[Trama] Concordia (Local)
Moderador: Darkhuwin
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William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas
Re: [Trama] Concordia (Local)
- Disculpadme hermanos... – asintió Duffy, en dirección a David y Ness, queriéndoles decir que durante unos minutos debía atender a la llamada que su anfitriona le hacía; quien, para su sorpresa, parecía contar con el dudoso don del oportunismo. No le agradaba demasiado la idea de no estar presente cuando Ágathe y Andrea llegasen al local teniendo a Bellemare en pleno frenesí de estupidez por allí. Bill le dejó actuar como se deja actuar a ese amigo borracho con el que se está de fiesta y se arrastra por el local dando tumbos, sudando a chorros e intentado buscar gresca, cuando lo que en realidad provoca es la condescendencia por tener que sufrir su ridículo comportamiento. El típico caso de vergüenza ajena que acaba con un “déjale, él es así” acompañado de una sonrisa de circunstancias. Pierre Bellemare era así.
Con tres salvedades, que no se podía cuestionar hasta la fecha su implicación y utilidad en el grupo que todos formaban como sabbats. Que a la hora de repartir puñetazos,bueno...era un cabrón que podía permitirse aquella actitud. Y, por último y más importante: Bellemare podía ser su hermano en la Espada, pero no era su amigo. Así que, Pierre Bellemore podía ser así o como le saliese de las narices, pero Bill no tenía ánimo, tiempo ni papel ninguno firmado en el cuál se viese obligado a aguantarle.
Así que, se limitó a seguir con la mirada a aquel estruendoso manojo de nervios hasta la entrada. Y, entonces, Los Bibliotecarios entraron en el “Zarpas y Cuchillos”.
Duffy contuvo un gesto de sorpresa, no cuando sus ojos contemplaron a su Ductus, Beatrice L´Angou, sino al descubrir que uno de sus acompañantes era Christanius Lionel. El Ductus de Las Cinco Puntas mantuvo su atención sobre el nosferatu mientras Béatrice y Pierre se saludaban, solo los segundos necesarios y adecuados para no hacer esperar a Cotonbouché.
Cuando sus miradas se encontraron le saludó llevándose la mano al ala del sombrero, acompañando el gesto con una discreta y sincera media sonrisa. No sabía cómo L´Angou le había convencido para asistir esa noche hasta lo que sin duda el “bicho” consideraría un pozo lleno por las negras aguas de la ignorancia; un agujero que lejos estaba de suponer para él una noche para tratar entre iguales.
Aunque, al fin y al cabo, pensó, no le era ajena la buena relación y los roles que los dos Bibliotecarios mantenían desde hacia, quizá, demasiado tiempo. Fuese como fuese, no dejaba de tratarse de una vieja cara conocida, incluso podría decir que “amiga”, y Duffy agradeció ver allí al nosferatu, sopesando la conveniencia de verse con él alguna de las próximas noches.
- Os sigo, Sacerdotisa... - le dijo a la cainita de los Relojeros, con los rescoldos de sus últimos pensamientos aún en la mente mientras, esperando que las Puntas no tardasen en ser cinco allí, extendía una mano para que la serpiente de la luz abriese el camino. Dispuesto a aceptar, tal vez, una nueva bronca de la, ahora, protocolaria Cotonbou...Coton.
Con tres salvedades, que no se podía cuestionar hasta la fecha su implicación y utilidad en el grupo que todos formaban como sabbats. Que a la hora de repartir puñetazos,bueno...era un cabrón que podía permitirse aquella actitud. Y, por último y más importante: Bellemare podía ser su hermano en la Espada, pero no era su amigo. Así que, Pierre Bellemore podía ser así o como le saliese de las narices, pero Bill no tenía ánimo, tiempo ni papel ninguno firmado en el cuál se viese obligado a aguantarle.
Así que, se limitó a seguir con la mirada a aquel estruendoso manojo de nervios hasta la entrada. Y, entonces, Los Bibliotecarios entraron en el “Zarpas y Cuchillos”.
Duffy contuvo un gesto de sorpresa, no cuando sus ojos contemplaron a su Ductus, Beatrice L´Angou, sino al descubrir que uno de sus acompañantes era Christanius Lionel. El Ductus de Las Cinco Puntas mantuvo su atención sobre el nosferatu mientras Béatrice y Pierre se saludaban, solo los segundos necesarios y adecuados para no hacer esperar a Cotonbouché.
Cuando sus miradas se encontraron le saludó llevándose la mano al ala del sombrero, acompañando el gesto con una discreta y sincera media sonrisa. No sabía cómo L´Angou le había convencido para asistir esa noche hasta lo que sin duda el “bicho” consideraría un pozo lleno por las negras aguas de la ignorancia; un agujero que lejos estaba de suponer para él una noche para tratar entre iguales.
Aunque, al fin y al cabo, pensó, no le era ajena la buena relación y los roles que los dos Bibliotecarios mantenían desde hacia, quizá, demasiado tiempo. Fuese como fuese, no dejaba de tratarse de una vieja cara conocida, incluso podría decir que “amiga”, y Duffy agradeció ver allí al nosferatu, sopesando la conveniencia de verse con él alguna de las próximas noches.
- Os sigo, Sacerdotisa... - le dijo a la cainita de los Relojeros, con los rescoldos de sus últimos pensamientos aún en la mente mientras, esperando que las Puntas no tardasen en ser cinco allí, extendía una mano para que la serpiente de la luz abriese el camino. Dispuesto a aceptar, tal vez, una nueva bronca de la, ahora, protocolaria Cotonbou...Coton.
- PeteryPan
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Re: [Trama] Concordia (Local)
Pulsó el botón de colgar y con un elegante movimiento colocó el teléfono móvil en el interior de su americana. No era muy amante de las tecnologías, pero reconocía su valor. Aunque carecían de Belleza. Revisó las instrucciones que le habia dado a Adam, su peculiar mayordomo. Todo había quedado en orden en el refugio de la Cofradía y colocando a su apreciado ayudante vigilando el lugar se iba mucho más tranquilo a la reunión de la noche, acompañado por la silenciosa, pero siempre agradable (para la opinión de Andrea) Agathe.
Estaban llegando al lugar, sintiendo de forma acolchada el frío de la ciudad. Las continuas rachas de viento agitaban su pelo, jugando entre rizos alrededor de su rostro impasible. Con las manos en los bolsillos de su pantalón de traje azul marino, caminaba pensativo, pero erguido, a un ritmo enérgico, adaptado al de su compañera. Sus zapatos de piel de becerro eran negros, con pequeñas filigranas plateadas casi invisibles, y poseían un pequeño tacón que iba marcando el ritmo de sus pasos. Se sacudió con cierto laconismo el polvillo blanco helado que se le acumulaba en la melena y en los hombros de su americana, la cual compartía el color de los pantalones y contrastaba con el jersey fino de blanca lana cachemir, decorada con motivos paisley de tonos verdosos. En ese gesto, destellos plateados surgieron de sus dedos, arrancados de sus diversos anillos de estilo arabesco por las luces moribundas de las farolas. Su cabeza reflexionaba y pensaba en todo lo que le preocupaba, pensando sobre todo en el evento que tenían por delante. Sus ojos parpadeaban más de lo habitual, único testigo de su nerviosismo interno. Enmarcados por una fina línea negra que destacaban su mirada, contrastaban con el pequeño pendiente de plata que colgaba de su oreja derecha que recreaba un trabajado espejo de mano medieval.
Suspiró, en un claro deje de su pasado mortal que tanto gustaba a veces de recrear, y se dirigió a su Sacerdotisa con aquella voz melódica que seducía sin pretenderlo.
- ¿Qué crees que nos encontraremos esta noche, ma cherie? La situación es delicada y lo que dejamos en el Refugio mucho más. Espero que tus aliadas de corteza y raíz en colaboración con mi querido Adam hagan que, por nuestra parte, no nos arrepintamos de dejar nuestro hogar solo.
Las escasas luces que iluminaban la entrada del antro al que querían entrar se vislumbraban cada vez más cerca. Andrea odiaba aquel sitio y no le gustaba sumar más visitas. La Fealdad lo ponía de los nervios.
Estaban llegando al lugar, sintiendo de forma acolchada el frío de la ciudad. Las continuas rachas de viento agitaban su pelo, jugando entre rizos alrededor de su rostro impasible. Con las manos en los bolsillos de su pantalón de traje azul marino, caminaba pensativo, pero erguido, a un ritmo enérgico, adaptado al de su compañera. Sus zapatos de piel de becerro eran negros, con pequeñas filigranas plateadas casi invisibles, y poseían un pequeño tacón que iba marcando el ritmo de sus pasos. Se sacudió con cierto laconismo el polvillo blanco helado que se le acumulaba en la melena y en los hombros de su americana, la cual compartía el color de los pantalones y contrastaba con el jersey fino de blanca lana cachemir, decorada con motivos paisley de tonos verdosos. En ese gesto, destellos plateados surgieron de sus dedos, arrancados de sus diversos anillos de estilo arabesco por las luces moribundas de las farolas. Su cabeza reflexionaba y pensaba en todo lo que le preocupaba, pensando sobre todo en el evento que tenían por delante. Sus ojos parpadeaban más de lo habitual, único testigo de su nerviosismo interno. Enmarcados por una fina línea negra que destacaban su mirada, contrastaban con el pequeño pendiente de plata que colgaba de su oreja derecha que recreaba un trabajado espejo de mano medieval.
Suspiró, en un claro deje de su pasado mortal que tanto gustaba a veces de recrear, y se dirigió a su Sacerdotisa con aquella voz melódica que seducía sin pretenderlo.
- ¿Qué crees que nos encontraremos esta noche, ma cherie? La situación es delicada y lo que dejamos en el Refugio mucho más. Espero que tus aliadas de corteza y raíz en colaboración con mi querido Adam hagan que, por nuestra parte, no nos arrepintamos de dejar nuestro hogar solo.
Las escasas luces que iluminaban la entrada del antro al que querían entrar se vislumbraban cada vez más cerca. Andrea odiaba aquel sitio y no le gustaba sumar más visitas. La Fealdad lo ponía de los nervios.
He muerto y resucitado. Soy Baco, soy un refinado Pan, soy Eros, mi rostro sin cuerpo se llama el Príapo erecto. Soy Dionysos: dador del éxtasis, el que abre los ojos; y he venido no a salvarte, sino a que ardas.
Imagen del perfil: Qissus (DevianArt).
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Re: [Trama] Concordia (Local)
— Te agradezco que me llames por mi título, ductus, y más en una noche como hoy.— Respondió la mujer mientras comenzaba a caminar delante de él.
Unos momentos después y con voz menos solemne, más amistosa, la sacerdotisa continuó. — Han tenido que pasar casi veinte años para que vinieras a vernos. Espero poder hacer que lo de esta noche valga la pena.
— La próxima vez, quizá sea yo quién te devuelva la visita, si, por supuesto, es lo que quieres.
Se encaminaban ya por las filas de asientos de la Arena. No tardarían en llegar al sitio de Duffy y Coton se volvería a recibir a aquellos que fueran llegando.
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Agathe (Nyxe)
Sacerdotisa de Las Cinco Puntas
Re: [Trama] Concordia (Local)
Agathe caminaba junto a Andrea sin decir nada. Le había dedicado un rato a pensar qué se ponía aquella noche. Se reunía casi todo el Sabbat de la ciudad, pero por otro lado, iba a ser una pelea, un acontecimiento mas o menos informal. Al final no iba tan diferente a como solía vestir, podría parecer que iba a un concierto o salía de fiesta. Pero en lugar del abrigo negro que solía llevar, lucía una piel de borrego blanca sobre los hombros. Llevaba tiempo deseando "estrenarla" desde que se la quitó a una rockera que intentó ligar con ella, pero no quería ponersela de caza para que no se manchara. En realidad si por ella hubiese sido no se habría cambiado de ropa al despertar, pero nadie tenía que decirle que era un acontecimiento importante y nadie debía sospechar que sucedía nada raro.
-Con suerte, nada -respondió con voz cansada-. Las manadas intentarán provocarse unas a las otras, harán apuestas sobre la pelea, y los Obispos intentarán hacer propaganda. Lo de siempre, recemos para no encontrar nada más.
Agathe confiaba en que no tuvieran que arrepentirse por dejar su Refugio solo. Nadie sabía lo que guardaban allí, habían estado vigilando y nadie se había acercado siquiera. También tenían las espaldas guardadas, no solo por las grabaciones sino por una astilla de serbal.
-Me preocupa más lo que venga después -le confesó-. Ojalá tuviesemos a alguien mas. Pero esto es solo una formalidad. No ha pasado nada y no tiene por qué pasar nada. Podremos hacerlo, ¿verdad? -le preguntó mientras le cogía la mano y le lanzaba una sonrisa de complicidad. Aquello era una pequeña broma. Agathe había salido de caza con Andrea las suficientes veces como para saber que el Toreador era perfectamente capaz. -Pues vamos allá.
Agathe y Andrea entraron juntos en el local. -¿Llegamos muy tarde?- preguntó con una voz y un gesto tan educados que contrastaban tanto con el local como con su ropa.
-Con suerte, nada -respondió con voz cansada-. Las manadas intentarán provocarse unas a las otras, harán apuestas sobre la pelea, y los Obispos intentarán hacer propaganda. Lo de siempre, recemos para no encontrar nada más.
Agathe confiaba en que no tuvieran que arrepentirse por dejar su Refugio solo. Nadie sabía lo que guardaban allí, habían estado vigilando y nadie se había acercado siquiera. También tenían las espaldas guardadas, no solo por las grabaciones sino por una astilla de serbal.
-Me preocupa más lo que venga después -le confesó-. Ojalá tuviesemos a alguien mas. Pero esto es solo una formalidad. No ha pasado nada y no tiene por qué pasar nada. Podremos hacerlo, ¿verdad? -le preguntó mientras le cogía la mano y le lanzaba una sonrisa de complicidad. Aquello era una pequeña broma. Agathe había salido de caza con Andrea las suficientes veces como para saber que el Toreador era perfectamente capaz. -Pues vamos allá.
Agathe y Andrea entraron juntos en el local. -¿Llegamos muy tarde?- preguntó con una voz y un gesto tan educados que contrastaban tanto con el local como con su ropa.
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William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas
Re: [Trama] Concordia (Local)
Coton y Bill.
Bill caminó tras de la serpiente de la luz con tranquilidad, pero con paso firme. Seguramente, Cotonbouché estaba en lo cierto, y aunque veinte años solo son un suspiro para algunos cainitas tanto la sacerdotisa, como él, en el fondo, quizá no tenían aún la edad suficiente como para considerar aquel dato como algo menor. ¿Habían pasado veinte años?, se preguntó Duffy. No es que le sorprendiese, ni mucho menos, pues era consciente de que la formación de una nueva cofradía – de una nueva familia con la que pasar la eternidad- requiere, sobre todo, tiempo; pero no dejaba de resultarle curioso.
A parte de aquello, Bill, sabía que la razón de que fuese la primera vez que visitaba el refugio comunal de sus anfitriones no tenía que ver con la cofrade de Los Relojeros, ni con ninguno de ellos – realmente- sino que era algo inherente a su propia naturaleza; a lo que le costaba abandonar su propio refugio y la irritación y malestar que eso le provocaba. Quizá, fue por eso por lo que aunque no lo hizo a modo de disculpa, al menos no de forma abierta, contestó a aquella referencia temporal.
- Imagino que alguna de las lenguas más locuaces de Montreal ya os habrá puesto al corriente de que siento un apego especial por el dominio de mi cofradía y nuestro refugio. Digamos que soy uno de esos cainitas a lo que le cuesta salir de casa, ya sabes. A no ser, por supuesto, que deba cumplir con mi deber como Sabbat o haya una buena razón para hacerlo – guardó unos segundos de silencio antes de cerrar aquel punto – Ambas cosas concurren esta noche.
Un instante después quedaron uno al lado de otro. Era cierto que aún no se conocían y que, casi con absoluta certeza, uno recelaba del otro, pero algo le decía a Duffy que la serpiente no iba a ser la víbora más venenosa con la que iba a tratar allí, esa noche. De hecho, hasta donde podía concederse sentía cierta comodidad tratando con ella; que fuese una sensación que se mantuviese, se acrecentase o que se disolviese en un futuro próximo, era algo que aún no podía precipitarse a aventurar.
- No tienes nada que agradecer – continuó, sin acritud, y de forma natural – No solo porque respeto que estás en tu territorio, si no porque también, como guía espiritual, respeto tu terreno. Soy consciente de la dedicación que le debes haber dispensado a un evento bajo el que habéis conjurado a los cainitas más insignes de Montreal.
No había rastro ofensivo en su tono, aunque quizá se percibiese cierto deje de sorna dirigido no a ella, sino a algunos de los cainitas presentes y a ciertos hermanos que aún estaban por llegar. Evidentemente, el Ductus de Las Cinco Puntas, no se incluía entre tan ilustres invitados – ni iba con él, ni pretendía convertirse en uno de ellos.
- Además, estoy convencido de que no habrás reparado en esfuerzos para conseguir que esta noche valga la pena, hermana. Quizá dentro de poco podamos volver a encontrarnos y hablar sobre si, finalmente, este Acto de Concordia ha cumplido tus expectativas. Si te place, contactaré contigo para preparar ese encuentro, sea en mi refugio o al amparo de alguno de los rincones de esta negra ciudad – al pasar por las filas de asientos el espacio entre ellos se acortó y el Ductus plegó el brazo disponiendo su bastón entre el antebrazo y el costado antes de girarse y quedar frente a ella, observando con viveza sus ojos y las expresiones de su rostro.
- Dime, ¿Qué crees tú que es lo que quiero? - sonrió, preguntándole de forma directa y sin ambages a Coton.
Bill caminó tras de la serpiente de la luz con tranquilidad, pero con paso firme. Seguramente, Cotonbouché estaba en lo cierto, y aunque veinte años solo son un suspiro para algunos cainitas tanto la sacerdotisa, como él, en el fondo, quizá no tenían aún la edad suficiente como para considerar aquel dato como algo menor. ¿Habían pasado veinte años?, se preguntó Duffy. No es que le sorprendiese, ni mucho menos, pues era consciente de que la formación de una nueva cofradía – de una nueva familia con la que pasar la eternidad- requiere, sobre todo, tiempo; pero no dejaba de resultarle curioso.
A parte de aquello, Bill, sabía que la razón de que fuese la primera vez que visitaba el refugio comunal de sus anfitriones no tenía que ver con la cofrade de Los Relojeros, ni con ninguno de ellos – realmente- sino que era algo inherente a su propia naturaleza; a lo que le costaba abandonar su propio refugio y la irritación y malestar que eso le provocaba. Quizá, fue por eso por lo que aunque no lo hizo a modo de disculpa, al menos no de forma abierta, contestó a aquella referencia temporal.
- Imagino que alguna de las lenguas más locuaces de Montreal ya os habrá puesto al corriente de que siento un apego especial por el dominio de mi cofradía y nuestro refugio. Digamos que soy uno de esos cainitas a lo que le cuesta salir de casa, ya sabes. A no ser, por supuesto, que deba cumplir con mi deber como Sabbat o haya una buena razón para hacerlo – guardó unos segundos de silencio antes de cerrar aquel punto – Ambas cosas concurren esta noche.
Un instante después quedaron uno al lado de otro. Era cierto que aún no se conocían y que, casi con absoluta certeza, uno recelaba del otro, pero algo le decía a Duffy que la serpiente no iba a ser la víbora más venenosa con la que iba a tratar allí, esa noche. De hecho, hasta donde podía concederse sentía cierta comodidad tratando con ella; que fuese una sensación que se mantuviese, se acrecentase o que se disolviese en un futuro próximo, era algo que aún no podía precipitarse a aventurar.
- No tienes nada que agradecer – continuó, sin acritud, y de forma natural – No solo porque respeto que estás en tu territorio, si no porque también, como guía espiritual, respeto tu terreno. Soy consciente de la dedicación que le debes haber dispensado a un evento bajo el que habéis conjurado a los cainitas más insignes de Montreal.
No había rastro ofensivo en su tono, aunque quizá se percibiese cierto deje de sorna dirigido no a ella, sino a algunos de los cainitas presentes y a ciertos hermanos que aún estaban por llegar. Evidentemente, el Ductus de Las Cinco Puntas, no se incluía entre tan ilustres invitados – ni iba con él, ni pretendía convertirse en uno de ellos.
- Además, estoy convencido de que no habrás reparado en esfuerzos para conseguir que esta noche valga la pena, hermana. Quizá dentro de poco podamos volver a encontrarnos y hablar sobre si, finalmente, este Acto de Concordia ha cumplido tus expectativas. Si te place, contactaré contigo para preparar ese encuentro, sea en mi refugio o al amparo de alguno de los rincones de esta negra ciudad – al pasar por las filas de asientos el espacio entre ellos se acortó y el Ductus plegó el brazo disponiendo su bastón entre el antebrazo y el costado antes de girarse y quedar frente a ella, observando con viveza sus ojos y las expresiones de su rostro.
- Dime, ¿Qué crees tú que es lo que quiero? - sonrió, preguntándole de forma directa y sin ambages a Coton.
Re: [Trama] Concordia (Local)
La Sacerdotisa se sorprendió ante la pregunta. No esperaba que alguien como Bill Duffy hiciera una pregunta tan... carente de sentido. Quizá un neonato que se las diera de gran conspirador, pero no un ductus con tantas décadas como el de Las Cinco Puntas.
Coton no sabía dónde quería ir a parar con es cuestión así que respondió con toda franqueza.
— Me temo que en el mundo sólo hay, como mucho, una persona que puede responder a eso. Y, de poder hacerlo, eres tú mismo.
Pareció que iba a terminar ahí, pero continuó, quizá, para suavizar la respuesta.
— Hay muchos... seres que no tienen ni idea de lo que quieren. Otros creen saber lo que quieren pero cuando lo alcanzan se dan cuenta de que no les llena o no es como habían esperado, pues los seres racionales tendemos a idealizar aquello que deseamos y no conocemos. Con esto no digo que no haya quién no haya querido algo y lo haya conseguido, convirtiéndose así, en el ser más dichoso del mundo. Pero, de existir, no sabría decirte quién o qué es ese ser.
Caminó un poco más, llegando ya al destino, antes de volverse y hablar de nuevo.
— Acepto gustosa la invitación. Acudiremos a tu refugio, por supuesto.
— Ahora, si no precisas nada más de mi, debo volver junto a mi ductus.
Coton no sabía dónde quería ir a parar con es cuestión así que respondió con toda franqueza.
— Me temo que en el mundo sólo hay, como mucho, una persona que puede responder a eso. Y, de poder hacerlo, eres tú mismo.
Pareció que iba a terminar ahí, pero continuó, quizá, para suavizar la respuesta.
— Hay muchos... seres que no tienen ni idea de lo que quieren. Otros creen saber lo que quieren pero cuando lo alcanzan se dan cuenta de que no les llena o no es como habían esperado, pues los seres racionales tendemos a idealizar aquello que deseamos y no conocemos. Con esto no digo que no haya quién no haya querido algo y lo haya conseguido, convirtiéndose así, en el ser más dichoso del mundo. Pero, de existir, no sabría decirte quién o qué es ese ser.
Caminó un poco más, llegando ya al destino, antes de volverse y hablar de nuevo.
— Acepto gustosa la invitación. Acudiremos a tu refugio, por supuesto.
— Ahora, si no precisas nada más de mi, debo volver junto a mi ductus.
- Darkhuwin
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Re: [Trama] Concordia (Local)
La noche avanzaba y no tardaron en ir apareciendo más invitados. Bellemare volvió a entrar y esta vez iba acompañado de una mujer completamente envuelta en un abrigo de piel del que se deshizo nada más llegar a la parte baja del local, dejándoselo a uno de los camareros. El espectáculo fue digno de observar, por parte de cualquiera que no estuviese familiarizado con el aspecto de Stéphanie L’Heureux: La cainita, era una obra de arte en movimiento. Un arte conceptual, casi abstracto, descabellado en términos normales, pero de un gusto sublime, para un amante del arte de la vicisitud. Incluso una tradicional vara de medir, no podía sino inclinarse ante semejante demostración de monstruosidad y alienismo. Todo su cuerpo, además de estar claramente alterado en sus formas y proporciones mediante el viejo arte de la carne, había sido esculpido insertando fragmentos metálicos en extremidades y articulaciones y algunas zonas del rostro y las manos. La boca y los ojos, apenas eran hendiduras sin forma, ventanas a un ser, que distaba mucho de su pasada humanidad.
Al lado de estos, Evelyn, con su katana característica a la espalda, lucía preparada para entrar en combate mientras bromeaba con otra fémina un poco desorientada, a la que nadie parecía conocer pero cuyo detalle más característico eran unas garras metálicas que llevaba insertadas en los dorsos de las manos, a modo de arma, que por la pinta, también debían ser trabajo de la tzemisce de Los Desgraciados.
Todos fueron tomando asiento, dónde les decían, o no...
Al lado de estos, Evelyn, con su katana característica a la espalda, lucía preparada para entrar en combate mientras bromeaba con otra fémina un poco desorientada, a la que nadie parecía conocer pero cuyo detalle más característico eran unas garras metálicas que llevaba insertadas en los dorsos de las manos, a modo de arma, que por la pinta, también debían ser trabajo de la tzemisce de Los Desgraciados.
Todos fueron tomando asiento, dónde les decían, o no...
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.
Re: [Trama] Concordia (Local)
Olivia miró Ezequiel, como si la pregunta y su respuesta fueran a tener un impacto trascendental.
—No, en realidad creo que no —Olivia se encogió de hombros—, al menos no esta noche. Aunque te tomo la palabra de tener una charla ponto.
Dio unos pasos para alejarse, pero se giró para despedirse.
—Con permiso... —No había rastro de mofa en el gesto, era una muestra sincera de consideración.
- PeteryPan
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Re: [Trama] Concordia (Local)
Andrea apretó con cariño la mano de Agathe y en un acto totalmente espontáneo y sincero acercó sus labios al oído de ella para susurrar un "No lo dudes ni por un segundo" que quedó suspendido en la fría noche de Montreal.
Entraron al local tras enseñar sus distintivos al portero. El italocanadiense no pudo evitar lanzarle una sugerente mirada a aquel hombre que, acostumbrado a lo más bizarro y salvaje, se incomodó con un gesto que mezclaba lujuria e ingenuidad a partes iguales, removiendo algo indescriptible dentro de él. La sacralidad inherente al aspecto del cainita mezclada con aquel deseo prohibido que expresaban sus gestos enturbiaba las mentes de aquellos y aquellas que se encontraban cerca.
Al traspasar el umbral no pudo evitar comentar en voz baja lo soez, muerto y arcaico que le parecía aquel lugar, suficientemente alto como para que lo escuchara su compañera (y cualquiera que estuviera especialmente atento a su entrada). Lo dijo con una sonrisa, sin mostrar asco o disgusto en su expresión, mientras entrecruzaba su brazo con el de Agathe en un simbólico gesto de otra época, como si acabasen de entrar en un lujoso y aristocrático salón de baile y fueran a codearse con la aristocracia de más alto abolengo. Viendo que esa parte del local estaba medio vacía ya se atrevió a contestar la pregunta de la bruja con un susurro melódico: "A este tipo de eventos llegar tarde es llegar demasiado pronto".
Dio un vistazo rápido a la sala, a esa decoración de otra década donde lo sobrio y la masculinidad inexpresiva rezumaba por cada detalle. Aunque, pensó rápidamente, poseía cierto anacronismo decadente que podía llegar a considerarse atractivo, atmosféricamente bello. Pero el olor a alcohol rancio, a limpiasuelos demasiado fuerte y a falta de ventilación no acababan de convencer al cainita, que no pudo evitar soltar suavemente a su acompañante para dirigirse a la barra para pedir algo que beber que despejase sus fosas nasales.
El murmullo que provenía de la Arena avisaba que el espectáculo central del evento estaba a punto de comenzar. Andrea no quiso hacer sentir ignorada a Agathe y se giró mientras esperaba su bebida, dejando a su espalda la barra y señalando con el movimiento de los ojos que tenían que darse prisa.
Entraron al local tras enseñar sus distintivos al portero. El italocanadiense no pudo evitar lanzarle una sugerente mirada a aquel hombre que, acostumbrado a lo más bizarro y salvaje, se incomodó con un gesto que mezclaba lujuria e ingenuidad a partes iguales, removiendo algo indescriptible dentro de él. La sacralidad inherente al aspecto del cainita mezclada con aquel deseo prohibido que expresaban sus gestos enturbiaba las mentes de aquellos y aquellas que se encontraban cerca.
Al traspasar el umbral no pudo evitar comentar en voz baja lo soez, muerto y arcaico que le parecía aquel lugar, suficientemente alto como para que lo escuchara su compañera (y cualquiera que estuviera especialmente atento a su entrada). Lo dijo con una sonrisa, sin mostrar asco o disgusto en su expresión, mientras entrecruzaba su brazo con el de Agathe en un simbólico gesto de otra época, como si acabasen de entrar en un lujoso y aristocrático salón de baile y fueran a codearse con la aristocracia de más alto abolengo. Viendo que esa parte del local estaba medio vacía ya se atrevió a contestar la pregunta de la bruja con un susurro melódico: "A este tipo de eventos llegar tarde es llegar demasiado pronto".
Dio un vistazo rápido a la sala, a esa decoración de otra década donde lo sobrio y la masculinidad inexpresiva rezumaba por cada detalle. Aunque, pensó rápidamente, poseía cierto anacronismo decadente que podía llegar a considerarse atractivo, atmosféricamente bello. Pero el olor a alcohol rancio, a limpiasuelos demasiado fuerte y a falta de ventilación no acababan de convencer al cainita, que no pudo evitar soltar suavemente a su acompañante para dirigirse a la barra para pedir algo que beber que despejase sus fosas nasales.
El murmullo que provenía de la Arena avisaba que el espectáculo central del evento estaba a punto de comenzar. Andrea no quiso hacer sentir ignorada a Agathe y se giró mientras esperaba su bebida, dejando a su espalda la barra y señalando con el movimiento de los ojos que tenían que darse prisa.
He muerto y resucitado. Soy Baco, soy un refinado Pan, soy Eros, mi rostro sin cuerpo se llama el Príapo erecto. Soy Dionysos: dador del éxtasis, el que abre los ojos; y he venido no a salvarte, sino a que ardas.
Imagen del perfil: Qissus (DevianArt).
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Agathe (Nyxe)
Sacerdotisa de Las Cinco Puntas
Re: [Trama] Concordia (Local)
De no haber sabido que el local pertenecía a un grupo de vampiros, Agathe creyó que no hubiera tardado mucho en reconocerlo como tal. Había señales sultiles que lo indicaban. La primera, el olor. La sangre derramada dejaba su aroma particular sobre un lugar, y unas pocas gotas que cayesen al suelo de forma regular cada noche terminaba asentándose de forma mas profunda que si una sola persona hubiese sido degollada. Para un humano sería imperceptible, pero no para un vampiro. Y cubriéndolo, de forma algo mas notable, el olor a productos de limpieza. La sangre era dificil de limpiar. Tambien había algo en la distribución de las luces, las puertas, la barra, los tabiques... Ningún humano notaría nada raro, de hecho era bastante sobrio y ordenado, pero dejaba varias sombras y pequeños puntos ciegos. No lo bastane grandes como para que alguien se pudiera esconder, pero sí para que nadie pudiese reparar en un Beso disimulado. Otra señal estaba en el precio de las bebidas, mas bien baratas par lo que sería el local, ya que el dinero no era el objetivo. Y por último el caracter de los camareros, de pocas palabras, conscientes de que era mejor que hicieran lo que se les decía sin hacer preguntas. Agathe no coincidía con la opinion de su compañero. El local existía con un propósito, y lo cumplía. La apariencia exterior no buscaba ser agradable para ellos.
-No estoy tan segura -le comentó, señalándole con la mirada que apenas había nadie en la entrada. Estaba escuchando un murmullo que venía del sótano, y se permitió extender sus sentidos para reconocerlo mejor. No había aplausos ni gritos, así que no habrían empezado aún, pero por lo alto que sonaba supuso que ya debían haber llegado la mayoría de invitados.
Respondiendo al gesto de Andrea con otro, le indicó que por ella podían bajar tan pronto como le sirvieran la bebida. O incluso antes si lo prefería. El gesto de pedir algo que no iba a beber le pareció bastante natural, pero al fin y al cabo iban a estar entre vampiros.
-No estoy tan segura -le comentó, señalándole con la mirada que apenas había nadie en la entrada. Estaba escuchando un murmullo que venía del sótano, y se permitió extender sus sentidos para reconocerlo mejor. No había aplausos ni gritos, así que no habrían empezado aún, pero por lo alto que sonaba supuso que ya debían haber llegado la mayoría de invitados.
Respondiendo al gesto de Andrea con otro, le indicó que por ella podían bajar tan pronto como le sirvieran la bebida. O incluso antes si lo prefería. El gesto de pedir algo que no iba a beber le pareció bastante natural, pero al fin y al cabo iban a estar entre vampiros.