Juan escucho atentamente las palabras de su compañero Jaime y le dijo: -Yo tampoco soy un buen espadachín, aquí me ven... Pero, creo que debemos usar mas la cabeza que otra cosa. Es nuestra mejor arma aparte de los artes del subterfugio, en los cuales no soy muy versado.
Su cabeza comenzó a funcionar y pensar en la manera en que podía utilizar sus cartas de la mejor manera, debía conseguir recursos en ese lugar lo antes posible para poder defenderse él y sus compañeros de los arrebatos de una espada. "La mejor opción es evitar el combate, pero si no podemos evitarlo, tenemos que estar preparados..."
-¿Traen algo consigo que pueda utilizar para comerciar?- Dijo Juan, mirando a sus dos compañeros. -Además necesito saber cuales son los artesanos que se encuentran más alejados de la zona del fenix ese... Nos deberiamos separar para llamar menos la atención, además debemos buscar algunas provisiones para el viaje. Y evitemos el contacto con la zona del atalaya, incluso fuera de la ciudad evitemos la cercanía con esa torre.
[EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
{ https://www.youtube.com/watch?v=duEf-ElY4IU& - Rosa das Rosas by Strella do dia }
Juana se había marchado dejando aquel deje de tristeza en Aymar, y tal vez emponzoñado por el pesimismo, un funesto presentimiento sobre ella. Quiso liberarse de futuras preocupaciones, y centrarse en el problema que le atosigaba ahora mismo. Ladrón... fugitivo en su propia ciudad. No podía creerlo. El odio hacia el Magister de Solís se acrecentó en su seno, si bien sabía que la venganza y el odio eran unos lujos muy caros para un grog en la escala hermética.
Sin darse cuenta, mientras pensaba en aquello tenía los puños cerrados con fuerza y la mandibula prieta, justo como cuando el Magister le había anunciado la venta de Quebranto. He ahi que halló la respuesta. No cabía otra posibilidad. Lo que el Magister reclamaba como suyo tenía que ser el extraño graphiarium con aquel documento tan secreto que debía entregar en San Iago, donde el Campo de Estrellas. El porqué de aquella jugada ahora mismo lo desconocía, ni tiempo para pensarlo tuviere, pero si bien que le entró otra sombra amarga en el pecho y quiso volver sus pasos hasta Roncesvallés, y que explicaciones diera el enigmático Sancho Elizalde. ¡En menudo aprieto lo había metido!.
Jaime intentaba poner cordura y aunque por un momento se envalentonó, rápidamente se sintió agobiado ante la tesitura de empuñar un arma y verse cara a cara con la muerte. La idea de un espadachín a sueldo que los perseguía como el demonio, sin duda pasaría a ocupar las pesadillas de las noches venideras, donde el fuego entre alaridos, sobre su maestro y su familia de fe, iba tornando en cenizas y humo, ahora el filo brillante frente a la luna del mejor acero español, turbaba su espíritu. Por ende, tenía una cosa clara, había que tomar premura en tomar una decisión y marchar ya de aquel tan agorero sitio.
No menos cabales eran los pensamientos de Juan. Si bien había que evitar cualquier combate, no era menos cierto que debían estar preparados y bien pertrechados. Además, tambien era gran verdad, que los víveres no eran infinitos y debían pertrecharse para el resto del viaje. La siguiente etapa seguía hacia los valles del sur del reino de Navarra, hacía Gares, como lo conocían los locales, o el Puente de la Reina para los castellano parlantes. Aquello según sus cálculos estaba a cerca de algo menos de cinco leguas, lo que podría ser un tercio de jornada. Tal vez en su destino las cosas estuvieran más calmas y pudieran hacerse con tales aprovechamientos, pero no estaba la presciencia entre las virtudes del pobre Zuñiga.
Y en tales estaban cuando Aymar y Jaime se percataron de algo. El peregrino aragonés se percató de un ruido entre las tejas de su espalda y apenas se giró no pudo observar nada. Sin embargo, Garcés si observó claramente como la luz del sol era cortada por una silueta que caminaba con la destreza de los gatos entre los tejados. Se trataba de una pueril figura. Un niño zarrapastroso, descalzó y con una mugrienta camisola como vestimenta, pelo rojizo y alborotado y tez tomada por el hollín. Miraba con ojos golosos y llenos de codicia, como si aquellos visitantes perdidos en una solitaria plazuela fueran un jugoso botín.
Juan nada sabía de aquella presencia, pues no se había dado cuenta de ello, sin embargo, si pudo observar otra sigilosa figura oculta tras el cuerpo de Quebranto que parecía rebuscar entre sus alforjas, con el sigilo y el sosiego de un ladrón de guante blanco. Lo que para Jaime solo era una extraña sombra propia de la montura del animal con curiosa forma humanoide, para Aymar se tornó claramente en otra figura infantil. Además un suave bufido de Quebranto, lo hizo ponerse en tensión. Aquel niño intentaba afanarle algo de sus alforjas. Maldita fuera su estampa... "-Quien roba a un ladrón..." - pensó jocosamente intentando liberar su mente de tanta tensión.
Juana se había marchado dejando aquel deje de tristeza en Aymar, y tal vez emponzoñado por el pesimismo, un funesto presentimiento sobre ella. Quiso liberarse de futuras preocupaciones, y centrarse en el problema que le atosigaba ahora mismo. Ladrón... fugitivo en su propia ciudad. No podía creerlo. El odio hacia el Magister de Solís se acrecentó en su seno, si bien sabía que la venganza y el odio eran unos lujos muy caros para un grog en la escala hermética.
Sin darse cuenta, mientras pensaba en aquello tenía los puños cerrados con fuerza y la mandibula prieta, justo como cuando el Magister le había anunciado la venta de Quebranto. He ahi que halló la respuesta. No cabía otra posibilidad. Lo que el Magister reclamaba como suyo tenía que ser el extraño graphiarium con aquel documento tan secreto que debía entregar en San Iago, donde el Campo de Estrellas. El porqué de aquella jugada ahora mismo lo desconocía, ni tiempo para pensarlo tuviere, pero si bien que le entró otra sombra amarga en el pecho y quiso volver sus pasos hasta Roncesvallés, y que explicaciones diera el enigmático Sancho Elizalde. ¡En menudo aprieto lo había metido!.
Jaime intentaba poner cordura y aunque por un momento se envalentonó, rápidamente se sintió agobiado ante la tesitura de empuñar un arma y verse cara a cara con la muerte. La idea de un espadachín a sueldo que los perseguía como el demonio, sin duda pasaría a ocupar las pesadillas de las noches venideras, donde el fuego entre alaridos, sobre su maestro y su familia de fe, iba tornando en cenizas y humo, ahora el filo brillante frente a la luna del mejor acero español, turbaba su espíritu. Por ende, tenía una cosa clara, había que tomar premura en tomar una decisión y marchar ya de aquel tan agorero sitio.
No menos cabales eran los pensamientos de Juan. Si bien había que evitar cualquier combate, no era menos cierto que debían estar preparados y bien pertrechados. Además, tambien era gran verdad, que los víveres no eran infinitos y debían pertrecharse para el resto del viaje. La siguiente etapa seguía hacia los valles del sur del reino de Navarra, hacía Gares, como lo conocían los locales, o el Puente de la Reina para los castellano parlantes. Aquello según sus cálculos estaba a cerca de algo menos de cinco leguas, lo que podría ser un tercio de jornada. Tal vez en su destino las cosas estuvieran más calmas y pudieran hacerse con tales aprovechamientos, pero no estaba la presciencia entre las virtudes del pobre Zuñiga.
Y en tales estaban cuando Aymar y Jaime se percataron de algo. El peregrino aragonés se percató de un ruido entre las tejas de su espalda y apenas se giró no pudo observar nada. Sin embargo, Garcés si observó claramente como la luz del sol era cortada por una silueta que caminaba con la destreza de los gatos entre los tejados. Se trataba de una pueril figura. Un niño zarrapastroso, descalzó y con una mugrienta camisola como vestimenta, pelo rojizo y alborotado y tez tomada por el hollín. Miraba con ojos golosos y llenos de codicia, como si aquellos visitantes perdidos en una solitaria plazuela fueran un jugoso botín.
Juan nada sabía de aquella presencia, pues no se había dado cuenta de ello, sin embargo, si pudo observar otra sigilosa figura oculta tras el cuerpo de Quebranto que parecía rebuscar entre sus alforjas, con el sigilo y el sosiego de un ladrón de guante blanco. Lo que para Jaime solo era una extraña sombra propia de la montura del animal con curiosa forma humanoide, para Aymar se tornó claramente en otra figura infantil. Además un suave bufido de Quebranto, lo hizo ponerse en tensión. Aquel niño intentaba afanarle algo de sus alforjas. Maldita fuera su estampa... "-Quien roba a un ladrón..." - pensó jocosamente intentando liberar su mente de tanta tensión.
"- ¡¡¡Fenomenales poderes cósmicos!!!... y un espacio chiquitín para vivir" (Genio - Aladdin)
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
Por fin que Juan estaba logrando entablar más palabras con sus compañeros y comenzaba a sentir poco a poco que iban congeniando mejor, tal vez por la cercanía que provocaba el viaje o la fragilidad de tu vida frente a un cino aciago que nos acaban de presentar, el sentía que debía hacer algo al respecto como no lo había podido hacer en aquel fatídico pueblo que tenia aquel puente de la rabia, con un nombre tan acorde a la noche que habían vivido.
Dirigió una mirada a sus compañeros antes de comenzar su movimiento, no estaba seguro de poder atrapar al niño aunque esperaba que alguno lo imitará no reparo en la reacción que tendrían ellos. Sin embargo intentaba coordinar sus movimientos con el martilleo de la forja que se escuchaba a lo lejos y deseaba que el niño aunque fuera así de grácil le permitiera cierta soltura para poder acercarse de una manera similar a como el estaba robando. *2
"Tal vez consiga ponerme en ventaja. Debo hacerlo por la misión que le encomendó Sancho a Aymar."
Dirigió una mirada a sus compañeros antes de comenzar su movimiento, no estaba seguro de poder atrapar al niño aunque esperaba que alguno lo imitará no reparo en la reacción que tendrían ellos. Sin embargo intentaba coordinar sus movimientos con el martilleo de la forja que se escuchaba a lo lejos y deseaba que el niño aunque fuera así de grácil le permitiera cierta soltura para poder acercarse de una manera similar a como el estaba robando. *2
"Tal vez consiga ponerme en ventaja. Debo hacerlo por la misión que le encomendó Sancho a Aymar."
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*1 Tirada de sigilo + destreza dif 8
[roll=784]4d10>8-p[/roll]
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Última edición por Rugido_Ancestral el 01 Feb 2022, 23:36, editado 3 veces en total.
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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
{ https://www.youtube.com/watch?v=INiYb3_kr5U - Jadys }
Juan se movió con toda la sutileza que pudo, acompasando sus pasos a los martillazos de la lejana fragua, mientras no entendía como Aymar miraba impertérrito sin hacer nada. Seguramente serían los efectos secundarios de los efectos amorosos que aun le nublaban la mente, pues el recuerdo de Juana aún estaba candente en sus labios.
Garcés había oído hablar, aunque apenas alguna vez los había visto pero ni supiera donde ubicarlos, de unos críos desraizados y que no respondían ante ninguna tutoría, que se dedicaban a pedir limosna en el mercado. Cuando la beneficiencia no era oportuna, tenían la mano bien diestra para las fullerías y más de una y más de dos bolsas de monedas habían desaparecido para maldición de los poco agraciados. Sin duda, tenían que ser aquellos mozuelos tan poco risueños, pero ¿que hacían tan lejos del mercado?. Allí, entre aquellas desiertas callejuelas no había ninguna caridad que suplicar, ni bolsillos que afanar, pues no había tumulto de gente por donde escabullirse, y cualquiera podría degollarte con la faca sin importarle tal temprana edad como osases a asaltarlo.
Jaime intentaba encajar las piezas de aquel silencio, y la mirada de Aymar hacia los tejados le devolvía ahora, la figura del primero de los harapientos niños, que viéndose descubierto no dudó en avisar a su secuaz con un silbido entrecortado que sin lugar a dudas, formulaba algún tipo de lenguaje entre ellos, y desconocido para el resto. Luego vio a un segundo tambien en los tejados y la mirada de la pareja le llevó a un tercero que pareciera esconderse tras la figura del caballo blanco de Aymar.
Juan vio como tras el silbo, los ruidos en el cuero, cesaron. El muchacho, aterrorizado ante la alarma, giró el cuello para descubrir apenas a un par de brazadas al bueno de Zuñiga a punto de pillarle con las manos en la masa. Tenía el pelo lacio y negro y mal cortado a cuchillo. Le faltaban los dientes centrales y tenía dos diminutos ojos verdes hundidos sobre una nariz chatona. No debía pasar la decena y sus ropas sucias y anchas adivinaban un desnutrido cuerpo.
Echó a correr como alma que lleva el diablo, pero no lo suficientemente rápido como para que Manos Inquietas no se percatara de que llevaba entre sus manos el tal codiciado cilindro que Elizalde le hubiera entregado. - En mala hora que entramos en Pamplona - pensó el inventor.
Juan se movió con toda la sutileza que pudo, acompasando sus pasos a los martillazos de la lejana fragua, mientras no entendía como Aymar miraba impertérrito sin hacer nada. Seguramente serían los efectos secundarios de los efectos amorosos que aun le nublaban la mente, pues el recuerdo de Juana aún estaba candente en sus labios.
Garcés había oído hablar, aunque apenas alguna vez los había visto pero ni supiera donde ubicarlos, de unos críos desraizados y que no respondían ante ninguna tutoría, que se dedicaban a pedir limosna en el mercado. Cuando la beneficiencia no era oportuna, tenían la mano bien diestra para las fullerías y más de una y más de dos bolsas de monedas habían desaparecido para maldición de los poco agraciados. Sin duda, tenían que ser aquellos mozuelos tan poco risueños, pero ¿que hacían tan lejos del mercado?. Allí, entre aquellas desiertas callejuelas no había ninguna caridad que suplicar, ni bolsillos que afanar, pues no había tumulto de gente por donde escabullirse, y cualquiera podría degollarte con la faca sin importarle tal temprana edad como osases a asaltarlo.
Jaime intentaba encajar las piezas de aquel silencio, y la mirada de Aymar hacia los tejados le devolvía ahora, la figura del primero de los harapientos niños, que viéndose descubierto no dudó en avisar a su secuaz con un silbido entrecortado que sin lugar a dudas, formulaba algún tipo de lenguaje entre ellos, y desconocido para el resto. Luego vio a un segundo tambien en los tejados y la mirada de la pareja le llevó a un tercero que pareciera esconderse tras la figura del caballo blanco de Aymar.
Juan vio como tras el silbo, los ruidos en el cuero, cesaron. El muchacho, aterrorizado ante la alarma, giró el cuello para descubrir apenas a un par de brazadas al bueno de Zuñiga a punto de pillarle con las manos en la masa. Tenía el pelo lacio y negro y mal cortado a cuchillo. Le faltaban los dientes centrales y tenía dos diminutos ojos verdes hundidos sobre una nariz chatona. No debía pasar la decena y sus ropas sucias y anchas adivinaban un desnutrido cuerpo.
Echó a correr como alma que lleva el diablo, pero no lo suficientemente rápido como para que Manos Inquietas no se percatara de que llevaba entre sus manos el tal codiciado cilindro que Elizalde le hubiera entregado. - En mala hora que entramos en Pamplona - pensó el inventor.
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Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado
Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
-¡Cuidado, te van a robar! -gritó a Aymar al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
La gran ciudad era un laberíntico espacio en el que todo podía ocurrir. Una aldea, sin embargo, el lugar donde se había criado, era diferente: todo el mundo se conocía y, de una manera u otra, se ayudaba por el bien común. La Iglesia, a través del párroco, era ese nexo de unión entre unos y otros. Las enseñanzas de Jesucristo y el desapego por los bienes materiales creaban un ambiente diferente en el piedemonte pirenaico. Superarse en espíritu, trabajar por la comunidad y cuidar de los demás se convertían en los quehaceres mundanos cuando las obligaciones agrarias lo permitían: cultivar los campos, recolectar productos silvestres, cuidar de los animales. En fin, era aquella una vida sencilla, llana, alejada de los anonimatos urbanitas y de los deseos más superficiales, la mayoría de ellos ligados a pecados de una u otra índole.
-¡Vayámonos de aquí! -comentó mientras, a grandes zancadas, intentaba espantar al niño cercano al caballo-. ¡Niño, deja eso por el amor de Dios! ¡No tenga que darte un par de azotes!
No perdió de vista al que parecía el líder de la banda:
-¡Id a la escuela y aprender algo que no sea robar, zascandiles! -le recriminó con un dedo acusador-. ¡Caiga sobre vosotros la ira de Jesucristo, nuestro Señor, seres demoníacos!
La gran ciudad era un laberíntico espacio en el que todo podía ocurrir. Una aldea, sin embargo, el lugar donde se había criado, era diferente: todo el mundo se conocía y, de una manera u otra, se ayudaba por el bien común. La Iglesia, a través del párroco, era ese nexo de unión entre unos y otros. Las enseñanzas de Jesucristo y el desapego por los bienes materiales creaban un ambiente diferente en el piedemonte pirenaico. Superarse en espíritu, trabajar por la comunidad y cuidar de los demás se convertían en los quehaceres mundanos cuando las obligaciones agrarias lo permitían: cultivar los campos, recolectar productos silvestres, cuidar de los animales. En fin, era aquella una vida sencilla, llana, alejada de los anonimatos urbanitas y de los deseos más superficiales, la mayoría de ellos ligados a pecados de una u otra índole.
-¡Vayámonos de aquí! -comentó mientras, a grandes zancadas, intentaba espantar al niño cercano al caballo-. ¡Niño, deja eso por el amor de Dios! ¡No tenga que darte un par de azotes!
No perdió de vista al que parecía el líder de la banda:
-¡Id a la escuela y aprender algo que no sea robar, zascandiles! -le recriminó con un dedo acusador-. ¡Caiga sobre vosotros la ira de Jesucristo, nuestro Señor, seres demoníacos!
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
Curioso Autodidacta
Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
Sabía que la estrategia de Jaime no iba a funcionar, estos niños estaban acostumbrados a hacer esto. "Ahora habrá que atraparlos, si queremos salir rápido de la ciudad. Espero no llamar demasiado la atención. Si subo al caballo... No, son escurridizos, la única opción es que la fortuna de Dios me sonría..."
-Jaime cuida a los caballos, Aymar apúrate hombre...- Dijo Juan mientras corría.*1 Iba a tener que hacer que el niño se rindiera cuando lo estuviera alcanzando, con suerte podría aceptar un soborno o algo parecido. "Mi lugar es la forja, no atrapando unos ladronzuelos..."
No estaba seguro de si iba a poder atraparlo, después de todo nunca había sido bueno para estos menesteres, pero debía poner todo su esfuerzo para no fallar en la misión que Sancho les había encomendado, por más que no era directamente lo que a el le incumbía iba a cuidar de los intereses de sus compañeros.
-Jaime cuida a los caballos, Aymar apúrate hombre...- Dijo Juan mientras corría.*1 Iba a tener que hacer que el niño se rindiera cuando lo estuviera alcanzando, con suerte podría aceptar un soborno o algo parecido. "Mi lugar es la forja, no atrapando unos ladronzuelos..."
No estaba seguro de si iba a poder atraparlo, después de todo nunca había sido bueno para estos menesteres, pero debía poner todo su esfuerzo para no fallar en la misión que Sancho les había encomendado, por más que no era directamente lo que a el le incumbía iba a cuidar de los intereses de sus compañeros.
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*1 Tirada de Destreza + atletismo dif. 5
[roll=786]4d10>=5[/roll]
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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
{ https://www.youtube.com/watch?v=hnSNfxjrwck& - Clanadonia }
El mensajero hermético estaba completamente bloqueado sin saber que hacer. Había oído pero no escuchado las palabras de Jaime advirtiéndole del robo, y no supo reaccionar, o no pudo, a las peticiones de Juan rogándole premura. Le estaban robando, algo tan importante como para jugarse la vida por ello, y estaba allí... ¡quieto como un pasmarote!. Tan solo atinó a devolver la mirada al monje cátaro con una sumisa pena y hastío como si requiriera ayuda con la voluntad. Tenía... debía recuperar aquel pergamino.
Zuñiga había escogido la mejor de las opciones. Coger el caballo por aquellas estrechas callejuelas sería un disparate y un augurio de una buena caída, pues disponían de barriles apoyados en las paredes que entorpecían el paso, de aleros salientes de algunos dinteles, de enrejadas ventanas semiabiertas, y otros tantos obstáculos que aquellos mozuelos, acostumbrados al pillaje, aprovecharían sin duda para escurrirse.
Pero la arrancada del ladronzuelo no fue tan diestra como él esperaba, y ya de segundas, pues la primera le había sorprendido, estuvo a punto de atraparlo. Mientrás, sus harapientos colegas, le alentaban desde las alturas y escupían y tiraban, sin puntería, guijarros al inventor.
- ¡¡Déjeme señor... yo a usted no le he hecho nada!! - mentía burdamente el chico mientras intentaba sacar distancia.
El mensajero hermético estaba completamente bloqueado sin saber que hacer. Había oído pero no escuchado las palabras de Jaime advirtiéndole del robo, y no supo reaccionar, o no pudo, a las peticiones de Juan rogándole premura. Le estaban robando, algo tan importante como para jugarse la vida por ello, y estaba allí... ¡quieto como un pasmarote!. Tan solo atinó a devolver la mirada al monje cátaro con una sumisa pena y hastío como si requiriera ayuda con la voluntad. Tenía... debía recuperar aquel pergamino.
Zuñiga había escogido la mejor de las opciones. Coger el caballo por aquellas estrechas callejuelas sería un disparate y un augurio de una buena caída, pues disponían de barriles apoyados en las paredes que entorpecían el paso, de aleros salientes de algunos dinteles, de enrejadas ventanas semiabiertas, y otros tantos obstáculos que aquellos mozuelos, acostumbrados al pillaje, aprovecharían sin duda para escurrirse.
Pero la arrancada del ladronzuelo no fue tan diestra como él esperaba, y ya de segundas, pues la primera le había sorprendido, estuvo a punto de atraparlo. Mientrás, sus harapientos colegas, le alentaban desde las alturas y escupían y tiraban, sin puntería, guijarros al inventor.
- ¡¡Déjeme señor... yo a usted no le he hecho nada!! - mentía burdamente el chico mientras intentaba sacar distancia.
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Jaime Alberti Atienza (Baluar)
Monje inciado
Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
Jaime miró, a cámara lenta, cómo Aymar no reaccionaba y el chiquillo salía corriendo. Por un momento, cuando las miradas se cruzaron, un rayo cruzó su columna vertebral de Jaime y su cuerpo se movió con voluntad propia: su palma abierta cruzó la cara del mensajero entumecido.
-¡No te dejes someter por los designios del Maligno, Aymar! -Le gritó con un rugido que salía de los más profundo de sus adentros, una voz manejada por la convicción febril de quien sabe que lo que hace es lo correcto y tiene claro quién es su enemigo -¡Muevete por el amor de Dios!!
Con esas palabras corrió detrás del niño con la idea fija de alcanzarlo y someterlo a la fiebre de un celote...
-¡No te dejes someter por los designios del Maligno, Aymar! -Le gritó con un rugido que salía de los más profundo de sus adentros, una voz manejada por la convicción febril de quien sabe que lo que hace es lo correcto y tiene claro quién es su enemigo -¡Muevete por el amor de Dios!!
Con esas palabras corrió detrás del niño con la idea fija de alcanzarlo y someterlo a la fiebre de un celote...
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Jebediah_Gogorah
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Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
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El muchacho seguía corriendo como alma que llevaba el diablo, pero su carrera no era diestra, sino más bien torpe. Bailaba a trompicones, intentando esquivar los obstáculos que la callejuela mostraba: macetas, ventanas enrejadas, escalones, salientes... y parecía que en cualquier momento iba a caer de bruces sobre la piedra.
Los otros muchachos se colocaban a su altura, uno por cada lado, pues tanto Jaime como Juan, habían visto una sombra por encima de sus cabezas, que saltaba de un tejado a otro. Parecían ahora más preocupados porque su amigo les lanzara el paquete, que no por insultar, agredir o escupir a sus perseguidores o porque a su amigo le dieran una somanta de palos.
- ¡Déjenme señores...! - repetia agobiado el churumbel - ¡Yo no he hecho nada!
Aymar había cogido la rienda de Quebranto y lo había guiado hacia la salida del callejón, aún frontandose el moflete ante la bofetada despertadora de Albertí. Pero seguía indeciso sobre que hacer, esperando que esta vez, sus nuevos amigos le salvaran la papeleta. Sin duda, la situación y las malas nuevas sobre su nueva situación, le habían sobrepasado.
El muchacho seguía corriendo como alma que llevaba el diablo, pero su carrera no era diestra, sino más bien torpe. Bailaba a trompicones, intentando esquivar los obstáculos que la callejuela mostraba: macetas, ventanas enrejadas, escalones, salientes... y parecía que en cualquier momento iba a caer de bruces sobre la piedra.
Los otros muchachos se colocaban a su altura, uno por cada lado, pues tanto Jaime como Juan, habían visto una sombra por encima de sus cabezas, que saltaba de un tejado a otro. Parecían ahora más preocupados porque su amigo les lanzara el paquete, que no por insultar, agredir o escupir a sus perseguidores o porque a su amigo le dieran una somanta de palos.
- ¡Déjenme señores...! - repetia agobiado el churumbel - ¡Yo no he hecho nada!
Aymar había cogido la rienda de Quebranto y lo había guiado hacia la salida del callejón, aún frontandose el moflete ante la bofetada despertadora de Albertí. Pero seguía indeciso sobre que hacer, esperando que esta vez, sus nuevos amigos le salvaran la papeleta. Sin duda, la situación y las malas nuevas sobre su nueva situación, le habían sobrepasado.
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Juan Zuñiga (Rugido_Ancestral)
Curioso Autodidacta
Re: [EC] Escena 03 - La Villa de Pamplona
"Debo apresurarme, si llega a pasar aquello o romperlo será una desgracia que no puedo permitir..." Pensaba el joven inventor mientras esquivaba aquellos obstáculos que se presentaban a diestra y siniestra en aquella ciudad, dominada por aquella construcción extraña y con la que en un momento se enfrentarían al parecer.
-Oye... Si te detienes y devuelves lo que robaste no te pasará nada malo. Sino tendré que darte una lección.- Dijo mientras corría Juan.*1 "Es dura la vida de huérfano, solo hacen lo que pueden por sobrevivir en esta ciudad."
Quería salir de esa ciudad lo antes posible, esto solo era un retraso, un retraso completamente innecesario. "¿Acaso puedo confiar mi espalda a Aymar? Le encomendaron una misión crucial al parecer y por la cual puede granjearse enemigos poderosos, ¿ Y duda en estos momentos? La fe en el camino que nos tiene preparado el señor es lo que nos conducirá a nuestro destino."
-Oye... Si te detienes y devuelves lo que robaste no te pasará nada malo. Sino tendré que darte una lección.- Dijo mientras corría Juan.*1 "Es dura la vida de huérfano, solo hacen lo que pueden por sobrevivir en esta ciudad."
Quería salir de esa ciudad lo antes posible, esto solo era un retraso, un retraso completamente innecesario. "¿Acaso puedo confiar mi espalda a Aymar? Le encomendaron una misión crucial al parecer y por la cual puede granjearse enemigos poderosos, ¿ Y duda en estos momentos? La fe en el camino que nos tiene preparado el señor es lo que nos conducirá a nuestro destino."
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