L'enquête vers l'Art Sacré: la voix du divine dans le cœur

[Baudelaire]

Sigues con las papas y el resto del acompañamiento. Todo es sabroso y nutritivo, tanto para el cuerpo como para el alma. Exactamente según lo había anunciado el anciano abad. Tus sentidos parecen aumentados, cada vibración en la mesa, cada punto de temperatura elevado, cada textura crujiente o cremosa, cada golpe de sabor… todo es más estimulante.

El espíritu santo está en estos alimentos, definitivamente tu plegaria poco ortodoxa ha consagrado este almuerzo. Es tu humildad y tu fe la que te han dado la sabiduría nueva de la aventura matutina que concluye con esta deliciosa comida exultan. Celosamente continuaste, a pesar de las dificultades y pensando que has llegado a tu recompensa, descubres que nuevamente te has equivocado.

Raymond, tan pronto habrás terminado con el retiro de los platos y la limpieza del comedor, te necesitaré en mi despacho. Es hora de entregarte un obsequio dado todo lo que has hecho por este monasterio y por la diligencia que siempre has mostrado. Habiendo jamás insinuado una expresión de fastidio en tu rostro y con suprema obediencia en cada ocasión.

[Occam]

La comida hace efecto en mí como un estimulante natural. He sentido la ligereza del paladar y el abrumador olor de la divinidad a través de ella. Me regocijo de un día como éste, donde he hecho una de las cosas más fructíferas de toda mi vida. Por lo tanto, termino de comer sin decir mucho, en silencio. Y con ánimos renovados por la bendita comida que llegó a nuestra mesa, sonrío, satisfecho. Aunque claro, el plan de Dios es perfecto y único, el día todavía no ha terminado.

—Sí maître Julien, como lo ordeneis, estaré en vuestro despacho una vez habré terminado con mis labores. —digo con un poco de ansiedad, quiero saber cuál es el obsequio que el abad tiene preparado para mi. Este día no hace sino mejorar cada vez más. Despido a Julien y me aboco nuevamente a completar aquellas tareas que tengo que cumplir.

Empiezo por recoger cada plato, uno por uno y con una velocidad moderada para no propiciar algún desastre. Mientras pasa el tiempo veo que las mesas están quedando vacías y solamente la suciedad de ciertas sobras de comida se asoma en su superficie. Dejo los platos concienzudamente en la cocina y tomo un trapo para limpiar el comedor. Aquí sí me tomo el descaro de apurar la labor todo lo posible para ver al abad en su despacho cuanto antes.

[Baudelaire]

El hermano Gregoire entra a la cocina, te toca el hombro y te anuncia que el abad tiene prisa.

Vais-y, je terminerai de faire la vaisselle qui reste et l'en rangerai après de l'avoir séché.

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Vete hacia allá, terminaré de lavar la vajilla que queda y la guardaré después de haberla secado.

Te quitas el delantal, se lo entregas y te lanzas a la carrera a través del patio interior, esquivando la fuente de agua. En ella notas que hay una paloma con plumaje ligeramente amarillento que está tomando un baño. Deteniéndote en seco, retrocedes unos pasos para observarla. En el reflejo notas que tu rostros está sucio, lo limpias cuidadosamente para evitar espantarla. Le agradeces a la providencia este pequeño encuentro que te ha permitido llegar con la cara limpia a la reunión con el abad.

Tomas por el largo pasillo que se adentra en el sector sur y giras a la izquierda frente a la imagen de la virgen María. Por un instante parece que te sonríe, giras la cabeza y notas que una sola lágrima de sangre pálida cae por su mejilla. Das un par de pestañazos y frotas tus ojos para volver a mirar. Es cierto, un milagro, la madre de Jesús está llorando.

Sigues avanzando para aprovechar de darle a maître Julien la buena nueva, evitando así hacerle seguir esperando innecesariamente. La puerta de su despacho está abierta, al escucharte levanta la vista y te invita a entrar.

Cierras la puerta tras de ti y te invita a sentarte frente a su escritorio, en un pequeño taburete que parece diseñado para una persona más pequeña que tú. Sin chistar, pero algo sorprendido, te acomodas mirando otras sillas.

Je t'ai attendu pour très longtemps, Raymond. Non, pas seulement à la fin de tes tâches dans la salle à manger et la cuisine. Mais que dès ton arrivée au monastère, j'avais noté que la providence poussa sa main sur toi. Aujourd'hui tu as vaincu un démon, réalisant un exorcisme… et cela ne m'étonne rien, le pouvoir de Jesu a descendu sur ton âme. Tu as été choisi par lui et ainsi ton destin semble de acquérir un brille divin.

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Te he esperado por muchísimo tiempo, Raymond. No, es más que al término de tus tareas en el comedor y la cocina. Sino que desde tu llegada al monasterio, había notado que la providencia puso tu mano sobre ti. El día de hoy, has vencido un demonio, llevando a cabo un exorcismo… y aquéllo en nada me sorprende, el poder de Jesús a descendido sobre tu alma. Has sido escogido por el y así tu destino parece adquirir un brillo divino.

Hace una pequeña pausa, busca en un cajón y te entrega un pequeño libro. Extiendes el brazo para recibirlo y lees el nombre: "Destilación de esencias florales".

Sé que te apasionan los aromas, que tu bendita nariz posee una milagrosa percepción. Así fue que descubriste la muy sutil emanación de la roca maldita. También estoy al tanto de tus incursiones a la biblioteca para tomar prestados libros sobre perfumería. Dejaste de encontrarlos, porque me di cuenta de tu curiosidad. Lo cuál es muy bueno, pero se trata de un arma de doble filo. Mucha curiosidad podría hacerte caer al abismo, porque terminas distraído de lo que te rodea al concentrarte en una sola cosa… ¿verdad?

Asientes casi por reflejo, sabes que tiene razón… ¡en todo! Imposible apagar tu olfato y, menos, tu curiosidad incontenible. Has aprendido, en la aventura matutina, ha utilizar tus dones… en lugar de permitir que ellos te dominen.

Te iré proveyendo de nueva lectura para que puedas aprender el oficio. Me contactaré con mi primo Philippe de Satin, secretario del gremio de perfumistas de París. Con tus talentos y mi recomendación, seguro enviará a alguien para conocerte en un par de días. Seguramente te solicitará una demostración y, me imagino, que tras quedar encantado te ofrecerá una oportunidad para ser aprendiz. Por supuesto, todo dependerá de tu aprobación. Cuéntame si estás de acuerdo, porque deberás seguir con tus labores habituales mientras te preparas.

[Occam]

El anuncio del hermano Gregoire fue suficiente para desatender todo lo que estaba haciendo y poniéndole rumbo a mi destino dirigiéndome hasta el despacho del abad. El corazón me da tumbos con cada paso que doy y la incertidumbre me invade por la necesidad de saber que pasará. Múltiples mensajes celestiales en mi camino me lo dicen, hoy es un día excepcional. La Virgen María llorando es suficiente para fortalecer la inmensa fe de un hombre… basta con decir que yo soy un niño.

Dentro del despacho de maître Julien sólo puedo escucharle. Cada cosa que profiere su boca es exacta. Me asombra saber con qué facilidad el abad sabe de todos mis movimientos en el monasterio. Aquéllo, sólo me da a entender que una infinita providencia está auspiciando su vida, y por ende, la mía también. Asiento y asiento. Luego cojo el libro entre mis manos y mis ojos se iluminan de felicidad. Las palabras de Julien me dan esperanza y me otorgan un nuevo sentido por el cual luchar.

—Oh, maître Julien, ¡claro que sí! —digo sin poder contener la emoción. Todo lo que había deseado en la vida estaba a punto de lograrse, sólo tenía que velar por ello.— Es imposible negarme a vuestra proposición… Sabéis con creces mi profundo amor a los aromas, ¡y cuánto deseo destilar los más exquisitos aromas del mundo! —no puedo aguantar una sonrisa. Me siento ligero y lleno de gratitud.— Je vous remercie beaucoup.

[Baudelaire]

Muy bien, Raymond. Si hay algo más que desees informarme antes de retirarte para continuar con tus tareas habituales en el monasterio, es el momento.

Estando ensimismado en percibir la textura y los aromas del encuadernado del libro, te saca de tu trance la oportunidad que te da el buen abad de relatarte los pequeños eventos que te han ocurrido de camino a su despacho.

Piensas que, en realidad, maître Julien sabe exactamente lo de la fuente y lo de la imagen. Pero, como es habitual, simplemente sería mejor relatar lo que te ha acontecido. Lo cuál, te quitará algo de tiempo para terminar lo que tienes pendiente y retrasará tu encuentro con lo que el maravilloso tesoro que tienes en las manos se abrirá para potenciar tus aprendizajes.

Una solitaria abeja vuela al interior del despacho para posarse suavemente sobre tu nariz.

[Occam]

Salgo de mi ensimismamiento rápidamente y mi atención se centra en rememorar los sucesos que acontecieron hace pocos minutos. Una abeja se posa sobre lo nariz y con mucho cuidado intento utilizar el libro para sacármela. Después, comienzo a relatora los hechos con una profunda fe.

—De camino aquí me topé con una paloma en la fuente del patio interior, de plumaje amarillento, diría que casi dorado, brillaba con el sol. Gracias a ella, me di cuenta que tenía el rostro sucio y logré lavarmelo con rapidez allí mismo —digo en primera instancia para luego proseguir con lo demás—: Después, más adelante me encontré con la imagen de la virgen María postrada en el pasillo del sector sur, sorprendentemente… Lloraba sangre pálida, era una lágrima. Un milagro. —concluyo para observar la reacción de maître Julien.

[Baudelaire]

La abeja revolotea para posarse sobre el libro y parece girarse hacia ti para observarte. Deja de aletear y parece escucharte, así que colocas el libro nuevamente sobre el escritorio para explicar los acontecimientos.

Así que además de hacer exorcismos, tienes encuentros con el espíritu santo y contemplas una manifestación del poder celestial. Solamente faltaría que empieces a sangrar de las palmas, Raymond. Si realmente estás bendito, probablemente tus perfumes inspirarán a muchas personas para recuperar la fe que tanto languidece en esta época aciaga. Ve pues, con el señor, tienes mucho más por hacer. Confío en que cumplirás con todo. Que el buen Jesús te guíe.

Te hace la señal de la cruz y te invita a recoger el libro. Para cuando lo vuelves a tomar, la abeja revolotea nuevamente para reposarse en tu nariz. Parece que tienes una nueva amiga que sabe que estás lleno de polen tras haber pasado por el jardín.

[Occam]

Las palabras de maître Julien me llenan de confianza. Nunca antes había sentido la vida tan receptiva conmigo mismo como lo es ahora, aunque claramente no caeré en la arrogancia. Estar en presencia de las cosas que yo he visto y salir ileso son suficientes para rebozar el ego de cualquiera; pero yo no soy cualquiera, e iré derecho a las andadas de Dios misericordioso sin un ápice de malcriadez.

Cojo el libro nuevamente y le dedico un asentimiento a Julien para luego irme de su despacho. Tengo unas ganas inmensas de leer el contenido del ansiado libro, de oler sus páginas y extraer todo el conocimiento posible. Dejo que la abeja siga su curso, mientras no me moleste.

[Baudelaire]

Tu abeja amiga, en lugar de quedarse en el jardín con sus compañeras que revolotean entre las flores, decide acompañarte hasta la cocina. Allí, Gregoire ha terminado de guardar la vajilla y los utensilios. Lo relevas para continuar con tus tareas de limpieza. Fregado de pisos y enjabonado de superficies, para dejar todo en orden para quiénes tendrán el turno de preparar la cena. Mientras tomas el escobillón, notas que tu compañera zumba alegremente, abres la puerta de las bodegas para sacar el polvo y ella se posa en el pomo.

Parece analizar todo lo que se guarda en ellas y evitar terminar cubierta por todo lo que se levanta durante el proceso. Terminas en un santiamén y antes de tomar el pomo, nuevamente la tienes en la nariz. Cierras la puerta y revolotea hasta posarse sobre el libro. Tienes entonces la clara epifanía de abrirlo y zambullirte en el conocimiento que contiene sobre: flores. Miras a tu abeja amiga y, sin duda, es como si ya sabe que tendrás algo para ella: lo que sobre de tu colecta.

Al salir nuevamente al jardín, escuchas 3 campanadas. Has sido muy veloz, tienes el resto de la tarde libre hasta la cena y la misa de vísperas. Lo que te queda es ponerte de cabeza a estudiar, pero claro… el libro se te ha quedado dentro. Vuelves a tomarlo y tu compañera vuelve a seguirte revoloteando alegremente a tu lado.

Quizás se el momento de hacerla tu mascota y bautizarla. Además, si alguien sabe de flores… es una abeja.

[Occam]

Mi extrañeza no ha mermado. Todavía tengo a la abeja en mi nariz y la dejo allí mientras no me moleste. Con el tiempo y viendo que no me ha picado, le cojo cierto cariño, parece una mascota. Me persigue en todas mis labores y yo me encuentro agradecido con ella por otorgarme compañía en estos momentos. Solamente sale de mi nariz para posarse en el libro que me regaló el abad y de inmediato lo asocio con una inteligencia instintiva en ella. Es un animal extraño, sí, pero es bueno.

Al tener toda la tarde libre salgo al jardín. El libro recopila mucha información acerca de flores y demás, por lo que es conveniente estar cerca de un ambiente como éste para aprender rápido. Abro la primera página del libro y me sumerjo a explorar un mundo que ya conocía, pero que ahora se ha vuelto vital para mí. Mis fosas nasales se expanden para tratar de capturar los aromas florales más exquisitos y sonrío, ya tengo un nombre para la abeja: Flor.