BLACK HAND VIII: Dunsirn (Segunda parte)

[Pagliacci]

La sangre del licántropo manó a borbotones de su boca mientras los tres sicari hundían sus dagas de plata en el duro pellejo de Lludd Llaw Eraint: Primero fue Macmarmigan, frío y metódico, como el que lo hace a su pesar, porque no hay otro remedio; después Alistair se deleitó en cada puñalada, saboreando la potente vitae del filo de su cuchilla y arremetiendo con inusitada violencia sobre el indefenso prisionero; Webster lo hundió una sola vez, pero lo retorció como si una enredadera penetrara en las entrañas de la criatura, destripándolo y vaciando sus tripas. Aquel mártir apenas se mantenía consciente cuando dijo:

-Dos dragones vinieron del este, el dragón rojo era poderoso y cambiante, sometió a las tribus de aulladores y las corrompió con sus mentiras, se comió sus almas y sembró la plaga- la sangre seguía derramándose fluidamente por sus heridas, las palabras manaban profundas, como el aullido de un lobo al anochecer- El dragón rojo se llamaba Kupala y era el más viejo de toda su estirpe, aquellos que no sucumbimos a su poder nos enfrentamos a él y fuimos aniquilados.

El segundo dragón llegó sembrando una estela de locura a su paso, era blanco y dorado, con las alas desgarradas de volar en el vacío y tenía muchos nombres, ninguno de los cuales conocíamos los guerreros de la diosa. El segundo dragón despedazó al más viejo y lo enterró bajo esta ciudad, después se retiró a lamer sus heridas en la olvidada Carcosa.- El viejo Dunsirn ya no sonreía, ellos eran los supervivientes de las tribus que aniquilaron aquellas dos criaturas, empujados a la perversión para sobrevivir a la devastación que trajeron aquellos dos demonios.

Pero ninguno de los dos fue verdaderamente derrotado, los restos del primero se descomponen en el lecho húmedo de la ciudad, corrompiendo sus huesos, y el segundo lo han despertado y lo han traído de vuelta a la urbe, puedo sentirlo. Este mundo condenado arderá a manos de uno o de otro, ninguno de vosotros vivirá para contarlo y yo encontraré, por fin, mi descanso.

[Baluar]

McMarmigan estaba nervioso, deseoso de que le diesen una oración clara, sin metáforas. No era hombre dado a misticimos antes de entrar en la Logia. Después, se había convertido en un despojo de vida. En un ser errante entre dos mundos. Sin lugar de partida y cuyo destino era oscuro, funesto. Desolador. Los colmillos del industrial afloraron llevado por la ira. Su Bestia pedía secar a aquel animal y alimentarse con la sangre de un imbécil que solo hablaba de dragones e historias. Aunque era capaz de entender que la sangre de uno de aquellos dragones fluía por sus venas, comprendía que aquel ser no había muerto del todo. De la misma manera que si aquello era cierto su padre tampoco habría sido decapitado en realidad. MAyor confusión, mayor rabia. Todo era producto de una mentira. Se acercó lentamente de nuevo con el cuchillo y esta vez lo clavó en una pierna sin cuidado. Su Bestia condujo ese brazo como parte del alcance de la correa de voluntad a la que estaba sometida. -¿¡ES QUE NO ENTIENDES LA PREGUNTA, IMBÉCIL? -preguntó gritando con todo el aire que podían lanzar sus pulmones no muertos-. ¿¡CUÁL ES LA CURA DE LA MALDITA ENFERMEDAD!? Presa del odio sacó de nuevo el cuchillo y lo volvió a clavar en la carne del licántropo. Miraba con ojos sádicos al resto de los asistentes y sus oídos disfrutaban con los aullidos de dolor. Quería una respuesta y la quería ya.

[Jebediah_Gogorah]

Dunsirn escuchó con atención el relato. Sintió escalofríos al pensar en cómo sus descendientes fueron aniquilados por aquellas bestias, que el crucificado contaba. Aquello no salía en los libros de historia. Aquello era una historia que trascendía muy por encima de ellos. Lo hacía sentir pequeño y a la vez aceptar su sino.

El rostro obsoleto de su tío ante el cuento le confirmaba la veracidad. No pensaba acuchillar de nuevo al ser. Sería inútil, porque también como él, parecía haber aceptado su sino. Miró el rostro cerúleo de su hija. Bella con el reflejo lunar, con la pálidez extrema, como si su propia epidermis estuviera fabricado de eso, de polvo lunar. Si había un resquicio de esperanza, tenía que ser para ella. Él, ya había vagado mucho en este mundo con su no vida estéril y marchita.

- ¿Quien ha despertado al dragón blanco?... ¿Cómo podemos devolverlo a esa llamada Carcosa?... Cuéntanos la verdad, y tal vez sea liberado - Llegados a éste punto donde el apocalipsis estaba tan cerca, no quería dejar pasar la oportunidad de retar al malnacido de su tío y padrino.

[PeteryPan]

Nachton Webster Macleod

Aquel brazo torturador no lo reconocía como propio, pero a la vez no le resultaba del todo extraño, y cierto placer sanguinario recorrió su espinazo, sublimado por el olor de aquella sangre primigenia. Alienándose de aquella situación podía contemplar una situación de lo más macabra y sádica, en la que él no parecía fuera de lugar. No dejaba de sorprenderse.
Lo que sí le sorprendió fueron las palabras que surgieron de aquel ser, que dejaron a Webster en un estado de profunda confusión. ¿Dragones? Aquello era mitología y fantasía a un nivel muy profundo… Aunque él formaba parte ahora del mito, así que la confusión era aún mayor. No supo responder en un principio ante aquella información y la reacción de sus dos cómplices lo inhibieron más, pero poco a poco los datos le fueron recorriendo el cerebro. ¿Dos antiguas entidades de poderes mitológicos se escondían en aquella ciudad y una estaba en movimiento? Aquello era como mínimo perturbador -y terrorífico, si se pensaba con seriedad y tiempo-. Pero un pensamiento invadió su mente de repente, sin saber por qué: ¿con cuál sería más inteligente aliarse? ¿De cuál podría aprender mayores secretos? Si eran enemigos de aquella familia endogámica quizás…
Sabía que sus probabilidades de saber más eran muy escasas, pues la supervivencia de aquella criatura estaba en entredicho y ponerse a preguntar sobre conocimientos arcanos no encajaba mucho en aquel contexto. Así que intentó ingeniar una pregunta que ocultase la verdadera cuestión, superando el dolor que le provocaba hablar e intentando hacerse entender con aquella gangosidad:

- ¿Qué poderes gobiernan estas entidades? ¿Qué poderes las pueden someter o destruir?

Someter sonaba misteriosamente seductor…

[Pagliacci]

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La daga de Macmarmigan se hundió repetidamente en el torturado licántropo, con sadismo y saña, mientras la sangre seguía fluyendo entre sus colmillos cual cascada bermeja. Alistair percibió cierta preocupación en los ojos de su hija, no por el bienestar de la bestia, sino por su vida y por la valiosa fuente de información que se perdería si lo mataban.

-La cura- dijo como un estertor- es la locura o la muerte definitiva.

Aquel prisionero parecía estar burlándose de él, algo en lo más profundo de Mcmarmigan se sintió profundamente humillado y sintió su rabia crecer. El prisionero sabía que no iba a ser liberado, tantos años de torturas lo habían vuelto inmune a la esperanza, solo le quedaba el consuelo de que algún día sus captores pagarían por todo el dolor que se le había infligido y aquel día estaba más cerca de lo que creían. La sangre que chorreba por su pelaje se coagulaba oscura y ferrosa, empujando a sus hambrientas bestias al límite, incluso Webster parecía a punto de arrojarse sobre el guerrero de la diosa y sucumbir a sus más primitivos instintos.

-Algún ingenuo atrajo al dragón dorado a la ciudad, ahora los dos reptiles lucharan entre sí por el derecho a devorar a su presa, cada uno ha escogido a su paladín y ha atraído hacia sí su corte. En las alturas, el castillo verá renacer al Devorador Carmesí y su plaga arrasará las venas de los impuros. Y no muy lejos, donde los merodeadores construyeron su túmulo, cientos de mentes gritan al vacío atrayendo la mirada de Hyperion.

Si vence el dragón hambriento la plaga se extenderá sin límites y todos os arrodillaréis ante su heraldo pestilente. Si vence el Rey Amarillo, os convertiréis en sus esclavos. No está en vuestra mano cambiar el destino, tan solo decidir qué hacer en vuestras horas finales. Moriréis y con vosotros vuestras familias, vuestros imperios y vuestras fatuas intrigas.

Por un instante parecía que Macmarmigan lo iba a degollar allí mismo, pero fue el botánico el que perdió el control y le desgarró la garganta con los colmillos, salvajemente, perdiendo cualquier rastro de compostura o humanidad. El garou murió con satisfacción, pues el miedo en sus rostros fue lo último que vieron sus ojos. La carne de Lludd Llaw Eraint descendió poderosa por la garganta del neonato, su sabor era tan duro que sintió nauseas, pero sintió como le revigorizaba. La lengua se regeneró de inmediato en su boca caníbal, Alistair pudo ver como los tejidos crecían entre aquellos dientes repletos de carne cruda.

El viejo Sawney enmudeció ante lo que acaba de ocurrir, su rostro se llenó de inmediato de ira, se iba a derramar sangre. Tras él, Valeria le dirigió una mirada cargada de pánico a Alistair, con un solo gesto supo que su hija tenía el revolver preparado y se había posicionado en el lugar adecuado para acribillar al patriarca. Con la sangre manando a raudales y el olor de la potente vitae de lupino empapando sus manos, Alistair y Macmarmigan se encontraban al borde mismo del frenesí, en el precioso segundo en el que decidir si dejarse llevar o someter a su Bestia.

[Jebediah_Gogorah]

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La mirada afligida de su retoño, le mostró el pánico de sus ojos. La vitae rezumaba por todos lados, y mantener la Bestia a raya se volvía una tarea imposible. El seguro de la trampa de oso en lo que se había convertido aquel interrogatorio, había saltado, y ahora solo quedaba una sucesión de hechos que probablemente acabaría con el exterminio de todos ellos.

Si aquel era su final... si estaba ante la última mirada de su niña... quería sacarse su pequeña gran espina de redención. Oh... viejo Samwey pagarás por cada uno de tus pecados. Los colmillos brotaron como dos rayos feroces de luna; sus púpilas se dilataron y llenaron de un eclipse rojo sus ojos. De un salto se abalanzó sobre el viejo y poderoso patriarca.

El dragón blanco se había apoderado de él, incitandole a hacer, lo que tantos lustros había deseado y nunca había osado. Encontrará la muerte, pero también la esperanza.

[PeteryPan]

Nachton Webster Macleod

Una incipiente hambre había quemado las venas del botánico desde que habían entrado en aquella tétrica sala. La sangre de poderosa esencia que poseía aquella bestia había ido desgastando su fuerza de voluntad poco a poco, sin ser consciente de ello, mientras su relato erosionaba su cordura y sus esperanzas. La sola idea de la desolación y la impotencia de no hacer nada más que resignarse a un destino aciago, más aciago que el que ya vivía, hizo que la quemazón inicial pasase a convertirse en un incendio descontrolado por todo su cuerpo que hizo arder su mente y convertirla en rojo carmín. Sin que su mente pudiese hilar palabra alguna respecto a los últimos retazos de información, el lobo saltó sobre aquella bestia y arrancó y devoró la carne fresca llena de sangre, de un sabor extático, que le recordó a la carne de caza, pero a unos niveles incomparables. Aquel fuego interior le empujaba a quemar todo a su alrededor en un acto de suicidio en masa, quemando con el mismo fuego que lo quemaba, y su boca ansiosa continuó alimentándose de aquel festín, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

Dentro de aquel fuego ardiente una cálida corriente recorrió su cuerpo, regenerando su lengua y dotándole por unos segundos de una claridad mental y un placer carnal nunca antes vivido. Se sintió pletórico, mientras seguía desgarrando carne y sangre, haciendo suya la esencia de aquel ser antiguo y oscuro. Por un momento, su mente humana, incapaz de cabalgar sobre aquel lobo salvaje, pensó que quizás así obtendría el conocimiento que tanto ansiaba y que caer en aquella negrura prometía renacimiento y una nueva existencia más completa, más viva, más llena.

[Baluar]

Jacob comenzó a marearse. Si entendía que el dragón blanco había venido del norte, su sangre corría por sus propias venas y no lo había matado. Qué iluso era creyéndose capaz de eliminar dragones, maldades de más allá de los tiempos.
Miró para todos lados y vio que la situación estaba tensa. Si se dejaba llevar, si su Bestia tomaba el control, tenía claro que no podría salir de allí. A pesar de que se había percatado de que su poder le permitiría controlar la voluntad de muchos de aquellos, pero no se sentía capaz de hacerlo de manera suficiente. Lo más sencillo sería salir de allí.
Con cuidado, aprovechando la tensión, intentó salir pasando desapercibido. De necesitarlo, mentiría, congtrolaría alguna mente, pero aquel lugar se había convertido en un polvorín. Sobrevivió a una explosión. Dudaba que pudiese sobrevivir a dos.

[Pagliacci]

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Webster siguió devorando, cual carroñero del desierto, la carne espesa y la sangre bautismal del lupino, espumarajos de rojo ardiente salpicaban su traje. Se detuvo eufórico y aulló al vacío, un sonido gutural y salvaje, totalmente ajeno al caos que le rodeaba. Muy lejos de allí, la luna brillaba perlada reflejando los destellos nocturnos de un sol que se apagaba y aquel astro selénico ocultaba su rostro de satisfacción ante la brutal carnicería que se desarrollaba bajo sus haces de luz. Todo ocurrió desesperadamente despacio, Alistair se arrojó sobre Sawney a la primera señal de violencia, en defensa de su progenie mancillada, Macmarmigan trató de pasar desapercibido, situado como estaba en el ojo del huracán y, finalmente, Webster siguió devorando la deliciosa carne del guerrero caledonio.

El primer golpe de Sawney fue para Valeria, cuya cabeza arrancó de cuajo de un solo puñetazo, esta rodó unos segundos por la sala mientras se descomponía lentamente, la expresión de su faz todavía era de pánico ante el caos que se iba a desatar, su cráneo reventado derramaba sus sesos fríos. Alistair saltó sobre el anciano y consiguió derribarlo, sus trajes reventaron mientras la vitae alimentaba sus músculos con la fuerza de Caín, por unos segundos aquello parecía un hermoso espectáculo de lucha greco-romana. Pero la victoria estaba clara, la veteranía del pater familias se impondría pronto si nadie hacia nada.

A Macmarmigan no pareció importarle demasiado y Webster seguía en frenesí consumido. Un cabezazo sucio del primus le reventó los colmillos a Alistair y le resquebrajó la mandíbula. Incluso en frenesí, sentía sus fuerzas flaquear, iba a perder, los huesos de brazo derecho se partieron ante la presión. La dama de vestido vaporoso que había escoltado a los recién llegados se acercó con una daga de plata en la mano, las telas blancas se ceñían a su piel no muerta destacando sus sensuales curvas de un modo que agradaba al lujurioso patriarca. Y no fue sino aquella que había sufrido décadas de abusos y violaciones, la que puso fin al combate. La daga seccionó una garganta, la sangre brotó a borbotones de la arteria, regando abundantemente sus cuerpos.

Fue el primus traicionado el que se llevó las manos al cuello, tratando en vano de proferir maldiciones u órdenes a través de sus mutilados cuerdas vocales. Alistair retrocedió ante el destello plateado de aquella arma de tortura, el miedo y la venganza se mezclaban en su mirada y, bajo ellos, la sed por la sangre y el poder del padre de su padre. Su mandíbula rota colgaba dolorosamente de su boca.

-Es mío- dijo la víctima mientras los colmillos emergían de entre sus dientes, preparada para diablerizar al moribundo. Pero antes le cortó la polla, despacio, fue un corte sucio. Y también los testículos, fue doloroso y aún podía leerse la agonía en los ojos del banquero.

[Jebediah_Gogorah]

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En el final... Alastair se sintió morir de nuevo. Una sensación mortal nada añorada pero aún fresca en su memoria. No era en su cuerpo, no era en su piel... pero le dolía igual. Se acercó gateando y tembloroso, sintiendo como no podía hacer nada para cerrar su boca, y sentía todo como el aire podrido de Edimburgo entraba por su boca, secándola. En sus ojos un velo escarlata, mar de lágrimas rojas que se desbordaron por sus mejillas.

Llegó hasta ella. - ¿Donde está tu alma, mi pequeña?... - Se apoyó contra la pared, sin importarle en aquel momento que pasaba alrededor, que pasaría en la ciudad... deseando por un momento que todo aquel foco de destrucción se centrara en él... y de un fogonazo lo alzara con ella a las estrellas. Su cabeza cercenada en sus brazos... y mientras sus lágrimas caían sobre el rostro muerto de Valeria... le mecía los cabellos. Ni siquiera podía dedicarle unas palabras de adiós... pues no podía cerrar la boca, tan solo unos alaridos de dolor, al tiempo que el rostro de su hija, ya atemporal, se iba difuminando y volviéndose cenizas entre sus manos.

- Polvo somos...