Interdicta plena: Morte'nte caligine

[Baudelaire]

Perséfone se ríe de buena gana. Si existía alguna duda, hace un momento, sobre su milagrosa recuperación... ahora, las carcajadas te lo confirman. Aunque, claro, ahora parece que su mente parece disvariar un poco. Pero ya está, va a vivir 100 años más y seguro será ella quien te habrá enterrado.

Ahora resulta que te has convertido en comediante. Faltaba más, deja que tu madre se entere... y ya verás. De momento quiero que comprendas que es un poco incómodo recordar demasiado, tengo memorias de mis 2 años dando mis primeros pasos. Tiempos inenarrables y que te serían sumamente incomprensible. Permíteme que termine un asunto más importante que tengo pendiente y luego vamos por lo de la crítica.

Se pone de pie con una agilidad sorprendente y camina parsimoniosamente hacia el exterior. Angelitno, el físico, levanta suavemente su mano al notar que intentas seguirla.

Si queremos probar que su cerebro está ileso, ya sabes lo que podría provocar la viruela en sus funciones intelectuales, será mejor que fuere con Alessandro... esa partida de ajedrez nos entregará los datos que necesitaremos, ¿que piensas, Anaís?

Claramente lo han conversado todo mientras te debatías con ese paseo al inframundo que te ha quemado y la visita de Orfeo. Por reflejo miras tu mano e, inevitablemente, terminas llamando la atención de tu primo que se acerca a observar de cerca.

[Leohan]

No hay otra cosa que el niño espere más, respondo, alegre al pensar cuanto se aliviará Alessandro del retorno de su más formidable oponente. Sin embargo, me pongo algo nerviosa al ver que el físico se ha fijado en mi mano, con la herida de la cual casi me había olvidado.

Es una quemadura extraña, digo antes de que me haga pregunta alguna. Sólo se me ocurre que pueda haber sucedido cuando calentaba el agua para llenar la tina, pero en ese momento no sentí nada en lo absoluto. De hecho, fue Alessandro, el niño, el primero que la notó.

Me encojo de hombros.

Sólo espero que la marca se vaya pronto, o tendré que acostumbrarme a usar guantes ¿Usted qué opina?

[Baudelaire]

Angelino la examina atentamente, se encoge de hombros y procede a limpiarla. Toma un trozo de gasa y lo hunde en al alcohol, al momento de tocar la herida... en lugar de sentir un terrible ardor, parece que te congela los huesos. Resistes el reflejo de quitar la mano, para evitar más preguntas.

¿Ningún dolor, Anaís? Es innecesario que te hagas la ruda, necesito información de lo que percibes. De otro modo, imposible hacer le tratamiento adecuado.

Se escucha una exclamación, Perséfone ha ganado una partida. Entra tu madre y te entrega el perfume, mira tu mano y observa como su primo va curándote. Un gritillo de Alessandro que se muestra desconsolado analizando la situación, para ofrecer tablas. Todo sigue parejo allá afuera.

Te aromatizas suavemente con tu mano sana, para terminar con la otra vendada.

Me parece que será suficiente. Por favor, desmantelen esta tienda y dejen que se ventile. He desinfectado todos los cuencos y recipientes. Me iré a dar un buen baño para cambiarme de ropa. Aprovecharé de revisar que tiene de especial el metal que te ha quemado, Anaís.

Afuera se escucha una nueva exclamación, ahora es Perséfone quien ofrece las tablas. Tu madre se pone manos a la obra, mientras el físico se dispone a salir.

[Leohan]

Por un momento contemplo la idea de ir a ver el duelo entre aquellos titanes del ajedrez. Sin embargo, tras escuchar las instrucciones del físico decido quedarme ayudando a mi madre a desmontar la tienda, tan bien como mi mano vendada con la anormal quemadura me lo permite.

Por un momento nos mantenemos en silencio, trabajando diligentemente, hasta que yo me doy cuenta de que tengo algo suyo.

Ah, Museo me ha dado ésto le digo, tomando su fino pañuelo que se me había entregado. Supe que lo habías entregado, pero parecería que la Providencia quiere que esta tela vuelva a tus manos.

Es conversación sencilla, pero llena espacios. La realidad es que me gustaría preguntarle: qué le ocurrió en el monasterio, cómo la han tratado y cómo llegó a recuperar su cordura. De la misma forma, estoy bastante segura de que ella desearía saber más acerca de los últimos días de mi padre. Pero ambas comprendemos que ése es el tipo de conversaciones que se deben tener en privado.

De todas formas, de momento simplemente quiero hablar con ella.

[Baudelaire]

Recibe el pañuelo y frunce el ceño visiblemente, sin hacer el más mínimo esfuerzo por ocultar su molestia.

Ese niño Museo, el hijo de la tal Caliope, le ha robado a su propia madre... ¡qué clase de chiquillo es! Se trataba de un regalo que le hice a esa mujer por los inconvenientes que le pude haber causado.

¿Y qué estabas esperando para regañarlo e indicarle que nunca hubo debido tomar algo que no era de su propiedad y le ordenaste que lo devolviera?


Finalmente, allí está tu querida mamá. Dándote un sermón sobre el latrocinio y como has hecho para fomentarlo, pues tenías que hacer algo diferente... ¡nobleza obliga!

Por un momento te alegras, de tenerla así de enojada. Aunque recuerdas lo cariñosa y cercana que ha estado, comenzando a extrañar esa faceta suya.

Entonces, pronto será el funeral de tu padre, mi amado Alessandro y me aseguraré que tú misma le habrás explicado que se equivocó. En se momento, él deberá pedirle disculpas a su madre y entregarle el pañuelo... ¿está claro, hija?

Lo peor de todo es que, en cierta forma, tiene razón. Salvo por el detalle de exculparte sutilmente por tu inacción. También deberías recibir una reprimenda... ¿ahora echas de menos cuándo lo hacia más seguido?

Invadida por la nostalgia, y sin darte cuenta, ya han terminado de desmontar todo. Afuera, un enorme círculo está reunido entorno a una larguísima partida que termina nuevamente en tablas.

¡Vaya! Sigue todo equilibrado, Anaís... ¿cómo va el marcador? Me parece que he perdido la cuenta.

[Leohan]

Es cierto: ¿por qué Museo tendría el pañuelo, si había sido Calíope quien lo recibió? En su momento lo mismo me sorprendió mucho y mi mente se enfocó mucho más en por qué mi madre habría hecho el regalo en primer lugar, así que no se me ocurrió preguntar. Él mismo admitió que no debería haberlo tomado, por lo que quizás no hacía falta regañarle... Pero aún no explica sus motivaciones: ¿quizás ha sido su forma de darme las noticias acerca de que mi madre se encontraba mejor? Después de todo fue justamente éso lo que me hubo inspirado ir al monasterio, y allí me enteré que ella estaría en Padua para el cumpleaños de la anciana.

Mis divagaciones se interrumpen por la pregunta y me pongo a pensar.

Ayer habían empatado luego de doce partidas, y no habían habido otros resultados, ¿cierto? Hoy, en cambio, Perséfone ha ganado una y han empatado dos, a menos que me haya perdido de algo. Entonces creo que el tablero está 8 a 7 en favor de Perséfone, con dos tablas más sería su victoria.

Le sonrío a Alessandro.

Y tú pensando que tendrías que ir a la India para encontrar a alguien que pueda desafiarte, Lessi.

[Baudelaire]

Si quitarte los ojos de encima, sigue jugando con una secuencia avasalladora.

¡Nadie me desafía, en realidad, signora Anaís! Es todo contra mí mismo, soportar el rigor y mantener la compostura.

Perséfone es incapaz de refutarla, un silencio sepulcral llena el ambiente. No la ha matado la peste, pero acaba de recibir un jaque mate del niño. Las piezas vuelven a sus lugares, los colores han sido cambiados y con el marcador nuevamente igualado, la anciana resucita con una agresividad que te hace temer por el mismísimo ejército del doxe.

En 14 jugadas Alessandro está acorralado y, honorablemente se rinde. El resultado final es 9 a 8, para la matriarca. El niño extiende la mano de su gran rival y ella se la estrecha con una sonrisa.

¿A quién quieres engañar, pequeñajo? Esta última partida ha sido una burla, nunca jugarías de ese modo. Has querido dejarme ganar sin que lo parezca. Muy astuto de tu parte, pero te aviso que estaré de visita en tu hogar para tu próximo cumpleaños. Me aseguraré de estar viva para ese momento y ahora sí que te destrozaré sin miramientos.

La centenaria mujer casi se abalanza sobre tu primo, pero alcanzas a sacarlo a tiempo. Es terrible, pero se nota que Perséfone tiene razón. Un gesto de tu madre te lo confirma. Alessandro ha jugado manteniendo una elaborada puesta en escena, comiendo ciertos errores sutiles en momentos oportunos, de modo que el equilibro persista hasta el momento en que lo has distraído. Esa cadena de sacrificios convertida en victoria lo demuestra, podría haber derrotado a la anciana fácilmente 9 a 0, pero ha preferido inventar todo un libreto de comedia de equivocaciones.

No, este... emmm, ¿qué yo cómo? ¿cuánto? ¿dejarme perder?

Todo el mundo se retira, quedan las dos Perséfones, Alessandro y tú. Ha sido un elaborado fraude, pero seguramente el niño ya ha aprendido su lección: ¿en qué estaba pensando? ¡Nadie posee más astucia que la matriarca!

Angelino el físico, ya bañado y con ropa limpia se acerca entre la multitud ya dispersada.

¿Me he perdido de algo, damas? ¡Ah, ya veo! El resultado final es a favor de la señora Perséfone. Mi diagnóstico es correcto, ya se ha recuperado.

La matriarca está a punto de hacer lo mismo que con Alessandro, pero nuevamente tus reflejos llegan a tiempo.

¡Qué la mujer no está para bromas!

[Leohan]

Me quedo boquiabierta ¿en serio se ha dejado perder? Sabía que Alessandro era un jugador increíble, pero que fuera tan superior a la mismísima Perséfone parece algo imposible. La anciana para nada parece contenta, y no es para menos ¿Cómo pretendía Lessi salirse con la suya y engañarla de tal forma? Sin embargo ¿significaría que no estaba siendo genuino, al lamentarse por la condición de la anciana?

Logro apartar al médico con rapidez, pero luego me alejo rápidamente, buscando una distancia cómoda con el hombre.

Ciertamente todos parecerían estar ya recuperados e incluso con energía, le digo, mientras miro de reojo a los jugadores. Nuevamente agradecemos sus conocimientos y su valor para enfrentarse a esta plaga. Lo pienso un momento y luego agrego: No sé si ya le han pagado por sus servicios.

[Baudelaire]

La matriarca abre su bolso y pone un saco con dinero en las manos de Angelino. Su oído es agudísimo, te ha escuchado claramente... por supuesto, ella es quién ha pagado por los servicios. A vuelo de pájaro, debe haber el equivalente a un año de honorarios del buen físico.

Éste se queda turulato por tamaño pago y notas que podría intentar devolverlo, pero lo detienes con una mirada. Con una sonrisa hacia Perséfone le agradece.

Pues, sí... supongo que es el monto correcto por lo que he realizado aquí. Aunque el aprendizaje que he recibido supera con creces a cualquier suma de ducados. Solamente me faltaría algo más antes de irme, para alcanzar el pleno regocijo de esta larga jornada.

Se gira hacia Alessandro, le mira a los ojos y luego al tablero. Por supuesto, la partida dura apenas unos minutos.. pero Angelino se despide refulgente de tamaña paliza. Sin embargo, humillado y todo, ha cumplido el propósito de jugar con el niño genio.

Muy bien, hija. Es nuestro turno.

La matriarca se aleja con rumbo a la cocina y los guardias llevan al niño de paseo. Parece que es la hora de esa conversación pendiente. Las piezas ya acomodadas y comienza el desafío...

[Leohan]

Por un momento me pongo nerviosa. Ya conozco lo buena que es mi madre, y luego de mi humillante derrota contra Lessi, ayer… no me siento particularmente confiada ¿Cómo podría esperar ganarle?

Sin embargo me siento. Mi madre se ha andado con evasivas ya desde hace tiempo, cuando intentaba hablar con ella, y hay varios temas importantes que no han sido mencionados. Ahora lo entiendo: no es que ocultase nada, solamente quería esperar a un mejor momento. Un momento discreto sin preocupaciones inmediatas.

Al principio me dirijo al asiento del lado de las rojas, pero me detengo justo antes de sentarme. Normalmente, si tengo la elección, prefiero jugar las verdes… jugar primero, como hice con Lessi. Pero, en esta ocasión, coloco me coloco del otro lado. Me intriga ver cómo empezará la partida y, similarmente, quiero saber si ella estará dispuesta en ser la primera en hablar de aquellas cosas tan importantes que no fueron mencionadas.