Malefitia imperium: Regule lingue soffice in cielo

[Baudelaire]

Con el corazón a punto de estallar, casi como el disparo de un trabuquete que vuela directo a la almena mayor siendo observado por la guarnición, te lanzas a las plegarias mientras corres. Más y más callejuelas, más giros y engaños, hasta que iluminado ciertamente por la luz celestial te topas directamente con la muchedumbre que está frente al gremio de mercaderes haciendo una fila interminable desde la plaza con baldes llenos de agua.

Te incorporas rápidamente a una segunda cadena que se está organizando, el incendio poco a poco está siendo controlado. Cualquier evidencia de lo ocurrido en su interior hace algunas noches o acerca del paradero de Constance, definitivamente se ha perdido. Reconstruir cenizas es un talento que todavía nadie ha desarrollado, es lo que meditas mientras recibes un balde lleno y lo pasas hacia adelante… justo cuando llega otro vacío y lo pasas hacia atrás. La cooperación humana en su máxima expresión y, definitivamente, tiene un éxito rotundo. Apenas 20 minutos más tarde, todas las llamas han sido apagadas y el júbilo inunda las calles.

Lo que haya pasado en la taberna, probablemente deberás averiguarlo en otro momento. Por ahora, cargas con la muerte de tu amigo y el deber de seguir investigando esta horrible trama macabra que está asolando la ciudad… sin que las autoridades parezcan tomar en serio la situación.

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Ayer se cumplieron 2 meses del inicio de la explosión social en mi país, otra vez a la calle para seguir presionando porque la nueva constitución surja de una asamblea paritaria y con representación de pueblos originarios. De momento la UDI (nuestro equivalente de VOX) sigue haciendo berrinche y presionando al resto de partidos de derecha ha conseguido aprobar que la asamblea sería NO-paritaria, pero en el senado se ha reinstalado la moción y estará debatiéndose entre las fiestas y año nuevo.

No hay crisis, sino la oportunidad de levantar un Chile distinto. Así que agradezco tus buenos deseos de fin de año, estaremos celebrando un punto de inflexión y tomando un poco de aire (tal cual Piero) antes de continuar "celebrando" en la calle.

Finalmente, quizás podrías saludar a quién se nos ha unido e interpretará a Rafael.

[PeteryPan]

Cuando todo acaba una enorme desolación me invade, como si una criatura del Averno devorase cualquier rastro de ánimo y esperanza de mi ser. Observo con melancolía las volutas de humo que marcan el final de un incendio que hay quemado algo más que madera y piedra. Me queda claro que todo este asunto es mucho más profundo y peligroso, que en él interfieren fuerzas coordinadas y astutas, más allá de mi capacidad como un único individuo.

Decido volver a mi taller, con cautela, rezando porque nadie haya puesto en el punto de mira mi lugar de trabajo y vivienda. No tengo grandes esperanzas, pero la única opción que se me ocurre es avisar a la Orden, ponerla sobre aviso acerca de un asunto que me supera y que implica agentes de un nivel superior. La oscuridad que me envuelve me comienza a tragar, apagando una a una todas las luces que me alumbraban.

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Espero que por allí estés bien y no implique grandes costes humanos. Me alegro sí es para un cambio a mejor. Felices fiestas y feliz nuevo año, que ya se acerca

[Baudelaire]

Intentando mantener una actitud calma, mientras interiormente el mundo de tus emociones parece una tempestad cósmica, te diriges entre la multitud que ha contemplado la escena para escabullirte hacia el barrio religioso.

La calles anchas y adoquinadas contrastan visiblemente con el caos al que has sido expuesto hace unos instantes, la magnificencia de la catedral es levemente apocada por la sombra que proyectan algunas nubes. Te llama muchísimo la atención que ninguna persona esté circulando por la zona. Nadie ofreciendo indulgencias o arrastrándose de rodillas hacia algún pequeño santuario para pagar alguna ofrenda del santo de turno. Ninguna venta de reliquias de san Vito ni cánticos gregorianos. Un escalofrío te recorre, pero es lo único que parece cortar el silencio sepulcral.

Así, entre divagaciones y una tranquilidad terrorífica, te hallas frente al gris edificio del tribunal. El ominoso signo de la orden te confirma que estás en el lugar adecuado. Dudas por un momento si tomar la cuerda que pende de la campanilla para llamar, pero finalmente casi como un reflejo la agitas suavemente.

El dulce sonido del repicar parece coincidir con un cierto ralentizamiento de tu pulso cardíaco, aunque sigues sintiendo que tu sangre parece pedirle permiso a tus venas para moverse. Todavía hay una sensación de angustia cuándo la puerta se abre rechinando y repiqueteando profusamente. Un monaguillo descalzo, con la cara sucia y un crucifico en la mano te bendice. Sin decir palabra te hace un gesto para que puedas entrar a un pequeño refectorio.

Pone un trozo de pan y una jarra de vino junto a ti antes de desaparecer por una pequeña puerta lateral. Todo está en penumbras, apenas hay una pequeña lamparilla de aceite que tenuemente te permite notar que hay una leve capa de moho sobre la hogaza y una cierta bruma burbujeante en la superficie del líquido.

[PeteryPan]

El burbujeo interno de mis emociones no me distrae de la sensación opresiva que siento desde fuera, aunque quizás sea lo mismo y lo interno afecta a lo externo y a la inversa. Consciente de mi situación hago esfuerzos para no entrar en pánico, decidido como estoy a pedir ayuda a estancias mayores. Todo a mi alrededor pierde importancia, aunque no puedo eliminiar la sensación de alerta constante que me hace fijarme en todo detalle amenazador -o que parece aterradoramente amenazador- de mi alrededor. Llego casi a la carrera al lugar, sintiendo un profundo escalofrío por la ausencia de vida a mi alrededor. La propia sede de la Santa Orden emite un aura de austeridad, autocontrol y vigilancia que acongoja el alma. Una vez aquí me planteo si no hubiera sido mejor ir primero al taller como había pensado y escribir una misiva, explicando la situación sin enfrentarme a una narración en primera persona; pero eso habría implicado demasiado tiempo y tiempo es lo que no tengo.

El frío de la piedra me cala los huesos, como si solamente ver la piedra desnuda me hace sentir el frío que me atenaza los huesos. El recuerdo del fuego destructor ha desaparecido y la relajación física y de cansancio que comienzo a parecer permite que el Mal que me rodea me vaya penetrando. Sin pensármelo más, pues corro el riesgo de no hacerlo, toco la campana y su repicar me tranquiliza y espanta a partes iguales. El tiempo se estira eternamente hasta que la puerta, siniestramente, se abre y me deja cara a cara con un monaguillo de aspecto demacrado. Una imagen vale más que mil palabras, parece querer decir el aspecto desmarañado de aquel guardián de la puerta. Agacho la cabeza y pongo mi mano en el pecho al recibir la bendición, deseando que realmente entre en mi y aleje la fría maldad que me atenaza. Le sigo adentro, con una mezcla entre lo reconfortante y lo incómodo por la austeridad del lugar. Agradezco el alimento y lo cojo, intentando no roer la zona mohosa, aunque siento que el hambre me controla. La soledad vuelve a empequeñecerme y las dudas sobre mi decisión vuelven a emboscarme.

[Baudelaire]

A pesar de tus profundos deseos de evitar roer la zona mohosa, terminas por darle un leve mordisco sin querer. Una resina picante te hace arder apenas la lengua por un segundo, luego acercas tu nariz al vino casi por reflejo. Entonces, notas que el burbujeo se mete en tu nariz con el mismo toque de aguijoneo que el pan.

Involucrado en la contemplación de aquellos sabores y aromas inusuales para una merienda tan simple, apenas notas como la flama se agita un poco anunciando que el aceite está por agotarse en la lámpara. Pronto quedarás completamente oscura, vas pensando en levantarte cuándo escuchas dos pares de pasos.

Suenan como botas en lugar de humildes suelas de monaguillos o monjes. Deben ser de sacerdotes, finalmente tendrás la oportunidad de narrar lo que ha ocurrido a hombres de fe y corazón puro. Aquéllos se han enfrentado directamente a las fauces ardientes de las hordas infernales y han quemado a muchas brujas en la plaza pública. Aquéllos que…

La luz se apaga, los dos pares de pasos siguen de largo sin acercarse a la habitación. Por un momento piensas que ha sido tu imaginación, pero escuchas una puerta lejana que se abre rechinando, para luego cerrarse de golpe.

Una vela se acerca por el corredor, el silencio persiste hasta que una silueta llega. Es demasiado sigilo para una novicia, ¿qué hace una aprendiz de monja aquí?

Buen hombre, el padre Amarilio os tomará la confesión. Yo voy a proveeros de consuelto a vuestra alma, seguidme por favor.

¿Ignorando su voto de silencio te habla directamente? ¿qué está pasando aquí?

Te invaden nuevas dudas, mientras ella saca una segunda vela. La enciende acercándola a la primera y te la entrega.

Algo en su mirada es inusual, sus ojos parecen tener un ligero tono violáceo. Te quedas un minuto más para verificar, pero solamente son de un azul muy oscuro. Su hábito es blanco y notas que sus ojos parecen algo hinchados. Notas un tinte amoratado por unos segundos, como al recibir un golpe.

¿La han golpeado?

De momento, al mal tiempo darle prisa. La bendición del monaguillo parece haber hecho finalmente efecto, pues terminas por sentir una calidez en tu pecho que anuncia que los cielos han escuchado tus plegarias y te han cubierto de su gracia.

¿Os sentís bien, buen hombre?

Nunca te habías sentido tan bien, tan lleno de energía y vigor. Es como si de pronto tu cuerpo de niño inocente ha regresado, pero más grande y con más musculatura, sin los achaques de la mediana edad… ni de todos los magullones y heridas que has sufrido en estos pocos días.

Dejas el plato y la jarra para recibir la vela, dispuesto a hacerle saber al cura todos los detalles de tus infortunios y asegurarte que se tomen medidas inmediatas.

[PeteryPan]

El estómago me ruge al recibir aquel alimento y bebida, pese al estado y la calidad de dicho alimento. Intento no saborearlo, para evitarme un mal regusto. El tiempo pasa, granulado, como suspendido en un eterno momento, hasta que vuelvo a escuchar pasos que finalmente se alejan y todo vuelve a quedar en el mismo silencio estático. Golpes de puertas. Intranquilidad. Intento calmarme, respirando y rezando por dentro, invadido por la atmósfera humilde, áspera y sacra de aquel lugar, aunque el frío y la humedad me alfiletean la piel.

A punto de extinguirse la vela, y mi paciencia, llega una novicia en mi búsqueda, llama en mano, para guiarme. El largo rato de recogimiento me ha dado una tranquilidad y claridad mental que me hace percatarme de detalles inquietos. Algo en toda la situación y en aquella joven me perturban. No sé exactamente el qué, pero una sensación general me empuja a sospechar. ¿La habían golpeado? ¿Quién y porqué? Prefiero guardarme mis inquietudes, para no alarmar a nadie.

Justo ahora, la bendición previa del monaguillo me recorre los músculos, el pecho y la mente, potenciando aún más mi estado de clarificación mental. Me siento renovado, como si me hubieran quitado la mugre del alma, preparado para cualquier cosa. Recojo la vela que me ofrece y me levantó con ánimos, respondiendo con una sonrisa suave y un gesto con la cabeza. Es hora de movilizar algunas fuerzas...

[Baudelaire]

El monaguillo sigue su camino por el pasillo principal, mientras vas tras la novicia que da un giro por un laberinto capaz de evocarte las callejuelas torcidas del mercado. Incluso bajan y suben algunas escaleras, haciendo todavía más complejo mantener la orientación, definitivamente sientes que intenta hacerte perder el rumbo.

Un aroma de incienso suave cruza todo el recorrido, haciéndose poco a poco más intenso.

Soy María y como os he indicado, voy a aliviaros el alma. Por favor, ingresad a la habitación.

Es lo que escuchas, completamente de súbito. Empuja la puerta con la mano y al interior solamente hay una pequeña mesita y una camilla. Los vapores que emanan en volutas concéntricas desde un gran cesto resultan ser los que inundaban tus narices por el camino.

Nuevamente te parece ver un tono violáceo en sus ojos, que nuevamente regresan al azul oscuro. Sin embargo, aquel amoratamiento que habías observado en sus ojos ha desaparecido completamente. La sensación de paz persiste y la precariedad comienza a disiparse.

¿Y ahora qué viene? Es un procedimiento muy extraño, ¿quizás una ablución antes de la confesión? Lo usual es que tú mismo te laves, pero dado que estás en un refugio del tribunal quizás se trate de algo protocolar. Así y todo ¿por qué una novicia? Debería ser el monaguillo… estarás frente a ella en un momento y desprovisto de ropa. Lo único que puedes intuir es que se requiere mucha convicción para que la pobre niña deba contemplar tu cuerpo desnudo o de la tuya, para aceptar que dichas pruebas de beatitud serían adecuadas.

Si se trata de una señal divina es el momento de entrar y dejar tus dudas atrás. Aunque claro, simplemente podrías salir corriendo intentando recordar el camino hasta la puerta de acceso.

[PeteryPan]

La sensación de plenitud me recorre el cuerpo, envolviéndome como un caparazón divino que me inunda de optimismo y energía. Pero las laberínticas entrañas de aquel edificio van ahogando progresivamente aquella sensación sacral. Los pasillos, las escaleras, la oscuridad, aquella novicia... todo tiene una sensación opresiva, irregular, perturbadora. Sé que el Santo Ordo es experto en ese tipo de tácticas disuasivas e intimidatorias; pero aquéllo, en mi caso, parece innecesario. No pesa sobre mí sospecha alguna de herejía, ¿porqué todo aquel procedimiento? Y aquella novicia... Algo dentro de mí me previene sobre ella. No es regular que sea una novicia la que guíe el procedimiento de confesión con respecto a un hombre. Y los ojos...

La invitación a aquella habitación me suena... tentativa. Demasiado, para un santo miembro de aquella orden. Maldigo para mis adentros y; pese a la sensación agradable que, menguada, sigue recorriéndome; sospecho de todo aquello. No se me ocurre huir, pues es algo demasiado irregular pese a todo en general; pero sí que no va a seguir adelante con aquello acompañado por esa novicia.

- Hermana, le agradezco la compañía y la guía, pero ¿dónde está el encargado de escuchar mi confesión? Como comprenderá no me atrevería a ensuciar sus puros oídos con mis pecados.

Una media sonrisa acompaña mi engaño, mientras con mis ojos examino, alerta… todo lo que me rodea.

[Baudelaire]

La novicia sonríe amablemente y te aclara que ella nada tiene que ver con el sacramento de la confesión. Su presencia en este momento es simplemente, tal como te lo imaginabas, para proceder a la ablución. Lo que va justo antes de que el sacerdote te escuche.

Mis oídos han sido bendecidos con la imposibilidad de percibir cualquier sonido. Un brezo en llamas me detuvo justo cuándo un rayo cayó sobre un peñasco, el estruendo me dejó sorda antes de llegar al convento. Puedo comunicarme verbalmente, gracias a que la providencia me ha otorgado la gracia de leer vuestros labios.

Durante todo el relato de su encuentro y epifanía, sus ojos permanecen inmutables. Solamente azul profundo, como el firmamento. En ningún instante ha regresado el tono violáceo. La voz de la joven es siempre muy dulce y calmada, todavía sigues sin comprender cuál es la fuente de tu desconfianza. Salvo, claro, que te verá sin ropa.

[PeteryPan]

No entiendo qué tiene que ver que sea sorda con el blasfemo acto de que me verá desnudo, en un acto totalmente irregular en un lugar como aquél: la Santa Sede de la Inquisición. Un lugar casi más sacro y recto que la propia Santa Sede. Esta joven no parece irradiar en sí nada desconfiante, salvo el misterioso color de sus ojos, pero todo en conjunto me produce una sensación extraña. La sensación de alivio sigue calentando mi pecho, pero mi raciocinio sigue alerta. Huir sólo provocaría sospechas sobre mí. Por ello, insisto en que quiero que me atienda un hombre de Dios.

- Entiendo lo que dice hermana, pero prefiero que todo el ritual lo presencie un hombre de Dios, ya que es un modo de proceder con el que estoy más habituado. Y si no querría corromper vuestros oídos, menos vuestros hermosos ojos. Esperaré aquí sin molestia.