
Tu padre intenta esbozar una sonrisa, pero tu madre lo mira de reojo y luego fija su atención en ti para preguntarte.
¿Y en algún momento Jesús deshonró a José o a María? Me parece que nunca, a menos que quieras comentarnos más acerca de la providencia, Anaís. Probablemente Orfeo era un hombre de fe, pero poco veo de aquéllo en ti. Ya es un muertaño, es cierto. Pero ¿acaso guardarás luto por la eternidad? En ningún caso estás haciéndote más joven y la familia debe extenderse.
La severidad de sus palabras enfatiza algo que es cierto, pero que por supuesto eres demasiado testaruda para reconocer. Aún cuándo tu amado entre por aquella puerta con tu delantal ensangrentado y el asa que usaste como ganzúa… nadie lo comprenderá. Te tratarán de bruja y te quemarán en San Marcos junto a Orfeo.
Entonces, recuerdas tu cita del mediodía. Con el nieto del burgomaestre de Padua. Un tal Giacomo di Ponti, famoso por su calidad como sastre. Tu familia espera que te provea de un nuevo vestido ¡de novia! y de la descendencia que con ello vendría. Ademas de los nuevos lazos que aumentarán la riqueza Perugi, que ya se ha unido a los Médici. Y, si lo piensas bien, también a los Polo.
Ahora sí esbozas una sonrisa con aquel pensamiento, pero se escucha un grito en la cocina. Algo se está quemando y, para cuándo logran salir al patio, observas que es una hoguera incontenible. Varios mercenarios al servicio de tu tío cargan enormes baldes tratando de contener el fuego. Todo es inútil, tres sirvientas estaban dentro que ahora son cadáveres chamuscados.
Rápidamente, el resto del personal comienza simplemente a barrer las cenizas tan pronto se acaba el combustible. Tu madre te toma del brazo y se van rápidamente. Tu padre les sigue y tu tío dicta una carta a un mensajero. Alcanzas a escuchar que es para el gremio de constructores, lo que importa es reconstruir el edificio. Nada importan las familias de las mujeres que prepararon el dulce desayuno.
Solamente tienes un sabor amargo en la boca, de rabia y decepción. Hipocresía, burda hipocresía. Apariencias por sobre las acciones. Qué más podrías desear ahora, ya sabes lo que viene. Callar y prepararte para la cita. La góndola ya va en camino a la mansión Perugi y la nariz de tu padre ha comenzado a sangrar de nuevo.