Interdicta plena: Morte'nte caligine

[Baudelaire]

Tu madre te escucha atentamente, con mucha rabia contenida al irle develando los detalles de esta horrible conspiración planeada por… ¡su prima! Y te acompaña en el rechinar de dientes con el gesto de escupir veneno.

Nissi, me parece que relatas una ópera apocalíptica más que hechos reales. Ni siquiera las tragedias griegas están tan llenas de crueldad inútil, ni Hades en persona montaría tamaña parafernalia y utilizaría semejantes métodos. Pobre chiquillo, mi prima era una arrogante y malcriada… pero ha crecido para convertirse en algo terrible. Ahora puede llamar la atención en grande.

Suspira apesadumbrada, agobiada por toda la tensión de un revelación tan brutal como rápida. Claramente lo que le quedaba de rabia, ha derivado en una pena profunda.

El mensajero de la burgomaestría simplemente me informó que mi amado Alessandro había sido intoxicado y que en múltiples convulsiones encontró la muerte horrorosamente en una larga agonía de varios minutos. Desconozco que ha ocurrido en realidad, después de resolver todo te pediré que pudieres llevarme al lugar de los hechos… me gustará saber que, en realidad, estuvo todo en tiempo contigo y hubo partido de este mundo a tu lado.

Su rostro se llena de lágrimas silenciosas, ni un gorgojeo ni un sorbeteo aparecen. Incluso en la más descarnada tristeza su formación como mujer noble le permite mantener la compostura.

Tu hipótesis parece interesante, pero implicaría que hay complicidad de los monjes. Fueron ellos quiénes me hubieron proveído de toda la ropa que he utilizado. Hay más en mis cajones, quizás habría que destruirla también… seré la Perséfone desnuda y algún pintor me retratará en su tela.

Esboza una media sonrisa, tratando de animarse a sí misma. Todo se interrumpe con el aviso de Angelino en el exterior, el pesto regenerador ya está listo.

[Leohan]

Se siente bien tener a alguien a quien contarle todas éstas cosas. Lo peor de mi exilio es no tener a nadie con quien compartir mis desgracias, con mi padre muerto, mi madre en el monasterio y Angelino Polo siendo imposible de encontrar. Tengo a Museo, por supuesto, pero ésta no es la clase de problemas que un niño pueda o deba entender.

Como ella dice, todo lo ocurrido es tan intrincado que parece más bien una ficción… Ya que me cree de todas formas, quizás sea mejor no mencionar al inframundo de Venecia o las visiones en el cementerio. Realmente concluiría que soy yo la loca que debe ir al monasterio.

Cuando estoy a punto de responderle, el otro Angelino - el pintor - trae el preparado. La conversación tendrá que continuar luego, y sé que mi madre estará contenta de conocer la verdad de la muerte de su esposo. Sin embargo, ahora mismo la prioridad es la medicina.

Salgo para recibir una olla llena de la pasta. Es suficiente para ambas mujeres, sin duda, pero si comenzaren a aparecer más casos tendremos que encargar mucho más. Incluso me han dejado una cuchara de madera. No creo que vaya a usarla para aplicarla a la piel, pero me sirve para corroborar que el preparado tiene una buena textura. Parece que podrá adherirse a la piel, y es a la vez suficientemente blanda para mantenerse absorbente.

Sin embargo, al tocarla, noto que quizás esté aún un poco caliente. Quizás haya que darle un poco de tiempo para enfriarse antes de aplicarlo a la piel de la anciana.

No estoy segura de cómo funciona, le digo a mi madre, pero en este libro he leído que con esta pasta puede servir para poder eliminar las erupciones que suceden durante la viruela antes que aparezcan. Era de mi padre, escrito por Rafael Eyzaguirre; Dicen que es el mejor físico de Europa. Como dijo, no soy física, pero si con ésa declaración no la logro convencer, no será con nada. Si le aplicamos el ungüento a ustedes dos y funcionare, el resto será tratar los síntomas de fiebre y mantenerlas bien hidratadas; y, luego, será como si la enfermedad nunca hubiere ocurrido.

Parece quizás demasiado milagroso, pero a esta altura he visto varios milagros, y sé que estas dos mujeres merecen la ayuda de la providencia.

[Baudelaire]

Tu madre chasquea la lengua al escuchar el nombre del mejor físico de Europa.

Claro, Rafael, el amante de tu padre. Ese libro, sé que nos sirve, pero Lessi me engañaba con el… y me dan ganas de tirarlo al ungüento para que se funda.

Frunce el ceño y mete un dedo en la mezcla.

El mejor físico de Europa, por supuesto. Seguro después de su muerte lo habrán nombrado santo. Y tu padre, mi amado Lessi, tendrá una simple misa. Sí es del doxe y todo, pero nada más. A él que se ha esforzado toda su vida y fallece de la peor manera que le corresponde a alguien.

Antes de permitir que las lágrimas la inunden nuevamente, comienza ella misma a aplicarse la sustancia.

Ya está tibia, puedo soportarla. Pero desconozco si mi homónima podrá.

Con mucha prolijidad aplica delicadamente una capa delgada en las pequeñas erupciones que hay en su piel. Su rostro expresa un gran alivio y, luego de un rato, ambas se encargan de la anciana. Está todo en orden, pero ella sigue durmiendo plácidamente.

Hasta el momento parece milagroso todo. El pequeñín carece de síntomas y solamente las Perséfones estamos con algún malestar.

De todos modos verificas su temperatura y, sí, ha descendido levemente. Es una buena señal, pero ya terminada tu acción… ¿qué más hacer? La notificación seguro ya está viajando con el numeroso clan de la centenaria. Los físicos se enterarán y toda persona que haya estado aquí, estará tomando las medidas necesarias. Parece el momento de planificar tu viaje a Venecia o, quizás, simplemente hacer una prueba ya. Mejor mostrarle directamente en el cementerio la escena a tu madre.

[Leohan]

Es cierto que la recuperación de las Perséfones va muy bien; pero incluso si la recuperación milagrosa se diere, hay otro motivo que me ata a Padua: el mensajero Giancarlo recibirá el mensaje de una de las otras, numerosas Perséfones, de venir a buscarme aquí. A pesar de querer llevar a mi madre a visitar el cementerio antes de la misa, ahora más que nunca la nobleza obliga, y mi obligación es permanecer en Padua para recibir la carta.

A pesar del doloroso pensamiento de mi madre, no puedo evitar esbozar la más leve de las sonrisas, ya que sé algo que ella no.

No te he contado todo, madre, le digo. Es cierto que lo que le solicité al doxe una misa para mi padre, pero él ofreció muchísimo más que éso. Dijo que haría arreglos para crear un hospital para pobres en Venecia con su nombre. No sé si te han dicho; pero en sus últimos días, él convirtió a la mansión Perugi en una clínica improvisada, ayudando a todo quien lo necesitara sin pedir dinero ¡Pero era tanta la gratitud, que igualmente todo el mundo mostraba su satisfacción y no dejaban de darle propinas! …Luego de que te fueras, ayudar a Venecia era lo que más le mantenía en pie. Y nada, ni siquiera ser santíficado, sería un mejor tributo para él, a que su memoria se use para seguir curando a todo quien lo necesite.

Mi alegría se mezcla con tristeza, ya que pensar en tal tributo no es posible sin pensar acerca de su muerte.

Pero bueno, independientemente y ya que hablamos de mis tratos con el doxe, debería salir y asegurarme de que Lessi no haya escuchado acerca de ninguna amenaza de muerte hacia su nono. Le diré a Angelino que se quede en mi ausencia cuidándolas. Ya le he enseñado a tratar éste tipo de fiebres.

[Baudelaire]

Tu madre nota tu tristeza y, otra vez, te abraza. Salvo que en esta ocasión parece más cuidadosa para evitar quitarse el ungüento por fricción.

Lo que hace falta ahora, es una academia de ópera para la gente pobre, Nissi.

La idea te hace reír, inevitablemente. Tu madre nunca hace bromas, nunca… pero algo muy profundo ha cambiado en ella. Intenta, infructuosamente, subirte el ánimo. La pesadumbre vuelve a encontrarte, aunque te escabulles rápido con el asunto de Alessandro.

Sí, ve con el niño. Asegúrate que reciba el baño que necesitará para dejar de ser un foco de contagio.

Te deja ir y ella se queda cuidando a su homónima, mientras dejas la tienda. Afuera Lessi está conversando con sus guardaespaldas, que ya se las han arreglado para hacerle saber que lo de tu madre era una broma. Angelino te mira mientras escrutas la conversación.

¿Necesitas algo más, prima?

Le indicas que necesitas su relevo y él, tras asentir, se dirige a cumplir el cuidado adecuado al interior. Así puedes avanzar hasta Alessandro.

Signora Anaís, ¿cómo está mi rival? ¡Tienes que hacer que sobreviva, el empate debe resolverse! Es la mejor ajedrecista que he conocido.

[Leohan]

Le sonrío al niño reconfortantemente.

Se encuentra estable, le respondo. Imagino que mejorará pronto. Estoy segura de que no ha jugado aún su última partida. Lo que debemos hacer ahora es tener cuidado y vigilar que la gente no se siga enfermando. Es una posibilidad razonable. Incluso habiendo presentado ellas dos los síntomas juntas, no puedo omitir el hecho de que toda esta familia ha estado en contacto estrecho, y que cualquier otra persona puede seguir siendo un foco. Pero ahora tienes que-

Me interrumpo a mí misma. Recordándolo, Filipo y Héctor no se encuentran ahora mismo. Ambos han ido en dirección a Venecia. Y aunque los otros guardias son muy profesionales, no están en contacto tan estrecho con el niño.

Se están recuperando, pero aún me preocupa un poco lo que te ha ocurrido antes. Quizás haya sido sólo casualidad que te enfermaras al mismo tiempo, pero por si acaso creo que deberías lavar tu cuerpo a profundidad, como hemos hecho con las manos y brazos. Necesitarás que alguno de los guardias de tu Nono te ayude a llegar a la espalda y lugares difíciles.

Seria natural que luego de lo que ha pasado se sintiera mal ante el contacto ajeno; al tratarse de Filipo o Hector, a quienes ya conoce bien, el problema sería menor; pero puede que, hasta cierto nivel, los otros le produzcan algo de inquietud. Ciertamente, debe de lavarse, pero quizás sea lo mejor darle el poder para elegir sus términos.

Miro hacia el costado para ver si el relevo se está acercando.

[Baudelaire]

Al interior las tareas son bastante más prolongadas de lo que presumes, así que tomará tiempo antes que el relevo vuelva a salir. Es entonces que, Alessandro te mira con ternura y resignación. Una mezcla asombrosamente extraña.

Signora Anaís. Lo cierto es que parece que fui yo quién hizo enfermar a mi rival y si lo que se requiere para que ella sane… es recibir un buen baño, permitiré que tú lo hicieres. Sé que eres una mujer distinta a la otra malvada.

Le cae una lágrima del rostro, pero se la seca rápido.

Asegúrate de frotar todo bien y que quede muy limpio. Confío en ti y que así Perséfone será sanada.

Definitivamente este voto te toma por sorpresa. Está asumiendo, para su corta edad, una decisión de estoicismo que ni tú misma podrías asumir estando en las mismas circunstancias que él. Solamente tienes que decidir cómo llevarás a cabo el procedimiento de limpieza. Seguro hay una buena tina de bronce en la casa, deberás llenarla de alcohol y quemarlo para matar lo que allí hubiere… para luego llenarla de agua tibia y buen jabón. Necesitarás telas para el secado y ropa dispuesta.

Planificar adecuadamente se torna imprescindible.

[Leohan]

Alessandro lo ha malinterpretado: ni la enfermedad de la anciana es su culpa, ni su recuperación significará la de ella. Por otra parte, si éso es lo que hace falta para que acceda a darse el baño, no es necesario corregirle ¿Cierto?

Se siente incorrecto. Si él está confiando en mí de semejante manera, sería una deshonra el no ser honesta con él.

Pero habiendo dicho todo, es por su propia salud… Si contemplo la posibilidad de que mi madre fuera un caballo de Troya, invadiendo a Perséfone y su prole con la viruela; Elizabeta tuvo la oportunidad de hacer lo propio con Lessi, y por ese motivo podría haber sido afectado en ése momento.

La imagen de la mujer demonio asalta mi mente, y pienso en la valentía que el niño debe tener para aceptar lo que sugiero ahora mismo… No. Debo hacer lo correcto. Lo cristiano.

A esta altura sólo el tiempo habrá de decidir lo que le ocurrirá a las dos Perséfones. No hay otra cosa más que podamos hacer por ellas. Sin embargo, es cierto que lavarte a profundidad podría ser importante no sólo para tu salud; sino para quienes vayan a hablar contigo, incluyendo tu Nonno. No podemos permitir que el doxe se enferme. Con algo de suerte, el argumento será igual de bueno.

Sí, alcohol y una buena tina. Éso sería lo mejor… Me pregunto si esta gente humilde tiene lo que necesito. De no ser el caso, habrá que improvisar.

[Baudelaire]

Sin mayores dificultades, recibes la asistencia necesaria para asegurar la limpieza a fuego y alcohol de la tina. Es la que ha utilizado la anciana, pero con tamaña llamarada, ningún rastro de la viruela permanecerá allí. El agua tibia llega un poco después y un buen trozo de jabón está en tu mano.

Alessandro se va detrás de una cortina para quitarse la ropa y regresa con una gruesa tela alrededor de su cintura. Te da media sonrisa y te invita a darle la espalda, lo haces y él se mete rápidamente en la tina, desnudo. Hundes la barra y llenas de burbujas hasta formar una solución jabonosa potente, vas restregando cuidadosamente al niño que solloza apenas. Está compungido y complicado, pero espera terminar rápidamente este proceso. Así ha ocurrido y te giras nuevamente para permitirle secarse y vestirse.

Ha concluído el tratamiento, justo cuándo Angelino llega a notificarte que ha llegado un físico desde Padua. Te comenta que es el único que ha accedido de entre todo el resto, así que bajas rápidamente al campo para encontrare con él, seguida por el niño que se muestra muy alegre al saber que tendrás ayuda.

Signora Anaís, con un fisico y tú seguro sanarán a la signora Perséfone. Seguro lo harán, pero quiero ir a una capilla a rezar ahora…

Angelino sonríe y le indica a Alessandro que le dará las indicaciones a los guardias para que así pudieren llevarlo hasta allá. Mientras, te topas de frente con un hombre de edad algo menor a la de tu padre y que viene a saludarte.

Angelino Contarini, físico titulado de la cátedra vuestro padre, signora Médici. Es un placer poder venir a ayudaros en este momento tan aciago. Decidme, por favor, en que os podría asistir en este momento. Me han informado que se trata de viruela y, aunque sé poco y nada al respecto, que habéis seguido los protocolos de gran Eyzaguirre… ¿cómo es que habéis averiguado al respecto? ¿acaso tenéis una copia de su libro?

[Leohan]

Me despido del valiente Alessandro, antes de ir con el físico.

¡Otro Angelino más! Pues, si puedo concluir algo de mis anteriores encuentros con tal prole, es que son sumamente confiables. Me dirijo a él con intención de darle la mano, pero rápidamente la alejo. Es bastante que haya venido, de seguro no querrá tener contacto innecesario con alguien más.

Buenas tardes, signore Contarini. Debo agradecerle su llegada. Había perdido toda esperanza que algún físico quisiera venir aquí; juzgando por su aspecto, imagino que usted mismo jamás ha tenido viruela, lo cual hace a su esfuerzo mucho más admirable. Veo que mi padre no ha fallado en enseñar en sus cátedras los verdaderos valores de la medicina.

Le sonrío, agradecida.

Yendo a lo importante, la situación es la siguiente: actualmente hay dos pacientes que sufrieron desmayos repentinos y los síntomas de fiebre elevada, como pérdida de conciencia y manchas en la piel fueron casi inmediatos. Otro paciente adicional también tuvo síntomas de fiebre y desmayo, pero no hay suficiente evidencia para presuponer que fue también viruela, debido a la ausencia de manchas y rapidez de su recuperación. En cuanto a las otras dos; una de ellas, más joven, recuperó conciencia recientemente. Se mostró completamente lúcida, pero mantuvo la fiebre y por algún motivo hablaba con voz muy baja. La otra, más anciana, sigue inconsciente. En ambas apliqué un tratamiento en la piel: el ungüento de Eyzaguirre, del cual leí en su libro, que tengo aquí conmigo.

Sí, no creo que haya demasiadas otras cosas que aclarar acerca de la situación actual.

¡Oh! Excepto que…

Todas las personas aquí han tenido estrecho contacto con las pacientes en los últimos días. Considero que sería mejor que usted pueda darles su consejo, en caso de que se convierta en una epidemia.