BLACK HAND IX: Termini

[Pagliacci]

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De aquel modo, rechazando la ayuda del brujo y sus profecías e igualmente rechazando el asilo que Milton les garantizaba en Londres, las dos mujeres volvieron a Edimburgo, dando su espalda al brujo, su espada y su tentadora oferta de poder, dejando atrás las promesas de aquella retorcida hoja de bronce y la diablerie de su guardián. Solo quedaba, pues, esperar el cataclismo rodeados de aquellos a quienes quisiera proteger o, quizás, tratar de alertar a quienes merecieran ser salvados. Las dos mujeres empredieron un silencioso viaje de regreso, apenas interrumpido por los esporádicos deseos de Bianca de agradar a su domitor.

La vuelta a Edimburgo se volvió angustiosamente lenta, sin la ayuda del guía que había sido el morlock, sin embargo, conforme se alejaron del brujo, se disipó la tormenta y tenuemente penetraron en el frío y húmedo clima escocés. Al cabo de casi dos semanas la ciudad les dió una indiferente bienvenida, Bianca apenas podía caminar, débil y desangrada como se encontraba. El carruaje se dirigió directamente hacia el único lugar seguro que Lady Waterhouse conocía, aquel fatídico lugar donde por vez había combatido la plaga entre las prostitutas, donde había desarrollado el arte de su padre, el infame Smoke & mirrors.

La mujer y la niña entraron despacio, Bianca se encontraba muy débil, necesitaban descansar. Pero a su paso por los pasillos encontraron uno tras otro los cadáveres de los clientes con los párpados cosidos y llenos de pequñas heridas, uno tras otro dejaron atrás a aquellos burgueses abotargados, en el aire sobrevolaba el olor rancio de la muerte. Habían muerto sin oponer resistencia, algunos desnudos, durmiendo quizás.

Como en una horrible pesadilla se adentraron más en lo inevitable, hayando los cuerpos de todas la mujeres que una vez Lady Leah había cuidado, que Alice había amado, las meretrices descansaban sobre pálidas y tranquilas, sus cuerpos sin aliento mostraban las venas azules, sobre sus labios finos destellos de arena dorada. Colette, una de las que Alice más había respetado y que Lady Leah había admirado por su astucia y determinación, permanecía muerta sobre su cama, rodeada de velas aún ardientes, como si de una solemne vigilia se tratara.

-Bienvenidas- La voz de Roxanne surgió de la oscuridad y tras ella, un coro de voces repitieron sus palabras. La dama de piel tostada caminó descalza entre las luces titilantes hacia ellas, con una mirada que mostraba una fría sed de venganza. Tras ella, doce niños siguieron sus pasos, las víctimas de Coppelius, hambrientas, sedienta, vampíricas. En sus ojos los niños mostraban la insaciable avidez de las desnutrición, la desesperanza que ni la sangre de todo el burdel había logrado saciar, eran les innocents, un eco malvado de una maldición otorgada libremente. Algunos de ellos todavía se alimentaban de un cuerpo todavía caliente.

-Alice, yo te amaba y tú me has abandonado por ella- dijo fuera de sí, señalando a Lady Waterhouse- Mi dolor no conoce límites, siento el vacío que tu traición dejó tras marcharte como una quemadura que nunca podrá cicatrizar- los niños repetieron la última palabra, como el eco de aquella ninfa maldita a amar a Narciso.

Entonces Roxanne pareció calmarse y, acariciando la arena entre los labios de Colette, añadió:

-Y a vos, Lady Leah, os he arrebatado lo que más quisisteis, del mismo modo que vos lo habéis hecho- Lord Waterhouse yacía en el suelo, con los ojos arrancados y la sangre manando de su garganta, sangre dulce y roja que los niños lamían con feliz satisfacción.

[Ilitia]

El largo viaje de vuelta dejó atrás las amenazas del brujo y la oferta de Milton. Las dos mujeres permanecieron en silencio la mayor parte del camino y sin embargo, mantuvieron una profunda comunicación. Alice preguntó a Lady Leah acerca del sentido de las palabras de Gotsdam así como por Coppeluis. Ambas se mantuvieron reflexivas durante gran parte del trayecto uniendo las distintas piezas que habían logrado encontrar.

La niña sintió el profundo compromiso de ayudar a la ciudad a la que tanto daño había causado con sus asesinatos. El sufrimiento por el que había pasado y que todavía continuaba le daba sentido a su vida, un sufrimiento irremediable, un sufrimiento que la empujaba poderosamente a hacer algún bien para los demás. Ya no se molestaría más en intentar comprender los motivos de Roxanne, no lo necesitaba para continuar su camino. Aunque el recuerdo de su madre era agridulce tenía ganas de reencontrarse con ella después de todo lo vivido, quizás ella podria ayudarles.

Anochecía a su llegada a Edimburgo, el ambiente se espesaba concorme se adentraban en la vieja ciudad, las ruedas del carruaje chocaban contra las baldosas de piedra que se encontraban en un lamentable estado, la tierra y la paja húmeda salpicaban el vehículo cuando las ruedas pasaban por los charcos. Alice no había sido consciente del galopante avance de la decedencia de la ciudad hasta ahora que había estado lejos de ella. El olor a humedad, a alcohol, a orín y otras incontables sustancias penetraban por sus fosas nasales a pesar de estar exentas de respirar.

El Smoke & Mirrors se alzaba entre las casuchas colindantes con cierto aire de superioridad. Había algo que llamó la atención de la niña al instante. El silencio, la ausencia de barullo, la falta de ajetro, griterío y jolgorio. Los pelos de la nuca se le erizaron justo antes de entrar por la puerta principal.

Y ahí estaba de nuevo, aquel olor a cadáver y a sangre que aumentaba su disposición a la lucha o huída. Un muerto tras otro, Alice reconocía la firma a la perfección. Un torbellino de emociones cargadas de ira le hicieron sentir la llama ardiente de la sangre en su cuerpo.
[spoil]Si lo consideras, tirada de autocontrol[/spoil]

Nunca antes había visto tan fuera de sí a Roxanne, siempre había sido su dulce protectora o al menos, siempre la había visto así. - Roxanne, yo no te he abandonado, fuiste tú quien me convirtió y me envió lejos sin darme explicaciones. Fuiste tú quien me mantuvo treinta años encerrada en este cuerpo y bajo un embrujo que me impedía ser yo misma. ¿qué has hecho Roxanne? ¿qué culpa tenían todas estas personas? ¿qué les has hecho a estos niños? ¡Tu deficiencia moral carece de límites!¡Eres una asesina!- Las palabras salieron de la boca de Alice descontroladamente, el asco y la repugnancia que sentía hacia los actos de la meretriz se hicieron patentes.

[Galeorn]

Lady Leah recorrió los pasillos del Smoke & Mirrors observando con horror el espectáculo dantesco que ofrecía. El burdel estaba trufado de cadáveres, los cuerpos muertos de las prostitutas que antaño habían sido sus pacientes. Pensó en Alice y Bianca que caminaban en silencio a su lado. Ambas conocían también a aquellas mujeres. Apartó de su mente el impulso de sacar a Alice de allí. Bianca no era más que una sirviente. Útil, sí, pero sustituible. Alice, en cambio, tenía una misión que cumplir. Algo se había roto en Edimburgo. Algo había desequilibrado la ciudad dejando que la maldad se derramara por sus calles, como el mal olor que escapa de una alcantarilla. Y la niña estaba destinada a restablecer el equilibrio.

-Antes afirmabas que la niña era un monstruo.- la voz golpeó con fuerza a la joven que la pensaba desterrada - Ahora es una salvadora. Lo único desequilibrado aquí eres tú, estúpida.

Lady Waterhouse apretó con fuerza su puño tratando de ignorar a la voz. La había derrotado en el túmulo del brujo, y ya no tenía ningún poder sobre ella. Sin embargo algo se rasgó en la férrea determinación que había adquirido en el túmulo. Se había convencido a sí misma de que había vencido, de que su prueba había sido superada. Y a pesar de ello allí seguía la voz.

El salido de Roxanne forzó a la aristócrata a dejar sus cavilaciones para más adelante. Ya habría tiempo de lidiar con su fracaso. Con espanto observó el coro de niños que acompañaban con sus voces las palabras de la demente. Los reconocía. Todos ellos habían pasado por las camillas de su sótano: Eran las víctimas de Alice.

- ¿Un monstruo otra vez? - Preguntó burlona la voz.

Lady Leah sacudió su cabeza. No iba a dejar que la dominara de nuevo. No le iba a conceder esa victoria.

- ¡Papá! - Exclamó Leah mientras la vengativa Malkavian señalaba el cuerpo en el suelo - Pe... Pero no puede ser. Mi padre murió hace más de un año.

- ¡Qué has hecho, monstruo! - Sus ojos inyectados en sangre miraron a Roxanne con furia y miedo, mientras se abalanzaba enloquecida contra ella.

Muy adentro, en las tinieblas de su alma, la pequeña Leah se arrinconaba sollozando mientras la sombra se desplegaba en carcajadas a su alrededor.

[Pagliacci]

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Los ojos de Roxanne brillaron con un fulgor amarillo repleto de maldad y, de pronto, cayó el telón y la oscuridad consumió el escenario. Se oyó la tramoya en acción mientras, entre las sombras, las cuerdas y correajes ponían en movimiento las marionetas. Con un parpadeo y un fogonazo, las luces volvieron de repente y Lord Waterhouse, los cadáveres y los niños vampíricos habían desaparecido, en el suelo aún quedaban restos de sangre, pero sus cuerpos se habían esfumado, sacados de allí para una mano invisible.

-Oh, lo lamento- dijo Roxanne con una voz que no era la suya- desconocía ese detalle, Lady Waterhouse- y con una sonrisa añadió- temo no haber estado a la altura del guión.

Lady Waterhouse no podía creerlo, al completo estupor de los cambiantes acontecimientos se le añadía el increíble descubrimiento de que era la voz de Blackwood la que hablaba a través del cuerpo de Roxanne. Su mente parecía a punto de fragmentarse, la realidad se desmoronaba, fruto quizás de las impías artes de la Malkavian.

-Siento haber jugado contigo, niña mía, pero mi amor era auténtico- los ojos luteos de Roxanne se hundieron en Alice, arrastrándola a un sombrío país de las pesadillas- O, al menos, el amor de Roxanne lo fue durante largo tiempo, hasta que me conoció a mí.

Coppelius se desplegó en toda su majestad, con dos alas amarillas a su espalda formadas por los andrajos de su vestido, de sus cuencas vacías emergían estrellas moribundas y de su sonrisa el eco de la creación. Aquella voz, la voz de Blackwood, se hundió en sus mentes como un aguijón frío, en una lobotomía salvaje realizada desesperadamente. Las dos mujeres luchaban por aferrarse al escenario, tratando de evitar la caída infinita en la locura, la caída en la tierra de oz, donde la única salida era seguir el camino de baldosas amarillas.

[Galeorn]

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La pequeña Leah observó a la mujer que se alzaba delante suyo. Las carcajadas habían cesado, sin embargo el silencio era todavía más aterrador.

- He venido a matarte - Dijo la mujer mirándola desde arriba.

La niña se secó las lágrimas con el dorso de la mano. No conocía a aquella mujer, pero había algo en ella que le resultaba vagamente familiar.

- ¿Que le ha pasado a tu brazo? - preguntó señalando al muñón.

- Lo perdí. Me lo cortó mi hermano el mismo día que bebí la sangre del rey amarillo.

- ¿Es malo tu hermano?

Lady Leah la miró unos instantes pensativa

-No, creo que no. Pero me odia casi tanto como se odia a sí mismo.

El silencio volvió caer sobre ellas como una pesada manta. La niña Leah se abrazó las rodillas sin apartar sus ojos de aquella mujer. A pesar de la mutilación, le parecía muy hermosa. Tenía el mismo cabello rubio de mamá. Los mismos ojos azules.

- ¿Por qué quieres matarme? - Preguntó al fin - Yo no te he hecho nada.

- No quiero matarte - Dijo la mujer dando un paso al frente - pero tengo que hacerlo. No sobreviviré si sigo cargando contigo.

- Oh - exclamó la niña poniéndose en pie mientras las tinieblas se desmoronaban - creo que eso tendrá que esperar.

Lady Leah gimió de dolor cuando el cuchillo de Malkav penetró en su mente haciéndola estallar en pedazos de locura. Sin acabar de entender lo que estaba sucediendo, vio la voz del doctor Blackwood reflejada en uno de los fragmentos de realidad que detonaban a su alrededor.

- ¿Hermano? - Preguntó gritando al vacío - ¿Por qué me haces esto? He venido a hablar contigo. Tenemos que acabar con esta locura. Tenemos que volver a Carcosa. Tenemos que volver a encadenar al Rey amarillo.

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Pvig, entiendo que Blackwood nos está haciendo dementación. Por eso he puesto lo del cuchillo de Malkav. Si no es así, dímelo y lo cambio

[Ilitia]

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El escenario cambiante que rodeaba a Alice y a Leah parecía sacado de una obra de teatro de terror. Alice podía sentir la cálida humedad de la sangre de los cadáveres que le rodeaban, el olor metálico se entremezclaba con el olor de la muerte. Fue el sabor dulce lo que delató a Roxanne o quien quisiera que la estaba poseyendo. Reconoció entonces los hilos de la marioneta moviéndose por encima de sus cabezas.

El rojo fluído goteba antinaturalmente hacia el techo, el ambiente se hizo tan denso que Alice se sintió como si estuviese sumergida en agua, una fuerte sensación de asfixia le oprimía el pecho como si necesitase tomar aliento.

Trató de avanzar hacia Roxanne pero su cuerpo pesaba demasiado. Leah se encontraba en un estado de ensimismamiento demente, sus labios se movía pero no podía escucharla. -No es real, esto no es real, siempre sabe dulce, está en mi cabeza, Alice, vamos-La niña dejó de intentar luchar contra esa locura, sabía que no podía con ella. Dirigió la mirada directamente a los ojos de Roxanne tratando de captar su atención y le lanzó una sonrisa malvada.

- Recuerdo perfectamente quién soy, ¡yo soy Coppelius!

[Pagliacci]

Aquel ser andrajoso se esfumó, fundiéndose en la oscuridad con un sonido de sus alas harapientas batiendo el aire, deshaciéndose el hechizo que sometías sus mentes a su perturbadora presencia, pero el daño ya estaba hecho, Alice había abrazado el mal de su corazón, envolviéndose en él para enfrentarse al alienista. Alice sospechaba que Roxanne estaba muerta o, si estaba viva, hacía tiempo que había caído bajo el influjo del Rey Amarillo. Quizás aquello ya no importara, pues aquel demonio traería la condenación de todas las almas de la ciudad, sometiéndola a las oleadas de pesadillas que emergían de su mente antediluviana.

Cuando Waterhouse recobró el sentido de la realidad no vio a la dulce niña que le había acompañado durante todo aquel viaje, vio por primera vez en ella la Bestia a flor de piel y un deseo de venganza insaciable. Tampoco había sido plato de buen gusto que Blackwood o el ser que lo poseía hubiera jugado con el recuedo de su padre, como tampoco lo eran las docenas de cadáveres que había sembrado en el Smoke and mirrors. Humo y espejos, todo era mentira.

Lady Waterhouse contempló con su mirada fría y profesional la carnicería que le rodeaba. Sabía con seguridad donde encontrar al alienista, en su fortaleza, su refugio contra la locura, el manicomio donde, ahora estaba segura, había empezado todo. La cuestión era si ir o no de cara contra aquel ser o afrontar de una vez la impotencia de uno mismo como peón en un juego que llevaban librando criaturas tan antiguas como el tiempo.

[Ilitia]

https://youtu.be/pUZeSYsU0Uk Las harapientas alas de aquel demonio se batían con más fuerza de la esperada. El cabello apelmazado de Alice se removió cubriendo parte de su rostro, dándole un aspecto todavía más tenebroso, sus puños cerrados en tensión y su mirada eran muestra de la ira roja que recorría sus venas. La mente de Alice se resquebrajaba como si una fuerza externa estuviese ejerciendo una gran presión sobre su cráneo, casi sepodía escuchar el sonido de la ruptura.

Leah parecía haber recuperado el sentido de la relidad, se hallaba junto a ella aunque con la mente probablemente muy lejos de allí. Pasaron unos minutos hasta que ambas lograron a penas recomponerse.

- De alguna forma el destino nos ha unido, Leah. No podemos permitir que esta fuerza infernal arrase a todo lo que amamos. Ahora temo por nuestras vidas pero juroque haré todo lo posible para detener esto. Doy gracias por no tener que quedarme quieta mirando cómo nuestra ciudad se destruye.

Alice no supo descifrar la expresión de la cara de Leah, no quería que la viera como otro monstruo maligno, temía que huyera después de haberla visto así, pero al fin y al cabo, seguía con ella tras saber lo de sus hermanos. -Oh Leah, espero que no me odies ni me temas, quiero combatir esto tanto como tú, hacer justicia.

El corazón de Alice se ablandó ante la posible pérdida de nuevo de un ser querido, en este caso de Leah.

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EIN TRAUM

Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
Lo sabían los tres.
Él era el amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
Quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre le contestó: Si pecamos,
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
Ahora que se fueran los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme.

FIN DE LA ESCENA