Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#11

Mensaje por Corso » 26 Oct 2020, 19:04

- Esa es la responsabilidad que delego en ti, chiquillo mio - acotó Ignacio, dando por cerrada la conversación y poniendo de esa forma el último eco a una noche de tortura, rescate y confidencias.

Tras dejar en manos de su chiquillo los primeros designios de la no-vida de la que iba a ser su nueva compañera se levantó, cruzó la habitación y se tumbó junto a la exclusa que daba acceso a la Venecia subterránea.

Ojo Puto, respetando el deseo de descansar de su «Padre», le dejó hacer y buscó su propio rincón donde pasar las horas de luz, pero antes se aseguró de velar por el descanso de su sire, de la que iba a convertirse en su hermana de manada y de sí mismo volviendo a comprobar que ni a través de las ventanas tapiadas, ni de ningún agujero en la pared, el sol iba a sorprenderles en pleno sueño con su letal mordedura.

Una vez estuvo satisfecho fue junto al horno, se acostó a su lado y lo miró fijamente perdiéndose durante unos minutos más en sus propios pensamientos. Mucho había que hacer y la duda sobre qué se encontraría al regresar a Florencia llevando de la mano a la pequeña muñeca de porcelana, agitó su ánimo hasta que al ritmo que marcaban las pocas llamas que quedaban vivas, fue sumiendose, poco a poco, en un inquieto letargo...apagándose, por esa noche, junto con ellas.


Imagen

A la noche siguiente, incluso antes de abrir los ojos, supo que Ignacio les había dejado. La presencia de su Padre y mentor siempre había sido para él como esa caricia invisible que procura la cercanía de un ser querido, pero en ese momento, navegando a bordo de una vigilia inconclusa, no pudo sentir rastro alguno de él. Ni físico, ni espiritual.

Eso le procuró una desazón que le animaba a seguir tumbado en su improvisado lecho, postergando el momento de enfrentarse a sus deberes al menos durante un par de horas más. Sin embargo, otra presencia, de pie junto a él, le acuciaba a dejar de lado toda duda y nostalgia. El nosferatu entreabrió los ojos a tiempo de ver dos pequeños pies desnudos pegados a su cabeza, inmóviles salvo por un pequeño temblor nervioso.

Sobre ellos, unas delgadas piernas apenas sostenían el enjuto cadáver de una asustada, casi quebradiza, niña inmortal. Ricardo se incorporó hasta quedar sentado y miró hacia arriba encontrándose con un rostro tan pálido y suave como una mortaja. Tras la cara de alabastro, unos diminutos ojillos le miraban brillantes con la misma dosis de curiosidad que de temor.

Pasaron así, en silencio, un largo minuto. Observándose e intentando dilucidar cuál sería la mejor manera de empezar una relación que podía convertirse en eterna; atendiendo sin palabras a la primera impresión que uno tendría sobre el otro.

Sin embargo, ambos sabían que debían romper ese silencio, pues seguían estando en un feudo hostil para los dos y, ahora, ya no tenían un Padre al que recurrir. Ni uno, ni otra.

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#12

Mensaje por Horcado » 09 Nov 2020, 18:15

Ricardo vestía una sencilla camisa y un pantalón marrón muy viejos para pertenecer a la indumentaria de un humano. El torbellino de pensamientos que se agolpaban en su cabeza, no le permitían pensar en otra cosa que no fueran las recurrentes palabras de su “padre”…

-“ Algún día tendré que desaparecer pero en ti he dejado la impronta de mi linaje para que te conviertas en parte del todo. Nuestra existencia está plagada de peligros una vez salimos de nuestro refugio, tenlo siempre presente, chiquillo, pues la esencia de nuestra supervivencia es la convivencia con los de nuestra secta. De ahí radica la fuerza de los auténticos Sabbat.”

Ojo puto deseaba creer que Ignacio no se había marchado, pero no pudo encontrar en la habitación ningún objeto al que encaminar sus plegarias. No encontró nada cambiado en aquel refugio que denotara alguna señal dejada por su sire para poder seguir sus pasos.

Resignado, iba a replegar la mirada cuando reparó en la pequeña delante de él.

Ricardo la contempló durante largo tiempo con una mezcla de sorpresa y sobrecogimiento.

-Te felicito. Espléndido. Ya has despertado… ¿Qué piensas hacer? Ven y huye. Sálvate.

Alargó su mano hasta rozar la cara de la pequeña y retiró los restos de la oscura sangre que permanecía en sus delgadas mejillas desde la noche anterior lentamente; las comisuras de sus labios dejaron de temblar y sus ojos se entornaron un tanto.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#13

Mensaje por hella9 » 10 Nov 2020, 18:08

Fiorella abrió los ojos a la oscuridad. Tumbada en ese suelo duro y frío pensó que debía estar ya enterrada y muerta dentro de un ataúd. Pero al mover uno de sus brazos hacia un lado noto que no había ninguna pared ni caja que la aprisionara. Se incorporó y recordó lo acontecido la noche anterior. Recordó a sus salvadores y pronto ese sentimiento floreciente que había experimentado se apoderó de ella.
Se levantó del todo , con demasiado ímpetu quizás, pues sus maltrechas articulaciones cedieron y volvió a caer al suelo. ”Debo ayudar... debo ser una buena niña... ¿donde están?” pensó la pequeña Nosferatu mirando a un lado y a otro.
A pesar de estar todo muy oscuro, pudo distinguir un pequeño fulgor rojo, el del fuego de un horno. Se acercó y a punto estuvo de tropezar con uno de sus salvadores, el que parecía ser el segundo al mando de los dos .

Fiorella se quedó mirando detenidamente a Nardone. “Su rostro.. se parece al mío. ¿Porque el no se oculta? ¿Nadie le ha dicho que así no se puede salir? pensó.
Justo cuando tuvo la intención de agacharse y despertarle, los ojos del Nosferatu se abrieron, encontrándose con los suyos. Fiore se asustó un poco y casi da un paso hacia atrás. Pero la visión de ese señor , y la sangre que corría por su interior le impidieron hacerlo. Quería estar cerca de él, pues se sentía segura a su lado.
Vio como el se incorporaba y le preguntaba que era lo que haría. Fiorella no tuvo ninguna duda.
-Iré con usted, señor. Quiero.. quiero vivir y aprender. Por favor. No me deje aquí sola. Le diré lo que sé. El doctor que me curo se llamaba Rossau. Lo hizo para que mi papá pudiera trabajar para los señores del palacio..yo..(sinf) lo intenté.. ( sinf) .. de verdad... poco a poco, las tímidas palabras de la niña se fueron tornando en un llanto contenido hacia mucho tiempo y que ahora, mientras la mano de Ojo puto sostenía la suya, se sentía capaz de expresar.

Ya no había vuelta atrás. Fiorella estaba dispuesta ha hacer lo que su salvador, al que consideraría su nuevo mentor y padre, le dijese.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#14

Mensaje por Horcado » 11 Nov 2020, 20:40

Con una mirada de hilaridad sardónica, Ricardo le dijo a la chiquilla:

-No me llames señor; llámame Ricardo, Ojo Puto o simplemente Nardone. Así me llaman mis camaradas.

Para Nardone, Rossau se había comportado como un traidor a sus ideales y eso prácticamente le convertía en su enemigo, pero era la pequeña quien quizás, mas adelante, tendría que decidir qué hacer con la semilla generada por esos sentimientos encontrados a causa de su abandono, condenada a morir en los muelles y ahora expectante ante el remolino turbulento de cuanto acontecía.

Ojo Puto no podía ocultar su nerviosismo y sus temores a la pequeña. La cena de esa noche se compuso de un menú variado de gatos y perros callejeros, que si bien no eran una delicia, sustentarían de energía provisionalmente a la pareja.
Fiorella no pareció aprobar de muy buen grado este modo de alimentarse que Ricardo utilizaba únicamente en situaciones desesperadas, y amagó con vomitar lo digerido un par de veces, pero al final, pareció entender la situación.

A continuación Ricardo conminó a la muchacha a ponerse en marcha rápidamente, pues sabía que la caza contra ellos ya habría comenzado.
Recogió un poco la sala, siguiendo con la vista las zonas por las que habían yacido, y se encaminó, invitando también a la pequeña a avanzar a través de la exclusa que daba al exterior. Ambos eran conscientes del incierto futuro que les acontecía. No había tiempo para otras reflexiones por ahora.

El aroma dulzón de la podredumbre se mezclaba con el olor a mar, algas y humedad cargada de salitre de la bruma nocturna. La mierda, básicamente no flotaba, porque se agolpaba en las orillas, cerca de los muretes de los canales, y en los pilares de los puentes y los muelles.
Recorrieron las cavidades oscuras que atravesaban parte de la ciudad a nivel de los canales gracias a esa baja marea, ayudando Ricardo a la muchacha para que no se manchara sus ropas con aquella inmundicia que no era barro.

Caminaron por varias callejuelas hasta alcanzar un Fiat 2300 negro destartalado y abollado que les conduciría tras casi 4 horas de viaje a Florencia.

- Fiorella, ¿Te gusta viajar? Donde voy a llevarte te vas a sentir mucho mas segura. Puede que hagamos varias paradas antes de llegar a nuestro verdadero refugio. ¿Qué te parece?
Última edición por Horcado el 29 Nov 2020, 13:58, editado 1 vez en total.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#15

Mensaje por hella9 » 27 Nov 2020, 15:50

Fiorella se resistió un poco a salir a la noche con los harapos que había conseguido encontrar para taparse, pero tampoco podía seguir escondida. El abrazo de Nardone la reconfortaba y mientras los Nosferatu cruzaban las húmedas calles de Venecia, ella se aferró a él fuertemente.
Alimentarse de animales fue nuevo, y asqueroso para ella. Pero intento no ofender a su nuevo compañero y se alimentó como le dijo. Poco a poco iba recuperando fuerzas y al cabo de poco intento también caminar al ritmo del Nosferatu, cosa que no consiguió.
En cierto momento vio a lo lejos un coche, nunca había subido a ninguno y la curiosidad que Fiore sintió en ese momento era visible. Cuando Nardone le dijo si quería viajar hacia un lugar seguro, Fiorella asintió lentamente, se podía apreciar algo de temor en ella.
Volvió la mirada atrás, a la arquitectura , a los canales, a las luces y las fiestas de máscaras. La ciudad que la vio nacer y morir iba a quedar solo en su memoria, un recordatorio que siempre llevaría en el rostro en forma de máscara de porcelana.
Entonces, la pequeña hizo algo que Nardone no se esperó. Poco a poco, Fiorella se quitó su máscara, dejando ver su rostro agrietado, con su piel rosada y estirada sonrió.
-Señor Nardone, estando con usted me siento a salvo. Así que mi refugio puede ser cualquier sitio, mientras esté conmigo dijo la pequeña mientras volvía a tomar de la mano al Nosferatu-Lléveme donde quiera, prometo portarme bien y aprender a ser una buena vampira.
Después de eso Fiorella volvió a colocarse su máscara y hizo ademán de abrir la puerta del coche , lista para partir donde sea.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#16

Mensaje por Horcado » 29 Nov 2020, 13:57

La mueca de la joven desconcertó a Ricardo, y lo sacó de sus pensamientos aciagos durante el largo periodo de silencio que vino después.

Se encontró fantaseando; imaginándose una situación idílica aprovechando los bucólicos paisajes nocturnos que la noche les ofrecía.

Consciente de la cantidad de cosas que la chiquilla tenía que aprender y de lo importante que podría ser para la secta, que una pequeña debilucha y flaca poco a poco fuera tomando conciencia, poder y renombre, se apresuró a contarle en gran medida, la esencia de lo que él entendía que debería ser un auténtico Sabbat.

-Pequeña, te voy a explicar lo que creo que nadie te ha explicado acerca de nuestra existencia. Los Sabbat aceptan su naturaleza, como si de un estado superior cercano a la verdadera divinidad se tratara, que cada Sabbat tiene derecho interpretar como le plazca, pero siempre teniendo a la secta por encima de los demás intereses…

-Anoche superaste el rito de la Vaulderie, por el que ahora nos fundimos en uno Ignacio, yo, y tú.

Esto le trajo a la mente la idea del tipo de VInculi que tendría el viejo Rousseau con la pequeña…

-No será la última Vaulderie que concertemos, pues este acto nos asegura lealtad mutua e identidad de grupo.

Fiorella, iba cambiando su mueca a medida que la voz de Nardone se volvía más monótona, y Ricardo, de vez en cuando quitaba la mirada de la carretera para sopesar el estado de la muchacha, pues le era muy difícil analizar si le estaba aburriendo con tanta idiosincrasia.

-Le debemos nuestra lealtad última a nuestro regente, y en el caso de nuestra ciudad el cargo recae en el Obispo d’Abraccio a quien te tendrás que presentar junto a mí, para notificar tu inclusión a la manada, y la desaparición de Ignacio, mi padre.

-No sé qué nos podemos encontrar a partir de ahí; es posible que tengas que realizar un juramento de sumisión a la secta y que te permitan venir conmigo…

Ricardo empezaba a pausar más sus intervenciones, pues poco a poco, volvía a sentirse inmerso en pensamientos oscuros. Ante la desesperación de haber perdido a su mentor, la incertidumbre de tener que formar una pequeña que podría marcar la diferencia a la larga y la falta de alimento, la única esperanza que podía conservar en esos momentos era llegar lo antes posible a su refugio, pues sólo de pensar en su llegada sentía cómo la sed recorría su cuerpo.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#17

Mensaje por hella9 » 08 Dic 2020, 16:06

Una noche nueva se abría ante Fiorella, calles que nunca había transitado y vistas de su ciudad que nunca habia tenido pasaban por su lado mientras estaba sentada en el asiento de ese coche. Estaba mirando fijamente la ventana, escuchando también lo que su nuevo compañero , al cual consideraría un padre , le estaba explicando. Muchas de las palabras que este le decía le resultaban un misterio ¿secta? ¿ Vaulerie? ¿ manada? ... lo que sí que entendió es que volvería a ser puesta a prueba, y eso la lleno de temor.
-Entonces... ¿es posible que no me dejen estar con usted si no soy buena? los ojos de Fiorella se clavaron en los de Nardone. Este podía ver la preocupación y el miedo tras esa falsa piel de porcelana.-Enseñeme lo necesario para que pueda quedarme! Por favor! dijo mientras puso una de sus pequeñas manos encima de la de Ricardo.
Fue un gesto rápido, pues al segundo retiro poco a poco su débil mano de la de el, pues no sabía si le habría molestado. Agacho la cabeza y se concentro de nuevo en esos nuevos paisajes que le ofrecía la ventana del coche, dejando ya su ciudad natal atrás.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#18

Mensaje por Horcado » 09 Dic 2020, 17:55

La voz de la pequeña resonó en su interior y le hizo recuperar una vez más la concentración, ya en Florencia, y a unos 20 minutos de su humilde refugio.

-Haremos todo lo necesario para que eso no ocurra.

Aunque Nardone desconocía realmente cual iba a ser realmente el destino de ambos, puso todo su ímpetu en esas palabras, consciente de la atención que mostraba la muchacha.

Minutos después los faros del vehículo iluminaron una esquina de la zona industrial y Ricardo fue revirando y aminorando hasta llegar a una gran puerta de metal rojiza por el tiempo.

-Hemos llegado.

El joven Nosferatu, atisbó a un lado y a otro antes de salir del coche. Abrió con un chirrido la cerradura del portón de la nave, e introdujo el vehículo lentamente.

En esa oscuridad, un amplio espacio se abrió ante la pequeña y cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, pudo observar tallas finamente trabajadas, junto a maderos vírgenes. Utensilios de metal amontonados, y una zona de trabajo perfectamente ordenada.

Fiorella percibió dentro de esa sala un aroma que ya empezaba a serle familiar. Las pinturas y barnices para madera, habían ido impregnándose en la piel y ropas de Ricardo, haciendo que la fragancia fuera prácticamente una seña de identidad para el joven sacerdote, de modo que en cualquier otro sitio sería perfectamente distinguible.

Unas escaleras subían a su derecha a las estancias del piso superior y fue entonces cuando reparó en que había partes del techo que no estaban en muy buen estado. El edificio habría vivido su mejor momento hace, quizás unos 15 años. Ahora telarañas negruzcas ocultaban rincones aquí y allá, haciendo notable cierta desatención por la limpieza.

En varias estanterías podía distinguir figuras trabajadas en tonos de madera que pasaban desde el pino al roble oscuro. La mayoría reproducían escenas religiosas de origen cristiano.

-Sube. Te indicaré dónde podrás pasar las horas diurnas, si no quieres hacerlo junto a mí.

Ricardo le tendió la mano y ambos llegaron a las estancias superiores. Al fondo a la derecha, le mostró un amplio despacho sin ventanas, con un gran sillón y mesa de oficina de madera maciza en el centro con una estantería y unos archivadores que desentonaban un tanto en cuanto a su coloración y construcción, pues eran totalmente de metal y de un color azul eléctrico derivado de los típicos armarios industriales.

-Esta será tu sala privada si lo deseas.

Hizo una pequeña pausa, y con un leve suspiro prosiguió con un gesto de cariño:

-Quedan unas 3 horas para el amanecer. Si prefieres descansar puedes permanecer aquí. Yo saldré a por alimento y después estaré trabajando abajo. Mañana tenemos que estar en las mejores condiciones posibles, pues habrá que presentarse ante el obispo.

Acto seguido, Nardone abandonó a la abrumada pequeña, cerrando cuidadosamente la puerta. El golpeteo de los pasos del Nosferatu sobre la escalera se iba haciendo cada vez más imperceptible…
Última edición por Horcado el 20 Dic 2020, 12:57, editado 1 vez en total.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#19

Mensaje por hella9 » 15 Dic 2020, 00:06

Fiorella se quedó ahí, sin saber muy bien que hacer. Se dispuso a curiosear la estancia que iba a ser su propia..habitación. Pero a parte de ser lo que parecía, un despacho lleno de polvo y desordenado, este no daba a su curiosidad infantil el entretenimiento que requería. Así que tras unos minutos, salió de ese despacho para bajar y volver otra vez al taller del Nosferatu, el cual parecía haberse ido ya a por alimento.
Esa estancia era mucho más interesante. Las tallas , las herramientas ; el olor de el barniz y la madera, le recordaban al taller de su padre. Recorrió y miró con cuidado cada rincón, empapándose de ese arte y de los recuerdos, ahí se sentía mejor que en el despacho.
Hasta que llegó a la mesa de trabajo.
Fue muy rápido, una sucesión de imágenes , de recuerdos y de dolor recorrieron la mente y el cuerpo de la pequeña. Podía sentir de nuevo el afilado bisturí de su padre atravesando su piel, cortándola en pedazos y volviendo a unirlos con la aguja y el hilo. Cayó de rodillas y se agarró la cabeza presa de ese pánico que se había desatado en su interior. Su bestia le instaba a que debía unir de ahí , a que destrozara ese lugar, el lugar donde le habían hecho tanto daño. Pero Fiorela habló, no consigo misma , sino con el miedo que habitaba en su interior ”Para! No, papá no quería hacernos daño. Solo nos ponía bonitas para que pudiéramos salir otra vez a ver el carnaval.” tambaleante, se levantó y fue acercándose a la mesa de trabajo. Cogió una de las herramientas para cincelar la madera y lo sostuvo en alto ”Ahora que papá no está,puedo hacerlo yo. Me haré bonita de nuevo!.. el cincel bajo con brusquedad hacia su brazo izquierdo, clavándose en el. Fiorela sintió dolor, un dolor familiar y que la transportaba a momentos tanto felices como horrorosos...Ves? Ahora somos bonitas. Seguro que el señor Nardone nos felicita por haber sido buenas..” se volvió a decir a sí misma.

En el taller solo se oyeron un par de gotas de sangre caer y un dulce sollozo. Y para cuando el Nosferatu volviera a su amado refugio , vería como un caminito de sangre, como pétalos de rosa dejados de manera organizada, le llevaban hasta Fiorella, que yacía acurrucada y llena de cortes entre los brazos de una de esas tallas, concretamente , en los de Santa Maria Madre.

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Re: Las frías aguas del amor y el abandono [Racconto] (Venecia, Año 1969)

#20

Mensaje por Horcado » 20 Dic 2020, 12:59

La mirada inquisitiva de Nardone observaba a un hombre en pie sobre un paso a nivel ferroviario. Divisó a su alrededor las chozas y casas destartaladas que habían diseminadas, preguntándose porqué tantos tejados estaban en ruinas en aquella zona.

Estrechó sus ojos, volviendo a su presa: un hombre de mediana edad corpulento, hombros anchos, brazos alargados, mirada cabizbaja y taciturna.

Ricardo ya llevaba un rato vigilándolo. Una pobre alma a punto de parar el reloj de su vida, dios sabrá porqué. Levantando el brazo cuya mano extraía del bolsillo de su chaqueta una pistola de bajo calibre y cañón corto.

Esas cosas que salen en los periódicos. La crisis, no tener para dar de comer a la familia, las deudas, y finalmente, una salida rápida y liberadora a toda esa angustia.

Nardone se aproximó lentamente, teniendo la precaución de dejar que aquel hombre liberara toda esa angustia con sus lloros mientras sopesaba el equilibrio de aquella pistola con sus manos, sin decidirse muy bien a qué parte de su cabeza apuntar. Los latidos de aquel ser infeliz se aceleraban por momentos.

El momento del clímax, justo cuando aquel individuo iba a disparar a su sien, tenía que ser el que marcara el ataque del Nosferatu. Pero algo no fue bien.

El hombre perseguido vio como una sombra se aproximaba por encima de su hombro, y completamente aterrado por la escena quedó paralizado.

De repente oyó el ruido seco de un disparo y un estruendo hueco; Nardone de pie, sangrando levemente del costado izquierdo, frente al cuerpo tendido de aquel hombre, cuya cabeza había impactado con tal fuerza contra el suelo, que difícilmente sobreviviría unas horas más.

La caza es una ruleta rusa. Se dijo a sí mismo mientras arrastraba al moribundo al tiempo que curaba sus heridas con las últimas reservas de sangre.

El orín de su victima dejaba un reguero por el camino. Aquel desventurado había relajado esfínteres y no iba a durar mucho. Se apresuró para llegar lo más pronto posible junto a la pequeña.

Alcanzó la puerta de su refugio a un par de horas del amanecer. Había habido suerte a la hora de encontrar presa, aunque no tanta con el modo en que se habían desarrollado los acontecimientos.

Ricardo aún podía sentir la rabia del enfrentamiento con la gente de la Camarilla en Venecia cuando observó el fino reguero de gotas de sangre que unían su mesa de trabajo a la figura que la pequeña había elegido para protegerse y descansar.

-¡Fiorella!, ya tenemos algo de alimento en condiciones.

Ella se levantó como si fuera un animal amaestrado que obedece una orden.

Nardone intentó entender las reacciones de la muchacha; para él, los culpables de su situación eran sin duda, aquellos que tratan con sacos de sangre.

Aunque sabía claramente que, pese a su sufrimiento, el temperamento sensible de la muchacha sanaría lo suficiente su psique como para aprender y destacar en la secta.

Cerrado

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