[Anaís] Reforzando la seguridad

[Baudelaire]

Alessandro y Doménica dejan escapar una pequeña risilla al escuchar tu plan de hornear a las hormigas, pero se ponen manos a la obra y hacen una herradura en torno a la puerta. Acomodan unas piedras para improvisar un horno. Comprendes que quieren evitar que alguna ráfaga de viento pueda llevar alguna llamarada y termine encendiendo la madera de tu cabaña.

Mientras, Reinaldo se está encargando de la chimenea y Jacinta afirma ser la más rápida, manteniéndose a tu lado. El único inconveniente, es que el ejército de hormigas está dividiéndose en 3. Un grupo central sigue en línea recta y luego, otros dos, toman curvas para atacar desde los flancos. En unos minutos terminarán consiguiendo sitiarles y evitar cualquier tipo de huída. Salvo claro, trepar al techo y saltar a uno de los árboles que están detrás. Pero esa ruta lleva a la espesura y, probablemente, a perderse irremediablemente en una zona pantanosa.

Al notar lo que ocurre, Alessandro prepara un horno similar cerca de una de las esquinas de la casa. Doménica lo replica en el costado opuesto, mientras Reinaldo regresa y pasa los escudos. Acomodada la improvisada protección, reparte las hondas y el sitio comienza. La hojarasca en el suelo comienza a vibrar profusamente, lo que complica un poco a Jacinta y a ti con el encendido de las antorchas. Deben permitir que sigan acercándose antes de que se dé inicio a las hostilidades.

[Leohan]

No tiene sentido hacerlo aquí, digo tomando del brazo a Jacinta. Podemos prender las antorchas con el fuego de la chimenea. La acerco a mí y aprovecho para hablarle en voz baja.

No vamos a pelear con esa idea en mente, pero si ocurre el peor de los casos y necesitamos que vayas al caserío, yo seré tu escudo humano. En ese momento tu trabajo será encontrar la mejor vía de escape, sin importar lo que me suceda a mí.

Luego empiezo a hablar en voz más alta.

Estas criaturas tienen cierto nivel de inteligencia. Si queremos atraerlas a la trampa, no podemos ser obvios. Tú blandirás ambas antorchas mientras los demás atacamos a distancia, y pensarán que tu objetivo es repelerlas para que sigamos con el ataque. Sólo cuando se habrán acercado lo suficiente, tendrás que arrojar las antorchas hacía el aceite y las hojas para encender el fuego.

[Baudelaire]

Jacinta asiente y se dirige al interior de la cabaña para completar la tarea de las antorchas, clavándolas en el piso lejos de la zona de ignición. Así podrá tomarlas con facilidad para cuándo será necesario utilizarlas.

Afuera, la lluvia de la espesa pasta bendita comienza a hacer estragos en las filas de hormigas. Pero incluso con la facilidad para cargar y tirar, además de el efecto expansivo que ocurre en el vuelo… el enemigo sigue avanzando sin mucho esfuerzo. Pierde gran cantidad de individuos que se deshacen casi al contacto, pero la mayor parte continúa su marcha implacable.

Notas, con una mirada amplia que, hay cierto tipo de rango militar… algunas hormigas parecen ligeramente más grandes y agitan sus antenas como dirigiendo pelotones. Te parece extraño, quizás simplemente ha sido tu imaginación, pero es difícil descartarlo sin haberlo verificado. Decides apuntar tu primera flecha a una de aquellas supuestas tenientes, la atraviesa justo entre las mandíbulas dejando su cerebro a la vista. El líquido habitual amarillento surge y cae muerta. Quiénes las siguen se ponen a girar en círculos a su alrededor, has inutilizado a un grupo de 10… no es gran cosa mirando las decenas de miles que siguen acercándose.

Asi y todo, con tu carcaj vacío puedes considerar que has efectuado un gran daño. Lo suficiente para permitir que Jacinta encienda los tres hornos, entonces el fuego provoca extensas llamaradas que dan cuenta de gran cantidad de hormigas, varios cientos en largas columnas. Sin embargo, la estrategia del enemigo, ha tenido éxito: la cabaña está completamente rodeada y todavía hay varios cientos en posición para el asedio final. No hay más aceite ni queda masa en los baldes, todo se ha agotado.

Deberías poder ayudar a Jacinta a subir al techo para que se descuelgue por atrás, la única ruta de escape, si quieres que tenga alguna posibilidad de ir a buscar ayuda.

[Leohan]

Es injusto. No porque nos estén derrotando después de todo, sino porque hemos hecho todo bien: la masa bendita ha funcionado de maravilla y el fuego ha hecho estragos a estas fuerzas infernales. Todo el mundo ha hecho su parte y superado mis expectativas. Las ideas, las tácticas y la ejecución han sido las correctas. En todo derecho deberíamos estar ganando.

Pero enfrentando los hechos, ni siquiera 300 guerreros profesionales espartanos pueden resistir la superioridad numérica por siempre… Y nosotros somos una cerrajera que dobla como guerrera y cuatro civiles con habilidades medianamente convenientes. Muy lejos de guerreros espartanos.

Observo a Reinaldo, Doménica y Alessandro.

Ustedes métanse adentro y cierren con llave, ordeno. Si necesito entrar me las podré arreglar. Jacinta, toma tu escudo y coloca la escalera. Vamos a ir al techo. Yo te defenderé.

Tomo mi espada, manchada del pegajoso engrudo.

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Anaís utiliza transfiguración de la carne para subir su resistencia lo máximo posible mientras se mantiene a espaldas de Jacinta, prestando atención hacia todos lados. Luego que ella coloque la escalera, sin embargo, Anaís va a ser la primera en subir, por si acaso resultaran haber hormigas esperando en el tejado.

[Baudelaire]

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La Convicción de Anaís disminuye de 5 a 4.

Alessandro y Doménica entran a sacar la escalera. Jacinta y Reinaldo la acomodan, subes para dar una mirada rápida comprobando que todo está despejado. Ninguna hormiga está lo suficientemente cerca para intentar trepar.

La costurera se queda afuera y el resto procede a encerrarse con llave al interior de la cabaña, luego sube a tu lado y juntas izan la escalera. Tras atravesar el techo hacia la parte trasera, acomodas la escalera para que ella baje. Sin embargo, algo completamente inesperado está ocurriendo, el remanente del ejército enemigo se ha detenido formando una herradura en torno a la cabaña. Excavan y excavan, haciendo que lentamente la estructura comience a hundirse en el suelo.

Jacinta, simplemente, baja rápidamente antes que la escalera también se vaya a ese abismo que se está formando. La vez correr justo antes que la herradura se cierre y se convierta en un círculo, al menos podrá llegar a contar los sucesos recientes y quizás conseguir refuerzos. El humo de la chimenea ha dejado de salir, probablemente la leña se ha acabado. La jugada del enemigo ha sido excepcional, la cabaña sigue sobre suelo sagrado… simplemente han hecho colapsar el entorno, pero el suelo sagrado también ha hecho su parte.

No podrán entrar, pero la cabaña ha llegado a su límite… el alero del techo impide que siga descendiendo Quedan apenas 10 hormigas rodéandote, el último pelotón dirigido por su teniente. Tu espada impregnada barre con la mitad, pero se queda pegada en la última coraza. Enfrentarás a 5 hormigas con tu daga.

[Leohan]

Fue una táctica excelente por parte de las criaturas infernales: asediarnos para luego derrumbar la casa, y habría funcionado a la perfección de no haber sido por la sacralización efectuada al iniciar el combate. Lo que es más, Jacinta ha encontrado su via de escape, y no parecería que esté siendo perseguida.

La providencia está a nuestro favor nuevamente, y con tan solo 5 enemigos restantes, la victoria se vuelve tangible. Me coloco contra la pared inicialmente. No puedo dejar que me rodeen. Lo único que tengo es una pequeña daga, ni siquiera manchada por la masa bendita; pero si puedo eliminar a estos oponentes, la batalla habrá acabado ¿Cierto? Sólo quedará verificar si queda alguna hormiga más para limpiar.

…No. En realidad es solo un enemigo: la hormiga teniente. Las demás se volverán inútiles una vez su lideresa habrá sido derrotada. Ubicándola, me abalanzo contra la misma con intención de atacarla entre los ojos. La transmutación de la carne y mi capa de piel de oso servirán para protegerme de las demás si llegan a rodearme y asaltarme en conjunto.

[Baudelaire]

Tu predicción es exacta, te han rodeado con facilidad con sus habilidades para trepar. Sin embargo, has aprovechado a las que vienen delante de tu hombro izquierdo y derecho para usarlas como trampolín. Te elevas por encima de la teniente y clavas tu daga directamente en su cabeza. El crujido habitual del punto débil ya descubierto.

Lamentablemente antes de que consigas moverte, las otras dos que estaban tras tus hombros, te caen encima escupiendo una sustancia negruzca y viscosa. Al hacer contacto con tu piel sientes un horrible ardor: ¡ácído! Uno muy potente, porque esta corroyendo tu capa de piel de oso.

Desde la chimenea, alcanzas a ver como sale el resto de la célula. Es Reinaldo quién corre a auxiliarte, para poner su escudo sobre el cuerpo de la hormiga más cercana y quitarte de allí. Alessandro da cuenta de la otra y Doménica corre a buscar resina de un árbol cercano para contrarrestar el efecto.

Girenla, o se quedará sin espalda.

SIn mucha precaución y quemándose un poco las manos te retiran la capa dañada. La panadera se encarga de rasgarte los jirones de la camisa y colocar sus manos impregnadas en tu piel. El dolor es espantoso, pero estás viva. La elección de tu estrategia ha dado frutos… aunque con una victoria pírrica. Una cosa tienes clara: en esta ocasión la curandera será incapaz de sanarte. Una cosa es la pérdida de sangre y otra muy distinta ser asperjada por ese ácido infernal.

[Leohan]

Duele muchísimo ¿Quien habría imaginado que cada una de estas criaturas sería tan inmensamente letal? Definitivamente estaba equivocada: con un poco de tiempo las hormigas habrían derretido las paredes de la casa. Miro a Reinaldo y Alessandro.

Revisen el perímetro en busca de más enemigos activos, digo tras un grito incontenible. Repórtenme si encuentran algo. Jacinta está en camino al caserío, ha ido a buscar ayuda. A menos que aparezcan sorpresas, parecería que nos las hemos arreglado; y tampoco será necesario advertir a la aldea de los invasores… Buen trabajo, a ustedes, agrego. Incluso aunque debería enfadarme su decisión de ignorarme cuando les pedí que se mantuvieran adentro, sin su ayuda es posible que hubiera muerto. Como están las cosas de seguro sobreviviré, incluso aunque me cueste un poco de tiempo esta vez el recuperarme por completo.

La curandera no podrá ayudarme ahora… Realmente debería ir a Venecia. A un hospital. Los viejos amigos y estudiantes de mi padre me podrían cubrir y proteger.

Pero ésto definitivamente ha sido una victoria completa, poniendo de lado el dolor que siento ahora mismo. No sólo hemos repelido las fuerzas del infierno, sino que nadie en la célula inquisitorial ha muerto. Aunque me gustaría saber qué está ocurriendo en Venecia y dónde demonios se encuentra Giancarlo.

[Baudelaire]

Reinaldo y Alessandro, se marchan para terminar con las hormigas que han quedado desorientadas. Un toque de sus escudos será suficiente, mientras Doménica sigue trayendo más resina. Al rato, todo parece estar completamente calmado. Aunque, en realidad, el dolor persiste… el tratamiento improvisado lo ha hecho moderadamente soportable. Ha pasado más tiempo del que pensabas, porque Jacinta está de regreso con varias personas armadas de instrumentos de labranza.

Llegan tarde para la batalla, pero a tiempo para ver todavía los cadáveres de las hormigas infernales… demasiado grandes para ser de este mundo. Hay muchas explicaciones que dar, ya que el riesgo que se levante el velo de la inquisición sombría es alto. Sin embargo, la providencia hace su trabajo.

Mamma mía! Este bosque tiene insectos de pesadilla. Ya había escuchado las leyendas, pero ésto es absurdo.

Es el comentario de Martino, el horticultor, que con su azadón comienza a abrir zanjas para tirar los restos de las criaturas. Sus acompañantes, que parecen ser su hermano y sus dos hijos, hacen lo propio con trinchos y palas. La distracción es la suficiente para que Doménica te cubra con su chaqueta, evitando que puedan observar tu espalda.

¡Y además ha habido un deslizamiento de tierra! Tendremos que hablar con el constructor y seguro vendrá a levantar tu cabaña con su equipo, Anaís.

Las explicaciones han llegado por su cuenta y el secreto persistirá un poco más, mientras Doménica le susurra algo al oído a Jacinta. Esta última parte corriendo por el sendero que lleva al monasterio, probablemente desde allí podrá hacer que algún físico viniere a verte pronto.

[Leohan]

Cuando Jacinta habló de pedir ayuda imaginé que conocía otros miembros de la inquisisión sombría en la aldea. Lo que yo en realidad esperaba es que desalojara el lugar, en caso de que las hormigas cambiaran de objetivo.

Pero supongo que no está tan mal. Limpiaremos todo. Durante algunas semanas la gente estará hablando acerca de las hormigas que atacaron la casa de la cerrajera, pero con el tiempo se convertirá en otro rumor del campo. Nada que ponga en riesgo severo el secreto.

Agradezco a todos los que me están ayudando, y comienzo a revisar los alrededores, tomando algunas de las criaturas más distantes, y particularmente recogiendo las flechas y cualquier trozo de metal que se me cruce, de los usados para repeler a las peligrosas tropas de insectos.

Mi mente está distraída con otro pensamiento: ¿Qué están haciendo Giancarlo, Perséfone y Lessi?