[Recurso] Los Hombres Grises

Avatar de Usuario
Alexander Weiss
Bibliotecario de Webvampiro
Bibliotecario de Webvampiro
Mensajes: 16269
Registrado: 14 Jul 2019, 01:15

[Recurso] Los Hombres Grises

#1

Mensaje por Alexander Weiss » 17 Sep 2019, 23:42

De: Superviviente313 Para:x[email protected] Asunto: Los Hombres Grises escribió:


En primer lugar, saludos. Descubrir este sitio ha sido la última de toda una serie de sorpresas que he recibido en los últimos años desde que ocurrió…aquello. Bueno, supongo que todos sabéis a que me refiero o lo habréis hablado entre vosotros. Me refiero al momento en que comenzasteis a sentir las voces, las visiones, los avisos o cualquier otra cosa que despertó dentro de vuestras cabezas y os dijo que el mundo en el que creíais ocultaba cosas que nunca habíais creído. He hablado con otros compañeros que me han hablado del poder de Dios, un mecanismo de defensa del subconsciente universal de la humanidad, que hemos conseguido librarnos de la influencia anuladora de los chips con los que los gobiernos del mundo nos mantienen ignorantes de los peligros que nos acechan y de la verdad…pero estoy divagando.
Ocurrió durante el verano de 1999. Por aquel entonces había terminado mis estudios de informática en una academia de Pittsburg. Estaba celebrando el fin de curso con mis compañeros cuando recibí la noticia de que mis padre, un granjero de Pietyville, un pueblecito de Ohio, había muerto en un estúpido accidente de tráfico provocado por un conductor borracho.
He de decir que mi madre había muerto tras darme a luz, y como mi padre no podía encargarse de mí, fui educado por mi tía paterna y su marido en Pittsburg, por lo que mantenía poco contacto con mi padre, salvo periódicas visitas durante las vacaciones de navidad, pero en general puedo decir que crecí bastante distanciado de él.
Cuando recibí la noticia de su muerte, yo y mis tíos viajamos a Pietyville para el funeral, pero debido al inevitable papeleo y a un abogado bastante incompetente tuve que quedarme durante varios días para arreglar los papeles de la herencia mientras el resto de parientes volvían a casa. De todas formas, cuando terminé con los embrollos burocráticos tenía todo el verano por delante, y la granja paterna para mí solo, y no se me ocurrió mejor cosa que pasar unos días por el pueblo, y quizás encontrar a alguien que estuviese dispuesto a comprar las tierras y la granja que había recibido en herencia.
Mi inesperado legado consistía en una casa de dos pisos de madera, construida a principios del siglo XX, y con un anticuado sistema de electricidad y agua, y con un mobiliario que había sido ocupado por un soltero durante cerca de veinte años…La granja se completaba con un granero adyacente y ambos edificios se encontraban en medio de varias hectáreas de mi propiedad cultivadas con maíz hasta donde alcanzaba la vista.
En el primer día ya había conocido a casi todo el pueblo, una rústica comunidad de descendientes de emigrantes escandinavos e irlandeses, que al principio juzgué bastante tímidos, pero según supe después guardaban cierto temor hacia mi padre, al que consideraban una especie de chiflado excéntrico. Sólo el dueño del bar se mostró lo suficientemente comunicativo diciendo que mi progenitor se había visto afectado por la muerte de mi madre y que la soledad lo había vuelto cada vez más loco con el paso de los años…y que en cierta manera el accidente había sido una liberación para él. Aparte de esta conversación, un rápido paseo por una vetusta y bonita iglesia del siglo XIX, una hamburguesería O´Tolleys, un cine desvencijado dentro de un granero y un improvisado campo de fútbol completaban los atractivos turísticos de Pietyville.
Decidí que regresaría a Pittsburg al día siguiente en autobús y regresaba para dormir en la granja ya entrada la noche cuando de repente vi varios resplandores entre el maíz. En principio pensé que tal vez se trataría de algunos adolescentes del pueblo buscando un lugar discreto donde fumar marihuana, picarse o tal vez echar un polvo rápido, cuando de repente las luces se alzaron y comenzaron a girar. El coche se detuvo y las luces comenzaron a acercarse a toda velocidad hacia mí…estaba completamente aterrado y paralizado sin poder hacer nada más que mirar aquellas esferas de luz blanca que se dirigían directamente hacia mí, pero a unos cien metros giraron y se introdujeron entre el maíz, apagando por completo su luminosidad.
Tarde un par de minutos en salir de mi estupor y correr hacia la granja, que ya se encontraba cerca, y cerrar rápidamente la puerta a mi espalda. En esos momentos me pareció escuchar unos murmullos, quizás unas risas. Por un momento pensé que me habían gastado una broma…pero aquellas risas no podían brotar de una garganta humana. Miré por la ventana pero sólo vislumbraba las sombras de las plantas de maíz, meciéndose inocentemente por la brisa nocturna.
Al día siguiente no salí de la casa hasta que el sol estuvo bien alto. Cogí una de las escopetas de mi padre, que afortunadamente tenía una buena provisión de armas de fuego –parecía que en su retiro había sido afectado por la paranoia- y la cargué con varios cartuchos, que habían sido manipulados de forma bastante tosca, aunque en aquel momento no supe los motivos.
Me adentré con mi arma entre la espesura del maíz, y debo decir que salvo el sonido del viento, no se escuchaba nada, lo que contribuyó a ponerme especialmente nervioso. Seguí más o menos la trayectoria que habían recorrido las luces y a unos doscientos metros del camino principal me encontré estupefacto con que durante la noche había aparecido un círculo entre las plantas de maíz, con una perfección insólita, con unos veinte metros de diámetros. A poca distancia había otro y creí atisbar otro más allá.
Hacía tiempo que había leído algo sobre la aparición de círculos y extrañas figuras geométricas en campos de cultivo en Estados Unidos y otros lugares del mundo. Han surgido distintas teorías en torno a cómo se ha formado, desde granjeros bromistas a extraterrestres. Estaba dispuesto a creer que estaba siendo víctima de una broma o de un elaborado engaño, pero en aquel momento el vello de mi cuerpo y el pelo de mi cabeza se erizaron, como si estuvieran recibiendo una corriente eléctrica. Al mismo tiempo noté un repentino movimiento entre el maíz y me sentí observado. Levanté la escopeta y comencé a retirarme hacia la seguridad de la granja, donde subí al piso superior y con unos prismáticos que tenía mi padre en su habitación pude observar los círculos entre el maíz.
No estaba engañado. Algo se movía corriendo entre las plantas, pero no llegué a verlo, aunque parecía algo pequeño, quizás un niño. Por un momento pensé que se trataba del bromista responsable de los círculos concéntricos hasta que me di cuenta de que nadie podía moverse tan rápido. Pronto otro “algo” comenzó a correr en zigzag entre el maíz, agitando las plantas a su paso, y poco después otro.
Me retiré de la ventana cuando las criaturas parecieron acercarse a la casa, pero en ningún momento salieron de entre las plantas ni me permitieron descubrir su verdadera naturaleza. Estaba dispuesto a irme cuanto antes, por lo que encendí mi ordenador portátil y eché un vistazo al archivo del horario de autobuses. En ese momento la pantalla del ordenador titiló y se apagó y unas palabras comenzaron a desfilar por la pantalla.

SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS SECUESTRANALAGENTEYSELACOMENDEBESDETENERLOS

Mi primer pensamiento es que de alguna manera me había vuelto loco. Tal vez la soledad de la casa que había afectado a mi padre también estaba haciendo lo mismo conmigo, sin embargo, al mismo tiempo tenía la sensación de que debía hacer frente a aquellas criaturas. No sé cómo explicarlo, aunque según me han dicho posteriormente por Hunternet varios compañeros han sufrido experiencias similares durante el momento del “Despertar” o la “Revelación”.
No sabía cómo enfrentarme a aquellas cosas que ni siquiera había visto, por lo que revisé la casa a fondo. Como había planeado venderla a la primera oportunidad no había hecho un examen a fondo, pues sabía que mi padre nunca había nadado precisamente en la abundancia ni me esperaba encontrar un tesoro oculto. Sin embargo, al abrir la puerta del sótano me llevé una sorpresa.
En su soledad mi padre había convertido el sótano en un improvisado bunker. El suelo y las paredes estaban recubiertos de planchas de hierro, manchado por el óxido en varias partes. Había varias latas de conservas variadas, cajas llenas de armas y munición manipulada, en un rincón había un improvisado y sucio camastro junto con varias botellas vacías de whisky y una pila de novelas baratas y revistas pornográficas y en fin, todo el material posible para resistir un asedio en solitario.
También encontré un bloc de notas burdamente garabateadas que mi padre había utilizado como diario para escribir sus delirios y tal vez para desahogarse de su soledad y que me resultó bastante revelador. En medio de distintas obscenidades y toscos dibujos había constantes referencias a los “Grises” que “aplastaban el maíz” y “reían durante la noche”. Aunque la atroz escritura era difícil de comprender sí entendí lo suficiente como para llegar a varias conclusiones.
1) Las criaturas habían aparecido poco antes de la muerte de mi madre. Mi padre las culpaba de haberla asustado una noche, provocando mi nacimiento prematuro que la llevó a la tumba.
2) Su presencia estaba precedida por la aparición de las extrañas luces y los círculos en el maíz.
3) Las había vigilado y una noche una de ellas se le abalanzó encima, arrancándole dos dedos de un mordisco. Fue entonces cuando pudo verla. Decía que eran unos humanoides grises y feos, con piel lisa como las ranas, enormes ojos negros y una boca completamente redonda…y llena de dientes afilados. Consiguió sacárselo de encima con un disparo de su revólver, la criatura, herida, se metió entre el maíz, y mi padre no quiso seguirla.
4) Las criaturas no se atrevían a acercarse a la casa. Al principio no sabía por qué, pero una noche descubrió que una de ellas tocaba el alambre de espinos y soltaba un grito de dolor. Parece que el hierro las afectaba. A partir de entonces mi padre comenzó a construir su refugio con planchas de hierro, clavó varias herraduras en las paredes y enterró polvo de hierro alrededor de la casa. También comenzó a elaborar balas especiales con la punta bañada de hierro.
5) Los habitantes de Pietyville parecía desconocer aquellas cosas, aunque los más viejos hablaban de “duendes” y “trasgos” que de vez en cuando hacían desaparecer el ganado o incluso algunos niños. Mi padre creía que todas aquellas tonterías de los viejos en realidad encubrían las visitas de una civilización extraterrestre.
6) Mi padre había permanecido asediado durante años. Gracias a sus precauciones las criaturas nunca llegaron a acercarse a su refugio, aunque afirma que en alguna ocasión algún alienígena atrevido había conseguido saltar el alambre de espino y había entrado a través del desván, pero nunca fueron capaces de pasar al sótano. Mi padre en ocasiones les había disparado y presumía de que había matado al menos a dos. Nunca encontró los cadáveres.
Armado con este conocimiento, decidí quedarme durante algún tiempo, al menos hasta que pudiera encontrar ayuda para deshacerme de aquellos seres. Como ya he mencionado, sentía que era mi responsabilidad salvar a la gente de Pietyville y del mundo de aquella amenaza. Por mi parte y a partir de las desordenadas notas de mi padre consideré que sin duda los extraterrestres debían llegar a bordo de sus naves o quizás utilizaban campos teleportadores para desplazarse, dejando aquellas marcas entre el maíz. Posiblemente los humanos fuesen su cosecha pero en principio se limitaban a actuar en lugares marginales o apartados como Pietyville para no despertar una excesiva alarma.
Los siguientes y enloquecedores pensamientos fueron hacia lo que me estaba ocurriendo. ¿De dónde venía el aviso del ordenador? Más allá de que me estuviera volviendo loco pensé que tal vez los propios extraterrestres me estuvieran manipulando ¿pero qué sentido tenía? Llamé a casa de mis tíos en Pittsburg desde mi móvil y les dije que regresaría pronto a casa. Había decidido que antes de actuar me prepararía en lugar de convertirme en un ermitaño paranoico en medio de aquella granja aislada en medio de los campos de maíz.
Cuando regresé a Pittsburg busqué información en la red, y encontré a Hunter-net y a RatóndeBiblioteca, lo que en cierta medida consiguió apaciguar mis temores y confusiones y supe que no estaba solo. Durante el mes siguiente me preparé concienzudamente antes de regresar a la granja y comenzar mi particular caza, gracias a los testimonios de muchos de mis compañeros. Todavía era reticente a compartir mi responsabilidad, pero antes de recibir ayuda quería aproximarme a mi objetivo por mi cuenta. Me excusé ante mis tíos diciéndoles que había encontrado un trabajo en Pietyville durante el verano, y que aprovecharía la granja de mi padre para vivir en ella antes de venderla.
Debo decir que efectivamente, las criaturas se mantenían apartadas de la granja, pero parece que el hecho de que volviera a ser ocupada no les gustaba nada. Las luces aparecían casi siempre de noche, pero en alguna ocasión pude ver los resplandores que anticipaban su aparición de día. En los primeros días se mantuvieron alejados, pero cada vez se volvieron más atrevidos. Al sexto día uno se atrevió a salir del campo de maíz y se acercó a la alambrada que rodeaba la granja. En efecto, tal y como había dicho mi padre era un pequeño humanoide oscuro que saltó la valla sin tomar impulso con un salto de casi dos metros. Cuando aterrizó en el interior del recinto comenzó a correr y chillar como un loco, con un extraño sonido gutural, como si estuviera sufriendo un daño. Dio un nuevo salto y lo perdí de vista, pero pude escuchar como sus pies resonaban contra el tejado.
No pudo entrar, pues mi padre había tenido la precaución de poner barras de hierro en el marco de las ventanas, pero comenzó a golpear las tejas una y otra vez, con un ritmo frenético con el que indudablemente trataba de provocarme y sacarme de quicio. Decidí que había llegado el momento de enfrentarme cara a cara a esa criatura y salí al exterior con la escopeta cargada. Encendí la luz del porche y salí con cuidado, pero poco a poco me fui adentrando más allá del espacio iluminado. Me había provisto de un chaleco antibalas que había rellenado con polvo de hierro y con unas gafas de infrarrojos para poder moverme en la oscuridad. Entonces vi que había al menos otras seis criaturas de pie más allá de la alambrada, justo en el borde del campo de maíz. No podía verlos directamente, pero las gafas de infrarrojos me mostraban su contorno.
En ese momento, y con un aullido gutural, la criatura del tejado se lanzó al ataque y saltó sobre mí. Apenas tuve tiempo de girarme y lanzar un disparo que erró el blanco. El ser me agarró y me derribó y sus garras arañaron mi pecho. Sin duda alguna mi adversario había pensado en utilizarme como amortiguador para evitar tocar el suelo sembrado de polvo de hierro, pero mi chaleco relleno le obligó a soltarme con un alarido de sorpresa y rabia.
Con el impacto mis gafas habían caído al suelo, pero con la luz indirecta del porche pude contemplar horrorizado a lo que me enfrentaba. Mi agresor era un hombrecillo de color gris oscuro, con un rostro ovalado y con unos enormes ojos negros semejantes a los de un insecto y carentes por completo de toda emoción. Al gritar su boca se había abierto en un círculo perfecto y rodeado de dientes como agujas, semejantes a la boca de una lamprea. Era completamente escuálido y su cuerpo era alargado, con cuatro dedos en manos y pies terminados en garras afiladas. Carecía de sexo aparente.
Tras soltarme dio un respingo hacia atrás, pero comenzó a revolcarse y retorcerse en contacto con el suelo. Comenzó a arrastrarse hacia la alambrada pero no le di tiempo. Cogí la escopeta y le disparé con seguridad por la espalda, alcanzándole en la base del cráneo. Se derrumbó en silencio y sus compañeros también callaron.
Me acerqué para ver mi objetivo, y le di la vuelta con el pie, al tiempo que mantenía la escopeta apuntando hacia su rostro y para mi sorpresa, noté que su cuerpo parecía difuminarse y encogerse, su piel se aclaraba y cambiaba de forma.
En apenas unos segundos tenía ante mis ojos el cuerpo desnudo e inerte de un niño de unos doce años con los ojos aterrorizados y una expresión de dolor en su rostro, la sangre manchaba su boca, que había atravesado mi bala.
Sin embargo, la muerte de su compañero había enfurecido al resto de las criaturas, que comenzaron a aullar y gruñir con furia contenida y saltaron la alambrada al unísono, listas para matar. Eran quizás una docena, y comenzaron a rodear la granja. Sus pies parecían humear al contacto con el suelo, pero pude ver que eran capaces de contener su dolor y avanzaban hacia mí. Una de ellas me lanzó un extraño disco de metal. Pude evitarlo a duras penas e impactó en el tejado, donde levantó varias tejas antes de regresar. Comencé a retroceder hacia la seguridad de la casa, disparando contra las criaturas, que consiguieron evitar las balas, aunque creo haber herido por lo menos a otras dos antes de cerrar la puerta y atrincherarme en el sótano.
Afortunadamente, la prioridad de aquellos seres era recuperar el cadáver de su compañero, pues no volvieron a molestarme en toda la noche y cuando me aventuré fuera de mi refugio a la mañana siguiente habían desaparecido con el cuerpo muerto.
Sólo puedo teorizar que estas criaturas de otro mundo no pueden deambular libremente en el nuestro, debido quizás a que su naturaleza alienígena y extraña no está adaptada a nuestra atmósfera ni ambiente, por lo que deben utilizar cuerpos humanos como “trajes” para poder desplazarse. El hierro de alguna manera altera esta conexión. Me atrevo a creer que muchas de las leyendas sobre hadas, duendes y trasgos que son afectados por el hierro en realidad ocultan el hecho de que existen una serie de criaturas extraterrestres que han visitado nuestro planeta desde hace mucho tiempo, utilizándonos como comida, aunque quizás también con fines experimentales o desconocidos. Tal vez los relatos sobre abduciones o visitantes extraterrestres sean sólo la punta del iceberg de una realidad mucho más siniestra, y quizás el preludio de toda una invasión a largo plazo.
Tras este primer encuentro consideré que era muy posible que las criaturas regresaran para vengar a su compañero y quizás mejor preparadas y decididas a eliminar una potencial amenaza. Decidí no darles una nueva oportunidad y tomé el autobús de regreso a Pittsburg. Espero haber cubierto bien mis huellas. En cualquier caso, estoy preparando una nueva incursión, pero en esta ocasión necesito ayuda. Sé que muchos estáis persiguiendo vampiros, hombres lobo y fantasmas, pero creo que la amenaza extraterrestre no debe ser subestimada. He estado consultado la red virtual y de la misma forma que en Pietyville existen otros pueblos donde han aparecido círculos concéntricos que creo que sería interesante visitar.
Saludos a todos, y buena caza.

Editor completo

Volver a “Cazador”