[QPQ] Sesión 1

[kunekunos]

"No os negaré que mi corazón corría veloz entre cuando nos adentramos en la espesura. En lugar de sentir el calor de la naturaleza y la creación, el frío y los ojos de las criaturas nocturnas se clavaban en mi espalda mientras trataba de no quedarme atrás.

De poco les serviría el valor, la fuerza y las antorchas si lo que nos esperaba al fondo del bosque era realmente el maligno. Yo lo sabía y mis hermanos también. Por eso les seguimos en silencio, conscientes que si se confirmaban las sospechas de los aldeanos, solo nuestra fe nos protegería. La posibilidad era pequeña, pero el miedo anudándose en mi garganta era atroz.

Un sombrero. Puede ser que estuviera en el suelo. No lo vi, pero así lo anunció el alcalde.

Miré a mis hermanos, desconcertado. El padre Rupert confirmaba lo que yo mismo había observado: no había elementos rituales en la zona, el aire era fresco y olía a hierba y humedad.

Confieso que en este momento mi corazón se calmó, aunque no del todo. Los peores demonios son aquellos que no se dejan ver.

No sería mejor que ella si jurara que vi el demonio en el dedo acusador de esa niña de dientes podridos, pero la violencia de su tono de voz retumbó en mi cabeza como los mismos tambores del infierno."

- No ha terminado

Les digo a mis hermanos para que no bajen la guardia. Acto seguido les indico con la cabeza el camino que ha tomado la turba, temiéndome lo peor.

[DarkOsca]

La inmigración en esta zona provenía, principalmente, de 2 países, Reino Unido y Holanda. Pese a convivir pacíficamente, oriundos de ambos países se tenían un profundo desprecio. Las familias holandesas de esta zona se refugiaban en unas calles próximas a los muelles, vivían en su propio gueto. Interesas económicos enfrentados, motivos suficientes para odiar, para matar.

La turba llega hasta las calles de los holandeses que, temerosos, permanecen en sus casas, sin dar muestra de actividad. No va a ser suficiente defensa. Los líderes de la muchedumbre, envalentonados, golpean las puertas, acercan las antorchas a las ventanas. Poco a poco, los holandeses aparecen tímidamente en las puertas de sus viviendas.

Apenas entienden el inglés, pero eso tampoco es defensa suficiente. Señalan al bosque, les muestran el gorro, una mujer, casi una niña, todavía, se echa las manos a la cabeza cuando lo ve. Inmediatamente es prendida junto a varios otros vecinos. Los llevan a la cárcel municipal, un agujero inmundo en el que se pudren pequeños delincuentes a la espera de la justicia del Rey. Por esta noche, es suficiente.

[kunekunos]

Admito que cuando el fuego de las antorchas se acercó a las ventanas de su casa, imaginé lo peor. Estaban tan enfurecidos y las ansias de encontrar los culpables era tal, que por un momento pensé que la rabia podría con ellos y en cualquier momento las llamas de alguna antorcha arderían demasiado cerca del domicilio de aquella familia.

Por suerte, mis plegarias fueron escuchadas y la razón templó los ánimos de la turba. Mis nudillos retomaron el color y las marcas por la presión del rosario en el interior de mi mano todavía pulsaban al ritmo de mi corazón.

Rezaría por el alma de la pobre holandesa, que a penas tendría opción de defenderse sin poder hablar el idioma anglosajón. Quizás el aprisionamiento hiciera que la cólera de los colonos se calmara y su castigo no fuera tan severo, pero al mismo tiempo no podía quitarme del pensamiento los ojos inyectados de esa mujer de los dientes podridos. Su odio era primitivo, rezumaba por cada poro de su piel; y además, no era la única con esa actitud. ¿Se contentarían con una simple reprimenda?

En cualquier caso, hablaría con mis hermanos e intentaría que insistiéramos para poder entrevistar la holandesa antes del juicio. Al fin y al cabo, tampoco podíamos descartar su posible relación con algún culto satánico.

Maldije para mis adentros y luego me señé en disculpa. Éste lugar me estaba haciendo sospechar de todos y de todo. Solo esperaba ser capaz de mantener la cordura hasta que nuestro trabajo hubiera terminado.

[DarkOsca]

El acceso a los prisioneros está vetado, y sí, digo bien, prisioneros. A la niña se le suma su madre y varios otros pordioseros que han ido reuniendo a lo largo de los últimos días. Todos acusados sin motivo aparente, por el mero hecho de ser diferentes.

Esperan a alguien, vienen de la gran ciudad, dicen que ayudarán a hacer que los reos confiesen, nombran un término que resuena con un eco espectral en las paredes de la sala común. Inquisición. Hasta que no lleguen, no será posible acceder a la prisión.

Llegan de noche, algo sombrío acompaña sus pasos, son muchos, vienen con una escolta potente. Encapuchados, con hábitos negros, la comitiva viene precedida por un hombre portando una gran cruz de madera. Las antorchas iluminan la noche, el silencio es casi absoluto, hasta las bestias comprenden la solemnidad del momento. Descansan en un barracón cercano al nuestro.

[kunekunos]

Siento que solo puedo ser verdaderamente sincero a través de la pluma al escribiros éstos informes periódicos. En los últimos días he podido notar como las conversaciones en alemán con mis hermanos disminuían en su frecuencia, especialmente en presencia de los demás colonos.

Nadie nos ha dado aviso alguno, pero es evidente que el miedo va construyendo jaulas invisibles por mucho que Rupert achaque nuestro propio silencio a la precaución. No, es miedo. Nos asusta la idea, quizás no tan remota, de poder acabar como los holandeses por el simple hecho de ser diferentes. Me pregunto si ésta emoción era tan natural en éste pueblo como la niebla matutina, o si por el contario ha ido creciendo des de nuestra llegada hasta contaminarlo todo.

Los ojos necesitan acostumbrarse a la oscuridad para poder distinguir sus formas y los matices que alberga su interior. Sospecho que hemos vivido rodeados de miedo y solo ahora empezamos a ser conscientes de su contenido. La forma de la inquisición se dibuja en la penumbra.

No nos dejan ver a los prisioneros.

He insistido a mis hermanos para atrevernos a ir a conversar con los inquisidores. Teóricamente son hombres de fe como nosotros. Su perspectiva respecto al incidente nos dará solaz y calmará nuestras preocupaciones, o acostumbrará nuestra visión a una oscuridad aún mayor que nos permita ver más allá.

[DarkOsca]

De día la vida transcurre con normalidad. Los lugareños se dedican a sus quehaceres y a nosotros nos queda tiempo para recorrer las calles de la localidad y entrevistar a la gente que está dispuesta a hablar. La información obtenida no es muy grande. Los holandeses no quieren hablar. Se encierran en sus casas y evitan cualquier contacto con el exterior.

De noche, todo cambia. Gritos, acompañados de olor a carne quemada y a un extraño humo proviene de la casa dónde tienen encerrados a los prisioneros holandeses. Fuera, hay al menos siempre 2 hombres permanentemente de guardia. Intentamos hablar con ellos, no tienen intención de hacerlo. Unos pendencieros eluden la prohibición contra el alcohol y arman alboroto en la calle, increpando a los guardias. Estos, actúan de forma expeditiva propinándoles una paliza de muerte, sin usar armas. Son diestros en el arte de la pelea, muy diestros, gente peligrosa.

Insistimos en intentar hablar con los acusados, sin éxito. Nos dicen que dentro de un par de días podremos hablar con el inquisidor jefe, él será el que decida los próximos pasos a seguir.

[kunekunos]

Es extraño. Fue idea mía, pero al mismo tiempo me preocupa la idea de entrevistarnos con el inquisidor jefe.

No tengo nada que esconder a parte de éstas cartas que os escribo cada noche y que también reconozco empiezan a antojarse como un riesgo. No es que me esconda al escribir, pero a veces siento que podría enojarles a ellos leer mi interpretación de lo que aquí acontece. Claro está que no deberían poder leer nada de esto, sello cada una de mis misivas antes de enviarlas; pero como os decía en mi anterior escrito, el miedo y las sospechas se contagian más rápido que cualquier enfermedad conocida. Primero teníamos miedo de hablar entre nosotros, ahora de escribir los informes diarios ¿Qué será lo siguiente, temer nuestros propios pensamientos?

Aún quedan dos días y me siento nervioso. Me sorprendo imaginando la conversación que tendremos y las preguntas que vamos a hacerle.

Deberíamos preguntar a cerca de sus métodos de interrogar y el olor a carne quemada, también sobre su interpretación de las leyes y el funcionamiento de los juicios que van a emitir. También sobre los holandeses y el incidente en el bosque.

Cielos santo, espero reunir el valor para resolver hasta la última de nuestras dudas. Que Nuestro Señor nos ampare y proteja.

[DarkOsca]

Nos convocan de noche, de madrugada, extraño horario. Llegamos al barracón en el que tienen prisioneros a los holandeses. Todo está en un extraño silencio, la calma que precede a la tempestad. Los guardias que hay en la entrada abren la puerta, que chirría. Dentro el ambiente es nauseabundo, cargado. El aire es pesado y trae olores desagradables, a cerrado, a sudor humano, a carne quemada. Tras una gran mesa de madera, una espectral figura se presenta cómo el Inquisidor jefe. Su piel es blanquecina y macilenta. Habla entre susurros, con acento extranjero.

Es parco en palabras, pero dice que, con sus métodos de interrogatorio, ha conseguido unas confesiones firmadas que nos enseña gustoso. La condena para tales confesiones es, por supuesto, la hoguera. Defiende la dureza de su actuación argumentando que no se debe ser débil en la lucha ante el maligno. No quiere especificar el origen del horrible horror a carne quemada que lo inunda todo. Realmente todos sabemos que en esta tierra nueva, con leyes todavía por determinar, sus acciones no se podrían tachar de ilegales y si lo fueran, nadie sería capaz de enfrentarse a una fuerza tan poderosa como la Inquisición.

El juicio se celebrará dentro de 2 días, aunque no sea más que un mero trámite. Cuando finalmente se les acuse nos darán permiso para verlos y confesarlos. La preparación para las hogueras comenzará el día siguiente. Con esta cortante descripción nos hace un gesto con la mano y da por concluida su exposición. Alivio, por haber salido de allí con vida es lo primero que sentimos. Sentir el aire fresco del exterior, alejarnos de esa inmunda estancia.

[kunekunos]

Estaba demasiado nervioso como para poderlo distinguir con claridad, pero sin duda el acento de aquel hombre resultaba poco común incluso en una colonia llena de extranjeros. Cuando esté seguro que no nos escucha nadie, le preguntaré a mis hermanos si alguno logró distinguir su procedencia.

Ahora me siento enfadado. En primer lugar conmigo mismo, por el nudo en la garganta que a la hora de la verdad no me ha dejado verbalizar todas las preguntas que había estado preparando. Y en segundo lugar por la sensación de alivio.

¿Por qué me siento aliviado de seguir vivo? ¿A caso he cometido algún pecado? si mi falta fuera tan terrible, tendría por lo menos alguna sospecha de su naturaleza. No. No he quebrado las leyes de Dios ni de los hombres. He cumplido con todos los deberes que el Señor me ha impuesto y estoy siendo riguroso con la tarea encomendada. Ésta penitencia no se merece sensaciones contrariadas y sin embargo están ahí, y me enervan.

Sorprendentemente estábamos equivocados al confiar en los sospechosos pues éstos han admitido su culpabilidad en los escritos que el inquisidor nos ha enseñado. No escapa de nuestra atención lo inaudito de conseguir una confesión firmada de un delito cuya pena es la muerte en la hoguera.

Trataremos de descubrir que ha llevado a estos infelices a confesar bajo tan grave sentencia en nuestras entrevistas antes de la resolución de la misma.

Las únicas buenas noticias son que en 2 días todo habrá terminado y podremos poner rumbo de vuelta al monasterio.

Rezo por las almas de los condenados. Que Dios tenga piedad de ellas.

[DarkOsca]

Las tareas cotidianas en Salem se mezclan con la preparación del cadalso. Un gran estrado preside la plaza, los jueces estarán sentados allí. Jueces que ratificarán una sentencia que ya se ha dictado. El juicio será por la noche, a la luz de las antorchas. Esto no es lo habitual, todo es tan extraño. Los inquisidores están encerrados en su alojamiento, únicamente sus guardias se hacen visibles, vigilando que nadie entre.

Hablando con el resto de hermanos hemos llegado a la conclusión de que el acento del inquisidor jefe viene del este de Europa, de los Cárpatos, quizá Valaquia. Allí habita gente dura, oscura, temerosos de Dios, con leyes inflexibles. Están acostumbrados a sentenciar antes de juzgar. Concuerda con el proceso que se está llevando a cabo.

Paseando por las calles del pueblo, un hombre llama nuestra atención, es uno de los holandeses. Nos guía hasta un sótano, muy similar a cómo debe ser en el que tienen encerrados a sus paisanos. Allí hay reunidos 10-12 hombres más. Cuando llegamos cesa la conversación, hablada en su idioma nativo, tan parecido y a la vez tan distinto de nuestro alemán. Para un común entendimiento hablamos en inglés a partir de ahora. Un inglés primitivo y duro pero que permite una comunicación ágil. El más mayor toma la palabra.

-Sabemos que están aquí para investigar sobre los juicios que en esta tierra son tan abundantes. Sabemos que han visto que los Inquisidores son extraños, inhumanos. Tenemos miedo, pero también queremos a nuestros familiares. Vamos a realizar una acción, quizá desesperada, para intentar liberarlos. Lo tenemos todo preparado, hombres fuertes para abrirse paso hasta el sótano dónde los tienen retenidos. Carros para transportarlos y un barco para alejarlos de aquí. Pero necesitamos su ayuda. Cuando vayan a confesar a nuestros familiares, varios de los nuestros irán con su comitiva y de esa manera podremos llevar a cabo nuestro plan. ¿Nos ayudarán?

La mirada de ese hombre, dura, experimentada, refleja ternura y súplica, no será sencillo decidir.