Que les cieux te bénissent, maître Raymond! J''espère que le voyage à Paris sera une complète réussite, même que l'examen pour devenir parfumeur. Je vais t'inclure dan mes prières.
Después del incidente del exorcismo y las buenas nuevas sobre tu futuro, incluso él se muestra más amable contigo y te llama maestro. El abad tiene razón, seguir a la providencia siempre es importante. Más allá de tus temores sobre los caminos equivocados… ¿cómo le irá a Gregoire en el bosque? ¿hay otra caña rota lista para desafiarle?
Muchas preguntas giran en tu cabeza al ritmo de las ruedas, tras despedirte y agradecer, cuando vas tomando el sendero que lleva a la ciudad. Justo en sentido contrario al paseo en que te encontraste a la mamá lince y a su cachorro, qué recuerdos. Un par de millas más adelante todo luce muy tranquilo, es una mañana agradable todavía… pero el mediodía se acerca y quizás deberías detenerte para comer algo. Hay un roble que brinda buena sombra y se halla cerca de un arrollo, a unos cuántos pasos del sendero. Acomodas una piedra para fijar la rueda de la carreta y observas el entorno para verificar que todo esté en orden antes de la merienda.
Elevas la vista y en un cedro junto al roble, observas que un panal pende de una rama. El viento la agita y parece que está cargada, porque la rama comienza a crujir. Las abejas revolotean sin percartarse de la fragilidad del soporte. Algunas ha llegado a posarse entre tus pertrechos, agitando sus antenas como lo harías tú con la nariz. Insectos de gran olfato, sin duda… pero se quedarán sin casa dentro de poco.