(C) La extraña muerte de Esteban Espinosa

[Livia]

Alguna vez tenía que llegar el momento en el que se decidiera a hacerlo. En parte no lo había hecho antes porque tenía la impresión de que iba a ser el camino hacia la ruina y no quería hacerse mala sangre por algo que ya no iba a poder cambiar. Por que por mucho que hiciese no iba a volver de la tumba. Otra parte se negaba a ello porque era volver a revivir el dolor, la pérdida, la terrible ausencia y el trozo que se llevó consigo al nicho. Aunque ahora estaba completa y creía que podía enfrentarse a eso mucho mejor.

El momento en el que llegó ese alguna vez fue mientras estaba tumbada en el porche, contemplando el cielo nocturno mientras escuchaba al mamón de Borrón trastear por ahí y el ventilador del portátil. Desde allí se podían ver las estrellas y una luna grande, plateada y redonda que iluminaba todo con una claridad que le parecía muy propia del mediodía. Una estrella fugaz apareció en el firmamento y entonces recordó la voz del que había sido su padre diciéndole que pidiera un deseo. Ese recuerdo estaba asociado a una noche de playa, frente a los restos de una pequeña fogata y la cena. Recordaba los ronquidos de Raúl, que había bebido más vino de la cuenta y se había quedado dormido en su butaca.

"Pide un deseo, Eva. Corre, antes de que desaparezca o no se cumplirá"

Como si su padre estuviera allí a su lado, apremiándola en ese instante, Eva deseó saber qué le había pasado. Pudo ver la pequeña estela desaparecer ante sus ojos. Le hubiera gustado poder suspirar pero no podía. Así que simplemente se levantó y se dirigió hacia el lugar donde guardaba las cosas que habían estado en el cuarto que había ocupado en La Finca, se dirigió hacia la primera planta donde había estado su dormitorio. Subió lentamente las escaleras, se decidió a abrir la puerta y fue al arcón donde había guardado la caja. Entre esas cosas debía haber algo, alguna clave para comenzar a investigar lo que le había sucedido aquella fatídica noche. Iba a desmontar la pluma, a revisar la fotografía por si hubiera alguna marca que le hubiera pasado inadvertida y se iba a emplear a fondo en el diario. Allí debía estar la clave, o al menos una pista.

[Variable]

Y la pista estaba allí, una tarjeta, de visita, clara y cristalina.

Cristian Ferrero.
Asesor jurídico
Tlf XXXXXXXXXX Email [email protected]

[Livia]

Supuso que esto es lo que se sentía cuando pasabas de algo y ya era demasiado tarde. De haber estado viva las cosas hubieran sido más.... fáciles. Al menos tenía el día, y aunque intentar escapar de tres tipejos no era algo baladí desde luego era mucho mejor que saber, y sabía relativamente poco, lo que podían hacer el resto de vástagos. Se sentía mucho más indefensa ahora que en vida y eso ya era decir.

Lo más habitual que hubiera hecho sería ir a la tienda a rebuscar entre los papeles viejos (si quedaba algo) pero no se atrevía. Si fuera ella, estaría vigilando la tienda. Podía intentar cambiar de aspecto e ir, intentar acceder a través de la azotea del edificio desde alguno próximo, e intentar deslizarse por el interior para acceder desde el patio interior. Era una posibilidad.

La otra era hacer una búsqueda por internet e intentar colarse en donde estuviera el despacho de ese tal Ferrero. Por que, ¿no era un pelín raro que no apareciese la dirección?

Qué coño estaría haciendo su padre. Decidió echar un vistazo a la hora y ver si podía llegar a la Biblioteca Nacional, o en su defecto a la biblioteca más próxima para poder consultar la hemeroteca.

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Una rápida búsqueda en la red, reveló que Cristian Ferrero era un asesor que tenía su oficina en un edificio mixto de la Castellana, por lo poco que pudo encontrar en redes, parecía uno de esos yuppies que subsiste con un negocio ocasional y la enorme renta que sus padres le proporcionan. Uno de esos tipos que seguro aseguraría ganarse su propio dinero y que realmente lo único que hacían era esperar a que sus padres les dejaran una herencia que no pudieran llegar a gastar en 4 vidas.

Al respecto de la Biblioteca Nacional... Podría llegar a tiempo para estar, como mucho, 30 minutos. ¿Eso le iba a proporcionar el tiempo que necesitaba para investigar en los archivos? Estando tantas obras digitalizadas, era una auténtica putada no poder acceder a ellas desde casa.

[Livia]

Si había una tarjeta de visita es que, claramente, habían tenido un encuentro. La cuestión es ¿para qué? En un primer momento, pensó en llamarlo directamente para ver qué podía ser pero no sabía si sería capaz de sonsacarle nada. También podía escribirle un email pero antes quería saber más de ese hombre.

Tomó las llaves del coche y, aunque no le diera tiempo a llegar a la Nacional, esperó que le diera la ocasión de acercarse a una de las de Rivas. Recordaba la que estaba junto al ayuntamiento, en el centro cultural García Lorca. Le encantaba Lorca así que, ¿cómo no iba a acordarse de ella? Esperaba poder acceder a la hemeroteca desde los puestos de libre acceso a internet que solía haber en esos lugares. Quizá, incluso pudiera hacer una búsqueda más profunda del tal Ferrero.

Pero lo primero era llegar.

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Una hora, ese es el tiempo del que dispondría en una biblioteca municipal, pequeña y sin apenas información. ¿Quería era eso realmente? No parecía la mejor de las ideas. Sin embargo... ¿Qué tal intentar ver si era posible conectarse a la red privada de la Biblioteca Nacional? Si buscaba bien, quizás lograra conocer cómo hacerlo...

[Livia]

Las prisas no eran buenas para ninguna investigación, aunque al día siguiente tendría otra vez el mismo problema de horarios. Decidió bajarse del coche, echar tomar una mochila e intentar comprimir en ella el portátil, los usb, la ropa que usaba para robar, unas ganzúas, una palanca, un poco de talco, un spray de pintura, material de escalada y la siempre valiosa cinta americana. Se echó al bolsillo una navaja multiusos, el spray de pimienta, la pistola y con eso esperó que fuera suficiente para pasar la noche fuera.

Con el equipo que había seleccionado se dirigió de nuevo al coche, para conducir a toda prisa hasta la Biblioteca Nacional. Decidió que media hora era menos que nada. Iba a aprovecharla, por si encontraba alguna pista, pero sobretodo esperaba poder captar la red desde el móvil para intentar acceder a ella desde fuera, cuando cerrasen.

Pero esa no iba a ser su única opción esa noche. E iba a ser larga.

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Las dudas y la indecisión hicieron perder a Eva un tiempo precioso. 20 minutos antes de que cerraran, tras un buen rato para conseguir aparcar, Eva estaba delante de un terminal de la Biblioteca Nacional.

El tipo del control de acceso le repitió como 30000 veces que tenía solo 15 minutos antes de que cerraran.

[Livia]

Maldito fuera Madrid y sus puñeteros sitios para aparcar. Mochila al hombro salió corriendo como alma que llevaba el diablo. Menos mal que Rocinante se cerraba simplemente con un toquecito en el botón integrado en la llave. Escuchó el pitido que confirmaba que estaba bien cerrado a lo lejos y corrió. Corrió sin ver a nadie hasta que el pesado de la puerta insistió en esos quince minutos. Como se pusiera más pesado simplemente usaría sus dones para que la ignorase. Entendía que para él, eso era un puteo, y que si se extendía de esos minutos significaba echar más tiempo para el patrón y demás... pero es que no le quedaba otra.

Eva se decidió a aprovechar el tiempo. Se sentó en el primer puesto que encontró libre y puso el móvil en su regazo. Abrió el programa correspondiente e intentó detectar la red wifi de la Biblioteca. Mientras hacía eso, se puso a buscar si la muerte de su padre había salido en la prensa.

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La búsqueda en red interna, algo complicada, iba a tardar al menos 5 minutos.

Redes wifi había varias:

• BNE-INVITADOS
• BNE-PRIVADA