[EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#21

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 14 Ago 2021, 10:35

{ https://www.youtube.com/watch?v=rbWw6lcxaeY - Menk kadj tohmi by Jordi Savall }

El castillo que esperaban no era sino un alcázar de piedra blanca, que casi se mimetizaba con el entorno árido de la zona, y del que apenas sobresalía la torre homenaje de a ocho varas castellanas. Había sido arrebatado a los moros a finales del milenio anterior, justo cuando se decía que el mundo se acababa y así lo habían relatado los distintos beatos que interpretaban el Explanatio in Apocalypsin de San Juan.

Aún mantenía su minarete intacto y sus ventanas poseían aquellos arcos tan característicos de la arquitectura musulmán. Sus murallas eran bajas, las que permanecían en pie, y no supondrían gran defensa ante un posible invasor. Jerónimo se había mantenido en silencio durante el trayecto, en el que habían sido escoltados por los cuatro jinetes, no fuera que osaran a escapar de su promesa. El rostro del Sir era serio, y en cada mirada que cruzaba con su ecúyer, le transmitía lo poco que le gustaba aquello. Incluso le había parloteado en francés a Juan, retando a la ignorancia de aquel señor aragonés y sus secuaces, aunque solo había mascullado de manera casi inentiligible. Lo suficiente para que Zuñiga escuchara las palabras, "Sancho" y "Capilla". Y es que su mentor siempre le había comentado que si le pasaba algo, debía el muchacho galopar hasta Navarra, en concreto hasta Roncesvallés, allí donde había sido derrotado el gran Carlo Magno, dirigirse hacia la Capilla del Sancti Spiritus y preguntar por Sancho Elizalde para que le diera cobijo y protección.

El patio parecía más cuidado que el exterior, y había un baño natural coronado con dos enormes palmeras, donde caía el agua desde dos anchas ánforas y donde dos muchachas se bañaban desnudas ante la sonrisa complice del señor feudal. El solo rumor del agua refrescaba el ambiente pero era más evidente aún en el enorme pasillo de sombra que recorría el arco de entrada que lo unía al de la parte trasera, y donde corría una brisa correntera más que de agradecer.

Habían dispuesto algunas sirvientas, a orden del señor, vino, carne seca y algunos higos, no fuera a ser que pareciera más apocado que sus vasallos en su convite de boda, y dejó comer y beber a los invitados, sin casi mediar palabra, pero manteniendo una mirada observadora más que fría y demasiado incómoda sobre ellos. Se habían percatado el Solificati y su alumno, que no habían menos de cuatro hombres más en el castillo que dispusieran de porte guerrero, con lo que sumaban, con el de Mendoza, ocho posible amenazas. Más cuando alguno de ellos, si disponía de arma en el cinto, y el señor había clavado el puñal en la mesa, para que nadie se olvidara de quien mandaba allí.

Tras el comistraje, Pedro chasqueó los dedos y uno de sus hombres salió en busca de algo que en pocos minutos entregó al señor. Éste dejó el rácimo de uvas que degustaba sobre la mesa, y tras escupir una de sus semillas al suelo, dijo: - Bien, Emilio, escudero de Gerard de Troyes... es hora de que muestres tus habilidades... - Se levantó de la mesa, y empezó a andar hasta Juan al tiempo que desenvolvía algo de un paño - Ésto me lo vendió, o mejor dicho, me lo cambió por su vida - sus hombres sonrieron - Abubakar el Etíope en el puerto de Valencia. Bien lo sabe ese negro, que me tuvo corriendo desde Sagunto siguiendo su apestoso rastro, y bien sabe tambien ese moro que removere la tierra nuevamente para encontrarlo, pues pequé de ingenuo, y de buen y noble corazón, como tal vez lo esté haciendo con vuestras mercedes, y perdoné su vida a cambio de éste presente que me dijo que lo que oculta en su interior valía más que su infiel vida. - Ante Manos Inquietas, una pequeña "caja" de color gris, de apenas un palmo de anchura y media de alto, con aristas curvadas y sin orfebrería que la decorase. No se le contempla cerradura ni nada parecido, y si no fuera porque su forma es demasiada perfecta simétricamente hablando, diría el bueno de Zuñiga que estaba ante una piedra lisa. El material no era identificable, o al menos él no lo había tocado ni estudiado nunca. Jerónimo se incorporó desde su silla, visiblemente interesado, pero con la suficiente distancia para no perturbar las destrezas de su discípulo. - Dos cosechas han pasado ya... y no he conseguido saber que es lo que supuestamente esconde... Ábrela, y vuestra deuda estará perdonada.
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#22

Mensaje por Rugido_Ancestral » 14 Ago 2021, 17:22

La situación era tensa, algo preocupaba en sobre manera a Jerónimo y esa misma preocupación era transmitida a su discípulo que no sabía porque motivo era que estaba tan tenso. Tal vez era porque Juan estaba seguro de que lograría cumplimentar cualquier desafió que se le pusiera adelante, o probablemente el solificati era capaz de percibir algo que su joven acompañante estaba lejos de predecir.

Las palabras que más preocuparon a Juan fueron Sancho y Capilla, ante cualquier situación no podía ni siquiera imaginar no contar con su mentor en su camino, para el sería muy difícil perder a Sir Jerry, pero también sabía que la palabra de el era palabra santa y que haría todo lo posible por acatar las ordenes de su maestro. Su lugar era el de un aprendiz, uno muy bueno, pero aunque su pedagogo fuera muy flexible y afectuoso a veces, sabía que el era la voz de la experiencia y si lograban salir aireosos de los sucesos de los caminos muchas veces fue gracias a sus sabias decisiones.

El baño de las muchachas desnudas llamo solo un poco la atención de Emilio que prefería evitar mirar para ese lugar aunque le llamaba poderosamente la atención para no ofender ni a Dios, ni al señor feudal. Sin dudas el alcázar tenía cierta belleza característica propia y brindaba un poco de paz a pesar de la tensa situación. Lo que si hacía era intentar planificar una ruta de huida en caso de ser posible, pero eran superados en una proporción de 4 a 1, y si bien su mentor era diestro con la espada y su arte, el muchacho no lo era tanto además de que un corte y probablemente era la muerte, si no era ahora lo sería en unos días cuando la herida se pudriera.

La comida solo sirvió para aligerar un poco el momento, aunque se sabía algo parecido a prisionero, Juan sabía que si el noble cumplía con su palabra todo estaría más que bien, entonces no estaba tan preocupado. Juan aunque permanecía moviendo sus manos constantemente, tomo unos higos y los ordeno de más a menos maduro, un poco de carne seca que nunca viene mal y luego los comió con cierta prolijidad. Parecía que el muchacho siempre estaba jugando un poco, con lo que sea o que intentaba buscar una nueva forma de ordenar las cosas, conceptos o percepciones del mundo.

Mientras escuchaba a Pedro dejo de escuchar la explicación casi al principio, cuando observo lo que iba a ser su desafió no pudo contener las ganas de tener eso en sus manos, con solo observar las características del objeto se dio cuenta que era un desafió que no iba a ser sencillo de desentrañar, pero para ello necesitaba estudiar un poco el objeto y descubrir el mecanismo que el guardaba. Lo que sea que guardara en su interior sabía que sería demasiado valioso como para que este señor sea su dueño. Sin embargo eso lo decidiría luego, primero es lo primero, solucionar este acertijo.

-Me tomará cierto tiempo...- Advirtió con solo ver a que se enfrentaba. Tomo el objeto, cerro los ojos y comenzó a palpar intentando olvidarse de todo lo que lo rodeaba. Sin embargo no tenía esperanzas de encontrar algo que lo ayudara de esa forma. Pensó unos momentos y creyó que la solución era el calor o el agua. -¿Donde esta la cocina?*1
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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#23

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 17 Ago 2021, 23:24

{ https://www.youtube.com/watch?v=hFMOufxwWkk - Genuit puerpera Regem by Coro De Monjes Del Monasterio De Silos }

Estaba convencido el joven Alberti que aquella hacha que se habría fabricado, y que ahora guardaba en las alforjas de Noir, que apenas serviría para tres o cuatro usos, pues había visto a los leñadores trabajar con ellas, y sabía de la fuerza que se debían soportar aquellas herramientas. Pero estaba orgulloso de su maña, y de como había conseguido agenciarse un utensilio protector para los designios que le trajera aquel camino. Un camino en aquel reflejo material creado por Satán, pero que según Liotard, elevaría su espíritu al final del mismo, por lo tanto, le acercaría a Dios.

Le daba vueltas a aquel asunto mientras iba caminando hacia los aposentos de su mentor. El silencio sepulcral del monasterio era roto por los rezos de la tarde de los monjes benedictinos, en la penúltima oración del día. La tarde estaba muriendo, y Jaime podía ver a través de la arcada como el lila iba comiéndose el naranja, como si las copas de los árboles que ahora eran mecidos por el viento, fueran enormes pinceles manchados de tonos apastelados movidos por incorpóreas manos. Por un momento, el joven cátaro, durante el tiempo que cae un grano de arena en un reloj, dudó de su fe, y no dudó en alabar el reflejo material que el diablo había hecho de lo que un día reconocería como el paraiso. Sabía que ahora que ese camino se le presentaba por delante, era el autoconocimiento del que tanto le había hablado el maestro. Aquel que evitaría su reencarnación y le dejaría por fin en el verdadero Reino de los Cielos, donde su alma se llenaría de regocijo.

Jaime andaba en silencio por el impluvium, respetando las oraciones de aquellos condenados, que profesaban una fe creada también por el enemigo de Dios. Maldijo para sus adentros su ceguera y por un momento, se sentó asqueado de estar entre aquellos muros. Al llegar a la puerta de la habitación de Liotard, aquellos pensamientos se esfumaron, y le volvió de golpe, la confianza en sus propias decisiones. Si Liotard había parado allí, tendría sus motivos. Además, apenas quedaban horas para partir, y estaba ante el último momento para que su gnosis fuera alimentada con las lecciones del maestro.

Pasaron así las horas, hasta que se hizo de noche y fue necesario encender un candil. Disfrutaba Liotard de impartir las lecciones, pero disfrutaba sobre todo con la virtud de los números, y gozaba con aquella eteriedad que otorgaban las fórmulas matemáticas, y las soluciones en sí, que eran como una magia divina que iluminaba el rostro de su aventajado alumno.

Contaba el maestro con una cara más relajada, como si el peso de haber comunicado aquella decisión a Jaime le hubiera aliviado el alma, e incluso parecía haber recuperado algo del vigor que se le suponía para un hombre de espíritu sano en aquella carcasa angélical de la que hacía uso desde hacía menos de cuarenta años. Cuando se despidió de lo que sería su última lección, chocó la frente con el joven en unos segundos que se hicieron cortos para ambos y quedaron en reunirse en el establo a la salida del sol. - Mañana cruzarás las montañas, y te dirigirás a Roncesvallés. Allí te encontraras con una persona que es de mi confianza y que cuenta con mi respeto, incapaz de juzgarte por la fe. Su nombre es Sancho Elizalde. Toca nueve veces a su portico y dile que Liotard Arillac te envía. Él te mostrará el camino a seguir. Yo volveré a Montsegur y lucharemos contra los secuaces del Diablo.

Jaime volvió a sus aposentos con sensaciones encontradas. Tenía una misión clara que le ayudaría en su cometido. Pero por otro lado, sabía que todo el mediodía francés era ahora un polvorín donde la cruzada albigense estaba en su máximo apogeo. Caminaría hasta que sus pecaminosos pies fueran callo. Llegaría allí donde dicen que la tierra se acaba. Demostraría a todos que la verdadera fe es la que reniega de aquel mundo material donde los enemigos del señor, viven rodeados de lujos y matan en su nombre con aquel que osa contradecirlos. Viviría su particular consolamentum, allí donde su maestro le había dicho que pasaría, y volvería para ver a sus hermanos en la renacida Álbiga. Sería el último paso hasta la eternidad.
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Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#24

Mensaje por Baluar » 18 Ago 2021, 23:16

Jaime pasó toda la noche inquieto. Varias veces se despertó y tuvo que lavarse la cara en la jofaina para salir del trance en que se veía sumido en los sueños. Tuvo varios, tan vívidos que ni la fría agua con la que intentaba despejarse era capaz de hacerle discernir realidad de ficción.

En el primero de ellos se vio en medio de lo que los musulmanes del sur llamaban serrallo. Un harén. Allí, inhalaba humos a través de unos caños que provenían de una caldera. Rodeado de mujeres, desnudas, todas sumisas a él, compartiendo la estancia con otros hombres creyó conocer los pecados de la carne. Nunca había estado con mujer alguna, pero había entrevisto algunas páginas de un códice prohibido conocido como Kama Sutra, una especie de manual proveniente de Oriente, donde contempló el mal en todas sus vertientes, donde hombres y mujeres se contorneaban entre sí como serpientes. La misma representación del Diablo. En ese sueño, él practicaba ese arte amatorio, nada parecido a las traducciones del Ars Amandi de Ovidio con las que aprendió los rudimentos del latín. Disfrutaba de la embriaguez de los humos que aspiraba y del placer que daba y recibía de las mujeres con las que copulaba.

En el segundo sueño vio a su familia. Sus padres, sus hermanos, incluso sus amigos y Liotard, su padre espiritual, sufrían los castigos de la gente del norte y por el rey de Aragón por sus convicciones. Cátaros todos ellos eran purgados por el dogmatismo y la ortodoxia del Papa de Roma. Conchabado con el poder de los francos norteños y la corona aragonesa, deseosos y envidiosos del poder del que disponían rechazando todo lo material, eran purgados como un cerdo llegado San Martín. Con las manos unidas, rezando a Dios, Jesucristo, sus carnes torturadas eran consumidas por las llamas. El músculo y la piel dieron lugar al hueso que resplandecía entre las llamas y la grasa quemada hasta que todo era reducido a cenizas....

En el último sueño se vio caminando con Noir a través de tierras desconocidas. El romance que hablaban por aquellas tierras no le era del todo difícil de entender, sonaba suave a los oídos. Frente a la fachada de una catedral, donde una virgen blanca lo observaba, creyó ver a Jesucristo yaciendo a sus pies, sonriéndole e inspirándole fe en el Camino, renovase fuerzas. Entró al templo y tras ofrecerle unas oraciones a su familia y al señor Liotard, compartió descanso con otros peregrinos. Estos le dijeron que estaban en una ciudad que antaño había sido una ciudad romana y de ahí le venía el nombre, León, aunque otros sugerían que el nombre venía de la fiereza de sus reyes y sus guerreros, feroces en el combate contra los infieles vecinos del Sur. Sea como fuere, saliendo de la cuidad miró al cielo del Poniente, en dirección oeste y allí creyó ver de nuevo a Jesucristo, indicándole el camino que debía seguir hasta el final del mundo.

Se despertó un rato antes de los maitines tras el último sueño. De nuevo, se aseó y preparó sus pocas pertenencias y algo de comida para bajarlas hasta su montura. Allí, en el establo, acarició al animal tras ponerle doble ración de paja. Dejó todo listo para salir y se adentró en la iglesia para la oración junto a su señor. Una vez hubieron acabado, en voz baja, Jaime le dijo a Liotard:

-Mi señor, es hora de partir -sonrió amargamente mientras le miraba a los ojos-. He tomado nota de todas sus recomendaciones, pero se me hace duro apartarme de usted. Nunca he estado solo y, aunque no tengo miedo, sí que tengo dudas, incertidumbre como usted suele decir...

Aymar Garcés (Yaris)
Boina Roja

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#25

Mensaje por Yaris » 19 Ago 2021, 09:17

Lívstræðrir - John Lun

No se había fijado en su maestro, sentado en un lateral, imponente, seguro y con esa presencia noble que siempre lo maravillaba. Contaba con apenas diez primaveras cuando lo conoció, aquel viajero que se cruzó en su camino, tan orgulloso e impertinente, pues así lo vivió y tan solo eran reflejos de sí mismo. Aquella fue su primera derrota ante el que esperaba algún día llamarlo parens, y tal fue el guantazo que se ganó el niño, que acabó saboreando arena durante horas. Algo debió ver aquel hombre en ese zagal inquieto e irreverente, pues de la primera derrota llegaron muchas otras, tantas como doscientas setenta y tres a un humillante cero por su parte. ¿pero quién llevaba la cuenta?

Incrementum ex certamine: En el conflicto crecimiento. Y bien era sabido que Aymar conocía el conflicto ya desde bien joven, para exasperación de todo adulto que quiso enseñarle algo, o guardia que debía perseguirlo para reprenderle por sus acciones. De no ser por su maestro habría acabado mal, marcado a fuego o mendigando por los caminos. Laurent le acogió y fue gracias a él que descubrió su propósito y su razón de ser, encontrando su lugar bajo la tutela de aquel duro mentor.

Incrementum ex certamine. No, no eran buenas nuevas. Aquellas palabras siempre iban acompañadas de un reto, de un desafío y de dolor, mucho dolor en el que aprender algo nuevo. Esa máxima mueve a los Tytalus, los magos que aprenden de la derrota más que de sus victorias, pues cada error, cada humillación, son las raíces del crecimiento.

Escuchó las palabras del Magister con atención hasta que le habló de Quebranto. Sabía que este día llegaría, era solo una cuestión de tiempo, y aún así, una punzada en el pecho, un nudo en su garganta, mareo y estupefacción. Se agarró a la silla y recordó el día en que conoció a aquel animal majestuoso. Era un caballo con carácter, regio y de porte indomable, señorial y poderoso hasta el día que se rompió la pata. A punto del sacrificio, descubrió en el equino aquel espíritu salvaje y la fuerza para seguir viviendo. Aymar pudo calmarlo y convencer al resto para darle tratamiento. Lo cuidó durante semanas, gastando sus pocas pertenencias, escabulléndose para conseguir alimento y atenciones necesarias. Y se recuperó, y se convirtió en una de las mejores monturas de la Orden.

¿Y ahora querían venderlo como un saco de nabos?, ¿a un noble de Tudela?, ¿un gordo y seboso noble, que lo tendría encerrado en su establo, o con suerte obligado a salir a cazar una vez por semana, aguantando la estupidez de un obeso señor? Aquel animal había nacido para ser libre, para correr y recorrer los caminos, para sentir el viento y la arena. La clave de su relación era que Aymar entendía al animal, pues no era su jinete y caballo: era su compañero de viajer, su igual.

Al poner Laurent la mano sobre su hombre todo sucedió muy deprisa. El pronto del joven, que tantos problemas le había traído, actuó por su cuenta. Se levantó y encaró contra su maestro quedando su cara a escasos centímetros. Tan cerca estaba que vio su ira reflejada en los ojos de su mentor, al tiempo que percibió la expresión de furia, el entrecerrar de ojos y las arrugas de su frente. No hizo nada para evitar el golpe que vio venir. Tal fue el puñetazo que lo sentó de nuevo en la silla, mareado y con los dientes chirriando.

- ¡NO ME AVERGÜENCES MUCHACHO! – El grito caló hondo y fue consciente de la estupidez que había cometido, se inclinó al Magister, mano en el pecho y se disculpó sinceramente. Tuvo que soportar ver a su mentor disculpándose por él, lo que le avergonzarse hasta el extremo. El Magister no estaba contento, su expresión, ensombrecida mostraba una total desaprobación. Por alguna razón que Aymar desconocía se mantuvieron en que fuera él quien llevara acabo esta misión.

- Disculpad de nuevo a este estúpido aprendiz, conozco mi lugar y llevaré a cabo tal menester con prontitud y diligencia. – Al salir del despacho, mandíbula apretada, ojos enrojecidos y nudillos blancos de la fuerza con la que cerraba los puños. Consiguió a duras penas no gritar ni llorar mientras bajaba las interminables escaleras de la torre, decidido a empezar su último viaje con su compañero.

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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#26

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 19 Ago 2021, 20:38

{ https://www.youtube.com/watch?v=FOkkE93coIg - The Dragonborn Comes by Malukah }

Bien sabía el viejo y astuto Tello, que algo grave había pasado con el joven grog cuyo rostro inmutable de ira era evidente, que se guardó sus chanzas y cambió pescotazo por paternal caricia. Acababa de acicalar a los caballos, y allí estaba el corcel blanco de pata rota, ignoto de su destino, y moviendo el cuello con una sutil elegancia, haciendo que su crín sedosa se moviera de un lado a otro. El animal conocía de la presencia de su mejor jinete, y se emocionaba moviendo las patas delanteras, ante un eventual paseo. Y poco sabía, Quebranto, el mejor equino que había dado la fértil tierra de Navarra, que estaba ante su último paseo con, nuevamente, su mejor jinete. Una simbiosis perfecta, que estaba a punto de romperse. Ensillarlo, había sido tan sencillo como siempre...

Las lágrimas de rabia asomaron por el rostro de Aymar una vez se había alejado lo suficiente del Castillo, y apenas le dejaban ver el camino. Y las lágrimas dejaron paso a los lamentos profundos, cuando se había alejado lo suficiente de Pamplona, y la luna lo encontró galopando sin descanso. Saboreaba cada segundo encima de los lomos de aquel animal, sintiendo el pálpitar de su sangre en el cuello que abrazaba. Escuchando sus relinchos en la noche. Percibiendo el vaho que salía de su piel. A su vez, el Boina Roja no dejaba de darle vueltas al incidente con su mentor. No se avergonzaba tanto de su comportamiento ni le había dolido tanto el puñetazo de Laurent. Lo que verdaderamente le había roto por dentro era el desprenderse de Quebranto para siempre, que no por esperado, era menos doloroso, y en realidad en el fondo de su maltrecho corazón, mantenía la esperanza de que aquel momento nunca llegara. Tal era su pena, que decidió dormir aquella noche en medio de la travesía encima de su lomo, pues era un muchacho delgado y no suponía peso para tan fórnido semental.

A la mañana siguiente, Tudela ya era una realidad, con el particular campanario de su catedral, rayando el horizonte. Comprobó para su decepción que había sido tan profesional como siempre, y no se había olvidado accidentalmente de los legajos que había metido en la alforja y que eran los acuerdos con tan noble señor. Algo que le permitiera volver. Algo que le permitiera una nueva aventura con Quebranto. Pero más dececpción sintió cuando comprobó el tal llamado Baluarte que pasaría a formar parte de los dominios de la Alianza. Tenía que ser una broma o ya no tenía entendederas el pobre muchacho. Apenas un torreón medio derruido que necesitaba no menos de una estación de obras y reformas. La confusión era máxima, mientrás Garcés rodeaba dicha torre con el caballo, hasta que la puerta se abrió con dificultad y salió un señor contrario a lo que en su imagen se había creado. Era extremadamente delgado, o apenas eso se percibiá bajo aquella ancha sótana negra, y tenía una cara redonda y de nariz chata. El pelo negro le recorría los laterales de la cabeza, pero escaseaba en demasía en la coronilla. Miró al chico durante unos segundos con un rostro de paz extraño ante la visita de un extranjero. No parecía cauteloso ni preocupado, y mucho menos acobardado. Cuando examino al mensajero y a su corcel, tan solo adivinó a decir: - Buenos días tenga vuecencia. Vos debe ser el mensajero que estaba esperando. ¿No es así? - Abrió la puerta que chirriaba como un choque de espadas - Desmonte tras el camino y entre en calor junto al fuego. Puedo ofrecerle sopa y calor, y prometo buena conversación. Pase. Pase y deje un poco de esa juvenil felicidad... - Se rascó la cabeza - Oh pero que cabeza la mía. Debe disculparme que no me haya presentado. Mi nombre es Sancho Elizalde, para servirle a usted y a Dios...
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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#27

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 21 Ago 2021, 09:16

{ https://www.youtube.com/watch?v=9ti59NdbG1c - Je vivroie liement by Guillaume de Machaut }

A punto estuvieron de ser pasados a cuchillo, Zuñiga y su mentor, cuando al joven inventor le dio por acercar tan preciado objeto a la lumbre. Pero la cara de De Mendoza había cambiado al ver, como si de una extraña arcilla se tratara, que aquello empezaba a deformarse para dar paso a una pequeña caja de no más de cinco pulgadas. Su estructura era de madera ennegrecida, envejecida o quemada, y tenía distintos ornamentos anacarados. Ahora sí, la apertura era evidente, y contaba con unas endebles visagrillas, por lo que Pedro arrebató de las manos de Juan, aquel cofrecillo.

Su ambición era tal, que apenas esperó de disfrutar de su presente en la soledad de su alcoba, sino que allí mismo lo abrió en frente de sus invitados y su guardia. Y su rostro ahora era una composición extraña de curiosidad y éxtasis antes de ver el contenido. Dentro, acomodadas en una especie de serrín apelmazado, tres gemas, roja, azul y verde, descansaban. Nadie, salvo Pedro de Mendoza y Abós, sabría si aquello saldaba la deuda para con Abubakar el Etíope, pero lo cierto era que despues de todo, se sentía en el ambiente cierto aire de decepción. Para todos, salvo para Jerónimo Lara Mediávila, que casi escupe el vino y se atragantó al ver el contenido de la caja.

- Tendré que bajar hasta Zaragoza y que algún orfebre me las tase - dijo el señor del Castillo - y asi de paso, seguir hasta Valencia a buscar al negro, por si lo que me ha dado vale menos que su vida. Y si lo encuentro, le cortaré la polla y se la meteré en la boca, y luego lo tiraré al mar, que mal me irá si corriera el rumor de que un negro ha engañado a Pedro de Mendoza y Abós. Se inventó el muy canalla - para Pedro la opción de que hubiera sido engañado cogía fuerza, no era conocido si por la dececpión de lo que vio, por sus ansías de sangre, o por su recalcitranrte racismo - que se lo había encontrado su tatarabuelo en las playas de Egipto. ¿Pero como pude tragarme tal patraña?.

Sir Jerry osó interrumpir - Yo no me molestaría, mi señor, si asi me permite recomendarle. Al menos la primera parte de lo que ha dicho... - matizó - Esto apenas son joyuelas sin ningún tipo de valor más allá del ornamento. Hágame caso, que de esto, se. - Era evidente, parecía que únicamente para su pupilo, que se estaba marcando un farol, y que estaban ante algún tipo de tesoro increíble, y que sin duda, ya había iniciado las maniobras para agenciarselo, costara lo que costara.
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#28

Mensaje por Rugido_Ancestral » 21 Ago 2021, 12:15

Una vez más la intuición y un poco también la suerte habían ayudado a Juan a desentrañar un pequeño secreto que sabrá Dios hace cuanto tiempo había estado guardado. El no se resistió para nada cuando le arrebataron el pequeño cofre porque ya había adquirido cierta noción de como debería tratar a este noble si quería seguir con vida, su actitud lo convertía en alguien fácil de leer, pero impredecible a los ojos de "manos inquietas".

Dicen que la manzana nunca cae muy lejos del árbol y así se hizo evidente cuando Jerónimo procuro comenzar a engatusar a Pedro, luego del renovado interés de su mentor por el tesoro y que nunca había perdido el interés a diferencia de todos los demás presentes, era evidente solo una cosa, valía la vida del pobre negro que estaban acusando de estafador por no comprender el valor de esa pieza. El conocimiento era poder, el poder para decidir, para entender, para marcar una diferencia, así al menos pensaba el joven que en este momento se hacía llamar Emilio.

Sabía que su deuda había sido saldada, en este momento le era fácil solo decir "buenooo... a poner pies en polvorosa...", pensó por un breve instante de tiempo, demasiado breve pues si a su mentor le interesaba, a él le interesaba, maldita curiosidad que llenaba sus vidas de bonanzas venidas de Dios, pero también muchas veces eran tentaciones del mismo Lucifer, la mayoría de las veces era inevitable para el muchacho hacer caso a esa pequeña vocecilla en su interior que decía querer saber más.

-Pues...- Dijo algo tímido Juan, pues para el mentir era un pecado y de eso no había aprendido, pero sabía decir la verdad. -Yo no creo que un negro haya sido capaz de engañarlo a usted mi señor Pedro de Mendoza y Abos, si lo hubiera intentado usted se habría dado cuenta. Otra cosa muy diferente es que para el haya tenido un valor que nosotros no podemos ver y por eso valga más que su vida, por ejemplo esto,- Manos inquietas saco de su bolsillo el carboncillo que había guardado antes -Para usted puede no valer nada esto, pero para mi es mi vida, son mis sueños y mi manera de vivir, es la forma en que Dios me bendijo para obrar su voluntad.

El pupilo fue mucho menos evidente que su mentor, pero tal vez en esta ocasión más sabio, puesto que intentaba no solo salir vivo de allí, también esperaba que el pobre negro no fuera linchado por una supuesta deuda con el feudal. Sabía que las palabras que había dicho iban a ser suficiente para acompañar a cualquier cosa que dijera su mentor.

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Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#29

Mensaje por Jebediah_Gogorah » 22 Ago 2021, 19:15

{ https://www.youtube.com/watch?v=QUcTsFe1PVs - The epic of Gilgamesh (En sumerio) }

No tenía buen cuerpo aquella mañana el pobre Jaime. Entre el miedo a lo ignoto que le recorría, la despedida, y la noche sumida en pesadillas que había pasado, no se encontraba del todo bien. Sus ojeras eran pronunciadas. Así le llegaba el reflejo del espejo que recogía los vapores del agua caliente de la palangana. Esperaba el hijo de Albi que el agua enfriara para no sucumbir a aquella comodidad del mundo material, pero por aquello de mantener su particular mascarada, gracias a Dios que le quedaba poco, no se había negado cuando el benedictino de turno había venido a primera hora con la humeante jofaina directamente de cocinas.

Las pesadillas, lejos de ahuyentarse con la mañana, se habían quedado tan impresas en su memoria, que varias veces tuvo que desentrañar aquella telaraña onírica con la mano dura de la realidad, y poder discernir donde y cuando estaba. De alguna manera, el joven cátaro quería autoconvencerse que aquellos feos sueños no volverían, y que aquella noche casi en blanco había sido penitnecia más que suficiente por el socorrido robo del hacha. Quería tener seguro que sus noches venideras en soledad, no estarían envueltas de los mismos temores. Si no bien sabía que no podría completar su tarea si no era con ayuda del Domine, que rompiera aquellas nieblas con su luz, y le mostrara la senda. Tantos eran los temores, que quería retrasar al máximo el momento de la despedida.

Pero el tiempo, ese patrón universal a cualquier religión, credo, fé o condición, no esperaba por nadie, y el estómago se le hacía un puño ahora frente al maestro, que volvía a tener la cara mustía, como si él mismo tambien hubiera vivido aquellos sueños. Tal vez, sus conciencias elevadas se tocaron en la noche, y el sufrimiento de uno, lo era del otro, o tal vez, sufría por despedirse de su amado alumno, al que tanto amaba, y cuya devoción le alimentaba el alma. O solo el Señor sabe, si ambas cosas.

Liotard Arillac tambien tenía preparado su petate, y avanzó tras la oración de ambos, por delante de su discipulo por el empedrado suelo de la iglesia. Recogió como presente un pequeño paño de los monjes que envolvía con esmero unas piezas de fruta para el camino, que luego más tarde dividiría, y se despidió de los católicos con cierta calidez impostada, agradeciendo de sincero corazón su hospitalidad. Una pequeña reverencia de ambos bajo el arco del monasterio, y la puerta del mismo se cerró, quedando los dos frente a la puerta, donde, custodios de la misma, ambos pebeteros seguían ardiendo sin pausa.

Frente a ellos, el valle se cubría de bruma, y sobresalían los montes verdes como caparazones de tortuga, aunque al este se imponían la enorme cordillera pirenaíca, que Jaime, delirante de sueño aún, le parecía que sus montañas crecían a cada momento que se acercaba el momento de partir sólo a cruzarlas.

-Mi señor, es hora de partir -sonrió amargamente mientras le miraba a los ojos-. He tomado nota de todas sus recomendaciones, pero se me hace duro apartarme de usted. Nunca he estado solo y, aunque no tengo miedo, sí que tengo dudas, incertidumbre como usted suele decir...

- Recuerda hermano, con fe y decisión, hasta donde el sol muere, hacia donde se acaba la tierra.- Apretó su mano y Alberti notó el tacto frío del metal en su palma. Pero sin tiempo para reaccionar, Liotard le abrazo y Jaime no pudo evitar acomodar su cara en su hombro, ni el asomo de una lágrima sobre su párpado. El pupilo tambien notaba como su maestro estaba compungido, pero intentaba mantener la compostura. Se apartó y le devolvió aquella mirada de amargura - No tengas miedo, Jaime. Tu camino estará plagado de nuestros enemigos, pero tu fe es más fuerte que la de ellos, y te guiará como me guió a mí. Volveremos a vernos, hijo mío. En el reino de Dios gozaremos de nuestra recompensa... ten fe.

Tras otro abrazo más corto, Liotard se dio la vuelta y volvió por los pasos que días atrás, perdido en la ventisca, le había llevado a aquel monasterio. No quería, bajo ninguno de los conceptos, girarse y mirar por última vez a Jaime, que sabía que su maestro sufría tanto o más que él con aquella despedida. Estaba convencido el joven aprendiz, ahora que lo veía desaparecer por el camino y su figura se hacía cada vez más pequeño, que sería la última vez que vería a su mentor, al menos en aquel demoníaco mundo. Por una razón o por otra, tal vez por el dolor de cabeza que le atoraba, o por aquellas pesadillas que había tenido, o por la pena que le afligía el corazón ante la pérdida, que no podía dejar de reproducir en su cabeza aquellas palabras que habían rezado algunos testigos a los escribanos de su fe, que había pronunciado el monje que dirigía la cruzada albigense. Arnaud Amaury era su nombre. "-Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos" gritó el esbirro del diablo antes de asaltar Beziers y acabar con sus hermanos.

Un escalofrío le había recorrido el espinazo. Lo suficientemente fuerte para devolverlo a la realidad. Por fín, abrió su puño, que fruto de aquella visión última, estaba cerrado con especial fuerza y tensión. Un sello que el maestro guardaba como recuerdo de su fe, cuyo valor material era nulo, pero que en seguida Jaime notó que era especial. Aquello, aun siendo un presente material, le sacó una pequeña sonrisa, pues pensó que allí, en aquel pequeño anillo, tenía recogida algo de la esencia de su maestro. Y de pronto, de manera casi mágica, se sintió más animado.

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"- ¡¡¡Fenomenales poderes cósmicos!!!... y un espacio chiquitín para vivir" (Genio - Aladdin)

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Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado

Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium

#30

Mensaje por Baluar » 22 Ago 2021, 22:21

Caminaba despacio por el camino que le llevaría hasta su destino. El caminar despacio de Noir, su movimiento bamboleante, rítmico, de su cabeza a media al tura le despertaba sonrisas de simpatía. Los animales, pensaba, nace, crece, se reproducen si se les deja y mueren. Pocas veces profieren un grito o muesca de enfado, salvo cuando se descargaba sobre ellos el odio del ser humano. Los animales salvajes, fieras y alimañas, mataban por comer, pocas veces por placer. en cambio, el ser humano mataba por muchísimas razones: poder, dinero, por convicciones, otras veces, cuando las almas estaban totalmente corrompidas por el Diablo. Corrían historias por los pirineos de asaltadores de caminos quienes, una vez habían obtenido su botín, asesinaban a sus víctimas, devorándolas, secando sus cuerpos o cosas peores.

-Vamos, Noir, alegra un poco tu trote, tenemos que llegar a una venta antes de que haga la noche...

Los pensamientos de los peligros que acechaban los caminos lo despertó. Hacía un par de horas habían parado a comer en un recodo del camino. Mientras roía algo de pan y de fruta, el animal pastaba a sus anchas algo de hierba fresca con el placer que generaba disfrutar algo que no fuese paja, seca y áspera para su boca. Recorrió con su mente los últimos momentos con su maestro y cómo se habían despedido tras una hora de camino. Sacó el sello, lo levantó contra el sol y lo sintió brillar. Lo sintió como si fuese un brasero que al fuego se calentase y, una vez el metal había absorbido calor, lo emitiese. Así lo sitió en sus manos. La luz parecía la misma luz de Jesucristo y la de su señor, salvando las distancias, cuando le enseñaba. Rezó un Padrenuestro y bebió algo de agua.

No sabía bien dónde se encontraba el Paso de Roncesvalles, pero por el camino se encontró con algunos peregrinos y caminantes con quienes compartía trayecto hasta que se separaban y se despedían para volver a la soledad y a las reflexiones.

Le dio la sensación de que este camino iba a ser solitario y reflexivo. Pero quizás se equivocaba...

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