La cara de Chiara trata de permanecer tranquila, impasible ante la nueva información. Pero una chispa de miedo cruza sus ojos y parece que durante unos instantes vaya a decir algo. Abre la boca, pero casi de inmediato la cierra y mira de reojo a su jefe, que sigue hablando con Franz. Un segundo después, vuelve a presentar una expresión afable, servicial y profesional...pero Marga, que la conoce, no le cuesta reconocer que le oculta algo.
- ¿Damià Grifols? -dice, en tono distendido- Apuntas alto, Marga. Te sabía capaz, pero me sorprendes positivamente. Te felicito. En cuanto a mi benefactor...Yo sirvo a mi familia. Y siempre lo haré, hasta el fin de mis días. E incluso más allá.
El tono de la mujer es un tanto tenebroso, como si hubiese hecho una broma que sólo ella entiende.
Durante unos instantes, Fenoll parece fruncir el ceño, descontento con la respuesta evasiva. Cierta tensión se respira alrededor de las tres figuras, como si el Príncipe fuese capaz de generar una nube de malestar de manera inconsciente. Isabel levanta la vista y mira preocupada al escritur justo antes de volver a fijar sus ojos en la punta de sus zapatos, tocándose las manos con los nervios a flor de piel.
Pero el posicionamiento final, aunque leve, parece contentar a Eduard y toda esa tensión desaparece, casi como si nunca hubiese estado ahí.
- Correcto -dice, y Gonçal no sabe si es que le da la razón o si le indica que ha pasado una prueba, aunque sea por poco- Hay quienes se empeñan en creer que una bota en el cuello es efectiva. - lanza un suspiro desganado- Muchos de los nuestros insisten que al convertirse en lo que somos, abandonamos los intereses mortales y pasamos a una política que no es humana. Pero yo no creo eso. Es absurdo creer que aquello que nos ha moldeado en vida no va a afectarnos en la muerte, aunque sea de una manera...diferente. Y los que opinan que el látigo es más efectivo que el contrato o la palabra, están condenados a una vida medieval en un mundo que ya les ha olvidado.
La última frase puede ser poética o puede ser una referencia a Llàtzer. Gonçal tiene que decidirlo por sí mismo, pero es obvio que ha apuntado bien en su discurso. Ahora sólo tocaría seguir por ahí y esperar que el Brujah no tome represalias por acercarse al Ventrue.
- Imagino que te ha llevado aquí una fe inquebrantable en que la no-vida es lo mejor para ti -Adán de la Cruz le sonríe, ignorando durante unos instantes a Ignasi y su encuentro con los mortales, aunque parece estar pendiente, como si creyera que algo malo va a pasar- Pero no creo que tengas muy claro lo que realmente significa "hacer lo que sea". Estás dispuesto a entregar cheques por mucho dinero y a mover tus contactos, pero eso no te supone esfuerzo ninguno. ¿Pero estás dispuesto a arrodillarte y lamer las botas de alguien a quien desprecias? ¿De sonreír con falsedad mientras te humillan porque sabes que si te quejas será peor?
El Toreador se ríe por lo bajo, como si estuviese rememorando algo. Buenos recuerdos, aparentemente.
- Por eso criaturas como Tangerine son peligrosas, Block -prosigue- Porque no tienen amor propio. Porque se arrastran por el fango y saben que tu no estás dispuesto a perseguirlas por la inmundicia. Lo que no se esperan nunca es que bajes a su territorio y te llenes las manos de suciedad, que te rompas las uñas al arrancarles la lengua. Uno no puede cazar ratas con un cheque.
De la Cruz pone sus manos cruzadas tras la espalda, como si estuviera meditabundo.
- Pero tengo curiosidad, ¿de qué recursos dispones? No puedo abrazarte, pero si puedo...hacer otras cosas por ti.
Rebecca no parece dispuesta a seguir con la conversación y el Toreador se inclina levemente a modo de despedida.
- Una pena, Rebecca -dice, sonriente- Si en algún momento cambias de opinión...
Antes de que Adán prosiga, las palabras de Luis irrumpen en el Elíseo y el Toreador mira a su compañero de clan. Parece tensarse durante unos instantes, sabiendo lo que viene a continuación. Pero no hace nada en absoluto por impedirlo.
Ignasi al principio ha mirado a Blanca y le ha sonreído, cómplice. La mujer se ha sentido como una actriz de cine que de pronto es descubierta por un gran director y que le promete el estrellado. Ha sido, durante unos segundos, la protagonista de los ojos de Fabra. En esos instantes, ella ha acariciado con la punta de los dedos la posibilidad de ser abrazada por ese ser elegante, con clase y posición, que le promete mil aventuras y noches eternas. Se ha sentido su compañera, su aliada.
Pero entonces Luis habla y el hechizo se rompe como el castillo de arena devorado por un oleaje demasiado fuerte.
De nada sirve que Blanca responda más tarde e intente alejar al Toreador. Este se pone blanco, como si de pronto perdiera todo el color. La piel se torna marmórea, los ojos se inyectan en sangre, los labios se curvan en una mueca de rabia que más parece la de un animal que la de un hombre. Unos colmillos se dejan entrever en la boca entreabierta.
Luis le ha dado la espalda y ese ha sido un error terrible.
El puño del vástago le golpea en la espalda, a la altura del corazón. Como médico, Luis reconoce perfectamente el sonido de la cuarta y quinta costilla partiéndose segundos antes de caer al suelo por el impacto y sentir el terrible dolor que le embarga. Es como sentir un cuchillo perforarle el costado y la sensación de presión le impide respirar. Con terror, se pregunta si su pulmón se habrá visto perforado, pero de rodillas y aún de espaldas no es capaz de distinguir si sus miedos se confirman.
La adrenalina corre pos sus venas al notar como Ignasi se acerca a él, el sabor de la sangre aparece en su boca, a la par que la bilis fruto del miedo instintivo. Sólo tiene que girar un poco el rostro para ver la más absoluta rabia en los ojos de aquel hombre que hasta ese instante, parecía humano.
Pero no hay Humanidad tras aquellos pozos oscuros. Hay hambre, hay odio, hay ira....hay una bestia. Y el doctor con sus palabras parece haber fustigado aquel ente que habita en el corazón de todos los no-muertos de la sala.
Todo aquello transcurre en apenas medio minuto.
El Príncipe se gira y observa, pero su única reacción es la de arquear una ceja, como si estuviese viendo como se rompe un vaso caro en vez de un costillar mortal. Isabel atrapa el brazo de Eduard y no lo suelta, atemorizada. Marta se mantiene indiferente, pero Roxanna sonríe. Damià atrapa a Santiago del brazo, impidiendo que su protegido se mueva y le hace un gesto a Marga de negación para que no intervenga. Níobe se lleva una mano a la boca con una expresión de "no" y miedo, pero se queda bloqueada, sin saber qué hacer. La pareja de Giovanni, mortal e inmortal, miran sin que nadie sepa leer sus rostros. Adán de la Cruz sonríe, como si hubiese ganado una apuesta.
El único que reacciona con instinto, es Franz.
Con alma de buen samaritano, corre hacia Ignasi y se interpone entre él y Luis. Eso le puede dar unos segundos al doctor para reaccionar, pero...sin duda, por puras que sean las intenciones del argentino, no le salvan del ataque del Toreador. Fabra desvía el ataque que iba dirigido a Luis hacia Franz y lo coge con los dedos crispados del cuello.
Los dedos del vástago se hunden en la piel del hombre y lo levanta varios centímetros en el suelo. Las uñas se clavan en la piel y empieza a sangrar muy levemente. Es apenas un rasguño, pero la fuerza de la Bestia pronto será suficiente como para arrancarle la garganta...si es que no se ahoga antes.
Luis puede huir y ponerse a salvo, pues Ignasi está distraído con su nueva víctima. Está herido y nadie se lo recriminará...salvo su consciencia, pues en su haber estará la vida del joven que ha querido ayudarle interponiéndose entre cazador y presa. Pero si intenta ayudarle es más que probable que Fabra vuelva a golpearle, esta vez de manera fatal.
Y los demás testigos...bien pueden tomar decisiones parecidas. O no hacer nada en absoluto.