La danse macabre: Bruits de l'eau près de la forêt

[Baudelaire]

Giacôme eleva una ceja cuándo te muestras dispuesta a dejar atrás el mundo feérico.

Honesta y descarriada, buscando alejarte de tu gente. Supongo que encontrarás la paz en ello, pero jamás había conocido a un hada como tú. Si ya era bastante que quieras aprender un oficio, pero renunciar a tu magia... definitivamente me resultaría incomprensible. Para mí sería como irme del bosque e irme a la ciudad para trabajar como albañil.
La costumbres que mencionas son las comunes y habituales, estás yendo más allá de tu cultura. Lo cuál, además, te hace valiente. Aunque siempre tiene una cuota de riesgo innecesario

Continúan con el aserrío por, al menos, un par de horas. En tu corazón el tiempo que ha transcurrido es apenas un par de minutos, aunque ya hay una pila de tablas listas.

Muy bien, tienes talento y disfrutas las tareas repetitivas. Serás una gran leñadora, cargaremos una carreta y levantaremos tu propia cabaña... en el intertanto, busca el lugar que más te agrade. En una hora habré regresado y te esperaré aquí.

El ruido de una cortina que se cierra te hace girar hacia ella. Alcanzas a ver el rostro de la esposa de tu nuevo maestro. Piel bastante pálida, casi lechosa y ojos verdes como el musgo. Se nota en su mirada que ha sufrido demasiado... y, lo pero, es que tienes claro cuál ha sido la causa: hadas como tu abuela.

[Guardiana]

Mientras estoy viendo a la esposa de Giacôme, la miro como lo haría con un fantasma. La cara tan pálida y blanca, salvo por esos ojos verdes hermosos, casi sería invisible.

Murmura para mí misma ¿No eres feliz ,verdad? Ha sufrido tanto... ¿Qué haría yo en su caso? Buscaría venganza...

Y a ese pensamiento, le sigue otro algo improvisado Parece que estoy corriendo peligro, será mejor que me asegure de vigilar mis pasos.

Me pongo bien la ropa y desaparezco de su vista, vuelvo a mi forma feérica buscando ese lugar para la cabaña.

¿Al lado del río? demasiado cerca del agua ¿Al lado de los picos? demasiado arriba... Parece que no me decido. Pero si tengo clara una cosa: cuanto más lejos del hogar de la abuela, mejor.

[Baudelaire]

Divagando respecto al mejor lugar, recuperas tus ramillas y tus hojas. Definitivamente mucho más cómodo que el aspecto humano, aunque sabes que nadie debería verte así ahora... si es que hay más gente deambulando por el bosque.

Así es que llegas a un pequeño claro, rodeado de grandes fresnos que se agitan con la brisa que desciende desde una pequeña loma cubierta de una gruesa capa de musgo sobre un afloramiento rocoso. Observas el sitio y verificas que es bastante plano, alcanzando a cubrir una superficie similar al refugio que te mostró tu padre.

Un par de ardillas bajan del único árbol que no es un fresno: un delgado y lánguido abedul. Dejan caer unas cuantas bellotas a tus pies, como tratándose de un tributo a tu magnificencia. Lo confirmas cuándo, incluso, te hacen reverencias profundas y retroceden lentamente. Intuyes que, en realidad, son criaturas feéricas que habitan en estos rincones. Algo en su actitud está lejos de ser la de una ardilla común.

O, tal vez, es que definitivamente piensan que eres un roble y como te desplazas más que el resto... tienes algo mágico. La fauna de la floresta es impredecible, pero sería mejor mantener una cierta cordialidad con cada especie no humana que se te acerca.

[Guardiana]

Llego al pequeño claro lleno de grandes fresnos y mientras miro el terreno, me parece un buen lugar para construir mi futuro hogar. Los árboles son grandes y frondosos, lo cual me dará buena madera y resistente.

Pero...

En cuanto veo esas bellotas posarse a mis pies con las ardillas que llegan y me hacen las profundas reverencias, intento entrar en contacto con estos seres mágicos. Con mi forma feérica me acerco a una rama del abedul; pero no me siento ni en alguna rama ni en alguna hoja, puesto que no es mi casa. Y, al ser el hogar de otros, mi presencia puede llegar a incomodar.

¿Por qué me tiráis estas bellotas? ¿Por qué me hacéis profundas reverencias? ¿Quiénes sois?

[Baudelaire]

La actitud de las ardillas te recuerda a la manera en que se comportaba la esposa de Giacôme. Temerosas, pero en esta ocasión, llegan a someterse a ti como a su soberana.

Por favor, señora hada, es una humilde ofrenda de servidumbre. Respetad a nuestras familias y tendréis todas las bellotas que podréis necesitar.

Parece ser la hembra quién te habla, luce mayor como su pelaje blanquecino. Lo hace sin levantar la cabeza, igual que cualquier súbdito en un dominio feudal. La prole surge desde varias madrigueras para acomodarse en una formación detrás de la pareja, casi como una aldea completa rindiéndote pleitesía.

Definitivamente las gentes como tú tienen una pésima fama en este enorme bosque. Y, sin duda, tal cosa se ha prolongado por milenios. La sistemática y horrenda brutalidad de hadas sobre todo lo demás. Piensas nuevamente en tu abuela y sus ideas de recoger juguetes de entre la humanidad. Tal como tomar guijarros y luego destrozarlos.

¡Vos no tenéis derecho!

Un pequeñín ardillito surge de entre la multitud y se trepa directo al follaje que forma tu rostro. Justo parado en esa ramilla que hace de nariz y entre tus dos ojos dentro de sus nudos de madera. Nadie ha podido detenerlo y se preparan para, lo que sienten, será un resultado fatal.

[Guardiana]

Me viene a la mente un pensamiento fugaz ¿Somos las hadas malas por naturaleza? ¿acaso la madre naturaleza nos ha creado así?

Y acto seguido... mientras intento esquivar a ese pequeñín ardillito, pues en el fondo me da pena como la naturaleza es vasalla y se somete en la servidumbre de las hadas, me dispongo a decir.

Por supuesto que quiero más bellotas. Y un hogar propio en este lado de la naturaleza. Así que sí, prometo respetaros, pero... ¿cómo se hace una promesa según vosotros?

[Baudelaire]

El pequeñín ardillito sigue firme en tu nariz maderosa, por muchos intentos que haces de quitarlo. Así y todo, sigue escuchando con atención. Procede, una vez que has terminado, a responderte.

Mi nombre es Ifquixtisec y un día seré el rey de este bosque. Así que voy a ceder este pequeño espacio para una hermosa roble. Hada o no, la belleza que desprende de su aspecto se condice con el brillo de su corazón.

Salta a tu brazo izquierdo y estrecha tu mano derecha en señal de acuerdo honorable. Todo luce más como una alianza que como un acto de vasallaje y sumisión. Lo cual, sin duda, podría ser el comienzo de un nuevo paradigma. El resto del clan ardillezco observa con estupefacción y asombro, incapaces de comprender lo que ha ocurrido entre Ifquitisec y tú.

Lo más probable es que debas presentarte también y especificar cuánto terreno necesitarás para tu hogar. Aunque tal vez sea una broma, es imposible saberlo. Se nota que el futuro rey tiene un coraje y una valentía dignas del más grande matadragones.

[Guardiana]

Pues, Ifquixtisec, si quieres ser el futuro rey de este bosque; no seré yo quien te lo impida, aunque es un trabajo arduo. Necesitarás mucho coraje y fuerza de voluntad.

Le digo mientras estrechamos la mano en señal de pacto, pero también mi mente se llena a la vez con que hay otras fuerzas mas malévolas en los bosques. Seres como mi abuela, y que no será tan sencillo luchar por ese título.

Acto seguido digo a las ardillitas que me gustaría disponer de este trozo de terreno, el pequeño claro lleno de grandes fresnos para hacer una cabaña y establecerme... ya que necesitaré arboles frondosos y resistentes que me provean de buena madera. Y con un palo, hago un recuadro bien grande de donde irá mi cabaña.

Aparte de éso también vendré con ayuda, pues a mi sola me costará bastante. Recuerdo la oferta de Giacôme.

[Baudelaire]

Estrechando la mano del futuro rey Ifquixtisec, has conseguido finalmente sacarlo de tu rama nasal. Todo el séquito viene a formar una escalera para llevárselo y desaparecer por dónde han venido. Lo que sea que ha ocurrido, parece que va a tener consecuencias para el pequeñín arídillito.

Terminada la demarcación, tras unos minutos, notas que ninguna otra presencia de habitantes de la floresta se ha acercado a visitarte o... someterse. Tampoco el clan que acabas de conocer, nadie... nadie más viene. Reclamado el sitio, regresas para unirte con el leñador que ya tiene lista la carreta.

Le guías hasta tu futuro hogar y con las herramientas que lleva, monta rápidamente un pequeño refugio para acumular el material. Con varias estacas, marca el perímetro de la futura cabaña y se ponen manos a la obra. Cargar es más sencillo con la ayuda del pequeño vehículo, todo está acomodado poco antes del ocaso.

Giacôme sonríe y se seca el sudor, está agotado y listo para marcharse a dormir. Seguro su esposa lo espera... vivo. Así que quizás sería mejor dejarlo partir.

[Guardiana]

Agradezco mucho a Giacôme su ayuda, y a acomodarlo todo para la siguiente visita, antes de dejarlo partir le comento que mañana iré talando y trabajando la madera tal y como el me ha enseñado. Y que agradecería que me deje el hacha.

Una vez terminado y viendo que se sigue secando la sudor, le doy un pequeño pañuelo para que lo quite. Limpiarse con la mano, no es muy decoroso, Giacôme, mejor usa este pañuelo bordado que te ofrezco en señal de complacimiento por tu ayuda. No querrás llegar tarde a la cena con tu esposa, debes partir ya pues estas un poco lejos y te alcanzará el anochecer. Mejor evitar los bosques de noche, pues no todas las hadas son como yo.