[EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

Aymar Garcés (Yaris)
Boina Roja

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#31

Mensaje por Yaris » 23 Ago 2021, 08:50

Nazgul Theme - Lord of the Rings. Howard Shore

Durante el viaje imaginó docenas de excusas para enlentecer aquella travesía, problemas habituales en los caminos, de los que no encontró ninguno. El viaje había sido extraordinariamente corto, decepcionante, tranquilo, aburrido incluso, de no ser por los sentimientos encontrados y la dolorosa e inevitable despedida.

Esperaba una última aventura, un desafío a la altura de su montura, una historia a relatar junto al fuego del hogar durante las oscuras tardes de invierno, pero, al contrario, poco habría de destacar de aquellas cortas jornadas, tan efímeras como el olor que dejaba Juana al irse, o tan sutiles como esos placeres que se desvanecían en el paladar una vez disfrutados. Al ver a lo lejos la gran villa de Tudela, supo que incluso un viaje de semanas, peregrinando a Tierra Santa o al confín del mundo conocido, le habría supuesto el viaje más corto de todos.

Corto le pareció también el lugar a donde se dirigía. Aquella ruina, aquel montón de piedras puestas unas sobre otra, apenas en pie por gracia divina, se alzaba cual leproso tambaleante en lo alto de la colina. Tentado estuvo de dar marcha a atrás, huir de allí, dirigirse de nuevo al escriptorum del Magister, y reírse del susto y la broma que le gastaban al joven e ingenuo grog.

Fue aún peor al ver salir al homúnculo al que había de hacer entrega del mensaje. Mucho peor era la realidad que su basta imaginación que, mientras hablaba y le invitaba al interior, imaginó algunos desenlaces de aquel encuentro: quizás, una roca suelta del demacrado muro se soltara, desparramando los sesos de aquella criatura del señor; o quizás, un mal gesto del nuevo dueño provocara la ira de Quebranto, propinándole una coz que dejara su bazo como el trigo molido.

Sancho Elizalde lo miró curioso, ladeando la cabeza, con calma extrema esperando una respuesta del invitado. Fue consciente entonces Aymar de sus modales, parpadeando, sacudiendo la cabeza, desechó tales pensamientos, endemoniados y sombríos, de su cabeza. Bajó del caballo e intentó su mejor reverencia.

-Disculpad mis modales, vuecencia. Soy Aymar Garcés, en efecto, el mensajero de la Orden que vos esperáis. Os agradezco la invitación, y si no os es molestia desearía acabar cuanto antes. Siguió las instrucciones de su anfitrión, agarró de las alforjas todo lo que necesitaba y acarició el lomo de su compañero. Apenas entendía que es lo que pensaba el maestro de la Capilla en asuntos cotidianos, y aquella empresa en la que participaba, aún la entendía menos. Decían que Claudio de Solís nunca dejaba nada al azar, que siempre había una razón detrás de todo. Al entrar en aquel edificio ruinoso deseó con todo su corazón que así fuera.

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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#32

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 23 Ago 2021, 17:38

{ https://www.youtube.com/watch?v=VN-pSq7ysPY - Greensleeves Popular Song }

Sancho se había contrariado ante la actitud del joven y aun así le había invitado a entrar, pero no menos lo estaba Aymar que ni siquiera había examinado a Quebranto. ¿Y ácaso no estaba allí para eso?. Tal vez aquel noble de tan dudosa alcurnia observara la congenita falla del equino y rechazara la venta. No había que perder la esperanza, y el mensajero se agarraba a cualquier clavo ardiendo, que no significara aquello a lo que tanto se quería negar. Pero ni para eso estaba dispuesto. Tan solo sostenía una sonrisa bobalicona que resaltaba su nariz chata y encendía aun más sus cachetes sonrojados por el vino.

El interior del torreón, era más acogedor, y bastante más cuidado que el exterior del mismo, donde a unir con su penosa decripción, el vallado que la rodeaba apenas había sostenido los avatares del clima y las curiosidades de las alimañas. El fuego hacía de la estancia un lugar agradable, y en la mesa ya aparecían dispuestos dos cuencos y una olla humeante. El viento pululaba entre los huecos de las piedras, donde de vez en cuando aleteaban las golondrinas que alimentaban a sus crías en los nidos.

- Entiendo que tenga prisa su merced, pero llevo mucho tiempo sin disponer de compañía, y me gustaría departir con alguien si no le fuera molestia. Tenemos tiempo para todos esos formalismos. No se preocupe - Sirvió algo de sopa en el cuenco de Aymar - Coma algo, y entramos en materia si le parece. Además tenemos que hablar sobre el segundo de las partes del acuerdo. ¿Le comentaron algo de mi envío al lugar donde descansa nuestro patrón, Santiago el Mayor?. - Puso el cucharón en la olla, y se sentó en su silla frente al boina roja y con una vela entre ellos. Se había olvidado de servirse a él mismo, pero en seguida lo hizo. - Yo se lo que le pasa. Me dijo el señor de Solís, que tenía especial afinidad con el caballo... ¿no es así?. No pasa nada Aymar, acompañeme a Roncesvallés a recoger aquello que tiene que transportar por el camino santo, y podrá quedarse con el animal. No es mi menester romper tal vínculo. Por supuesto, eso no incumplirá ningun acuerdo que yo haya tenido con su congregación. Déjelo de mi cuenta... ahora coma. Disfrute de esa sopa, que como las mejores cosas de esta vida, se cuecen a fuego lento, despacio y con virtud. - Extendió la mano por el medio de la mesa - ¿Tenemos un acuerdo?.

Para cuando acabaron la sopa, salieron a estirar las piernas. A Aymar casi le da un patatús al comprobar como había entrado en las primeras horas del alba, y tras almorzar y conversar con aquel fraile, la oscuridad se cernía sobre el montículo, donde una enorme luna, como un queso de oveja, iluminaba toda la escena. A lo lejos, el pelaje de Quebranto se reflejaba, al tiempo que arrancaba con su poderosa dentadura las mejores hierbas de aquel generoso suelo.

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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#33

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 24 Ago 2021, 23:43

{ https://www.youtube.com/watch?v=3fnPwj1AMpo - Raido by Wardruna }

Jerónimo Lara Mediávila, Sir Jerry, Gerard de Troyes, Jerome de Baskerville, Al Jyrunimu... o cualquiera de las identidades que se le conociera, no era un buen mentor. Tampoco el peor. Su osadía y curiosidad los había metido, tanto a él como a su discípulo en más de un atolladero. Pero es que además contaba el hombre, con una buena providencia, y en casi todas las ocasiones conseguía, algunas de la manera más rocambolesca, salir bien parado. Luego añadía aquella historieta al muestrario de anécdotas, que de vez en cuando, casi entre risas, anotaba Juan entre las hojas de bloc. Sólo cuando las charlas en medio del camino, entre el fuego, eran amenas, y la historia era tan buena, que bien valía registrarla en papel, y gastar algo de su carboncillo.

Pedro de Mendoza se había quedado mirando a Zuñiga con su carboncillo en la mano, sin entender muy bien que quería decir. Le parecía una perrogrullada sin sentido, y no tenía el horno para bollos tras la decepción del tesoro. Aquel hombre no entendía sino de dos maneras de conseguir las cosas, y el carbón no estaba entre ellos. Sólo el oro y el acero. Dinero o espada. No había otra forma, y se había decidido por lo segundo, en cuanto al tema que le concernía con el tal Aboubakar.

Aún así, ordenó guardar las irrelevantes gemas, y no quiso ser descortés el hombre, y viendo que se había echado la tarde encima, ofreció dos aposentos a sus invitados. Gerard recibió con agrado la invitación sin remilgos, pero Juan no supo si por disfrutar de la comodidad de un camastro o por que en la cabeza de su maestro, aquel plan que él desconocía, para hacerse con las joyas, seguía adelante.
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Juan dormía a pierna suelta. Hacía semanas que no disfrutaba de un lecho confortable y apenas fundó su cuerpo en él cayó redondo y quedó dormido incluso aún calzado. Por no hacer, no había ni apagado el candil que reposaba sobre su mesa y que le había traido una de las sirvientas del señor de Mendoza, y que además había insinuado de manera evidentemente forzada, algo de compañía, la cual Zuñiga, gentilmente rechazó.

La celda era angosta pero confortable. Disponía de una especie de consola de madera, donde alguna porcelana decoraba la soledad de su fronte. Una simple silla con algún tallaje decorativo, y el camastro anclado a la gruesa pared de piedra. A su lado, una pequeña mesilla de noche de media altura, donde reposaba el candil y tal vez alguna de las pertenencias personales del joven inventor. Una puerta de madera no demasiado gruesa que ahora permanecía cerrada y una ventana en arco, que no disponía de contraventanas, pero que era de hecho, agradecido, pues entraba la fresca brisa de la noche, que agitaba las copas de las palmeras, aquellas que se disponían al lado de la piscina natural, y que eran visibles, pues se encontraba el pequeño dormitorio en el segundo piso del alcázar.

Y fue en uno de esos momentos de sueño, cuando uno no sabe si se enfrenta a la realidad o a los sueños, cuando Zuñiga oyo un alboroto. No había manera de saber que hora era, pero a juzgar por el candil que se había consumido, y por el estado de la luna en el cielo, que iluminaba con fuerza la piedra de la habitación, debía de estar bien entrada la madrugada. Zuñiga hizo un esfuerzo por agudizar, sus aún aletargados sentidos e intentar hacerse una imagen mental de lo que podía estar pasando. Primero le vino a la mente que aquel mal llamado señor, estuviera ajusticiando a uno de sus hombres, y luego que estuviera intentando forzar a alguna de sus damas, pero en seguida, detectó para su pavor, como el ruido que reconocía era el de aquellas explosiones secas que provocaban aquellos polvos negros y dorados que usaba muy de vez en cuando su maestro.

Sin tiempo para reaccionar, más allá de sentarse en el camastro e intentar pensar cuales eran las opciones que tenía, escuchó pasos acercarse a toda prisa, al tiempo que se escuchaban las hojas chocar contra la piedra, probablemente del pasillo. En un visto y no visto, mientras Zuñiga se incorporaba, se abrió la puerta de su habitación y apareció Jerónimo, que en seguida cerró, y se dispuso en espalda contra la puerta, como si su menudo cuerpo fuera capaz de controlar a una horda, o a los mismisimos ejércitos de Alfonso VIII con ariete incluido. Su cara estaba descompuesta, y su pecho se inflaba como el de una paloma. Apenas cogió resuello, abrió el puño y dejó ver las gemas a su pupilo:

- Estas tres gemas, pertenecen al manto sagrado del apóstol Santiago. Escuchame aténtamente, muchacho, porque no voy a repetirtelo. Nuestros escritos hablan de que fueron creadas por uno de nuestro Primus y que valieron de protección para que el cadáver del discípulo de Cristo llegara a buen puerto y cruzara el Mare Nostrum para llegar hasta su destino final. - Hizo una pausa, ordenando con la mirada a Juan que recogeria sus cosas, al tiempo que entregaba las joyas a su "escudero" - Entiendo que en algún momento del trayecto, debieron caerse, pero he aquí nuestra fortuna - Las palabras se atropellaban en su lengua, y por un momento a Manos Inquietas le pareció que todos los acentos falseados que alguna vez usó, se entremezclaban en uno, en un trabalenguas sin repetición posible. - Es la prueba que he estado esperando tanto tiempo para ti, Juan. Durante tanto tiempo he estado perdido sobre cual era tu destino, y esta tarde lo he visto claro. Debes engarzarlas de nuevo en el manto del apóstol, en su santo sepulcro - Los pasos se acercaban apresuradamente a la puerta, y el vociferío aireado era evidente al otro lado de la puerta - Habla con Sancho, y te indicará al camino. Haz lo que te digo, Juan y por fin te convertirás en uno de los n... ¡arhgggg! - El filo de una espada apareció por el abdomen de Jerónimo humedeciendo claramente sus vestimentas. Su rostro descompuesto, era mancillado por sangre que salía de su boca. La afilada espada había atravesado aquella puerta de madera y ahora asomaba por el cuerpo del maestro de Juan Zuñiga - Huye Juan... hazme caso por una vez, cabeza de alcornoque. Te lo pide tu maestro... huye ahora que estás a tiempo.

Juan solo parecía tener, nuevamente, dos opciones. O se enfrentaba a de Mendoza y su guardia, o saltaba por la ventana para agarrarse al tronco de una de las palmeras, descender y escabullirse en la noche. En cualquiera de las dos, una cosa parecía clara. De todos los líos en los que el maestro Jerónimo Mediávila Lara, se había metido, aquel parecía uno de aquellos en los que no saldría bien parado.
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
Curioso Autodidacta

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#34

Mensaje por Rugido_Ancestral » 25 Ago 2021, 01:30

{https://www.youtube.com/watch?v=r7IPKZo ... arc%C3%ADa - SAD GUITARRA SIN COPYRIGHT (TRISTE EMOTIONAL 2020)}

Juan se sorprendió de que su mentor no haya seguido insistiendo con el asunto de las piedras aunque sea un tiempo más por lo menos, después de todo habían parecido importantes para él. Pero luego de las respuestas de Pedro era obvio que las palabras de este joven herrero no serían fructíferas, porque para que una comunicación pueda darse se necesitan de dos partes, capaces de comprender y en este caso era imposible.

Sin embargo lo que más le llamó la atención para bien fue la generosidad del señor de este lugar, una cama caliente y cómoda, a la vez que comida sabía que sería la respuesta a algunas de sus plegarias que en ellas solicitaba al menos de vez en cuando cosas tan terrenales como poder dormir sin pensar en los animales del bosque, o tal vez haciendo guardias para que no los tomaran por sorpresa los ladrones, o con la posibilidad de que entre alguien y te mate mientras duermas.

Una vez pudo acomodarse y dormir, estaba tan a gusto con la cama que se había ganado por ser tan bueno en lo que hacía, que parecía que a pesar de ser sueño ligero no quería despertar. En sus sueños sentía que estaba en una tormenta, una tormenta que de vez en cuando dejaba oír sus sonidos atronadores a la lejanía, pero que rápidamente cubría el cielo nocturno y se acercaban cada vez más hacia donde él estaba. Su despertar fue sobrecogedor, no esperaba que sucediera tal cosa, no quería más problemas luego de como habían logrado evitar la muerte una vez más. Su único deseo era que al despertar pudieran marcharse y olvidarse de este llamado Pedro de Mendoza y Abos.

Al ver a su maestro entrar por la puerta su corazón se acelero hasta el punto que parecía que iba a salir de su pecho, pero cuando le mostró las gemas su pupilo estaba a punto de levantarse a golpear a su maestro, esas piedras de mierda no valían la vida de nadie, en eso tenía razón el señor de este lugar. "No tenía porque morir nadie por unas simples piedras de mierda."

Pero al ver el apuro de Gerard, no pudo hacer más que escuchar atentamente cada palabra que dijo, grabar a fuego a pesar de que en ese momento no entendía absolutamente nada de lo que estaba diciendo. Parecía como si su mentor hablara otro idioma, uno que nunca antes había escuchado, sin embargo su pupilo abriendo grandes los ojos, con las pupilas dilatadas, la respiración agitada y la tes pálida hacia una de las mejores cosas que sabia hacer, prestar atención a los detalles. Tuvo tiempo de tomar su mochila mientras escuchaba las palabras de su mentor.

Esta vez no encontró solución, hombres de armas, al menos ocho, desconocía como iban armados, sus heridas, si todos estaban tras su Sir Jerry, por desgracia para él además de todo no era un buen combatiente ni tenía un arma digna para mantener a raya a los perseguidores. Intento callar a Jerónimo, deseaba salir corriendo con el en ese instante, las explicaciones podrían venir luego se acerco para tomar la mano de su mentor y en ese momento la espada atravesó el pecho de su mentor.

En una escena totalmente devastadora para Juan observo atónito la situación y a las ultimas palabras que salieron de la boca de su mentor simplemente no las escucho, solo veía como su boca se movía, pero la cabeza de manos inquietas en este momento había entrado en un trance. Se había desconectado de la realidad que estaba viviendo, tomo rápido las gemas de la mano de su mentor para luego guardarlas en su bolsillo y sin prestar atención a nada más se dispuso a saltar al vacío, ya no sentía miedo, ya no esperaba nada, en este momento el trauma era tan grande que para evitar colapsar su sistema nervioso dejo de funcionar y como si fuera un autómata salto. *1
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SI me dejas continuar el relato lo hago, sino pues edita el post Jebe, solo que me pareció tan emocionante que quería llegar al punto de que se había librado y que le caía la ficha de la muerte
Imbuido por quien sabe que magia, movido tal vez por su destino, por Dios, por la voluntad de su maestro o probablemente porque su cerebro había sido capaz de desconectarse y funcionar de manera instintiva es que llego hasta la palmera de un solo salto y se deslizo por ella con una agilidad felina, una destreza que ni siquiera en sus momentos de mayor tranquilidad había conseguido.

No pensaba, pero su buena fortuna siempre lo acompañaba, el revuelo y las explosiones había alterado a los caballos y hacia allí se dirigía Juan, cuando llego al establo se subió al primer caballo que encontró, y mientras salía a las apuradas con el caballo hizo que una de las lamparas cayera al suelo.*2 Comenzó a cabalgar como si no hubiera un mañana y después de esta noche Juan probablemente no iba a querer que amanezca.

Su modo de cagalgar no era rápido, pero esa lampara que se había caído mientras huía, al romperse y comenzo a propagar su llama alarmando a los caballos adentro y encabritandolos de una manera inusual, puesto que cada vez más se llenaban mas de terror sus ojos al ver que el fuego esparcía rápidamente sus llamas, uno de los perseguidores mientras iba a corriendo intento alcanzarlo pero no tuvo la suficiente resistencia para aguantar el galope del corcel.

El caballo corrió y corrió, quien sabe cuanto tiempo estuvieron ambos en ese modo o siquiera en que dirección, pero cuando el alba despunto y los primeros rayos de sol llegaron a la cara de Juan se pudieron observar un rió de lagrimas que caían incesantemente, quien sabe desde que punto, quien sabe cuanto tiempo llevaba ese llanto ahogado, pero fue justamente ese sol el que hizo salir del trance al jinete. Comenzó a hacer memoria de cada uno de los hechos de esa noche y el llanto que hasta ese momento había sido completamente insonoro, inexpresivo carente de alma comenzaba a tomar forma.

Su día del nombre número ocho, en el que Sir Jerry le había obsequiado una caja de madera para que intentará abrirla, esa caja que le había llevado casi dos semanas descubrir la forma correcta para poder abrir y que adentro contenía su primer martillo, el recuerdo tan solo de ese presente hacia que el estomago se le revolviera, ya no volvería a ver su mentor, su llanto se transformo en desconsolado, aún a lomos de su corcel, lo abrazo como hubiera deseado abrazar a su maestro aunque sea una ultima vez, lo sostuvo tanto tiempo que fue un abrazo imperecedero, deseo con su alma no haber abandonado a Jerónimo, esperaba despertar de esa maldita pesadilla. Quería por lo menos despedirse de su padre de verdad por lo menos un abrazo, estrechando su mano. Ahora nunca más tendría su calor, nunca más podría sentir su aroma y nunca más escucharía su voz que tantos dolores de cabeza le había traído, pero a la vez cuantas alegrías habían compartido.

Había perdido a la persona que más quería en el mundo entero, no sabía como iba a seguir adelante, se detuvo en un arroyo a dejar descansar a el caballo y beber un poco de agua que su garganta ya la pedía suplicando un poco de humedad. Luego de mojarse un poco la cara le comenzaron a venir a la memoria las palabras del Solificati, saco las piedras del bolsillo y las observo con detenimiento, pensó seriamente en arrojarlas ahí mismo y que nadie más sabría de ellas, culpa de ellas su Gerard había muerto. Pero en ese instante recordó su misión "Debes engarzarlas de nuevo en el manto del apóstol, en su santo sepulcro". "¿Qué diantres era eso? ¿Que eran estas piedra? ¿Porque son tan importantes?" Y lo que lo sacó de ese estado fue su curiosidad, esa necesidad imperiosa de aprender, ahora tenía un objetivo claro. Deseaba que su mentor no haya muerto en vano, iba a honrar su memoria aunque a el también le costara la vida.

Una vez que el caballo descanso continúo caminando esta vez, colocando la mochila en el caballo para que descansara su montura, una practica que habituaba hacer con su burro, que también, ya nunca más vería a ese cabeza dura animal.
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*1 Destreza + Atletismo + 1FV
[roll=659]4d10[/roll]
*2 Destreza + Equitacion
[roll=660]4d10[/roll]

Aymar Garcés (Yaris)
Boina Roja

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#35

Mensaje por Yaris » 26 Ago 2021, 22:32

Souls of the Brave - Gabriel Salcedo

Lo primero que sintió fue el calor de la estancia, que lo abrazó dulcemente al entrar en la sala interior de aquel bastión moribundo. El olor de la sopa al fuego, el sonido del viento cruzando las desgastadas piedras y el piar de los pichones de golondrina inundaron sus sentidos. La sala era acogedora, algo completamente diferente al lamentable estado del exterior, que tan mala imagen le había transmitido. Se sentó en la cómoda silla que le ofreció su anfitrión, y se sintió avergonzado, al comportarse, des del momento que le hablaron en la Atalaya, como un niño haciendo berrinches por apartarlo del pezón de su madre.

A los correos de la Orden los instruyen a uno con unos mínimos de etiqueta, pues un Boina Roja no es solo mensajero, también es ojos e imagen de los maestros a los que sirve. A Aymar no le interesaba la política, pero participaba de ella, tanto en los mensajes que transmitía, como los encuentros a los que acudía, fiestas en algunas ocasiones, palacetes o enclaves, otras Él se mantenía siempre al margen, esperando respuesta, preparado. Y ahí estaba, enfrente de un noble que nada tenía que ver con lo que había imaginado, hablando y tratándolo con la mejor cortesía pese a su pésima primera reacción, y él comportándose como un mocoso.

Y en esas divagaciones tenía ocupada su mente, probando la sopa, de fuerte sabor, intensa por las especias y seguramente, por lo que podía apreciar, algo de carne que le daba carácter, cuando al escuchar las palabras del noble no pudo evitar dejar caer la cuchara poniendo cara de bobalicón. Si antes sentía vergüenza ahora se sentía como un imbécil, al ver aquella mano tendida para cerrar el trato.

Se abalanzó a coger aquella mano como el niño que se agarra a su madre, como el que cae en un precipicio buscando asadera, mano salvadora que cambiaba por completo todo su mundo. Bien podría estar haciendo un trato con el mismísimo Belzebú, que la sujetó con ambas manos, y mirándolo a los ojo:
- A Roncesvalles y a donde usted me pida, mi señor. Y si al fin de la tierra debo ir, que así sea. -

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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#36

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 28 Ago 2021, 10:48

{ https://www.youtube.com/watch?v=Ubg7AI81VsQ - Bab'aziz by Levon Minassian }

Había pasado Jaime el paso a Roncesvallés, con más gloria que pena, y había sabido aprovechar las indicaciones que los peregrinos amablemente le habían proporcionado. Negro se había portado bien y apenas había rebuznado, siquiera cuando la nieve alcanzó la media vara, y sus pezuñas se hundían en la tierra helada.

El ascenso había sido dificultoso. La senda parecía más transitable de lejos que de cerca, y más de una y más de diez veces, tuvo que bajarse el joven hijo de Albi del burro para que éste no se despeñara, pero luego todo fue miel sobre hojuelas. Había llegado a la cúspide del paso, entre dos montañas, donde la figura gélida de una virgen, miraba con sus ojos descascarillados hacia un horizonte ignoto, casi como si hubiera estado allí desde los albores de los tiempos. Jaime miró hacia el valle verde y marrón que se extendía hasta donde llegaban sus ojos. Justo en la línea indefinida en donde el azul y el blanco de las nubes se unen como en una acuarela. Y sin saber por qué, se sintió en casa.

Noir disfrutaba de las hierbas recien brotadas y de un verde esplendoroso, con deleite y mimo, a pesar de su maltrecha dentadura. El aire fresco se introdujo en los pulmones de Jaime con rabia, mientras buscaba descanso a su espalda apoyadonse contra la Torre de Urkulu, y contemplando aquella maravillosa vista de aquel mundo creado por el demonio, pero que seguro que a semejanza del reino de los Cielos. Al sur, su tierra, al oeste, el impresionante mar que recogía todos los auspicios del Golfo de Vizcaya, y al suroeste, la pequeña pedanía de Roncesvallés. El primer paso de aquella nueva aventura.
Imagen Cada recodo del camino, era una nueva esperanza para Juan. Una nueva oportunidad, de encontrar a su mentor, y saber que todo aquello había sido un mal sueño. Una pesadilla. Pensar, que no era sino otra de sus tretas de sucio vodevil, de comedia farandulera, de las que era capaz el bribón de Jerónimo Mediávila, para no pagar una ronda, o para acostarse con una cortesana sin apoquinar. Pero la soledad del camino, le devolvía la cruda realidad. Nadie esperaba. Solo algunos rostros desconocidos que apenas contactaban visualmente durante unos segundos, esperando no suscitar preguntas que ellos mismos no iban a realizar. Pues es que a todo, la palabra de un señor feudal, valdría más que la de él, que era un don nadie y ahora no tenía el alero de Sir Jerry para amortiguar sus actos. Ahora era un prófugo y un ladrón, y sería ajusticiado si conseguían capturarle.

Por eso, Zuñiga, apenas paraba en su monta, en aquel camino infinito, que sus ojos vidriosos apenas le dejaban ver. Pensaba que su instinto y el del corcel, se encargarían de llevarlo a su destino, o tal vez, con más seguridad, flaqueo en algún momento, y pensó que ya todo le daba igual. Que nada tenía sentido. Ojeaba, palpaba, examinaba, chocaba... aquellas piedras entre sí, en los pocos descansos que se permitía, sin que nada especial pasase, reafirmando su teoría de que eran unas "piedras de mierda".

Cuando había perdido la cuenta de los días que habían pasado, y de las noches que había dormido al raso, y precisametne dormido sobre aquel caballo gris que ahora se había convertido en su fiel compañero sin bautizar, sintió como éste paraba en su trote. Aquellos vientos de cambio le habían llevado allí. Abajo en el valle, en el centro de una enorme arboleda, varias casas y templos se disponían en armonía. Orreaga era su destino. Roncesvallés la llamaban los castellanos.
Imagen Estaba tan entusiasmado Aymar de inquebrantar aquel vinculo con Quebranto, que apenas percató el paso del tiempo al salir del torreón. Aquel noble, había pasado de ser su enemigo más acérrimo en sus pensamientos a ser una persona admirable a la que demostrar su efusividad. Ahora viajaban al norte, sin parada en Pamplona, en un viaje que a Garcés se le hizo eterno, al tener que acotar el galope en espera del bueno de Sancho, que viajaba en mula terca, y no menos de media docena, se adelantó con la excusa de explorar, por el simple hecho de darle brío al galope y sentir el viento de la llanura sobre su rostro.

Sancho Elizalde había permanecido todo, o casi todo, el camino en silencio. En la única noche que pasaron a la interperie, lo escuchó rezar en extraño idioma, y había gozado de mejor comida que conversación, con queso del bueno e incluso chorizo y pan. Se había traido consigo una bolsa en la que disponía de sus pertrechos, entre ellos, una yesca y un pedernal infalibles, que siempre daban lumbre a la primera. Habían debatido eso sí, de las incontinencias verbales de Claudio de Solís sin conseguir sonsacar ni media palabra mala por parte del discípulo hermético, y habían bromeado sobre la regiedad estricta de Laurent Moreau, y como hasta los pelos de las canillas eran tiesos como los de las barbas.

Fueron buenos momentos junto a la hoguera, en los que Aymar Garcés se arrepentía de aquellos pensamientos viles que le habían ahondado en el alma. No parecía mal tipo aquel tal Elizalde, y desde sus encuentros con Juana, no sentía pasar el tiempo tan amenamente con otra persona. El relincho de Quebranto era el mejor "buenas noches" que podría recibir, y siempre le hacía caer en sueño con una sonrisa descansada y tranquila.

El segundo día de viaje, con el sol en lo alto, aparecieron frente a ellos unas edificaciones, tras abrirse en claro el bosque. - ¡Mi hogar...! - había exclamado Sancho al ver tan hermoso paraje, para luego recitar como un juglar. - Bienvenido a Roncesvallés, la que guarda memoria de gestas y cantares, del paso de viejas calzadas y el inicio de los peregrinos del camino santo, de reyes que alzaron hospitales, iglesias, claustros y capillas, y de hospitaleros como un servidor que tenemos por sacramento la acogida... Orreaga, del amor por su señora de los valles vecinos, de su cofradía y de sus romeros, y de sus muchas cruces... Bienvenido, hermano.

"- ¡¡¡Fenomenales poderes cósmicos!!!... y un espacio chiquitín para vivir" (Genio - Aladdin)

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