[Racconto] Derrotado

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Theazlin
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[Racconto] Derrotado

#1

Mensaje por Theazlin » 19 Ene 2020, 20:01

Principios de los años 30
Las fugaces notas del saxófono y la trompeta, acomodándose en esa armonía tan característica de los nuevos movimientos jazzísticos que estaban invadiendo el mundo, invadían la habitación desde un gramófono de bellísima factura que descansaba sobre una cómoda tallada a mano de madera de nogal. Duke Ellington era el músico encargado de amenizar la velada a los dos tipos que, cigarro en boca y dejando que el humo se acumulase en la estancia, contaban billetes y los acomodaban en considerables fajos que, seguidamente, guardaban en unas cajas de madera que portaban un símbolo parecido al de un puro.

- La noche de póquer de ayer fue un excelente negocio, eh, James -dijo el más joven, sin molestarse en prestar atención al cigarro, el cual bailó en su boca hasta que la ceniza, que resistía en un precario equilibrio, cayó sobre la mesa-. Entre lo que se dejaron en las mesas y lo que bebieron, podríamos forrar un par de catres con las ganancias.

- Cállate, Jimmy, y céntrate en contar. No queremos que el jefe piense que falta algo de dinero por culpa de que te descuentes con un puto fajo -espetó el otro hombre, algo mayor, que rondaría los 30 años. Su bigote, poblado, había adquirido ya un tono amarillento de la nicotina de los cigarros y mientras hablaba dejó los billetes que tenía en la mano, agarró un cigarro, lo encendió con el que tenía ya en la boca y que estaba a punto de consumirse.

- Sí, hombre, no te preocupes. A contar aprendí tarde pero aprendí -mientras hablaba, Jimmy levantó la mirada y, con una sonrisa en el rostro se levantó con uno de los fajos en la mano y lo agitó ligeramente-. Además, ¿qué es un fajo de estos para el jefe cuando estamos hablando de cientos? Imagínate lo que debe ser ni poder contar los fajos que guardas en tu puta caja fuerte. Algún día, James -Jimmy señaló con el fajo de dinero al otro tipo, el cual había dejado de contar y esbozaba una leve sonrisa mientras miraba a su compañero-, algún día tú y yo estaremos al otro lado de esas puertas, sentados donde está ahora el jefe, y algún pardillo estará contando nuestros malditos billetes. Y nos sentaremos tranquilamente en un chester verde, de esos de ricos, mientras nos tomamos un vaso de whisky riéndonos de la pasma que persigue a los pobres desgraciados que se matan por un trago de cerveza.

James empezó a reírse y, a los pocos segundos, su risa se tornó en profunda tos seca, algo que no le impidió seguir mostrando una amplia sonrisa en su cara. -Dios te oiga, Jimmy; Dios te oiga.

Pero no era Dios quien oía sino Bill Duffy, al otro lado de la puerta, acompañado de tras hombres armados. Había llegado el momento de cambiar las reglas del juego; sabía que Dereck "El Lagarto", para los tipos de dentro "El jefe", estaba en el edificio y su dominio de los bajos fondos era sin duda notable. Hacerle una visita y pactar un amigable legado de poderes era una opción... pero no la única.

Las arenas del tiempo no siempre consiguen sepultar el dolor y llegar al olvido. A veces nuestra maldición es, precisamente, recordar.

William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Racconto] Derrocado

#2

Mensaje por Corso » 20 Ene 2020, 19:51

Le gustaba el jazz, o, al menos, las cadencias rítmicas que las nuevas tendencias del estilo proponían. Sonaban a libertad, a escándalo y diversión, al placer de beber un buen whisky agarrado a la cintura de una preciosa rubia que iba a partirte el corazón. El jazz era la banda sonora de todos los bares clandestinos de la ciudad desde la instauración de la ley seca y, a menudo, el instigador de las ganas de divertirse de todos los borrachos que pululaban por los bajos fondos de Montreal; fuesen aquellos que podían permitirse un buen licor o los que solo podían costearse una sucia cerveza que no se beberían ni las ratas.

Sin embargo, por suerte, siempre hay ratas sedientas. De alcohol. De sexo. De pelea. Todas dispuestas a aflojarse la billetera en la ciudad del pecado; porque sobretodo, por encima de todo, para los que estaban metidos en el negocio, el jazz sonaba a cientos de billetes cayendo en los bolsillos – pensó Duffy, mientras, echando un vistazo a sus botas, sorprendía a su propio pie derecho siguiendo el ritmo del saxo de Timothy Hodges, el famoso saxofonista que acompañaba al “Duque” en la Big Band antes de que éste decidiese salir de gira por Europa. Aquel tipo soplaba el saxo como un verdadero demonio; y se notaba que disfrutaba haciéndolo gritar ante una audiencia rendida al vertiginoso deslizamiento de sus dedos y la sobrehumana capacidad de sus pulmones.

Detuvo su pié en seco y prestó atención a las voces del otro lado de la puerta. Dos de aquellas ratas fantaseaban con llegar a ser “alguien” mientras, por lo que parecía, se afanaban en intentar no cagarla con su jefe; y eran dos alimañas de las peores, porque ni siquiera estaban teniendo la decencia de prestar el debido respeto al dinero que estaban “malcontando”.

Miró de reojo a uno de los tres hombres armados que le acompañaban y le hizo un gesto de asentimiento, señal de que era el momento de entrar. Pensó durante unos segundos en qué hacer una vez dentro, pero, como en el mejor y más puro jazz, Bill no tenía ningún patrón rítmico que seguir esa noche. Cada una de las notas que tocase dentro del edificio que Dereck “El Lagarto” utilizaba como escondite iba a ser pura improvisación. Pura diversión y placer. Quizá él también fuese una sucia rata, pero tenía que encargarse de que todas las que correteaban por la ciudad supiesen quien era la rata reina.

Cerró el puño y tocó con los nudillos un par de veces la puerta antes de entrar en la habitación, sin dar tiempo a que nadie le invitase a pasar. Una vez dentro se quedó mirando durante un momento a Jimmy y a James para, acto seguido, focalizar su atención sobre el motivo de sus fantasías y falta de vigilancia.

“Menudo montón de pasta tenéis entre manos ¿eh?” - les dijo con serenidad, apartándose un paso en lateral para franquearle el paso a sus acompañantes - “¿Cuanto debe haber ahí, hum?” - Bill rodeó su mentón con los dedos índice y pulgar mientras fruncía el ceño aparentando estar haciendo un rápido cálculo - “¿Diez, quince mil dólares? Sí, yo diría que unos quince mil”.

Rodeó la mesa de cuentas, obviando el dinero, y se aproximó al gramófono acercando la oreja a la bocina- “Me encanta este tipo” - sugirió sin dirigirse a nadie en concreto, levantando la mano para pedir silencio si es que a alguno le daba por hablar.

Tras el solo de trompeta sujetó delicadamente la aguja del aparato y la levantó del plato dejando en silencio la habitación.

“Bien, antes de que cometáis cualquier estupidez os aconsejo que uno de vosotros apague su cigarrillo y vaya a buscar a vuestro jefe” - procuró dotar su voz de una falsa sugerencia - “Decidle que Bill Duffy quiere hablar con él. Como muestra de “buena voluntad” no voy a contarle los planes de los que habéis estado hablando, siempre que os comportéis de acorde a la situación: que no es otra que el hecho de que como me toquéis los huevos os dejo secos aquí, y ahora. Sea como sea, hablaré con él, así que – levantó ambos hombros plegando los codos con las palmas de las manos hacia arriba – Vosotros diréis”.

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Re: [Racconto] Derrocado

#3

Mensaje por Theazlin » 20 Ene 2020, 22:35

La irrupción de Bill y sus tres acompañantes dejó congelados a Jimmy y James; esa duda inicial que les impidió agarrar las pistolas que descansaban sobre la mesa, entre los fajos de billetes, fue lo que les salvó la vida... al menos de momento; pues unos instantes más tarde se fijaron en las dos escopetas y el bate de beisbol que los hombres que secundaban a Bill llevaban. No habrían tenido la más mínima oportunidad y de momento seguían respirando, que ya era mucho.

Ambos se mantuvieron en silencio, casi inmóviles, mientras Bill hacía su disertación. Sus cigarrillos se consumían a una velocidad asombrosa fruto del agitado respirar de los hombres de Dereck y la ceniza se desprendía para caer al suelo y colarse entre las rendijas de las lamas de madera mientras el solo de trompeta se eternizaba en sus mentes. El hombre que hablaba, Bill, parecía muy tranquilo a pesar de la tensión que se respiraba en el aire; o al menos así lo vivían Jimmy y James. Y luego hubo unos instantes de silencio. Un silencio pesado, un silencio atronador que parecía dilatar el tiempo y convertir los segundos en minutos o, quizás, en horas. Era ese momento en que uno descubre que va a morir, no importa qué; ese momento en que los sueños de grandeza que unos instantes antes cobraban forma en sus cabezas ahora se hacían añicos al chocar contra la realidad: dos trenes iban a chocar y ellos estaban en medio.

James cerró los ojos lentamente. Había escuchado suficientes historias como para saber como acababa aquello. No tenía mujer ni hijos, por suerte. Sí, no le había dicho a Sara que la amaba y que lo único que quería era amasar el dinero suficiente como para convencerla de que el negocio que tenía montado entre las piernas ya no era necesario, pero decían que abandonar el mundo con cosas importantes por hacer era una forma de volver a nacer. Si eso era cierto, cosa que dudaba, tendría que buscar a Sara en su nueva vida y salvarla de la prostitución... o pegarle un tiro. Pero eso ya se vería, ¿no?

Jimmy, en cambio, estaba nervioso, muy nervioso. Era joven pero no estúpido, aunque tardó un poco más que su compañero en entender la cruda realidad: si le decían donde estaba el jefe, morían por chivatos o por débiles; si no lo hacían, morían a manos de Bill y sus compinches; si intentaban huir... morían, evidentemente. Y la perspectiva de morir le ponía de los nervios, la verdad. Las gotas de sudor que perlaban su rostro y que, paulatinamente, se deslizaban mejilla y frente abajo, evidenciaban que su cuerpo reaccionaba perfectamente a sus pensamientos.

- Tranquilicémonos todos, ¿queréis? -dijo James, que ya había abierto los ojos y mostraba en su semblante cierta convicción en lo que decía- Vosotros queréis al jefe y nosotros salir de aquí con vida y conservarla durante las próximas semanas. Vale, eso podemos conseguirlo.

- ¡Pero qué dices, James! -espetó Jimmy, que empezaba a perder los nervios y que, claramente, ya no pensaba con toda la claridad que debería- Estamos jodidos, tío. Tú no tienes familia pero yo sí, ¡capullo! -le gritó mientras le tiraba a la cara el fajo de billetes que tenía en las manos.

James recibió el golpe del fajo de billetes en el rostro sin inmutarse más allá de cerrar de nuevo los ojos. Y, a continuación, todo sucedió muy rápido. Bill, que no se encargaba de controlar la situación, solo observó mientras James se agachó, recogió su pistola, apuntó a Jimmy a la cara y disparó.
La detonación resonó en la estancia mientras el chico joven, aún con los ojos muy abiertos, caía sobre la mesa y los billetes, que se mancharon de sangre, salieron despedidos. Los tres acompañantes de Bill, que se habían preparado para disparar, titubearon un poco pues no se esperaban aquello. Y seguidamente James se encañonó su propio hombro.

- El jefe está tras esa puerta, subiendo las escaleras y la segunda puerta de la derecha en el pasillo -dijo el hombre dirigiéndose directamente a Bill-. Si no hago esto me tildarán de cobarde o de soplón y habré muerto antes de mañana -sentenció justo antes de dispararse con su propia pistola y destrozarse el hombro. Gritó de dolor mientras caía al suelo, relativamente cerca del cadáver de Jimmy, que parecía observar asombrado el techo de la estancia.
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William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Racconto] Derrocado

#4

Mensaje por Corso » 25 Ene 2020, 09:05

“Bien, antes de que cometáis cualquier estupidez...”

Y menos de dos minutos después, tras ,quizá, la discusión más breve que dos hombres sean capaces de mantener, el estruendo de la detonación del arma de uno de aquellos tipos, la del tal James, tronó en la habitación como si uno de los Jinetes del Apocalipsis se hubiese colado en el edificio.

El fogonazo de la pistola pilló por sorpresa a Bill y sus ojos parpadearon instintivamente mientras el pequeño y fugaz brote de humo se disolvía rodeando la boca del cañón del arma.

“Una estupidez...como esa...” - pensó, poniendo los ojos en blanco, sorprendentemente tranquilo, aunque un poco defraudado. Dio dos pasos en dirección al cuerpo de Jimmy, observándolo fijamente. Era curioso como un disparo en la cara le cambiaba a uno la expresión. Su rostro, o lo que quedaba de él, para ser más precisos, había mutado de la congoja a una siniestra mueca de asombro. Bill tragó el familiar regusto agrio y salado de la pólvora y la sangre expuesta al aire. Ese inconfundible olor se filtraba por los orificios nasales de su nariz hasta bajarle por la garganta para acabar instalándose en su lengua, que chasqueo - “tsk, tsk,tsk” - en señal de reprobación.

Y justo cuando levantó la mirada para volver su atención a James, quien, tras haberle hecho un boquete del tamaño del culo de una jarra de cerveza al joven Jimmy, había hecho vacilar a sus tres acompañantes, observó como éste se encañonaba y empezaba a largar.

Mientras lo hacía Bill dio un par de pasos en su dirección, pero no encontró oportunidad de decir nada antes de que, tras haber vendido a su jefe, volviese a apretar el gatillo destrozándose su propio hombro; gritando y cayendo al suelo con un dolor insoportable junto al cadáver del que, ya nunca sería, su próspero compañero.

Miró a los otros tres y con dos movimientos de cabeza, uno en dirección al lugar por el que habían entrado y otro hacia el acceso a las escaleras, les indicó que vigilasen ambas puertas y que se preparasen. Luego se acercó hasta James y se puso en cuclillas a apenas treinta centímetros de él, cara a cara, mirándolo fijamente. Si algo le podía dar más miedo a aquel tipo que el saber que, prácticamente, era hombre muerto, y daba igual a manos de quién, era la absoluta tranquilidad de Duffy y el tono increíblemente sereno y falto de inflexiones de su voz en aquella condenada situación. Bill hizo un rápido movimiento y le desarmó dando una ligera patada a su arma, que fue a parar a una de las esquinas de la “habitación de cuentas”.

“¿A qué ha venido eso, hum?” - le dijo, tapándole con fuerza la boca con una mano, impidiendo que gritase en alto, mientras con la otra le sujetaba por la muñeca el brazo que aún conservaba “intacto”, maniatando a James. - “Si hubieses sido un poco menos impaciente habrías comprobado que este numerito no era necesario porque tú, y ese tío muerto, habríais podido salir de aquí cagando hostias y sin un rasguño. Podríais haber tenido el tiempo suficiente para coger el coche o comprar un billete de tren y haberos ido de la ciudad. Quizá, incluso, con un poco de suerte, habríais podido llegar a tener la pasta suficiente para comprar uno de esos chesters verdes de los que hablabais; algún día”.

“Pero ahora, ahora mira a ese tío” – giró la cara de James para que su enfoque encuadrase el rostro desfigurado de su compañero - “¿Lo ves bien? Se llamaba Jimmy, ¿verdad? Pues deja que te diga que a Jimmy, a ese tío con el que compartías planes de grandeza, le acabas de convertir en un héroe” – volvió a girar la cara de James con un simple golpe de muñeca, para que sus ojos se encontrasen de nuevo – “Porque según yo lo veo eres tú quien nos ha abierto la puerta y quien estaba intentando darle el palo a “El Lagarto” y él ha intentado impedírtelo antes de que le dispararas. Lástima que Jimmy tuviese tan mala puntería, ¿eh? Tú, sin embargo, ¡has hecho diana! Eso es lo que le contaré a tu jefe cuando le de la oportunidad de cederme el negocio. Y lo hará.”

“De una forma u otra, lo hará”- pensó, mientras le concedía unos meros segundos al hombre para que considerase “bien” sus opciones - “Y, después, te matará”.

“Así que, se te acabó contar billetes, James” - le aseguró metiendo su dedo índice dentro del hombro y hurgando un poco en el agujero provocado por la bala, con una media sonrisa de placer, disfrutando y saboreando el dolor y la angustia del hombre - “A no ser, que empieces a trabajar para nosotros, desde ahora mismo. A trabajar, de verdad, porque te aseguro que la paga merece la pena. Podemos empezar por esos quince mil ¿qué te parece? Puedes quedártelos. Solo tienes que decirme cuanta gente tiene tu “ex jefe” ahí arriba, levantando los dedos de la mano”.

Duffy sacó el dedo de la herida, liberando del intenso dolor a James por un momento y, con la otra mano, aún sujetando por la muñeca el otro brazo de James, levantó un poco la mano de éste esperando que empezase a contar.

Extrañamente, y pese a cualquiera de los prejuicios y desconfianzas daba la situación, los ojos y las palabras de aquel cabrón sádico eran muy convincentes.

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Re: [Racconto] Derrocado

#5

Mensaje por Theazlin » 29 Ene 2020, 16:33

Esa noche, Bill Duffy se ganó la lealtad de James a pesar de que su hombro jamás acabara de curarse bien. Durante los años siguientes a James le acompañó el sobrenombre de "El Masoquista" y aunque nada estaba más lejos de la realidad, nunca hizo ningún esfuerzo por deshacerse de él; en el fondo si era capaz de pegarse un tiro en su propio hombro qué no sería capaz de hacerle a los demás.
Nunca llegó a ser el jefe, como fantaseaba Jimmy, pero sí ocupó una posición de ciertos privilegios dentro del entramado que gobernó Bill, encargándose de supervisar a los nuevos. Se mostraba implacable con ellos y reforzaba su lealtad a Bill a través de llevarles al límite en muchas ocasiones.
Nadie supo nunca, excepto quizás Bill, que el sobre de dinero que recibía la mujer y la hija de Jimmy salía del bolsillo de James. Tal vez una parte de él se sentía culpable debido a las palabras que Bill le dijo mientras ahondaba en la herida de su hombro: "Si hubieses sido un poco menos impaciente habrías comprobado que este numerito no era necesario porque tú, y ese tío muerto, habríais podido salir de aquí cagando hostias y sin un rasguño".
La cuestión es que unas décadas más tarde el destino quiso que recibiera un tiro en la cabeza de uno de los jóvenes que quería entrar en la banda. El joven lo pagó, y lo pagó caro, pero James ya alimentaba a los gusanos en algún hoyo mal cavado y la hija de Jimmy, pues su mujer ya hacía años que había fallecido, dejó de recibir dinero cada mes.
Quizás lo último que pensó, antes de caer al suelo como lo hizo su amigo veinte años atrás, fue que al final había tenido una buena vida y que aunque Sara le había, finalmente, abandonado tras cinco maravillosos años, al menos había dejado la prostitución. Quizás ya no fuera necesario buscarla si volvía a nacer. Tal vez buscaría a Bill. Había estado bien trabajar para él...

James levantó las manos y le indicó, lentamente, a Bill que con el jefe solo habían dos personas más. Todo ello lo hizo con una mueca terrible de dolor en el rostro al tiempo que se escuchó como se partía una de las muelas de tanto apretar. Las lágrimas de dolor le caían por el rostro pero se mantuvo consciente y entero. Eso era de valorar, ¿no?
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William "Bill" Duffy (Corso)
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Re: [Racconto] Derrocado

#6

Mensaje por Corso » 30 Ene 2020, 19:55

Tras levantar, entre un dolor insufrible, aquel par de dedos, James puedo ver una ligera sonrisa en el cara del que acababa de reconocer como su nuevo jefe. Una nívea sonrisa perfecta que contrastaba con los fragmentos manchados de nicotina de la muela que se le acababa de partir dejando un par de astillas dentales en el interior de su boca, una encía inflamada y un buen regusto a sangre en el paladar. Iba a ser una de las pocas veces hasta su muerte que tendría ocasión de ver esa mueca esbozarse en los labios de Duffy; y ¡demonios! Al final, tuvo que reconocer que el carisma de su nuevo jefe le había apabullado tanto que incluso podía aguantar más estoicamente, si es que eso era posible, aquel maldito suplicio que le quemaba por todo el brazo. Nunca se lo llegó a decir, pero de entre toda la escoria que tuvo a su “servicio”, a Bill, le hubiese gustado contar con más tipos (con la entereza, disciplina y aguante) como aquel hombre que se acababa de volar el hombro casi sin pestañear. “El Masoquista” resultaría ser un buen activo; y, desde luego, uno de los pocos mortales en los que poder delegar ciertas tareas confiando en su ciega lealtad.

***
“De la que te has librado, amigo” – pensó Bill, casi lamentando el haber obtenido la información tan rápido, lo que le había “privado” de haberle torturado un poco más. Solo un poco; pero los minutos apremiaban. Asintió y le dio un par de palmaditas en la cara, soltando su muñeca.

“Bien hecho, James, muy bien hecho” – le dijo, asiéndole de la pechera de la camisa y empujándole hacia arriba, hasta levantarle del suelo y colocar su dolorido cuerpo sentado sobre la silla que había ocupado contando billetes– “Ahora trabajas para mi y eres un hombre quince mil veces más sabio que antes”.

Permitió que tomase un poco de aliento durante el escaso tiempo que tardó en ir al rincón al que había empujado su arma. La cogió, abrió el tambor y comprobó que, aunque James era buen tirador, de aquellos a los que no les tiembla el pulso, al revolver solo le faltaba una bala; la que estaba alojada en el cráneo de Jimmy. Se volvió a acercar al hombre y se la puso en la mano que aún podía sujetarla. La misma mano que había utilizado para hacer añicos su hombro.

Cuando se aseguró que podía asirla con firmeza volvió a mirarle a los ojos – "Sé que te duele, que has perdido sangre y que estás mareado" – le dijo, sin mostrar condescendencia o aflicción - "Pero tú sabes que vas a poder soportar todo eso por dos razones: la primera es que no eres estúpido, y si te has pegado un tiro para salvar la vida es porque sabes que esto no va a matarte. La segunda razón es menos vital, pero más poderosa" – señaló en dirección a la sucia mezcla de billetes y sangre desparramados por la mesa, el cadáver de Jimmy y el suelo de la habitación - "Toda esa pasta, todo lo que ese dinero te va a dar, es lo que va a hacer que no te desangres y sobrevivas a esto. Es lo que va a hacer que empuñes ese revolver con fuerza y... – le dio dos secos golpes en el pecho poniendo énfasis en lo que diría a continuación – ...es lo que te animará a volarle los sesos a cualquier hombre del “Lagarto” que entre por esa puerta – refiriéndose a la entrada – "sin hacer ni una sola pregunta".

Después apartó la mirada y le dio la espalda, quizá con excesiva confianza, quizá sin estar del todo seguro de si le iban a meter un balazo en la columna, o ,quizá, consciente de que James no iba a volver a “precipitarse” en modo alguno.

“Hazle un torniquete y no dejes que se duerma” - le sugirió a uno de los hombres - “Vigila la entrada y si alguien cruza ese umbral hazle un traje de plomo” - Luego echó un último vistazo a ambos y con una seña se dirigió a las escaleras acompañado de los otros dos; que respondieron a Bill con el sordo martilleo de las escopetas al ser cargadas.

Sería ridículo no sopesar la posibilidad de que los disparos no habrían llamado la atención de los de arriba – pensó Duffy - y que ninguno de ellos estuviese armado ya sería obra de magia. Así que, conjuró su sangre para ser más perceptivo y se concentró, manteniendo sus sentidos en alerta animal.

"Los dos atentos pero tranquilos, porque hemos venido a negociar ¿no?" - estiró los brazos hacia atrás y ladeó la cabeza a un y otro lado, arriba y abajo, inclinando su cuello; que procuró un desagradable y sordo chasquido. “Preparándose” para lo que iban a encontrar, fuese lo que fuese.

Uno de los muchachos abrió la puerta de acceso al piso superior y le franqueó el paso. Bill podía sentir la admiración de los chicos de los Ricco, a los que había preparado a conciencia durante semanas para aquel momento y, también, el respeto de James. Incluso, si se esforzaba un poco, podía hacerse eco de la lealtad recién adquirida del hombre; y esa sensación le calaba como una caricia. Sonrió vagamente – “Vamos”.

Después los tres empezaron a subir la escalera y llegaron al piso superior. Puede que, incluso al final, acabase divirtiéndose un poco esa noche.

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Re: [Racconto] Derrocado

#7

Mensaje por Theazlin » 01 Feb 2020, 09:42

Bill Duffy y sus dos acompañantes llegaron ante la puerta tras la que, según James, aguardaba Dereck "El Lagarto". El silencio invadió el lugar cuando se detuvieron. Era un silencio denso, de aquellos que admitían el adjetivo "atronador" por mucho que fueran términos contradictorios; un silencio que prometía ser la tregua antes de la batalla, ese silencio que, lejos de traer paz, augura muerte.
A lo largo de su existencia, Bill escucharía muchas veces más ese silencio; algunas veces disfrutaría de él sabedor que traía consigo la promesa de una dulce victoria, otras, en cambio, se haría eterno bajo el desagradable aroma de la derrota; pero aquella vez era de las primeras y Bill aún no era capaz de reconocerlo y de entenderlo, aún no eran compañeros.

Y en ese momento algo en su interior, quizás la bestia misma desde lo más profundo de su ser, se revolvió como si atenazara su inerte corazón en una muda advertencia, casi como si en medio de aquel espeso silencio alguien le susurrara al oído: cuidado... y las palabras atravesaran cuerpo y mente para clavarse en su alma misma. Cuidado...

Bill cerró los ojos un instante y, privado del sentido de la vista, su audición pareció hacerse más precisa, lo suficiente para escuchar, a los pocos segundos, la voz de una mujer que parecía hablar al otro lado de la puerta. El Lasombra volvió a abrir los ojos y observó la puerta. Era sencilla, de madera pulida pero no gruesa. Así pues la mujer que se hallaba al otro lado debía estar susurrando más que hablando pues apenas era perceptible su voz y solo alcanzó a entender dos palabras: "Interior" y "oscuridad".

Ambas palabras se entremezclaron con una tercera. Esta, en cambio, no provenía de la habitación que se hallaba enfrente; esta provenía, de nuevo, de su interior: Cuidado... Esta vez, no obstante, su bestia lo susurró con una voz más aterciopelada.
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Re: [Racconto] Derrocado

#8

Mensaje por Corso » 02 Feb 2020, 14:04

¿Qué quieras que te diga? Se me fue de las manos. Venga, no me pongas esa cara. Seguro que alguna vez has perdido el control ¿no? Te hablo de esas situaciones en las que parece que tengas una mosca cojonera en la cabeza que te dice “tzzzz para, tzzzz para, tzzzz para”. Y, joder, sabes que sí, que tendrías que dejar de golpear antes de cagarla, pero sigues y sigues y sigues. Como cuando te vas a correr y has pasado de ponerte un condón, pero sigues y sigues y sigues hasta que ¡Bang! Te vacías dentro y piensas: “Mierda, creo que la acabo de joder”. Sí, sí, en realidad tiene gracia el doble sentido, pero te hablo en serio, tío. ¿Me entiendes, no?

De todas formas, creo que se lo merecía. Joder, sí, se lo merecía al cien por cien. No es que sea uno de esos tipos que va por ahí partiendo culos en plan justiciero de los cojones, diciendo: “A este le dejo seco por cabrón”; pero conocías a Jonas tan bien como yo. Ese hijoputa nos tenía hasta los cojones, de verdad. ¿Sabes lo último que hizo? Pues al muy capullo no se le ocurrió otra idea que empezar a cazar dentro de zona considerada “Cinco Puntas”. A menos de cuatrocientos putos metros del refugio de la Cofradía de Duffy y esos místicos de mierda. Putos raros de los huevos, ¿Cómo coño les puede molar tanto la pompa?. ¿Magia? Magia la de mi polla muerta.

Pues eso, al mamón de Jonas le dio por joder en territorio sacro y, claro, todos empezamos a pagar el pato cuando empezaron a atar cabos y se cogieron un cabreo de cojones. No sé en que coño estaba pensando Jonas pero, hostias, lo tenía que haber vuelto a pensar por lo menos una jodida vez más. ¿A quién se le ocurre? Hay que ser tonto. Claro, que igual tampoco estuvo demasiado bien darle el chivatazo al “Martillo”; pero ¿sabes que te digo? A mi, que me registren. ¿Sabes a qué me refiero? Vale, vale, igual me pasé. No quería venderle, te lo juro. Siempre fuimos amigos. Coño, si hasta fuimos compañeros de Manada hace la tira de tiempo. Creo que hasta hubo un momento en que quería a ese cabronazo. Mierda, quise parar, pero su sangre saliendo por la boca…, además, con cada puñetazo se me iba poniendo más y más dura, tío; como una puta estaca.

En fin, si te soy sincero, nunca me hubiese creído que Jonas iba a tener ese final, pero así salieron las cosas.

Bah, que se joda. ¿A quién coño le importa ya que sea cenizas? Lo que sí importa es lo contento que está Duffy. Tanto, que estoy a dos pasos de entrar en su "banda".



***

El que hablaría así, muchos años después de que Bill permaneciese frente a aquella puerta era un tal Bob Smith; quien, aunque nunca llegó a formar parte de los "hombres de confianza" de Duffy, estaba poniendo en relieve, en parte, ese zumbido que le atrona a uno por dentro cuando sabe que una situación esconde la necesidad de, si no detenerla, si al menos tenerle el debido respeto. Una buena dosis de precaución y cuidado; como en aquel momento de 1932.

Aquel sordo ronroneo animal que provenía de su ser más interno provocó que el escaso aire que habitaba en los pulmones de Bill escapase por su boca suavemente mientras un cosquilleo en la nuca recorría, como una pequeña descarga eléctrica, su columna vertebral. Era la adrenalina que, espoleada por aquel silencio opresivo, surcaba su espalda confiriéndole una sensación a la que aún no estaba acostumbrado, pero a la que acabaría por desenmascarar con el paso de los años sabiendo si el resultado, incluso antes de que se produjese, desnivelaría la balanza a un, u otro lado.

En cierto modo, y pese a que su corazón estaba tan parado como el mismo tiempo en aquel instante, era algo que le hacía sentir ¿"vivo"?. Y esa era, parte, la razón de que, pese al peligro, su fuerza de voluntad le sacase una sonrisa animal, o quizá era su bestia la que estaba haciendo de las suyas.

Interior. Oscuridad - aquel susurro en femenino era otra de las razones por las que aquel silencio se hacía más atronador. ¿Una mujer? - pensó el Lasombra con un ápice de incredulidad - En aquellos tiempos las mujeres eran poco más que recipientes en los que verter el aliento a alcohol y tabaco, la mala leche provocada por el trabajo en forma de palizas y malos tratos y la simiente que traería al mundo a un nuevo bastardo al que encadenar de por vida a una existencia regida por absurdas reglas y valores morales. Algo allí empezaba a oler mal, y tras aquellas palabras, "interior...oscuridad...", una voz de alerta empezó a atenazar a Bill durante unos segundos.

Así que, sí, Bill recogió aquella advertencia susurrada como quien recoge la advertencia de unos padres cuando va a asistir a una fiesta en la que no conoce a nadie. "Cuidado con quién hablas, cuidado con lo que dices, cuidado con lo que haces...". Sin embargo, ¿y si esos padres te animan a abrazar la libertad (libertinaje) desde que eres un niño? ¿Y si ese niño llega a adulto sin la conciencia necesaria para anteponer la precaución a sus deseos e impulsos?

Allí estaba el resultado, un sabbat, aún en sus primeras décadas de no-vida, apoyando la espalda sobre la pared junto al marco de la puerta, tomando la precaución y cuidado de conjurar los dones de su sangre para con lo que fuese a suceder; sopesando la posibilidad, ahora era consciente de ello, de que, quizá, dentro de aquella habitación, "El Lagarto" y sus acompañantes fuesen más de lo que pudiese creer. O lo que era peor, que lo fuesen y, además, le estuviesen esperando. Pero también estaba el sabbat con la irrefrenable necesidad de dar curso a su ansia de emociones.

Cuidado...

Tocó con los nudillos la puerta dos veces - "Dereck", soy Bill Duffy, tenemos que hablar". Y con rapidez instó a que uno de los Ricco entrase en el cuarto, delante de él, antes de obtener respuesta desde el interior. Un segundo después, la puerta quedó abierta. Bill no sabía si el chico había tenido la suerte, también, de escuchar esa sorda advertencia.

Aunque eso, poco le importaba.

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Theazlin
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Re: [Racconto] Derrocado

#9

Mensaje por Theazlin » 13 Feb 2020, 09:40

Uno de los Ricco, Enzo, el más alto y corpulento de los dos, se adentró en la estancia, convencido de que su actitud y su valentía serían, tarde o temprano, recompensadas. Nunca había sido el más listo, pero sí lo suficiente como para darse cuenta de este hecho. Siempre el segundo, siempre el que iba a tras la estela de su hermano, siempre el que tardaba más en aprender, en comprender y en reaccionar, nunca el primero... y eso le había llevado a buscar en el arrojo, a veces impulsivo, su lugar, su espacio para ser el primero, para ser reconocido y valorado y, sobre todo, para ser mejor que su hermano. Más de una cicatriz demostraban que no siempre había salido bien pero sí las suficientes veces como para creer que, si no desfallecía en esa actitud, tarde o temprano daría sus frutos.

Y así fue como, impulsado por su sed de superación, Enzo cruzó el umbral hacia el despacho de Dereck y hacia la voz de mujer que susurraba palabras inconexas.

***
La estancia estaba tenuemente iluminada por la luz de varias velas colocadas en los extremos de la habitación. No alumbraban lo suficiente como para reconocer al detalle los elementos y personas que allí se encontraban pero sí permitían deducir contornos y poder moverse con cierta cautela.
Enzo entrevió, tras un gran escritorio de madera de roble, un hombre sentado. Era imposible verle la cara pero estaba casi seguro de que se trataba de Dereck. A su vera, de pie, una mujer delgada, enjuta, vestía de negro. Con aquella luz tan tenue debería de haberle resultado imposible apreciar los ojos de la desconocido pero no fue ese el caso y pudo apreciar el color azul intenso de su mirada; un azul oscuro más propio de las profundidades del mar que del cielo; un azul tan intenso que dejaba entrever miles de matices en cada una de sus pinceladas. En ellos apreció oscuridad, tiempo e infancia; vio el color de la soledad, la humillación y el desespero; atisbó la decepción de su padre al no alcanzar nunca a su hermano; apreció la tristeza de su madre y la burla de sus amigos; y detrás de todo ello advirtió algo más, algo que había adquirido forma, algo que se acercaba lenta pero inexorablemente...

***
El grito desgarrador de Enzo fue cuanto escuchó Bill, resguardado tras la puerta. Un grito desolador, surgido de lo más profundo de las entrañas, que poco a poco había ido mudando hasta ser un sollozo profundo. Flavio, su hermano, se tensó pero a pesar de que sus instintos le reclamaban socorrer a Enzo, permaneció al lado de Bill. Si aquella decisión fue por lealtad o por miedo eso ya era otra cuestión.
Las arenas del tiempo no siempre consiguen sepultar el dolor y llegar al olvido. A veces nuestra maldición es, precisamente, recordar.

William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas

Re: [Racconto] Derrocado

#10

Mensaje por Corso » 13 Feb 2020, 19:14

El grito del muchacho salio de la habitación como una bofetada sonora, provocando en Bill una primera reacción de sorpresa que le instó a ponerse a cubierto bajo la protección exterior de la pared junto al marco de la puerta. “Algo” le había pasado al crío de los Ricco, algo que se le escapaba, pues del interior del lugar en el que supuestamente estaba Dereck solo podían distinguirse, desde allí, el umbral, los pequeños destellos de las diminutas fuentes de luz que procuraban las velas. Todo lo demás era silencio. Imperturbable silencio, salvo por el agónico sollozo del chico que reverberó escalera abajo paralizando a su hermano mayor; quien puede que fuese menos impulsivo, pero al que aquel alarido había atenazado, seguramente, dejándole sin aliento.

Ni la sorda detonación de un revolver al ser disparado, pensó el lasombra, ni el destello del acero de una navaja hundiéndose en la carne. Nada. Duffy no podía atenerse a nada. Ni siquiera a la respuesta que esperaba de parte de “El Lagarto” y quién fuese estaba susurrando allí dentro.

Sopesó sus opciones y durante un interminable minuto, entre el silencio que, aunque fuese un contrasentido, emanaba del cuarto, puso en orden sus ideas. En principio, era la pequeña ventaja de la que disponía: la ausencia de voz y movimiento de dentro le permitió pensar desde fuera.

Se concentró en los diez minutos, como máximo, que habían pasado desde que James se disparase en el hombro. Sí, era muy posible que el estruendo del disparo hubiese llegado hasta allí arriba, pero dudaba que alguien hubiese decidido esperarles para darles una mortal bienvenida a la luz de las velas. Qué sentido tenía eso, pensó, desechando la idea de inmediato. Por otro lado, ¿y si no se trataba de eso? ¿Y si lo que había pasado era que aquel eco no hubiese llegado a los oídos de los que se hallaban en la habitación y “simplemente” habían interrumpido algo? Esa opción le pareció más plausible. Además, los susurros entrecortados de aquella voz femenina, su mente volvió a enfatizar el género, “interior...oscuridad...” desentonaban tanto en el cuadro general de la escena como una mancha de sangre en un lienzo en blanco. ¿Quién estaba con el “Lagarto”?

Y entonces, una idea, quizá demencial, sacudió sus elucubraciones elevando su tensión hasta el punto de apretar la mandíbula; casi haciendo rechinar sus dientes. Si esa idea se acercaba, aunque fuese solo un poco, a ser la respuesta de sus escrutinios quizá tendría una salida. O, al menos, el esbozo de algo parecido a un “plan” entre la urgente improvisación que requería aquella incomprensible situación.

Miró a los ojos del mayor de los Ricco con dureza y apremio, intentando que este reaccionase y se diera cuenta del peligro inherente al grito de su hermano - “Será mejor que te muevas, chico” - le sugirió, haciendo una seña con la cabeza para que se parapetase contra la pared, al otro lado del marco de la puerta. Mientras, él mismo hizo acopio de serenidad, fortaleza mental y fuerza de voluntad, con todos sus sentidos alerta; no iba a irse de allí así de fácil. Si esa noche demandaba un sacrificio, un sacrificio tendría. Ya intentaría, después, que no fuese el suyo.

-“Dereck “El Lagarto”, o quien quiera que sea la serpiente que está contigo. ¿Acaso pensáis que el grito de un niño os liberará de nuestra atención?” - pronunció con un tono que no desprendía miedo ni vacilación sino algo que podría pasar por una ¿inequívoca realidad?; remarcando el plural con deliberado énfasis, pues si cometían el error de pensar que aquello terminaba con Duffy y su acompañante, si pensaban que tras ellos no había nadie más, iban a necesitar esconderse mejor. Mucho mejor que en una habitación con unas cuantas velas encendidas.


-”Mostraos y hablad conmigo o no volveréis a gozar de esta oferta de parlamento”.

Volvió a mirar al chico de los Ricco a los ojos, después a la escopeta que llevaba en los brazos y por último volvió a cruzar la mirada con la del joven, asintiendo levemente en un gesto que el italiano no tuvo problemas en entender.

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