(C) La extraña muerte de Esteban Espinosa

[Livia]

- Esto va a ser una aguja en un pajar... - dijo, Eva y buscó el primer hueco de aparcamiento en el que podía incrustar el vehículo. Chasqueó la lengua, porque ese gesto había sustituido a sus clásicos suspiros en vida. La calle estaba plagada de esos aparcamientos propios. Se rascó la cabeza, con nerviosismo.

Esa era una opción la otra que se le pasaba por la cabeza era usar sus dotes informáticas para intentar buscar en el Registro de la Propiedad si el tal Ferrero podía tener propiedades por la zona.

- Pero quizás pueda detectar el olor de los humos del tubo de escape que haya quedado en el ambiente. Quizás... -dijo y se concentró en agudizar sus sentidos al extremo. E iba a ir intentando detectar, puerta por puerta de cada garaje ese olor. El que creía que debía corresponder a la motocicleta. Dudaba que hubiera usado el poder de la sangre y pudiera delatarle ese característico olor.

[Variable]

Todo el aire parecía lleno de humo... Era Madrid, a fin de cuentas.

- Igual, conociendo este sitio, podemos ir al otro, registrar el percal y luego venir aquí -propuso Sam, y se encogió de hombros.

[Livia]

Aquello era personal, muy personal así que le costaba trabajo desengancharse de la más mínima posibilidad de tener un cara a cara con Ferrero, en una situación favorable para ella. Tuvo que admitir, a regañadientes, que Sam tenía razón pero tenía la profunda convicción de que si le perdía el rastro a ese cabrón, en ese momento, no volvería a pillarlo descuidado. Además, ¿cuándo podría disponer de un escolta personal como el que esta noche se había ofrecido a acompañarla amablemente?

Chasqueó la lengua, aún irritada por su fracaso.

- Tienes razón - dijo, eliminando las arrugas de la frente y suavizando la expresión de su rostro. Había relegado la obsesión que se le había instalado dentro, casi como una necesidad imperiosa. Tenía unas ganas terribles de un ojo por ojo, de esas noche de no dormir, del miedo incesante. La había atormentado en vida hasta extremos que, seguramente, ni el propio Ferrero fuera consciente. Pero debía tener paciencia. Finalmente, ahogó todo eso en lo más profundo de sí misma y decidió maniobrar, arrancar y regresar a la oficina. Allí podría hacer su magia y eso, hizo que ampliara la sonrisa. - Echemos un vistazo a su oficina. Seguro que hay algo interesante.

A su pesar, tenía que reconocer que Sam tenía bastante sentido común. Pero no pesar porque él fuera poseedor de ello, si no por sí misma, que había cedido al impulso y la obsesión insana.

[Variable]

Sam asintió y comenzó a caminar hacia el pequeño vehículo.

- Lo siento. Volveremos.

Tras unos largos minutos, llegaron de nuevo a la oficina de Ferrero.

[Livia]

Bueno, comenzaba oooooooootra vez la rutina. Se dirigió a aparcar a Rocinante, lo más cerca y más discreto que pudo. Después, se puso la sudadera oscura, holgada, que le quedaba a mitad de muslo, la braga que le tapaba la mitad de la cara y se dejó al cuello por el momento, los guantes de látex y echó una rápida revisión a todo lo que podía necesitar. Afortunadamente, tenía otro de esos USB para poder ayudarse a entrar en los ordenadores ajenos. Luego le echó un vistazo a su acompañante.

Entrecerró los ojos y lo miró durante unos instantes, fue al maletero donde tenía algo de ropa de sobra y le tendió otra de esas sudaderas talla XL que solía usar, sacó otro par de guantes de látex de la mochila y también otra de las bragas de repuesto.

- Mira a ver si te vale -dijo, tendiéndole todo lo que había preparado - Siempre es mejor que no te vean la cara. No importa que salgamos en la cámara, lo malo es que quede la evidencia de tu rostro o las huellas. Por si acaso, mejor nos curamos en salud.

[Variable]

Sam cogió la ropa y el equipamiento de "trabajo" de Eva. Lo miró durante un momento y pensó, como si fuera a añadir algo al respecto. Al final, ladeó la cabeza y comenzó a ponerse la ropa. La holgada sudadera le quedaba francamente pequeña, pero no parecía importarle.

- Listo.

El edificio era el clásico edificio reconvertido en oficinas, donde tenían su sede numerosos bufetes de abogados, gestorías, etc. No les fue difícil entrar al portal.

[Livia]

La ropa que usaba para trabajar era holgada a propósito, especialmente, la sudadera de algodón negro. Es cierto que en ese momento no llevaba unos pantalones más masculinos pero sí podía, más o menos, disimular que era una chica con aquella enorme capucha echada sobre la cabeza, ocultándole el rostro y una prenda superior que bien podría servirle de vestido corto. En cuanto escuchó la confirmación de su acompañante, echó a andar.

¿Qué es lo importante cuando vas a cometer un delito? Además de que no te reconozcan, la naturalidad. Es verdad que ambos llamarían la atención con esa ropa impropia, pero por las noches de Madrid podías encontrarte toda clase de elementos. Lo único que haría que pudieran llevar a cabo su objetivo era, ni más ni menos, que la naturalidad. Eva se dedicó a dar un pequeño rodeo hasta la entrada, caminando entre unas sombras que acudían a envolverla. Caminaba con total naturalidad, pues para robar era indispensable. Antes de llegar a la entrada marcada bajo el número 3 echó un discreto vistazo para evitar que cualquier cámara pudiera captarles.

Después, en el más completo silencio deslizó la mano enguantada en látex por la puerta metálica de entrada, a través de la cuál se veía el portal al otro lado. Uno que se notaba algo antiguo pero lujoso y que seguía pareciendo más el de un bloque de pisos que de oficinas. La cerradura era antigua, pesada y decididamente más fiable que cualquier media más moderna, pero para ella, sus conocimientos de latrocinio y sus ganzúas no le llevó más tiempo abrir que si hubiera tenido la propia llave. Se hizo paso al interior y le sostuvo la puerta a su acompañante, para que pasara primero.

Esperaba que el bloque, seguramente, no tuviera muchas medidas de seguridad pero el despacho, quizás sí. De todas maneras, embozada, echó una buena visual a su alrededor para captar si se le había olvidado algo. Después, se dirigió a los buzones para ver cuál era el piso de la oficina de Ferrero. Tras eso, iba a tomar el ascensor para acudir a la planta y puerta deseadas. A ver cuál era la seguridad que tenía...

[Variable]

El bloque no parecía tener unas medidas de seguridad extraordinarias. Tenía una pequeña garita para un conserje, pero en estos momentos estaba cerrado y vacío.

Recurrió a los buzones y pudo encontrar con celeridad el buzón de Ferrero: piso 4, letra F.

Pocos segundos después, las dos figuras vestidas de negro subían en el ascensor hasta la cuarta planta. Allí todo parecía tranquilo. No había más seguridad, aparentemente, que una pegatina de una empresa de seguridad, que estaba en los pisos 4ºB y 4ºC.

[Livia]

Después de encontrar solo dos pegatinas de una empresa de vigilancia, Eva frunció el ceño con desconfianza. ¿Solo había dos oficinas con una pegatina disuasoria? ¿por qué las demás no habían protegido la información que contenían? ¿O es que simplemente lo habían puesto para que el ladrón entrase y fuera pillado con las manos en la masa? Aunque, debía de ser un intruso muy malo para no darse cuenta de las medidas de seguridad, que no iban a poder ocultarse así como así. ¿Era quizás por la cercanía a los juzgados? Podía ser inmortal pero solo de pensar en ese sitio le recorría un escalofrío por la columna vertebral. No, no podía ser tan fácil... ¿o sí?

Se concentró en aumentar sus sentidos, atenta a la menor señal de un sensor o cualquier dispositivo de vigilancia del que tuviera conocimiento. Así, iba a avanzar, yendo primero hasta llegar a la puerta de Ferrero. No se fiaba una mierda de un trabajo tan sencillo en un vástago (¡Hey! Ya le había salido esa palabra sola. Poco a poco iba avanzando), y más con tanto poder adquisitivo.

Si no veía nada en el entorno que la alertase, iba a comenzar a trabajarse la puerta del hijo de puta aquel, pero como no se fiaba una mierda iba a realizar una inspección. Primero en la parte exterior, de modo visual. Después, por la cara interna de la puerta. Aguzó el oído para escuchar si había alguna clase de sensor en el marco de la puerta. Para el oído humano eran silenciosos pero para sus sentidos aumentados, supuso que no. Si en una primera inspección no escuchaba nada, iba a sacar un pequeño imán de la mochila, no lo suficientemente potente como para desactivar el sensor, pero sí para provocar que emitiera un zumbido mayor, delatándose. Comenzó a recorrer así los bordes de la hoja de madera en busca de ... algo que desactivar antes de abrirla.

[Variable]

No había ningún tipo de marca, trampa o sensor en esa puerta. Lo que sí que escuchó alto y claro fue la voz de dos hombres hablando.

- ...ha vuelto al garaje.

- Bien, el resto deben seguir peinando el sureste. ¿Hay noticias del operativo de Puerta de Toledo?

- De momento no hay novedades, ni de la chica, ni del viejo. Ambos parecen haberse esfumado.

- No me toques las pelotas, Toñito, que ya estoy pasando una noche de perros. Poneos a buscar en...

Parece que se estaban moviendo cerca de la puerta y ahora se han alejado de la zona de la puerta.