#45
Mensaje
por Baudelaire » 07 Ene 2020, 14:18
A pesar de tus profundos deseos de evitar roer la zona mohosa, terminas por darle un leve mordisco sin querer. Una resina picante te hace arder apenas la lengua por un segundo, luego acercas tu nariz al vino casi por reflejo. Entonces, notas que el burbujeo se mete en tu nariz con el mismo toque de aguijoneo que el pan.
Involucrado en la contemplación de aquellos sabores y aromas inusuales para una merienda tan simple, apenas notas como la flama se agita un poco anunciando que el aceite está por agotarse en la lámpara. Pronto quedarás completamente oscura, vas pensando en levantarte cuándo escuchas dos pares de pasos.
Suenan como botas en lugar de humildes suelas de monaguillos o monjes. Deben ser de sacerdotes, finalmente tendrás la oportunidad de narrar lo que ha ocurrido a hombres de fe y corazón puro. Aquéllos se han enfrentado directamente a las fauces ardientes de las hordas infernales y han quemado a muchas brujas en la plaza pública. Aquéllos que…
La luz se apaga, los dos pares de pasos siguen de largo sin acercarse a la habitación. Por un momento piensas que ha sido tu imaginación, pero escuchas una puerta lejana que se abre rechinando, para luego cerrarse de golpe.
Una vela se acerca por el corredor, el silencio persiste hasta que una silueta llega. Es demasiado sigilo para una novicia, ¿qué hace una aprendiz de monja aquí?
Buen hombre, el padre Amarilio os tomará la confesión. Yo voy a proveeros de consuelto a vuestra alma, seguidme por favor.
¿Ignorando su voto de silencio te habla directamente? ¿qué está pasando aquí?
Te invaden nuevas dudas, mientras ella saca una segunda vela. La enciende acercándola a la primera y te la entrega.
Algo en su mirada es inusual, sus ojos parecen tener un ligero tono violáceo. Te quedas un minuto más para verificar, pero solamente son de un azul muy oscuro. Su hábito es blanco y notas que sus ojos parecen algo hinchados. Notas un tinte amoratado por unos segundos, como al recibir un golpe.
¿La han golpeado?
De momento, al mal tiempo darle prisa. La bendición del monaguillo parece haber hecho finalmente efecto, pues terminas por sentir una calidez en tu pecho que anuncia que los cielos han escuchado tus plegarias y te han cubierto de su gracia.
¿Os sentís bien, buen hombre?
Nunca te habías sentido tan bien, tan lleno de energía y vigor. Es como si de pronto tu cuerpo de niño inocente ha regresado, pero más grande y con más musculatura, sin los achaques de la mediana edad… ni de todos los magullones y heridas que has sufrido en estos pocos días.
Dejas el plato y la jarra para recibir la vela, dispuesto a hacerle saber al cura todos los detalles de tus infortunios y asegurarte que se tomen medidas inmediatas.