Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

Tutelajes inusuales. Accesos trascendentes.

Moderador: Baudelaire

CONCILIO FEÉRICO (Baudelaire)

Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#11

Mensaje por Baudelaire » 14 Ene 2021, 17:49

Tal como en los aires, te sientes la presa de una horrible ave, su mano ganchuda se posa sin mayor delicadeza sobre tu hombro. Por supuesto, es Safia, cargando la sábana. Todavía debes cumplir con el ritual, así que la tomas y regresas al medio del templo. La pila de muertos parece de poca o nula relevancia respecto a la tela blanca con la mancha roja que agitas y dejas caer al piso sin miramientos.

Todo protocolo importa poco ya, salvo tu deseo de purificación espiritual. Tantas epifanías, una tras otra. te han abrumado demasiado. Así que sales al jardín, dónde una hermosa higuera brinda algo de sombra y te acoge bajo su regazo. Rezas una plegaria de claridad y despejas tu corazón de toda la bruma. Cumplir tus propósitos, para con tu familia y la de tu esposa. Cumplir tus deseos, el reencuentro con Melissa. Cumplir tus juramentos, el arcángel te estará cuidando y lo sabes. Solamente así, algún día, habrás alcanzado la paz y podrás entrar al paraíso prometido.

La fiesta se termina, todo el mundo ya se ha dispersado. El asedio ha concluído y Damasco se halla bajo el control del ejército musulmán, las patrullas van retirando los cadáveres y llevándolos a grandes piras para incinerarlos fuera de las murallas. En un corro de religiones; se reúnen sacerdotes católicos, rabinos e imanes, cada cual frente a sus rituales fúnebres. La muerte se ha sembrado por doquier, pero la vida siempre renace.

Allí, justo bajo la higuera, una pequeña brizna se vislumbra: un brote de kalanit... pero, ¿cómo ha llegado tan lejos la semilla? ¿la has traído contigo? ¿es otra señal de los cielos? Ya poco importa, buscas un cuenco y lo llenas en la fuente. El brillo cristalino de la agua bajo el resplandeciente destello del día, es más refulgente que una pila de oro. Riegas generosamente a la pequeña planta y, sin comprender por qué, estás sonriendo nuevamente.

Y ese espíritu alegre te permite superar el día en completa meditación. Nadie parece reparar en tu presencia bajo aquel árbol, ahora sagrado, en el que has retozado. Entre momentos de vigilia y ligera siesta, abres los ojos en medio de la noche... o, quizás ya la madrugada del día siguiente. Has tenido un viaje por el mundo onírico, lo sabes, pero poco y nada recuerdas. Contigo ha quedado solamente una sensación de completitud y renovación, que se sella al observar despuntar el alba.

Los tonos verdosos del comienzo de un nuevo ciclo se muestran en el horizonte, las nubes de las piras funerarias todavía están por dispersarse. Es el proceso auroral que igual que despierta a la higuera, lo hace con tu musculatura llena de vigor sin haber desayunado. Claro, son los pétalos de la kalanit que te contemplan, ha ocurrido la floración... extrañamente, durante la noche. Algo recuerdas de los cuentos de tu abuela, pero nunca le pusiste atención... quizás deberías haberla considerado más, sus enseñanzas podrían servirte ahora.

Allí, bajo el Sol naciente observas la silueta de la tienda del general. Te levantas sabiendo ya que son asuntos importantes y que debes tomártelos en serio. Encaminado ya, recuerdas que necesitas el documento para comprobar quién eres y quién es tu esposa. El contrato de matrimonio está dentro del templo. Debes recuperarlo pronto y estar en tu entrevista a tiempo, sería una deshonra llegar tarde.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#12

Mensaje por elpajarometalico » 14 Feb 2021, 17:30

Y fue así como aquel marinero del horizonte fue alejándose del laberinto de aquella ciudad de piel casi interminable a primera vista. Observando allá desde lo alto los verdes campos, llenos del fulgor esmeralda de olivos y viñedos, arrastrando lejos aquella que era parte de mi alma. Hasta que aquellos hijos del viento hubieron acabado por morir allá en la línea de un infinito desconocido.

Quizás pueda sentir lo mismo que Melissa, al percibir sobre mí, otra garra; pero a diferencia de ésta, no volaba a un rumbo lejano, sino que me dejaba anclado. Siendo incapaz de seguir el destino de mi dulce amor o siquiera darme el valor de desafiar mis cadenas y volar hacia la libertad. Claro está, allí se halla Safia, en su mirada no encuentro yo muestra alguna de desconfianza o reprimenda; pero el que lleve en sus manos el paño lleno con mi propia sangre, me devela sus verdaderas intenciones… casi una provocación. Se lo quito de la mano, con una mirada dura y fría, sin dirigirle ni una sola palabra y me aparto de su lado con la forma más brusca. Si antes era ella quien tenía en su rostro la marca del desagrado y el hastío, ahora soy yo quién porta aquel semblante.

¿En serio he de realizar estas acciones ante la mirada aún brillante y anhelante de los cadáveres? ¿No es aquéllo una ofensa para con su memoria y espíritu? ¿No es acaso ser adulto, un continuo recordar hacia aquellos que partieron al mar del olvido y guardar su memoria junto a las flores secas en cajones de donde nunca volverían a sentir la luz del Sol en pos de sanar una eterna cicatriz? ¿No es acaso ser adulto, el velar por el bienestar de la comunidad e intentar recrear con el amor y cariño hacia el prójimo buscando el Paraíso perdido tiempo atrás? ¿No iría, incluso, aquel acto en contra de la propia tradición? Si el resto las rompen por la gloria del oro y las especias, entonces: ¿por qué negarme yo a romperla? Si el resto rompe sus votos, podría rehuir del juramento , escapar de allí y buscar a Melissa por los cuatro confines de la Tierra. " Sin embargo, la visión del ángel asomaba en mi interior con toda su gloria y maravilla inundando todo mi ser, develándome las verdades ocultas; pero, al mismo tiempo tenía tanto miedo. "¿Qué he de hacer? ¿Qué he de pensar?" Estoy frente al temor de dar un mal paso.

Arrastro el paño por el suelo del recinto sacro con desgana y cansancio, buscando a mis familiares con la mirada para asegurarme de su estado; pero, a la vez, temeroso de encontrarme con la sangre que sé que aún baña el suelo del santuario. Y así, en lugar de dejar la manta sobre el centro del templo como manda la tradición, la termino por abandonar en una esquina del templo. No tanto como un gesto de rebeldía hacia Dios, sino buscando no profanar sus santos sacramentos. Sé que ello tendrá consecuencias, pero también sé que la mentira se convierte en una falsa vía… además sólo anhelo salir de allí. Ni siquiera me digno a mirar atrás una vez realizada mi acción.

Una vez llegado al exterior, mis huesos han dado con una pequeña plazuela, en la que reina una pequeña higuera. Apenas ha pasado el mediodía y el Sol cubre todo el exterior con su presencia, hacia el lado izquierdo se encuentran las caballerizas. Puedo, incluso, distinguir al burro del rabino haciendo de las suyas en la higuera donde al final me dispongo. A mi alrededor los edificios destrozados de Damasco, claman redención a los cielos azules. En un acto quizás de blasfema soberbia, suplicando al cielo, el no sucumbir en un montón de piedras inservibles y el de continuar albergando las pequeñas historias de los seres humanos que van mellando poco a poco el tiempo desde la creación. En el aire se respira el olor a carne quemada, mientras los sacerdotes corretean de aquí para allá completamente confusos, sin saber muy bien adonde ir y equivocándose a veces de fosas. El rabino da sus ritos fúnebres al mahometano mientras que el cristiano… ¡Que más da! Si, al fin y al cabo: ¡todos somos hijos del polvo! En el pie de un edificio totalmente destruído, descubro a dos mujeres abrazadas, la más joven mantiene un llanto desconsolado a los pies de la que había sido su casa; pero que ahora no son más que un conjunto de ruinas ensangrentadas, las cuales me han hecho apartar rápidamente la mirada al poderse distinguir aún los cuerpos que hasta hace unos minutos han bullido de vida en su interior. Ella pronuncia sus nombres entre lamentos; deseando, en sus silencios, que quizás alguno de aquellos seres ahora rígidos y fríos sean capaces de desandar su camino al más allá.

Por unos momentos, me distraigo de la triste escena. al observar que entre mis ropajes se halla apresada entre los hilos una pequeña semilla ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí? Sabiendo que estoy viendo un pequeño ser en sus primeras etapas de vida y, quizás, una pequeña esperanza para un mundo que parecía agonizar; decido escarbar un pequeño agujero en el suelo y depositarla cuidadosamente dentro, con una tierna sonrisa. Voy deseándole la mejor de las suertes en su periplo vital con el mayor cariño, casi sintiendo que he depositado allí la otra mitad de mi corazón: la que se queda conmigo tras la partida de Melissa. Musito una oración de gracias a Elohim por aquella pequeña esperanza, una mera chispa que he sentido en mi interior. Aquéllo me es suficiente.

Finalmente, sin saber muy bien cuando ni como, me acabo por quedar dormido. Posiblemente es por el agotamiento que surge de la ingente cantidad de revelaciones recibidas. No me acuerdo bien del sueño, pero me parece que trato de buscar un sendero que no encuentro, con el polvo que se pega sobre mi piel y el frío que cala huesos y músculos. Sin embargo, continúo caminando mientras que de mis pies crecen flores que crean el sendero que yo no puedo recorrer ¿Hacia adonde iba? No lo sé ¿Cuál era mi motivo para no parar a reposar? Lo desconozco también. Sólo sé que camino y el mero hecho me hace sentir tan feliz. Al despertar me encuentro con que la semillita que, en una simple noche, ha logrado transformarse en una brizna de hierba. Y, entonces, lo entiendo. Regocijado con mi hallazgo, mientras la riego con humildad y ternura simulando ser la lluvia que la hará seguir viva; sé que al igual que ella ha cicatrizado las heridas de la Tierra, yo he cicatrizado las heridas de mi corazón… aunque éstas siguen doliendo y sangrando. Ojalá que hubiera escuchado más a mi anciana y querida abuela; pues ella habría sabido curar, no sólo la carne, sino también el alma.

De todas formas ahora comprendo la promesa del ángel en toda su plenitud, esperanzadora y maravillosa, entre las risas de los chiquillos que van ahora... ¡cogidos todos de la mano para no perderse!, rumbo a las sinagogas a aprender la tradición o a las mezquitas que comienzan a llamar a la oración. Allí dónde los eruditos imanes mostrarán las verdades secretas del cielo y la Tierra en discusiones que se extenderán entre los dátiles y las naranjas del desayuno. Así como también en las fragancias de panes y pasteles recién horneados por las panaderas recién despiertas… y los cantos de los jornaleros rumbo al campo. La ciudad se sabe vencida; pero antes derrochará toda su vida y generosidad en un estallido, antes que ser un cadaver agonizante por la guerra: aquélla maquina inútil que sólo sirve para sembrar el campo de alimento para cuervos.

- (1)Mode Ani Lefaneja Melej Jai Vikayam, Shehejezarta Bi Nishmati Bejemlah. Rabah Emunateja. - Limpiando las manos y el alma , pronuncio- (2)Baruj A-ta Ado-nai E-lo-hei-nu Me-lej Ho-olam A-sher Ki-de-sha-nu Be-mitz-vo-tav Vi-tzi-va-nu Al Ne-Ti-Lat Ya-Dayim.[/i] - Y me dirijo de forma humilde rumbo al templo, mientras silbo las canciones que me enseñaron mis abuelos. Sin prisa, pero sin pararme, voy dándoles los buenos días al creador con el cariño y el respeto que al se reservan. Si bien aún conservo los malos recuerdos acaecidos en el interior del edificio, sigo en calma, pues es la casa de mi señor y a ella me dirijo humildemente.
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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#13

Mensaje por Baudelaire » 14 Feb 2021, 19:36

Imbuído de una nueva sensación de estar bajo la providencia de los cielos, cruzas el templo sin sentir la pesadumbre que te agobiaba la noche anterior. Es cierto, la nueva kalanit es el comienzo de una nueva era. Al menos, en tu corazón y en tus deseos. Lo que importa ahora es recuperar el contrato, buscas y rebuscas por un rato, hasta que el mismo rabino te entrega el rollo dentro de un portapergaminos muy elegante. Antes que puedas dirigirle la palabra, se aleja para continuar sus labores.

Solamente te queda asearte, vestirte adecuadamente y correr a la reunión en la que te esperan. Y, claro, hacerlo en el baño de la habitación en la que está Safia. Todas las demás están ocupadas o dañadas, aunque claro, también puedes simplemente sacudirte o pasar a comprar ropa nueva por el camino. Lo que sí tienes en mente es que el tiempo corre en tu contra e, independiente de lo que decidieres, deberá ser pronto para evitar seguirte atrasando mientras lo piensas.

La luz mortecina del templo es incapaz de quitarte el entusiasmo y tu cerebro sigue brillando mientras te envía una lluvia de ideas en escasos segundos. Te sientes en medio del océano, completamente en soledad como un náufrago… a pesar de la cantidad de personas que pasan de un lado otro, realizando las tareas de orden y limpieza. Sin embargo, la sensación sigue siendo agradable, pues en la tibieza de tu corazón percibes los latidos de Melissa… que, aunque en proceso de alejarse, sigue acompañándote. Sabes que nunca se han separador realmente y que todo lo que ocurrirá, desde ahora hasta el reencuentro, es para aprender y perfeccionarte.

Nunca te has sentido más complacido con tu estado del alma y, a pesar de todo el horror recién vivido, te sientes lleno de paz.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#14

Mensaje por elpajarometalico » 17 Mar 2021, 01:03

La mar se hallaba serena, sin ninguna perturbación u onda que la hiciera estremecerse en modo alguno, por no haber; no había siquiera algún barco de destino incognoscible que iba por los ríos y los lagos trayendo los recuerdos de otro mundo. Hallándose en eterna conversación entre la ruidosa ciudad y la silenciosa quietud, así era aquélla entre el cielo y la ciudad. Extendí el brazo casi pensando que podría acariciar suavemente la capa azul que envolvía al mundo de los reinos celestiales; casi sonreí ingenuamente al ver que ésta terminaba muy, muy, muy lejos de aquí. Mientras cerraba los ojos y me dejaba llevar por una pequeña brisa dando vueltas en torno mía, casi podía sentir en ella una presencia felina, el amor de los gatos que se enroscan entre las piernas al dulce ritmo de la canción lanzada por la tierra al caminar.

Al abrir las ventanas del alma, pude ver los marineros del cielo salir de los recovecos del templo... donde se hallaban sus nidos, y saludar al alba, mientras yo me disponía a realizar la acción contraria: sumergirme en aquella ley tallada en piedra. Aquella misma piedra acariciada por el paso del tiempo inalterable que con sus caricias iban haciendo poco mella.

Una vez dentro y tras rebuscar durante un buen rato, logro hallar lo buscado, sostenido por la mano firme del rabino el cual se ha inclinado suavemente en gesto de saludo... para desaparecer entre las tinieblas del santuario. Yo hago lo propio humildemente, sin ira u odio alguno, aunque todavía su figura me despierta gran curiosidad: adivino que todavía no es el momento de preguntar. En ese entonces veo a mi abuela, en una de las esquinitas del templo, encendiendo varias velas. Seguramente por sus hijos y nietos aquí en la tierra, me saluda dulcemente con la mirada y entiende al verme que llevo prisa.

Se levanta y, acariciándome suavemente la espalda, me acompaña hacia las caballerizas mientras comenta: "¡Aish, mi pequeño Kalanit! Si acaso ves como la gente de ahora se harta de correr y; bueno, todo sea dicho, también las de antes; que todos tenemos vergüenzas y no por ser del pasado, éstas son mejores...
¡Y mira tú que tantas prisas es cosa siesa y sin sabor! ¿No nos da acaso Elohim la uva en otoño y el melón en verano? ¡Pues, entonces! Es que casi me parece que muchos de vosotros tenéis una pelea contra el tiempo: huis de él y, por tanto, de los regalos que nos da. "


Respondo por reflejo y con convicción.

-Lo sé abuela, pero es que el solicitante es persona importante.- Sin embargo, la frase se queda en el aire, al recordar que ella está fallecida hace ya cosa de unos 5 años; pero habría jurado la presencia de mi familiar instantes antes ¡Ojalá haberla echado más cuenta en vida! Pero es que era tan pequeño en ese entonces.

Ante semejante visión, me decido a continuar mis asunto de forma ininterrumpida pero sin prisa, degustando dentro mío el sabor de la apacible mañana. Al llegar a la casa de mi esposa, les solicito a los criados

-Podríais , hacerme el favor de disponer los caballos y el carro , vuestra dueña y yo hemos de ir a parlamentar con Nur-al Din de asuntos posiblemente muy importantes ¿Sabéis donde puedo hallar un baño en el que asearme?

Sin dejar pasar mucho tiempo, tiendo a buscar mis propias respuestas.

Entiendo en la segunda planta. Veré si a vuestra señora no le importa admitirme en sus estancias ¿no sabríais indicarme por casualidad donde se hallará mi padre, le he de pedir prestado algunas prendas? Gracias por vuestros servicios.

Mientras subo la pequeña escalera, voy contando cuidadosamente el dinero del que dispongo en caso de que haga falta para comprar nueva vestimenta en caso de que alguna prenda no esté disponible. De paso solicitaré también a mi padre, su capa de lino, una fina tela de un verde deslumbrante; de la cual se dice que fue la misma que portó mi abuelo al guiar a un pequeño grupo que huía de las masacres de Jerusalén, buscando con ella presentarnos como la gente de bien y paz que somos o al menos aspiro ser.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#15

Mensaje por Baudelaire » 17 Mar 2021, 20:43

Los criados te indican que todo debería estar bien en el refugio, lo mismo el lugar donde debería estar tu padre: trabajando en la banca.

Tu esposa no está en la habitación, así que puedes bañarte y recuperar algo de ropa. Nada demasiado elegante, quizás deberás comprar algo para complementar la túnica. Te diriges a su oficina y te da la llave de su ropero para que puedas obtener tu añorada túnica, lo hace sin pronunciar palabra. Ya sabes, siempre sumido en cálculos importantes y con muchos pergaminos para completar.

Lo que sí te da es su bendición para la reunión en el campamento y una pequeña bolsa con algunas monedas extra para complementar las tuyas. Te alcanzará para obtener un buen par de botas reforzadas para marchar sobre la arena y un sombrero adecuado al protocolo. Te retiras y, tras pasar por el establo, pagas por un caballo para usarlo por el resto del día. Su nombre es Haboob, la manera en que llaman en árabe a las tormentas de arena.

Su pelaje es del mismo tono y con la brisa se agita haciéndole honor a la manera en que han decidido llamarlo. Sus ojos son del intenso color de la hematita y su tusa es de un suave color gris azulado que le da una estampa de fino corcel, siendo apenas más grande que una jaca de tiro. Montas con poca agilidad, pero es muy tranquilo y dócil. Has hecho una buena elección sin duda.

Al ritmo de un suave trote pasas por el mercado y realizas las compras de lo que te falta. Ya calzado y con la cabeza cubierta, te sientes bastante más cómodo. Otro pequeño recorrido y traspones los derruidos muros de la ciudad, hechos pedazos por las poderosas catapultas y el resto de la maquinaria de asedio.

El campamento está a la vista, identificas rápidamente la tienda más grande en que deberás reunirte con Nur-al-Din.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#16

Mensaje por elpajarometalico » 18 Abr 2021, 14:02

Voy tranquilo pero sin prisas camino por los senderos trazados por la mano de Adonai, en lo alto de una hermosa montura que casi me hace fantasear con ser Perseo cabalgando en el Pegaso rumbo a asesinar a la impía Gorgona. Mientras vamos ambos recorriendo las bulliciosas calles del mercado en la que los comerciantes gritan a viva voz los precios de sus productos recién sacados de la tierra, en un intento de suscitar la atención de las gentes inmersas en sus rutinas matutinas. Mientras que el aire se impregna de los más diversos aromas, el del incienso y las especies por un lado siendo los hermosos placeres terrenales de nuestro mundo; por otro los del desagradable pescado recién cogido, amigo y eterno compañero de las moscas... las cuáles revolotean por el aire en busca de algún trozo de carne abandonado a la sazón del tiempo en alguna esquina. Si he de ser sincero, no puedo evitar comprar unas tortas de aceite, cuyo aroma me ha tentado y se hace imposible de resistir. Sin embargo, me rehuso completamente a devorarlas en el acto, en un gesto de empatía para con mi rocín: tan dócil y bondadosa, lo que menos querría era llenar su suave pelaje de miguitas.

Entre la masa humana, encuentro a mi padre inmerso entre un gran gentío que observa atentamente las monedas que casi parecen perderse entre sus dedos y la estructura matemática: perfecta y exacta en sus abstractas leyes, casi un castillo en el aire. No ha podido disponer de mayor tiempo conmigo... se nota. por su actitud conmigo como la que tuve hacia el rabino, que la realidad se impone ante el espectáculo onírico de las situaciones anteriores.

Pero me habría gustado haber tenido un mayor contacto; no por nada, me he hallado ausente por bastante tiempo. Sé precisamente que mi madre sería al revés, ya que lo que el hacía... mi madre, deshacía en la casa. y viceversa. No entiendo como ambos son capaces de vivir bajo el mismo techo infundidos de una extraña y sutil armonía, en la que los reproches eran ajenos.

Así de pensativo estoy; mientras voy recorriendo por las silenciosas y, ahora, ruinosas calles de la capital siria. Se muestran solamente pobladas por el ladrido de algún perro allá en la lejanía, mientras que el espacio empieza a ser repoblado; pero no con humanos, sino por cabras que van por su libre colándose por los agujeros ocasionados por las murallas. Aunque, igualmente, se hallan bajo el ojo avisor de un chiquillo de 7 años dispuesto en las sombras vigilantes.

Cuando me acabo de dar cuenta que ya me he desplazado hacia las afueras de la gran fortificación, con el horizonte dominado por las pequeñas figuras de los jornaleros arqueando la espalda en la lejanía, descubro que se trata de una situación más cercana a mí. Allí se yergue el campamento de Nur-al-din, próximo a un pequeño encinar que saludaba a la mañana en sus reflejos violáceos y el viento arrastraba tras de sí el perfume del romero y del tomillo. No consigo evitar sentir en mi interior la sangre de las venas congelarse fruto de los nervios, mientras me ato mejor la túnica con el cinto, en un intento de mostrar mayor dignidad a tan alta distinción. Aún así, se me hace posible notar que me sobra gran parte del espacio por mi figura delgada y, sin duda, bajita a falta de los estirones de edades más avanzadas.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#17

Mensaje por Baudelaire » 18 Abr 2021, 15:19

Dos jinetes notan tu presencia y se acercan, quedando uno frente a ti y el otro, a tu espalda. Tras el saludo de la paz en árabe, se presentan como Gaspar y Yishad, indicando que te escoltarán hasta la gran tienda de su líder. Sin tener claro como te han reconocido y sin siquiera verificar que, efectivamente, seas el emisario hebreo que están esperando.

Hay una docena de robustos soldados ferozmente armados y de estatura considerable que se ubican realizando un minuciosa guardia entorno al gran esperpento dónde se halla Nur-al-Din, que de atractivo tiene tanto como tu esposa, pero que cumple los requerimientos de un centro de comando. De un lugar ciego a tu mirada, se acerca un hombre más pequeño y de atuendo más elegante. Igual que tus escoltas, te da el saludo de la paz... pero, para tu sorpresa, lo hace en tu propio idioma. Una notable gentileza de su parte.

Sed bienvenido a la reunión, honorable Zacarías. Soy, Ismael, el heraldo. Voy a entrar para anunciar vuestra llegada, regresaré en un momento para informaros cuándo deberéis hacer vuestro ingreso. Hay un protocolo riguroso del que, me imagino, estaréis al tanto.

Lo sabes, ¿cierto? Ya lo tienes medio olvidado entre las divagaciones realizadas durante tu paso por el mercado y la compra de los alimentos que podrían servir de ofrenda a este gran noble general islámico... ¡Son demasiado humildes! ¿en qué momento se te ha ocurrido una idea tan local? ¡Pero es lo único que traes! ¿serían mejor que nada? Ni mencionar tu amable compañero, mucho más calmado que tú, incluso al lado de los caballos de guerra de tus escoltas que siguen rondando por allí.

Deberéis aseguraros, por supuesto, de mantener vuestra mirada enfocada en la preciosa alfombra... al menos hasta el momento en que habréis sido aludido. Perfecto, esperad.

Se retira sin permitirte salir de tu asombro o de formular alguna pregunta. Será mejor que aproveches estos instantes para repasar paso a paso, concienzudamente, el famoso protocolo. Lo que menos desearíais, además de deshonrar a tu familia, consistiría en terminar colgado de lo alto de aquel datilero, a un tiro de piedra junto al oasis, por algún insulto velado que podría surgir de algún gesto equivocado de tu parte.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#18

Mensaje por elpajarometalico » 03 May 2021, 00:08

Ha sido entonces cuando sobre la línea del horizonte quedan dibujadas, en extraño pentagrama, el resonar de unos cascos en el eterno eco de los montes. Rápidos y certeros han hecho su aparición ante mí dos jinetes casi como recién caídos del cielo. Tras unos breves y tímidos saludos de ambas partes, emprendemos la marcha hacia el cuartel de su general. Así es como poco a poco el aire salvaje y libre de los montes empieza a enturbiarse con un aroma de regusto viril que se aloja en la garganta terminando por morir en ella, acompañado por el pasar del simpático eco de las cigarras al horrible tronar de las espadas que comen carne y escupen la tan temida sangre en clave homicida; así alimentando a la Tierra que nos vio nacer y seguramente nos verá caer en ella en plazo de días de múltiples racimos de años... pero aún así, también de hombres de complexión recia y fuerte, de miradas desafiantes, de acentos y lenguas extrañas que narrarán posiblemente los recuerdos de otra vida quizás antes de que la parca mellare su guadaña en la siega de estas tierras.
Es entonces cuando aparece ante mí un hombre extraño frente a este escenario; es más, frunzo el ceño por unos instantes, casi jurando que a lo mejor es todo una alucinación dada por un golpe de calor. Sin embargo, es una vez que habla cuando me cercioro de su existencia en el plano físico, con su dicción por lo bajo casi musitando. Me siento tímido ante el escenario, pero sin olvidarme la reverencia de recepción:

-Adonai sea contigo heraldo Ismael. Agradezco tu labor y, aquí como me ves, me hallo en disposición para lo encomendado hacia tu superior. Si bien no puedo negar que tengo la sangre de las venas congeladas.

No puedo evitar sentirme terriblemente intimidado ante aquellos hombres casi creados para el combate, su alma inclinada a los humores coléricos, al fuerte torbellino bestial... sin embargo, no se me pasa por alto que el tal Yishad solía lanzar alguna que otra mirada tierna y empática hacia mi persona en el camino, algo típico de aquéllos que recuerdan por breves instantes el griterío de unos hijos lejanos corriendo por el campo o las plazas. No es el único detalle que identifico ¡Pero, aish, mis neuras! Me hallo tan aterrado por la situación que soy incapaz de estar quieto, de encontrar un breve espacio que calme mi alma y me ayude a pensar en lo que voy a decir ¡Oh, por Adonai bendito! ¡las ofrendas¡ ¿Podría ser éste su justo pago por salvar mi vida y la de mis familiares? ¿se lo va a tomar a mal?

El heraldo me muestra entonces una hermosa alfombra azul con numerosas figuras geométricas dibujada en unos tonos dorados. Fijándome en esos patrones, intento recordar el protocolo totalmente asustado de cometer el más mínimo error durante los momentos decisivos... Nunca antes había estado en una cita diplomática de tanta importancia y siento mi inexperiencia como el mayor peligro a sortear. De mientras Haboob se acerca a mí rogando una caricia como pago a sus servicios; a la cual respondo, sin dejar de mirar aquella alfombra... pero, es cierto, que el suave pelaje del corcel me transmite un respiro ante este agobiante paisaje. Todo parece quedar en silencio durante unos breves instantes.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#19

Mensaje por Baudelaire » 04 May 2021, 22:34

Mientras te sumes en tus divagaciones eternas durante el breve instante en que el heraldo se aleja para hacer el anuncio al otro lado de la gruesa cortina, descubres que la alfombra sigue más allá. Es enorme, casi como un mundo entero y enorme que acabas de pisar. Lleno de geometría rigurosa, te inspira y te relaja a la vez.

Es el anuncio de tu llegada en tres idiomas: griego, hebreo y árabe. Intuyes que es el orden riguroso de la lengua del comercio, la tuya y la de tu anfitrión. Con ello, concluyes que debes entrar y hacer lo propio... invirtiendo el árabe y el hebreo, por supuesto. Tienes apenas unos segundos antes de traspasar el umbral y, tras llegar con la cabeza baja, haces los saludos correspondientes. Nunca tu mirada de ir directamente sobre la de Nur-Al-Din.

El primer paso está completado. El noble líder del ejército camina hacia ti, te hace enderezarte y te da la paz en hebreo. Respondes en árabe y la conversación deviene a algo más coloquial en griego. Su brazo posado sobre tu hombro te hace comprender que has sido bienvenido y que el segundo plazo es correcto.

Ya pueden hablar cara a cara. Su presentación va directo al negocio que quiere proponerte: un préstamo de cuatrocientos mil denarios de oro por los que pagará durante 52 meses a razón de 12 mil 500 por cada mes. Sin duda la oportunidad de una vida entera, aunque te cuestionas por unos instantes respecto al ejército que requerirá tal suma. Es claro que se trata de aquél capaz de expulsar a la horda cruzada de regreso a Europa.

En el pasado, Moisés liberó a su pueblo con la ayuda de las plagas divinas y la oportuna abertura del mar para cruzar hasta la tierra prometida. La libertad hubo durado demasiado poco, hasta que nuevos imperios tomaron el control de Jerusalén... una y otra vez. Solamente el islam ha sido realmente benévolo con las tradiciones judías. El sagrado al-quran prohibe la usura, por lo que siempre se requiere de hebreos para administrar la banca.

¿Es el momento de elegir el mal menor o rechazar gentilmente la transacción? ¿buscar regatear para mejorar el plan de pagos? Todo se abre como un gran abanico. Al exterior, el viento anuncia la haboob... los granos de arena comienzan a azotar la tienda. Nadie parece inmutarse.

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Re: Bila hamavet lanetzach umacha adonai elohim dim'a: Jiuj kalanit

#20

Mensaje por elpajarometalico » 23 May 2021, 11:09

Adonai me permita ser un hombre de más acción como mi padre. Reconozco que siempre me termino por distraer con los laberintos de mi cabeza y se me escapan ciertos detalles. Como muestra en mi ensimismamiento, casi termina por pasarme inadvertido el anuncio de mi propia llegada.

Entro totalmente temeroso a la tienda indicada en cuyo centro se halla aquel general. Y hacia él me dirijo con una mezcla de respeto y temor, siguiendo el protocolo paso a paso. Voy intentando no cometer falla alguna en el árabe, lengua compleja donde la haya. La imagen del aquel hombre viene acompañada de la impronta de la guerra en su esencia; y los rumores sobre su crueldad y sangre fría, me lo hacen parecer como un demonio de las arenas capaz de fagocitar ejércitos enteros con su sola mirada. Sin embargo, los gestos que he recibido de su parte y el trato cordial y amistoso con el que me recibe distan mucho de alguien tan frío. Por unos momentos incluso se me olvida que es el último autor de la devastación que he podido observar en horas anteriores.

Pego un pequeño respingo al sentir su brazo sobre mi hombro, más por un gesto de sorpresa que por incomodidad. Una vez sentado, escucho atentamente su oferta aún con algún sudor frío. ¡Pero!... ¡ésta es una oferta maravillosa! ¡Creo que ni siquiera mi padre ha logrado percibir una cifra tan alta! No era ya que el propio Nur-al-Din parezca un verdadero genio con su pluma verde aguamarina que le corona el turbante y sus vestiduras escarlatas, enmarcadas en esa capa azul marino con toques dorados; sino que con su propio anuncio casi se ha vuelto un heraldo de la buena fortuna y la prosperidad. Con tanto dinero podría comprarme... ¿Eh? Sí, un jardín mayor con una casa de dos pisos. Quizás en el centro de Jerusalén... pero no sé. Me gusta mi residencia actual. Bueno... ¿y si?...

Mi mente va pasando por distintas opciones, pero ninguna termina por convencerme. Vivo bien y en cierta forma creo que soy feliz por lo menos en el sentido material de la palabra. Pero se me ocurre una idea espléndida.

¡Oh, grande y majestuoso Nur-al-Din! Estas palabras que sonarían aduladoras en otro contexto, pero en mi boca se hacen sinceras por la impresión tanto profunda como positiva que ha trasladado hacia mi interior el general. Acepto con agrado tu oferta. Sin embargo, requeriré de cierta ayuda vuestra para que mis deseos pudieren hacerse realidad. Como bien sabe su generalísima consciencia, no siempre el dinero todo lo consigue lograr si no se tiene mano hábil y adecuada con la que administrar. Y, usted, ha tenido que conocer la ciudad de Damasco en sus tiempos mejores; pues percibo que usted ha tenido que ser hombre de mundo. Ahora parte de la ciudad ha sufrido por el asedio y la gente que la habita no tiene porqué sufrir las inclemencias del otoño y el invierno ya próximos por una guerra que les resulta ajena. Ya que las vidas humanas no pueden ser restituidas en modo alguno, hagamos que dentro de sus muros sea posible vivir de una forma digna y pacífica. Éso me haría feliz. Pero no soy alguien de liderar voluntades y la reconstrucción es tarea que necesita de un fuerte espíritu, por lo que si pudiere dejar a un hombre de su confianza en la urbe, lo consideraré un acto de gran generosidad de su parte. De la mía, estará seguro contar con mi capital para sus acciones y un amigo, dado el trato que he recibido.

Nunca me han agradado en exceso los militares, pero tengo ciertas esperanzas con el cordial general. Disculpe por unos instantes. Casi se me pasa dejarle este obsequio por sus buenas labores hacia mi familia. Sé que es algo humilde ante su presencia, pero en el bazar compré unas tortas de aceite. Desconozco si se consideraría suficiente pago a sus acciones benevolentes, probablemente no lo es. Pues, sin duda, estarán lejos de las que el resto del pueblo ismaelita ha tenido bien para recompensar siempre al pueblo hebreo a lo largo de la historia. Pero le aseguro y ruego que sería un honor compartir mesa con este humilde desayuno. Y ojalá no sea ésta la última mesa en la que podría disfrutar de vuestra presencia, ya que ella me causa una honda y maravillosa impresión.

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