[Racconto] Lachine Connection

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La información que contienen no es conocida por los personajes de la crónica.

Moderador: Darkhuwin

William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas

[Racconto] Lachine Connection

#1

Mensaje por Corso » 12 Jun 2021, 19:49

Escena privada para L.J y Bill Duffy.



Década de los 70´S.
Montreal, Canadá.




El Sabbat está en plena guerra contra los Setitas, mas en la Ciudad de los Milagros Negros acontecen otras escenas que, no por parecer menores en ese momento, dejarán de formar parte del futuro devenir cainita de la urbe.

Esta es una de esas escenas, cuyo comienzo acontece en el interior de un bloque de pisos en la intersección de la Rue St. Louis con la 13e Avenue. De fondo pueden oírse las sirenas de los coches patrulla, mientras por las calles, casi desiertas a esas horas de las madrugada, corre un frío intenso y un miedo aún más penetrante. Las noticias de última hora interrumpen los sosos late nights canadienses, y las brillantes caras sonrientes tras la pantalla se maquillan de muecas de dolorosa sorpresa y desconsuelo, derrochando el morbo con el que se gana audiencia. El rumor de que un nuevo "Jack, El Destripador" había aparecido era un titular demasiado bueno como para dejarlo pasar.

Sin duda, alguien le había dado una buena bofetada a Montreal, borrando la capa de maquillaje con la que el ayuntamiento y el cuerpo de policía intentaban ocultar el verdadero rostro de la urbe. Pero en una ciudad comida por la delincuencia y la violencia ¿Acaso no todo el mundo puede ser considerado culpable?


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Lo primero que olisqueó no fue el humo del tabaco, como tantas otras veces. Ni el talco de fresa con el que las niñas se aliviaban las rozaduras de los muslos. Ni la lefa reseca adherida a los sofás y la alfombra. Eran rastros que flotaban en el ambiente, sí, claramente perceptibles, por supuesto; pero una vez te acostumbrabas a ellos no tenían más cuerpo que el del ambientador de una clínica dental.

Así que, no, nada de eso. El olor que hizo que al cachorro de Kenneth Stone se le abriesen las aletas de la nariz era mucho más goloso: Olor a sangre. Oscura, viscosa, nutritiva. Deliciosamente amarga a causa de las pipas de droga que ellos mismos hacían circular por Montreal. Las mismas que los jodidos encargados de vender tenían prohibido consumir; pero claro, esa noche parecía que allí cada uno hacía lo que le salía de sus morenos cojones.

En los 70´S, Lachine era una zona sobre la que centelleaba sin cesar un metafórico e invisible cartel de neón: «¿Coños calientes?, Aquí»...«¿Buscas grifa? No lo dudes»... «¿Eres un puto yonqui porque mamaíta no te dio bien de mamar?, Aquí te la chupan por diez pavos, colega».

«Welcome to Paradise, hermano. Welcome to Lachine».

En la zona, por entonces, se podía joder y disfrutar a gusto, pero había que andarse con ojo. Eso lo sabía hasta el último pringado que se arrastraba desde el canal hasta allí. Y era así, porque la polla que mandaba en Lachine era la de «Los Fundadores»; y esa, ¡ah, amigo! si la tocabas hasta ponerla dura se convertía en un jodido martillo hidráulico: te podía entrar por el culo y subir y subir y subir como una estaca hasta la garganta.

El rastro a sangre casi se podía lamer ya desde el rellano. A sangre y a muerte. A sangre de putas muertas, muertas de verdad, y a él le daba mucho por el culo tener que perder la noche en arreglar el estropicio de otro. Más aún cuando había sido el principal valedor de ese otro. Vale, estaba claro que a todo el mundo se le podía ir la mano de vez en cuando, y no hubiese sido la primera vez que alguna de aquellas basura de crías acabase en la UCI del McGill Health Centre, eso entraba en el paquete y era asumible, pero ¿Deshacerlas a hostias? ¿Dejar una ristra de putas muertas sin que Stone o él hubiesen dado la orden? ¿Mear dentro de uno de los dominios de la cofradía?

¿Qué maldito mensaje era ese para el exterior? ¿En qué demonios había pensado, o qué puto chulo de mierda se creía que era?

Así que, allí estaba él para poner las cosas en su sitio. Se podría decir que eran gajes del oficio. Del puesto. También se podría decir eso de «me va a doler más a mi que a tí». O que William Duffy no era de esos tipos que disfrutaba haciéndo lo que hacía, pero quien lo dijese, aún sin saberlo, estaría mintiendo, claro. Estaría ocultando parte de la información. Su apelativo, más que ganado y al mismo tiempo repudiado, dentro de los bajos fondos de la otra cara de Montreal: la más oscura, pérfida y salvaje. La cainita. La del oscuro tañer de los mil campanarios.

Cuarto piso, apartamento 407. Apenas saludó con las cejas al ghoul que le recibió en la puerta. - ¿Dónde está? -.

Tres dedos de tres manos diferentes saltaron como un resorte al fondo del antro, y al unísono señalaron en dirección a una puerta cerrada, cuya hoja alguien había utilizado a modo de lienzo. Eran tres de los capullos que se suponía que tenían las cosas claras, pandilleros de tres al cuarto de los antiguos Claws que aún seguían estando a prueba de cara a formar parte del sabbat; como le había pasado a su "líder". Niñatos que aún se empalmaban cuando sujetaban un arma con un calibre más grande que su edad. De los que pensaban que el respeto se ganaba a base de plomo y ese tipo de gilipolleces que tenían los de su calaña. Ansiosos por entrar en el club de los chicos malos; de los realmente malos. - Chupapollas -. Antes de preguntarles a ellos ya se les había aflojado el pantalón.

Duffy cruzó el pequeño comedor y miró de arriba a abajo la imagen pintada en la madera, detenidamente, fijándose en cada detalle. Quizá pensando en lo que representaba para el último en ser "cófrade fundador". O quizá postergando el momento de enfrentarse a una noche que iba a ser más complicada de lo que había esperado al despertar del letargo. El lasombra sabía perfectamente quién estaba dentro. Y también sabía que quien estaba dentro, en cierta manera, le estaba esperando. En qué estado tras lo que había hecho, no tenía ni la más remota idea. Pero bueno, tampoco importaba, todo el mundo tiene sus propios planes hasta que se le da la primera hostia ¿No?

Un último vistazo a la huesuda figura del grabado antes de frotarse el puente de la nariz con el índice y el pulgar. Más de medio siglo nadando entre la mierda a veces le desganaba a uno. - Me cago en mi calavera - pensó en un retazo de ironía; pero también de falsa y fingida desidía.

Porque por otro lado - ¡Qué coño! - tocó la puerta con los nudillos y entró antes de que le abriesen.


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Re: [Racconto] Lachine Connection

#2

Mensaje por valafor » 17 Jun 2021, 23:08

Bill empujó la puerta, pero está sólo cedió un par de centímetros. Algo en el suelo parecía estar encallándola desde dentro. Ligeramente contrariado, el hombre agarró con fuerza el pomo y volvió a empujar con determinación, cosa que despertó un profundo quejido en la carcomida madera. La resistencia que hasta el momento estaba presentado lo que fuera que entorpecía el paso cedió con un sugerente sonido líquido y finalmente la puerta quedó abierta de par en par.

Aunque la habitación estuviera a oscuras, no era necesaria luz alguna para saber que allí dentro se había producido una auténtica carnicería. El olor de la sangre, metálico y nutritivo, revoloteaba intenso y seductor alrededor de la nariz de Bill mientras, a cada paso que este daba, una sustancia pegajosa, sin duda también sangre, originaba un desagradable chasquido bajo la suela de sus zapatos. El lasombra miró alrededor. Se encontraba en la que parecía ser la sala que utilizaban las chicas entre servicio y servicio para tomarse un descanso. Por lo que recordaba, un par de colchones, un sofá y una máquina de café era lo único con lo que contaban las desdichadas para combatir la extenuación física y mental ocasionada por el depravado comercio de carne en el que se veían encerradas.

Los ojos del cainita no tardaron en acostumbrarse por completo a la penumbra y, mientras una progresiva ira hacía que se entrecerraran, reconocieron, tirados de cualquier manera, los cuerpos inmóviles de media docena de las chicas más valiosas de su rebaño. Tras la puerta, una masa informe y sanguinolenta de brazos, piernas y torsos yacía inerte a espera de, por clemencia, ser separada. Pese a no poder percibir detalle alguno, el Fundador sabía que todas ellas estaban muertas y que, a parte de él, no había nadie más no-vivo en aquella habitación.

Una brisa gélida alborotó el largo bigote del vampiro e hizo que este enfocara su atención en el gran ventanal que había en una esquina del cuarto. Algo había colisionado contra él y lo había destrozado por completo. El hombre se aproximó y sacó la cabeza al exterior. Más allá de los cristales resquebrajados que todavía pendían de la ventana y la oxidada escalera de emergencia que recorría la fachada trasera del edificio, pudo contemplar tendido en el suelo de la solitaria calle el cuerpo sin vida y cubierto de sangre de otra de sus chicas.
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Re: [Racconto] Lachine Connection

#3

Mensaje por Corso » 26 Jun 2021, 09:18

Cuando la puerta al fin cedió y pudo entrar en la habitación, la bestia se agitó en su interior con la misma excitación con la que Charlie entró en la fábrica del excéntrico W.Wonka. El intenso y pegajoso olor de la ingente cantidad de plasma derramado, y también el poso remanente del pandemonium que allí dentro se había desatado, enardecieron su apetito de sangre y violencia. Por un instante, la sensación era parecida a la de estar presente en un banquete de sangre, e instintivamente los labios de Duffy se replegaron hasta las encías, dejando expuestos sus colmillos a la tenue penumbra.

Unos segundos más bastaron para que sus ojos se aclimataran a la escasa iluminación y tomase conciencia de la proporción del desastre. Porque aquello no era, ni mucho menos, un banquete de sangre; sino una auténtica ruina. El frenesí desatado de un crío desquiciado que destroza rabioso sus muñecas y las deja tiradas por todas partes.

«Hijo de perra», maldijo, mientras apoyaba la punta de su bastón sobre una cabeza que estaba de cara al suelo, y que hasta hacía unas horas formaba parte de un cuerpo completo. Con un giro de muñeca la volteó, se puso en cuclillas y comprobó que se trataba de Esmarelda «La Tata» Villalobos. O, para ser más precisos, de un trozo desfigurado de ella. Los oscuros moratones en su cara hablaban por sí mismos: Antes de decidir arrancarle la cabeza aquel perro rabioso le había fracturado la nariz y los pómulos.

Bill metió dos dedos, uno en cada comisura de sus labios hinchados, y estiró, forzando el rigor mortis de «La Tata» hasta conseguir, tras un espantoso crujir de huesos, que la muerta le sonriera de forma siniestra. Después le dio un par de cachetadas en la mejilla «Así mejor, cariño, aunque no mucho mejor ¿verdad?» Volvió a ponerse en pie lentamente, aún mirando los ojos vacíos de vida de Esmarelda «Desde luego que no mucho mejor».

A esas alturas, el lasombra sentía como su sangre empezaba a hervir de ira - ¡Eh, niño, echando hostias para aquí! - le largó a cualquiera que quisiese darse por aludido de entre los que estaban fuera. Mientras tanto, se acercó al ventanal y observó el cuerpo de otra de las zorras tirado y pegado contra el suelo como una pegatina. El charco carmesí que rodeaba el cuerpo se deslizaba por el alquitrán hasta perderse por uno de los sumideros de la calle. Casi parecía una nube negra llevada por el viento nocturno desde allí arriba.

Cuando el ghoul y uno de los otros entraron en la habitación apenas hicieron más ruido que el que exhalaban sus temblorosas respiraciones. - Tú y los otros dos a limpiar esta pocilga. Plásticos, sacos de basura, serrucho, cubos, estropajos y esas cosas. Traed también bombonas de lejía. Todas las que encontréis. Y una furgoneta, sin marcar y sin multas, de las grandes. La de la calle, se ha suicidado ¿Está claro?

- ¿Qu..q...qué? - balbuceó el muchacho, mirando acojonado la escena mientras un sudor frío empapaba la bandana que le cubría la frente.

- Unos trozos al canal, el resto os los lleváis al vertedero y los quemáis.

- No...tenemos...fur...furgoneta.

- ¡A currar, coño!

Ni dos segundos después Bill escuchó como el pobre desgraciado, tras darles indicaciones a sus compinches, se ponía a rebuscar por los armarios de la pequeña cocina mientras los otros dos salían del apartamento. El lasombra no tenía ninguna duda de que perderían el culo por hacer lo que se les había dicho. Al fin y al cabo, no era la primera vez que se ocupaban de alguien, aunque sí a una escala mucho menor. Varios cuerpos por debajo de los de esa noche. Muchos litros de sangre por debajo.

Cuando se quedaron a solas el ghoul y él en el cuarto, lo primero que hizo el lasombra fue intentar ganar tiempo, que era lo mismo que decir: encontrarle antes de que lo hiciese Stone.

- Ve al refugio y dile a Vasilescu lo que ha pasado. ¿Me oyes? A Vasilescu. Y dile que se busque la vida para tener ocupado a mi sire mientras intento ocuparme de esto. Dile también que mande a alguien más para ayudar a los de ahí arriba. Y dile...joder, dile que el saco de comida favorito del ductus ha «perdido la cabeza». Vete ya.

Sin esperar respuesta, se acercó al ventanal, saltó afuera y bajó a toda velocidad la escalera de emergencia. Una vez en la calle, y tras comprobar in situ el cadáver, buscó algún indicio de por dónde podría estar, o haberse ido, su puto hermano.

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Re: [Racconto] Lachine Connection

#4

Mensaje por valafor » 29 Jun 2021, 17:56

Sin poder evitar proferir improperios de todo tipo a cada paso que daba, Bill saltó a la escalera de incendios y se dispuso a bajar por ella. Debía darse prisa en llegar a la calle e inspeccionar la zona en busca de indicios que le condujeran a su objetivo. Aunque la noche pareciera tranquila y cualquiera pudiera pensar que el vecindario del turbulento Lachine estaba más que acostumbrado a episodios de tal violencia, el vampiro desconfiaba plenamente de la atracción que el rebaño sentía por las situaciones morbosas y no dudaba de que en breve los primeros curiosos harían acto de presencia.

El lasombra estaba malhumorado, no sólo por haber perdido una parte considerable de su plantilla laboral, sino también por tener el tiempo en contra en su intento por solucionar todo aquel embrollo. Con determinación y sin perder de vista el cuerpo aplastado de la chica, asió la barandilla oxidada y empezó a bajar escalones. Al hacerlo, el vampiro notó un tacto untuoso en la fría palma de su mano, cosa que provocó un gruñido en su estómago. De nuevo, sangre. Sorprendido, inspeccionó la escalera mientras descendía en busca de más rastros, pero no encontró nada. Fuera quién fuera el que había dejado esas manchas, por lo visto no había tomado aquella dirección.

Bill descendió los cuatro pisos que le separaban de la calle con paso ligero. A su llegada, montones de contenedores atiborrados de basura le dieron la bienvenida. Apiñada junto a las mohosas paredes, la inmundicia, húmeda y repugnante, flanqueaba el lugar y lo impregnaba de un olor nauseabundo. Deshechos, orines, excrementos... Las fosas nasales del lasombra, tras el éxtasis vivido momentos antes en el interior del edificio, ahora se estremecían asqueadas ante tal repulsión.

Tras mirar a un lado y otro y comprobar que, salvo un sarnoso gato callejero que rebuscaba entre la basura, no había nadie presente, Bill cruzó el asfalto y se acuclilló ante los restos de la desgraciada prostituta. La parpadeante bombilla de una desvencijada farola arrojaba luz sobre la gran cantidad de agujeros y protuberancias que el desfigurado y sanguinolento rostro de la mujer presentaba. Sin lugar a dudas, aquella desdichada se había llevado la peor parte en la paliza. El lasombra no tuvo más remedio que hacerse con el bolso que el cadáver tenía enrollado en el brazo con la vana esperanza de encontrar algo en su interior que le dijera quién tenía ante él. Y es que, con la intención de ejercer mayor control sobre sus vidas, la documentación de todas las chicas que quedaban bajo el control de su manada era requisada y puesta a buen recaudo, permitiendo así que estas asumieran una desamparada situación de anonimato que facilitaba mucho las cosas cuando a alguna de ellas se le pasaba por la cabeza cambiar de vida.

No obstante, por fortuna, Bill tardó poco en encontrar lo que andaba buscando. Entre condones y lubricante, apareció la foto arrugada de una joven sonriente sosteniendo en su regazo a un bebé de pocos meses. El vampiro creyó reconocer a Lupita, una de las muchas chicas de su rebaño procedente del sur de Norteamérica. A parte de recordar su origen, posiblemente México, el vampiro no era capaz de dar más datos sobre ella. De hecho, desconocía por completo que la desgraciada hubiera dejado tras de sí descendencia.

Sin prestar mayor atención a la foto, el lasombra continuó rebuscando en el bolso hasta dar con la cartera de la difunta. En su interior, junto algunos dólares arrugados y varias tarjetas de metro, encontró, plastificada y encajada en un estrecho compartimento, algo parecido a una de esas estampitas que las iglesias reparten de forma gratuita entre sus feligreses. La imagen huesuda de una santa esquelética vestida con un manto rojo y coronada por una refulgente luz se presentaba majestuosa y a la vez agorera. Bill giró la imagen y buscó en su reverso. En él pudo leer impresa una dirección: Parroquia del Cristo Redentor. Avenida 7, 185. Lachine.
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Re: [Racconto] Lachine Connection

#5

Mensaje por valafor » 17 Jul 2021, 11:31

El Lasombra seguía hurgando en las pertenencias de la chica cuando, de repente, sintió que algo le golpeaba en la espalda con impertinencia.

—¡Tú, mamonazo! Vete de mi callejón cagando leches si no quieres que te parta esa cara de maricón que tienes.

Al girarse descubrió la figura encorvada de una anciana que agitaba amenazante un palo de golf cubierto de barro. Vestía un gran abrigo de apelmazado pelo marrón, unos pantalones de pana negros y una sudadera de los Montreal Canadiens. A su espalda, atiborrada de cachivaches, una abultada mochila de montaña pendía con la mayoría de sus costuras levantadas.

—No voy a permitir que nadie me llene la casa de putas muertas. ¡Vete! ¡Vete, joder!

Sin prestarle más atención, Duffy se dio media vuelta y dejó a la vagabunda lanzando improperios al aire.
Última edición por valafor el 17 Jul 2021, 13:07, editado 1 vez en total.
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Re: [Racconto] Lachine Connection

#6

Mensaje por Corso » 17 Jul 2021, 11:37

Exterior de la Parroquia del Cristo Redentor. Avenida 7, 185. Lachine.

Bill fue caminando hasta la iglesia a paso ligero, pero sin excesiva urgencia. ¿Por qué hacerlo? Ninguna de las putas iba a suponer ya más problema que el de ser respuestas como un pack de Flying Monkeys caído al suelo en una licoreria. Y si algo había en Lachine eran putas y cerveza, al menos a los ojos ciegos de los borregos.

Así que, Bill fue caminando hasta la iglesia sin excesiva urgencia, pero a paso ligero. Y era así porque, en honor a la verdad, sabía que Kenneth se iba a pillar un cabreo de cojones. Zorras y cerveza, sí, pero eso suponía dominio y unos cuantos litros de sangre; todo ello con copyright de los Fundadores. El que uno de sus cofrades hubiese perdido la perspectiva de aquello, fuese por lo que fuese, ponía en evidencia que incluso en casa de Stone podían crecer los enanos; algo que en esos momentos de guerra contra los setitas no se podía - ni debía - tolerar por más de una razón.

Cuando el lasombra estuvo frente a la parroquia, buscó por instinto el lugar más oscuro de sus aledaños en el que resguardarse de la vista y prestar atención. Solo tuvo que olfatear el aire que circulaba alrededor del edificio para volver a encontrar la estela de sangre que había dejado L.J. a su paso. «La has jodido, pero bien, capullo».

Tenía que ser sincero, llegar a esa conclusión le escocía un poco. No tenía dudas sobre el potencial del hispano - maldito fuese, incluso había mostrado cierta vehemencia ante la cofradía en que se le hiciese pasar por el rito de creación -; pero cada noche confiaba menos en que fuese capaz de poder canalizar ese potencial como se esperaba de él. Mientras pensaba en aquello, la sombra de la enorme cruz que coronaba la parroquia se proyectó sobre su rostro apenas iluminado rompiendo su expresión en cuatro. «Qué diferentes los dos, y qué distintos los caminos por los que habían transitado sus almas hasta convertirse en seres inmortales», una reflexión que ni servía de excusa, ni de consuelo.

Un fuerte ruido en el interior del edificio llegó a oídos de lasombra, que sin perder más tiempo se dirigió a la puerta principal.

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Re: [Racconto] Lachine Connection

#7

Mensaje por valafor » 23 Jul 2021, 10:53

Bill empujó la puerta de cristal traslucido del recinto y tras ella encontró una amplia y enmoquetada sala iluminada por media docena de parpadeantes fluorescentes. A diferencia de las majestuosas y añejas iglesias de Montreal, cuya grandeza otorgaba a la urbe el sobrenombre de "La Ciudad de los Mil Campanarios", la Parroquia del Cristo Redentor no era más que la modesta planta baja de un destartalado edificio consagrada a la oración en una de las zonas más peligrosas y carentes de servicios de la ciudad.

Sin lugar a dudas, la gran cruz de plástico y hierro oxidado que sobresalía de la fachada justo encima de la puerta principal del local había llevado a más de uno al equívoco, por asemejarse al distintivo que identifica a toda farmacia. Por fortuna, el rótulo luminoso de grandes letras negras sobre fondo blanco que coronaba la entrada y en el que se podía leer el nombre de la parroquia dejaba bien clara la actividad que se ejercía en el interior de aquel inmueble.

El Lasombra se topó en el interior del local santo con una docena de personas, mayoritariamente mujeres de mediana edad y de ascendencia hispana, que distribuían afanosas por todo el espacio sillas plegables encaradas hacia una tarima de madera situada en el fondo de la sala. A los lados, algunas personas más montaban mesas a partir de tablones y caballetes para, acto seguido, cubrirlas con fuentes y bandejas llenas de comida. En un rincón, un par de jóvenes trataban de levantar una contundente plancha de madera que, por lo visto, debido a un descuido, acababa de precipitarse contra el suelo. Al acto, Bill comprendió que el ruido que había podido percibir desde el exterior había sido provocado por aquel pesado trozo de madera.

—Buenas noches, hermano. ¿Vienes a misa?

A espaldas del vampiro, un hombre de baja estatura, tez morena y alzacuellos sobre camisa negra sonreía con amabilidad al recién llegado mientras le extendía la mano.

—Soy el padre Ramiro Espinosa. ¿Y tú?
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Re: [Racconto] Lachine Connection

#8

Mensaje por Corso » 26 Jul 2021, 18:28

Bill observó al sacerdote durante unos segundos, en silencio, recorriendo con parsimoniosa atención la distancia que separaba la punta de su sacra nariz de la santurrona mano que le ofrecía. Casi podía sentir el aliento de la bestia soplándole en la nuca, susurrándole al oído como una ramera lujuriosa que agarrase aquel brazo y lo doblase hasta que el cúbito quedase expuesto frente a sus feligreses; pero sería una forma demasiado manida de aterrorizar a la congregación. Demasiado poco...original, como medio para alcanzar ese fin.

Hacía ya tiempo que su sire, y podía llegar a ser muy vehemente en esos términos, había dispuesto que su ética «nihilista» empezara a anidar con fuerza dentro de Bill. Tan vehemente que hasta sus hermanas, Las Viudas, iban con pies de plomo en su afán por tentar y atraer al cachorro de Stone a su catártico código moral.

No era de extrañar para con quien desde su más tierna infancia mortal había sido educado para elevarse por encima de las éticas y doctrinas mundanas, de las falsas divinidades, de todo lo banal e insustancial que llevaban adherido. Primero bajo el ala de sus progenitores biológicos, y llegada la hora bajo el oscuro manto del Supremo del Culto de la Hermandad del Éxtasis, Kenneth Stone; a la postre su mentor en la noche eterna. ¿Acaso unos y otro no habían sido «padres» para el muchacho? Se podría decir que ya desde la cuna la marca del lasombra había echado raíces en el alma de William, sellando en gran parte su destino.

Ahora, a las puertas de un siglo de existencia, aquel primer ángel negro engendrado dentro del culto ya estaba preparado para aceptar totalmente su condena -no, obligación- como agente de la perdición, como el propio ductus de los Fundadores hizo centurias atrás. Kenneth Stone era un referente entre los cainitas que seguían los preceptos de la vía de la noche, y por ende, para algunos - incluso dentro del clan - poco menos que un monstruo. Un monstruo que desde que Montreal había caído en manos de la Espada se había hecho temer, pero también respetar por sus actos y logros como sabbat y custodio de la Ciudad de los Milagros Negros.

«Esos que nos llaman monstruos no comprenden que la no-vida es solo otro estado de su propia perdición. Nuestro propósito, cachorro, es azotar la tierra y no dejar a nadie libre de esa mácula. Tienta, aterroriza. Experimenta todas las sensaciones posibles de dolor y terror en tu alma condenada, y después innova e inspira a los demás proyectando ese sufrimiento sobre ellos; hasta que alcancen a abrazar su propia condena. Ese es nuestro deber, nuestro sino. Cuando lo hagas, los débiles fracasarán, pero regocíjate de aquellos que sean templados por la prueba, pues esos serán los fuertes y los merecedores de la inmortalidad.

Nos llaman monstruos, pero aquellos que no contemplan todo el potencial de la no vida para llevar a cabo éste único propósito de nuestra sangre y condición, son ovejas sin pastor que solo valen para el matadero. Y ahora ven conmigo, voy a hacer que tu carne sufra aquello que has de dispensar».


El lasombra había reconocido en su progenie sus propias oscuras pasiones la misma noche en la que fue bautizado por la comunidad sabbat como El Martillo de Montreal, y desde entonces, Stone, había decidido mostrarle el camino por el que pudiese entregarle su oscuridad interior al mundo. Los mecanismos que había utilizado para ello quedaban entre mentor y novicio.

- «Soy el padre Ramiro Espinosa. ¿Y tú?»

- Yo, el demonio - pensó el lasombra sin ningún tipo de ironía, impostura o sarcasmo.

- Es justo lo que me ha traído aquí, Padre; la misa. De hecho, vengo a pedir por el alma de un par de ovejas descarriadas.

Duffy estrechó al fin la mano del sacerdote, y al retirar la suya dejó en ella dos trozos de papel. En el primero el Padre Espinosa pudo ver la imagen de Lupita meciendo en brazos a un bebe cuya cara estaba oculta por una pequeña mancha oscura, ya reseca. En la segunda, la estampita de la Santa esquelética. Cuando la vista del párroco volvió a encontrarse con los ojos de Bill, sintió como estos le atrapaban de una forma que no había experimentado hasta ahora, como si la voz del recién llegado nublase su voluntad, como si su mente fuese arcilla en las manos del tipo con aspecto de vagabundo.

- La primera de esas almas ya se está pudriendo en el infierno. La que me interesa es la segunda, aunque me temo que ya está condenada y poco puedes hacer tú más allá de guardarte de ella. Esa otra alma responde al nombre de Little Jay, y solo yo puedo absolverle o crucificarle por sus pecados. Así que, así están las cosas, padre. Dime, ¿Está aquí mi hermano?

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Re: [Racconto] Lachine Connection

#9

Mensaje por valafor » 28 Jul 2021, 11:34

Los ojos del religioso quedaron atrapados en las profundas pupilas del lasombra durante largo rato. La sonrisa afable con la que el padre Espinosa había recibido momento antes al vampiro permanecía en su rostro, pero ahora era una mueca carente de expresividad. El enrojecimiento de sus conjuntivas no se hizo esperar tras tantos segundos sin la necesaria lubricación del pestañeo y un débil temblor facial empezó a contraer sus mejillas.

—Hace un par o tres de meses que no viene. No sé dónde está.

Tras ellos, la organización de la santa misa seguía su curso. A pocos metros, un par de mujeres llenaban una bandeja con bocadillos mientras charlaban de forma distendida. Una de ellas, alta y de pelo rizado recogido en un coletero de vivos colores, señalaba malhumorada al techo mientras la otra, algo más baja y de ligero sobrepeso, asentía a las palabras de su compañera.

—¿Sabes que otra vez se nos han colado ratas en la bohardilla? Allá, en el almacén, pude escucharlas sobre mi cabeza. Si nadie hace nada al respecto, tendremos que hacerlo nosotras. ¡Santo Cristo! ¡Como siempre!
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Re: [Racconto] Lachine Connection

#10

Mensaje por Corso » 06 Ago 2021, 08:56

- Ya veo...- el lasombra siguió poseyendo la voluntad del sacerdote unos segundos más, intentando asegurarse de que entre sus palabras no cabía la duda, ni la mentira. Quizás, si no se hubiese fijado en aquel pequeño temblor, hubiese aflojado la presa. Quizás, si el nimio espasmo no hubiese estado acompañado fortuitamente del comentario de las dos mujeres a su espalda, hubiese creído al padre Espinosa. Incluso, quizás, si el «pequeño puerco irlandés» nunca le hubiese hablado de la llama con la que la fe insufla de valor ciego los corazones y almas mortales, Bill hubiese dado media vuelta y habría abandonado la parroquia.

Pero Cillian, estrechamente ligado a la eterna lucha entre Dios y el Diablo, le había contado más de una vez y por propia experiencia, que en el mundo había algunas personas que debido a una fuerte fe religiosa podían combatir los efectos de la dominación; o en cualquier caso, resistirse a ellos. Eran extremadamente escasas, sí, pero las había. Y en ese momento, él debía asegurarse de que el buen pastor que tenía delante no entraba en tan selecto grupo. ¿Hasta qué punto podía fiarse de la palabra de un hombre al servicio de la religión bajo aquella premisa?

- Lástima, Padre. La misa, entonces, va a tener que retrasarse. Hasta que le encontremos.

Duffy consideró durante unos segundos hacer uso de su poder sobre las sombras para poner la iglesia patas arriba, y azuzar, así, a cualquier tipo de rata escondida en sus rincones. Incluso sopesó un instante, mientras mantenía la mirada sobre el mortal, degollar a las dos beatas delante suya como un rudimentario polígrafo que le sacase de dudas respecto a la supuesta sinceridad del latino. Era más, coqueteó con esas ideas y pensó que quizás lo haría, solo por las molestias prestadas de buscar a L.J. Desangrar a los feligreses y quemar hasta los cimientos el pequeño santuario, bien podría ser el inicio de su escarnio. Estuviese, o no estuviese, allí.

- Paso a paso - finalmente decidió seguir una vía menos directa, y sin replegar la voluntad sobrenatural que buscaba ejercer sobre Espinosa, le ordenó, sin ningún tipo de inflexión en el tono, que le abriese camino hacia el foco de los ruidos mientras auscultaba con ojo de cirujano si la actitud del sacerdote obedecía a una genuina sumisión, o si por el contrario era la mera pose de aquel que vela por la protección de su rebaño.

- Creo que tus hermanas están hartas de que se os cuelen alimañas. ¿Sabes? A mi me pasa algo parecido. Llévame a la bohardilla, solo para estar seguro de que tu palabra vale el alzacuellos que cubre tu blanda garganta. Ya conoces el dicho, "hasta de las ratas blancas, sale alguna canela".

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