sala ritual como atraída por las enmohecidas paredes. Casi se podía sentir aún el eco de la vileza de las serpientes allí dentro: en el tapiz de polvo que cubría el púlpito, en cada grabado oculto a la vista y en la opresiva atmósfera con la que los adoradores de Set emponzoñaban los lugares que elegían para establecer sus nidos; convirtiéndolos en poco más que agujeros infectos de corrupción. Un malsano aroma arraigado en sus cubiles incluso después de que los abandonasen.

Incluso cainitas con cierta experiencia a sus espaldas, como Duffy y Lionel, podían sentir esa inquietante e incómoda sensación en la nuca de estar dentro de un vientre - o féretro - malsano, enfermo y viciado. «Duat», se repitió Bill, apartando la mirada del fósforo que el nosferatu sujetaba con la punta de sus deformes dedos.

Fue unos segundos después cuando descubrieron la otra inscripción, aquella que al ser pronunciada en voz alta expuso ante sus ojos el corazón ornamentado. «¿Acaso podía ser cierto?» se preguntó, pasando su atención de la joya a Lionel un par de veces, antes de acabar por fijar su mirada sobre ella. «Después de que tantos otros hubiesen estado allí...¿Eran ellos los que estaban destinados a abrir...qué?».

La tentación por ver lo que encerraba el corazón adornado de oro hizo que acercase sus manos hasta meros milímetros de él, pero antes de llegar a rozarlo, se detuvo, tomando conciencia de que cualquier mala manipulación podría cerrar la posibilidad de abrirlo; o en el peor de los casos activar algún mecanismo que acabase con su contenido.

- ¿Habías visto algo así antes? - buscó los ojos del erudito, esperando encontrar algún indicio en ellos. Algo que le dijese que aquel sarcófago de vísceras no supondría un obstáculo insalvable; que podía ser abierto de alguna manera. Fuese quien fuese el propietario del órgano, Bill dudaba que lo hubiese abandonado sin más, o que al menos no lo hubiese protegido con alguna otra defensa.

El sabio nosferatu, como respuesta, se acercó en silencio hasta el «huevo». Lo inspeccionaron juntos, de cerca. A simple vista no parecía haber ningún tipo de orificio que necesitase de encajar una llave. Y si era así, ni lo encontraron, ni ésta se hallaba dentro del cajón que se había abierto; que - excepto el vaso canopo - estaba vacío. Tampoco tuvieron la suerte de ver en su relieve ninguna ranura, rendija o pequeño carril sobre el que girar la tapa para abrirlo.

Cristhianus rodeo la joya lentamente, en un estado de concentración total. El brillo de la inteligencia y la expectación destellaba en sus pupilas ante el reto que tenían delante - Parece hermético, sellado - admitió al fin.

Bill gruñó levemente, frustrado a la par que molesto, y se irguió pensativo. «Duat». «El libro de las Puertas» - algo se les estaba escapando. «El Reino de los Muertos». «Duat». «El libro de las Puertas».

- Dime - apremió de súbito al Bibliotecario - ¿en qué orientación estamos? - este levantó la mirada sorprendido y le observó entrecerrando los ojos. Había algo en el tono de la pregunta que olía a urgencia.

- ¿Qué? ¿Qué pasa...? - contestó Lionel, sin acabar de comprender a dónde quería llegar su hermano.

- Nuestra posición, la orientación en la que estamos ¿Miramos al sur, no es así? - Bill señaló con el dedo hacia la entrada de la sala ritual.

- Así es, ¿Qué demonios...? - El lasombra no le dejó terminar, sino que acercándose hasta él, inquieto y sin perder de vista el vaso, le contó aquello que parecía rondar por su mente.

- ¿Y si la llave no es física? Quiero decir, que ha sido una palabra oculta en el muro la que ha abierto el cajón. No soy ningún experto en la materia - continuó, en referencia indirecta a su compañero - pero mientras cazábamos a los setitas tuvimos tiempo para indagar un poco sobre su mitología, sobre sus falsas creencias y dioses. Corrígeme, pero ¿Acaso las vasijas que contenían sus entrañas no estaban orientadas hacia un punto concreto? Hígado, pulmones, estómago, intestinos... - hizo una pausa, asegurándose de que el nosferatu seguía el curso de sus pensamientos.

- Cada uno relacionado y mirando a norte, sur, este y oeste...cada órgano relacionado con una divinidad que lo protegía- reflexionó el erudito cainita mientras asentía, cogiendo el hilo del Fundador - Pero, ¿Y el corazón?

- Exacto - Bill apoyó la mano en su hombro - Vamos, viejo, yo solo llego hasta aquí. Haz memoria, si el corazón no era extraído, ¿Quién o qué divinidad lo protegía? ¿Qué pasaba con él?

- ¿Te has vuelto loco, Duffy? - preguntó con condescendencia el nosferatu a los pozos de oscuridad que tenía enfrente - Deja que ilustre tu encomiable, aunque muy escaso, conocimiento. Según la tradición del Antiguo Egipto, el final del viaje al más allá terminaba en un juicio en el cual el corazón era pesado en una balanza - psicostasis- . En uno de los platos de la balanza se colocaba el corazón, en el otro una pluma de avestruz, símbolo de la diosa Maat. Debía ser todo un espectáculo ¿Eh? - el gorgoteo de una breve risotada inundó la garganta del Sabbat, que no podía ocultar que aquello le divertía. Sin duda, ejercer como fuente de conocimiento le gustaba más allá de cualquier otra cosa.

- Si la pluma pesaba más que el corazón - siguió, ahora con un tono más grave - se entendía que el difunto había realizado una vida justa y estaba preparado para renacer en el más allá. A la derecha de la balanza se encontraría Thot, el dios de la sabiduría, representado con cabeza de ibis, que certificaría el resultado del pesaje transcribiéndolo en una tablilla.

Pero en caso contrario, si el corazón pesaba más que la pluma, el muerto estaba lleno de culpas y no había actuado correctamente y, en consecuencia, debía ser devorado por una bestia mitológica. Se trataba de una diosa con cabeza de cocodrilo, cuartos delanteros de león y cuartos traseros de hipopótamo.


- Maldita sea, Cristhianus - urgió Bill - Su nombre, di su nombre - el nosferatu, privado de regodearse en sus amplios conocimientos sobre casi todos los temas, fingió suspirar por el ímpetu de su alumno y pronunció el nombre de la bestia en voz alta.

- Ammit.

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Un fuerte chasquido sobre el púlpito interrumpió la conversación entre los dos cainitas, que miraron hacia el altar, atónitos, a punto para ver que el recipiente con forma de corazón había quedado abierto.

Bill apretó el hombro de su compañero y aliado, aplaudiendo con ese gesto la inmensidad de su sabiduría, y después, atraído por el vaso se acercó con presteza a mirar qué secreto ocultaba en su interior...


En la actualidad
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Duffy escuchó con interés cada una de las palabras y consejos que el viejo sabio le ofrecía sin interrumpirle en ningún momento. El lasombra le respetaba lo suficiente y le tenía en tal grado de estima como para saber que aquel ajado cascarón de huesos retorcidos y pellejo con aspecto de cuero viejo llevaba toda la razón. O al menos, una buena cantidad de razón en sus pesquisas y advertencias.

Aún sin estar metido en los asuntos políticos de Montreal - que era lo mismo que decir «en los terribles y despiadados juegos de poder» de la urbe - al Ductus de Las Cinco Puntas no se le escapaba que todos los rincones y la mayoría de sucesos de la ciudad estaban conectados por los hilos invisibles de las tres arañas reina que había mentado el nosferatu. Y, sin embargo, ¿cómo mantenerse al margen o confiar en que la información que tenía entre las manos, de ser entregada a Ezequiel o Benezri, no sería utilizada en beneficio propio en lugar de para con el bien común de la Espada? ¿De la protección de Montreal contra un ataque de la Torre?

- Sé que ese no es un avispero que me convenga atizar... - concedió, aunque la resignación en su voz estaba más cercana a asumir las consecuencias de hacerlo, que a lavarse las manos en el asunto. Cristhianus comprendió de inmediato la lucha interior que se estaba librando en el lasombra. Por un lado, podía dejarlo estar, seguir dedicándose al estudio junto a sus cofrades, ajeno a las luchas intestinas en la ciudad. Viendo de lejos como estas amenazaban con destruir todo aquello que, todos ellos, habían conseguido construir durante siglos ¿Qué diría eso de él? Esa actitud distaba mucho de respetar los ideales, preceptos y leyes que había jurado como Sabbat. Y, también, distaba mucho de hacer pensar que el Guardián se respetaba a sí mismo.

-..., pero, a veces, no hay más remedio que dejarse caer en la tela para ver más de cerca a la araña y estudiar por donde se le pueden cortar las patas. Además, creo, viejo amigo, que si miramos con cierta distancia y somos sinceros con nosotros mismos, todos estamos ya empapados de una forma u otra por las inquinas de nuestros supuestos... "íntegros y leales líderes". ¿No es así? Incluso tú...- le preguntó indirectamente, pues si la referencia a él mismo se le había escapado, no fue el caso para el lasombra.

- Como siempre, seguiré tus sabios consejos. Me cuidaré, y cuidaré a los míos, de granjearme más problemas de los que pueda soportar, pero hemos tragado suficiente mierda juntos como para conocernos y ser sinceros el uno con el otro. ¿Qué te come por dentro? Por una vez, deja que sea yo quien escuche y tú quien cuente lo que le aflige.

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Darkhuwin
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Re: [Narrativa] La noche de las ratas.

#10

Mensaje por Darkhuwin » 15 Dic 2020, 20:34

1975 - 1981 Imagen El corazón no se había destruido. Continuaba imbuido de lo que fuera que mantuviera latente la no vida en los cainitas. Pero, ¿Cómo era aquello posible? Si era cierto, el órgano debía pertenecer a algún seguidor de Set aún no muerto. Y aquello solo podía significar dos cosas. O el individuo había abandonado la ciudad, dejando atrás su más preciado tesoro por miedo a volver al lugar y ser descubierto, o lo había hecho, convencido de que nadie lo encontraría allí. En cualquiera de los dos casos, el hecho era que aún podía haber una posibilidad de que aquella sanguijuela tuviese alguna pista o relación con lo que quiera que les hubiera sucedido a los desaparecidos de la Noche de las Ratas.

Bill entonces, tras decidir junto a Lionel que nadie más debía saber lo que habían encontrado, se puso manos a la obra y trató de mover toda su red de contactos e influencia para averiguar lo que pudiera sobre cultos de serpientes y movimiento de la Iglesia de Set en Canadá o las cercanas ciudades del Norte de los EE.UU. El nosferatu, por su parte, volvería algunas veces más a la guarida de las sierpes, pero nunca llegó a encontrar ninguna otra pista que los ayudara en su búsqueda.

Las pesquisas de Duffy no le condujeron a ningún sitio. Ni estacándolo, ni buscando con rituales taumatúrgicos, ni siguiendo la pista de los setitas que rondaban por las cercanías logró averiguar a quién pertenecía. Mas, durante años, siguió manteniendo en su poder aquel maldito corazón no muerto. Llegó a obsesionarse con sus ocasionales sordos golpeteos, de hecho, incluso después de un tiempo de haberse deshecho de él, siguió oyendo aquel extraño rumor en su cabeza.

Pero algo pasó en 1981. De pronto, uno de los rituales de magia de sangre que con los que había imbuido aquel corazón despertó por si sólo y de improviso. Así que el lasombra acudió raudo a visitar a su colega Bibliotecario. Con su ayuda y la de Vasilescu, lograron dirigirse en pos de aquel rastro de sobrenatural energía hasta las cloacas, donde finalmente se difuminaba, cerca del territorio de Los Desgraciados.

-No serría de ixtraniar qui el montrruo nofierratu de estias cloacas desidierra darrnos cassa por adientrrarrnoss en su tierritorrio sin prefio afiso. – Dijo Razvan, con su característico acento. No era muy amigo de buscarse problemas por no haber cumplido con las formas, ni siquiera en una situación de desesperación.

-Bueno, Lord Vasilescu, tampoco nos dejemos llevar por las habladurías. Es cierto que Elías puede haber tenido un pasado oscuro en Montreal, acrecentado por los prejuicios y el desconocimiento. Y que se dicen muchas cosas sobre su hospitalidad sacadas de contexto. Pero como congénere de la Ballena y conocedor de su persona, puedo asegurarle que es un gran erudito Nodista y un excelente conversador, aunque algo excéntrico, eso sí. – Explicó Christanius, con paciencia a sus acompañantes. – No obstante, no dudo de que si le explicamos el motivo de nuestra visita, no tendrá problema en recibirnos con la necesaria cordialidad y cortesía.

Bill, escuchaba en silencio a sus acompañantes con la mente totalmente centrada en su objetivo principal. Descubrir dónde acababa aquella vía de investigación que llevaba años sin conseguir cerrar. Todo aquello, cada vez lo consumía más y más y su carácter se iba volviendo más huraño con el paso del tiempo y su obsesión por descubrir la verdad de lo ocurrido.

La ciudad había estado ocupada en la guerra contra la Camarilla de Ottawa y Sangris, no hacía más que cosechar victorias frente al príncipe Jonah que finalmente fue destruido por uno de sus propios primogénitos en 1978. Pero nada de esto le importaba al Lasombra. Toda su obsesión aquellos últimos años le había llevado a alejarse de todo y todos, excepto los pocos amigos que seguían ofreciéndole su confianza. Y con ellos había acudido a aquella última pista a las profundidades del alcantarillado de la ciudad de los Milagros Negros.

Finalmente, llegaron a una reja cerrada, en una bifurcación, donde las aguas pluviales corrían hacia fuera por un canal que se dirigía al río.


En el presente
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La noche, tan fría como la anterior, seguía su curso sin nieve ni niebla. El paseo iba llevando a los amigos hasta los lindes del parque, así que se detuvieron antes de arribar a la valla que lo separaba de la mundanal ciudad. El Nosferatu de los bibliotecarios, miró al cielo con sus manos entrelazadas a la espalda tras un silencio prolongado provocado por la última pregunta de su acompañante:

-Siento que hablarte de ello sería ponerte en una situación y un peligro que no necesitas ahora mismo. – Dijo con paciencia. – No quiero volver a revivir aquel infierno, Bill. – lo solemne de sus palabras le recordó a Duffy lo acaecido durante los interrogatorios de la Inquisición.

-Baste decir que entre mis superiores las cosas no son tan limpias como deberían, y conocer ciertos asuntos, me provoca un sentimiento infinito de culpa. – Comenzó. - La edad y el paso de los años nos enseñan que nada permanece incorrupto eternamente, y que el tiempo es el primer motor de este hecho, como bien sabes. Y si a los mortales les afecta, ¿qué no iba a hacer con seres que moramos antinaturalmente sobre la tierra robándole años, ¿eh? – Hizo una pausa, parecía cansado, anciano, pese a su condición. – Para que te hagas una idea, ya no está a salvo ni la mismísima Letanía de la Sangre…

-Por cierto - dijo de pronto, acordándose de algo - la otra noche, la de la Concordia, una de tus cofrades estuvo en el Alexandrium. ¿Te lo contó? Aparentemente andaba por allí con Yasmin siguiendo al tal William Scarambough, de los Relojeros. El muy incauto se había transportado de alguna forma al inframundo, siguiendo a un fantasma y tuvimos que ayudar a la tremere a rescatarlo. Lo que no pase en esta ciudad… - El nosferatu se quedó un momento en silencio, como si hubiera perdido el hilo. - ¿De qué hablábamos antes?
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.

Cerrado

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