[Centro] Lobos en el jardín (Miguel)

[Variable]

A esas horas sus padres estarían preparándose para ir a la cama. No obstante, Miguel tuvo suerte.

- ¿Sí? -dijo la anciana voz de su padre, con un tono bastante elevado-. ¿Quién es?

[Pelaje-de-Luna]

-Hmm hola papá. Solo quería llamar ya sabes, ¿ver si la discusión que tuvimos la última vez se había calmado?- Ya empezaba a arrepentirse de haber llamado. No hablaban desde el incidente de estoy-muerto-pero-no-demasiado (claro que no les había contado sobre eso, solo no le gustaba aferrarse a su vieja vida), pero era mejor a que se empezaran a preocupar demasiado. -Ya sé que no os cayó a bien el que dejara mi trabajo para cuidar perros, pero realmente que vivo mejor ahora.- Habló casi atropellando sus palabras.
-Soy Miguel, por cierto.- Dijo al darse cuenta de que no se había presentado.

[Variable]

- Hijo -dijo el padre-. ¿Por qué no vuelves a casa? Te echamos de menos... Tu madre está insoportable últimamente y es porque no estás... Se irrita mucho y la cosa parece que se complica...

A pesar de lo trascendental del mensaje de su progenitor, había un sexto sentido, un instinto, que le estaba diciendo en ese momento que estaba en peligro.

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Hazme una tiradita de Astucia + Compostura.

[Pelaje-de-Luna]

-Lo siento papá, pero no puedo irme me necesitan aquí. Hay muchas vidas que se perderían sin mi.- Por supiesto que no podía ir a casa como un cadaver ambulante. -Dile a mamá que la quiero y también la hecho de menos. Os quiero pero mi lugar está aqui. Os volveré a llamar cuando pueda.- Colgó antes de ablandarse demasiado, Ya he encontrado mi propósito aquí se recordó. Además esa acuciante sensación de peligro no hacía mas que aumentar.

[Variable]

En el momento en el que colgó, pudo observar a un grupo de gente tras él. Estaban solamente a metro y medio de distancia.

Eran cinco hombres: el del centro, alto y muy delgado, vestía una gabardina de color marrón, tenía el pelo completamente rapado, unas gafas de sol redondas y una nariz aguileña como pocas. A cada uno de sus lados estaban dos "guardaespaldas", cuyos trajes negros y pinganillos llamaban bastante la atención. Cada uno de ellos tenía su mano derecha escondida tras su espalda, bajo la chaqueta.

- Levante las manos y todo saldrá bien -dijo el hombre que parecía ser el cabecilla.

[Pelaje-de-Luna]

-¿Puedo saber quienes sois? No parecéis los típicos pijos que tratan de "limpiar" las calles de vagabundos. Aunque os mandan unos pijos de cojones por las pintas. Mientras se planteaba si usar sangre para aumentar su poder físico, aunque no le hacia ninguna gracia usar la sangre quede acababa de conseguir de la pobre mujer. Todavia no sabía si querían pelea, pero desde luego si era así no pensaba dejarles sin una buena, y en esta zona de Madrid todos los animales estaban de su parte.

[Variable]

El hombre de la gabardina se quitó las gafas de sol. Escondían unos extraños ojos de color dorado, que removieron algo en el interior de Miguel de forma casi automática: eran los ojos de un depredador, de SU depredador.

La Bestia gritó de miedo en su interior, intentando hacer que Miguel saliera de allí lo antes posible.

Tirada de Resolución+Compostura, si quieres intentar controlarla y no caer en un miedo atroz e irracional.

- Segunda oportunidad -dijo el hombre-: levanta las manos.

[Pelaje-de-Luna]

Miguel dio un par de pasos hacia atrás en pánico, sintiendo el miedo de su Bestia. Trató de calmarse, aunque se sentía a punto de ceder al miedo.
-Veo que ciertamente no soy el único monstruo.- Murmuró, aunque de la forma en que alguien confirma lo que ya sabía.

[Variable]

El hombre negó con la cabeza, mientras Miguel mantenía a raya sus instintos.

- Tercer y último aviso. Levanta. Las. Manos.

Los guardaespaldas empezaron a rodearlo.

[Pelaje-de-Luna]

-No tengo muchas opciones, ¿no? Puedo ser un buen sabueso esta vez, con el collar de espinas y todo, pero el truco de las manos no me lo han enseñado.- Dijo en un intento de mantener cierta dignidad mientras su aterrorizada Bestia se revolvía contra su jaula. Maldito sea mi orgullo pero no pienso dejar que me traten como un perrito al que mandar.
Un puñetazo voló hacia el rostro de uno de los que lo habían rodeado.