Interdicta plena: Morte'nte caligine

[Baudelaire]

Angelino, signora Anaís… nada de usted o de Contarini. Yo vengo aquí a ayudarte, es una oportunidad que esperaba hace mucho tiempo. No, por supuesto, tener personas con viruela y una potencial epidemia. Que, de momento, es simplemente una posibilidad remota… todo parece muy bien contenido. Desde hace tiempo quería volver a ver a tu padre, agradecerle por ser tan buen profesor… ¿por qué no ha venido él?

Definitivamente desconoce su muerte, pero seguro le reconfortará lo que tiene el doxe entre manos para su homenaje.

Si me permites el libro, podré revisar que es ese ungüento que has aplicado. Aquí huele a algo así como pesto de maní. Me imagino que el tercer paciente de rápida recuperación es el nieto del doxe. Sus guardias le montaban un tablero de ajedrez para distraerle… parecía muy apesadumbrado, ¿sabes a qué se debe?

Le dejas mirar la página exacta en que está la preparación y notas que su asombro es de una intensidad profunda. Parece ensimismado mirando cómo algo tan sencillo ha logrado los efectos que observa en tu madre y la anciana. De pronto sale de su estupor y te sonríe.

Por último, me parece que solamente falta una cosa. Vas a tener que cambiarte de ropa, pues supongo que todavía no lo has hecho… asumo que eres la física a cargo. Verificaré con mis instrumentos los signos vitales.

Tu madre frunce el ceño por un instante, probablemente cuándo Angelino menciona que estás a cargo. Nunca habías tenido un debate tan rápido con ella y, más encima, terminar ganándolo. Aunque, claro, ya ha llegado un físico de verdad y ella le saluda.

¿Así que estudiaste con mi difunto esposo? Es maravilloso que hayas podido conocerlo, sé que estaré en buenas manos. Mi hija lo ha hecho muy bien, pero es mejor abriendo cerraduras. Además, es cierto, debe quitarse toda la suciedad para evitar enfermarse.

Muy atenta, muy aguda y dándole confianza al signore Contarini.

Igual debemos tener algún parentesco, Angelino. Soy Perséfone Contarini, probablemente seas un primo de la siguiente generación.

[Leohan]

Estoy a punto de aclarar que no soy física; pero mi madre, con orgullo, se apresura a indicarlo. Habiéndolo dicho todo, supongo que tendrá que admitir que mi trabajo no puede haber sido tan malo.

Es cierto que me he preocupado mucho por Lessi y que, en el proceso, me he descuidado a mí misma con lo ocupada que estaba. En fin, con un físico de profesión presente, supongo que tendré más tiempo para un baño propio con mucho jabón. Podré ponerme mis otras ropas luego. En fin, parecería que no hay tanta necesidad de mi presencia ahora mismo.

Será lo mejor, respondo. Lo dejo en tus manos capaces.

Quedara para mi madre la labor de explicar la muerte de su esposo, acerca de la cual Angelino de seguro indagará nuevamente. Y en cuanto a lo ocurrido con Lessi, no sirve de nada que se entere.

Regreso camino a la casa. Tendré que preparar más agua caliente.

[Baudelaire]

Notas a Alessandro muy concentrado en pleno destrozo de sus guardaespaldas, al menos se distraerá por un rato. Así, entonces, aprovechas de acceder nuevamente a la tina y realizar el mismo procedimiento de quemar alcohol y poner agua calienta. Te bañas prolijamente, te secas con un gran paño y te vistes presurosamente. Estás por salir, cuándo aparece Angelino descendiente de Perséfone.

¡Ha despertado! Lo has conseguido, física… ¡vivirá muchos años más! Es un milagro, un verdadero milagro. Rezaremos para asegurarnos, ya está en camino el párroco. Deberá llegar en una media hora.

Te abraza fuerte, sollozando. Nada puedes decirle, en realidad, porque quizás es demasiado pronto para cantar victoria. Igual de rápido que te muestra su afecto, se separa y vuelve a sus tareas. Te quedas sola allí, en medio de la gran sala antes de la escalera. Puedes contemplar otro cuadro, que antes habías pasado por alto. Te restriegas los ojos para comprobar, pero la firma es clara… lo ha pintado un tal Orfeo Médici.

O es una horrible coincidencia y hay otro más como tu esposo o, nuevamente, está jugando con tu mente.

Respiras hondo, mientras te acercas. Es de gran tamaño casi media yarda por 8 pulgadas, muestra la ciudad de Florencia en todo su esplendor. Y, reparas que hay algo que te resulta inconexo: es la catedral de San Marcos… ¿qué hace un pedazo de Venecia allí? ¿qué locura te acosa?

El piso, bajo tus pies, parece húmedo. Casi como estar sobre un pantano, te inclinas para apoyar la mano… percibiendo claramente la untuosidad y la textura del lodo. No, ¿qué ocurre? ¿cómo es posible esta situación?

[Leohan]

Por un momento quiero ir a ver a Perséfone; sin embargo, la pintura me cautiva, haciéndome detener.

¿Orfeo? ¿Cómo es éso posible? …No. No puede ser él. No es ni pintor ni habría venido aquí. Ya he visto nombres que se repiten, ¿cierto? Como Angelino Polo, por ejemplo. Y hay una infinidad de Médici en Florencia ¡Claro que pintarían a su hermosa ciudad de origen! ¿Pero por qué la Catedral de San Marcos? ¿Y cómo es que no la había notado antes? ¡Es enorme! ¿Acaso la han colgado recién, mientras me bañaba? Parece óleo. Incluso tratándose de una pintura pésima, la haría demasiado cara para pertenecer en un hogar tan humilde, sólo por sus materiales.

Tanta curiosidad me azota. Tendré que preguntarle a Perséfone al respecto.

¡Perséfone! ¡Debo ir a ver cómo se encuentra! Podría incluso ofenderse si ve que estoy descuidando a mi paciente.

Sin embargo, al dar el primer paso, siento casi como si mi pie se hunde un poco.

Casi húmedo. Pero sé que la madera en ésta casa en fuerte… Debo estar alucinando de nuevo ¿O quizás experimentando una visión profética? Toco el piso. Definitivamente parece lodo, me siento como estar avanzando por un pantano.

Mi primer instinto es correr. Ir hacia donde habría gente que me pueda ayudar. Que me pueda asistir, y hacer que ésto sea normal.

…Pero no. Normal no es lo que necesito. Aquel día que tuve la primera visión, normal no es lo que estaba buscando. Luego de revisar que no haya alguien más conmigo, observo a la pintura.

Muy bien, Orfeo. Aquí me tienes ¿Éste es tu gran plan? ¿Hacerme pasar por loca? ¿O acaso hay algún motivo para que necesites mi atención despierta?

He sacrificado mucho por ésto, y creo que merezco una respuesta más concreta que lodo. No escaparé de ella, pero si no pretendes dármela tengo cosas mejores que hacer.

[Baudelaire]

La pintura, frente a tus ojos, parece difuminarse y adoptar una forma diferente. Un arcángel brillante con alas relucientes y armado con una gran espada con el sello de Orfeo vuela a través de un largo túnel que desciende al inframundo. Bajo tus pies, has dejado de sentir lodo y humedad, ahora percibes el ardiente fuego infernal e incluso algunas llamarada surgen por los alrededores. Sigues allí en la casa de Perséfone o, al menos, es lo que parece.

Permaneces contemplando la nueva figura. Frente a este guerrero celestial está la figura del enemigo o, más bien, de Hades. Se trata del antiguo dios griego, ¿pero qué tiene que ver con un arcángel o tu amado esposo? Lo cierto es que luego de unos instantes, el muro vuelve a estar vacío y el piso parece recuperar su textura. La temperatura vuelve a la frescura anterior de salida de baño. Cualquiera que haya sido el mensaje que Orfeo quiere entregarte es muy claro o, al menos, la pintura lo era.

En un acto reflejo avanzas hacia el lugar en dónde colgaba el cuadro. Nada, ni siquiera algún indicio que algo alguna vez hubo colgado allí… nada ha quedado. Desciendes, ahora con calma, las escaleras y atraviesas el tramo que lleva hasta el improvisado hospital de campaña. Alessandro continúa con sus partidas, pero al verte te hace un gesto para que te acerques. Dudas un momento, porque quieres saber como está la matriarca. Como nota que dudas, corre hacia ti.

Luces más limpia, signora Anaís. Solamente te faltaría un buen perfume, pero no los he traído conmigo. Mi abuelo insistió que debía pasar por un campesino. Supongo que es un desafío permanente. Igual me gustaría saber si podría jugar con tu madre. Ella es mejor que mis guardaespaldas.

Murmura en tu oído para evitar que ellos lleguen a escuchar ese comentario.

[Leohan]

Mientras camino hacia la tienda-hospital, las escenas se mantienen en mi mente. En ninguna de mis visiones anteriores había contempado imágenes tan aterradoras y a la vez poderosas. Es tal cual como estar en el Hades mismo.

Aunque pensándolo bien, ya he estado allí antes ¿Cierto?

¿Era Orfeo el arcángel, acaso? ¿aventurándose en el inframundo y enfrentando a Hades? Recuerdo que esos monstruos hacían extraños rezos a un Orfeo ¿podrían acaso referirse a mi esposo, habiéndolo confundido con el trovador de las leyendas?

Independientemente, creo que ya sé dónde podría encontrar mis respuestas: he ignorado la presencia del Inframundo por demasiado tiempo. Ya sea que Orfeo se encuentre allí como prisionero, o que quiera enfrentarse a Hades en persona. Sé que mi misión, como profeta, debe ser acompañarlo.

¿Pero cómo? ¡Ya he visto los peligros que allí habían! La última vez podría haber muerto, incluso con la ayuda recibida por los criminales de Venecia…

¿Cómo entrar al Inframundo y salir con vida? No poseo las dotes musicales del mitológico Orfeo, para poder cautivar a Hades y convencerlo de que me deje salir una vez tenga lo que necesite. No tengo el favor de Eros, como lo tuvo Psique; y, a diferencia de Angelino, tampoco poseo la fuerza de Heracles ni pretendo pedir su ayuda nuevamente. Ya ha hecho lo suficiente.

Hay alguien más: Teseo, el héroe y rey de Atenas. Es cierto que, al final de su viaje, su imprudencia lo llevó a cometer un terrible error; pero también es cierto que llegó lo suficientemente lejos como para atravesar el palacio de Hades. No con la fuerza de un semidiós, sino la de un mortal… Habiendo dicho ésto, él era lo suficientemente hábil como para derrotar al minotauro. Yo, por otra parte, hace bastante tiempo que no tengo una espada en mis manos ¿Y dónde podría conseguir un maestro?

Mis descontroladas divagaciones se ven interrumpidas por el animado Alessandro. Ya ni se nota que hoy mismo, más temprano, había enfermado de semejante manera. Nuevamente, lo que reclama es un oponente de ajedrez; aquéllo que me hace desear que realmente respete sus habilidades de ajedrecista, y no sea una simple cuestión de conformismo, ya que ello haría enfadar a mi madre.

No creo que ésto sea permanente ni que dure por tanto tiempo más, pero debes hacer caso a tu nonno. En cualquier caso planeaba pasar por la clínica ahora mismo. Le preguntaré al físico Angelino si es aceptable darte un oponente ¿Bien?

Pensaba poner mi mano sobre su hombro, pero rápidamente la retiro. Sé que estoy consiguiendo que Lessi confíe en mí, pero todavía debo cuidarme de lo que hago.

[Baudelaire]

Alessandro toma tu muñeca más atrasada mientras te alejas, algo ha notado en el dorso.

Me parece, signora Anaís, que tienes una quemadura horrible allí. Seguro el físico te dirá que no podrás jugar en mucho tiempo. Pero entiendo que podría autorizar a alguien más.

Con delicadeza, hace girar la zona para que puedas verla y luego te suelta. Lo extraño es que ningún dolor se presenta, ni siquiera al apoyar tu otra mano en las marcas rojizo-negruzcas. Si algo podría haber ocasionado tal daño, es el fuego infernal.

Volveré a intentar con mis guardias, signora Anaís. Ahora tienes que ir a que te atiendan.

El niño vuelve a sus partidas y tú eres incapaz de comprender esta nueva señal. La herida está allí, tizones encendidos que cauterizan de manera similar a la lucha contra la hidra… intentas recordar quién era el asistente que le permitió al héroe hacerse con la victoria. Sigues parada ahí, cuándo Angelino el pintor se planta frente a ti.

¿Qué ocurre? ¿algo en tu mano?

Miras nuevamente y la quemadura ahora parece tener la forma del mismísimo Hades. Pestañeas rápidamente y vuelve a su forma anterior, pero la diferencia es que ahora experimentas un dolor insoportable… como si tu piel está siendo desgarrada desde adentro.

[Leohan]

Sostengo mi mano, deseando estar junto al río para poder refrescar la quemadura sobrenatural, pero a la vez no queriendo llamar demasiado la atención.

Parece que me he quemado, pero no estoy segura de cuándo, le respondo. Si ha sido mientras preparaba el agua para la tina, no me he dado cuenta. No es la verdad, pero tampoco es técnicamente una mentira. Y de todas formas; aún con la intención ser honesta, todavía no estoy segura de entender lo que ocurre, mucho menos poder explicarlo. Lo que es más importante: Me has dicho que Perséfone ha recuperado la conciencia. Me gustaría hablar con ella, si el físico aprueba mi visita.

[Baudelaire]

Angelino asiente y parte a conversar con su homónimo el físico, regresa a la entrada de la tienda y te hace un gesto para que ingreses. Allí sentada, está la matriarca, con una sonrisa portentosa. Los milagros se suceden uno tras otro, pero es el otro Angelino quien te habla.

No se que has hecho ni que has heredado de tu padre, pero la reacción de la signora Perséfone me es increíble.

Tu madre mezcla en su rostro una mueca de incomodidad con un brillo de alegría en sus ojos. Se acerca y te abraza, aprovechando de susurrarte algo al oído.

Te conseguiré algo de perfume. Mi primo, el físico, me ha permitido salir. Voy a buscar uno con el otro Angelino y regresaré de inmediato.

Se desprende de ti y casi por reflejo caminas hasta la otra Perséfone.

Gracias, niña. Es todo lo que puedo decirte.

Son pocas palabras, pero la sonrisa en sus arrugadas facciones completa el mensaje.

[Leohan]

Miro a la anciana con una mezcla de sorpresa, felicidad y enorme orgullo. Sorpresa por lo que ha sucedido, por supuesto ¡Ésta mujer de cien años ha despertado de una viruela! ¿Y tan sólo en un día, luego de tremenda fiebre? Ciertamente posee una fuerza que sólo puede ser admirada. Felicidad porque dicha fuerza le permitirá darle más momentos de alegría, diversión y especialmente unión a su gran familia...

Y orgullo por haber formado parte de todo éso. Como cristiana, claro que no estoy supuesta a pasarme de vanidosa, pero inevitablemente los cumplidos de la gran familia surtirían un efecto. Libro de Eyzaguirre o no, han sido mis manos las que curaron a ambas Perséfones. Claro que mis acciones habían llevado a la similarmente milagrosa curación de Calíope, Museo y Melpómene, pero fueron las manos expertas de mi padre las que en realidad lo permitieron, y no las mías.

Si fuere recordada como una profeta luego de mi muerte, creo que éste podrá ser considerado mi más importante milagro.

¿En realidad es todo? Respondo en tono de chiste. Y yo que pensaba que primero era la crítica de la música. Con tanta memoria seguramente recordará las exigencias que me había expresado la mañana siguiente a que nos conocimos.