[EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona

[Baluar]

Jaime esperaba ver aparecer por cualquier lado los ángeles de Sodoma y Gomorra. Todo aquello le parecía obra del Maligno y solo deseaba buscar un lugar donde refugiarse.

Observó a sus compañeros, quienes parecían estar más acostumbrados a desenvolverse en las ciudades que un aldeano como él. Tragó saliva al ver a Aymar bajar de aquella manera del caballo y suspiró cuando se ofreció a llevarles con alguien de confianza.

-Ten fe, Jaime -se dijo intentando imitar el tono de su buen Lyotard-. Ten fe y confía en la Providencia. El Poder de Dios está dentro de ti. Tu eres su instrumento para hacer el Bien y eso te protegerá siempre...

Respiró hondo, creyéndose todo aquello que se decía a sí mismo y bajó de su montura. La asió por las riendas y sonrió a sus compañeros.

-Detrás de vos, hermano Aymar. Guiadnos.

[Rugido_Ancestral]

Juan estaba un tanto confundido, pero creía que comenzaba a entender como funcionaban las piedras que había bendecido o encantado, según quien lo viera Sancho. Aquella edificación seguramente estaba plagada de personas que podrían afectar su misión y probablemente pusieran en riesgo sus vidas, después de todo la bestia del infierno de la noche anterior lo había hecho dudar de que funcionarán. O debía pensar que el buen amigo de su mentor lo había engatusado o por el contrario las piedras advertían aquello que podría afectarlos a ellos y a lo que tenían encomendado.

Por su lado el no estaba del todo tranquilo y seguía prestando atención a su entorno de manera disimulada. Su astucia y la fortuna que le proveía Dios lo había hecho sobrevivir a incontables aventuras junto a Sir Jerry, sin embargo había algo ahora que estaba con nuevos compañeros que no lo dejaba del todo seguro y tal vez era que el vinculo que tenía con ellos no estaba ni cerca de la confianza que antes sentía. Seguramente al buen Jaime le estaría pasando lo mismo.

La manera en que se manejaba por las calles Aymar sorprendió un poco por la destreza y otra por la osadía, su compañero estaba llamando demasiado la atención. El procuro mantener cierta distancia y seguir con la mirada a su compañero, desviando continuamente y prestando atención a su entorno, había algo que no permitía disfrutar de esta visita en la ciudad, pero debía disimular su intranquilidad lo máximo posible. Bajo tambien de su montura, sabía que ya no había vuelta atrás.

-Los sigo compañeros, debemos darnos tiempo de hablar tranquilos...- Dijo procurando que sus compañeros escuchen, ahora no estaba tan seguro de que la idea de entrar a la ciudad fuese buena. En estos momentos quería salir corriendo de allí. "Ese pájaro de fuego parece que en cualquier momento bajará y me alzará entre sus garras..."

[Jebediah_Gogorah]

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Aymar era perfectamente consciente de que Juana se había percatado de su presencia. No obstante, la muchacha no fue a su encuentro, sino que empezó a ascender por una de las cuestas de la sombra meridional, girando el cuello de muy en tanto, para ver si la comitiva seguía su paso, pues la huérfana resultaba tan avispada como extraña, y se había dado cuenta de la compañía de Aymar. Tres hombres, tres monturas en el mercado.

Había dejado atrás calles amplias de balustradas pétreas con plantas colgantes de flores violetas y rosas, donde aún el rocío de la mañana bañaba sus hojas. Las calles iban dejando de estar atestadas de gente a medida que se alejaban del centro, y una fina lluvia que tamborileaba sobre los aleros, ayudaba a ello. Pronto las calles más amplias dejaron espacio a callejones más estrechos, donde tuvieron que pasar de a uno, con los equinos llevados a mano, y cuando Garcés pensó haberla perdida de vista, en uno de los giros la encontró. Su cara redondeada escondía una mirada clara de miedo y preocupación que coronaba aquella belleza de mofletes sonrojados que tanto encadilaba al boina roja. Y por dios juraba, que si no fuera por la presencia de sus nuevos compañeros, que allí mismo la comería a besos contra los muros de aquella casa baja, más aún sabiendo que la sombra de la Atalaya ya no llegaba hasta aquella más alejada zona.

- ¿Que haces aquí? - dijo Juana cogiendole de la pechera con cierta brusquedad y reprimiendo el deseo del afecto - No, no deberías estar aquí... - lo soltó y se tranquilizó, recordando nuevamente la presencia de dos extraños allí. - Tenemos que hablar en un sitio discreto, Aymar. ¿Son de confianza? - dijo sin preocuparse por que le escucharan. - Debes marcharte Aymar. Debes abandonar Pamplona cuanto antes. Aquí corres peligro. Éste ya no será nunca más... tu hogar. - Quebranto alzaba el morro olisqueando a la conocida, que ahora le devolvía las carantoñas, acariciando su blanca crín y peinandola con sus dedos finos que tantas veces habían recorrido la piel del pobrecico Aymar, en una escena que le recordaba, precisamente aquello, el hogar, la familia. Por ello, las sentenciadoras palabras de Juana, eran, ahora, aún más dolorosas.

[Rugido_Ancestral]

Las dudas que tenía sobre la ciudad y sobre aquello que llamaban el Atalaya se comenzaron a hacer realidad y confirmarse, comprobo el estado de las piedras para ver como estaban vibrando de manera disimulada. Ahora mismo debía dejar que la conversación fluyera, seguía observando a la muchacha llamada Juana.

-Aymar, yo creo exactamente lo mismo que la señora. Hay algo que me preocupa, tengo un mal presentimiento y tiene que ver con esa construcción con un Fenix... ¿Conocen algún lugar donde hablar más tranquilos?

[Yaris]

Aymar estaba totalmente confundio ante las palabras de Juana. Esperaba de ella cualquier cosa, cualquier reacción, menos aquella sentencia de exilio que dichas por cualquier otra persona habrían sido palabras vacías, sin sentido, pero viniendo de ella, una de las personas de más confianza en su vida, aquello fue perturbador y doloroso. Muy doloroso.

- Tampoco fue tan mal nuestro último encuentro como para que me eches de la ciudad. Su intento de broma no se veía reflejado con la seriedad de su rostro, que miraba interrogante a su amante. Tampoco esperó respuesta alguna en mitad de la calle. Se giró a su compañero y le contestó: - Estoy de acuerdo, tenemos que hablar de esto en un lugar tranquilo. Te seguimos Juana. -

[Jebediah_Gogorah]

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Juana había tomado el silencio de Aymar sobre sus compañeros, como otorgante. Y otorgárales confianza pues. - Soy Juana - su ausencia de apellidos en el saludo delataba su orfandad - para servirle a Dios y a sus mercedes - y haciendo una ensayada reverencia, se agarró parte de los pliegos de su larga y verde falda.

La callejuela se abrió finalmente en una pequeña plazuela desierta, donde apenas asomaban media docena de ventanucos cerrados y aparentemente ausentes de ojos curiosos. Los nidos de las golondrinas en las cornisas eran abundantes, y muy amenudo, salían fulgurantes como rayos negros sobre el ahora añil cielo de Pamplona. Había unos bancos de piedra, bajo la sombra de un naranjo, que inundaba la plazita con aroma de azahar. El silencio era total, lejos del bullicio del mercado, y tan solo roto por el cantico de los pájaros, y por el lejano martillar del herrero en la fragua.

Juana tomó la mano de Aymar con cierto mimo, y le miraba de soslayo intentando adivinar las palabras con las que ponerle en conocimiento. - Aymar, el Magister está convencido de que has robado algo que es de su poder. Y por eso, que no has vuelto a Pamplona. Laurent, tu maestro, ha intentando interceder por ti, pero ha sido en bano, e incluso pasó alguna noche encerrado en el calabozo. Una luna por designio del Magister, y otra voluntariamente. Ahora, se evitan en las salas de la Atalaya, y Moreau ha dejado de ser su mano derecha.

Sin ocasión a la réplica, la grog seguía vomitando aquellas palabras de manera sosegada. - No sé de que se trata. Algún tipo de documento o mapa, pero al parecer tenía que ver con tu visita al señor de Tudela. En cualquiera de los casos, Tello, que ha estado enfermo, me confesó en un delirio febril, que el Magister de Solís y Ledesma, ha contratado a un afamado pero siniestro espadachín para daros caza, y recuperar lo que reclama como suyo. - Las lágrimas asomaban en el balcón de sus ojos, aventurado tal agorero futuro - Sabéis bien que él no puede abandonar físicamente los muros del castillo, pero ha invocado un fuego fatuo en la más alta de las almenas, capaz de escudriñar en la noche, como si de los ojos de un ave rapaz se tratara. - Abrazó a Garcés sin importale la etiqueta, y antes de tomar sus frías mejillas y clavar su mirada de enamorada, susurró, en un banal intento de insuflarle ánimo a su amado - Incrementum ex certamine...

[Rugido_Ancestral]

Juan para tranquilizarse escuchaba el martilleo que se sentía a lo lejos e intentaba imaginar que era lo que estaba haciendo aquel herrero, si tan solo estuviera más cerca tal vez podría percibir mejor la intensidad o la frecuencia, pero en su cabeza le parecía que el aquel herrero en la lejanía estaba haciendo una herradura.

No entendía porque, pero Juana le recordaba a Clara, tal vez por aquella mirada que le dedicaba a Aymar, probablemente por la manera en que lo estaba cuidando incluso a pesar de que su vida estaba en riesgo. Había algo que preocupaba a Juan y mucho, era ese espadachín y ese Magister. Seguramente intervendrían en la cruzada que estaban teniendo, si aquello que llevaba Aymar y que había encargado Sancho era tan importante, entonces debían apresurarse a salir de la ciudad lo antes posible y continuar camino.

"¿Aquello que nombraba Juana acaso será magia? Si no lo es ¿Qué más podría ser? No escuche algo así en mi vida. Entonces es aquel que hace que las piedras vibren con semejante intensidad, hay que alejarnos pronto de la ciudad si queremos seguir con vida..."

-Compañeros creo que Juana tiene razón, sin dudas hay algo en ese lugar que me transmite peligro. Y es aquel peligro del cual estamos advertidos...- Miro a Aymar con seguridad y tomandolo del brazo -Tienes una decisión que tomar aquí, dejarla y que probablemente pague las consecuencias de advertirnos o llevarla con nosotros, es un camino difícil el que transcurrimos, pero al menos tendrá la oportunidad de vivir y al lado tuyo...

-¿Tu que opinas compañero?- Dijo girando su cabeza a Jaime -Me preocupa ese espadachín. Deberíamos prepararnos para enfrentarlo, sino seremos comida de gusanos en poco tiempo.

[Yaris]

-¡No! – Con un brusco movimiento se zafó del agarre de su compañero y lo miró con evidente enfado. Estaban pasando demasiadas cosas y sentía como sus entrañas ardían como fuego en un pajar. – No, no pondré en peligro a Juana. Ella no puede venir. –


La miró a los ojos intentando procesar la información sobre la Atalaya y El Magister. Mirarla templó sus nervios enfriando sus impulsos, relajándolo lo suficiente para tomar algo de aire y pensar en lo que estaba pasando.

Desde el principio había tenido un mal presentimiento con volver a Pamplona. Si bien no era especialmente sagaz, en su experiencia como mensajero había conocido los entramados y politiqueos de los poderosos, un juego peligroso del que no disfrutaba y, en el que, para ser francos, no era un buen jugador. Su supervivencia se basaba en pasar inadvertido, siendo tan solo un instrumento de correo, manteniéndose al margen: observar y callar. Menuda metedura de pata al volver.

-Me conoces Juana, no he robado nada, esa acusación es falsa.- Miró de nuevo a Jaime, esta vez más calmado, y sin pretenderlo, miró de reojo a la bolsa donde estaban las piedras. Por costumbre su mano se acercó al cuello de Quebranto, acariciándolo, un gesto que le ayudaba a tranquilizarse, a pensar. Fue en ese instante que un pensamiento le cruzó la mente, abrió los ojos casi hasta salirse de las cuencas y miró al animal. Frunció el ceño. Aquello era muy complicado para él…

Se acercó a Juana y le cogió las manos como ella había hecho un momento antes. – No deben vernos juntos, debes irte, ahora. Ve con el maestro Laurent, él podrá protegerte. Nosotros nos iremos ahora mismo, tenemos algo que hacer y cuando acabemos, volveré y arreglaremos esto. Gracias. – Sin ningún tipo de pudor se acercó a ella, con una mano le sujetó la cabeza y la besó. Fue un beso corto, lleno de intención, una despedida cargada con todos sus sentimientos. Y con el mismo arrojo, la apartó agarrándola por los hombros, separándola de él y con un nudo en la garganta: - Incrementum Ex Certamine. Vete, ahora.-

[Rugido_Ancestral]

Para el joven inventor sin dudas era una mala decisión, podía estar seguro que a lo largo del camino en la ciudad habían llamado demasiado la atención y siempre existen los ojos curiosos que ven lo que no deseamos que sea visto. Si quería mantener a salvo a su amada la única opción era mantenerla con él, por más riesgoso que fuese el camino.

Sin embargo asintió ante la elección de de su compañero, después de todo no servía de nada enemistarse, pero tenía un mal presentimiento acerca de aquello.

"Incrementum Ex Cetamine... ¿Que significara eso?" Esas palabras quedaron retumbando entre las paredes de la mente de Manos Inquietas.

[Baluar]

Jaime atendió la escena intentando comprender. No había conocido el amor femenino. Sí el amor de una madre y el que se profesa a ella, como con una hermana; incluso el amor de una amiga, el afecto quien se le podía tener a la chiquillería de su aldea. Las palabras de Juan lo devolvieron a la realidad.

-Yo no soy un hombre de armas, hermano Juan -le dijo levantando las manos y con las palmas hacia el cielo-. No he sido instruido en el uso de las armas, como algunos de mis hermanos en la fe. Pero si es necesario encomendaré mi alma a Dios y lucharé a muerte contra los servidores del Diablo...

Empujado por algo más que el miedo miró para todos lados. Se sentía totalmente ajeno a aquella situación... ¿Amores? ¿Luchas? Se vio afilando el cuchillo herrumbroso la víspera de su separación...

-Hermanos -apremió con la voz recobrada-, debemos hacer algo. No podemos quedarnos aquí esperando un filo que nos quite la vida o una despedida eterna. Vamos todos juntos o separémonos, pero hagamos algo...

El monje se santiguó y miró la salida de aquel lugar... Pensó por un momento que las grandes ciudades encerraban más peligros que las aldeas, hasta que el recuerdo de unas fauces terribles le indicaron que quizás se equivocaba...