
Nacer en Albacete en la década de 1970 y en una familia del Opus Dei no resultó fácil para él. Se sentía distinto, reprimido, incapaz de expresarse. La angustia que sentía le quemaba por dentro, Dios le llamaba a hacer cosas mayores que permanecer a la sombra de su padre, un hombre rígido, primario e insoportable. Unos años después consiguió una beca de estudios y viajó a Madrid para vivir entre los numerarios, una vida casi monástica en la que pasaba del seminario a la celda.
La movida madrileña despertó algo en él. Comenzó a salir, descubrió su orientación sexual en la oscuridad de un club nocturno y ahogó en alcohol el dolor de tantos años de sufrimiento y angustia reprimida. Regresaba a altas horas de la madrugada tras noches de desenfreno, con las zapatillas pegajosas y el cinturón desabrochado. Por desgracia para él, comenzó a llamar la atención en la residencia religiosa, y después de unos meses, fue expulsado del seminario. La vergüenza le impidió contárselo a su padre y comenzó a dormir en las iglesias para protegerse del frío de la noche de invierno. En ese estado lo encontró el Arzobispo Moncada, una noche en que eligió la iglesia de San Nicolás de las Servitas para refugiarse.
El Arzobispo vio en él un posible discípulo, joven y apuesto, y lo tomó entre sus manos, introduciéndolo a los secretos de la noche, administrándole el sacramento del dolor y obligándole a desnudar su alma, derramando todo su dolor en un torrente. Finalmente se convirtió en uno de los no muertos, y le dijo que algún día gobernaría en su lugar.
Por primera vez, todo tenía sentido para él, era un príncipe de las tinieblas, un guardián de la fe, y un ángel del pecado. Se sentaba a la mano derecha del antiguo y se codeaba con aristócratas y eclesiásticos poderosos e influyentes.
Y entonces regresó la hija pródiga.
Ella le arrebató su padre, el título, e incluso, aunque nunca lo reconocería, la venganza. Con horror conoció la desaparición de Moncada, la sangre negra derramada en el suelo de su catedral y cómo ella tomaba su manto. La envidia y el odio lo corroyeron. Tantos años de abuso al lado del terrible Cardenal no le servirían de nada. Ella, que había estado ausente durante siglos, había regresado y se lo había arrebatado todo.
Pero él no era nada sin su padre, y no podía hacer nada en el Sabbat, y las legiones de Cainitas terminaron inclinándose ante ella, la heredera del reino. Él no era un rival, ni siquiera lo tuvieron en cuenta. Lo que más le dolía era la indiferencia.
El hermano pequeño buscó asilo en la Camarilla, y en los últimos años ha utilizado su ambición, su linaje y lo que pudiera conseguir para eliminar a Lucita. Ahora merodea por el Elíseo entre los orgullosos Lasombra, pero no se detendrá hasta haber asumido el control sobre Madrid y devolverle al mundo todo el dolor que sigue sufriendo.
Clan: Lasombra
Afiliación: Camarilla
Disciplinas: Dominación 3, Olvido 4, Potencia 1