(C) [La Finca] Cien años de soledad (Eva Espinosa)

[Variable]

De hecho, sí.

Eva estuvo tres largas horas investigando, sin encontrar nada.

Entonces, alguien llamó a la puerta cerrada de la biblioteca. Seguramente sería Daniel.

[Livia]

Seguía enfrascada en su búsqueda y se sintió bastante molesta por ser interrumpida. Tenía muchos libros abiertos por todos sitios, por las páginas que creía que podían contener pistas. ¿Por qué llamaba? Si era su casa. Ni que fuera su cuarto.

- Pasa, pasa - respondió al rato, de forma distraída mientras husmeaba con la cara metida entre los libros.

¿Tenía que decirle eso o qué? Qué más daba. Solo tenía que insistir un poquito más, un poco más y seguro que encontraba el rastro....

[Variable]

Daniel entró en el salón.

- ¿Cómo vas? ¿Necesitas algo?

[Livia]

Es bastante complicado hacer que un sabueso perdiera el interés por un rastro que creía haber captado y llevaba un tiempo sintiéndose así, perdiéndose en su obsesión. Le hubiera despedido amablemente, de no recordar que Cortés sabía cada palabra que contenían esos libros y los pobres que desaparecieron por siempre en la explosión de su casa. Hizo un gran esfuerzo para olvidar los tomos que estaban frente a ella.

- ¿Quiénes son Los Otros? - preguntó, con curiosidad.

[Variable]

Daniel asintió y se sentó en una de las sillas, junto a Eva.

- Los Otros son el anatema de los vástagos -dijo-. No te puedo contar gran cosa, es probablemente el mayor secreto que te espera en estos libros. ¿Crees que deberías tomar el camino sencillo? ¿Que debería explicártelo de la misma forma que lo que te conté sobre la naturaleza de los míos?

[Livia]

La ventaja que tenía ser una humana normal y corriente es que no estaba obligada a dormir con la llegada del día. Así que en ese momento, planeó perfectamente lo que le quedaba de día. Echó mano al móvil que tenía encima de la mesa, encendió la pantalla y miró la hora. Iba a apurar todo el tiempo que pudiera hasta que la cabeza se le cayera sobre los libros. No todos los días iba a dormir doce horas. Podía aprovechar para ir a hacer la compra y desayunar en algún lugar de camino, despejarse y quizás echarse a dormir sobre el mediodía, cuando la cabeza le cayera sobre los libros después de dos o tres cafés.

- No me importa buscarlo por mí misma - respondió y sonrió. Por supuesto que no. Si prefería que husmease ella encantada, esperaba que, con tiempo podría obtener la respuesta que tanto ansiaba. Esa era la única diferencia para ella. Tiempo y tenía demasiado, sin distracciones como un ordenador con el que se pondría a hacer toda clase de travesuras - Pero puedo seguir después.

Cerró el libro que tenía frente a ella, atrapando su obsesión entre sus páginas, y deslizándolo a un lado, dándole lugar a conversar si le apetecía.

[Variable]

- No quiero importunarte -dijo, levantándose-. No te engañaré, el conocimiento sobre los Otros puede matarte.

Caminó unos pasos, observando los libros que estaban colocados en la biblioteca.

- El secreto de su existencia no es conocido siquiera por el grueso de los vástagos -explicó-. Y lo tienes delante, entre las páginas de estos libros. Los Otros cazan a los vástagos y a sus asociados de forma más despiadada e instintiva de la que nosotros cazamos a los mortales.

[Livia]

- No me importunas. Me vendrá bien tomarme un descanso - respondió, Eva, educada. Descansar un rato no le iba a venir nada mal. -¿Crees que fueron los que mataron a mi padre? Es lo último que encontré en su diario.

A esas alturas eso de que la pudieran matar por conocimiento la verdad es que no le importaba mucho. Casi le faltó hacer el gesto de que se pusieran a la cola. Así que simplemente se encogió de hombros, con la misma cara que ponía su tío cuando ella le apartaba el cigarrillo de los labios: de algo había que morir. Llevaban ¿una semana dándole avisitos? Lo próximo que esperaba encontrarse era una cabeza de caballo metida en la cama al despertar. Mientras fuera de caballo y no la de su tío por su parte todo bien, se podía sumar a la serie de catastróficas desdichas con la que el destino venía agraciándola desde que aceptó ese trabajo porque estaba bastante tiesa.

Espera... ¿y si no era el Lancea lo que había estado molestándola cuando se acercó a Cortés? Se quedó meditabunda. No, no podía ser, ¿o sí? No porque había motoristas de día y también se convertían en cenizas.

- ¿Por qué os odian tanto?

Y si no era odio, y si era hambre....

[Variable]

- Es posible que fueran ellos -dijo-, o tal vez el propio Lancea. Realmente no he podido investigar las circunstancias de la muerte de tu padre.

Hizo una pausa, sentida.

- Estaba esperando a que vinieras, a que tú lo investigaras. Tú puedes moverte bajo la luz del día, yo no.

Sobre los Otros no añadió nada más.

- ¿Quieres que salgamos a dar una vuelta? -preguntó, cambiando de tema-. Es un vecindario bastante tranquilo, y más a estas horas. Yo ya he podido alimentarme, así que podemos ir donde quieras.

[Livia]

No dijo nada. No dijo que podía haber hecho muchas cosas por sí misma. Que podía haber husmeado, que podía haber intentado acceder a la información que tenía la policía o incluso a las cámaras de seguridad. El riesgo merecía la pena y estaba tan segura de poder hacer algo con tiempo como de averiguar lo que necesitaba con los libros. Podía haber seguido muchas pistas pero temía que si llegaba a saber solo le quedarian dos caminos: la venganza o el perdón, y no sabía cuál ganaría. Por eso llevaba mucho tiempo sin sentirse capaz de afrontar eso. La venganza era un camino muy jodido, un callejón sin salida pero, ¿sería capaz de afrontar el perdón?

Arrugó la nariz y frunció el ceño. No tenía ganas de pensar en eso, ni en Los Otros ni en el Lancea. Aceptó de buena gana irse a dar una vuelta, sonrió y se puso en pie, decidida. Un poco de aire fresco le sentaría bien, además en compañía de un vampiro, ¿qué tenía que temer?

- Vale - dijo sin ganas de centrase más en cosas negativas.- Como gustar, algo de beber y ver el monumento a Charlie Donnelly

Torció un poco el gesto, e intentó sonreír ya sabía que era un poco muermo e ir al discreto monumento en homenaje al poeta y brigada internacional caído durante la batalla del Jarama, en un parque al otro lado del pueblo, previo paso por algún lugar dónde conseguir algo para beber, pues no era el plan más divertido del mundo. Pero para ella, rendirle homenaje y beber tranquilamente en el parque contemplando el paisaje y charlando le parecía un plan estupendo.

- Bueno, también estoy abierta a sugerencias. No conozco mucho el pueblo -dijo, sintiéndose más tímida.

Seguro que le parecía un puto muermo.