El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

Moderadores: Corso, Darkhuwin

Nocte Peccatum (Darkhuwin)
Narrador

El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#1

Mensaje por Darkhuwin » 25 Sep 2020, 22:55

Racconto para Marcelo.
Florencia.
20 de Mayo de 1990.

Imagen
Un centenar de voces se desgañitaban pidiendo sangre sin tapujos entre aquellas cuatro paredes mugrientas. Sudor, tabaco, saliva, cerveza… la mezcolanza de fluidos y olores conseguía recrear lejanamente las sensaciones vitales de juventud que Marcelo añoraba en lo más profundo de su ser. Las últimas trazas de humanidad que se mantenían intactas bajo aquella carcasa sin vida que conformaba su cuerpo y el descontrolado tornado de emociones y pensamientos que componían ahora su mente condenada.

El sonoro bullicio de los vestuarios, la cruda dureza de los campos de juego, la desbordante irrealidad de las salidas nocturnas a todo tren, cuando creía que iba a ser una estrella. Mujeres, alcohol, dinero… aquellas eran sus grandes metas. Tan ínfimas ahora, tan banales e ilusorias. Lo único que le quedaba de todo aquello, lo único que podía aún sentir que le trajera de vuelta su añorado pasado, era el dolor. El dolor del esfuerzo cuando tras una hora corriendo, le quemaba el pecho de tanto respirar, aunque ahora ya no respiraba. El dolor de las ampollas, rozaduras, agarrones y codazos tras un partido, que ya nunca más dejarían marca. El dolor del fracaso, de la frustración de perderlo todo por una maldita lesión que le privaría de su fulgurante futuro, una vida que ya no existía. El dolor que ahora, aunque efímero y soportable, traía de vuelta su cordura para sujetarla con fuerza, a una existencia sin más propósito que el de su mismo sufrimiento. El dolor enseñaba, sin duda, dotaba de sentido, era un poderoso aliado y amigo y era… muy adictivo.

Tanto, que Gozza había conseguido reunir a una no tan despreciable cantidad de feligreses en torno su iglesia del dolor. Su templo de la violencia sin censura, de la pelea por la mera sensación primaria del combate con las manos desnudas. Prostitutas, camarer@s, choferes, barrender@s, repartidores, taxistas, vendedores, gente de baja escala social, hastiada del trabajo que no le reportaba más que lo justo para vivir día a día, sin vacaciones, sin grandes regalos, sin ningún lujo que poder permitirse. Personas que, hartas del letargo del televisor, de la publicidad engañosa y de las promesas de felicidad no cumplidas por parte de sus gobernantes y aplastadas por la presión social de un entorno que además les marcaba lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que podían o no podían hacer o pensar, se lanzaban sin pensarlo a su propia autodestrucción física, en pos de una vivencia real que pudiera dar sentido también a sus vidas.

Al principio fueron solo unos pocos, de hecho, todo comenzó con una pelea callejera a la que el brujah se unió buscando emociones fuertes una noche cualquiera de caza. Pero en aquella ocasión, le resultó tan gratificante, que decidió no matar a ninguno, consiguiendo además, no revelar su propia naturaleza. Aquellos fueron los primeros, y ahora eran sus favoritos, sus ‘encargados’ por así decirlo. Mas ya había decenas más. Y lo que al principio se libraba en algún perdido callejón, se celebraba, cada semana, en un sótano amplio pero austero y poco iluminado, de un local en las afueras de Florencia.

Las reglas eran simples, se peleaba a pecho descubierto, o con una camiseta en caso de las mujeres, con los puños vendados y sin armas. Se luchaba hasta el ko y no se permitía el abandono. Pese a que el principal premio era experimentar la furia nihilista y el instinto de supervivencia, las apuestas, eran un gran aliciente para algunos, y estaban a la orden del día. Marcelo ya no encontraba placer en la obtención de beneficios, pero se hizo con el control de las ganancias, se dijo, para pagar las facturas y controlar los posibles problemas con las autoridades mortales. Aquello sabía que podía traerle problemas en el futuro, pero nunca imaginó que fuera tan pronto.

Llevaba tres meses en su nueva manada. Había conseguido que al menos le respetaran y confiasen lo suficiente en él como para que lo dejaran ausentarse una vez por semana en solitario para ‘desconectar’ pero imaginaba, que en algún momento, alguno de sus nuevos hermanos terminaría descubriendo su pasatiempo y cayendo por allí. Lo que no había previsto es que quién se presentara aquella noche en su club, fuera otro cainita Florentino al que nadie había invitado. Y nada menos que una mujer, de fiera mirada altiva y desafiante.

En cuanto la vio, vestida con aquellos vaqueros rotos, la camiseta de tirantes y la chupa de cuero, pasando entre los demás presentes como si fueran ovejas, reconoció rápidamente su condición. Aunque no recordaba que se la hubieran presentado, sus ademanes y actitud, le hicieron darse cuenta de que se trataba de un Sabbat. Sus ojos eran inconfundiblemente ferales, lo que habría provocado más de una expresión de asombro si alguien entre la multitud se hubiese fijado en ella bajo la gorra, como lo estaba haciendo ahora Gozza. Andaba despacio, tranquila, directa hacia donde él estaba, apenas fijándose en lo que allí sucedía. Aunque cuando llegó a su altura, antes de decir nada y sin sacar las manos de los bolsillos de la cazadora, se situó a su lado mirando en dirección a la arena.

-Menuda Juerga tienes aquí montada, ¿Eh amigo? – Su actitud era de una calma desconcertante. No parecía haber ninguna emoción en aquella voz, áspera y susurrante, aunque se podía apreciar un deje de desprecio y superioridad en el tono. – He oído por ahí que eres el nuevo juguete de Ojo Puto. – Le miró de reojo cuando añadió: - ¿Sabe él que te mezclas con la chusma y juegas al 'Monopoli'?

-Entiéndeme, el tema de las peleas… bien – dijo, haciendo un ademán con la mano hacia los contendientes – puedes jugar con la comida como te plazca, reconozco que es divertido. Cuando era una niña, recuerdo que jugaba a quitarles las antenas a las hormigas para verlas pelear hasta la muerte. - La sonrisa sádica de aquella desconocida, le hubiera provocado un escalofrío a Marcelo de haber sido eso posible - Pero en cuanto al negocio del dinero… hay ciertas reglas en esta ciudad ¿Acaso no las conoces?

Un fuerte golpe de revés hizo sonar un chasquido y la sangre saltó hacia la gente agolpada cerca de la pelea, provocando un grito de satisfacción entre la concurrencia. El colgado del tatuaje con una pluma, se desplomó sin sentido por fin y empezaron a moverse los billetes.

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#2

Mensaje por Endimion1 » 26 Sep 2020, 19:42

Marcelo contempló, mientras dibujaba una socarrona sonrisa en su rostro, como aquella invitada no deseada se colocaba a su lado y le lanzaba aquella pulla sobre los bienes materiales, al tiempo que el último evento de la noche llegaba a su fin y el ganado comenzaba a dispersarse. Podía sentir el éxtasis del dolor flotando en el ambiente, mezclado con la adrenalina provocada por la emoción de los combates; el júbilo de los vencedores se mezclaba, en una amalgaba de sentimientos, con la amargura de los perdedores en aquel lugar, donde tan pronto uno era el rey de la arena como daba de bruces con su rostro contra el suelo. Aquella noche más de uno volvería a su casa con los bolsillos llenos, aunque la mayoría seguirían tanto o aún más arruinados de lo que ya lo estaban antes de empezar la velada. Lo único cierto era que todos y cada uno de aquellos descarriados desechos de la sociedad se llevaría los recuerdos de aquella noche; el como sus problemas, por unas pocas horas, se habían disipado gracias al alcohol que corría por sus venas, el humo que inundaba sus pulmones y la emoción encarnizada de los combates, en donde salían a relucir los más primarios instintos provocados por el deseo de supervivencia, que el Brujah les había ofrecido en aquel sótano oscuro, alejado de las curiosas y juiciosas miradas del “mundo exterior”.

Con un par de señales, que no eran más que leves gestos acordados, los “secuaces” de Marcelo comenzaron a limpiar de los últimos rezagados el lugar, dispersando a los pocos curiosos que aún quedaban, y dejando al Brujah a solas con aquella misteriosa visita, solo en compañía del cuerpo, aún inconsciente, del desgraciado con el tatuaje de la pluma, el cual aún descansaba sobre la arena, recuperando las fuerzas necesarias para poder ponerse en pie.

-Vaya, parece que mi pequeño local de esparcimiento por fin ha llamado la atención de una “hermana” del Sabbat. – dijo en tono jovial Marcelo al tiempo que saltaba sobre la valla de la arena y se dirigía al cuerpo de inconsciente que reposaba en la tierra de la zona de combate. Espero que hayáis disfrutado de los combates. Sé que no poseen de la emoción ni del atractivo suficiente para despertar el “interés” de unos seres como nosotros, al fin y al cabo no son más que sacos de carne cuya fuerza y técnica dista mucho de nuestra capacidad, pero, como bien sabrás, la carne sabe mucho mejor si es golpeada con fuerza antes de comérsela…

Las palabras del Brujah, que poco a poco habían ido del tono jovial y amable, al objeto de dar la “bienvenida” a aquella misteriosa mujer, al lúgubre y sádico, fueron acompañadas de sus actos. Arrancando un jirón del pantalón del desdichado perdedor lo introdujo, con fuerza, en su boca a forma de improvisada mordaza, al tiempo que se ponía de pie y, con un fuerte pisotón, partía el fémur de la pierna derecha de aquel saco de carne, provocando un fuerte grito de dolor, ahogado por la tela que llenaba la boca del humano, fruto de un instante de dolorosa consciencia, la cual se dispersó tan rápido como había llegado, volviendo a dejar al hombre inerte e inconsciente.

-Gracias, no obstante, por la advertencia sobre el dinero. –continuó el florentino mientras levantaba el colgajo de carne que era ahora el cuerpo de aquel desdichado y hundía sus colmillos en el cuello del humano para beber de él, deleitándose con el sabor al dolor provocado hace un momento por el Brujah, el cual que aún era palpable en su sangre. Por supuesto que me han advertido sobre ello, en mi “nueva familia” tenemos a un ductus y a una sacerdotisa bastante competentes, como no podría ser de otra manera, y solo tomo lo justo para “mantener” esto en marcha. Como bien sabrás se debe de cebar a los cerdos antes comérselos y, desgraciadamente, estos pobres desdichados solo se alimentan de las vacías esperanzas que el vil metal les proporciona. Poco me importa cuánto dinero entre o salga de los bolsillos de esos sacos de carne, siempre y cuando pueda tomar lo necesario para que este lugar siga abierto, fuera de las miradas curiosas de los mortales, y ello me permita seguir “jugando con la comida”.

Marcelo lanzó el cuerpo en dirección a su “visita no deseada”, en un claro ofrecimiento para que se alimentase, al tiempo que limpiaba su boca de los restos de líquido carmesí. Una cosa era disfrutar de su alimento y otra muy distinta era no mostrar los debidos modales ante una hermana Sabbat. Aún así el florentino se mantuvo alerta, atento a lo que aquella misteriosa y bella, en el sentido más salvaje y primario de la palabra, mujer tuviera que decirle. Algo le decía que la noche, y por ende la diversión que esta traía, no había hecho más que empezar…

Nocte Peccatum (Darkhuwin)
Narrador

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#3

Mensaje por Darkhuwin » 30 Sep 2020, 23:03

La desconocida se mantuvo quieta, de pie, con los brazos cruzados y observándolo, mientras Marcelo soltaba su perorata. Sus ojos de animal, no dejaban de seguirlo mientras él se movía por el local haciendo y deshaciendo. Parecía dejarlo hablar y explicarse. Con una ligerísima sonrisa asomando a la comisura de sus labios. Incluso, cuando empezó a alimentarse, ladeó curiosa la cabeza, como un felino que no pierde detalle de su presa. Aunque cambió algo la expresión cuando el brujah se puso a hablar a la vez que vaciaba a su víctima, como si no le convencieran sus formas o sus modales.

Entonces, Marcelo le lanzó el cuerpo a sus pies en lo que él pretendía que fuese un gesto de buena voluntad y concordia. La cainita miró a aquel amasijo desmadejado de miembros y sangre como si no entendiera. Luego lo miró a él.

-¿Qué es esto? ¿Me lanzas tus sobras? - Le dijo cambiando el gesto descruzando los brazos. - Me insultas, estúpido cabezahueca. - Su expresión se tornó fría y desafiante. Sus manos se desplegaron a los lados, preparadas para lo que fuera necesario. - Yo sólo como lo que cazo - y añadió con desprecio - Y no me gustan las granjas como esta. - Parecía que su humor se había tornado agrio de repente. - Debilitan a los que las utilizan. Como el dinero que las mantiene. Pero sé por qué tu no lo entiendes. - La sonrisa sarcástica volvió a asomar y pareció que se controlaba un poco, aunque en todo momento daba la sensación de estar a punto de saltarle encima. Ahora caminaba en círculo en torno a él, por fuera de la vaya que separaba la arena. - Porque eres una rata camarilla... y las ratas camarilla, aunque se vistan de lobos, siguen siendo ratas camarilla... eso no cambia, ¿No es cierto...?

Aquella fémina estaba tratando sin duda de poner a prueba sus nervios y templanza. Pero ¿Quién cojones era? ¿De parte de quien venía? ¿Y por qué sabía tanto de él? ¿Iba a dejar que lo hablara así? ¿Podría controlarse, es más, quería hacerlo? Su instinto le decía que aquello era algún tipo de prueba....que si se dejaba llevar habría perdido antes de empezar.

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#4

Mensaje por Endimion1 » 02 Oct 2020, 18:08

El silencio trajo consigo una tensión que podía cortarse con un cuchillo tras las palabras de aquella mujer. Su altivez, mezclada con su desprecio para con el Brujah y su ausencia total de modales y juicio, hicieron que la sangre de Marcelo hirviera, tal y como lo había hecho no hacía tanto tiempo atrás, en presencia del Obispo. Sus instintos, salvajes y desbocados como una creciente tormenta, comenzaron a tomar el control del florentino pero, desde lo más profundo de su ser, la voz de la razón le agarró con fuerza, sujetando a la bestia que nacía en el interior de Marcelo con una fuerte y gruesa cadena, forjada de la propia experiencia pasada del Brujah y el sincero y decidido deseo de no volver a fallar a su manada, aquella “nueva familia” que sin prejuicios y reparos le había acogido en su seno y que, tras varios meses de dura formación, había decidido confiar en su buen juicio para moverse, al menos de manera periódica, a sus anchas por la ciudad.

Marcelo comenzó, entonces, a moverse a través de la arena en dirección a la cainita, con pasos cortos pero decididos, a la par que sentía como aquella feroz felina le observa, del mismo modo que una leona otea a su presa esperando el mejor momento para abalanzarse sobre ella. Fue en ese momento, justo cuando el raciocinio volvía a tomar el control del cuerpo del florentino, que se dio cuenta de algo que estaba a todas luces claro, aquella mujer no estaba allí de manera casual, tenía un propósito, y si su juicio no le fallaba, el objeto de todo aquello era ponerle a prueba, ver si todo lo que había mostrado ante el Obispo había comenzado a pulirse y, si no era así, arrancar de cuajo la mala hierba, porque una cosa saltaba a la vista, aquella mujer sabía pelear y, sin duda, tenía experiencia en ese tipo de asuntos.

-¿Te das cuenta de lo vacías y fuera de lugar que están vuestras palabras? –repuso Marcelo a pocos pasos de la mujer mirando fijamente a sus ojos con tono serio y autoritario. Te presentas MI casa sin haber recibido invitación, algo que no es que me importe demasiado pues las puertas de esta “granja” como tu la llamas jamás estarán cerradas para un hermano Sabbat, sin ni siquiera presentarte como es debido. Además tengo la deferencia de compartir mi alimento contigo, en un acto de buena voluntad para con una hermana, y me contestas con desprecio y hastío, en una clara falta de modales y de respeto por la libertad que mi manada me ha otorgado y por la cual lucho día a día mostrando mi lealtad a mi manada y, por ende, a la Secta, haciendo míos los preceptos y credos del Sabbat.

El florentino continuó acercándose a la mujer, sin bajar la guarda, hasta quedar a un paso de ella, desafiándola con la mirada, dejando claro que ni su actitud ni sus palabras iban a achantarle.

-Si bien puedo entender que no desees alimentarte de lo que consideras “mis sobras” –repuso el Brujah con gesto contrariado y mostrando el semblante frío y duro que tantas veces había utilizado para imponer su voluntad a través del miedo. Algo que puedo llegar a entender, pues tu propia lealtad al Sabbat, de la que por cierto y sin conocerte yo no he dudado, te otorga la libertad de alimentarte cómo, donde y cuándo gustes, no es de recibo que me hables de esa manera, poniendo en duda mi compromiso para con mis hermanos Sabbat y con la Secta y, de paso, presuponiendo que el juicio de mi ductus, mi sacerdotisa y el propio Obispo son erróneos, pues son los dos primeros, y en última instancia el propio D´Abraccio al permitir que se me acoja dentro de la manada de Nardone, quienes han juzgado propicia mi presencia en la Secta. Si no deseas alimentarte perfecto, nadie puede obligarte a ello como antes te he dicho, pero al menos ten la deferencia de rehusarlo con respeto, y no ladrando como una perra rabiosa con injurias sin fundamento.

El florentino siguió sosteniendo la mirada de aquella fiera, consciente de que los mismos y primarios instintos que le gritaban que se lanzase a la confrontación estaban tomando el control de su hermana. Debía de mantenerse alerta, pues no sabía cuan fuerte era la fuerza de voluntad de aquella feral cainita en aquel momento y, si finalmente tomaban el control de sus actos, debía de tener la agilidad suficiente para no verse sorprendido. Su propia experiencia y conocimientos de combate le advertían que un error de este calibre podría llegar a resultar brutal, sobretodo cuando los dones que otorgaba la sangre eran utilizados para hacer el mayor daño posible en la mínima expresión de tiempo a un enemigo.

-Sin duda me encantaría que pudieses comprobar lo “débil” que dices que soy. –concluyó Marcelo, desafiante en un principio y juicioso conforme avanzaba en su alegato. Pero eso no sería mas que un fútil e irracional acto que, de una manera u otra, acabaría debilitando a la Secta, algo que sin duda no deseas que pase y que va en contra de todo aquello que Sabbat predica. Como bien sabrás, dado que te has tomado las molestias de informarte sobradamente sobre mi persona, un gran peligro se cierne sobre la ciudad y todo aquello que el Sabbat tiene aquí instaurado y, te guste más o menos, yo poseo una fuerza de la que sin duda la secta no quiere desprenderse, aunque sea simplemente para utilizarme como una bola de democión que cause estragos en las líneas enemigas llegado el momento. Además también tengo un conocimiento profundo y detallado de nuestro enemigo y de su modus operandi del que, como bien entenderás, el Sabbat no puede permitirse el lujo de prescindir.

Fue en ese momento cuando el Brujah comenzó a sentir que la situación estaba yendo hacia donde él quería pero que, por suerte o por desgracia, aquello solo podía desembocar en dos caminos. O aquella mujer daba un paso atrás, metafóricamente hablando, y aceptaba las palabras del florentino como muestra de superación de la prueba a la que lo estaba sometiendo, o aquella arena de combate volvería a teñirse de rojo y Marcelo no estaba dispuesto a fuera su sangre la que acabara esparcida por la arena.

Nocte Peccatum (Darkhuwin)
Narrador

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#5

Mensaje por Darkhuwin » 03 Oct 2020, 15:04

- Hablas demasiado - La cara de desagrado de su interlocutora mostraba un claro desprecio por el discurso de Marcelo. Avanzó poniéndose a su altura, y aunque era bastante más baja que él, no dudó mirarle a los ojos directamente mientras continuó, a la vez que lo señalaba con el dedo índice:

- Haré como que no he escuchado algunas de las cosas que han salido de esa sucia boca de traidor. He destripado a muchos por menos de eso. - Tras decirlo, parece que la cainita se calmó ligeramente y una sonrisa irónica volvió asomar a sus labios. En ese momento, se dio cuenta de lo que había estado a punto de pasar y maldijo su impetuosidad. Tenía que controlarse, si no quería enfrentarse a cada 'hermano' que tratase de provocarlo.

Con la cercanía, el Brujah pudo observar cómo los colmillos de ella permanecían todo el rato extendidos, lo que provocaba ese efecto sibilante que había notado en su pronunciación. - Pero no he venido aquí para acabar contigo...al menos no era esa mi idea inicial - se giró y se alejó un poco y apoyando su espalda, finalmente, en la vaya que delimitaba la arena, se lo quedó mirando entornando de nuevo los ojos.

- No sé si eres muy estúpido o muy valiente. Lo que tengo claro es que aún no tienes ni puta idea de dónde te has metido... y no seré yo quién te lo cuente. Pero de lo que sí voy a advertirte, es de que no puedes jugar con dinero mortal en este distrito. Y ni siquiera voy a decirte por qué. Móntatelo como quieras, gallito de pelea, pero mantén tus manos y las de tus 'compinches' alejadas de las apuestas. O la próxima visita, no será tan cordial.

Marcelo supo en seguida que su amenaza no era en vano y se preguntó a qué venía el tema de las apuestas. Si el Sabbat no jugaba con dinero mortal, ¿Por qué se le prohibía a él hacerlo en ese distrito? ¿Quién controlaba en realidad los negocios de los bajos fondos allí? Había oído a Allesa en algún momento hablar de que eran los Giovanni los que se encargaban de los asuntos del rebaño. ¿Sería ella una secuaz de los nigromantes?

- El resto del circo, puedes quedártelo. Es más, a lo mejor un día me apunto. - dijo, casi divertida. - Cuando haya un reto de verdad - Lo miró desafiante - Cuando estés preparado. - Pese a todo el enfado y las amenazas, Marcelo percibió cierto matiz de respeto en el tono de la sabbat. Después de todo, quizás no se había pasado tanto y le había dejado una buena impresión. Por de pronto, la cainita no parecía tener ninguna intención de irse cuando preguntó:

- Por cierto, hay algo que me ha dejado intrigada de tu verborrea descontrolada: Dices que tienes amplios conocimientos del enemigo y sus tretas... Y que por eso te han admitido sin dudarlo en nuestra amigable familia. - La ironía era palpable - ¿De verdad crees que voy a tragarme ese cuento sin más? ¿Acaso has aportado ya información de valor al Obispo que tanto te aprecia?

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#6

Mensaje por Endimion1 » 08 Oct 2020, 17:41

El Brujah sintió, en aquel preciso instante, una mezcla de satisfacción mezclada con disgusto en su interior. Por un lado parecía haber conseguido llamar la atención de aquella misterosa visitante, mientras que por otro había sido testigo de como su impetuosidad le había vuelto a jugar una mala pasada. Si bien era cierto que aquella mujer, al menos en opinión de Marcelo, había quedado en parte satisfecha por la gallardía mostrada por el florentino lo cierto era que su falta de modales bien podría haberle costado su no vida, pues no quedaba ahora duda de que aquella Sabbat era perfectamente capaz de acabar con él, y estaba seguro que aquella actitud altiva tendría, mas pronto que tarde, consecuencias para su manada y para él, lo cual atormentaba al ex futbolista, que sentía como había vuelto a fallar a aquellos que habían depositado su confianza en él...

-Me encargaré personalmente de que se haga tal y como me pides. -repuso Marcelo en tono conciliador tratando de no parecer demasiado sumiso. Si es así como se hacen la cosas por aquí no seré yo quien se oponga a ello. En cuanto a lo de apuntarte al circo, como te dije, las puertas estarán siempre abiertas para una hermana del Sabbat, de hecho puedes traer compañía la próxima vez si te apetece.

El florentino hizo una leve pausa, apoyándose sobre la valla de la arena en una postura algo más relajada, pero sin dejar de estar alerta ante cualquier posible muestra de violencia por parte de aquella mujer pues, aunque sabía que no tenía casi ninguna posibilidad, no sería la primera vez en la que un pequeño vence a un grande en el "terreno de juego".

-En cuanto a la información que poseo no tengo problemas en compartirla contigo, ni en decirte con quién la he compartido, de hecho pareces una hermana lo suficientemente importante dentro de la Secta como para que sea mi deber compartir todo lo que sé contigo. -continuó el Brujah. Pero antes me gustaría saber, si no te importa, quién me está preguntando.

Marcelo no quiso decir nada más, ni exponer sus sospechas sobre la posición, presumiblemente alta, que aquella vástaga tenía dentro del Sabbat, pues no solamente preguntaba por algo que no muchos sabían sino que, además, parecía estar muy informada sobre el "chico nuevo" y su pasado con la Camarilla. Estaba claro que unas palabras suyas en ese sentido podían ser mal interpretadas y podrían salir, sin problemas, de la boca un espía tratando de sonsacar información, y eso era lo último que quería que pensasen de él. Su compromiso y convicción para con la Secta estaba fuera de todo lugar y, si bien aún se estaba haciendo a ella, tenía muy claro su objetivo, convertirse en todo aquello que se esperaba de él...

Nocte Peccatum (Darkhuwin)
Narrador

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#7

Mensaje por Darkhuwin » 09 Oct 2020, 23:07

-Mi nombre es Lupus, aunque no tiene por qué sonarte, todavía. - dijo ella seria. - El resto deberás investigarlo por tu cuenta, pero ten por seguro que en esta ciudad todos saben que no debe jugarse conmigo si no se tienen bien puestos. No soy de las que discuten con palabras. - Sentenció mirándole de nuevo, desafiante. Pero en seguida su expresión se tornó más relajada - Así que, me alegro de que hayamos aclarado el punto de las normas.

-Y en cuanto a que me cuentes tus movidas...- Por un momento la cainita pareció dudar, miraba al rededor, como si buscase algo en lo que fijar su atención. - No hace falta que me des todos los detalles. Ya imagino que tendrás cosas que guardar, para cubrirte las espaldas. - Y comenzó a andar hacia una de las paredes. - Sólo quiero asegurarme por mi cuenta de que no eres un jodido espía. - Lupus, como decía llamarse aquella, prácticamente seguro, gangrel, se acercó hasta un trozo de vendaje que había quedado en el suelo, en una esquina del sótano. Lo recogió y comenzó a olisquearlo.

-Me da igual si un puto obispo dice que eres un buen recluta o si tu manada comparte su sangre contigo todas las noches. Yo no me fío de nadie a quien no conozca a fondo y no permitiré que se ponga en peligro mi ciudad, sin haber metido mi hocico en el asunto.- La expresión animal de placer que adoptó al reconocer el dulce olor a vitae, se le quedaría a Marcelo grabada en la memoria por un tiempo, como un recuerdo de como la bestia puede llegar a aflorar al exterior en los vampiros del Sabbat.

-Si de verdad quieres compartir la comida conmigo como una ofrenda, darme una buena prueba de tu lealtad a la Espada y demostrarme que tienes madera de guerrero - le dijo sonriente, alzando su mano con la venda ensangrentada - ven conmigo de caza ahora. Te mostraré cómo utilizar los instintos de la bestia a tu favor, como abrazar tu naturaleza como lo hizo en su día Caín. Y mientras disfrutamos del sabor de la presa obtenida con nuestro esfuerzo, me contarás tu historia por respeto y no por que yo te lo haya exigido.

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#8

Mensaje por Endimion1 » 15 Oct 2020, 17:18

El Brujah notó como, de nuevo, su sangre volvía a hervir de pasión en su interior ante la posibilidad de poder salir de caza con una cainita como Lupus y poder aprender a usar la bestia de su interior, la cual tantas veces había tenido que contener, en su favor. Se sentía decidido a no fallar esta vez y a demostrar, durante la caza, su valía como hermano del Sabbat.

-Me alegro de que por fin estemos hablando en el mismo puto idioma. -respondió pletórico Marcelo. Por supuesto que acepto lo de la caza, no pienso perder una oportunidad para demostrar mi valía como guerrero y como miembro de la Espada.

El florentino se incorporó, entonces, de su pose relajada contra la vaya de la arena y se acercó, en una actitud más relajada pero sin perder la concentración en todo lo que estaba pasando ante cualquier tipo "sorpresa desagradable", hacia donde se situaba Lupus, colocándose justo a su lado a la espera de que la cainita le mostrara el camino que, sin duda, el rastro del vendaje que había estado olisqueando le estaba indicando.

-En cuanto a lo que sé de esos cabrones de la Camarilla. -comenzó a decir el Brujah a modo de principio de su relato y para agradecer su ofrecimiento a la Gangrel. Hasta donde yo estoy informado se han intentado, en los últimos años, dos intentos de incursión en la ciudad por parte de agentes de la Torre. El primero se produjo ya hace muchos años, cuando aún no sabía ni que existían los cainitas. El desgraciado de mi sire se infiltró, en solitario, en la ciudad y comenzó, bajo la fachada de un jefe criminal, a hacerse un nombre, escudado cobardemente bajo sus peones humanos, y a debilitar los recursos de los Grimaldi. Durante los años que duró aquello reclutó a varios mindundis para que hiciésemos su trabajo y, de paso, para elegir a posibles candidatos para convertir a su podrida causa. Con el tiempo el traidor de Alberto y yo probamos nuestra valía, desconocedores de lo que estábamos haciendo, y tras lograr hacer volar por los aires uno de los almacenes más grandes de los Grimaldi, el cual nos había ordenado desmantelar, decidió convertirnos en hijos de Caín y llevarnos con él a Suiza, pues al parecer habíamos removido demasiado el avispero. Su objetivo no era otro que enseñarnos sus absurdas tradiciones y volver, con más fuerza y cuando las aguas se hubiesen calmado, a Florencia para de ese modo, con más recursos, ponerla en bandeja de plata para sus jefes de la Camarilla.

Marcelo detuvo, de momento, su relato, a la espera de ver como se iban desarrollando los acontecimientos y decidir, tal y como le había dicho Lupus, cuánto estaba dispuesto a contarle de lo que sabía...

Nocte Peccatum (Darkhuwin)
Narrador

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#9

Mensaje por Darkhuwin » 21 Oct 2020, 22:33

- ¡Ja!, muchos planes como ese habrían necesitado para conseguir siquiera debilitarnos, como pronto descubrirás. - Le dijo la tipa mientras se dirigía a la salida.

Marcelo se sorprendió un poco cuando, llegados al piso bajo, ella continuó subiendo escaleras, acelerando cada vez más deprisa. - No sólo los Grimaldi se ocupan de vigilar al rebaño. Hay negocios mucho más lucrativos que los que manejan esos 'sirvientes' - añadió, pronunciando la palabra con algo de desprecio. Su carrera les llevó hasta el piso más alto del edificio, un cuarto sin ascensor. La cainita se encaramó entonces a un ventanuco de ventilación que asomaba a la calle y atravesándolo con suma destreza, comenzó a trepar hacia el tejado. Marcelo no tuvo problema en hacer lo mismo y seguirla hasta la azotea. Al acabar su ascenso, encontró a Lupus en el borde, sentada de espaldas a él, con las piernas colgando hacia el vacío. Cuando se acercó, los dos pudieron disfrutar de una vista maravillosa de aquella parte de la ciudad.

Casas por lo general bajas, con sus tejados llenos de antenas, ropa tendida y muchos y oscuros recovecos adornaban aquel nocturno paisaje urbano. Un gigantesco parque de juegos a la medida de sus cuerpos y sus capacidades sobrehumanas. Había poco ruido en las calles ya a aquella hora, pero el barrio aún bullía con cierto ronroneo de actividad ya que el calor comenzaba a apretar con la cercanía de la época estival.

- Hay más fuerzas en este mundo de las que podemos ver a simple vista. Y muchas más que nunca llegaremos a conocer - dijo ella misteriosa cuando estuvo a su lado. - Pero todo eso nos tiene que dar lo mismo. Nosotros somos la Espada - Apoyando las manos, puso todo su cuerpo en vilo dejando las piernas hacia delante, en un perfecto movimiento de gimnasta, luego, las hizo pasar entre sus brazos hacia atrás y elevó el tronco y sus pies llegando a hacer el pino en la cornisa. Desde aquella posición, miró a Marcelo boca a bajo y le dijo: - ¿Empezamos? - Y sin esperar su respuesta se dejó caer hacia el vacío, pero en su bajada, pegó una impresionante patada a la fachada, impulsándose con una fuerza descomunal hacia el edificio que había en frente, en cuya cornisa aterrizó con una voltereta.

Sin detenerse ni mirar atrás, arrancó a correr de nuevo, pero desde su posición, el brujah antitribu pudo escuchar: -¿A qué estás esperando?
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Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: El precio del Dolor [Racconto] (Florencia, 20 Mayo 1990)

#10

Mensaje por Endimion1 » 22 Oct 2020, 19:47

El camino escaleras arriba fue tan rápido como interesante para Marcelo, el cual escuchó con atención todo lo que Lupus tenía que decirle. El brujah se vió tentado de contestar, pero prefirió no hacerlo, al menos de momento. Estaba claro que aquella cainita sabía bastante sobre la ciudad y, sin duda, todo lo que pudiera averiguar de ella le sería de utilidad en su futuro. Si quería encajar, hacerse uno con la Secta, debía de conocer la ciudad donde vivía, las tradiciones y leyes que la regían y a los cainitas que habitaban en ella y la gangrel era una fuente de información tan válida como cualquier otra para ello. Además, si conseguía ganarse su respeto durante la cacería, lo cual era ahora su principal objetivo, estaría dando un nuevo paso para convertirse en aquello que, según le habían dicho sus hermanos, estaba destinado a ser.

Fue entonces, como casi sin darse cuenta, se vio envuelto en un desafío, un reto que, sin duda, formaba parte de la cacería y que había sido presentado con una formidable exhibición de agilidad felina por parte de Lupus. El suave viento que corría aquella noche sobre las cornisas de Florencia agitó el pelo y las ropas del brujah, al tiempo que Marcelo podía sentir como la pasión y la emoción de la competición corría desbocada por sus venas ante el desafío de la Gangrel. Aquella mujer, tal salvaje y despreocupada, había conseguido despertar en el florentino sentimientos que llevaban mucho tiempo dormidos, sentimientos que le traían recuerdos de tiempos pretéritos, donde era él, junto a sus compañeros, quien competía y luchaba por la victoria.

-Si piensas que voy a perder-dijo en tono desafiante mientras daba un par de pasos atrás para coger impulso. ¡Estás muy equivocada!

Marcelo comenzó a correr, al tiempo que invocaba los dones de la sangre, para terminar saltando cogiendo un fuerte impulso, lo cual le elevó varios metros sobre el hueco que separaba la siguiente cornisa. Aquel momento, aquel instante de paz y libertad mientras surcaba los cielos, de la misma forma que lo hacía cuando saltaba a rematar de cabeza, le relajó, dejando que su mente fluyera, devolviendo al presente satisfactorios recuerdos del pasado, recuerdos de victoria, de satisfacción por obtener frutos de su entrenamiento, de alegría por hundir en la miseria con su fuerza a sus rivales dentro del terreno de juego...

... El brujah volvió, de improviso, al presente para darse cuenta de que su falta de concentración en el ahora había hecho que calculara mal el salto. Había tomado demasiado impulso vertical, calculando mal la distancia a recorrer, por lo que tuvo que modificar la trayectoria en el aire moviendo su propio cuerpo. Esto, unido a un mal apoyo, hizo que el brujah trastabillara al pisar la siguiente cornisa, lo que derivó en que cayera contra el suelo. Por suerte el cuerpo de Marcelo aún conservaba los automatismos aprendidos durante su formación como futbolista, lo que le hizo caer rodando sobre sí mismo para evitar cargar demasiado peso sobre su pie de apoyo, para así evitar lesiones en el tobillo. Rápidamente se incorporó, para ver como su rival le tomaba ventaja. Había sido un necio dejándose llevar, debía de concentrarse, focalizar toda su voluntad en vencer. Aquella era una oportunidad única de demostrar su valía, y no estaba dispuesto a dejarla pasar, aunque eso supusiera tener que dar rienda suelta a todo su poder...

Cerrado

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