[Rafael y Donato] A través del Adriático

[Baudelaire]

El truco parece funcionar, para tranquilidad de Rafael. El hombre que entra, carga un delantal manchado de sangre y cuchillo de cocina al cinto. Pero lo que hace temblar a Donato es que, efectivamente, carga un cadáver humano sobre un hombro. Lo reconoce como uno de los pasajeros que subió en Palermo y al cuál, por supuesto, no ha visto hasta ahora… y en que condiciones está.

Sin percatarse que observan, el enorme marino, comienza a hacer la faena como de una vaca o un cordero. Saca las mejores piezas y va quitando los huesos, pero hay un inconveniente cuándo se acerca a la olla, debido a que parece notar que falta la tapa.

¡Nos descubrirá! Son sus pensamientos que surgen de inmediato, mientras un escalofrío les recorre toda la espalda. Tomar dicho objeto para utilizarlo como escudo improvisado ha resultado ser un error. La situación se pone tensa, cuándo el cocinero comienza a buscar debajo de la mesa y acercándose peligrosamente a la despensa que les esconde. Mira hacia el otro lado, en el lugar en que está un gran balde con agua y mete la mano dentro para sacar otra tapa.

Parece que la providencia les sonríe, pero solamente es una falsa alarma, parece que es de una olla más pequeña. El terror se vuelve más intenso y el sudor frío se acumula en su frente, en este momento cualquier ruido les delataría, así que apenas respiran. Incluso con el oleaje y los ruidos que hace el cocinero, podría escucharles.

Se escucha otra voz en el pasillo, la cuál le saca de su trance.

Antonio… ¿estás ahí? Soy el capitán, espero que vayas bien con la carne para la cena. La tripulación está hambrienta y todavía queda bastante para llegar a Venecia.

Donato asiente a Rafael, al ver que entra Filipo Traponi. Un legendario hombre de mar, venido de Córcega, con muchos viajes a cuestas… pero ahora, su rostro parece corroído por un manto de oscuridad. Sus ojos están inyectados en sangre y su mandíbula parece desencajada. Lo mismo que el cocinero, las especias deben ser la clave de la contaminación y esta conducta abiertamente caníbal.

Una avalancha de dudas surge: ¿por qué dejarles con vida? ¿acaso hay algo demasiado importante en ustedes o quizás un poder demoníaco mayor sabe algo más y pretende utilizarles para pedir rescate?

El capitán al notar el inconveniente con la tapa, saca un par de ollas mecánicamente y una tercera tapa, desde su escondite. En lugar de la grande, coloca las otras dos con las otras dos tapas y enciende el fuego. Por alguna misteriosa razón, parece que su presencia ha pasado inadvertida… demasiado concentrado en la cena.

Ahora sí que la providencia ha obrado un milagro, les ha ocultado a plena vista.

[bleyd_master]

Mantengo la posición estoicamente, intentando permanecer en silencio y resistiendo las ganas de salir y aporrear a semejantes engendros de la naturaleza. Las preguntas se agolpan una tras otra tratando de dar significado la escena bizarra que estoy viendo. La extraña combinación de hierbas parece tener algo que ver, pero jamás había escuchado que unas plantas pudieran hacer algo asi. Las drogas si… pero afectar de igual manera a dos personas diferentes y con la misma conducta y que además se distingan de otros.. algo no cuadra, algo está realmente mal. Aunque lo que más se necesitaba ahora mismo es paciencia y buen hacer.

Miro a mi compañero en una silenciosa súplica esperando que se le ocurra alguna forma para poder salir de semejante atolladero, sin tener que recurrir a un combate o a una huida desesperada por el interior del barco. Tal vez podríamos mandar a pique el navío y refugiarnos en una bote, o escabullirnos en la noche al bote… sin embargo, en alta mar… ¿Quién sabe que destino nos esperaría mas allá de una muerte segura?

[Charles_Castle]

Gruesas gotas de sudor resbalan por mi frente y a pesar de aguantar la respiración en mi mente mantengo la imagen de San Judas Tadeo para que nos ayude en tamaño atolladero.

Gracias a Dios que mis oraciones se ven escuchadas, pero ahora es el momento de decidir qué hacer.

Miro a mi compañero en aquella trampa, Donato. Parece que él también está en la incertidumbre sobre como actuar. Vuelvo a mirar hacia afuera. "Si ya recibimos la bendición de no ser vistos debe ser una señal. El capitán ha dicho que la tripulación espera así que debemos evitar la confrontación.

Creo que debemos esperar, no creo que vengan a buscar algo más aquí. Terminarán de cocinar y se irán; y, entonces, podremos salir y no dejaremos en alarma al resto de la tripulación". Pienso, pero éso es parte del problema, ¿qué provoca esta necesidad de comer carne humana, una posesión? Trato de recordar rápidamente en los libros que haya leído si hubiera alguna intoxicación que provoque algo así.

Aunque hay que indicarle a Donato que lo mejor a mi manera de ver era esperar, así que con la mano le hago la seña de que así sea.

[Baudelaire]

El cocinero se encoge de hombros y comienza a aderezar la carne con las mismas especias que ya habían encontrado antes. Ninguna otra, si algo indican los libros de cualquier ciencia… es que si algo se repite sistemáticamente, dicha regularidad implica una relación entre una posible causa y un efecto. En este caso, Rafael comprende que es muy necesario deshacerse de tales contaminantes.

¿Cuánto más hay en la despensa? ¿o en alguna bodega del barco? ¿ocultos entre las anchoas barriles que podrían llegar a Venecia? ¡Una peste caníbal en la perla del Adriático! Habiendo ya visto los estragos de una peste convencional, ¿acaso es el riesgo tan alto como para poner la vida en riesgo y desviar o hundir el barco?

Por su parte, Donato entiende intuitivamente que la espera es la respuesta, recordando aquella ocasión en la segunda exploración a la caverna con un par de batidores que parecían saber más que él. Sin embargo, el ocultamiento sigue siendo la mejor arma.

La divagación es independiente de sus pensamientos y la claridad que tiene respecto a las coordenadas actuales del barco. Sabe exactamente dónde están y cuánto falta para llegar a destino. Si siguen comiendo carne humana de este modo, serán el postre. Y luego, el siguiente desayuno tendrá lugar en la ciudad. Cuánta gente desaparecerá por esta gula infernal. Nada comparado a la criatura de las nieves… se trata de humanos, inteligentes y astutos.

¿Cuánto tiempo más la providencia seguirá obrando estos milagros? La verdad es que nunca podrán saberlo, pero sí tienen plena claridad que el aroma de la carne guisándose es espantoso. Las ganas de vomitar surgen rápidamente, pero allí están los cielos para protegerles. El capitán Traponi se retira y el cocinero apaga el fuego para tomar ambas ollas, una en cada hombro, dejando la cocina con su cargamento. Seguro va a repartirlo a la tripulación.

La sola imagen de verlo lanzando los trozos de brazos o piernas a cada marino termina por hacerles salir y dejar el piso lleno de lo que quedaba sin digerir en sus estómagos.

¿Y ahora qué? La cocina olerá a vómito. Limpiar y salir rápidamente, ventilar para evitar los olores. Muchas tareas a realizar en demasiado poco tiempo. Y, luego, considerar una estrategia para evitar que la contaminación pueda tocar tierra en Venecia.

[bleyd_master]

-Estamos muy muy jodidos… ¿Cómo demonios vamos a salir de aqui…?

Respiro hondo mientras intento calmarme y pensar todo cuidadosamente.

-Bien lo primero es lo primero… Está claro que saben que estamos en el barco de éso no tenemos ninguna duda. Opino que lo mejor sería armarse. No sé si vos sereis diestro con el cuchillo, pero hasta donde sé puedo dar un buen castañazo con un rodillo de amasar o hundir profundamente un cuchillo en la espalda de alguien… Busquemos elementos que puedan ayudarnos a neutralizar a la tripulación. No creo que necesitemos limpiar el desastre aquí organizado.

Busco en la cocina, jabón y aceite; además de alguna cuerda, igual daba que fuera para colgar morcillas, también buscaría cuchillos y garfios para colgar tocinos. Tampoco me interesa pasarme allí todo el día, lo que encontrara registrando rápido bienvenido sea.

-Mi buen amigo, tenemos que mandar a pique este barco si no podemos reducir a la tripulación. También podemos escondernos hasta estar cerca de la costa, estoy seguro que será un viaje horrible, pero podemos ocultarnos en la popa del barco cerca de la linea de flotación, podríamos clavar sendos clavos y preparar un rudimentario banco donde refugiarnos de aquestos monstruos caníbales. A la noche podríamos subir con cuidado y sigilo y pasarlos a cuchillo uno a uno. Lo mas brutal seria prenderle fuego al barco aquí y ahora y emboscar a cuanta tripulación podamos en el caos de las llamas. Podríamos prender fuego a la cocina y luego a la bodega. Con suerte podríamos ganar el camarote del capitán y una vez allí eliminarlo. Los marineros no entrarán, porque sí y cuando llegare el contramaestre o el segundo de abordo eliminarlo sigilosamente; poco a poco irán viniendo extrañados, al tercer hombre que elimináramos sería buena idea salir a otra parte… ¿Qué piensas tú?

[Charles_Castle]

-¡Dios mío! - digo levemente al terminar de limpiarme los restos de mi vómito. Viajamos en un barco de los mil infiernos

-Creo que hay que calmarnos, sí, pero no creo que la sorpresa nos dé mucha ventaja. ¿Cuántos marinos habrá de tripulación? ¿10… 15? Éso además de que han de ser hombres curtidos y no sabemos si aquéllo que los hace cometer tremendas barbaridades también les dé capacidad de resistir el dolor - digo pensando en alguien que está bajo la influencia de alguna droga o alucinógeno.

Estoy de acuerdo en que este barco del infierno no puede llegar a puerto y prefiero prenderle fuego y abordar algún bote a arriesgarnos a una pelea donde estamos en desventaja y depender de la ayuda que la Santísima Trinidad nos provea, pero si por algún mal calculo no podemos cumplir nuestra misión dejaremos a estos seres a sus anchas de llegar a puerto y consumar su plan.

Me llevo la mano a la frente para pensar, mientras me asomo si logro ver algo que pueda servir para encender un fuego. -¿Quizá si tiramos el aceite, le prendemos fuego y de algún modo atrancamos la puerta para que no pudieran entrar a apagarlo? -le digo como otro plan. Es un hecho que deberemos ponernos de acuerdo en qué hacer a continuación ya que solamente somos dos contra todo el barco.

[Baudelaire]

Tras exponerse mutuamente planes que confluyen en la destrucción de almas corrompidas, pero aún cristianas, se dan cuenta que sería un despropósito. Especialmente considerando que bastaría con simplemente encontrar algún antídoto o conseguir que el barco naufrague en una costa deshabitada. Lo primero es muy sencillo para Rafael… complejo y todo como curar la peste de su esposa, sigue siendo un trabajo muy simple al conocer que la fuente son las especias. Lo segundo es algo que Donato puede hacer hasta borracho… cada pulgada de la costa está en su cabeza y la décima de grado de giro que requeriría el movimiento del timón es igual de simple que preparar un té.

Lo importante es trabajar en ambas tareas de la manera más subrepticia posible. De momento, la información apunta a que les tienen en muy alta estima. Es al resto de personas que han viajado en el barco que han terminado en la olla. O les están dejando para el postre o, de verdad, saben que son parte de la inquisición sombría y buscan utilizarles como carnada para desarticular la organización. Por lo tanto, bajo esa hipótesis, es más que importante la sobrevivencia. En Venecia debería haber más agentes y, de seguro, podrán tener más preparación para confrontar esta situación nefasta en ciernes.

Sí todavía está desarrollándose y se halla relativamente lejos de estar concluída.

Rafael examina las especias de la bodega y da con un pequeño ácaro que podría contener la toxina. Donato, hace sus cálculos sin dificultad, el viaje todavía durará al menos 18 horas más antes de llegar a puerto. Y, en todo ese tiempo, es posible maniobrar para provocar que el barco encalle lejos de Venecia.

[bleyd_master]

-Bueno… parece que mandarlos con el creador está fuera de discusión… Sinceramente, soy más partidario de que sea el señor quien juzgue a su merecido tiempo que ser nosotros los que precipitemos esa Reunión. Bien, repasemos el plan… Entiendo lo justito de barcos, pero sé que para cambiar el rumbo necesitaríamos acceder al timón, por desgracia no creo que con amables palabras nos den acceso y mucho menos nos dejen manipularlo para hacer que este trasto encalle en una isla o arrecife… creo que optaré por dirigirme a proa e intentar manipular el sistema de timón desde allí, tal vez moviendo algún engranaje pueda desacoplar el timón y mover la dirección manualmente para ajustar el rumbo a nuestras necesitadas, con suerte no descubrirán el truco.

En cuanto a vos, ¿creéis que podréis arreglar semejante desaguisado? -

Aunque nos pasamos un buen rato de tertulia intento no alzar la voz y vigilar que no seamos sorprendidos por algún carpanta cualquiera.

[Charles_Castle]

-Pues gracias a Dios que he dado con la posible causa de toda esta pesadilla, creo que puedo hacer un antídoto, pero necesitaré varias cosas e ingredientes. Dios mediante lo lograré, así para tratar de darle el antídoto a alguno de ellos y que nos puedan ayudar.

Digo en voz baja -Creo que tendrías que inspeccionar primero si hay esa posibilidad. Al igual que yo tengo que buscar los ingredientes. Debemos estar armados en caso de tener que defendernos ya que si somos los últimos no tardarán en venir a por nosotros. No creo que sea buena idea separarnos así que deberíamos buscar los dos juntos para encontrar lo que necesitamos y el otro esté vigilando y no nos agarren por sorpresa -propongo pues separarnos a buscar por nuestro lado me parece debilitar nuestra ya de por si complicada situación.

[Baudelaire]

Rebuscando un poco en la despensa, logran conseguir todos los materiales para preparar el antídoto y un par de cuchillos bien afilados que servirían de arma... a pesar de su falta de entrenamiento en combate, un corte bien colocado bastaría. Rafael instruye a Donato tanto para la anatomía humana, respecto hacia dónde atacar, como para que puedan trabajar en equipo en el procedimiento.

Todo en pequeños saquitos y, asegurándose dejar todo en orden, salen de aquel rincón del barco con todo el sigilo posible. Es de esperar que los cielos tendrán a bien de esconderles igual que hace un rato, pues la cubierta despejada en nada ayuda a encontrar nichos para ocultarse. Así y todo, la situación luce prometedora al comprender que el guiso preparado está siendo repartido y ello evitará que fueren descubiertos.

De regreso en el camarote, respirando con un poco más de alivio se ponen manos a la obra. Hay poco espacio y todo se bambolea, una nueva tormenta parece acercarse, así que deberían terminar pronto. Lo complicado será, por supuesto, encontrar la manera de hacer que alguien de la tripulación podrá ingerir el antídoto.

La planificación, en este momento, es imprescindible. Detallada y dispuesta a la reacción de contingencias, ya ha sido suficiente de improvisaciones. El riesgo se multiplica a cada instante y, por supuesto, el tiempo que queda se hace cada vez más breve. Rafael calcula que la preparación demorará unas 8 horas y Donato que, en ese mismo período, se hallarán ad portas de Venecia... a menos que la tormenta hiciere soplar viento en contra o que las velas fueren sabotedas.

Es interesante como, de pronto, nuevas alternativas para maniobrar esta situación compleja comenzarán a hacerse presentes.