Gruñidos suaves y resoplidos van acompañando tus palabras, el piso se pone a vibrar con sutileza al ritmo de enormes pisadas que se acercan. La criatura está en algún lugar por los alrededores, pero es difícil saber desde dónde vendría… porque los ecos y las resonancias ocultan el origen exacto del sonido. Es una inescrutable fortaleza subterránea y sabes que tu historia alocada está lejos de portar algo de verosimilitud. Los batidores se han alejado apenas unas cuantas yardas, siempre manteniendo el triángulo.
En un movimiento brusco, se escucha un enorme aleteo. La criatura ha volado y se posa justo al centro, pueden contemplan su imponente majestuosidad y el terror es extremo.

Se trata de un dragón, infernal e indomable. Los cuentos de hadas están lejos de contener leyendas al tener a la bestia justo allí. Extiende su cuello, que oscila como una serpiente, para observar atentamente.
¿Infieles? Sí, por supuesto. Cualquiera que ose negar la supremacía de mi dominio y negar mi poderío, es considerado como tal. Y será devorado sin misericordia. Soy el guardián de este sendero que lleva al inframundo. Y cómo ya habéis contemplado la ruta, jamás regresaréis a la superficie.
Su descomunal cola forma un enorme círculo alrededor, las escamas refulgen y el diámetro que posee hace que se convierta en un muro infranqueable.
Mostráis humildad y parecéis legítimamente llenos de pavor. Os ofrezco un pequeño servicio y, a cambio, os entregaré grandes poderes infernales. No necesitaréis volver a comer o beber, no envejeceréis y tendréis la fuerza de 10 hombres.
Es una oferta demasiado atractiva, al menos, para los batidores. Parecen sumidos en un profundo trance y los observas, a contraluz, asentir mecánicamente. Tú, en cambio, sabes que se trata de una trampa para entregar ingenuamente sus almas.
Notas, en ese mismo momento, que logras ver a través de la cola. Como un espejismo en un día de calor, lo que te lleva a vislumbrar un poco más allá. A la distancia, una pequeña figura en túnica negra mueve sus manos y gesticula.