(C) [La Finca] Cien años de soledad (Eva Espinosa)

[Variable]

El vástago cabiló, reflexivo, durante unos segundos. Vio que ella estaba sorprendentemente decidida, lo cual le dejó algo extrañado. Hablaba de la eternidad dando por hecho que su vida no se interrumpiría, que nada raro sucedería. Siempre sucede algo. Alzó su cabeza hacia el exterior del velador, donde los faros de un automóvil iluminaban la carretera.

Se quedo, pensativo, mirando cómo se alejaba el coche.

- ¿Sabes lo que eso supone? -dijo, por fin.

[Livia]

En aquel momento, dudó. No porque no estuviera dispuesta a hacer un sacrificio como ese para comenzar una nueva vida a su lado. Dudó de él, que se lo había propuesto y quizás había confundido sus intenciones al hacerlo. Desvió también la vista, volviendo un poco a encerrarse en sí misma, en su pequeño consejo interior en el que la mente no tenía mucho que hacer frente a un corazón inundado de amor. Suponía que tenía que morir porque él estaba muerto, suponía que tenía que acatar todas las normas estúpidas de ese mundo oscuro, los peligros y los desafíos, lo que más asco le daba era tener que alimentarse de aquella forma pero supuso que podría encontrar su propia manera. Supuso también que ese asco se le pasaría porque al león le asqueaba pensar en comer hierba y a la vaca le asqueaba comer carne.

Lo que más pena le daba era dejar a su tío pero debía hacer su propia vida. Llevaba deseando hacer su propia vida más allá del legado de los Espinosa y más allá de su padre desde hacía tiempo. Soltar todas esas cargas y ser solo Eva. Se propuso ser la celestina de Raúl para que encontrase al fin el amor y pasara los últimos años de su vida siendo feliz, sin tener que preocuparse por ella y mientras pudiera, y como preveía que no tenía que gastar en comer, intentaría que no le faltara de nada. Al fin y al cabo, su tito no era su tito, para ella había sido su madre aunque siempre había sido la niña de papá.

- ¿Me dejarás sola en la oscuridad? - respondió, mirándolo de la misma forma cálida y dulce. Con ello quería saber si la aceptaba, si aceptaba el amor de su corazón, si aceptaba ser parte de su mundo, consumirlo y crear uno nuevo. No iba a hacerlo por poder, ni por conocimiento, ni por vanidad, el pecado que la llevaría a la condena sería el amor.

[Variable]

La brisa nocturna traía el frío olor a la sangre de Eva. No era la primera vez que le pasaba, pero hoy se había alimentado bien, por lo que pudo mantenerse en calma.

- Si he acudido a ti, es precisamente para evitar eso.

Había mucho por hacer, demasiado por investigar, mucho por debatir.

[Livia]

Sintió un gran alivio tanto en ser correspondida y aceptada como en poder soltar el lastre del pasado por fin. Era una sensación maravillosa, liberadora y que la hacía llenarse de esperanza, de perspectivas de futuro aunque no esperaba que la recibiera un mundo amable. Era curioso como solo soltando uno podía avanzar, aunque fuese avanzando hacia la propia muerte. Ser Eva, solo Eva, no la hija de Esteban, no la ladrona, no la librera, no la chiquilla encadenada a una tienda ruinosa, a un legado en quiebra, no la hija adoptiva de Raúl. No. Solo Eva.

- Entonces la respuesta es sí, y lo que no sé, lo intuyo pero me hago cargo de ello - respondió, aún sonriendo pero se había puesto tan serio, tan formal, tan distante y con esa cara de funeral que parecía que el que iba a morirse otra vez era él. No esperaba una reacción así, esperaba que si decidía aceptar quedarse con él al menos se alegrara.

Pero no dijo nada más, y solo le miró y continuó sonriéndole.

[Variable]

El vástago asintió. No esperaba que la decisión fuera tan rápida. No obstante, tenían tres meses por delante, tiempo más que suficiente como para cambiar de opinión.

- Tienes tres meses todavía por delante -dijo-. No te sientas presionada. Intenta disfrutar de la mortalidad, de la vida. Graba cada día a fuego en tu mente.

Suspiró y la miró fijamente, analizando sus gestos.

[Livia]

Pero Eva no sentía lo mismo que él por la mortalidad. Estaba en paz y una vez tomada la decisión simplemente aceptó el cambio. Cuando le pasara, supuso que su vida anterior se iría desvaneciendo hasta que le pareciera un sueño recordado apenas durante el día, como lo que le parecían sus experiencias durante el viaje de fin de curso del instituto o cuando se graduó en la universidad. Eran la vida de otra persona, como recordar una película o los vagos recuerdos que tenía de su madre en unas vacaciones en la playa. Tan lejanos que no creía que fueran algo más que la propia invención de su mente hasta que miraba los albums de fotos de las vacaciones familiares.

Comprendía por qué él se aferraba a eso pero su situación no era la misma. Así que simplemente, le sonrió y asintió levemente con la cabeza.

[Variable]

El vástago se incorporó y observó a la mortal. Le costaba entender su forma de actuar, pero no se sentía en condiciones éticas ni morales de juzgar a quien sería su futura Chiquilla. Se levantó y caminó un par de pasos hacia ella.

- Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico -dijo, extendiendo su mano hacia ella-, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si se estuviera viendo en un espejo hablado. Entonces dio otro salto para anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte.

Le miró fijamente, hablando con solemnidad. Se les iban a pasar los tres meses muy rápido.

- Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

[Variable]

FIN DE LA ESCENA.